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ArribaAbajo Una teoría semiótica del texto narrativo

Carmen Bobes, Teoría General de la Novela. Semiología de «La Regenta», Madrid, Gredos, 1985.


Valentina de Antonio Domínguez


Universidad Autónoma de Madrid

La aportación más reciente a la teoría semiótica que viene completando Carmen Bobes es un interesante estudio que titula: Teoría General de la Novela. Semiología de «La Regenta», en el que analiza la novela intentando cristalizar significantes de diversos tipos. El objetivo del libro, como señala su autora, consiste en indicar los diversos mecanismos que conducen a la obra y ver cómo se organizan hasta asignarle sentido, insistiendo en las manipulaciones que realiza el autor para conseguir su argumento.

Como en otros libros anteriores, el mérito más evidente de esta nueva obra consiste, a mi modo de ver, en la dosis de sentido común y de prudencia crítica que nunca faltan en la autora. Mediando entre las tensiones actuales sobre el alcance de la crítica literaria, Carmen Bobes propone una vía de equilibrio, señalando que la lectura queda dominada por una exigencia objetiva de adecuación al contenido intencional del texto; pero admitiendo, no obstante, la posibilidad de diferentes lecturas graduadas en niveles distintos de lector. Pero al fin, y culminándolas todas, la lectura técnica, semiológica, que se adecúa al «sentido de la obra», y que no supone en ningún caso su empobrecimiento estético, ya que añade a la lectura directa e ingenua la averiguación técnica de los recursos que han dado lugar al efecto estético.

Partiendo del conocimiento previo que el autor posee de su obra y siendo consciente del final señalado, va elaborando el material del discurso y lo distribuye   —564→   de acuerdo con ese desenlace elegido.

El estudio consta de dos partes. La primera comprende el análisis de los componentes sintácticos, según el modelo proppiano muy asimilado y transformado por la autora, que muestra la trama como un conjunto de personajes realizando determinadas funciones dentro de un espacio y un tiempo internos peculiarmente literarios, siendo función, personaje, espacio y tiempo unidades sintácticas que estructuran el relato. El espacio y sobre todo el tiempo tienen un tratamiento relevante tanto por su función de elementos estructurales como por la aportación semántica que conceden al discurso. Por cierto, que en el análisis del espacio tal vez se eche de menos, en este caso, la profundización de esta categoría fundamental en los términos estructurales de construcción de la estructura novelesca, tal y como la vieron antes entre nosotros Baquero Goyanes o Ricardo Gullón, y como es tendencia muy actualizada en la bibliografía internacional. Pero la autora se ajusta sólo a un convincente entendimiento físico y realista de la denotación espacial en el texto de la novela.

El estudio de los personajes merece especial atención: «El análisis sintáctico de los personajes -dice la autora- tiene que tener en cuenta todas las variables que puede utilizar el autor para comprender la forma en que están construidos». Continúa aclarando cómo el escritor, de entre estas variables, selecciona aquellas que estén en mayor relación con la funcionalidad y finalidad semántica a que están sometidos. El diseño de los personajes desde perspectivas diferentes, así como los medios que se utilizan para su construcción, son esenciales, destacando como nota común la conciencia irreflexiva con que todos actúan.

Una vez realizada la distribución funcional de la unidades con sus diferentes recursos, el análisis se orienta más subjetivamente hacia la interpretación semántica, que es el objeto de estudio de la segunda parte del libro. Se presenta la obra literaria como abierta en su sentido pero cerrada formalmente, destacando la visión del narrador como elemento fundamental en la comprensión del mensaje literario; las actitudes que adopta, su distanciamiento del texto (aunque siempre dentro de él) constituyen piezas claves en este análisis. Desde el punto de vista de la Semántica, el discurso puede presentarse en forma externa o de habla o en forma interna o de pensamiento. Quisiera insistir en este último tipo por ser una de las partes que, a mi juicio, conduce a uno de los recursos que más sobresale en su tratamiento. Estoy refiriéndome al monólogo interior como técnica que procura el acceso inmediato al pensamiento del personaje (como expresión directa del emisor sin receptor), utilizándose no solamente como expresión psíquica sino como elemento de estructuración de la novela.

Siguiendo una interpretación de La Regenta como «ejercicio de libertad», el monólogo aparece como un recurso inevitable que se semiotiza en el relato   —565→   adquiriendo un enfoque innovador: es una técnica relevante funcionalmente y tiene un gran alcance al admitir consideraciones diversas desde varios ángulos. El difícil deslinde en términos macrotextuales de una novela entre constituyentes sintácticos y semánticos adolece tal vez en este libro de la ausencia de justificación mediante un planteamiento teórico objetivo y suficiente de los principios implícitos de discriminación; sin embargo en la práctica del análisis de La Regenta las divisiones y la caracterización individual de las respectivas unidades aparecen, a mi juicio, siempre conscientes y aproblemáticas. Mención muy singular en este apartado interpretativo del texto, por su capacidad semiótica, merecen los signos de sistemas no lingüísticos (cinésicos, objetuales), que traducen tal vez ya preocupaciones más actuales de la autora encaminadas a una necesaria semiótica del espacio teatral. A destacar también las recurrencias narrativas por su carácter enfático, que permiten colocar en primer plano los hechos más revelantes.

Terminando este apartado, y como elemento englobador de todo el relato, la ironía aparece como recurso unificante que se manifiesta como unidad funcional dentro de la Sintaxis y como un importante eje semántico.

En definitiva, el estudio de los diversos elementos que estructuran un relato, su aplicación en un análisis funcional generalizable a cualquier obra y sus diversas interpretaciones hasta lograr el discurso literario conceden (semiológicamente) un enfoque nuevo a la novela, aportando una visión enriquecedora al lector y haciendo de este estudio una obra de imprescindible lectura. Aunque tal vez el título de la obra como teoría general de la novela puede decepcionar a algunos lectores, que encuentren por el contrario un modelo de análisis personal y muy singularizado por la concentración de su objeto, no cabe duda de que, dentro de esos límites, la obra que comento supone la aportación necesaria de esta autora, dentro de su elogiable actitud de constituir una teoría semiológica de contenidos concretos y bien ejemplificada, con una ilustrativa expansión sobre el conjunto de géneros literarios como modalidades distintas de discurso.