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ArribaAbajoLa reconquista de Buenos-Ayres por las armas de Su Majestad Católica en 12 de Agosto de 1806

Manuel Pardo de Andrade


Silva por D. Manuel Pardo de Andrade. Dignum laude virum musa verat mori. Horat. Lib. 4. Liryc. Carm. 7. Con licencia Reimpreso en Buenos-Aires en la Real Imprenta de Niños Expósitos. Año de 1808.



Cubra Bretaña con altivas naves
La inmensa faz del piélago anchuroso,
Como Saturnio de arboleda el suelo;
Desaparezca la mar bajo las velas
De la soberbia Albión; tenga en su mano
Cetro, poder e imperio
Del mar que ciñe en torno el hemisferio:
Reposa ¡oh! ¡grande Carlos! No por eso
Con más feliz suceso
Que en Canarias, Ferrol y Puerto Rico,
Alzar verás el pabellón britano
En los australes reinos que separa
La vasta inmensidad del mar opreso
De tu piadoso influjo. No: los cielos
Velan en tu defensa: el mundo todo
No rendirá de la nación hispana,
La sublime constancia, la animosa
Heroicidad con que a morir se expone
por su Dios, por su Rey, y por su Patria;
pues son de sus constantes corazones,
El León y el Castillo los blasones.

No, osado Beresford, vano presumas
Haber rendido y conquistado a Jorge
La más bella porción del mediodía,
La hermosa Buenos Aires, que otras veces
Contener supo el ímpetu furioso
De innumerables indios. Bien pudiste
Sorprender un instante
El ánimo constante
De sus fuertes y honrados ciudadanos;
Mas no imagines que su noble pecho
A esclavitud infame
Ceda abatido, sin que honor inflame
El generoso aliento,
En que tiene el valor su antiguo asiento.
El eco del clarín que a la venganza
Los españoles llama, escucha y tiembla:
Tiembla, sí, Beresford,
Pues a la empresa
Corre el bravo Liniers, rayo de Marte
A empuñar con denuedo
El marcial estandarte
De Castilla y León en la siniestra,
Y en su esforzada diestra
El vengador acero,
Que ha de llenar de gloria al fuerte ibero.
Todos claman la venganza, todos guerra,
Y en sus airados rostros resplandece
El presagio feliz de la victoria,
Tu castigo ¡oh! ¡britano! y nuestra gloria.

El valiente Huidobro se preparaba
Al glorioso rescate desde el Puerto:
Mas, viendo que el Inglés amenazaba
Rendir Montevideo,
Que ya tenía bloqueo,
En la defensa de su plaza queda,
Y al ilustre Liniers la empresa fia.
Con quinientos valientes parte el héroe
A eternizar su nombre: todos arden
En llamas de valor: los hondos ríos
No detienen sus bríos,
Y sin temer las fuerzas superiores
Que el pabellón britano tremolaban,
Rompen por las furiosas diluviadas
En balsas y fangadas,
(Débil auxilio para empresa tanta).
Pero la heroica gente,
Por llegar a las manos impaciente,
Cual torrente que baja despeñado,
Sin que paren su curso acelerado
Del peñascal pendiente los horrores,
Tan enormes peligros arrostrando,
El laurel o la muerte iba buscando.

Llegan del Sacramento a la Colonia,
Donde el bizarro Concha los espera
Con sus ligeras naos y transportes,
De cuyos marineros
Forma soldados fieros
El invicto Liniers. Los jefes todos,
Aumentando el poder por varios modos,
Ni el delicado sexo se eximía
Y al aumento de fuerzas concurría.
Ordenada la gente en escuadrones,
Inflamando Liniers los corazones,
Su deber les advierte:
Le escuchan todos, y habla de esta suerte:
«Intrépidos y fuertes españoles,
»Que el inmortal Colón conducir supo
»A mundo ignoto, do de fama y gloria
»Os colmó la victoria
»Bajo aquellos caudillos valerosos,
»Que en la inmortalidad viven gloriosos;
»De vuestro ardiente honor las justas iras
»A la venganza os llaman y a pelea
»Contra el fiero britano, que alzar osa
»El polar estandarte, con que oprime
»La Inglaterra los mares en los Fuertes
»De Buenos Aires, capital hermosa
»De esta provincia fértil. ¡Españoles!
»A recobrarla vamos: esta empresa
»Es digna de los nietos de los héroes,
»Que de los araucanos tantas veces
»Laureles consiguieron,
»Y a Castilla rindieron
»Vastos imperios y remotos mundos.
»¿Sufriréis que el insular osado
»Os robe el fruto de victorias tantas?
»¡Ah! lejos de esos pechos animosos
»¡Vaya tan baja idea!
»Bretaña tiemble, y toda Europa vea
»El valor que os asiste: nadie diga
»Ser español, si cual cobarde huye,
»Ni en la fuga otro asilo hallar espere
»Que muerte infame con deshonra eterna.
»¡Ea! pues, valerosos descendientes
»De los conquistadores este mundo,
»A la costa del Sur nos llama el eco
»¡Del clarín de la fama! el celo ardiente
»¡Por la gloria del Rey! la vela demos,
»Y su rescate Buenos Aires logre
»Con el valor de nuestro invicto brazo
»Que colmará con tan bizarra hazaña
Del gozo al Rey y de opinión a España».

Dijo: y todos le siguen a las naves,
Que al Sur las proas y las blancas velas
Tienden al punto, y con tajantes remos
Las olas hienden con presteza tanta
Que parece a los ojos que las miran
Surcar la blanca espuma
Aves que baten la ligera pluma;
Y a empresas grandes decididas, forman
En su navegación línea ordenada,
Y en unión fuerte felizmente pasan
Entre las naves apostadas;
Y del viento obligadas,
Dando fondo en las Conchas. Al momento
Tropa y artillería
Acampa en la altura el mismo día,
Sin que el rigor del clima destemplado
El curso del ejército esforzado
Bastase a contener, que en veloz marcha
Se acerca a la ciudad. Luego formando
En batalla su gente el Comandante,
Al britano arrogante
La rendición intima, que a las armas
El suceso eremite; y diligente
Corre luego a buscarle con su gente.

Llega, pues, el momento
Que ansia del español el ardimiento;
Y a la señal de ataque, cual leones
Que saña y furor encarnecidos,
Ni el fuego temen, ni los paran riesgos,
En alas del valor los españoles
Atacan el Retiro custodiado
Por valientes ingleses, que cual dique
Desmoronado al ímpetu furioso
De las aguas, así rendidos ceden
Al vigoroso ataque de los nuestros:
Huyen los que al socorro se presentan,
Pues apenas divisan las columnas
Enemigas los fuertes españoles,
Que cargándolas luego con acierto
Se van dispersas y desordenadas,
Cual tímidas manadas
De reses que persigue hambriento lobo,
A recobrarse en la ciudad, perdido
El parque, que tan presto fue rendido.
Tiende la noche el negro manto y pone
Fin a las glorias del primer suceso
De Liniers y su gente,
Que esperaba impaciente
Del venidero día la luz clara,
Fausto presagio de la victoria siendo
Certero golpe de elevada bala,
Con que cayó abatido y arrollado
El pabellón britano enarbolado
En una altiva nave; finalmente
Rayó la luz del venturoso día,
En que el pueblo leal de Buenos Aires
A la dominación volver debía
Del monarca español, y sin más orden
Ni esperar la señal, los impacientes
Catalanes empeñan con arrojo
Un fuerte tiroteo,
Y atajar no pudiendo ya el deseo
Ardiente de la tropa, el Comandante,
Impávido, delante
De las columnas marcha y se presenta
En la lucha sangrienta,
Y acomete la plaza defendida
De mucha artillería; y do apostados
Desde los miradores y azoteas
Los soldados ingleses asestaban
Contra los nuestros incesantes tiros,
Que a cuerpo descubierto
Sufren, y corresponden con acierto
En unión fuerte y línea de batalla,
Resistiendo el rigor de la metralla;
Y cual incendio, que a favor del viento
Se avanza estrepitoso, sin que pueda
Estorbar sus progresos los esfuerzos
De los que en vano a su furor se oponen,
Así nuestros soldados
En la lid empeñados,
Todo lo rinden con ardiente saña,
Corriendo diligentes
Los habitantes leales y valientes
A unirse con los nuestros en el riesgo
Y redimir su afrenta con las armas.
¡Oh! quién la valentía
Pudiera describir, que en este día
Mostraron las espadas españolas,
Todas a competencia en la pelea,
¡En sangre tintas y de honor cubiertas!
¿Quién la constancia y varonil esfuerzo
De la tucumanesa valerosa,
(La amazona Manuela), sin asombro
Celebrar puede, si el arrojo mira
Con que maneja el relumbroso acero
Al lado del consorte? Rinde y mata
Al inglés más valiente y obstinado,
Presentado a Liniers en la campaña
El fusil por trofeo de su hazaña.
¿Quién del bizarro General, que a todos
De constancia y valor era alto ejemplo,
Pintar podría la intrepidez heroica
Con que entre espesas nubes de metralla
Animando su gente,
Sin que sólo un instante
Se mudara el color de su semblante?
¿Quién de los valerosos oficiales
Y sus bravos soldados dignamente
Podrá cantar las alabanzas justas,
Que mereció este día su constancia,
Su arrojo, su lealtad, su fortaleza,
Su loable obediencia y su destreza?

De la plaza y ciudad desalojados,
Después de una obstinada resistencia,
En que a nuestros guerreros
Doblaron y rindieron los aceros
Los más fuertes campeones de Bretaña,
Al Castillo se acogen los vencidos,
A do furiosos nuestros bravos corren,
Y como tigres forcejeando se asen
Del puente levadizo a las cadenas
Por subir con presteza, sin que baste
A detener su nacional fiereza
El volcán de la gruesa artillería
Que el horror y la muerte iba anunciando
Y su cruel decreto ejecutando:
Ni del combate en el ardor reparan,
Que el estandarte blanco ya enarbola,
Treguas pidiendo el fuerte:
Y en tan dichosa suerte
A sangre y fuego al enemigo obligan,
A enarbolar de España la bandera,
Rendir la plaza y entregarse todos
A discreción del jefe victorioso,
Que es con el enemigo generoso.
Así de la jornada venturosa
En que recobró heroicamente
La capital hermosa
Del Paraguay, los prósperos sucesos
Terminaron en bien: así a la gloria
Con tan feliz victoria
Elevaron su nombre y sus acciones
Aquellos escuadrones
Que el inmortal Liniers conducir supo
Con tal feliz acierto y tal ventura
En un río bloqueado,
Por terreno fragoso y despoblado,