61
Aristóteles,
Del sentido y lo sensible, pp. 87-8. La
memoria se ofrece
«a manera de una especie de grabado o pintura... igual
que cuando los hombres sellan algo con sus anillos sellados.»
(N. del A.)
62
Menudean también las referencias a la melancolía
en el episodio de los duques ante la justa frustrada de Tosilos y don Quijote
(cap. LVI; II, 478). Y más tarde, a propósito de los
agüeros:
«derramósele al otro Mendoza la sal encima de
la mesa y derramósele a él la melancolía por el
corazón»
(II, 487). Los accesos de cólera en el
gobierno de Sancho son constantes. Tampoco don Quijote la abandona (II, 493),
entreverándola con la melancolía. (N. del A.)
63
Ante la vista del mar, surge el recuerdo de las lagunas de
Ruidera. Por contra, el carecer de precedentes vistos respecto a los barcos
hace que Sancho piense en
«cómo pudieran tener tantos pies aquellos
bultos que por el mar se movían»
(II, 519). (N. del A.)
64
Aristóteles, Del sentido y lo sensible..., pp. 85-6. (N. del A.)
65
Sobre tal opinión, véase el cap. XIV de Moria (cf. Antonio Vilanova, Erasmo y Cervantes, p. 105. Y pp. 34-7 sobre otras analogías entre las obras de ambos autores). (N. del A.)
66
Jacques Chomarat,
opus cit., I, 387-8 y 392. El
Enquiridión o manual del caballero
cristiano, ed. de D. Alonso y prólogo de Marcel Bataillon (Madrid:
RFE, 1932), pp. 150 y 164 ss., muestra
otra perspectiva de la
stultitia, censurando con los
estoicos los excesos de fantasía que implican carencia de razón.
Tampoco faltan allí referencias a
«los melancólicos, invidiosos, tristes y
desabridos»
y a
«los coléricos, ayrados, feroces y
maldizientes»
(p. 168). Allí Erasmo censuró la
memoria inútil y la fe en el juicio común de las gentes (pp. 297
y 414). (N. del A.)
67
E. C. Riley, «The pensamientos escondidos and figuras morales of Cervantes», Homenaje a William L. Fichter, ed. por A. D. Kossoff y J. Amor y Vázquez (Madrid: Castalia, 1971), señala esa huida de la alegoría en la narrativa cervantina que, sin embargo, aparece en el teatro y en la poesía. Erasmo (J. Chomarat, opus cit., I, p. 568) criticó la exégesis alegórica y anagógica, aunque entendía que podían servir al delectare y al movere. (N. del A.)
68
Giordano Bruno,
De gli Eroici Furori (Torino: Carlo
Accana, 1928), pp. 34-5 y 49. La obra (1585) se adelantaba a los presupuestos
de la
Philosophia Antigua Poética de
López Pinciano (cf. mi art. «Sin poética
hay poetas. Sobre la teoría de la égloga en el Siglo de
Oro»,
Criticón 30 (1985), 43-77).
Así dice Bruno:
«La poesia non nasce da le
regole, se non per leggerissimo accidente; ma le regole derivano da le poesie:
et però tanti son geni et specie de vere regole, quanti son geni et
specie de veri poeti»
. Claro que Luis Vives ya había predicado otro
tanto. López Pinciano en su ob. cit., ed. de A. Carballo Picazo,
(Madrid: CSIC, 1973), I, p. 61, dice que de la unión entre
Júpiter y Mnemósine, es decir, entre entendimiento y memoria,
nacieron las Musas. Y
vide para los desajustes entre
imaginación y memoria,
Ibid. I, p. 64). (N. del A.)
69
El diálogo de Cicada y Transillo de G. Gruno (opus cit., pp. 34-5) dice que las reglas de
Aristóteles sólo sirven
«A chi non potesse, come Omero,
Exiodo, Orfeo et altri, poetare senza le regole d'Aristotele, et che, per non
aver propria Musa, vuolesse fer a l'amore con quella
d'Omero»
. (N. del A.)
70
Examen, p. 363:
«Porque así como el escribano escribe en el
papel las cosas que quiere que no se olviden y después de escritas las
toma a leer, de la misma manera se ha de entender que la imaginación
escribe en la memoria las figuras de las cosas que conocieron los cinco
sentidos y el entendimiento y otras que ella misma fabrica. Y cuando quiere
acordarse de ellas, dice Aristóteles que las torna a mirar y
contemplar»
. Idea que repiten muchos otros teóricos (cf. mi
artículo «El arte de la memoria y
El Criticón»). (N. del
A.)