Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Anterior Indice



  -[353]-  

Arriba Acto V


Escena I

 

SOFRONA, CREMES.

 

SOFRONA.-   (Sin ver a CREMES.)  ¿Qué haré? ¿Qué valedor me buscaré, pobre de mí? ¿O a quién daré parte de esta boda? ¿O a quién pediré favor? Porque no querría que mi señora por haber oído mi consejo recibiese algún agravio, según que me dicen que el padre del mancebo toma fuertemente este negocio.

CREMES.-    (Aparte.)  ¿Qué vieja es ésta que ha salido tan alterada de casa de mi hermano?

SOFRONA.-    (Sin verle.)  Porque la miseria me forzó a hacerlo así; que aunque bien sabía yo que no era válido este casamiento, se lo aconsejé porque entretanto asegurase nuestra subsistencia.

CREMES.-    (Aparte.)  Realmente, que si mi pensamiento no me engaña, o si no soy corto de vista, que es ésta que veo el ama de mi hija.

SOFRONA.-    (Sin verle.)  Y no puedo rastrear al que...

CREMES.-   (Aparte.)  ¿Qué haré?

SOFRONA.-   (Sin verle.)  ...es su padre.

  -354-  

CREMES.-   (Aparte.)  ¿Iré, o me estaré quedo hasta conocerla mejor por lo que diga?

SOFRONA.-   (Sin verle.)  Porque si yo hallarle pudiese, no tenía que temer.

CREMES.-   (Aparte.)  Ella misma es: hablarle quiero.

SOFRONA.-  ¿Quién habla aquí?...

CREMES.-   (Llamándola.)  ¿Sofrona?

SOFRONA.-  ¿Y me llama por mi nombre?

CREMES.-  Mírame, aquí.

SOFRONA.-  ¡Oh soberanos dioses, valedme! ¿Es este Estilfón?

CREMES.-  No.

SOFRONA.-  ¿Y dices que no?

CREMES.-  Apártate un poco de esa puerta, Sofrona, por mi amor. Y de aquí adelante no me llames más por ese nombre.

SOFRONA.-  ¡Cómo! ¿Qué, no eres tú el que siempre nos dijiste que eras?

CREMES.-  ¡Chito!

SOFRONA.-  ¿De qué te recelas de estas puertas?

CREMES.-  Tengo aquí encerrada una mujer terrible. Y en lo que a este nombre toca, engañeos entonces, porque vosotras acaso indiscretamente no me descubrieseis, y viniese por alguna vía a saberlo mi mujer.

SOFRONA.-  ¡Así que no hemos podido hallarte aquí por ese nombre, cuitadas de nosotras!

CREMES.-  Pero dime ¡por tu vida! ¿Qué trato tienes tú con esta casa de do sales? ¿Dónde están tus amas?

SOFRONA.-  ¡Ay, triste de mí!

CREMES.-  ¡Oh! ¿qué es eso? ¿viven?

SOFRONA.-  Tu hija viva es: mas su pobre madre ha muerto de pena.

CREMES.-  ¡Oh desgracia!

SOFRONA.-  Y yo como me vi vieja, desamparada, pobre y en tierra ajena, casé la doncella como pude, con un mancebo que es señor de esta casa.

CREMES.-  ¿Con Antifón?

  -355-  

SOFRONA.-  ¡Sí! Con ése mismo.

CREMES.-  ¡Pues cómo es eso! ¿dos mujeres tiene?

SOFRONA.-  ¡No por tu vida; no más de esta sola!

CREMES.-  ¿Y aquella otra que dicen que es su parienta?

SOFRONA.-  Pues ésta es.

CREMES.-  ¿Qué me dices?

SOFRONA.-  Sobre concierto se hizo ya de manera, que él, enamorado, pudiese casarse con ella sin dote.

CREMES.-   (Aparte.)  ¡Oh soberanos dioses! ¡Qué de veces suceden al acaso cosas que nadie se atrevería a desear! He aquí, que viniendo he hallado a mi hija colocada con quien yo quería, y como quería. Y lo que mi hermano y yo juntos procurábamos hacer con tanta diligencia, ésta lo ha hecho sin ningún cuidado nuestro, sólo con el suyo.

SOFRONA.-  Ahora mira lo que conviene hacer. El padre del mancebo ha venido, y dicen que toma muy a mal este casamiento.

CREMES.-  No hay peligro ninguno. Pero por los dioses y los hombres te ruego, que procures que no entienda nadie que ésta es hija mía.

SOFRONA.-  De mí nadie lo sabrá.

CREMES.-  Vente conmigo; que lo demás allá dentro vas a oírlo.



Escena II

 

DEMIFÓN, GETA.

 

DEMIFÓN.-  Nosotros mismos nos tenemos la culpa, de que a algunos le sea útil ser malos, por querer nosotros ser demasiadamente reputados por buenos y generosos. No tanto correr, que dejes atrás tu casa, suelen decir. ¿No bastaba haberle sufrido el agravio? ¿También   -356-   hemos de meterle nuestro dinero en el bolsillo, para que tenga qué comer mientras urde otra bellaquería?

GETA.-    (Adulándole.)  Claro, claro.

DEMIFÓN.-  Hoy día el premio es para el malo.

GETA.-  Verdad, verdad.

DEMIFÓN.-  ¡Qué necios hemos sido en hacer su negocio!

GETA.-  ¡Con tal que por este medio podamos conseguir que se case con Fania!...

DEMIFÓN.-  ¿Y aún tenemos duda de eso?

GETA.-  ¡Qué sé yo, según él es, si mudara de propósito!

DEMIFÓN.-  ¡Qué! ¿mudará?

GETA.-  No lo sé; pero dígolo, por si acaso.

DEMIFÓN.-  Tomaré el consejo de mi hermano, y haré que venga acá su mujer, para que hable con ésta. Tú, Geta, ve delante, y di como ya va Nausistrata.

GETA.-   (Aparte.)  Ya tenemos el dinero para Fedro: de las riñas no se habla. Ya habemos procurado como esta moza por ahora no se vaya de aquí. Y pues, ahora ¿qué sucederá? ¿Qué? En el mismo lodo pisas, Geta, ya la pagarás. El daño presente se ha aplazado para otro día: los azotes crecen, si no miras por ti. Voyme ya a casa: avisaré a Fania, que no tema a Formión ni lo que va a decirla Nausistrata.



Escena III

 

DEMIFÓN, NAUSISTRATA, CREMES.

 

DEMIFÓN.-  Hazme la merced, Nausistrata, como sueles, de procurar que esta mujer se conforme con nuestra voluntad, y haga de buen grado lo que, si no, ha de hacer forzosamente.

NAUSISTRATA.-  Sí haré.

  -357-  

DEMIFÓN.-  Y así como antes me ayudaste con tu hacienda, me ayudes también ahora con tu industria.

NAUSISTRATA.-  Deséolo, cierto: aunque no puedo tanto en buena fe, como debería, por culpa de mi marido.

DEMIFÓN.-  ¿Cómo así?

NAUSISTRATA.-  Porque conserva mal la hacienda que mi padre ganó bien; pues de aquellas granjas de ordinario sacaba mi padre dos talentos. ¡Mira que va de hombre a hombre!

DEMIFÓN.-  ¿Dos? ¡por tu vida!

NAUSISTRATA.-  Y aun con ir las cosas a harto más bajo precio, con todo eso, dos talentos.

DEMIFÓN.-  ¡Hola!

NAUSISTRATA.-  ¿Qué te parece de esto?

DEMIFÓN.-  ¡Ya, ya!

NAUSISTRATA.-  Hombre quisiera yo ser; que yo mostrara...

DEMIFÓN.-  Bien lo creo.

NAUSISTRATA.-  ...de qué manera...

DEMIFÓN.-  No grites, por tu vida, porque tengas fuerzas para hablar con la mujer; que, como es moza, podría ser que te cansase.

NAUSISTRATA.-  Lo haré como mandas. Pero a mi marido veo salir de tu casa.

CREMES.-   (Sin ver a su mujer.)  ¡Ah, Demifón! ¿ya le has dado el dinero?

DEMIFÓN.-  ¡A tocateja!

CREMES.-  No quisiera que se lo hubieras dado.  (Viendo a NAUSISTRATA.)  ¡Uy, mi mujer! Casi dije más de lo que fuera menester.

DEMIFÓN.-  ¿Por qué no quisieras, Cremes?

CREMES.-   (Eludiendo la contestación.)  ¡Bien está!

DEMIFÓN.-  ¿Y tú? ¿Has hablado ya con esa mujer sobre lo que viene acá la tuya?

CREMES.-  Ya lo he tratado con ella.

DEMIFÓN.-  ¿Y pues? ¿qué dice?

CREMES.-  No hay quien la persuada.

  -358-  

DEMIFÓN.-  ¿Cómo no?

CREMES.-  Porque él y ella son una sola entraña.

DEMIFÓN.-  ¿Y eso a nosotros qué...?

CREMES.-  Mucho. Además, he sabido que es parienta nuestra.

DEMIFÓN.-  ¡Qué dices! ¿desvarías?

CREMES.-  Ello es, como yo te digo. No, hablo sin causa. Refresca conmigo tu memoria.

DEMIFÓN.-  ¿Estás en tu seso?

NAUSISTRATA.-   (A DEMIFÓN.)  ¡Mira, por tu vida, no hagas algún yerro contra tu parienta!

DEMIFÓN.-  ¡Que no es mi parienta!

CREMES.-  No lo niegues. Te ocultaron el verdadero nombre de su padre, y por ahí la erraste.

DEMIFÓN.-  ¿Y pues? ¿no conocía ella a su padre?

CREMES.-  Si le conocía.

DEMIFÓN.-  ¿Pues por qué le llamó por otro nombre?

CREMES.-  ¿No me acabarás hoy de creer, ni de entenderme?

DEMIFÓN.-  ¡Si tú no dices nada!

CREMES.-    (Molestado porque DEMIFÓN le pone a punto de tener que descubrir el secreto delante de NAUSISTRATA.)  ¿Aún prosigues?...

NAUSISTRATA.-   (Aparte.)  Pasmada estoy. ¿Que será esto?

DEMIFÓN.-  Realmente que yo no entiendo lo que es.

CREMES.-  ¿Quieres entenderlo? ¡Pues así Júpiter me salve, como ella no tiene otro pariente más cercano que a mí y a ti!

DEMIFÓN.-  ¡Válgame la fe de los dioses! Vamos donde ella: yo quiero, que así juntos como estamos, sepamos si es o no es...

CREMES.-   (En tono de censura.)  ¡Ah!

DEMIFÓN.-  ¿Qué es eso?

CREMES.-  ¿Tan poco crédito tengo yo contigo?

DEMIFÓN.-  ¿Quieres que lo dé por creído? ¿quieres que me tenga por bien informado? ¡Corriente! ¿Y pues? ¿de la hija de aquel amigo nuestro, qué haremos?

  -359-  

CREMES.-  Descuida.

DEMIFÓN.-  ¿Conque la despedimos?

CREMES.-  ¿Por qué no?

DEMIFÓN.-  ¿Y queda acá estotra?

CREMES.-  Sí.

DEMIFÓN.-  Pues bien puedes volverte, Nausistrata.

NAUSISTRATA.-  A mi ver, más conviene eso para todos, que ella quede, que no lo que habías intentado. Porque me pareció muy ahidalgada cuando la vi.  (Vase.) 

DEMIFÓN.-  ¿Qué negocio es éste?

CREMES.-   (Receloso de que pueda oírle NAUSISTRATA.)  ¿Ha cerrado ya la puerta?

DEMIFÓN.-  Sí.

CREMES.-  ¡Oh Júpiter! ¡Los dioses son con nosotros! ¡Mi hija he hallado casada con tu hijo!

DEMIFÓN.-  ¡Cómo! ¿es posible?

CREMES.-  No es éste lugar seguro para contártelo.

DEMIFÓN.-  Pues éntrate allá.  (Indicando su casa.) 

CREMES.-  ¡Hola! Mira que no quiero que lo sepan esto, ni aun nuestros propios hijos.  (Entran en casa de DEMIFÓN.) 



Escena IV

 

ANTIFÓN.

 

ANTIFÓN.-  Huélgome, como quiera que mis cosas sucedan, de que mi primo haya salido con su intento. ¡Qué bueno es desear aquello que, aunque a uno le sea contraria la fortuna, se pueda remediar a poca costa! Mi primo con hallar el dinero está fuera de cuidado; yo, en manera alguna puedo dar con el remedio por donde sacuda estos enojos, de suerte que si este casamiento se encubre no esté con temor, y si se descubre con vergüenza. Ni ahora volviera yo a casa, si no tuviera esperanza de poder quedar con mi Fania. ¿Pero dónde podría yo ahora hallar a Geta, para que me diga qué ocasión le parece que espere para verme con mi padre?


  -360-  

Escena V

 

FORMIÓN, ANTIFÓN.

 

FORMIÓN.-   (Sin ver a ANTIFÓN.)  Recibí el dinero y se lo entregué a Dorión; me traje la mujer; procuré que Fedro gozase de ella como de propia, porque la hicimos libre. Ahora sólo me falta una cosa, sacudirme de los viejos para que me dejen comer y beber a mis anchas; porque tomaré de huelga unos días.

ANTIFÓN.-  Formión es. ¿Qué dices?

FORMIÓN.-  ¿Sobre qué?

ANTIFÓN.-  ¿Qué piensa hacer ahora Fedro? ¿Cómo hace cuenta de satisfacer al deseo de sus amores?

FORMIÓN.-  Va a hacer lo mismo que tú.

ANTIFÓN.-  ¿Qué...?

FORMIÓN.-  Huir de la presencia de su padre. Y así me envía a robarte que hagas ahora tú por él, como él hizo por ti, y que le defiendas en su ausencia. Porque quiere comer en mi casa. Yo les diré a los viejos que me voy a la feria de Sunnio, a comprar la esclavilla que antes les dijo Geta, porque no piensen, en no viéndome aquí, que les hundo su dinero. Pero la puerta de tu casa ha sonado.

ANTIFÓN.-  Mira quién sale.

FORMIÓN.-  Geta es.



Escena VI

 

GETA, FORMIÓN, ANTIFÓN.

 

GETA.-   (Sin verlos.)  ¡Oh Fortuna! ¡Oh dicha! ¡Qué de bienes, y cuán presto, le habéis acarreado con vuestro favor a mi señor Antifón el día de hoy!

  -361-  

ANTIFÓN.-   (A DEMIFÓN.)  ¿Qué traerá aquél?

GETA.-   (Continuando el apóstrofe.)  ¡Y a los que le queremos bien nos habéis librado de temor! -Pero, ¿por qué me detengo en echarme esta capa al hombro y procurar buscar a ese hombre de presto,  (Alude a ANTIFÓN.)  para hacerle saber todo lo que pasa?

ANTIFÓN.-   (A FORMIÓN.)  ¿Tú entiendes lo que aquél dice?

FORMIÓN.-  ¿Y tú?

ANTIFÓN.-  Nada.

FORMIÓN.-  Yo otro tanto.

GETA.-  Ireme a casa del rufián; que allí deben de estar ahora.  (Echa a andar a toda prisa.) 

ANTIFÓN.-   (Llamándole.)  ¡Hola, Geta!

GETA.-  ¡Cataos aquí! ¡Qué ordinaria cosa es que no falte quien le llame a uno, cuando va corriendo a alguna parte!  (Sigue adelante.) 

ANTIFÓN.-  ¡Geta!

GETA.-   (Sin ver a su amo.)  ¿Aún prosigues? Pues no has de poder más que yo con tu porfía.  (Sigue corriendo.) 

ANTIFÓN.-   (Tras él.)  ¿No paras?

GETA.-  Azotado seas.

ANTIFÓN.-  ¡Eso te harán a ti luego, si no te paras, bribón!

GETA.-  Muy amigo mío debe de ser éste que así me amenaza.  (Volviéndose.)  Pero, ¿es por dicha el propio que busco o no es él? Él es.

FORMIÓN.-  Llégate acá de presto.

ANTIFIÓN.-  ¿Qué hay?

GETA.-  ¡Oh Antifón! Que eres el hombre más afortunado de cuantos son hoy en el mundo. Porque sin duda ninguna a ti sólo te quieren bien los dioses.

ANTIFÓN.-  ¡Ojalá! Mas para creer que eso es así, yo querría que me dijeses...

GETA.-  ¿No te tendrás por contento, si te dejo todo embutido de placer?

ANTIFÓN.-  ¡Que me matas!

  -362-  

FORMIÓN.-  Déjate de promesas y dinos qué nuevas nos traes.

GETA.-  ¡Oh! ¿Y tú también estabas aquí, Formión?

FORMIÓN.-  Estaba. Pero, ¿qué te detienes...?

GETA.-    (A ANTIFÓN.)  ¡Escucha pues! Así como te dimos el dinero poco ha en la plaza, fuímonos derechos a casa. En esto, el viejo envíame a que hablase con tu mujer.

ANTIFÓN.-  ¿Sobre qué?

GETA.-  No quiero decírtelo, Antifón, porque no hace al caso. Así como iba a entrar en el cuarto de las mujeres, viénese corriendo para mí el criado Midas; échame por detrás mano de la capa, que casi me hizo caer de espaldas; vuelvo, y dígole que por qué me detenía. Díceme, que estaba prohibido ahora entrar a hablar con mi señora. Porque Sofrona, dice, ha hecho venir aquí a Cremes, el hermano del viejo, y ahora está allá dentro con ellas. Así como le oí esto, comencé a escurrirme. Allegueme, muy a mi paso y secreto hacia la puerta, estúveme quedo, detuve el aliento, arrimé el oído y comencé a escuchar de esta manera, por si les podía coger alguna palabra...

ANTIFÓN.-  ¡Oh Geta!

GETA.-  Y oí allí una cosa maravillosa, tanto, que no sé cómo me detuve, que no di voces de gozo.

ANTIFÓN.-  ¿Qué...?

GETA.-  ¿Qué dirás?

ANTIFÓN.-  No sé.

GETA.-  La mejor del mundo; que se ha hallado que tu tío es padre de Fania, tu mujer.

ANTIFÓN.-  ¡Cómo! ¡qué me dices!

GETA.-  En tiempos pasados tuvo trato de secreto en Lemnos con la madre de Fania.

FORMIÓN.-  ¡Quimeras! ¿No conociera ella a su padre?

GETA.-  Créete, Formión, que alguna causa debe de haber. Pero, ¿piensas que podía yo entender desde fuera de la puerta todo lo que ellos entre sí trataban allá dentro?

  -363-  

ANTIFÓN.-  Yo también, en verdad, he oído ese cuento.

GETA.-  Pues decirte he una cosa, por donde más fácilmente me des crédito. En esto, salió de allá dentro acá fuera tu tío; y a cabo de poco con tu padre se tornó a entrar dentro: y dicen ambos a dos que te dan licencia para que te cases con ella. Finalmente, me han enviado a mí, para que te busque y te lleve allá.

ANTIFÓN.-  Pues llévame en un vuelo. ¿Por qué te detienes?

GETA.-  Andando.

ANTIFÓN.-  Amigo Formión, adiós.

FORMIÓN.-  Adiós, Antifón. Así los dioses bien me quieran como me huelgo de lo sucedido.



Escena VII

 

FORMIÓN, solo.

 

FORMIÓN.-  ¡Y que sea verdad que tan repentinamente les haya sucedido a éstos tanta ventura! Ahora tengo yo muy buena ocasión para burlarme de los viejos, y quitar a Fedro el cuidado de buscar el dinero, porque no haya de ir a rogar a ninguno de sus amigos. Porque este dinero, así como lo soltaron a regañadientes, ha de quedar para él, aunque les pese. Y ya he hallado manera para obligarlos a ello, aunque no quieran. Ahora he menester yo apercibirme de un rostro y semblante nuevo. Pero entrareme en este callejón, y hareme el encontradizo cuando salgan fuera. Ya no finjo que voy a la feria.


  -364-  

Escena VIII

 

DEMIFÓN, FORMIÓN, CREMES.

 

DEMIFÓN.-  Con razón doy muchas gracias a los dioses y se lo tengo en gran merced, hermano mío, pues nos ha salido tan bien este negocio. Lo que ahora habemos de hacer es buscar luego a Formión y pedirle nuestras treinta minas, antes que acabe con ellas.

FORMIÓN.-    (Fingiendo que no los ve.)  A ver voy si está en casa. Demifón, para que lo que...

DEMIFÓN.-  Pues nosotros íbamos a buscarte, Formión.

FORMIÓN.-  ¿Sobre este mismo negocio por ventura?

DEMIFÓN.-  Sí, en verdad.

FORMIÓN.-  Figurémelo. ¿Y a qué fin me ibais a buscar? ¡Qué ridiculez! ¿Temíais que me había de retirar de la palabra que una vez ya os había dado? Mirad, señores, que aunque soy un pobre hombre, con todo eso, siempre hasta aquí he procurado mantener mi crédito.

DEMIFÓN.-   (A CREMES.)  ¿No es tan ahidalgado como te dije?

CREMES.-  Y mucho, cierto.

FORMIÓN.-  Y así vengo a deciros, Demifón, como ya yo estoy aparejado, para recibir la mujer cuando quisiereis dármela. Porque todas mis conveniencias he dejado, como era razón, por entender que vosotros tan de veras queríais este casamiento.

DEMIFÓN.-  El caso es que éste  (Señalando a CREMES.)  me ha aconsejado que no te la diese. ¿Cuál no será, me dice, el clamor de la ciudad, si tal hicieres? Todos te dirán: «Cuando pudiste dársela con su honra, no se la diste, y ahora, viuda, la echas de casa, ¡qué vergüenza!» Finalmente   -365-   , me ha dicho lo mismo que tú antes me habías dicho quejándote.

FORMIÓN.-  Con harta soberbia os burláis de mí.

DEMIFÓN.-  ¿En qué?

FORMIÓN.-  ¿Eso me preguntas? En que ya tampoco podré casarme con la otra. Porque ¿con qué cara tornaré a pedir la mujer que tuve en poco?

CREMES.-    (Bajo a DEMIFÓN.)  Dile también: «Además de esto veo que Antifón se aparta de ella contra su voluntad».

DEMIFÓN.-  Además de esto veo que mi hijo Antifón la deja muy contra su voluntad. Así, ve por tu vida a la plaza y vuélveme aquella partida de dinero, Formión.

FORMIÓN.-  ¿Cuál dinero? Ya yo lo libré a mis acreedores.

DEMIFÓN.-  ¿Pues qué haremos?

FORMIÓN.-  Si me quieres dar la mujer que me ofreciste, yo me casaré con ella: y si quieres que ella se quede en tu casa, el dote, Demifón, ha de quedar en mi poder. Porque no es justo que yo quede burlado por vosotros, pues yo por cubrir vuestra honra despedí la otra, que me traía el mismo dote.

DEMIFÓN.-  ¡Vete a la horca con tu fanfarronería, ladrón! ¿Piensas que no sabemos aquí quién eres tú y cómo vives?

FORMIÓN.-  ¡No me queméis!...

DEMIFÓN.-  ¿Tú te casaras con ella, si te la dieran?

FORMIÓN.-  Pruébalo.

DEMIFÓN.-  Vuestra pretensión fue ésa, para que mi hijo viviese con ella en tu casa.

FORMIÓN.-  ¿Cómo es eso que dices?

DEMIFÓN.-  Acaba ya, vuélveme mi dinero.

FORMIÓN.-  Antes dame tú mi mujer.

DEMIFÓN.-  Acude a la justicia.

FORMIÓN.-  ¿A la justicia? ¡Pues a buena fe, que si seguís molestándome!...

DEMIFÓN.-  ¿Qué harás?

  -366-  

FORMIÓN.-  ¿Qué... yo? ¿Pensáis por ventura vosotros que yo defiendo solamente a las que no tienen dote? Pues también me precio de sacar la cara por las que lo tienen.

CREMES.-  ¿Y eso, a nosotros, qué...?

FORMIÓN.-  Nada. Conocía yo aquí cierta mujer... cuyo marido...

CREMES.-  ¡Ah!

DEMIFÓN.-  ¿Qué es eso?

FORMIÓN.-  ...tuvo en Lemnos otra mujer...

CREMES.-  Perdido soy.

FORMIÓN.-  ...y de ella ha habido una hija, y la cría de secreto.

CREMES.-  ¡Muerto soy!

FORMIÓN.-  Todo esto se lo tengo yo de ir a contar a ella.

CREMES.-  Por tu vida, que no lo hagas.

FORMIÓN.-  ¡Oh! ¿eras tú aquél?

DEMIFÓN.-  ¡Cómo se está burlando de nosotros!

CREMES.-  Por libre te damos.

FORMIÓN.-  ¡Coplas!

CREMES.-  ¿Qué más quieres? Del dinero que tienes te hacemos gracia.

FORMIÓN.-  Ya lo oigo. Pues, ¿por qué ¡mala peste...! Os estáis burlando de mí como necios con vuestros pareceres de niños? Ahora quiero, ya no quiero; toma, daca; lo hecho, deshecho; lo que ya estaba tratado, ya no es nada.

CREMES.-   (A DEMIFÓN.)  ¿Cómo, o de quién ha tenido éste noticia?...

DEMIFÓN.-  No sé: lo que yo de cierto sé es que yo no se lo he dicho a nadie.

CREMES.-  ¡Así los dioses me amen como parece cosa de prodigio!

FORMIÓN.-   (Aparte.)  Congoja les he dado.

DEMIFÓN.-   (Aparte a CREMES.)  ¡Cómo! ¿Y ha de ser verdad que éste se nos ha de llevar tanto dinero, y se ha de   -367-   ir así tan a la clara burlando de nosotros? Más vale morir realmente. Procura tener un corazón varonil y firme. Ya tú ves cómo tu yerro es público y que ya no lo puedes encubrir a tu mujer. Pues lo que ella por otro ha de saber, Cremes, mejor es que nosotros se lo digamos. Después podremos vengarnos de este bellaco a nuestra voluntad.

FORMIÓN.-    (Bajo.)  ¡Tate! ¡Perdido soy, si no miro por mí! Estos, con ánimo de gente desesperada, quieren embestir conmigo.

CREMES.-  Temo que no la podremos apaciguar.

DEMIFÓN.-  ¡Valor, Cremes; que yo os pondré en paz, confiado de que ya es muerta aquella de quien hubiste la hija!

FORMIÓN.-  ¿Así os confederáis contra mí? Con harta astucia me acometéis. No has mirado mucho por el bien de éste, Demifón, en enojarme.  (A CREMES.)  ¿Te parece bien eso? ¿Después de haber hecho tú por tierras extrañas lo que te ha parecido, y no haber tenido vergüenza de hacer una afrenta tan grande a una mujer tan principal, piensas tú ahora venir a lavar con lágrimas tu yerro? Con estas razones yo la encenderé tanto en ira contra ti, que no la bastes a aplacar, aunque todo te derritas en lágrimas.

DEMIFÓN.-  ¡Maldito sea semejante bribón de todos los dioses y de todas las diosas! ¿Que es posible que haya hombre de tanto atrevimiento? ¿No seria justo que a un monstruo como éste le echasen por vindicta pública a un destierro?

CREMES.-  A punto he venido, que no sé qué me haga con él.

DEMIFÓN.-  Yo sí. Vamos a juicio.

FORMIÓN.-  ¿A juicio?  (Indicando la casa de CREMES y NAUSISTRATA.)  Aquí, si algo queréis.

DEMIFÓN.-  Ásele y tenle, mientras hago que salgan mis criados.

CREMES.-  No puedo a solas, ayúdame.

FORMIÓN.-   (A DEMIFÓN.)  Una injuria me debes.

CREMES.-  Pues pídela por justicia.

  -368-  

FORMIÓN.-  Y tú otra, Cremes.

DEMIFÓN.-    (A un siervo que acude.)  Arrebátale a éste.

FORMIÓN.-  ¿Así va? Menester es realmente dar voces.  (Gritando.)  ¡Nausistrata!... ¡Nausistrataaa...! Sal aquí.

CREMES.-  Tápale la boca.

DEMIFÓN.-  El sucio, mira qué fuerza tiene.

FORMIÓN.-  ¡Hola! ¡Nausistrataaaa...!

CREMES.-  ¿No callarás?

FORMIÓN.-  ¿Qué callar?

DEMIFÓN.-  Si no te sigue, métele los puños en las tripas.

FORMIÓN.-  Aunque me saltes un ojo; que yo tengo bien donde vengarme de vosotros.



Escena IX

 

NAUSISTRATA, DEMIFÓN, FORMIÓN, CREMES.

 

NAUSISTRATA.-  ¿Quién me llama?

CREMES.-  ¡Ah!

NAUSISTRATA.-  ¿Qué brega es esa, por tu vida, marido?

FORMIÓN.-   (A CREMES.)  ¡Ea! ¿de qué te has ahora pasmado?

NAUSISTRATA.-    (A CREMES.)  ¿Qué hombre es éste?  (Pausa.)  ¿No me respondes?

FORMIÓN.-  ¿Qué te ha de responder éste, que no sabe realmente do se está?

CREMES.-  Mira, a éste no le creas nada.

FORMIÓN.-  Llega y tócale: y si no estuviere hecho un hielo, mátame.

CREMES.-  Esto no es nada.

NAUSISTRATA.-  ¿Y pues? ¿qué es lo que este hombre dice?

FORMIÓN.-  Yo te lo contaré: óyeme.

  -369-  

CREMES.-  ¿Y aún le crees?

NAUSISTRATA.-  ¿Qué le he de creer, por tu vida, pues aún no me ha dicho nada?

FORMIÓN.-  Desvaría el cuitado de puro miedo.

NAUSISTRATA.-  En buena fe que no es sin misterio el tener tú tanto miedo.

CREMES.-  ¿Yo miedo?

FORMIÓN.-  Está bien: pues tú no tienes miedo y lo que yo digo no es nada, cuéntaselo tú.

DEMIFÓN.-  ¿Y a ti te lo ha de contar, bribón?

FORMIÓN.-   (Con ironía.)  ¡Oh! ¡Qué bien le has valido a tu hermano!

NAUSISTRATA.-  Marido, ¿no me dices nada?

CREMES.-  Pero...

NAUSISTRATA.-  ¿Qué pero?

CREMES.-  No cumple que se diga.

FORMIÓN.-  A ti no: pero a ella le cumple que se sepa. En Lemnos...

CREMES.-  ¡Ah! ¿Qué dices?

DEMIFÓN.-  ¿No callarás?

FORMIÓN.-  ...sin saberlo tú...

CREMES.-  ¡Ay de mí!

FORMIÓN.-  ...se casó.

NAUSISTRATA.-  ¡Marido! ¡los dioses nos den mejor suceso!

FORMIÓN.-  Ello pasa así.

NAUSISTRATA.-  ¡Ay, triste y desventurada de mí!

FORMIÓN.-  Y de allí ha habido una hija ya, mientras tú te estás durmiendo.

CREMES.-   (A DEMIFÓN.)  ¿Qué hacemos?

NAUSISTRATA.-  ¡Oh soberanos dioses; qué indignidad, qué infamia!

FORMIÓN.-  Esto es lo que ha hecho.

NAUSISTRATA.-  ¿Hase hecho jamás tan grande sinrazón? Y cuando vienen a sus mujeres, entonces hacen muy del viejo. Demifón, contigo quiero haberlas: porque con éste me apesta el tratar. ¿Estas eran aquellas idas   -370-   tan a menudo a Lemnos, y aquel detenerse tanto allá? ¿Esta era aquella tan grande baja, que tanto disminuía nuestras rentas?

DEMIFÓN.-  Yo, Nausistrata, no digo que éste no tiene culpa en este caso; pero que es culpa digna de perdón...

FORMIÓN.-  ¡La defensa de un muerto!

DEMIFÓN.-  Porque ni él lo hizo por menospreciarte a ti, ni por no tenerte amor. Sino que habrá quince años que, caliente del vino, hubo aquella mujercilla, cuya hija es ésta: y después acá nunca más tuvo trato con ella. Y a ella es muerta; ya no está de por medio, que era el azar que podía haber en esto. Por lo cual te suplico que tengas en esto paciencia, como la sueles tener en todo lo demás.

NAUSISTRATA.-  ¿Yo paciencia? ¡Querría, triste de mí, acabar en esto la vida! Porque, ¿qué hay ya más que aguardar? ¿He de pensar que ya por los años se enmendará? Ya entonces era viejo, si la vejez basta a hacer a los hombres vergonzosos. ¿Son por dicha, Demifón, mis años y mi rostro para enamorar ahora más que entonces? ¿Qué esperanza me darás tú, para que yo confíe que será mejor de lo que ha sido?

FORMIÓN.-  Los que tienen obligación de ir al cabo de año de Cremes, ya es tiempo. ¡Yo os le pondré de duelo! ¡Ea, ea; venga quien quiera a tener pendencias con Formión; que yo os lo dejaré tendido con tal desgracia, como la que acabó con éste. Ahora, que haga las paces con su mujer; que ya yo quedo bien satisfecho: ya ésta tiene con qué romperle los oídos para mientras él viva.

NAUSISTRATA.-   (Con amarga ironía.)  Es por dicha por merecimientos míos. ¿Qué es menester, Demifón, que yo te diga ahora aquí en particular lo que yo he hecho por éste?

DEMIFÓN.-  Tan bien lo sé todo eso, como tú.

NAUSISTRATA.-  ¿Parécete, pues, que se lo tenía yo merecido?

  -371-  

DEMIFÓN.-  No, por cierto. Pero pues lo pasado, por más que le riñas, no puede ya dejar de ser pasado, perdónale: él te lo ruega, confiesa su culpa, y te da la satisfacción. ¿Qué más quieres?

FORMIÓN.-   (Aparte.)  Realmente que antes que ésta le perdone, conviene que yo mire por mí, y también por Fedro.  (Alto.)  Oye, Nausistrata: antes de responderle a éste palabra inadvertidamente.

NAUSISTRATA.-  ¿Qué quieres?

FORMIÓN.-  Yo le he pescado treinta minas con engaño y se las he dado a tu hijo, y él las ha dado a un rufián por su amiga.

CREMES.-  ¡Cómo! ¿qué dices?

NAUSISTRATA.-  ¿Tan fuerte cosa te parece a ti que tu hijo, siendo mancebo, tenga una amiga, teniendo tú dos mujeres? ¿No te avergüenzas? ¿Con qué cara osarás reprenderle? Responde.

DEMIFÓN.-  Él hará todo lo que tú quisieres.

NAUSISTRATA.-    (A DEMIFÓN.)  Pues, porque sepas mi determinación, ni yo le perdono ni le prometo nada, ni le respondo, Basta verme con mi hijo. Todo lo dejo yo a su parecer; yo haré todo lo que él mande.

FORMIÓN.-  Mujer de seso eres, Nausistrata.

NAUSISTRATA.-   (A CREMES.)  ¿Estás satisfecho con esto?

CREMES.-  Sí, y aun voy muy bien librado; y mejor que yo pensaba.

NAUSISTRATA.-   (A FORMIÓN.)  Dime, ¿cómo te llamas?

FORMIÓN.-  ¿Yo? Formión, amigo familiar de vuestra casa y muy particular de tu hijo Fedro.

NAUSISTRATA.-  Formión, te juro que, de hoy más, haré y diré por ti cuanto quisieres.

FORMIÓN.-  Eres muy bondadosa.

NAUSISTRATA.-  Todo lo mereces tú.

FORMIÓN.-  ¿Quieres, pues, hacer hoy una cosa, Nausistrata, con que yo me alegre y de que a tu marido le duelan los ojos?

NAUSISTRATA.-  Deséolo.

  -372-  

FORMIÓN.-  Pues convídame a cenar.

NAUSISTRATA.-  Sí que te convido.

DEMIFÓN.-  Entrémonos ya.

CREMES.-  Sea. Pero, ¿dónde está Fedro, que ha de ser nuestro juez?

FORMIÓN.-  Yo le haré venir aquí ahora mismo.  (A los espectadores.)  ¡Quedad en hora buena, y aplaudid!



 
 
FIN DE LA COMEDIA
 
 




Anterior Indice