Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
 

1

Según Schopenhauer, en el arte miramos las cosas del mundo con una mirada muy distinta de la que usamos en la vida cotidiana y en la ciencia. El foco que guía esta última manera de mirar es el principio de razón suficiente en sus diferentes formas, y a tenor de él seguimos la multiplicidad del acontecer mundano y las conexiones que ligan entre sí los fenómenos. El entendimiento se pone al servicio de la voluntad de vivir y va exclusivamente tras lo que puede ser un objeto del deseo.

Una consideración del mundo es siempre egoísta, «interesada». También el bruto mira así las cosas.

Pero hay otro modo de mirar el mundo que no se para en lo particular, sino que se alza a lo universal, al ser siempre igual, a los tipos y modelos eternos, a las ideas o formas eternas inmutables, y este mirar se hace «desinteresadamente», es pura contemplación. Es el mirar del arte y el mirar de la filosofía. Aquí se sumerge la mirada en la esencia del mundo; el hombre se eleva a lo universal y encuentra así la liberación de su individuación.

 

2

Heidegger define el arte como auto-revelación del ser. El arte -la obra de arte- es una manera en que acontece la verdad (en cuanto desvelamiento del ente). Para mostrar cómo la verdad acontece en la obra de arte, Heidegger observa un cuadro de Van Gogh. Analizando fenomenológicamente algo pintado por el artista y comparándolo con un objeto real -un par de zuecos- afirma que «la verdad es la puesta-en-obra, entendida como la apertura del ente en su ser, el evento de la verdad» (Holzwere, p. 27).

Del estudio sobre el origen de la obra artística y de sus ensayos sobre la palabra poética se deduce que, tras una apariencia hegeliana y husserliana, la teoría de Heidegger renueva la vieja fórmula de la estética neoplatónica: la belleza como luz y claridad del ser. Como ha señalado Juan Plazaola, la claritas escolástica está aquí reinterpretada originariamente: «Es interesante a este respecto la traducción que, en un intercambio epistolar con E. Steiger, hizo Heidegger del verso de Mörike: "Was aber shön ist selig scheint es im ihm selbst". Steiger había traducido: "Felix in se ipso videtur", pero Heidegger corrige: "Feliciter lucet in se ipso (Vid. Juan Plazaola: Introducción a la Estética, BAC, Madrid, 1973, p. 399, nota 84).

 

3

Para Bergson el poeta es un revelador. Las facultades perceptivas del artista están, según él, como desligadas de sus facultades pragmáticas, y, cuando ven una cosa, la ven por sí misma, no para ellos. El artista es un «desprendido»; y según ese desprendimiento afecta a un sentido o a otro, es pintor o escultor, músico o poeta. Este conocimiento propio y exclusivo del arte implica una especie de revelación de la individualidad de las cosas y de nosotros mismos.

 

4

En su obra de 1957 La poética del espacio (traducción española en FCE, México, 1986), Gaston Bachelard dedica un estudio muy completo a la casa. Se ciñe fundamentalmente a uno de los sentidos de este término: la casa como habitación. Analiza los significados simbólicos -afectivos, por lo tanto- que poseen raíces psicológicas, antropológicas y culturales (en definitiva, semióticas). Hace una lectura de la casa tal como aparece en la obra de autores como Baudelaire, Edgar Allan Poe, Rilke, etc.

 

5

E. MONTIEL Mal de piedra, Nueva Narrativa Española, Madrid, 1987. J. M. CABALLERO BONALD: En la casa del padre, Premio Internacional de Novela Plaza & Janés, 1988. Plaza & Janés ed., Barcelona, 1988. Las citaremos, respectivamente, como MP y CP.