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Para más datos, vid. «La Representación» (Dramaturgos, Actores, Directores, Empresas, Lugares de representación, Escenografía, Público, etc.) en el vol. de J. M.ª Díez Borque (ed.), Historia del teatro en España, II. Siglo XVIII. Siglo XIX (Madrid: Taurus, 1988, 566-624 y 705-762).

 

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La primera versión de este epígrafe, ahora ampliada, la publiqué como «Teatro regional español en el siglo XIX (Bibliografía)», en José Romera, Antonio Lorente y Ana M.ª Freire (eds.), Ex Libris. Homenaje al profesor José Fradejas Lebrero (Madrid: UNED, 1993, t. II, 705-718). No incluyo los trabajos generales -citados en otros epígrafes- como, por ejemplo, los de J.-F. Botrel, «El teatro en provincias bajo la Restauración. Un medio popular de comunicación», Bulletin Hispanique LXXIX (1977), 381-393; E. Allison Peers, Historia del movimiento romántico español (Madrid: Gredos, 1967, 2.ª ed.º, vol. I, 375-382); Leonardo Romero Tobar, Panorama crítico del romanticismo español (Madrid: Castalia, 1994, 243 y ss.); José M.ª Enguita y José-Carlos Mainer (eds.), Literaturas regionales en España (Zaragoza: Institución Fernando el Católico, 1994), etc.

 

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Especifico solamente algunos estudios sobre publicaciones periódicas de importantes localidades.

 

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Discurso pronunciado en el acto de entrega del VIII Premio «Reina Sofía de Poesía Iberoamericana» (Madrid, Palacio Real, 24 de noviembre de 1999), obtenido por Benedetti. Signa agradece al autor la entrega del texto al director de la revista para su publicación.

 

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Cito por las siguientes ediciones: Saramago (1983) y Tabucehi (1983). Las traducciones entre corchetes son mías.

 

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He desarrollado extensamente el concepto de espacio de producción en el libro Hacia una ideología de la producción literaria, cuya publicación está prevista a principios de 2000 en Ediciones Bajo Cero.

 

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Pereira terminará por recalificar el catolicismo como componente ideológico. No lo rechaza, sino que toma conciencia de que el compromiso ético que propone el cristianismo no concordaba con la acción de la Iglesia de su tiempo, muy condescendiente, como se sabe, con los movimientos fascistas. La gran sacudida se la dará su amigo el Padre António, que le recrimina en varias ocasiones sus débiles lazos con el mundo. «Pereira gli chiese cosa gli era successo e Padre António gli disse: ma come, non hai saputo?, hanno massacrato un alentejano sulla sua carretta, ci sono scioperi, qui in città e altrove, ma in che mondo vivi, tu che lavori in un giornale?, senti Pereira, va un po' a informarti» (SP: 15) [Pereira le preguntó qué le había sucedido y el Padre António le dijo: ¿cómo? ¿no te has enterado? Se han cargado a un alentejano en su carreta, hay huelgas, aquí, en la ciudad, y en otros sitios, ¿pero en qué mundo vives, tú que trabajas en un periódico?, Oye, Pereira, a ver si te informas un poco.]. El mismo Padre António le explicará los entresijos políticos del Vaticano y le mostrará que las creencias religiosas no eximen de la militancia política, sino al contrario: aportan un sentido ético que pugna por manifestarse también en la vida pública.

 

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No me adentraré ahora en lo que creo una falsa polémica entre el arte como conocimiento y el arte como comunicación. No es posible conocer sin una organización sígnica (retórica), por lo que toda forma de conocimiento implica un discurso, igual que en cualquier caso de comunicación. Ni existe, en último término, conocimiento sin discursividad ni existe comunicación sin conocimiento.

 

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«A estas alturas de mi narración, mis lectores quizás estén pensando que no es de 'buen gusto' literario que el autor tironee a cada rato la manga del que lee para recordarle su presencia, sembrando el texto con comentarios que no pasan de ser informes sobre el transcurso del tiempo o el cambio de escenografía.

Quiero explicar cuanto antes que lo hago con el modesto fin de proponer al público que acepte lo que escribo como artificio. Al interponerme de vez en cuando en el relato sólo deseo recordarle al lector su distancia con el material de esta novela, que quiero conservar como objeto mío, mostrado, exhibido, nunca entregado para que el lector confunda su propia experiencia con él. Si logro que el público acepte las manipulaciones del autor, reconocerá no sólo esta distancia, sino también que las viejas maquinarias narrativas, hoy en descrédito, quizás puedan dar resultados tan sustanciosos como los que dan las convenciones disimuladas por el «buen gusto» con su escondido arsenal de artificios. La síntesis efectuada al leer esta novela -aludo al área donde permito que se unifiquen las imaginaciones del lector y del escrito- no debe ser la simulación de un área real, sino que debe efectuarse en un área en que la apariencia de lo real sea constantemente aceptada como apariencia, con una autoridad propia muy distinta a la de la novela que aspira a crear, por medio de la verosimilitud, otra realidad, homóloga pero siempre accesible como realidad. En la hipócrita no-ficción de las ficciones en que el autor pretende eliminarse siguiendo reglas preestablecidas por otra novelas, o buscando fórmulas narrativas novedosas que deberán hacer de la convención de todo idioma aceptado como no convencional sino como 'real', veo un odioso fondo de puritanismo que estoy seguro que mis lectores no encontrarán en mi escritura» (José Donoso, 1983: 53-54).

 

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Nota de la redacción: Este trabajo apareció bajo el título de «The Significance of the sign in the Birth of General Grammar from Plato to Sametius», S. European Journal for Semiotic Studies (Viena) 10.4 (1998), 623-638 (Número monográfico, coordinado por José Romera Castillo, sobre Semiotics in Spain). Artículo que completa el «Panorama de la Semiótica en el ámbito hispánico (II): España», coordinado por José Romera Castillo, aparecido en Signa 8 (1999), 13-177.