Escena
I
|
|
SOFRONA,
CREMES.
|
SOFRONA.- (Sin ver a CREMES.)
¿Qué haré? ¿Qué valedor me
buscaré, pobre de mí? ¿O a quién
daré parte de esta boda? ¿O a quién
pediré favor? Porque no querría que mi señora
por haber oído mi consejo recibiese algún agravio,
según que me dicen que el padre del mancebo toma fuertemente
este negocio.
|
CREMES.- (Aparte.)
¿Qué vieja es ésta que ha salido tan alterada
de casa de mi hermano?
|
SOFRONA.- (Sin
verle.) Porque la miseria me forzó a hacerlo
así; que aunque bien sabía yo que no era
válido este casamiento, se lo aconsejé porque
entretanto asegurase nuestra subsistencia.
|
CREMES.- (Aparte.)
Realmente, que si mi pensamiento no me engaña, o si no soy
corto de vista, que es ésta que veo el ama de mi hija.
|
SOFRONA.- (Sin
verle.) Y no puedo rastrear al que...
|
CREMES.- (Aparte.)
¿Qué haré?
|
SOFRONA.- (Sin
verle.) ...es su padre.
|
-354-
|
CREMES.- (Aparte.)
¿Iré, o me estaré quedo hasta conocerla mejor
por lo que diga?
|
SOFRONA.- (Sin
verle.) Porque si yo hallarle pudiese, no
tenía que temer.
|
CREMES.- (Aparte.)
Ella misma es: hablarle quiero.
|
SOFRONA.- ¿Quién habla
aquí?...
|
CREMES.-
(Llamándola.)
¿Sofrona?
|
SOFRONA.- ¿Y me llama por mi nombre?
|
CREMES.- Mírame, aquí.
|
SOFRONA.- ¡Oh soberanos dioses, valedme!
¿Es este Estilfón?
|
CREMES.- No.
|
SOFRONA.- ¿Y dices que no?
|
CREMES.- Apártate un poco de esa puerta,
Sofrona, por mi amor. Y de aquí adelante no me llames
más por ese nombre.
|
SOFRONA.- ¡Cómo!
¿Qué, no eres tú el que siempre nos dijiste
que eras?
|
CREMES.- ¡Chito!
|
SOFRONA.- ¿De qué te recelas de
estas puertas?
|
CREMES.- Tengo aquí encerrada una mujer
terrible. Y en lo que a este nombre toca, engañeos entonces,
porque vosotras acaso indiscretamente no me descubrieseis, y
viniese por alguna vía a saberlo mi mujer.
|
SOFRONA.- ¡Así que no hemos podido
hallarte aquí por ese nombre, cuitadas de nosotras!
|
CREMES.- Pero dime ¡por tu vida!
¿Qué trato tienes tú con esta casa de do
sales? ¿Dónde están tus amas?
|
SOFRONA.- ¡Ay, triste de mí!
|
CREMES.- ¡Oh! ¿qué es eso?
¿viven?
|
SOFRONA.- Tu hija viva es: mas su pobre madre ha
muerto de pena.
|
CREMES.- ¡Oh desgracia!
|
SOFRONA.- Y yo como me vi vieja, desamparada,
pobre y en tierra ajena, casé la doncella como pude, con un
mancebo que es señor de esta casa.
|
CREMES.- ¿Con Antifón?
|
-355-
|
SOFRONA.- ¡Sí! Con ése
mismo.
|
CREMES.- ¡Pues cómo es eso!
¿dos mujeres tiene?
|
SOFRONA.- ¡No por tu vida; no más
de esta sola!
|
CREMES.- ¿Y aquella otra que dicen que es
su parienta?
|
SOFRONA.- Pues ésta es.
|
CREMES.- ¿Qué me dices?
|
SOFRONA.- Sobre concierto se hizo ya de manera,
que él, enamorado, pudiese casarse con ella sin dote.
|
CREMES.- (Aparte.)
¡Oh soberanos dioses! ¡Qué de veces suceden al
acaso cosas que nadie se atrevería a desear! He aquí,
que viniendo he hallado a mi hija colocada con quien yo
quería, y como quería. Y lo que mi hermano y yo
juntos procurábamos hacer con tanta diligencia, ésta
lo ha hecho sin ningún cuidado nuestro, sólo con el
suyo.
|
SOFRONA.- Ahora mira lo que conviene hacer. El
padre del mancebo ha venido, y dicen que toma muy a mal este
casamiento.
|
CREMES.- No hay peligro ninguno. Pero por los
dioses y los hombres te ruego, que procures que no entienda nadie
que ésta es hija mía.
|
SOFRONA.- De mí nadie lo
sabrá.
|
CREMES.- Vente conmigo; que lo demás
allá dentro vas a oírlo.
|
Escena
III
|
|
DEMIFÓN,
NAUSISTRATA, CREMES.
|
DEMIFÓN.- Hazme la merced, Nausistrata,
como sueles, de procurar que esta mujer se conforme con nuestra
voluntad, y haga de buen grado lo que, si no, ha de hacer
forzosamente.
|
NAUSISTRATA.- Sí haré.
|
-357-
|
DEMIFÓN.- Y así como antes me
ayudaste con tu hacienda, me ayudes también ahora con tu
industria.
|
NAUSISTRATA.- Deséolo, cierto: aunque no
puedo tanto en buena fe, como debería, por culpa de mi
marido.
|
DEMIFÓN.- ¿Cómo
así?
|
NAUSISTRATA.- Porque conserva mal la hacienda
que mi padre ganó bien; pues de aquellas granjas de
ordinario sacaba mi padre dos talentos. ¡Mira que va
de hombre a hombre!
|
DEMIFÓN.- ¿Dos? ¡por tu
vida!
|
NAUSISTRATA.- Y aun con ir las cosas a harto
más bajo precio, con todo eso, dos talentos.
|
DEMIFÓN.- ¡Hola!
|
NAUSISTRATA.- ¿Qué te parece de
esto?
|
DEMIFÓN.- ¡Ya, ya!
|
NAUSISTRATA.- Hombre quisiera yo ser; que yo
mostrara...
|
DEMIFÓN.- Bien lo creo.
|
NAUSISTRATA.- ...de qué manera...
|
DEMIFÓN.- No grites, por tu vida, porque
tengas fuerzas para hablar con la mujer; que, como es moza,
podría ser que te cansase.
|
NAUSISTRATA.- Lo haré como mandas. Pero a
mi marido veo salir de tu casa.
|
CREMES.- (Sin ver a su
mujer.) ¡Ah, Demifón! ¿ya le has
dado el dinero?
|
DEMIFÓN.- ¡A tocateja!
|
CREMES.- No quisiera que se lo hubieras dado.
(Viendo a NAUSISTRATA.)
¡Uy, mi mujer! Casi dije más de lo que fuera
menester.
|
DEMIFÓN.- ¿Por qué no
quisieras, Cremes?
|
CREMES.- (Eludiendo la
contestación.) ¡Bien está!
|
DEMIFÓN.- ¿Y tú?
¿Has hablado ya con esa mujer sobre lo que viene acá
la tuya?
|
CREMES.- Ya lo he tratado con ella.
|
DEMIFÓN.- ¿Y pues?
¿qué dice?
|
CREMES.- No hay quien la persuada.
|
-358-
|
DEMIFÓN.- ¿Cómo no?
|
CREMES.- Porque él y ella son una sola
entraña.
|
DEMIFÓN.- ¿Y eso a nosotros
qué...?
|
CREMES.- Mucho. Además, he sabido que es
parienta nuestra.
|
DEMIFÓN.- ¡Qué dices!
¿desvarías?
|
CREMES.- Ello es, como yo te digo. No, hablo sin
causa. Refresca conmigo tu memoria.
|
DEMIFÓN.- ¿Estás en tu
seso?
|
NAUSISTRATA.- (A DEMIFÓN.)
¡Mira, por tu vida, no hagas algún yerro contra tu
parienta!
|
DEMIFÓN.- ¡Que no es mi
parienta!
|
CREMES.- No lo niegues. Te ocultaron el
verdadero nombre de su padre, y por ahí la erraste.
|
DEMIFÓN.- ¿Y pues? ¿no
conocía ella a su padre?
|
CREMES.- Si le conocía.
|
DEMIFÓN.- ¿Pues por qué le
llamó por otro nombre?
|
CREMES.- ¿No me acabarás hoy de
creer, ni de entenderme?
|
DEMIFÓN.- ¡Si tú no dices
nada!
|
CREMES.- (Molestado porque
DEMIFÓN le pone a
punto de tener que descubrir el secreto delante de NAUSISTRATA.)
¿Aún prosigues?...
|
NAUSISTRATA.-
(Aparte.) Pasmada estoy. ¿Que
será esto?
|
DEMIFÓN.- Realmente que yo no entiendo lo
que es.
|
CREMES.- ¿Quieres entenderlo? ¡Pues
así Júpiter me salve, como ella no tiene otro
pariente más cercano que a mí y a ti!
|
DEMIFÓN.- ¡Válgame la fe de
los dioses! Vamos donde ella: yo quiero, que así juntos como
estamos, sepamos si es o no es...
|
CREMES.- (En tono de
censura.) ¡Ah!
|
DEMIFÓN.- ¿Qué es eso?
|
CREMES.- ¿Tan poco crédito tengo
yo contigo?
|
DEMIFÓN.- ¿Quieres que lo
dé por creído? ¿quieres que me tenga por bien
informado? ¡Corriente! ¿Y pues? ¿de la hija de
aquel amigo nuestro, qué haremos?
|
-359-
|
CREMES.- Descuida.
|
DEMIFÓN.- ¿Conque la
despedimos?
|
CREMES.- ¿Por qué no?
|
DEMIFÓN.- ¿Y queda acá
estotra?
|
CREMES.- Sí.
|
DEMIFÓN.- Pues bien puedes volverte,
Nausistrata.
|
NAUSISTRATA.- A mi ver, más conviene eso
para todos, que ella quede, que no lo que habías intentado.
Porque me pareció muy ahidalgada cuando la vi.
(Vase.)
|
DEMIFÓN.- ¿Qué negocio es
éste?
|
CREMES.- (Receloso de que pueda
oírle NAUSISTRATA.)
¿Ha cerrado ya la puerta?
|
DEMIFÓN.- Sí.
|
CREMES.- ¡Oh Júpiter! ¡Los
dioses son con nosotros! ¡Mi hija he hallado casada con tu
hijo!
|
DEMIFÓN.- ¡Cómo! ¿es
posible?
|
CREMES.- No es éste lugar seguro para
contártelo.
|
DEMIFÓN.- Pues éntrate
allá. (Indicando su casa.)
|
CREMES.- ¡Hola! Mira que no quiero que lo
sepan esto, ni aun nuestros propios hijos. (Entran en
casa de DEMIFÓN.)
|
Escena
VI
|
|
GETA, FORMIÓN, ANTIFÓN.
|
GETA.- (Sin
verlos.) ¡Oh Fortuna! ¡Oh dicha!
¡Qué de bienes, y cuán presto, le habéis
acarreado con vuestro favor a mi señor Antifón el
día de hoy!
|
-361-
|
ANTIFÓN.- (A DEMIFÓN.)
¿Qué traerá aquél?
|
GETA.- (Continuando el
apóstrofe.) ¡Y a los que le queremos
bien nos habéis librado de temor! -Pero, ¿por
qué me detengo en echarme esta capa al hombro y procurar
buscar a ese hombre de presto, (Alude a ANTIFÓN.) para
hacerle saber todo lo que pasa?
|
ANTIFÓN.- (A FORMIÓN.)
¿Tú entiendes lo que aquél dice?
|
FORMIÓN.- ¿Y tú?
|
ANTIFÓN.- Nada.
|
FORMIÓN.- Yo otro tanto.
|
GETA.- Ireme a casa del rufián; que
allí deben de estar ahora. (Echa a andar a
toda prisa.)
|
ANTIFÓN.-
(Llamándole.) ¡Hola,
Geta!
|
GETA.- ¡Cataos aquí!
¡Qué ordinaria cosa es que no falte quien le llame a
uno, cuando va corriendo a alguna parte! (Sigue
adelante.)
|
ANTIFÓN.- ¡Geta!
|
GETA.- (Sin ver a su
amo.) ¿Aún prosigues? Pues no has de
poder más que yo con tu porfía. (Sigue
corriendo.)
|
ANTIFÓN.- (Tras
él.) ¿No paras?
|
GETA.- Azotado seas.
|
ANTIFÓN.- ¡Eso te harán a ti
luego, si no te paras, bribón!
|
GETA.- Muy amigo mío debe de ser
éste que así me amenaza.
(Volviéndose.) Pero, ¿es
por dicha el propio que busco o no es él? Él es.
|
FORMIÓN.- Llégate acá de
presto.
|
ANTIFIÓN.- ¿Qué hay?
|
GETA.- ¡Oh Antifón! Que eres el
hombre más afortunado de cuantos son hoy en el mundo. Porque
sin duda ninguna a ti sólo te quieren bien los dioses.
|
ANTIFÓN.- ¡Ojalá! Mas para
creer que eso es así, yo querría que me
dijeses...
|
GETA.- ¿No te tendrás por
contento, si te dejo todo embutido de placer?
|
ANTIFÓN.- ¡Que me matas!
|
-362-
|
FORMIÓN.- Déjate de promesas y
dinos qué nuevas nos traes.
|
GETA.- ¡Oh! ¿Y tú
también estabas aquí, Formión?
|
FORMIÓN.- Estaba. Pero,
¿qué te detienes...?
|
GETA.- (A ANTIFÓN.)
¡Escucha pues! Así como te dimos el dinero poco ha en
la plaza, fuímonos derechos a casa. En esto, el viejo
envíame a que hablase con tu mujer.
|
ANTIFÓN.- ¿Sobre qué?
|
GETA.- No quiero decírtelo,
Antifón, porque no hace al caso. Así como iba a
entrar en el cuarto de las mujeres, viénese corriendo para
mí el criado Midas; échame por detrás mano de
la capa, que casi me hizo caer de espaldas; vuelvo, y dígole
que por qué me detenía. Díceme, que estaba
prohibido ahora entrar a hablar con mi señora. Porque
Sofrona, dice, ha hecho venir aquí a Cremes, el hermano del
viejo, y ahora está allá dentro con ellas. Así
como le oí esto, comencé a escurrirme. Allegueme, muy
a mi paso y secreto hacia la puerta, estúveme quedo, detuve
el aliento, arrimé el oído y comencé a
escuchar de esta manera, por si les podía coger alguna
palabra...
|
ANTIFÓN.- ¡Oh Geta!
|
GETA.- Y oí allí una cosa
maravillosa, tanto, que no sé cómo me detuve, que no
di voces de gozo.
|
ANTIFÓN.- ¿Qué...?
|
GETA.- ¿Qué dirás?
|
ANTIFÓN.- No sé.
|
GETA.- La mejor del mundo; que se ha hallado que
tu tío es padre de Fania, tu mujer.
|
ANTIFÓN.- ¡Cómo!
¡qué me dices!
|
GETA.- En tiempos pasados tuvo trato de secreto
en Lemnos con la madre de Fania.
|
FORMIÓN.- ¡Quimeras! ¿No
conociera ella a su padre?
|
GETA.- Créete, Formión, que alguna
causa debe de haber. Pero, ¿piensas que podía yo
entender desde fuera de la puerta todo lo que ellos entre sí
trataban allá dentro?
|
-363-
|
ANTIFÓN.- Yo también, en verdad,
he oído ese cuento.
|
GETA.- Pues decirte he una cosa, por donde
más fácilmente me des crédito. En esto,
salió de allá dentro acá fuera tu tío;
y a cabo de poco con tu padre se tornó a entrar dentro: y
dicen ambos a dos que te dan licencia para que te cases con ella.
Finalmente, me han enviado a mí, para que te busque y te
lleve allá.
|
ANTIFÓN.- Pues llévame en un
vuelo. ¿Por qué te detienes?
|
GETA.- Andando.
|
ANTIFÓN.- Amigo Formión,
adiós.
|
FORMIÓN.- Adiós, Antifón.
Así los dioses bien me quieran como me huelgo de lo
sucedido.
|
Escena
VIII
|
|
DEMIFÓN,
FORMIÓN,
CREMES.
|
DEMIFÓN.- Con razón doy muchas
gracias a los dioses y se lo tengo en gran merced, hermano
mío, pues nos ha salido tan bien este negocio. Lo que ahora
habemos de hacer es buscar luego a Formión y pedirle
nuestras treinta minas, antes que acabe con ellas.
|
FORMIÓN.- (Fingiendo que
no los ve.) A ver voy si está en casa.
Demifón, para que lo que...
|
DEMIFÓN.- Pues nosotros íbamos a
buscarte, Formión.
|
FORMIÓN.- ¿Sobre este mismo
negocio por ventura?
|
DEMIFÓN.- Sí, en verdad.
|
FORMIÓN.- Figurémelo. ¿Y a
qué fin me ibais a buscar? ¡Qué ridiculez!
¿Temíais que me había de retirar de la palabra
que una vez ya os había dado? Mirad, señores, que
aunque soy un pobre hombre, con todo eso, siempre hasta aquí
he procurado mantener mi crédito.
|
DEMIFÓN.- (A CREMES.) ¿No es
tan ahidalgado como te dije?
|
CREMES.- Y mucho, cierto.
|
FORMIÓN.- Y así vengo a deciros,
Demifón, como ya yo estoy aparejado, para recibir la mujer
cuando quisiereis dármela. Porque todas mis conveniencias he
dejado, como era razón, por entender que vosotros tan de
veras queríais este casamiento.
|
DEMIFÓN.- El caso es que éste
(Señalando a CREMES.) me ha
aconsejado que no te la diese. ¿Cuál no será,
me dice, el clamor de la ciudad, si tal hicieres? Todos te
dirán: «Cuando pudiste dársela con su honra, no
se la diste, y ahora, viuda, la echas de casa, ¡qué
vergüenza!» Finalmente -365-
, me ha dicho lo mismo que tú antes me habías
dicho quejándote.
|
FORMIÓN.- Con harta soberbia os
burláis de mí.
|
DEMIFÓN.- ¿En qué?
|
FORMIÓN.- ¿Eso me preguntas? En
que ya tampoco podré casarme con la otra. Porque ¿con
qué cara tornaré a pedir la mujer que tuve en
poco?
|
CREMES.- (Bajo a DEMIFÓN.) Dile
también: «Además de esto veo que Antifón
se aparta de ella contra su voluntad».
|
DEMIFÓN.- Además de esto veo que
mi hijo Antifón la deja muy contra su voluntad. Así,
ve por tu vida a la plaza y vuélveme aquella partida de
dinero, Formión.
|
FORMIÓN.- ¿Cuál dinero? Ya
yo lo libré a mis acreedores.
|
DEMIFÓN.- ¿Pues qué
haremos?
|
FORMIÓN.- Si me quieres dar la mujer que
me ofreciste, yo me casaré con ella: y si quieres que ella
se quede en tu casa, el dote, Demifón, ha de quedar en mi
poder. Porque no es justo que yo quede burlado por vosotros, pues
yo por cubrir vuestra honra despedí la otra, que me
traía el mismo dote.
|
DEMIFÓN.- ¡Vete a la horca con tu
fanfarronería, ladrón! ¿Piensas que no sabemos
aquí quién eres tú y cómo vives?
|
FORMIÓN.- ¡No me
queméis!...
|
DEMIFÓN.- ¿Tú te casaras
con ella, si te la dieran?
|
FORMIÓN.- Pruébalo.
|
DEMIFÓN.- Vuestra pretensión fue
ésa, para que mi hijo viviese con ella en tu casa.
|
FORMIÓN.- ¿Cómo es eso que
dices?
|
DEMIFÓN.- Acaba ya, vuélveme mi
dinero.
|
FORMIÓN.- Antes dame tú mi
mujer.
|
DEMIFÓN.- Acude a la justicia.
|
FORMIÓN.- ¿A la justicia?
¡Pues a buena fe, que si seguís
molestándome!...
|
DEMIFÓN.- ¿Qué
harás?
|
-366-
|
FORMIÓN.- ¿Qué... yo?
¿Pensáis por ventura vosotros que yo defiendo
solamente a las que no tienen dote? Pues también me precio
de sacar la cara por las que lo tienen.
|
CREMES.- ¿Y eso, a nosotros,
qué...?
|
FORMIÓN.- Nada. Conocía yo
aquí cierta mujer... cuyo marido...
|
CREMES.- ¡Ah!
|
DEMIFÓN.- ¿Qué es eso?
|
FORMIÓN.- ...tuvo en Lemnos otra
mujer...
|
CREMES.- Perdido soy.
|
FORMIÓN.- ...y de ella ha habido una
hija, y la cría de secreto.
|
CREMES.- ¡Muerto soy!
|
FORMIÓN.- Todo esto se lo tengo yo de ir
a contar a ella.
|
CREMES.- Por tu vida, que no lo hagas.
|
FORMIÓN.- ¡Oh! ¿eras
tú aquél?
|
DEMIFÓN.- ¡Cómo se
está burlando de nosotros!
|
CREMES.- Por libre te damos.
|
FORMIÓN.- ¡Coplas!
|
CREMES.- ¿Qué más quieres?
Del dinero que tienes te hacemos gracia.
|
FORMIÓN.- Ya lo oigo. Pues, ¿por
qué ¡mala peste...! Os estáis burlando de
mí como necios con vuestros pareceres de niños? Ahora
quiero, ya no quiero; toma, daca; lo hecho, deshecho; lo que ya
estaba tratado, ya no es nada.
|
CREMES.- (A DEMIFÓN.)
¿Cómo, o de quién ha tenido éste
noticia?...
|
DEMIFÓN.- No sé: lo que yo de
cierto sé es que yo no se lo he dicho a nadie.
|
CREMES.- ¡Así los dioses me amen
como parece cosa de prodigio!
|
FORMIÓN.-
(Aparte.) Congoja les he dado.
|
DEMIFÓN.- (Aparte a
CREMES.)
¡Cómo! ¿Y ha de ser verdad que éste se
nos ha de llevar tanto dinero, y se ha de -367-
ir así tan a la clara burlando de nosotros?
Más vale morir realmente. Procura tener un corazón
varonil y firme. Ya tú ves cómo tu yerro es
público y que ya no lo puedes encubrir a tu mujer. Pues lo
que ella por otro ha de saber, Cremes, mejor es que nosotros se lo
digamos. Después podremos vengarnos de este bellaco a
nuestra voluntad.
|
FORMIÓN.-
(Bajo.) ¡Tate! ¡Perdido soy, si no miro
por mí! Estos, con ánimo de gente desesperada,
quieren embestir conmigo.
|
CREMES.- Temo que no la podremos apaciguar.
|
DEMIFÓN.- ¡Valor, Cremes; que yo os
pondré en paz, confiado de que ya es muerta aquella de quien
hubiste la hija!
|
FORMIÓN.- ¿Así os
confederáis contra mí? Con harta astucia me
acometéis. No has mirado mucho por el bien de éste,
Demifón, en enojarme. (A CREMES.) ¿Te
parece bien eso? ¿Después de haber hecho tú
por tierras extrañas lo que te ha parecido, y no haber
tenido vergüenza de hacer una afrenta tan grande a una mujer
tan principal, piensas tú ahora venir a lavar con
lágrimas tu yerro? Con estas razones yo la encenderé
tanto en ira contra ti, que no la bastes a aplacar, aunque todo te
derritas en lágrimas.
|
DEMIFÓN.- ¡Maldito sea semejante
bribón de todos los dioses y de todas las diosas!
¿Que es posible que haya hombre de tanto atrevimiento?
¿No seria justo que a un monstruo como éste le
echasen por vindicta pública a un destierro?
|
CREMES.- A punto he venido, que no sé
qué me haga con él.
|
DEMIFÓN.- Yo sí. Vamos a
juicio.
|
FORMIÓN.- ¿A juicio?
(Indicando la casa de CREMES y NAUSISTRATA.)
Aquí, si algo queréis.
|
DEMIFÓN.- Ásele y tenle, mientras
hago que salgan mis criados.
|
CREMES.- No puedo a solas, ayúdame.
|
FORMIÓN.- (A DEMIFÓN.) Una
injuria me debes.
|
CREMES.- Pues pídela por justicia.
|
-368-
|
FORMIÓN.- Y tú otra, Cremes.
|
DEMIFÓN.- (A un siervo que
acude.) Arrebátale a éste.
|
FORMIÓN.- ¿Así va? Menester
es realmente dar voces. (Gritando.)
¡Nausistrata!... ¡Nausistrataaa...! Sal
aquí.
|
CREMES.- Tápale la boca.
|
DEMIFÓN.- El sucio, mira qué
fuerza tiene.
|
FORMIÓN.- ¡Hola!
¡Nausistrataaaa...!
|
CREMES.- ¿No callarás?
|
FORMIÓN.- ¿Qué callar?
|
DEMIFÓN.- Si no te sigue, métele
los puños en las tripas.
|
FORMIÓN.- Aunque me saltes un ojo; que yo
tengo bien donde vengarme de vosotros.
|
Escena
IX
|
|
NAUSISTRATA,
DEMIFÓN,
FORMIÓN,
CREMES.
|
NAUSISTRATA.- ¿Quién me llama?
|
CREMES.- ¡Ah!
|
NAUSISTRATA.- ¿Qué brega es esa,
por tu vida, marido?
|
FORMIÓN.- (A CREMES.) ¡Ea!
¿de qué te has ahora pasmado?
|
NAUSISTRATA.- (A CREMES.)
¿Qué hombre es éste?
(Pausa.) ¿No me respondes?
|
FORMIÓN.- ¿Qué te ha de
responder éste, que no sabe realmente do se está?
|
CREMES.- Mira, a éste no le creas
nada.
|
FORMIÓN.- Llega y tócale: y si no
estuviere hecho un hielo, mátame.
|
CREMES.- Esto no es nada.
|
NAUSISTRATA.- ¿Y pues? ¿qué
es lo que este hombre dice?
|
FORMIÓN.- Yo te lo contaré:
óyeme.
|
-369-
|
CREMES.- ¿Y aún le crees?
|
NAUSISTRATA.- ¿Qué le he de creer,
por tu vida, pues aún no me ha dicho nada?
|
FORMIÓN.- Desvaría el cuitado de
puro miedo.
|
NAUSISTRATA.- En buena fe que no es sin misterio
el tener tú tanto miedo.
|
CREMES.- ¿Yo miedo?
|
FORMIÓN.- Está bien: pues
tú no tienes miedo y lo que yo digo no es nada,
cuéntaselo tú.
|
DEMIFÓN.- ¿Y a ti te lo ha de
contar, bribón?
|
FORMIÓN.- (Con
ironía.) ¡Oh! ¡Qué bien le
has valido a tu hermano!
|
NAUSISTRATA.- Marido, ¿no me dices
nada?
|
CREMES.- Pero...
|
NAUSISTRATA.- ¿Qué
pero?
|
CREMES.- No cumple que se diga.
|
FORMIÓN.- A ti no: pero a ella le cumple
que se sepa. En Lemnos...
|
CREMES.- ¡Ah! ¿Qué
dices?
|
DEMIFÓN.- ¿No callarás?
|
FORMIÓN.- ...sin saberlo tú...
|
CREMES.- ¡Ay de mí!
|
FORMIÓN.- ...se casó.
|
NAUSISTRATA.- ¡Marido! ¡los dioses
nos den mejor suceso!
|
FORMIÓN.- Ello pasa así.
|
NAUSISTRATA.- ¡Ay, triste y desventurada
de mí!
|
FORMIÓN.- Y de allí ha habido una
hija ya, mientras tú te estás durmiendo.
|
CREMES.- (A DEMIFÓN.)
¿Qué hacemos?
|
NAUSISTRATA.- ¡Oh soberanos dioses;
qué indignidad, qué infamia!
|
FORMIÓN.- Esto es lo que ha hecho.
|
NAUSISTRATA.- ¿Hase hecho jamás
tan grande sinrazón? Y cuando vienen a sus mujeres, entonces
hacen muy del viejo. Demifón, contigo quiero haberlas:
porque con éste me apesta el tratar. ¿Estas eran
aquellas idas -370-
tan a menudo a Lemnos, y aquel detenerse tanto allá?
¿Esta era aquella tan grande baja, que tanto
disminuía nuestras rentas?
|
DEMIFÓN.- Yo, Nausistrata, no digo que
éste no tiene culpa en este caso; pero que es culpa digna de
perdón...
|
FORMIÓN.- ¡La defensa de un
muerto!
|
DEMIFÓN.- Porque ni él lo hizo por
menospreciarte a ti, ni por no tenerte amor. Sino que habrá
quince años que, caliente del vino, hubo aquella mujercilla,
cuya hija es ésta: y después acá nunca
más tuvo trato con ella. Y a ella es muerta; ya no
está de por medio, que era el azar que podía haber en
esto. Por lo cual te suplico que tengas en esto paciencia, como la
sueles tener en todo lo demás.
|
NAUSISTRATA.- ¿Yo paciencia?
¡Querría, triste de mí, acabar en esto la vida!
Porque, ¿qué hay ya más que aguardar?
¿He de pensar que ya por los años se
enmendará? Ya entonces era viejo, si la vejez basta a hacer
a los hombres vergonzosos. ¿Son por dicha, Demifón,
mis años y mi rostro para enamorar ahora más que
entonces? ¿Qué esperanza me darás tú,
para que yo confíe que será mejor de lo que ha
sido?
|
FORMIÓN.- Los que tienen
obligación de ir al cabo de año de Cremes, ya es
tiempo. ¡Yo os le pondré de duelo! ¡Ea, ea;
venga quien quiera a tener pendencias con Formión; que yo os
lo dejaré tendido con tal desgracia, como la que
acabó con éste. Ahora, que haga las paces con su
mujer; que ya yo quedo bien satisfecho: ya ésta tiene con
qué romperle los oídos para mientras él
viva.
|
NAUSISTRATA.- (Con amarga
ironía.) Es por dicha por merecimientos
míos. ¿Qué es menester, Demifón, que yo
te diga ahora aquí en particular lo que yo he hecho por
éste?
|
DEMIFÓN.- Tan bien lo sé todo eso,
como tú.
|
NAUSISTRATA.- ¿Parécete, pues, que
se lo tenía yo merecido?
|
-371-
|
DEMIFÓN.- No, por cierto. Pero pues lo
pasado, por más que le riñas, no puede ya dejar de
ser pasado, perdónale: él te lo ruega, confiesa su
culpa, y te da la satisfacción. ¿Qué
más quieres?
|
FORMIÓN.-
(Aparte.) Realmente que antes que
ésta le perdone, conviene que yo mire por mí, y
también por Fedro. (Alto.) Oye,
Nausistrata: antes de responderle a éste palabra
inadvertidamente.
|
NAUSISTRATA.- ¿Qué quieres?
|
FORMIÓN.- Yo le he pescado treinta
minas con engaño y se las he dado a tu hijo, y
él las ha dado a un rufián por su amiga.
|
CREMES.- ¡Cómo! ¿qué
dices?
|
NAUSISTRATA.- ¿Tan fuerte cosa te parece
a ti que tu hijo, siendo mancebo, tenga una amiga, teniendo
tú dos mujeres? ¿No te avergüenzas? ¿Con
qué cara osarás reprenderle? Responde.
|
DEMIFÓN.- Él hará todo lo
que tú quisieres.
|
NAUSISTRATA.- (A DEMIFÓN.) Pues,
porque sepas mi determinación, ni yo le perdono ni le
prometo nada, ni le respondo, Basta verme con mi hijo. Todo lo dejo
yo a su parecer; yo haré todo lo que él mande.
|
FORMIÓN.- Mujer de seso eres,
Nausistrata.
|
NAUSISTRATA.- (A CREMES.)
¿Estás satisfecho con esto?
|
CREMES.- Sí, y aun voy muy bien librado;
y mejor que yo pensaba.
|
NAUSISTRATA.- (A FORMIÓN.) Dime,
¿cómo te llamas?
|
FORMIÓN.- ¿Yo? Formión,
amigo familiar de vuestra casa y muy particular de tu hijo
Fedro.
|
NAUSISTRATA.- Formión, te juro que, de
hoy más, haré y diré por ti cuanto
quisieres.
|
FORMIÓN.- Eres muy bondadosa.
|
NAUSISTRATA.- Todo lo mereces tú.
|
FORMIÓN.- ¿Quieres, pues, hacer
hoy una cosa, Nausistrata, con que yo me alegre y de que a tu
marido le duelan los ojos?
|
NAUSISTRATA.- Deséolo.
|
-372-
|
FORMIÓN.- Pues convídame a
cenar.
|
NAUSISTRATA.- Sí que te convido.
|
DEMIFÓN.- Entrémonos ya.
|
CREMES.- Sea. Pero, ¿dónde
está Fedro, que ha de ser nuestro juez?
|
FORMIÓN.- Yo le haré venir
aquí ahora mismo. (A los
espectadores.) ¡Quedad en hora buena, y
aplaudid!
|