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ArribaAbajoUna nueva antología de romances

Rafael Alemany Ferrer


Universidad de Alicante

La editorial Alhambra, en el volumen número 22 de su cada día más apreciable colección de «Clásicos», nos brinda un flamante Romancero, cuya edición, estudio y notas se deben a la profesora Michelle Débax, de la Universidad de Toulouse-Le Mirail (Madrid, 1982). La obra es fruto de la importante dedicación de la autora al tema en los últimos años, interés ya anunciado en sus «Problèmes idéologiques dans le Romancero traditionnel» (en L’Idéologique dans le texte (Textes hispaniques): Actes du IIe Colloque du Séminaire d’Etudes Littéraires de l’Université de Toulouse-Le Mirail [Toulouse, février 1978], Université de Toulouse-Le Mirail, 1978, pp. 141-163).

De las 428 páginas que constituyen el libro, aproximadamente un tercio se dedica a estudio preliminar y el resto a la antología de romances propiamente dicha, acompañada de la anotaciones pertinentes e índices de títulos y de primeros versos de los textos antologados. El estudio preliminar se completa con una copiosa y actualizadísima bibliografía, que registra 210 entradas, buena parte de las cuales han sido satisfactoriamente aprovechadas por la profesora Débax para elaborar   —366→   el apretado -pero rigurosamente sistemático- estado de la cuestión que viene a perfilar su estudio.

Se divide éste en siete epígrafes, en el primero de los cuales se analiza el concepto de «romance» a través de un minucioso buceo lexicográfico, al tiempo que se proponen los diversos parámetros utilizables para una clasificación del romancero (cronología, autoría, función, estilo...) y se abordan los inconvenientes de las ordenaciones resultantes de la combinación de parámetros heterogéneos. En el segundo apartado se estudian las relaciones del romancero con la Historia; tales imbricaciones, señala la profesora Débax, no sólo se restringen a aquellos romances en que se sustancia un hecho histórico concreto, sino que alcanzan a un repertorio bastante más amplio de textos que, aun careciendo de carácter genuinamente «histórico», evidencian, mediante una formalización mitopoética, un estado de conciencia colectiva explicable, en última instancia, en clave de coyuntura histórica. El tercer epígrafe está dedicado a la dicotomía romancero- Geografía; por una parte se destaca la importancia de la Geografía en un género que, dado su originario carácter oral, se transmite con harta facilidad por los más diversos territorios; por otra parte, la diversidad geográfica en que se produce o reproduce un romance opera como factor determinante de algunos de los cambios que se introducen en las versiones primitivas, al necesitar el transmisor (-autor) acopiar el poema, o mejor, incorporar a éste, determinadas peculiaridades étnico-espaciales. En cuarto lugar se estudian las categorías de autor y transmisor, de tan difícil separación en el caso del género que nos ocupa -un romance tradicional siempre se «está haciendo»-, para pasar, en el quinto apartado, a detallar la diversidad de funciones que puede cumplir un romance: desde la meramente noticiera -histórica o propagandística, o ambas a la vez-, a la divertente o a la utilitaria, cual es el caso de un romance como el de «La princesa bastarda y el segador» que -consta- se cantaba en ciertas regiones para conseguir un ritmo acompasado en las faenas de siega. Después de un epígrafe -el sexto- dedicado al estudio de las materias temáticas romanceriles, se cierra el estudio preliminar con un séptimo -y último- apartado que atiende los aspectos formal y estilístico, que, por cierto, ofrece la novedad de sintetizar las aportaciones al romancero de las teorías de la narratividad de Propp y Segre llevadas a cabo, respectivamente, por Bruce A. Beatle y Diego Catalán.

Constituyen el cuerpo de la antología 92 romances, de los cuales 12 se nos proporcionan en versión doble y otros 3 en versión triple, como muestra práctica del fenómeno de variación a que somete a buena parte   —367→   del romancero su «oralidad» y su «tradicionalidad», confiriendo a sus composiciones el carácter de «estructura abierta», susceptible de amoldarse a diversos contextos espacio-temporales y socio-culturales, en los que, a su vez, cada transmisor es un poco -o un mucho- autor y viceversa.

Es curioso que Michelle Débax, que en su estudio preliminar repara en la dudosa pertinencia de clasificaciones organizadas en base a una heterogeneidad de criterios, no logre sustraerse a ellas a la hora de organizar el material que ha editado. Y, así, aun siendo absolutamente consciente de esta cierta incoherencia -según ella misma explicita-, opta por inventariar el poemario de acuerdo con dos puntos de vista diferentes: el de origen o procedencia de los romances y el de motivos temáticos de los mismos, todo ello adaptando levemente la clasificación recogida por Samuel G. Armistead, Selma Margaretten, Paloma Montero y Ana Valenciano en El Romancero judeo-español en el Archivo Menéndez Pidal (Catálogo-Índice de romances y canciones), 3 vols., Madrid, 1978. De este modo los 92 romances antologados se nos ofrecen distribuidos en 17 compartimentos, 5 de los cuales responden al criterio clasificatorio de origen (épicos, carolingios y caballerescos, históricos, bíblicos y clásicos) y los 12 restantes al criterio de motivo temático, a saber: cautivos y presos, vuelta del esposo, amor fiel y amor más allá de la muerte, esposa desgraciada, mujer adúltera, mujeres matadoras, raptos y forzadores, incesto, mujeres seductoras, mujeres seducidas, varias aventuras amorosas y romances religiosos. Lo que resulta evidente es que, con independencia de que los romances agrupados en los cinco primeros bloques permitan una eventual clasificación según sus motivos temáticos respectivos, existe una diferencia sustancial entre éstos y los recogidos en los doce apartados subsiguientes: la de relacionarse, en mayor o menor medida, con una materia escrita anterior (gestas, ciclos novelescos carolingio y bretón, crónicas, Biblia o literatura greco-latina) de la que, en definitiva, proceden -con independencia del grado de reelaboración a que se hayan sometido ulteriormente tanto desde el punto de vista formal como temático o, incluso, intencional-; los segundos, por el contrario, no permiten tan seguras filiaciones y, cuando las hay, se nos difuminan en el menos preciso acervo folclórico general.

La editora ha basado sus textos en fuentes diferentes según se tratase de romances antiguos o modernos. En el primer caso se ha servido de facsímiles solventes tales como el Cancionero de romances impreso en Amberes sin año (anotado por R. Menéndez Pidal, C.S.I.C., Madrid,   —368→   1945 -reimpresión del publicado en Madrid, 1914 por la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas-), los Pliegos poéticos góticos de la Biblioteca Nacional (6 vol., Colección «Joyas Bibliográficas», Madrid, 1957-1961) y los Pliegos poéticos españoles de la Universidad de Praga (2 vols., prólogo de R. Menéndez Pidal, Colec. «Joyas Bibliográficas», Madrid, 1960). Si se trataba de textos modernos se ha basado en las lecciones ofrecidas por la edición respectiva usada en cada caso, de la que se da cumplida referencia en nota.

Completan la edición de cada romance dos series de anotaciones, textuales y bibliográficas, respectivamente, que amén de proporcionar, casi exhaustivamente, las distintas fuentes de conservación del texto, aportan una apreciable guía bibliográfica particularizada.

Puede afirmarse, sin exceso, que este reciente Romancero, por la hábil combinación de metodología rigurosa y sistematización expositiva de que hace gala la profesora Débax, cobra carácter de una útil herramienta de trabajo para el estudiante -y aún para el estudioso-. Situado en un punto intermedio entre la antología escolar habitual y las ediciones de romances en colecciones de envergadura y de difícil circulación, habrá que recurrir a él, en lo sucesivo, para suplir las ya excesivas limitaciones de la Flor nueva de romances viejos pidaliana o, incluso, de otras antologías más recientes como, por ejemplo, El romancero viejo publicado por Mercedes Díaz Roig en la editorial Cátedra (Madrid, 1978). Lástima que Michelle Débax no dispusiera ya de tiempo para incorporar a su útil trabajo las aportaciones del 2º Coloquio Internacional sobre el Romancero, cuyos resultados, pese a haberse celebrado en Davis, California, en mayo de 1977, no se publicaron hasta 1979 (vols. II, III y IV de la colección Romancero y poesía oral, Cátedra-Seminario Menéndez Pidal y Editorial Gredos). Sin duda alguna tales aportaciones hubieran enriquecido el estudio y el repertorio bibliográfico con que se abre la antología reseñada, mas... no ha lugar a la congoja, pues por todos es bien sabido -y sufrido- el paso harto ligero con que avanzan la investigación y la crítica en nuestros días.