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241

Vid. además, Gacela del niño muerto, I, 577; Gacela de la raíz amarga, I, 578; Gacela del recuerdo de amor, I, 579; Casida de los ramos, 1, 591.

 

242

Por este motivo se han excluido del análisis aquellos textos de ambos poetas que admiten una interpretación de esta índole. Vid. infra nota 32.

 

243

En el sentido que define el concepto T. Todorov, Introducción a la literatura fantástica, Buenos Aires, ed. Tiempo Contemporáneo, 1972.

 

244

Sobre el significado del término «poesía contemporánea», cfr. C. Bousoño, Teoría de la expresión poética, Madrid, Gredos, págs. 533-76. No se olvide tampoco lo que dice R. Jakobson sobre los problemas sincrónicos y diacrónicos de los estudios literarios, en «Linguistique et poétique», Essais de linguistique générale, I, París, Ed. de Minuit, 1963, pág. 212.

 

245

Con razón J. Paul Sartre, en el libro que dedicó al poeta francés (Baudelaire, Gallimard, 1947) lo considera un rebelde, no un revolucionario.

 

246

A. Belamich, op. cit., pág. 98. Este paganismo es una de las claves de ese «rumor cósmico» (A. del Río, Vida y obra de F. G. L., Zaragoza, 1952, pág. 162) que emana de la poesía de Lorca, donde todos los elementos naturales aparecen interrelacionados, fundidos, interpenetrados.

 

247

A. Belamich, íd., págs. 105-6. Que al fondo haya un sentimiento de culpabilidad, difusamente cristiano, es lo que no sabríamos afirmar. Véanse las hipótesis de Belamich (páginas 108-9), de las que el ansia de vida nos parece la más importante, como precisamos en seguida.

 

248

En Lorca era un tema (y una creencia) tan vivenciado, que ya en vida del poeta no pasó inadvertido a sus amigos íntimos. Así, escribe Carlos Morla, en su obra En España con Federico García Lorca (Madrid, Aguilar, 1958, 2.ª ed.), pág. 18: «La única sombra que empañaba alguna vez su aureola de optimista era quizá el sentimiento trágico que solía inspirarle la vida. La obsesión de la muerte -no sólo de la gran muerte de resurrección, sino de la muerte material en la tierra, con el cuerpo deshecho en manjar de gusanos» (el subrayado es nuestro).

 

249

Aunque tal vez rebase el objeto de este trabajo, interesa señalar el eco que hallamos en Lorca de unos versos de Baudelaire relacionados con el tema general de la muerte. Leemos en la tercera estrofa de Don Juan aux enfers (XV, pág. 47): «Sganarelle en riant lui réclamait ses gages, / Tandis que don Luis avec un doigt tremblant / montrant à tous les morts errants sur les rivages / Le fils audacieux...» Este motivo reaparece en la última estrofa de Alchimie de la douleur (LXXXI, pág. 98): «Je découvre un cadavre cher, / Et sur les célestes rivages / Je bâtis de grands sarcophages.» Y en Luna y panorama de los insectos: «Y la luna. / Pero no la luna. / Los insectos, / los muertos diminutos por las riberas» (I, 512). La relación entre este último verso y los anteriormente citados de Baudelaire -sobre todo, el primer texto- nos parece evidente, con independencia de la situación, tan diferente, de cada poema. ¿Coincidencia?, ¿recuerdo asimilado, como en el caso estudiado por Lázaro Carreter? Tal vez esto último, pero antes de realizar una afirmación rotunda será necesario, como el propio profesor Lázaro nos ha indicado, estudiar las traducciones de Baudelaire que circulaban hacia los años 20. Aunque Lorca sabía algo de francés (cfr. H. Brickell, «Un poeta en Nueva York», Asomante, II, 1946, pág. 28), no creemos que sus conocimientos del idioma le permitieran leer a Baudelaire directamente.

 

250

E. Cassirer, Filosofía de las formas simbólicas, II, El pensamiento mítico, México, Fondo de Cultura Económica, 1972, pág. 61. Cassirer (págs. 62-3) rechaza contundentemente la interpretación alegórico-simbólica del mito en base a este principio.

Esta dimensión mítica es sólo apuntada por G. Correa (La poesía mítica de F. G. L., Madrid, Gredos, 1970, págs. 241-2). Es muy interesante el ejemplo que cita de la concepción del ultramundo en la cultura de los quichés, para quienes se trataba de «un lugar de tormentos, oscuro, frío y poblado de animales y seres extraños».