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PROCTER (1934: 106). Ni siquiera toda la correspondencia de Alfonso X con el extranjero está redactada en latín, porque en la dirigida a otros reinos peninsulares también se hace uso del castellano (uso exclusivo en la destinada a Portugal, o alternando con el latín, en la de Aragón). Incluso en algún caso se emplea el castellano en la correspondencia con el rey de Inglaterra, Eduardo, quizá porque estaba casado con una hermana de Alfonso X, Leonor (PROCTER 1951: 4).

 

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Diócesis, claro está, cuyos miembros aparecen estrechamente ligados a la cancillería en esta época. El caso más estudiado es, sin duda, el de Toledo, donde vemos a individuos de estirpe mozárabe vinculados a la catedral inventar un peculiar sistema gráfico ya a finales del siglo XII (HERNÁNDEZ 1999), donde se pusieron por escrito las disposiciones de las Cortes de 1207 (HERNÁNDEZ 1988) y donde su arzobispo, por concesión de Alfonso VIII, ostentaba los derechos perpetuos a la cancillería (WRIGHT 1996, 2000). Pero también se ha señalado el posible protagonismo de las diócesis de Palencia y de Osma, de donde procedía gran parte del personal asociado a la cancillería a finales del XII y principios del XIII (WRIGHT 1996), sin que haya que descartar que haya habido otros focos creadores de la nueva escritura aún no bien estudiados. Aparte de Toledo, algunos focos monásticos de Castilla presentan intentos muy tempranos de representación de la lengua vernácula: en Oña, por ejemplo, hay pesquisas completamente romanceadas de 1202, 1207, 1208 y 1212 (ÁLAMO 1950: 423-424, 443-445, 447-448, 480-481). Y en el monasterio de las Huelgas se encuentran documentos en vernáculo pleno desde 1210 (LIZOÁIN 1985: 164-167). Frente a esta temprana iniciación del castellano a la representación escrita, las colecciones documentales leonesas sólo dan fe de prácticas semejantes en fecha más tardía. Véase la nota 6.

 

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Es común a muchos procesos de estandarización que la variedad seleccionada sea la propia del grupo de hablantes más influyente de los existentes en un territorio dado, supremacía en cuyo establecimiento es fundamental no sólo el dominio político sino también la actividad económica y las necesidades de administración y organización que ésta genera (véase LODARES 1999). Es más, suele pasar que la institucionalización política de la lengua suceda, y no anteceda, a su instalación económica (LODARES 1999: 133-137).

 

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GONZÁLEZ (1986: 211-214): «ut presentibus et futuris que donanda decreuimus clarius eluscencant non ea in latino set in uulgari idiomate promulgamus», «el Libro Iudgo que les yo do, que ge lo mandare trasladar en romanz et que sea lamado fuero de Cordoua». En la concesión latina, del mismo año; «mando quod Liber Iudicum quem ego dabo Cordubensis traslatetur in vulgare et vocetur forum de Corduba» (Ibid.: 219-225). También recurre al término romanz cuando ordena traducir del latín el acuerdo entre el monasterio de Sahagún y las monjas de San Pedro de las Dueñas (1253): véanse Herrera et al. (1999) y Sánchez (2000). La denominación vulgar e plano lenguaje, también sin adscripción de origen lingüístico, aparece en la concesión del Fuero de Alicante (ASabio, Fuero de Alicante, 25).

 

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También recurre al término romanz cuando ordena traducir del latín el acuerdo entre el monasterio de Sahagún y las monjas de San Pedro de las Dueñas (1253): véanse HERRERA et al. (1999) y SÁNCHEZ (2000). La denominación vulgar e plano lenguaje, también sin adscripción de origen lingüístico, aparece en la concesión del Fuero de Alicante (Alfonso el Sabio, Fuero de Alicante, 25).

 

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Por ese orden de mayor a menor. Además de estas fórmulas, mayoritarias, se usa esporádicamente el nuestro romanz de Castiella, el propio romanz castellano y lengua castellana. Entre las casi trescientas menciones al castellano en los manuscritos originales alfonsíes, sólo encuentro tres en que se alude a la lengua vulgar como lenguaje de España, lengua de España (en la cuarta y quinta partes de la General estoria) y una en que es mencionada como español (en la Estoria de España). No obstante, en las Partidas II, IV y VII, conservadas en manuscritos posteriores, también se emplea la expresión lenguaje de España (MENÉNDEZ PIDAL 1972: 75, n. 5), que, al igual que romanz, es neutra sobre la variedad dialectal utilizada y que, a la vista de los textos en que figura, debió de ser expresión que empezó a cundir a partir de 1270.

 

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Véase GONZÁLEZ OLLÉ (1978), quien rastrea las atribuciones más antiguas.

 

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Juan de Soria compuso en época de Fernando III una Crónica latina de los reyes de Castilla (CHARLO BREA 1997) y ordenó a Hermán el Alemán que tradujese del árabe al latín a Aristóteles, como parte de la formación del infante Felipe, hermano de Alfonso X (FERREIRO 1983).

 

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Como el hecho de que las traducciones bíblicas empleen la misma ortografía que la cancillería de Fernando III y Alfonso X frente a otros textos de la época (SÁNCHEZ-PRIETO 1996a), como que la traducción del Libro de las animalias que caçan esté fechada en 1250 (FRADEJAS 1987), como que los Bocados de oro fueron empleados como fuente de las Partidas (CROMBACH 1971) o como que el prólogo del Libro de los doze sabios avale su composición por iniciativa de Fernando III (WALSH 1975), sin que haya que descartar que esta alusión al rey Santo sea un procedimiento retórico para «autorizar» el libro por parte de su hijo Alfonso, procedimiento que sabemos que empleó en otras obras como el Setenario. Respecto a otras obras sapienciales, como Flores de filosofía o Poridat de poridades, es más controvertida su datación en época de Fernando III o de Alfonso X. Panoramas de conjunto ofrecen Salvador (2000) y Montoya (2002-03).

 

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Junto al Lapidario, y por los mismos años, parece haber encargado la traducción de la colección sapiencial conocida como Calila e Dimna, quizá en 1251 (CACHO BLECUA y LACARRA 1985). En el mismo contexto de traducciones de originales árabes debe incluirse otra ordenada por don Fadrique, hermano de Alfonso X, en 1253: el Sendebar o Libro de los engaños (LACARRA 19963).

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