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  -[337]-  

ArribaAbajo Acto III


Escena I

 

ANTIFÓN, GETA.

 

ANTIFÓN.-   (Sin ver a GETA.)  Realmente, Antifón, que eres digno de grave reprensión con tu cobardía. ¿Así te habías de ir de aquí, y dejar a otros por tutores de tu vida? ¿Quién pensabas tú que había de mirar mejor por tus cosas, que tú mismo? Porque, como quiera que lo demás fuera, miraras, a lo menos, por aquélla que tienes ahora en tu casa, de manera que no padeciera zozobra ninguna, engañada por la fe que en ti tenía. Especialmente, pues la cuitada toda su esperanza y favor lo tiene puesto en ti sólo.

GETA.-  También, señor, nosotros ha gran rato que nos estamos quejando de ti en ausencia, porque te nos fuiste.

ANTIFÓN.-  A ti mismo buscaba.

GETA.-  Pero no por eso habernos desmayado.

ANTIFÓN.-  Dime, por tu vida: ¿En qué estado están mis cosas y fortuna? ¿Huele algo mi padre?

GETA.-  Nada hasta ahora.

  -338-  

ANTIFÓN.-  ¿Quédame, pues, alguna esperanza?

GETA.-  No lo sé.

ANTIFÓN.-  ¡Ah!

GETA.-  Lo que sé es que Fedro no ha dejado de defenderse.

ANTIFÓN.-  No es nuevo en él eso.

GETA.-  Además, Formión en este trance, como en todos, se ha mostrado hombre de valor.

ANTIFÓN.-  ¿Qué ha hecho?

GETA.-  Ha confundido con palabras a tu padre, que estaba muy colérico.

ANTIFÓN.-  ¡Oh Formión!

GETA.-  Y yo también en lo que he podido.

ANTIFÓN.-  ¡Amigo Geta, a todos os quiero mucho!

GETA.-  Los principios están en el estado que te digo: aún está tranquila la cosa. Tu padre determina aguardar hasta que tu tío venga.

ANTIFÓN.-  ¿Para qué a él?

GETA.-  A lo que dice, quiere hacer por su consejo lo que cumpla en este caso.

ANTIFÓN.-  ¡Cuán gran temor que tengo, Geta, de que mi tío vuelva con salud acá! Porque, a lo que entiendo, en una palabra suya está mi vida o mi muerte.

GETA.-  Aquí tienes a Fedro.

ANTIFÓN.-  ¿Qué es de él?

GETA.-  Hele aquí do sale de su escuela.



Escena II

 

FEDRO, DORIÓN, ANTIFÓN, GETA.

 

FEDRO.-   (Saliendo de casa de DORIÓN, y sin ver a ANTIFÓN ni a GETA, hasta que lo indica el diálogo.)  Dorión, oye por mi amor.

DORIÓN.-  No oigo.

FEDRO.-  Una palabra.

  -339-  

DORIÓN.-  Déjame ya.

FEDRO.-  Oye lo que te diré.

DORIÓN.-  Apéstame ya el oír mil veces una misma cosa.

FEDRO.-  Pues ahora te diré una que gustes de oírla.

DORIÓN.-  Di, que te escucho.

FEDRO.-  ¿No me quieres hacer merced de aguardarte estos tres días? ¿A do vas ahora?

DORIÓN.-  Ya yo me maravillaba que tú me dijeses nada nuevo.

ANTIFÓN.-   (A GETA.)  ¡Ah; temo que el rufián ha de buscarnos algún quebradero de cabeza... que ojalá se vuelva contra él!

GETA.-  Eso mismo me temo yo.

FEDRO.-  ¿No me das crédito?

DORIÓN.-  Tú lo has dicho.

FEDRO.-  Si te doy mi palabra.

DORIÓN.-  ¡Cuentos!

FEDRO.-  Tu dirás que me diste a logro esta merced.

DORIÓN.-  ¡Palique!

FEDRO.-  Créeme, que no te pesará de haberlo hecho. Cata, que te digo verdad.

DORIÓN.-  ¡Sueños!

FEDRO.-  Pruébalo, pues el plazo no es largo.

DORIÓN.-  ¡Siempre la misma copla!

FEDRO.-  Tú serás mi deudo, tú mi padre, tú mi amigo, tú...

DORIÓN.-   (Marchándose.)  ¡Todo palique!

FEDRO.-  ¡Qué! ¿es posible que tengas una condición tan cruda, y tan cruel, que no baste lástima ni ruegos a ablandarte?

DORIÓN.-  ¿Es posible, Fedro, que seas tú tan inconsiderado y tan descomedido, que me pretendas engañar con tus palabras enjaezadas, de manera que pienses llevarte mi moza sin soltar dinero?

ANTIFÓN.-   (A GETA.)  Me da lastima.

FEDRO.-    (Aparte.)  ¡Ay, con la razón me ataja!

  -340-  

GETA.-    (A ANTIFÓN.)  ¡Cuán bien muestra cada uno de ellos quién es!

FEDRO.-  ¡Y que me hubiese de suceder este trabajo a tiempo que Antifón estuviese en otros graves cuidados ocupado!

ANTIFÓN.-   (Presentándose.)  ¡Hola! ¿qué es eso, Fedro?

FEDRO.-  ¡Oh dichosísimo Antifón!

ANTIFÓN.-  ¿Yo?

FEDRO.-  Pues tienes en tu casa tus amores, sin necesidad de lidiar con una calamidad como ésta.  (Señalando a DORIÓN.) 

ANTIFÓN.-  ¿Yo los tengo en casa? Mas antes entiendo que tengo, como dicen, el lobo de las orejas: porque ni sé cómo la deje  (Alude a su mujer.)  ni menos cómo la conserve.

DORIÓN.-  Eso mismo me pasa a mí con éste.  (Señalando a FEDRO.) 

ANTIFÓN.-   (A DORIÓN.)  ¡Ea! No seas escasamente rufián.  (A FEDRO.)  ¿Te hizo algo éste?

FEDRO.-  ¿Éste? Lo que pudiera el hombre más cruel del mundo: ha vendido a mi Pánfila.

GETA.-  ¿Cómo? ¿que la ha vendido?

ANTIFÓN.-  ¿De veras la ha vendido?

FEDRO.-  Sí, vendido.

DORIÓN.-   (Con ironía.)  ¡Qué cosa tan grave! ¡Vender una esclava, que le costó a uno su dinero.

FEDRO.-  Y no puedo recabar de él que quiebre con el otro la palabra, y me espere tres días mientras cojo el dinero que me han prometido mis amigos.  (A DORIÓN.)  Si para aquel día no te lo diere, no me esperes una hora más.

DORIÓN.-  ¡Machaca!

ANTIFÓN.-  No es largo el plazo que te ruega, Dorión, otorgáselo; que este placer que tú le dieres, él te lo pagará con el doblo.

DORIÓN.-  Todas esas son palabras.

ANTIFÓN.-  ¿Consentirás tú que Pánfila salga de   -341-   esta ciudad; y podrás tú sufrir que se rompan los amores de estos mozos?

DORIÓN.-   (Afectando, en burla, un tono quejumbroso.)  ¡Eso, ni yo ni tú!...

GETA.-  ¡Todos los dioses te den el castigo que mereces!

DORIÓN.-  Ya yo te he comportado muchos meses contra mi condición, prometiéndome, y nunca trayéndome nada sino lágrimas. Ahora, por el contrario, he hallado quien me trae, y no me llora. Deja la plaza para los que más valen.

ANTIFÓN.-   (A FEDRO.)  Pues en verdad, que si yo bien me acuerdo, plazo te señaló éste  (Indicando a DORIÓN.)  para el cual le habías de dar su dinero.

FEDRO.-  Así es.

DORIÓN.-  ¿Niégolo yo por dicha?

ANTIFÓN.-  ¿Pues ya es pasado ese día?

DORIÓN.-  No; pero hásele anticipado éste.

ANTIFÓN.-  ¿No tienes empacho de tu poca firmeza?

DORIÓN.-  No, si es por ganar hacienda.

GETA.-  ¡Oh muladar!

FEDRO.-  ¿Y eso se ha de hacer, Dorión?

DORIÓN.-  De esta hechura soy: si así te agrado, manda.

ANTIFÓN.-  ¿Así engañas a éste?

DORIÓN.-  Antes realmente, Antifón, éste me engaña a mí. Porque éste ya sabía que yo era de esta condición: y yo creí que él era muy de otra manera. Él me ha engañado a mí: yo para con él el mismo soy que he sido. Pero como quiera que ello sea, allá va la última: el soldado me dijo que mañana por la mañana me daría el dinero; si tú, Fedro, me lo trajeres antes, haré de las mías; que el que antes cayere con el dinero, aquel será el primero. Adiós.


  -342-  

Escena III

 

FEDRO, ANTIFÓN, GETA.

 

FEDRO.-  ¿Qué haré? ¿Dónde hallaré ¡cuitado de mí! Tan presto el dinero para éste, que no tiene un real? Porque si de él se pudiera recabar que aguardara estos tres días, ya me lo habían prometido.

ANTIFÓN.-  ¿Por qué hemos de permitir, Geta, que éste ande afligido de esta manera? ¿Especialmente, habiéndome favorecido poco ha, según tú me dijiste, tan amorosamente? ¿Por qué no probamos a gratificarle esta buena obra, ahora que lo ha menester?

GETA.-  Bien veo yo que eso es cosa justa.

ANTIFÓN.-  Procúralo, pues; que tú solo bastas a darle remedio.

GETA.-  ¿Qué quieres que yo haga?

ANTIFÓN.-  Que busques ese dinero.

GETA.-  Yo deseo hacerlo, pero dime dónde.

ANTIFÓN.-  Aquí está mi padre.

GETA.-  Ya lo sé: ¿y qué más?

ANTIFÓN.-  ¡Oh!... A buen entendedor pocas palabras.

GETA.-  ¿Sí, eh?

ANTIFÓN.-  Sí.

GETA.-  ¡A fe que me das buenos consejos! ¡Taday! ¿No te parece que quedaré bien librado, si de tu casamiento escapo con la cabeza sana, sin que quieras tú ahora que, por amor de éste, busque en esta nueva picardía la horca?

ANTIFÓN.-    (A FEDRO.)  La verdad dice éste.

FEDRO.-  ¿Y pues? ¿Yo, Geta, soy algún extraño?

GETA.-  No te tengo yo por tal. Pero ¿no te parece   -343-   que basta la culpa que a todos nos echa el viejo, sin que le enojemos más, de manera que no quede lugar de echarle rogadores?

FEDRO.-  ¿Y ha de ser verdad que otro se la lleve de delante de mis ojos yo no sé dónde? Ea, pues, Antifón, mientras podéis y mientras me tenéis presente, hablad conmigo: miradme bien.

ANTIFÓN.-  ¿A qué fin? ¿Qué vas a hacer? Di.

FEDRO.-  Determinado estoy a irme tras ella, a cualquier parte del mundo que la lleven, o morir en la demanda.

GETA.-  ¡Los dioses den buen suceso a lo que hicieres! Pero ve despacio.

ANTIFÓN.-  Mira si le puedes dar a éste algún remedio.

GETA.-  ¡Remedio! ¿Qué remedio?

ANTIFÓN.-  Búscalo, por tú vida: porque no haga algún desconcierto de que después nos pese, Geta.

GETA.-  Buscándolo estoy.  (Pausa.)  Remediado lo he, si no me engaño: pero temo que de ello me ha de redundar gran mal.

ANTIFÓN.-  No temas: que en el bien y en el mal iremos a una contigo.

GETA.-    (A FEDRO.)  ¿Cuánto dinero es menester? Habla.

FEDRO.-  Solas treinta minas.

GETA.-  ¡Treinta! Muy cara es, Fedro.

FEDRO.-    (En tono de ruego.)  Para quien ella es, no es nada.

GETA.-  ¡Ea, ea, que yo te las habré!

FEDRO.-  ¡Geta hechicero!

GETA.-  Quítateme de aquí.

FEDRO.-  Pues son menester luego.

GETA.-  Luego las llevarás: pero habéis de darme por compañero a Formión.

ANTIFÓN.-  En la mano le tenemos: ponle acuestas si cualquier carga con toda confianza, que él la llevara: sólo él es amigo de su amigo.

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GETA.-  Vamos, pues, de presto a su casa.

ANTIFÓN.-  ¿Habéisme menester a mí en algo?

GETA.-  No, si no vete a casa, y consuela a aquella cuitada, la cual entiendo que debe de estar allá dentro desmayada de temor. ¿No vas?

ANTIFÓN.-  No hay cosa que yo de mejor gana que esa haga.  (Vase.) 

FEDRO.-  ¿Cómo piensas haber este dinero?

GETA.-  Por el camino te lo diré: anda ya.




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