Escena
I
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ANTIFÓN,
GETA.
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ANTIFÓN.- (Sin ver a
GETA.)
Realmente, Antifón, que eres digno de grave
reprensión con tu cobardía. ¿Así te
habías de ir de aquí, y dejar a otros por tutores de
tu vida? ¿Quién pensabas tú que había
de mirar mejor por tus cosas, que tú mismo? Porque, como
quiera que lo demás fuera, miraras, a lo menos, por
aquélla que tienes ahora en tu casa, de manera que no
padeciera zozobra ninguna, engañada por la fe que en ti
tenía. Especialmente, pues la cuitada toda su esperanza y
favor lo tiene puesto en ti sólo.
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GETA.- También, señor, nosotros ha
gran rato que nos estamos quejando de ti en ausencia, porque te nos
fuiste.
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ANTIFÓN.- A ti mismo buscaba.
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GETA.- Pero no por eso habernos desmayado.
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ANTIFÓN.- Dime, por tu vida: ¿En
qué estado están mis cosas y fortuna? ¿Huele
algo mi padre?
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GETA.- Nada hasta ahora.
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-338-
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ANTIFÓN.- ¿Quédame, pues,
alguna esperanza?
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GETA.- No lo sé.
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ANTIFÓN.- ¡Ah!
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GETA.- Lo que sé es que Fedro no ha
dejado de defenderse.
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ANTIFÓN.- No es nuevo en él
eso.
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GETA.- Además, Formión en este
trance, como en todos, se ha mostrado hombre de valor.
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ANTIFÓN.- ¿Qué ha
hecho?
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GETA.- Ha confundido con palabras a tu padre,
que estaba muy colérico.
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ANTIFÓN.- ¡Oh Formión!
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GETA.- Y yo también en lo que he
podido.
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ANTIFÓN.- ¡Amigo Geta, a todos os
quiero mucho!
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GETA.- Los principios están en el estado
que te digo: aún está tranquila la cosa. Tu padre
determina aguardar hasta que tu tío venga.
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ANTIFÓN.- ¿Para qué a
él?
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GETA.- A lo que dice, quiere hacer por su
consejo lo que cumpla en este caso.
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ANTIFÓN.- ¡Cuán gran temor
que tengo, Geta, de que mi tío vuelva con salud acá!
Porque, a lo que entiendo, en una palabra suya está mi vida
o mi muerte.
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GETA.- Aquí tienes a Fedro.
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ANTIFÓN.- ¿Qué es de
él?
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GETA.- Hele aquí do sale de su
escuela.
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Escena
II
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FEDRO,
DORIÓN,
ANTIFÓN,
GETA.
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FEDRO.- (Saliendo de casa de
DORIÓN, y sin ver a
ANTIFÓN ni a
GETA, hasta que lo indica
el diálogo.) Dorión, oye por mi
amor.
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DORIÓN.- No oigo.
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FEDRO.- Una palabra.
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-339-
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DORIÓN.- Déjame ya.
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FEDRO.- Oye lo que te diré.
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DORIÓN.- Apéstame ya el oír
mil veces una misma cosa.
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FEDRO.- Pues ahora te diré una que gustes
de oírla.
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DORIÓN.- Di, que te escucho.
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FEDRO.- ¿No me quieres hacer merced de
aguardarte estos tres días? ¿A do vas ahora?
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DORIÓN.- Ya yo me maravillaba que
tú me dijeses nada nuevo.
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ANTIFÓN.- (A GETA.) ¡Ah; temo
que el rufián ha de buscarnos algún quebradero de
cabeza... que ojalá se vuelva contra él!
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GETA.- Eso mismo me temo yo.
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FEDRO.- ¿No me das crédito?
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DORIÓN.- Tú lo has dicho.
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FEDRO.- Si te doy mi palabra.
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DORIÓN.- ¡Cuentos!
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FEDRO.- Tu dirás que me diste a logro
esta merced.
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DORIÓN.- ¡Palique!
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FEDRO.- Créeme, que no te pesará
de haberlo hecho. Cata, que te digo verdad.
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DORIÓN.- ¡Sueños!
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FEDRO.- Pruébalo, pues el plazo no es
largo.
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DORIÓN.- ¡Siempre la misma
copla!
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FEDRO.- Tú serás mi deudo,
tú mi padre, tú mi amigo, tú...
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DORIÓN.-
(Marchándose.) ¡Todo
palique!
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FEDRO.- ¡Qué! ¿es posible
que tengas una condición tan cruda, y tan cruel, que no
baste lástima ni ruegos a ablandarte?
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DORIÓN.- ¿Es posible, Fedro, que
seas tú tan inconsiderado y tan descomedido, que me
pretendas engañar con tus palabras enjaezadas, de manera que
pienses llevarte mi moza sin soltar dinero?
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ANTIFÓN.- (A GETA.) Me da
lastima.
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FEDRO.- (Aparte.)
¡Ay, con la razón me ataja!
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-340-
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GETA.- (A ANTIFÓN.)
¡Cuán bien muestra cada uno de ellos quién
es!
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FEDRO.- ¡Y que me hubiese de suceder este
trabajo a tiempo que Antifón estuviese en otros graves
cuidados ocupado!
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ANTIFÓN.-
(Presentándose.) ¡Hola!
¿qué es eso, Fedro?
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FEDRO.- ¡Oh dichosísimo
Antifón!
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ANTIFÓN.- ¿Yo?
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FEDRO.- Pues tienes en tu casa tus amores, sin
necesidad de lidiar con una calamidad como ésta.
(Señalando a DORIÓN.)
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ANTIFÓN.- ¿Yo los tengo en casa?
Mas antes entiendo que tengo, como dicen, el lobo de las orejas:
porque ni sé cómo la deje (Alude a su
mujer.) ni menos cómo la conserve.
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DORIÓN.- Eso mismo me pasa a mí
con éste. (Señalando a FEDRO.)
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ANTIFÓN.- (A DORIÓN.)
¡Ea! No seas escasamente rufián. (A
FEDRO.)
¿Te hizo algo éste?
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FEDRO.- ¿Éste? Lo que pudiera el
hombre más cruel del mundo: ha vendido a mi
Pánfila.
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GETA.- ¿Cómo? ¿que la ha
vendido?
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ANTIFÓN.- ¿De veras la ha
vendido?
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FEDRO.- Sí, vendido.
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DORIÓN.- (Con
ironía.) ¡Qué cosa tan grave!
¡Vender una esclava, que le costó a uno su dinero.
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FEDRO.- Y no puedo recabar de él que
quiebre con el otro la palabra, y me espere tres días
mientras cojo el dinero que me han prometido mis amigos.
(A DORIÓN.) Si para
aquel día no te lo diere, no me esperes una hora
más.
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DORIÓN.- ¡Machaca!
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ANTIFÓN.- No es largo el plazo que te
ruega, Dorión, otorgáselo; que este placer que
tú le dieres, él te lo pagará con el
doblo.
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DORIÓN.- Todas esas son palabras.
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ANTIFÓN.- ¿Consentirás
tú que Pánfila salga de -341-
esta ciudad; y podrás tú sufrir que se rompan
los amores de estos mozos?
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DORIÓN.- (Afectando, en
burla, un tono quejumbroso.) ¡Eso, ni yo ni
tú!...
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GETA.- ¡Todos los dioses te den el castigo
que mereces!
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DORIÓN.- Ya yo te he comportado muchos
meses contra mi condición, prometiéndome, y nunca
trayéndome nada sino lágrimas. Ahora, por el
contrario, he hallado quien me trae, y no me llora. Deja la plaza
para los que más valen.
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ANTIFÓN.- (A FEDRO.) Pues en verdad,
que si yo bien me acuerdo, plazo te señaló
éste (Indicando a DORIÓN.) para el
cual le habías de dar su dinero.
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FEDRO.- Así es.
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DORIÓN.- ¿Niégolo yo por
dicha?
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ANTIFÓN.- ¿Pues ya es pasado ese
día?
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DORIÓN.- No; pero hásele
anticipado éste.
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ANTIFÓN.- ¿No tienes empacho de tu
poca firmeza?
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DORIÓN.- No, si es por ganar
hacienda.
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GETA.- ¡Oh muladar!
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FEDRO.- ¿Y eso se ha de hacer,
Dorión?
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DORIÓN.- De esta hechura soy: si
así te agrado, manda.
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ANTIFÓN.- ¿Así
engañas a éste?
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DORIÓN.- Antes realmente, Antifón,
éste me engaña a mí. Porque éste ya
sabía que yo era de esta condición: y yo creí
que él era muy de otra manera. Él me ha
engañado a mí: yo para con él el mismo soy que
he sido. Pero como quiera que ello sea, allá va la
última: el soldado me dijo que mañana por la
mañana me daría el dinero; si tú, Fedro, me lo
trajeres antes, haré de las mías; que el que antes
cayere con el dinero, aquel será el primero.
Adiós.
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Escena
III
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FEDRO,
ANTIFÓN,
GETA.
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FEDRO.- ¿Qué haré?
¿Dónde hallaré ¡cuitado de mí!
Tan presto el dinero para éste, que no tiene un real? Porque
si de él se pudiera recabar que aguardara estos tres
días, ya me lo habían prometido.
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ANTIFÓN.- ¿Por qué hemos de
permitir, Geta, que éste ande afligido de esta manera?
¿Especialmente, habiéndome favorecido poco ha,
según tú me dijiste, tan amorosamente? ¿Por
qué no probamos a gratificarle esta buena obra, ahora que lo
ha menester?
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GETA.- Bien veo yo que eso es cosa justa.
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ANTIFÓN.- Procúralo, pues; que
tú solo bastas a darle remedio.
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GETA.- ¿Qué quieres que yo
haga?
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ANTIFÓN.- Que busques ese dinero.
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GETA.- Yo deseo hacerlo, pero dime
dónde.
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ANTIFÓN.- Aquí está mi
padre.
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GETA.- Ya lo sé: ¿y qué
más?
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ANTIFÓN.- ¡Oh!... A buen entendedor
pocas palabras.
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GETA.- ¿Sí, eh?
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ANTIFÓN.- Sí.
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GETA.- ¡A fe que me das buenos consejos!
¡Taday! ¿No te parece que quedaré bien librado,
si de tu casamiento escapo con la cabeza sana, sin que quieras
tú ahora que, por amor de éste, busque en esta nueva
picardía la horca?
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ANTIFÓN.- (A FEDRO.) La verdad dice
éste.
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FEDRO.- ¿Y pues? ¿Yo, Geta, soy
algún extraño?
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GETA.- No te tengo yo por tal. Pero ¿no
te parece -343-
que basta la culpa que a todos nos echa el viejo, sin que le
enojemos más, de manera que no quede lugar de echarle
rogadores?
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FEDRO.- ¿Y ha de ser verdad que otro se
la lleve de delante de mis ojos yo no sé dónde? Ea,
pues, Antifón, mientras podéis y mientras me
tenéis presente, hablad conmigo: miradme bien.
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ANTIFÓN.- ¿A qué fin?
¿Qué vas a hacer? Di.
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FEDRO.- Determinado estoy a irme tras ella, a
cualquier parte del mundo que la lleven, o morir en la demanda.
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GETA.- ¡Los dioses den buen suceso a lo
que hicieres! Pero ve despacio.
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ANTIFÓN.- Mira si le puedes dar a
éste algún remedio.
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GETA.- ¡Remedio! ¿Qué
remedio?
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ANTIFÓN.- Búscalo, por tú
vida: porque no haga algún desconcierto de que
después nos pese, Geta.
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GETA.- Buscándolo estoy.
(Pausa.) Remediado lo he, si no me
engaño: pero temo que de ello me ha de redundar gran
mal.
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ANTIFÓN.- No temas: que en el bien y en
el mal iremos a una contigo.
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GETA.- (A FEDRO.)
¿Cuánto dinero es menester? Habla.
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FEDRO.- Solas treinta minas.
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GETA.- ¡Treinta! Muy cara es, Fedro.
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FEDRO.- (En tono de
ruego.) Para quien ella es, no es nada.
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GETA.- ¡Ea, ea, que yo te las
habré!
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FEDRO.- ¡Geta hechicero!
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GETA.- Quítateme de aquí.
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FEDRO.- Pues son menester luego.
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GETA.- Luego las llevarás: pero
habéis de darme por compañero a Formión.
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ANTIFÓN.- En la mano le tenemos: ponle
acuestas si cualquier carga con toda confianza, que él la
llevara: sólo él es amigo de su amigo.
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GETA.- Vamos, pues, de presto a su casa.
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ANTIFÓN.- ¿Habéisme
menester a mí en algo?
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GETA.- No, si no vete a casa, y consuela a
aquella cuitada, la cual entiendo que debe de estar allá
dentro desmayada de temor. ¿No vas?
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ANTIFÓN.- No hay cosa que yo de mejor
gana que esa haga. (Vase.)
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FEDRO.- ¿Cómo piensas haber este
dinero?
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GETA.- Por el camino te lo diré: anda
ya.
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