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Para todo lo relativo a las obras científicas, véanse PROCTER (1951: cap. 2), HILTY (1955), ROMANO (1992 [1971]), BOSSONG (1979: 57-83), CÁRDENAS (1986b) y SAMSÓ (1999).

 

32

De todas estas primeras traducciones sólo hemos conservado los testimonios originales del Libro complido y el Libro de las cruzes. Del Quatripartitum sólo nos queda una versión latina posterior a 1257 realizada sobre la traducción castellana.

 

33

La traducción de las Tablas de Azarquiel antes de la elaboración de las Tablas alfonsíes queda fuera de toda duda, ya que en el prólogo de éstas últimas se alude a las primeras y a la voluntad de corregirlas (SOLALINDE 19807: 191-192). En cuanto a las obras de al-Batani, véase la nota 36. Tanto unas como otras sólo se conservan hoy copiadas en la colección miscelánea creada en 1276-77, véase infra.

 

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Del Libro de las Tablas sólo se ha conservado en romance el prólogo y unos Cánones, pero no las Tablas numéricas propiamente dichas, por lo que se ha puesto en duda que la versión latina que circulaba por Europa desde el siglo XIV, atribuida a Alfonso X, sea en verdad alfonsí (POULLE 1987). Pero, aunque esa versión latina sea una adaptación refundida por astrólogos parisienses a principios del siglo XIV, parece haberse hecho sobre un original español (CASANOVAS 1987).

 

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Se trata de «calculadores analógicos (esfera celeste, astrolabios esférico y llano, azafea y lámina universal) destinados a resolver gráficamente problemas de astronomía y astrología esférica, indispensables para levantar el horóscopo, amén de otros cuya finalidad es determinar la hora (cuadrante con cursor, relojes de sol, clepsidras)» y «dos tratados sobre ecuatorios, cuya finalidad es calcular con rapidez las longitudes planetarias (que también aparecen en el horóscopo)» (SAMSÓ 1999: 200-201). Véase la Tabla final para más detalles del conjunto de Libros añadidos.

 

36

A favor de que los tratados de al-Batani hubieran sido traducidos tiempo atrás está el hecho de que se trata de una traducción, en la que junto a una exposición teórica de la astronomía ptolemaica, se incluyen las instrucciones para realizar ciertos instrumentos astronómicos (la spera, el cuadrante y la lidada) que se explican con mucho más detalle en los tratados compuestos por Rabiçag en la misma miscelánea. En base a otros indicios, también se manifiestan Bossong (1978) y Hilty (1987) a favor de una traducción temprana. Además, la fórmula de comienzo y fin del libro se refiere al rey en tercera persona, y no en plural mayestático, como es la norma en todos los tratados incluidos por vez primera en 1276-77: «Aquí se comiença el libro de los Canones de Albateni que mandó escrevir el muy noble rey don Alfonso a quien Dios de vida y salud por mucho tiempo» (ASabio, Albateni, f. 1r, cf. f. 27v). En cambio, los tratados redactados o traducidos ex novo en la década de los años setenta sólo usan la fórmula: «Nós, don Alfonso, mandamos fazer» (cf. FERNÁNDEZ-ORDÓÑEZ, 2001). Por esa razón debe de pertenecer a esta época tardía, y seguramente se integraría en esta colección astrológica, la traducción de la Cosmología de al-Haytam, que sólo conservamos en versión latina, ya que en el prólogo se emplea la fórmula «nos [...] mandauimus» (SAMSÓ 1990 y MANCHA 1990, esp. 143).

 

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Véanse BOSSONG (1979: 69-72) y las correcciones de SAMSÓ (1999: 207-211) para esas fuentes.

 

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Sobre estas obras astromágicas, véanse DOMÍNGUEZ RODRÍGUEZ (1984), CÁRDENAS (1986a), D'AGOSTINO (1992) y GARCÍA AVILÉS (1997a y b). No es posible entender estas obras sin combinar el texto con la representación iconográfica.

 

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El códice que conserva el Lapidario no parece ser el original de 1250, sino una puesta en limpio ejecutada en los años 70 (HILTY 1955, DOMÍNGUEZ RODRÍGUEZ 1984), que quizá se completó con materiales procedentes del Picatrix (FORCADA 1990). Del Picatrix y del Liber razielis sólo nos han quedado las versiones latinas hechas sobre las castellanas (PINGREE 1981, 1986 y GARCÍA AVILÉS 1997a y b).

 

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También conservado sólo fragmentariamente y que reelabora materiales del Picatrix y del Liber razielis (D'AGOSTINO 1992).

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