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Para todo lo que sigue en este apartado véanse Procter (1934 y 1951), Lomax (1971), González (1980), Rubio García (1981 y 1993-94), Hernández (1988 y 1999), Wright (1989, 1996 y 2000), López Gutiérrez (1990), Hilty (1997), Ariza (1998) y Lodares (1999).

 

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Véase Rubio García (1981), para algunos de estos documentos, el más antiguo de los cuales es una pesquisa sobre los términos de Ledigos (1194). Los mejor estudiados son el Tratado de Cabreros (1206) y las disposiciones de las Cortes de Toledo de 1207, que han sido objeto de la atención de Wright (1989 y 2000) y Hernández (1988 y 1999).

 

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Siendo el primero una pesquisa de 1223 (GONZÁLEZ ,1983: 222-223) y el segundo la confirmación de un deslinde de términos de 1225 (GONZÁLEZ 1983: 248-250): véase HILTY (1997: 433-437). En estos documentos se mantienen las fórmulas latinas mientras que la parte dispositiva se formula en romance.

 

4

Entre 1217 y 1230 sólo conservamos ocho originales romances, frente a 103 latinos. Véase HILTY (1997: 433-434). Si aceptamos el valor de las copias como testimonio lingüístico, la proporción aumenta levemente: 281 latinos frente a 26 romances (8,4%): véase ARIZA (1998: 83-84).

 

5

Todos los documentos romances de Fernando III están en castellano salvo una breve confirmación formulada en leonés occidental y localizada en Ponferrada en 1235 (GONZÁLEZ 1986: 82-83).

 

6

En todas estas colecciones leonesas se observa un contraste notorio entre el castellano de los documentos cancillerescos y el leonés de los documentos de ámbito local, a pesar de ser totalmente contemporáneos. La novedad de escribir en romance parece penetrar en León procedente del reino de Castilla, ya que la fecha de semejante innovación es más temprana según sea mayor la cercanía geográfica (y quizá cultural) con Castilla. Así, algunos monasterios del este de León, Sahagún o Santa María de Trianos, ofrecen documentos totalmente romanceados en 1213-1214 (FERNÁNDEZ FLÓREZ 1994: 82, 86; FUENTE CRESPO 2000: 133-136). En el área central la aparición del romance se retrasa algo más: la catedral de León en 1234 (RUIZ ASENCIO 1993: 35-36), Santa María de Carbajal en 1229 (DOMÍNGUEZ SÁNCHEZ 2000: 200-201), Carrizo en 1228 (CASADO LOBATO 1983: 185-186). En el occidente de León es aún más tardía: San Esteban de Nogales en 1247 (CAVERO 2001: 106-107) y San Andrés de Vega de Espinareda en 1256 (GÓMEZ BAJO 1993: 24-25).

 

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Según los recuentos basados en originales son 33 romances vs. 166 latinos, 16,5% (HILTY 1997). Aceptando como testimonios de la lengua base aquellos conservados en copias, los romances son 105 vs. 389 latinos, 21,2% (véase ARIZA 1998).

 

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Entre 1241-1252, 69 romances vs. 26 latinos, 72,2%, según las cifras de Hilty (1997), y 126 romances vs. 84 latinos, 60%, si aceptamos las copias posteriores como testimonio lingüístico (completo las cifras de Ariza, 1998 para el período 1244-1252). Esta última cifra me parece más cercana a la verdad por dos razones: supone un crecimiento progresivo y no tan brusco respecto del período anterior y no encuentro motivo alguno por el que las copias posteriores latinizaran documentos antes romanceados.

 

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Y de ellos, la mayoría se refieren al «fecho del imperio», la candidatura de Alfonso al trono del imperio romano-germánico: véase LÓPEZ GUTIÉRREZ (1990: 455-457, 656-657), quien muestra cómo el uso del romance es general, sin estar condicionado por la tipología documental ni el negocio jurídico tratado.

 

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En la cancillería aragonesa el romance no superó al latín hasta el siglo XIV (PROCTER 1934: 105-106). Hasta 1250 los documentos romances del rey aragonés contemporáneo de Alfonso X, Jaime I (1216-1276), no llegan al 1% y, en las décadas siguientes, entre 1251 y 1276, la cifra sólo aumenta a un 3,5% (cf. Huici / Cabanes 1976-1982). En cambio, la cancillería navarra parece ir pareja, o incluso adelantada, a la castellana al adoptar el romance, hasta que Navarra se convirtió en un protectorado de la monarquía francesa en 1276. Sancho el Fuerte de Navarra (1194-1234) emitió más del 20% de sus documentos en romance (cf. MARICHALAR 1934). En la época de Teobaldo I (1234-1253), todos los documentos regios están en romance desde 1244, mientras que entre 1234 y 1244, se reparten al 50% (cf. MARTÍN GONZÁLEZ 1987). Con Teobaldo II (1253-1270) y Enrique I (1270-1274) continúa el uso casi exclusivo del romance, alcanzando el 80% y 86% del total respectivamente (cf. GARCÍA ARANCÓN 1985 y ZABALO ZABALEGUI 1995), hasta que, a partir de la anexión a Francia de 1276, se produce un vuelco rotundo y los diplomas emitidos por los reyes o sus senescales emplean únicamente el latín (cf. ZABALZA 1995).

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