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Del Matrimonio Espiritual [fragmento]

Sor María de Santa Clara





...Por esta inseparabilidad moral –son palabras del orador- que tiene la unión íntima y familiar del alma con Dios por amor, la llaman los Santos Padres y Doctores místicos con el título de «Matrimonio espiritual…». A esta unión de amor con Dios tan íntima, tan estrecha e indisoluble fue elevada esta dichosa Alma día de la Santísima Trinidad del año 1762. ¡Día grande para esta feliz criatura! ¡Dichosa alma que por un efecto de la bondad y misericordia de Dios fuiste elegida entre millares para este estado tan íntimo y familiar trato y comunicación con el Rey supremo de Cielos y tierra! Es verdad que siempre fuiste fiel a tu amado Esposo: fuiste constante en sufrir las terribles pruebas... En cumplimiento de su rendida obediencia escribe así:

«Este día me fui al coro a adorar al Santísimo Sacramento, y el Señor me consoló con su divina presencia diciéndome: Que estuviese prevenida, que aquel día me quería hacer un favor... Cuando llegó la hora que el Señor me quería favorecer, estaba en compañía de otras religiosas, y sin tener memoria de Dios. Pero, ¡oh bondad de Dios!, me sentí herida de su divino amor con un toque tan sabroso, que me derretía en amor, causando en mí unos efectos tan grandes, que no se pueden decir; sólo se pueden sentir allá en lo más interior del alma. Porque ella sola entiende los tesoros que el Señor le comunica, pero no puede la capacidad humana comprehender más de lo que nuestro modo de comprender puede alcanzar hacia lo sensible; pero no lo puede explicar. Por eso me hallo tan sin términos ni palabras para poderme explicar; porque son cosas tan espirituales, que sólo pasan entre Dios y el alma; y como va de espíritu a espíritu, no se puede decir; sólo se puede sentir. Y así todas las comparaciones parecen locas y de ningún provecho. Porque ¿qué tienen que ver las cosas materiales con las espirituales? Y así digo: que todo cuanto dijere serán cosas muy bajas. Pero sólo me queda un alivio, y es que me lo manda escribir la santa obediencia...».

«Vi con los ojos del alma que el Señor estaba adornando mi alma con aquellas joyas y preciosidades que me prometió en aquel día en que me dio por anillo su sagrada Corona, y por arras sus espinas, en señal de este desposorio que había de celebrar con mi alma».

«El primer adorno con que vistió y adornó mi alma era una tunicela blanca».



-Ésta es símbolo de la pureza y candor con que la vistió, y que debía tener su alma en todas sus intenciones y operaciones, para ser digna Esposa del Señor, sin admitir el menor pensamiento ni afecto de cosa criada, que fuese desagradable a sus delicados ojos.

«Los matices de la tunicela eran de piedras muy preciosas; y entretejido había mucho oro, que las hacía resplandecer más».



-Quiso el Señor darla a entender en la singular preciosidad y variedad de las piedras, la variedad y rara preciosidad de las virtudes con que adornaba la pureza y candor de su alma. El mucho oro que había entretejido significaba el amor divino con que de nuevo adornaba su alma; y que debía ser el móvil y el fin de todas sus virtuosas operaciones, y el alma de todas ellas.

«El segundo adorno era una cruz y gargantilla (o collar) que ceñía el cuello, y a las orejas unos desaliños (pendientes), de extraordinaria hermosura».



-La cruz simboliza que en el padecer en alma y cuerpo había ser una viva copia de su Esposo...

«En los brazos me puso unas manillas de perlas preciosísimas».



-En la atadura de las manillas se le dio a entender la discreción, madurez y prudencia con que debía proceder en las obras exteriores, significadas en los brazos o en las muñecas, sin exceder ni faltar en ellas a la voluntad de su divino Esposo, lo que siempre se le manifestaría antes de resolverse a obrar. En la pureza de sus perlas se le manifestó la pureza de intención para agradar únicamente al divino Esposo que debía tener en todas sus obras exteriores; la rara preciosidad de ellas le demostraba el amor encendido, que es más precioso que todos los tesoros de la tierra...

«La cabeza me la adornó el Señor dándome cabellos de oro, y una cinta muy hermosa que los ceñía; con que me quedé toda adornada».



-Los cabellos significan los pensamientos, y la cinta y atadura la contemplación, dándola a entender que sus pensamientos debían estar atados a la contemplación de las perfecciones de su divino Esposo y de su excesiva caridad, y a la correspondencia a su amor, significada en los cabellos de oro.

«Después me dijo: Esposa mía, yo te quiero presentar delante de mi Padre, y darte el anillo de verdadera Esposa mía; y el divino Espíritu encenderá tu corazón, y te comunicará sus dones; y el Padre te reconocerá por mi Esposa, y te dará la bendición».

«Presentóme delante de su Eterno Padre, y enseñóme lo que había de pedir, y a hacer cánticos de alabanzas que recrean al Padre. Postrada mi alma delante de su divina presencia, me dijo el Hijo: que me quería dar el anillo que me tenía prometido. Me dio el anillo y me lo puso en el dedo del corazón. Y entonces el Eterno Padre me dio su santísima bendición enviándome al divino Espíritu, y se me puso sobre la cabeza llenándome de su amor, dejándome desposada con la bendición que el Padre me dio, y con el anillo del Hijo, y con la comunicación del Santísimo Espíritu».



-Con tan admirable grandeza y solemnidad quedó desposada para siempre con el Verbo divino esta dichosa Alma. Tan sublime fue el acto conyugal de este espíritu con el de Dios, quedando por este acto de altísima unión de amor, habitualmente unido y en perpetua cohabitación y trato familiar con su divina Majestad...

«El modo de obrar que entonces le enseñaron a mi alma, yo no lo sé decir. Sólo diré que no hay lenguaje, ni modo humano a que se pueda comparar. Y todo lo demás que pasó, yo no lo sé decir; y todo cuanto he dicho es nada en comparación de lo que sentí. Quedé como fuera de mí, y sin poder detenerme, ni hallar alivio en ninguna parte del convento; porque las ansias amorosas y los ardores en que sentía abrasarme el corazón, no me dejaban sosegar ni parar en cosa criada. Me fui al huerto por ver si se sosegarían mis ardorosas ansias, para volver a la obediencia de la cocina, que ya era hora. Y en saliendo al huerto se me aliviaron las ansias; porque me cogió una recia calentura, y se sosegó un poco mi corazón, quedándome en la memoria y en el corazón tan esculpido todo lo que se me había manifestado, que me parece no se me borrará toda mi vida».

«Gocé muchos ratos aquel día de la presencia del Señor causando en mi alma varios efectos. Pero el que reina más en estas ocasiones es el amor, que como padre de todos los demás efectos, los mueve a todos de manera, que causan en el alma distintos modos de amar y conocer a su Criador. Porque como en Dios hay tanto que amar y conocer, cuanto más le ama, tanto más claramente conoce que hay más que amar. Y por eso cuando el alma enamorada siente que el divino Esposo la llama, todo lo que ella pide es amor, no sólo para sí, sino también para todas las almas que ha criado, y cuantas puede criar».



-No me parece importuno referir aquí otro favor por ser muy particular, en los mismos términos que lo refiere la Venerable en sus Escritos, y es como sigue:

«Hallándome un día en la celda, impedida para poder comulgar, se me apareció el Señor, y quedando enajenada de mis sentidos, se me representó en visión intelectual la Majestad de Jesucristo Redentor nuestro, así como en el Calvario, con aquella cinco fuentes de sus cinco llagas abiertas derramando aquel preciosísimo licor y vino generoso que engendra vírgenes. Llegóse a mi alma, y la recibió sobre su amoroso costado, y me dio a chupar de su preciosísima sangre. Derramaba yo, o destilaba muchas lágrimas, que parece enamoraban al mismo que las causaba. Y como es tan amoroso, aunque estaba padeciendo, desenclavó la mano derecha, y me abrazó muy estrecha y tiernamente. Me enjugó las lágrimas como el Padre más cariñoso; y me dexó muy consolada y alentada para padecer».







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