Escena I
|
|
La escena es en un bosque contiguo a la casa de
MONSIEUR DE
GERVILLE.
|
|
ENRIQUE,
EUGENIA. EUGENIA está sentada en el
tronco de un árbol derribado, entretenida en quitar los
rabillos a una porción de fresas que tiene dentro del
sombrero de paja puesto entre sus rodillas. ENRIQUE trae más en el suyo, y
unas y otras están colocadas con mucho aseo sobre hojas de
parra.
|
ENRIQUE.- Toma, Eugenia: mira qué
porción tan grande: hoy sí que llevaremos fresas en
abundancia.
|
EUGENIA.- Ya no sé yo dónde echar
las mías: como que está colmado el sombrero.
|
—164→
|
ENRIQUE.- No sé cómo tarda tanto
Cecilia en traer el canastillo. No habrá más remedio
que ponerlas en tu delantal hasta que llegue.
|
EUGENIA.- Eso no, que están muy maduras y
se me llenaría de manchas. ¿Y luego qué
diría mamá? ¿Sabes lo que hemos de hacer? Las
echaremos todas en tu sombrero que es el más grande, y
mientras yo arreglo las que faltan, irás tú con el
mío a buscar otras. ¿No es lo mejor?
|
ENRIQUE.- No hay duda: entretanto vendrá
Cecilia, y para entonces creo que ya tendremos bastantes.
|
EUGENIA.- Hasta que estén todas en un
montón no se puede saber de cierto si son pocas o
muchas.
|
ENRIQUE.- Las que no quepan en el canastillo nos
las comeremos nosotros.
|
EUGENIA.- ¡Poca gana tendremos hoy,
Enrique! Esto de ser la última vez que estaremos a la mesa
con papá, ¿a quién no quitará el
apetito? ¿Y —165→
quién sabe si le volveremos a ver? Que es lo
peor.
|
ENRIQUE.- Mira, hermana; no has de ser tan
aprensiva: eso fuera bueno si todos los que van a la guerra
hubieran de morir forzosamente.
|
EUGENIA.- ¡Maldita guerra! Si los hombres
no fueran tan malos y se quisiesen unos a otros como Dios manda, no
hubiera guerras en el mundo.
|
ENRIQUE.- ¡Qué simpleza!
¿Pues no estamos riñendo nosotros por frioleras a
cada momento? Todos creemos tener razón, y muchas veces no
es fácil decidir quién la tiene. Otro tanto sucede
con los hombres, y ve ahí de que nacen las
desavenencias.
|
EUGENIA.-
¿Y por qué no se arreglan entre
sí como nosotros? Nuestras quimeras no cuestan sangre.
|
ENRIQUE.- Porque papá y mamá
acuden a terminarlas. Pero hermana, los hombres no se dejan manejar
como los niños, y sobre todo cuando tienen fuerzas a su
disposición. ¿Además si se —166→
nos hace una injuria, no hay derecho para repelerla?
¿Nos deberemos dejar desposeer de lo que es nuestro?
¿Ya ves que eso no es regular?
|
EUGENIA.- Tú siempre hablas como un
soldado.
|
ENRIQUE.- Como que no tardaré mucho en
serlo. Y digas lo que quieras, si no hubiera guerras, papá
no sería militar, no tendría sueldo, y sería
forzoso atenernos a nuestra hacienda, que no produce bastante para
tantos. Pero no llores por Dios, que me da tristeza.
|
EUGENIA.- Déjame llorar ahora que estamos
solos. Mejor es desahogarme aquí, que no después en
presencia de nuestros padres, aumentando su desconsuelo.
|
ENRIQUE.- Vamos; déjate de eso, y
distráete limpiando las fresas mientras yo vuelvo a llenar
tu sombrero.
|
EUGENIA.- Vete allá abajo, que por
aquí ya están cogidas las que había
maduras.
|
Escena III
|
|
El PRÍNCIPE
LUIS, un OFICIAL,
EUGENIA.
|
PRÍNCIPE.- (Al
OFICIAL.)
¡Qué niña tan graciosa! No me descubras que
quiero hablarla. (A EUGENIA dándola una
—168→
palmadita en el hombro.) ¡A Dios, hija:
qué aplicada estás!
|
EUGENIA.- (Sorprendida.)
¡Señor! ¡Jesús, qué
susto!
|
PRÍNCIPE.- Perdona, que no era mi
intención asustarte. ¿Para quién preparas esas
fresas? Por cierto que deben de ser muy buenas, y más
estando limpias por tan blanca y linda mano.
|
EUGENIA.- ¿Gusta V. probarlas,
Señor? (Le presenta el sombrero.)
Tómelas V. sin recelo, que están
recién cogidas, pero disimule que no tenga mejor plato en
que ofrecérselas.
|
|
(El PRÍNCIPE toma tres, y presenta
el sombrero al OFICIAL, el
cual toma dos.)
|
PRÍNCIPE.- No creo haberlas comido
mejores. ¿Las vendes?
|
EUGENIA.- No por cierto, aun cuando me diesen
mucho más de lo que valen.
|
PRÍNCIPE.- Dices muy bien, pues cogidas y
preparadas —169→
por esa manecita tan donosa no hay dinero con que
pagarlas.
|
EUGENIA.- No, señor, no es por eso. De
buena gana estarían a disposición de V. con cuantas
mi hermano y mi hermana pudieran coger de aquí a la tarde.
Pero están destinadas a papá,
(Limpiándose los ojos.) por ser
las primeras que cogemos para él, y acaso serán las
últimas que coma con nosotros.
|
PRÍNCIPE.- ¿Eso es decir que
está enfermo de peligro?
|
OFICIAL.- Es de esperar que no se halla en tanto
apuro una vez que piensa en comer fresas.
|
EUGENIA.- No hay nada de eso, a Dios gracias. Es
cierto que ha estado bien mato de dolores reumáticos todo el
invierno, pero ya está mejor, aunque no totalmente
restablecido. Sin embargo, pueda o no pueda, tendrá que
marchar mañana.
|
PRÍNCIPE.- ¿Tanta precisión
tiene de hacer ese viaje?
|
—170→
|
EUGENIA.- Sí, señor, porque su
regimiento pasará por el lugar, y debe incorporarse con
él sin remedio.
|
PRÍNCIPE.- ¿Su regimiento?
|
EUGENIA.- El del príncipe Carlos.
|
PRÍNCIPE.- (Despacio al
OFICIAL.)
¿Qué apostamos a que es alguna de las hijas del
capitán Gerville?
|
EUGENIA.- (Que lo ha
oído.) Sí, señores: ése
es mi papá: ¿le conocen Vds.?
|
PRÍNCIPE.- ¿No le hemos de conocer
si somos compañeros?
|
EUGENIA.- ¡Válgame Dios!
¿Pues que tan cerca está ya el regimiento?
|
PRÍNCIPE.- No, hija, no te asustes, que
no llegará hasta mañana. Nosotros nos hemos
adelantado de orden del Príncipe; se nos ha roto una rueda
del coche aquí cerca, y mientras la componen, que ya debe
faltar poco, nos entramos —171→
en este bosque por gozar de su sombra. ¿Dime, no sale
esta senda al camino real?
|
EUGENIA.- No, señor, que sale al
pueblo.
|
PRÍNCIPE.- ¿Al pueblo en que tu
papá tiene sus haciendas?
|
EUGENIA.- No tiene más que una casa con
su huertecita, este bosque y el prado inmediato. A esto sólo
se reducen sus haciendas, y aquí reside con mamá y
todos nosotros, siempre que no está de guarnición o
en campaña.
|
PRÍNCIPE.- ¿Parece que este
invierno ha estado bastante malo?
|
EUGENIA.- Muy malo, sí señor, y
nosotros tan afligidos como V. puede imaginar. Los dolores le han
tenido enteramente baldado, y además se le volvió a
abrir una herida que recibió en la cabeza la campaña
pasada. Lo peor de todo es que ahora que se iba restableciendo,
tiene que exponerse a nuevas penalidades.
|
—172→
|
PRÍNCIPE.- `¿Por qué no
pide una ampliación de su licencia apoyándola en los
informes del facultativo?
|
EUGENIA.- Ese paso ya le ha dado mamá,
sin que haya tenido ningunas resultas. No sabemos si consiste en
que el Rey no la ha creído, o en que no haya apoyado su
solicitud el príncipe, que manda su regimiento. Tal vez
será algún hombre despiadado.
|
PRÍNCIPE.- No extrañaré que
ni el Rey ni el Príncipe consientan de buena gana en
desprenderse de un oficial tan recomendable como tu papá, de
quien los oficiales jóvenes, como yo, tenemos tanto que
aprender.
|
EUGENIA.- Cierto, que V. parece bien joven.
¿También tendrá V. padres, no es verdad?
|
PRÍNCIPE.- (Algo
cortado.) Así es.
|
EUGENIA.- ¡Cuánto habrán
llorado al separarse V. de ellos! No se me olvidarán las
lágrimas que derramamos —173→
mamá y nosotras cuando mi hermano mayor marchó
a su colegio. Ya ve V. que eso no es nada comparado con una
campaña.
|
PRÍNCIPE.- También mi padre sirve
en el Ejército.
|
EUGENIA.- Siendo así ya nada
extraño, porque los padres que son militares no suelen tener
muy tierno el corazón. Sin embargo no lo digo por el nuestro
que es tan bueno, tan caritativo... menos en lo que llama puntos de
honor, que en esta materia es inexorable. Así yo tengo mis
recelos de que si no ha conseguido la prórroga de su
licencia, es por culpa suya.
|
PRÍNCIPE.- ¿Por qué
razón?
|
EUGENIA.- Porque no la ha solicitado con
formalidad: siempre diciendo que las licencias y los retiros en
tiempo de campaña son cosa de cobardes, y siempre deseando
tener bastantes fuerzas para montar a caballo e ir a derramar por
su patria la sangre que le queda. Ya estará contento, pues
se le va a cumplir su gusto, pero sus pobres hijos nos quedaremos
sin padre, si Dios no lo remedia.
|
—174→
|
PRÍNCIPE.- No te aflijas sin motivo,
criatura. Tú papá ha salido bien de muchas batallas,
y es de creer que ahora le suceda lo mismo. ¿Piensas que
cada bala que se tira mata un hombre? ¿No sabes que quien
las reparte es Dios?
|
EUGENIA.- Sí, señor, pero las
reparte entre los que se hallan allí, y alguna de ellas
puede tocar a mi papá.
|
PRÍNCIPE.- Eso es verdad. ¿Mas
quién es aquella niña que viene hacia este sitio?
|
EUGENIA.- Mi hermana Cecilia.
|
Escena IV
|
|
El PRÍNCIPE, el OFICIAL, EUGENIA, CECILIA.
|
EUGENIA.- ¡Gracias a Dios que estás
acá! ¿Cómo te has detenido tanto?
|
CECILIA.- Porque he tenido que ayudar a
mamá a —175→
arreglar la ropa de papá, y a hacer sus maletas.
|
EUGENIA.- Dame el canastillo.
|
CECILIA.- Toma. ¿Habéis cogido
bastantes fresas para llenarle?
|
EUGENIA.- Ahora lo verás.
(Echa en el canastillo las que tenía en el
sombrero de ENRIQUE.)
|
PRÍNCIPE.- (Al OFICIAL.)
¡Qué criaturas tan lindas!
|
CECILIA.- (A EUGENIA despacio.)
¿Quiénes son estos señores?
|
EUGENIA.- (Despacio.)
Dos oficiales del regimiento de papá.
|
CECILIA.- ¿Vienen a buscarle?
|
EUGENIA.- No por cierto: van a la ciudad a
esperar al Príncipe.
|
CECILIA.- Así quisiera Dios que ellos, y
el Príncipe y el regimiento estuvieran dos mil leguas de
aquí.
|
—176→
|
EUGENIA.- Habla bajo que temo nos oigan.
|
CECILIA.- ¡Qué se me da a
mí! ¡Bueno fuera que viniesen a llevar consigo a mi
papá, y no tuviera yo libertad para quejarme!
|
PRÍNCIPE.- (Al OFICIAL.) No me parece
que se alegran gran cosa de nuestra venida.
|
EL
OFICIAL.- Ya es tiempo de que V. A. se descubra.
|
PRÍNCIPE.- Nada de eso. ¡Si
supieras cuánto gusto me da su franqueza, y cuánto me
conmueve el cariño que manifiestan tener a sus
padres!...
|
EUGENIA.-
(A CECILIA.) Voy a ayudar
al pobre Enrique que está solo. Quédate
acompañando a estos señores, y mira por Dios
cómo hablas.
|
CECILIA.- Anda, que yo sabré entenderme
con ellos.
|
EUGENIA.- Señores, permítanme Vds.
que les presente a mi hermana Cecilia.
|
—177→
|
PRÍNCIPE.- Con mucho gusto.
|
EUGENIA.- Muy servidora de Vds.
|
PRÍNCIPE.- Su fisonomía indica un
carácter más resuelto y franco que la tuya, en que se
advierte cierta timidez. ¿No es verdad? (Al
OFICIAL, que contesta con
una inclinación de cabeza.)
|
EUGENIA.- Aquí se quedará dando a
Vds. conversación, mientras yo voy a ayudar a mi hermano
para volver pronto a casa, y anunciar a papá la visita de
Vds., de que se alegrará mucho.
|
CECILIA.- En eso no dice verdad, señores;
ni mi papá, ni nadie de casa se alegrará de recibir
hoy visitas, porque cabalmente deseamos pasar el día
solos.
|
EUGENIA.- Ésta es una atolondrada que
dirá mil tonterías. Ruego a Vds. por Dios que se las
disimulen.
|
CECILIA.- Aquí no hay nada que disimular.
Estos señores —178→
saben muy bien, que cuando hay forasteros a la mesa, no se
atreven las niñas a despegar sus labios, y yo por mi parte
tengo muchas cosas que decir a papá, y no quisiera que se me
pudriesen en el pecho.
|
PRÍNCIPE.- Pierdan Vds. cuidado, que no
seremos tan imprudentes que vayamos a interrumpir sus dulces
coloquios.
|
|
(EUGENIA les hace
una reverencia graciosa, y se va.)
|
Escena V
|
|
El PRÍNCIPE, el OFICIAL, CECILIA.
|
CECILIA.- Pero díganme Vds.,
señores, ¿con qué conciencia se atreve el Rey
a privar de su papá a unos pobres muchachos como nosotros?
¿Piensa que no hace falta un padre para educar a sus
hijos?
|
PRÍNCIPE.- Sí; ¿pero
piensas tú que no le hacen falta valientes soldados que le
dejen airoso en los combates?
|
—179→
|
CECILIA.- Y ¿Qué necesidad hay de
combates? ¿Por otra parte cuando mi papá se ocupa en
dar buena educación a sus hijos, puede decirse que es
inútil al Estado?
|
PRÍNCIPE.- Y especialmente si todos tus
hermanos están tan adelantados como tú.
|
CECILIA.- ¡Hola! ¿Se burla V. de
mí? También en casa suelen decirme que soy algo
desenfadada, y que una escarapela me sentaría tan bien como
a un militar.
|
PRÍNCIPE.- Sí, sí: yo lo
creo. Serías una amazona de quien temblaría todo el
mundo.
|
CECILIA.- ¡Oh! Con una espada en la mano,
no se burlaría nadie de mí tan fácilmente.
|
PRÍNCIPE.- Si en eso consiste,
aquí tienes la mía. ¿Quieres que te arme
caballero?
|
CECILIA.- Con mucho gusto. Tendré sumo
placer en serlo por vuestra mano.
|
—180→
|
PRÍNCIPE.- (Después
de entregarla su espada hace ademán de darla un
beso.) Estas son las primeras ceremonias.
|
CECILIA.- No, no; por lo que hace a la
última, hágame V. el favor de suspenderla.
|
PRÍNCIPE.- (Insistiendo en
besarla.) ¡Oh! ¡Eres una muchacha tan
hechicera!...
|
CECILIA.- (Huye
gritando.) ¡Enrique! ¡Eugenia!
|
PRÍNCIPE.- ¿Qué es eso?
¿Me tienes miedo?
|
CECILIA.- ¿Miedo? No por cierto. Pero
bueno será que no se acerque V. a mí demasiado, o
tendré que llamar a mi papá. También es
oficial como V., y no consentirá que nadie incomode a su
Cecilia.
|
PRÍNCIPE.- No tengo la menor
intención de incomodarte. Esto era una chanza y nada
más.
|
Escena VI
|
|
El PRÍNCIPE, el OFICIAL, CECILIA, ENRIQUE, EUGENIA.
|
ENRIQUE.- (Con aire
altivo.) ¿No has dado un grito, Cecilia?
Aquí tienes quien te defienda.
|
PRÍNCIPE.- ¿Contra nosotros,
amiguito?
|
ENRIQUE.- Contra todos los que ofendan a mi
hermana.
|
CECILIA.- Muchas gracias, Enrique. Aunque
involuntariamente di un grito, no necesito del favor de tu brazo. Y
si no, mira; aquí tienes ya desarmado al enemigo.
(Vuelve la espada al PRÍNCIPE.)
Tenga V. su espada
que por esta vez le perdono la vida, pero cuidado con otra;
¿entiende V.?
|
PRÍNCIPE.- No he visto en mi vida una
criatura más singular que tú.
|
—182→
|
EUGENIA.- Me alegro de que lo oiga de boca de V.
Pero, señores, ya tenemos fresas en más abundancia, y
podemos ofrecerlas sin reparo. Tomen Vds. las que gusten.
|
PRÍNCIPE.- No creáis que hagamos
tal cosa, sabiendo el respetable destino que queréis
darlas.
|
EUGENIA.- Las que Vds. gusten tomar se
descontarán de la parte que nos corresponde a nosotros, y
nada perderemos por comer hoy menor cantidad. Vds. son del
regimiento de papá, y es nuestra obligación
complacerles en cuanto podamos.
|
CECILIA.- (Sacando un ramillete
del seno y presentándosele al PRÍNCIPE.)
Siendo así, voy a dar a V. este ramillete que cogí
para mí, y a fe que no le daría si papá y
mamá no tuviesen cada uno el suyo. Pero como es mío,
se lo regalo a V.
|
PRÍNCIPE.- Y yo lo acepto de mil amores
dándote un millón de gracias, amable Cecilia.
|
—183→
|
CECILIA.- Ahora reparo que está algo
marchito. Si V. tiene a bien esperar un poco, verá V.
cómo le hago uno de flores más frescas. Tendrá
jazmines, violetas, madreselva... como que el jardín
está todo lleno.
|
EUGENIA.- Si quieres que haya rosas no tienes
más que acudir al rosal que está debajo de mi
ventana, y tomar las que hubieren amanecido abiertas.
|
CECILIA.- ¡Vaya! ¿Quiere V.?
|
PRÍNCIPE.- Ésa es demasiada
bondad, hermosas niñas, y la agradezco en el alma, pero me
gusta más hablar con Vds. que cuantas flores hay en el
mundo.
|
CECILIA.- Ahora me ocurre una cosa. ¿No
me dirá V., señor oficialito, qué es lo que se
debe hacer para dejar el servicio honradamente? ¿Si V.
quisiera darnos un buen consejo para que no se llevasen a
papá?...
|
EUGENIA.- Si V. nos sacara de este apuro, le
daríamos todo cuanto tenemos.
|
—184→
|
ENRIQUE.- (Que se ha estado
divirtiendo con las borlas de la espada del PRÍNCIPE, y mirando con la
mayor atención su sombrero y su uniforme.)
Mis timbales, mi cartuchera y mi fusil, todo
está a la disposición de V. como papá se quede
con nosotros.
|
CECILIA.-
(Con aire misterioso.) Y
yo le permitiré a V. de bien a bien que haga lo que poco ha
intentaba hacer por fuerza.
|
PRÍNCIPE.- Son tantas las cosas que me
ofrecéis, que me alegrará de tener algún
arbitrio...
|
EUGENIA.-
(Afligida.) ¿No tiene V. ninguno de veras? De
ese modo no hacemos más que estar afligiendo a V., sin que
pueda sacarnos del ahogo.
|
CECILIA.- No; pues yo no me contento con eso. El
Príncipe Carlos que es el coronel tiene que pasar por
aquí, y ya tengo pensado lo que he de hacer. Nosotros tres,
y los otros dos hermanitos más pequeños iremos todos
juntos, nos echaremos a sus pies, y agarrándonos bien a los
faldones de la casaca, a las botas y a cuanto —185→
podamos, no nos levantaremos hasta que nos otorgue nuestra
petición.
|
EUGENIA.- Sí, sí: muy bien
pensado. Con eso verá nuestras lágrimas,
escuchará nuestros clamores, le contaremos la enfermedad de
papá y la debilidad que le queda todavía de sus
resultas, y sobre todo le pintaremos lo que nos dará que
sentir esta separación. ¿Cree V. que ha de ser tan
inhumano que nos eche de sí despiadadamente?
|
PRÍNCIPE.- No es creíble; pero el
caso es que hasta dar principio a la campaña no
vendrá a reunirse con nosotros. La fortuna que hay es que el
Príncipe Luis su hijo viene en el regimiento en calidad de
voluntario.
|
ENRIQUE.- (Que siempre lo ha
estado mirando de hito en hito.) ¿De
voluntario?
|
PRÍNCIPE.- Sí, para aprender el
arte de la guerra al lado de su padre. Estoy cierto de que se
interesará mucho en vuestro favor.
|
—186→
|
EUGENIA.- ¿Tiene V. algún influjo
con él?
|
PRÍNCIPE.-
(Sonriéndose.) Sí, cuando cumplo con
mi obligación.
|
EUGENIA.- Pues háblele V. por mi
papá en caridad, a fin de que se sirva conservarle para bien
nuestro. Procure V. por Dios aligerar lo posible las cargas del
servicio que le impongan, y si por desgracia cayere enfermo o
herido... (Los sollozos no la dejan
proseguir.)
|
CECILIA.- ¿Cómo herido? No,
señor; no dé V. lugar a tanto. Si ve V. algún
sable alzado amenazando su cabeza, atraviésese V. corriendo
a quitarle el golpe.
|
PRÍNCIPE.-
(Aparte.) ¡Qué trabajo me
cuesta reprimirme! (Alto.) No, hijas
mías, ningún recelo tengáis por su vida, yo os
lo aseguro.
|
|
(Habla con el OFICIAL, el cual se va.)
|
EUGENIA.- (Limpiándose las
lágrimas.) ¿Conque podemos contar con
V.? ¡Qué gusto tan grande! Mas no por eso se olvide V.
—187→
de nosotros cuando vea al Príncipe. ¡Por Dios
que nos restituya pronto a papá!
|
CECILIA.- Dígale V. que somos una
porción de niños que como una manada de pollos han
menester para robustecerse el abrigo de las alas de su padre.
Dígale V. también que una muchacha de ocho
años le desea mil felicidades, si le devuelve un padre a
quien ama, y cuyo amparo necesita.
|
EUGENIA.- Sí, señor; dejamos a V.
con esta lisonjera esperanza, y aunque nos quedan bastantes cosas
que decirle, su buen corazón de V. las adivinará.
Perdone V. el que nos vayamos, porque papá estará ya
esperándonos con impaciencia, pues no nos queda más
tiempo de gozar de su lado que hasta mañana.
|
PRÍNCIPE.- Id con Dios, preciosas
niñas, mas permitid que os deje alguna expresión en
memoria del placer que he tenido en este corto rato. Toma esta
sortija, amable Eugenia. (Se quita una del
dedo.) Ahora será demasiado holgada para ti,
pero ya te la estrechará un platero.
|
—188→
|
EUGENIA.- (Rehusando la
sortija.) No, señor; eso no: mi papá
no lo llevaría a bien, y no quisiera darle motivo de
disgusto por cuanto el mundo vale.
|
PRÍNCIPE.- No hay remedio; es preciso que
la tomes. Por lo demás, a mi cargo queda desenojarle cuando
venga al regimiento.
|
EUGENIA.- Muy bien está. De ese modo
papá se la entregará a V. si no le parece conveniente
que la haya tomado. En caso que no lo lleve a mal, tendré a
mucho honor la memoria de V. y la conservaré mientras
viva.
|
CECILIA.- (Tomando de la mano a su
hermana.) Vámonos, Eugenia, que nos hemos
detenido demasiado.
|
PRÍNCIPE.- Y tú, Cecilia,
¿repugnarás por ventura recibir un recuerdo
mío? Aquí tienes este estuche de metal dorado con una
piedra falsa.
|
CECILIA.- (Mirando el
estuche.) ¿Falsa? No, señor:
aquí no hay nada falso sino las palabras de V. Esto es oro y
muy oro, —189→
y no le quiero tomar. Apuesto a que le ha pillado V. en
algún saqueo. Mi papá aunque también es
capitán, no tiene alhajas de éstas que poder regalar.
Bien que él nunca ha traído a casa despojos de
nadie.
|
PRÍNCIPE.- No tengas escrúpulos,
que tampoco esto lo es. Son alhajillas mías que de nada me
pueden servir en campaña. Si no quieres quedarte con el
estuche, guárdamele hasta la vuelta.
|
CECILIA.- Eso es diferente.
|
PRÍNCIPE.- ¿Y no me darás
un beso por vía de recibo para mi seguridad?
|
CECILIA.- Ya sabe V. que se le tengo ofrecido
con ciertas condiciones. Si V. las cumple...
|
PRÍNCIPE.- Puesto que no hay otro
arbitrio, haré cuanto pueda por cumplirlas.
|
CECILIA.- Pues para ese caso me hallará
V. pronta. Ven con nosotras, Enrique.
|
—190→
|
ENRIQUE.- Idos delante, que yo tengo una cosa
reservada que decir a este señor.
|
PRÍNCIPE.- Soy contigo al instante,
amiguito.
|
|
(Entra el OFICIAL,
se acerca al PRÍNCIPE, le da una carta, y
hablan un poco los dos en secreto.)
|
CECILIA.- (A ENRIQUE por lo bajo.)
¿Es para que te dé también un regalito?
|
ENRIQUE.- Yo no quiero regalos de nadie. Es cosa
de más importancia.
|
CECILIA.- Si tuviera humor de divertirme, me
reiría mucho de ese aire de gravedad, de que te has
revestido para tratar el asunto de importancia.
|
ENRIQUE.- Y si tú no fueras mi hermana,
me habías de pagar a buen precio el haberme creído
capaz de sonsacar regalos a las gentes.
|
CECILIA.- A Dios; que salgas airoso de tu asunto
importante.
|
Escena VII
|
|
El PRÍNCIPE, el OFICIAL, ENRIQUE.
|
PRÍNCIPE.- Me alegro de que hayas querido
acompañarme un rato más, querido Enrique, porque
hasta ahora nos conocemos muy poco. Acaban de decirme que
todavía no está listo el carruaje, conque podemos
tratar el punto que quieras.
|
ENRIQUE.- No quisiera que sospechase V. que me
he quedado aquí con intención de que me dé V.
nada.
|
PRÍNCIPE.- No tengo semejante
sospecha.
|
ENRIQUE.- Dígolo porque habiendo V.
regalado a mis hermanas, pudiera imaginar... pero desde ahora
protesto que nadie me hará tomar un alfiler.
|
PRÍNCIPE.- Por desgracia tampoco tengo a
mano cosa alguna que ofrecerte.
|
—192→
|
ENRIQUE.- Esa desgracia la miro como fortuna,
pues así ni V. caerá en la tentación de dar,
ni yo en la de recibir.
|
PRÍNCIPE.- (Al
OFICIAL.)
¿No te gusta la fisonomía franca de este chico, y los
nobles sentimientos que descubre? (El OFICIAL inclina la
cabeza.)
|
ENRIQUE.- Sólo quisiera hacer a V. una
pregunta.
|
PRÍNCIPE.- ¿Di cuál es?
|
ENRIQUE.- Dijo V. poco ha que el hijo del
Príncipe servía en clase de voluntario.
¿Qué se entiende por voluntario?
|
PRÍNCIPE.- Un soldado libre que no tiene
obligación ni grado alguno: sirve porque quiere, sigue el
regimiento y el servicio cuando le acomoda, y cuando no, se vuelve
a su casa.
|
ENRIQUE.- ¡Oh! Pues si yo lo fuera, no me
volvería mientras pudiera haber combates. Con esta
condición sería voluntario de buena gana.
|
—193→
|
PRÍNCIPE.- Pero has de saber que para
servir de voluntario se necesita tener dinero. ¿Supongo que
tú le tendrás en abundancia?
|
ENRIQUE.- ¿Qué es eso de
tú, tú?
¿No sabe V. que mi papá es capitán, y que yo
lo he de ser también con el tiempo?
|
PRÍNCIPE.- Pues por lo mismo te tratamos
ya como a un camarada.
|
ENRIQUE.- Si es por eso, tutéenme Vds.
cuanto quieran. ¿Pero qué decía V. de dinero?
¿Pues no tiene el Rey bastante, y no está obligado a
mantener a los que le sirven?
|
PRÍNCIPE.- Es mucha verdad, pero eso no
se entiende con el que sirve de voluntario porque no tiene plaza
fija en el Ejército.
|
ENRIQUE.- Lo siento mucho. Y yo por otra parte
poco gasto había de hacer, pues con agua y pan de
munición estaría contento. ¡Si a lo menos
quisiesen recibirme en lugar de mi papá!...
|
—194→
|
PRÍNCIPE.- ¡Cierto que
harías muy buen papel a la cabeza de una
compañía! ¿No ves que para eso se necesita
representación y experiencia?
|
ENRIQUE.- Si no tengo la suficiente para mandar,
la tendré para obedecer. Yo lo que deseo es servir al Rey
aunque empiece en clase de soldado.
|
PRÍNCIPE.- ¿Y cómo te
compondrías para hacer las marchas?
|
ENRIQUE.- Andaría a pie lo que pudiese, y
luego mal sería que no hubiese un carro en que echarme, o un
cañón en que ir montado.
|
PRÍNCIPE.- ¿Pero no ves que si
habías de servir por tu padre, era fuerza que te separases
de él?
|
ENRIQUE.- Eso importa poco con tal que no
desampare a mamá y a mis hermanos, y halle ese descanso en
su vejez. Ya ve V. que el Rey nada pierde en el cambio, porque mi
papá poco puede ya servir, y yo dentro de algunos
años seré tan buen militar como él lo ha sido.
—195→
¡Tengo tal pasión a la guerra! Mire V. no hay
canción alguna de los granaderos, que no la sepa, y la
acompañe al son de la caja. Aquí tengo un cuaderno
que contiene varias de ellas: quédese V. con él si
gusta, pues yo no lo he menester porque ya las sé de
memoria.
|
PRÍNCIPE.- Dámelas acá y en
cambio te daré yo una muy buena que traigo aquí.
(Abre su cartera y saca unos
papeles.)
|
ENRIQUE.- Si no es más que una
canción no tengo inconveniente en recibirla.
|
PRÍNCIPE.- Mira; ésta es para tu
padre.
|
ENRIQUE.- ¡Qué! ¡Si mi
papá no sabe ya cantar, ni le gusta otra música que
el estruendo del cañón!
|
PRÍNCIPE.- Nada importa; pues con
sólo leerla estoy seguro de que se divertirá
infinito. Ésta otra es para ti.
|
ENRIQUE.- (Saltando de
alegría.) Muchas gracias; a ver si es alguna
de las mías...
|
—196→
|
PRÍNCIPE.- No, que luego la
leerás... después que nos vayamos. (Le
da juntos los dos papeles.) Mételos en el
bolsillo, y cuidado no los pierdas. Adiós, querido, y cuenta
conque ya somos camaradas.
|
ENRIQUE.- (Se echa en sus
brazos.) Sí, sí; ya lo somos; y
siempre le querré a V. como tal. En la primera batalla
iré a pelear a su lado de V. ¿No es verdad?
|
EL
OFICIAL.- Ahora vamos a llevar la noticia al
regimiento.
|
ENRIQUE.- Háblenle Vds. bien de
mí, y díganle que me voy a dar prisa a crecer para
incorporarme cuanto antes en las filas.
|
PRÍNCIPE.- Conozco cuán costoso
debe ser para el corazón de un padre el separarse de unos
niños tan preciosos. Retirémonos un poco a observar
lo que hace Enrique al abrir los papeles, y a gozar de los primeros
arrebatos de alegría que le causará su lectura.
|
|
(Éntranse en el bosque siguiéndolos
ENRIQUE con la vista hasta
que se le ocultan.)
|
Escena IX
|
|
MONSIEUR DE
GERVILLE, con semblante abatido y pasos vacilantes como de
un convaleciente, MADAME DE
GERVILLE, EUGENIA,
CECILIA, ENRIQUE y MARIANA, que trae a su padre de la
mano, FEDERICO en los
brazos de su madre.
|
MONSIEUR DE
GERVILLE.- ¿Dónde está?
¿Dónde está que no le veo?
(Viendo a ENRIQUE.) Enrique,
¿dónde se halla el príncipe?
|
ENRIQUE.- Yo no he visto ningún
príncipe, papá.
|
CECILIA.- Aquel señor joven que estaba
hablando con nosotros.
|
EUGENIA.- Él que me dio esta sortija;
porque dice papá que sólo un príncipe pudiera
haberme hecho tan rico regalo.
|
ENRIQUE.- (Con
sentimiento.) ¡Majadero de mí!
¡Qué no le haya conocido!
|
—199→
|
EUGENIA.- ¡Qué señor tan
generoso!
|
CECILIA.- ¡Tan bueno!, ¡tan
tratable! ¡Con qué cuidado guardaré mi precioso
estuche toda la vida!
|
MONSIEUR DE
GERVILLE.- ¿Pero ha mucho que se marcho?
|
ENRIQUE.- Ahora mismo. Cuando Vds. llegaron iba
yo tras él.
|
MONSIEUR DE
GERVILLE.- ¡Paciencia! Preciso será
esperar a mañana, pues afortunadamente le debo encontrar en
la ciudad inmediata, y podré manifestarle mi gratitud.
Siento sin embargo no tener el gusto de alojarle en casa esta
noche. ¿Ni os hubierais alegrado también vosotros de
tenerle por huésped?
|
ENRIQUE.- Yo muchísimo.
¡Cómo que me llama su camarada!
|
CECILIA.- Pues yo, aunque le quiero infinito, me
alegro de que no se haya quedado, porque así tendremos
más libertad para gozar de la compañía
—200→
de V. el poco tiempo que nos queda.
|
MADAME DE
GERVILLE.- Tiene razón Cecilia. A lo menos,
hijos míos podré yo mezclar mis lágrimas con
las vuestras libremente, y entonces hubiera tenido que reprimirme y
sofocar mis suspiros.
|
MONSIEUR DE
GERVILLE.- Ésa es otra razón más
para sentir que no se haya quedado, porque reprimiendo vosotros
vuestra aflicción, hubiera yo tenido bastante esfuerzo para
contener la mía: ya veis que en la necesidad de haber de
dejaros...
|
MARIANA.- (Tomando con ambas manos
la de su padre, y besándola.) Por Dios,
papá, no hable V. de eso.
|
|
(El niño apartándose de su madre extiende los
brazos hacia su padre y éste le toma en los suyos, y le
besa.)
|
MONSIEUR DE
GERVILLE.- No, hijos míos: mi ausencia no puede
ser larga. La paz es lo que más desea nuestro buen Rey, y no
debe tardar en hacerse. Yo a lo menos tengo gran confianza en que
pronto he de volver a veros.
|
—201→
|
MADAME
DEGERVILLE.- Pero lo cierto es que te vas, y nosotros
quedamos en el mayor desconsuelo.
|
EUGENIA.- De muy buena gana le volvería
yo mi sortija con tal que le dejase a V. con nosotros.
|
CECILIA.- Muy bonito es su estuche; pero con esa
condición se le devolveré gustosa.
|
ENRIQUE.- Y yo su papel de doblones. Mire V. lo
que me dio diciéndome que era una canción granadera.
(Le da el papel.)
|
MONSIEUR DE
GERVILLE.- (Dando al niño a su
madre.) ¿A ver qué te ha dado?
(Lee.) ¡Qué joven tan
bondadoso, y qué modo tan amable de ejercer su generosidad!
Ésta es sin duda una libranza de las que su padre
habrá puesto a su disposición para sus
diversiones.
|
ENRIQUE.- ¿Conque según eso me
engañó como un chino? Ya puede V. volvérsela
al momento que le vea, pero ahora que me acuerdo, también me
dio otra canción para V.
|
—202→
|
MONSIEUR DE
GERVILLE.- ¿Para mí? No es posible,
Enrique.
|
ENRIQUE.- ¿Cómo que no? Ahora la
verá V.
|
LOS
CHICOS.- (Riéndose unos con
otros.) ¡Una canción para papá!
¡Qué risa! (Rodean todos a su padre con
la mayor curiosidad.)
|
MONSIEUR DE
GERVILLE.- ¡Cielos! ¡El sello real!
¿Qué vendrá a ser esto? (Abre el
pliego y lee las primeras líneas.) ¡Oh
querida esposa! ¡Hijos míos! Regocijáos.
|
MADAME DE
GERVILLE.- O te quedas con nosotros, o no: ninguna
otra cosa puede causarme el menor regocijo.
|
MONSIEUR DE
GERVILLE.- Déjame leerlo
todo. (Todos están alrededor con el mayor
silencio; lee algunos renglones.)
¡Oh gran
Monarca! (Sigue leyendo.) No, esto es
demasiado: ni aún en sueños hubiera yo podido
figurarme un fortunón de esta especie.
|
MADAME DE
GERVILLE.- Por Dios, sácame de dudas.
|
—203→
|
EUGENIA.- (Muy
deprisa.) Papá, díganos V. lo que
es.
|
CECILIA.- (Muy
deprisa.) Yo no puedo con mi impaciencia.
|
ENRIQUE.- (Muy
deprisa.) ¿A qué se reduce su
canción de V.?
|
MONSIEUR DE
GERVILLE.- (Abrazando a su
mujer.) Ya no nos separaremos jamás.
(Echa los brazos a todos los chicos que están
rodeados a él.) Siempre estaremos juntos,
hijos míos: (A su mujer.) Toma,
léelo tú misma.
|
MADAME DE
GERVILLE.- (Tomando el papel medio
aturdida.) Yo no sé lo que me pasa, ni
sé si acertaré a leerle.
|
|
(Los niños saltan, se abrazan y hacen otras
demostraciones de alegría.)
|
TODOS.- Ya no se va papá: ya no se va:
¡Qué alegría tan grande!
|
MADAME DE
GERVILLE.- ¿Pero cómo es esto? Yo estoy
aturdida.
|
—204→
|
MONSIEUR DE
GERVILLE.- Esto es que el Rey, compadecido de mis
males, me dispensa de ir a campaña, añadiendo que en
premio de mis buenos servicios me nombra gobernador de una
ciudadela con el grado de coronel. ¿Queréis
más?
|
MADAME DE
GERVILLE.- ¿Es posible? ¡Qué
felicidad tan inesperada!
|
EUGENIA.- ¡Tantas gracias a un tiempo!
|
CECILIA.- Ya no me trueco por nadie del
mundo.
|
ENRIQUE.- ¿Conque ya es coronel?
|
MONSIEUR DE
GERVILLE.- Ahora es cuando puedo decir que empiezo a
ser completamente dichoso. (A MADAME DE GERVILLE.)
Perdona, querida esposa. Lo más singular es que yo no he
dado paso alguno, ni hecho la menor solicitud.
|
MADAME DE
GERVILLE.- Eso ya lo sabía yo, y por lo mismo
me atreví a representar a S. M. tu situación y
nuestros deseos. ¡Quién hubiera podido esperar tan
próspero resultado!
|
—205→
|
EUGENIA.- Ya veo, papá, que si
mamá y el Rey no hubieran mirado por nosotros más que
V....
|
CECILIA.- ¿Conque V. nos estaba
engañando cuando decía que enviaba continuas
representaciones para quedarse? ¿Y está eso bien
hecho?
|
MONSIEUR DE
GERVILLE.- ¿Tenéis razón?; pero
¿Qué queríais que hiciese? ¡Es cosa tan
mal recibida entre los militares pedir su retiro en tiempo de
guerra! Por otra parte bien conozco que no estoy ya para servir, y
que me fuera imposible resistir las fatigas de una
campaña.
|
MADAME DE
GERVILLE.- ¿Y qué ventajas hubieran
resultado de tu obstinación? Quitarme a mí la vida, y
dejar a tus hijos reducidos a la orfandad y a la miseria. En fin
Dios lo ha hecho mejor, y es inútil hablar de esto. Lo que
ahora importa es darle gracias por sus misericordias, y ver si
podemos hallar al Príncipe, pues tal vez no habrá
marchado aún. Sentiría mucho no poder hospedarle esta
noche y manifestarle nuestro agradecimiento.
|
—206→
|
ENRIQUE.- Vamos corriendo hacia el camino.
|
MONSIEUR DE
GERVILLE.- Sí; eso es lo mejor. Lo que siento
es no estar tan ágil como vosotros.
|
CECILIA.- Ahora sí, que le daría
tres besos en lugar de uno.
|
|
(Se preparan a echar a correr cuando de repente sale del
bosque el PRÍNCIPE.)
|
Escena X
|
|
El PRÍNCIPE, el OFICIAL, MONSIEUR DE GERVILLE, MADAME DE GERVILLE, EUGENIA, CECILIA, ENRIQUE, MARIANA y FEDERICO.
|
PRÍNCIPE.- (Agarrando a
CECILIA.)
Pues, amiga, te tomo la palabra. (La
da tres besos.)
|
EUGENIA y
ENRIQUE.- El príncipe; el príncipe.
|
CECILIA.- (Un poco
avergonzada.) ¡Qué susto me ha dado V.
con sus besos!
|
—207→
|
MONSIEUR DE
GERVILLE.- ¡Oh Príncipe mío!
¡Cómo podré expresar a V. A. mi reconocimiento
por tantos favores!
|
MADAME DE
GERVILLE.- Tampoco yo encuentro palabras con que
pintar a V. A. mi gratitud, como quisiera, no sólo en mi
nombre sino en el de mis hijos, pues por su mediación he
recobrado a mi esposo, y ellos a su buen padre.
|
PRÍNCIPE.- Esos beneficios no es a
mí a quien se deben sino a nuestro justo Monarca, ni tengo
más parte en ellos que la de ser el conducto por donde se
han comunicado a Vds. Perdida la esperanza de tener por
compañero en esta campaña a Monsieur de Gerville,
cuyas lecciones y ejemplo me hubieran sido utilísimos, quise
tener el consuelo de dar una buena noticia a su respetable esposa y
a sus amables niños, disfrutando en ello una
satisfacción y un regocijo que no olvidaré
jamás. (Alarga la mano a MONSIEUR DE GERVILLE, que la aprieta
entre las suyas y la besa.)
|
MONSIEUR DE
GERVILLE.- Nada prueba tanto la bondad de V. A. como
—208→
la parte que se digna tomar en la felicidad de una familia,
a quien ve por la vez primera.
|
MADAME DE
GERVILLE.- Después de regalar tan generosamente
a mis hijos, y de haber sufrido con tanta afabilidad sus
impertinencias, ¿cómo no he de estar llena de
confusión y agradecimiento?
|
EUGENIA.- Estoy avergonzada por haber aceptado
la sortija, pues no creí que fuese de tanto valor.
|
PRÍNCIPE.- El valor le tiene ahora por
estar en tu mano: yo la desconozco enteramente.
|
CECILIA.- También quisiera yo devolveros
el estuche, pero veo que será perder el tiempo.
|
ENRIQUE.- No; pues yo reclamo la canción
que V. A., me tiene ofrecida, y le devuelvo este papel que es cosa
muy diversa.
|
PRÍNCIPE.- Cierto que me
equivoqué; pero ya no tiene remedio. Por otra parte mi padre
ha cuidado de proveerme de equipaje con tanta abundancia,
—209→
que ninguna falta puede hacerme esa cantidad bien que se
puede emplear en el del alférez Enrique de Gerville.
|
ENRIQUE.- ¿Alférez yo? ¿Y
del regimiento de V. A.?
|
PRÍNCIPE.- Sí, amiguito, pronto
tendrás tu despacho corriente.
|
ENRIQUE.- ¡Estoy loco de contento! De esa
manera se conservará en el regimiento nuestro apellido, y yo
procuraré que no sea con menos honor que hasta
aquí.
|
MADAME DE
GERVILLE.- V. A. nos acaba de dispensar tal
cúmulo de gracias, que no sé si me atreva a pedirle
otra que sería de suma satisfacción para
mí.
|
PRÍNCIPE.- Quien tiene que pedir a Vds.
un favor soy yo, y es que a mi compañero y a mí nos
reciban en su casa por esta noche, porque veo que es tarde para
llegar a la ciudad. (MONSIEUR y MADAME DE GERVILLE contestan con una
gran reverencia.)
Esto se entiende,
si no lo tiene a mal Cecilia.
|
—210→
|
CECILIA.- Una vez que V. no se ha de llevar a
papá, estése V. el tiempo que quiera.
|
EUGENIA.- Ahora por fin tengo esperanzas de que
coma V. mis fresas.
|
CECILIA.- Por cierto que cuando las cogimos
estábamos muy lejos de creer que las hubiésemos de
comer con tanto gusto.
|
EUGENIA.- Y en tan buena
compañía.
|
|
(Cae el telón.)
|