Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Anterior Indice Siguiente



  —141→  

ArribaAbajo Documentos

  —[142]→     —143→  

ArribaAbajo Notas para una relectura de El Doctor Centeno en el centenario de su publicación

Alfred Rodríguez


Mary Jo Ramos


A los cien años justos de su primera aparición, no se ha comentado todavía lo que Galdós, pensamos, quiso que se viera y comentara desde que se dio a la tarea creativa de El doctor Centeno: el hecho de que había concebido y organizado el comienzo de su nueva novela parodiando un modelo concreto, El licenciado Vidriera de Cervantes. Este dato -que se extrae del título mismo que le puso a la obra191; un juego paródico e ingenioso, cervantino, así en su alteración del título académico, aumentándolo burlonamente, como en su sustitución del valor semántico del apellido, auténtico pero de sustancia rebajada192- hubiera enriquecido, sin duda, los valiosos juicios que, sobre esta novela galdosiana, han ofrecido tantos eruditos de excepcional criterio a través de los años.193

De nuestro aserto inicial, el título aparte, apenas si puede caber duda una vez señalado el paralelo, ya que los primeros dos capítulos de El doctor Centeno, aunque algo alterados (Cervantes empieza con los dos estudiantes universitarios de paseo; Galdós invierte esto, comenzando con su parodia de Tomás Rueda-Rodaja), están indiscutiblemente pensados con el texto de Cervantes por delante: los dos estudiantes universitarios de paseo, el pobre niño ansioso de letras, el encuentro, el consiguiente interrogatorio, el quedarse el chico como criado de aquéllos, y la introducción de éste a la enseñanza formal.

De que la imitación galdosiana tuviese una finalidad paródica cara al texto cervantino, tampoco puede caber mucha duda; puesto que todo lo que añade el novelista moderno al escueto texto de su maestro predilecto (así a la presentación del personaje clave, Celipín Centeno194, como al encuentro y al interrogatorio)195 ofrece patentes rasgos de humor por reducción burlesca.196

Ahora bien, ¿qué significado alcanza este paralelo paródico que Galdós ofrece -pese a su invisibilidad hasta el presente- de forma tan abierta y clara?

Poniéndonos en el lugar de Galdós, se explica verosímilmente lo que le pudo haber movido a ello. Estaba pensando escribir una novela sobre el vitalísimo problema de la educación, esa fusión, incalculable e imprevista siempre, de enseñanza formal y experiencia de vida que acaba por determinar lo que somos cada cual. Cervantista adicto, no pudo menos que recordar que algo muy parecido había intentado Cervantes en El licenciado Vidriera197. ¿Por qué no hacer, en tributo de homenaje al maestro de la parodia, una pequeña parodia, a su vez, del comienzo de su nueva obra?198

En semejante caso, y quedando satisfechos instintos que nos dicen que el arte también tiene, tiene que tener, su dimensión deportiva, podría no tener mayor trascendencia, para confrontar la lectura de El doctor Centeno, el paralelo que empezamos por señalar. Mucho nos diría de la actitud creativa de   —144→   Galdós en 1883, de su callada sonrisa al ir trazando los primeros capítulos, de la sombra cervantina, casi palpable, allí, sobre su hombro izquierdo; pero los incatalogables estados anímicos que conducen a la creación artística, y hasta las diversas actitudes personales que ello encierra, son terrenos propios del sicólogo y hasta quedan un tanto vedados al que es crítico de literatura. Por ese camino, pocos pasos seguros habríamos de dar.

Mas como señala Gilman, citando a Martin Price:

[...] the openings of novels serve to set the rules of the game to be played by the reader.199



En este sentido, el comienzo de El doctor Centeno podría constituir un importante elemento del acto creativo de Galdós frente a las hojas que vendrían a ser esa novela suya. Bajo la sonrisa galdosiana que hemos postulado, el novelista, tan conocedor ya de su oficio, podía muy bien haber estado -como sugiere Gilman a través de Price- conscientemente fijando las 'reglas del juego' para la lectura de su obra.

Ahora bien, ¿qué reglas?

Con seguir tan de cerca a su modelo cervantino en ese significativo comienzo de novela, Galdós nos informa, y bien a las claras, de que su nueva obra se eslabona directamente, en su temática, con una tradición literaria de la que El licenciado Vidriera es muestra insigne: el conflicto eterno entre los dos crisoles del hacerse personal, la escuela y la vida; y, a la vez, el no menor conflicto entre la sabiduría (estudio) y la fama (acción).200

Nada descaminada ha andado la crítica galdosiana en este particular, ya que se han sugerido -y aunque en Galdós se dé un genial desdoblamiento que nos ofrece para el caso dos vertientes en sus dos protagonistas: diferentes generaciones, procedencia social muy distinta201, y, por lo tanto, muy diferentes lecciones aprendidas así de la vida como del estudio- antecedentes posibles como La educación sentimental de Flaubert y el Bildungsroman, con Wilhelm Meister a la cabeza.202

El licenciado Vidriera es de lo más pesimista que saliera de la pluma de Cervantes. Su protagonista halla sólo la locura como culminación del largo camino hacia la sabiduría; y ésta, tras el primer empuje de la vida (Venus), tan sólo le sirve de materia propicia para su papel de hazmerreír. Y la vida, la desesperada búsqueda de la fama en la acción, tan sólo conduce a Vidriera hasta la muerte. El mensaje fáustico de Cervantes -aunque, como en otra ocasión mayor, vaya empedrado de risas y sonrisas- es de un pesimismo radical frente al ideal renacentista que moría.

Galdós, hombre de otro tiempo, y de otro temperamento en esta ocasión203, ofrecerá una salida -si no optimista, de equilibrado realismo burgués y decimonono- mediante el desdoblamiento que se ha señalado. Miquis sucumbirá, de la herida apropiada a su campo de batalla romántico204; pero Centeno, como ha visto gran parte de la crítica205, no sólo sobrevivirá, sino que alcanzará metas insoñadas para el mundo realista en que funciona el novelista moderno. La sabiduría y la fama les eludirán a ambos; pero Centeno, figura dickensiana pasada por el tamiz de la realidad, aprenderá y se formará, aunque sea como emblema de responsable y bondadosa mediocridad.

  —145→  

Habrá que suponer, asimismo, que la actitud de creación paródica que Galdós explaya frente a su texto modelo en los primeros capítulos de El doctor Centeno encierra la proclama de alguna 'regla' general para su mejor lectura. Y así es, pensamos.

El profesor Cardona acertó extraordinariamente bien al relacionar el Bildungsroman en general, y el Wilhelm Meister de Goethe en particular, con El doctor Centeno:

[...] sugerimos que El doctor Centeno es un Bildungsroman inspirada, indirectamente, en Wilhelm Meister...206



Así es, sin duda- pero todo ello llevado a cabo con una mano cervantina que bien puede llamarse parodia, parodia delicada y realista de ese Bildungsroman que Galdós, casi a los cien años del triunfo de esa modalidad novelística, podía muy bien ver como superficial e inconvincente.

El novelista español empieza por desdoblar el personaje único que suele centrar el tipo de novela que es Wilhelm Meister, y lo hace, además, con una fórmula cervantina que no ha escapado a la crítica galdosiana: don Quijote y Sancho Panza207. El desdoblamiento en sí es ya paródico, puesto que supone la exageración de los dos componentes (lo romántico y lo práctico) que constituyen la naturaleza del protagonista único del Bildungsroman. Cuando la dualidad así establecida ofrece ecos de la pareja cervantina, y el novelista español lleva a cada componente a la disipación de la nada (lo romántico, quijotesco, muere208; lo práctico, sanchesco, jamás pasa del aprendizaje)209, cabe pensar que ello representa una respuesta paródica al mensaje normativo del Bildungsroman.

Sólo hemos querido asentar con las generalizaciones hipotéticas que preceden -lo único que cabe en estas notas para una relectura de El doctor Centeno- que no resultaría nada difícil (especialmente con los nuevos datos aportados al comienzo) ver en esta novela galdosiana, entre otras muchas cosas que allí hay, naturalmente, una creación dirigida por una fórmula paródica y cervantina.

Galdós, desde luego, abre su novela (el título y los primeros capítulos) dejándonos un rastro inequívoco de su intención artística en El doctor Centeno. Que nosotros hayamos acertado con esas 'reglas para el lector' que allí se encierran, ése es ya otro asunto, asunto que indudablemente nos aclararán colegas que comparten nuestro amor por la obra de don Benito.

The University of New Mexico



Anterior Indice Siguiente