231
Ibídem.
232
Nos referimos al hecho de que son las estructuras inconscientes las que, más allá del hombre y de la historia, dan razón de aquél; cf. Santerre, 1969, 27 y ss.
233
En este caso, en cuanto resimbolización, en cuanto actualización consciente a nivel individual y social de símbolos pasados; cf. Santerre, 1969, 58 y ss.
234
Por cuanto considera al hombre como un animal social constituido por las relaciones sociales que lo fundan; cf. Foucault, 1981.
235
Según esta propuesta, el hombre, arrojado al mundo proveniente de la nada, y sentenciado a muerte, sólo puede tener una decisión existencial; J. Ortiz-Osés, 1972, 50.
236
Nos referimos, obviamente, a las distintas apariencias o envolturas que la categoría filosófica de Sujeto ha tenido a lo largo de la historia; entre otras, la de sujeto-soporte, en cuanto individualidad biológica; la de sujeto-ideológico, como lugar en el proceso de los discursos y de las prácticas ideológicas; la de sujeto de la ideología, como racionalización ideológica; o la de sujeto psicoanalítico, como posición respecto del significante; por poner unos casos. Al respecto puede verse el trabajo de D. Sallenave «Psicoanálisis, marxismo, formalismo», en el volumen colectivo Psicoanálisis y crítica literaria, Akal, Madrid, 1981.
237
Estamos pensando, por ejemplo, en el análisis de las reglas de transformación de las consonantes y vocales, por poner un caso.
238
En un proceso de continuidades epistémicas que conviene recordar, puesto que, como afirma Cassirer (1972, 222):
«... el mundo histórico al que apeló el Romanticismo contra la Ilustración y en cuyo nombre se combatieron sus supuestos intelectuales, se descubrió merced a la eficiencia de estos supuestos, a base de las ideas de la Ilustración».
239
Pío Baroja, Ciudades de Italia, Biblioteca Nueva, Madrid, 1949.
240
Gualtiero Cangiotti, Pío Baroja «osservatore» del costume italiano, Argalia Editore, Urbino, 1969.