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ArribaAbajo Un cuento de Blasco Ibáñez a la luz del folklore y la estilística

Pascuala Morote Magán


María Ángeles Sarrión19


Nos encontramos ante un cuento de Blasco Ibáñez -La apuesta del esparrelló- que literaturiza un relato recogido de la tradición oral, que el autor introduce por un viejo pescador, que es quien le narra el cuento. Pero Blasco Ibáñez no se limita a reproducir el relato, sino que lo embellece con su estilo y lenguaje, siguiendo una tendencia de los escritores del siglo XIX español, excelentes cuentistas y recreadores de la tradición popular; los nombres de Fernán Caballero, Juan Valera, Palacio Valdés, La Pardo Bazán... son por sí mismos exponentes de lo que acabamos de afirmar. Todos ellos son herederos de una rica tradición literaria, en que lo popular tiene una gran relevancia y que les llega desde el infante D. Juan Manuel con su libro El Conde Lucanor, las fábulas del Libro de Buen amor, del Arcipreste de Hita, e incluso de los personajes animales cervantinos de Rinconete y Cortadillo.

Más que un cuento, es una fábula, si la consideramos como una narración en la que seres irracionales -peces en este caso- hablan y actúan como personas para lograr una finalidad moralizante o educativa. En este cuento se encuentra la máxima de no confiar demasiado en las propias fuerzas, ya que podemos ser vencidos por la astucia y la inteligencia.

El tema del cuento-fábula trata de la propuesta hecha al esparrelló por el reig para que acepte la apuesta de una carrera, que, una vez terminada, dará la victoria al vencedor, si gana el «reig», el «esparrelló» deberá dejarse devorar, y si es al contrario, el «reig» será «su protector» y «siervo». Al final, en contra de todas las predicciones, vence el minúsculo «esparrelló» gracias a su astuta inteligencia.

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Los motivos de esta fábula han sido catalogados por A. Thompson (B200-B299 Animales con rasgos humanos. B210 Animales que hablan. B211 Los animales usan un lenguaje humano). Otro motivo también catalogado es el de una secuencia de la carrera, cuando una leve rozadura del «reig» le arranca la pata a una langosta, que es auxiliada por un salmonete (B300-B599 Animales amistosos).20

El motivo esencial -apuesta ganada mediante astuto engaño- está también catalogado (K Engaños, K11.2 Carrera ganada mediante engaños cabalgando sobre la espalda, 264. K11.3 Carrera de la liebre y la tortuga: liebre dormida; 264. K25. 1 Concurso de vuelo ganado mediante engaño, cabalgando sobre el otro, 264). En el Museo de Pontevedra se halla una Guía para recoger cuentos gallegos y en el apartado «Os Peixes» se incluyen tres tipos que se relacionan con este cuento: 250. A competenza dos peixes a nadar: A perca de río cólgase do rabo do salmón e gana. 252. O sollo e a serpe nadan por aposta na terra; A meaza do sollo pra o caso que gane. 253. Os peixes na nasa; O peixe pequeño escapa por antre as varas e o grande queda preso. En el apartado «Outras Bestas» se recoge idéntico motivo (275ss. A carreira o competenza antre e zorro e o cangrexo; O cangrexo cólgase do rabo do zorro e gana. Grimm n° 187).21

Todo esto nos hace suponer que el cuento de Blasco Ibáñez está muy extendido en la tradición oral, lo que nos ha inducido a señalar las diferencias y semejanzas literarias y folklóricas que se observan en el cuento.

Blasco Ibáñez reelabora la tradición oral y nos ofrece una variante culta del cuento escuchado al viejo pescador, del cual sólo ha mantenido algunas palabras en valenciano, que en la edición manejada por nosotras están destacadas en letra cursiva (bolichóns, esparrellóns, esparrelló, bolichó, reig)22 lo que nos hace pensar que el cuento fue narrado en valenciano. Por ello y debido a la cultura del autor, apenas si encontramos vulgarismos en el cuento, entre los que se pueden citar: «pescado, pescadote, este tío me conoce, perdis...».23 Suponemos que este uso responde a un deseo del autor de reflejar quizás las palabras empleadas por el viejo pescador.

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Observamos en el cuento su fijeza literaria, frente a la ausencia de la misma si se tratara de un cuento relatado realmente por el viejo pescador.

La utilización de la lengua es una característica que diferencia al cuento popular del literario. Por ello desde el pretexto, la narración alterna con numerosas descripciones minuciosas, afectivas y con cierto tono melancólico. El autor se sitúa en una tarde gris de invierno «bajo un cielo frío, ceniciento y entoldado», junto a una «barca vieja» y escuchando al «viejo pescador». Describe el agua como «arcillosa y fría» y el golfo aparece coloreado «de un amarillo rabioso». El escritor hace que el lector vea el cabo San Antonio «como una ligera nubecilla» para dar después la sensación de grandiosidad y serenidad al afirmar «el mar parecía una inundación de tisana». La riqueza de adjetivos empleada por el escritor es un elemento de contraste con el cuento popular. Adjetivos utilizados en gradación ascendente y descendente («insolente, gigante y matón», «frío ceniciento y entoldado») la adjetivación epitetal en alternancia con la atributiva («terrible personaje», «blancas casuchas», «viejo pescador», «momia acartonada»...). A la adjetivación se añade el valor afectivo que el escritor consigue con el empleo de aumentativos y diminutivos («animalote», «grandote», «sencillote», «gorrilla», «nubecilla», «animalito», «pequeñito», «chiquitín»...). El mimetismo con el mundo de los animales está perfectamente conseguido. Por otra parte la espacialidad está ligada al movimiento, el tiempo se reduce a duración compuesta de secuencias casi fijas («una tarde», «un invierno»...). Las comparaciones abundan («lo que vale es ser grande como yo»; «el reig dice que tiene más fuerza que un caballo»; «aunque grandote no soy tan bruto como crees»). Las comparaciones se hacen a veces con las cosas («trazando con la mano como un manojo de sarmientos»; «conmovía las aguas, como si el suelo del mar se estremeciese»; «como una ligera nubecilla»). Comparaciones con personas («fueron a las aguas verdes como dos buenos amigos»; «tumbado como un canónigo» en esta última hay una connotación peyorativa desde le punto de vista religioso, debida a la ideología del autor).

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Además el autor combina diversas formas verbales para dar variedad al relato: el presente para comunicar actualidad y viveza («despiertes», «se lleva prisionero», «revienta»...); el imperfecto y el gerundio con su valor durativo propios de la narración («había llovido», «mirábamos», «roncaba», «conmovía», «esforzándose», «formando»), que alternan con el indefinido («quiso», «se estrelló», «pasó»...) todo lo cual comunica dinamismo a la narración.

La sintaxis es variada, no muy compleja, como tampoco es complejo el argumento y tampoco son complejos los personajes. Hay un predominio de oraciones simples y coordinadas, a veces el autor recurre a los verba dicendi que salpican la narración y son utilizados para introducir los diálogos entre los peces («dijo», «contestó», «exclamaba», «gritando»), otras veces, el autor quiere hacer constar su omnisciencia y expresa «como si quisieran decir»...

Incluso la fonética empleada por el escritor está cargada de expresividad y significación. La abundancia de vocales claras e-a («tisana», «faja», «delataba», «montañas»...) imprimen al texto un carácter alegre, optimista y sereno; como contraste con esta claridad, la frecuencia de consonantes vibrantes dan una connotación fuertemente negativa y tienen, a su vez, un valor onomatopéyico («ronquido», «roncaba», «fanfarrón»...).

Toda esta riqueza lingüística supone, pues, un contraste inmenso con el carácter coloquial que suelen tener los cuentos recogidos de la tradición oral.

Además encontramos aspectos propios del cuento folklórico que podemos agrupar en los siguientes apartados: lo moral, lo social, lo psicológico y lo pequeño.

-Lo moral. Está representado por la moraleja final del cuento que Blasco Ibáñez divide en tres partes.

1) «En este mundo puede más el listo y el astuto que el fuerte, que todo lo fía al corazón y a la acometividad» (p. 74).

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Blasco Ibáñez, en 1917.

2) «Vale más ser esparrelló pequeño y malicioso que reig enorme y sencillote» (p. 75).

3) «Acometiendo de frente y arrollándolo todo, sólo se consigue ser vehículo del listo, que se esconde en la agalla para salir a tiempo» (p. 75).

Son estas, tres reglas morales que conviene comprender y aplicar en la vida. Sin embargo, esta moralidad plantea un problema de auténtica moral, ya que es una moral contradictoria, que enfrenta la astucia y la inteligencia al corazón, la malicia a la sencillez, y el dar la cara, con la habilidad de aprovecharse de las circunstancias. Aunque por otro lado, también se puede observar la confianza del hombre en su astucia, para poder defenderse de los peligros que le acechan y que por su debilidad natural no podría evitar.

Por otra parte, se señala igual que en los cuentos tradicionales que el fuerte, el injusto y el poderoso deben ser castigados. El castigo que recibe en este caso el «reig», es en su amor propio, al ser vencido por el pequeño «esparrelló», aunque el «reig» no sale tan mal parado, ya que no es tan malo, como los malos de los cuentos folklóricos, sino un infeliz que al final respeta su palabra.

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-Lo social. El sentido de lo social está presente con la concepción que se tiene de la familia en el cuento. «El esparrelló correteaba por los escondrijos y rincones del golfo con grave disgusto de su familia» (p. 66); «...los sentimientos de familia no están muy arraigados en su especie» (p. 67); esto le hace exclamar al esparrelló: «Sálveme yo y perezca la familia, mejor es el agua turbia que el aceite de sartén» (p. 67). Prevalece, pues, el individuo frente a la especie representada en el cuento por la colectividad familiar. En este sentido hay un momento en que coinciden los dos peces, ya que ambos han perdido a su familia. E

l poderoso frente al débil aparece en esta sociedad de peces como un símbolo de la sociedad cuya desigualdad es causa de injusticia. Por ello el «esparrelló» es «pequeñito y vivaracho» y el «reig» es «corpulento, animalote, insolente y matón».

La clase social alta se enfrenta a la baja: «eso va con la morralla y no con personas de mi clase» (p. 68) -dice el «reig» al advertirle al «esparrelló» del peligro de las hostilidades.

La colectividad frente al individuo se observa en el cuento en los dos grupos de peces: uno, representado por familias («las almejas... replegábanse medrosicas», «los erizos apelotonábanse...», «los gatos de mar sacaban por entre las piedras sus chatas cabezas...», «las lapas agarrábanse a la roca...», «los langostinos ocultaban su transparencia de nácar...», «los salmonetes huían en bandadas...» (p. 73). El otro, por el individuo con su fuerza y poderío: «y en aquel mundo verdoso e inquieto, el paso veloz del enfurecido animalote producía entre los torbellinos de espuma un hervor de carmín y plata, de escamas que despedían al huir fantásticos reflejos y colas que se agitaban con la ansiedad del pánico» (p. 73).

Y por último, la lucha del individuo por la supervivencia: «mejor es el agua turbia que el aceite de sartén» (p. 67).

-Lo psicológico. La matización psicológica de los personajes está algo más resaltada que en los cuentos populares en que el bueno, es el bueno y el malo, el malo. Los individuos como el «esparrelló»   —46→   y el «reig» poseen cualidades propias de los hombres. El «esparrelló» es calificado por el autor como «un perdis» por lo que tiende a sobrevivir y ni siquiera ayuda a su familia («Sálveme yo y perezca la familia» p. 67). Nada más se le ocurre huir mar adentro. Se divierte a costa de los demás («...se limitó a pasar y repasar por las jadeantes narices del coloso, haciéndole cosquillas con las finas púas de su cola» p. 67). Es miedoso («... le temblaban todas las escamas» p. 79). Es malicioso («Era un costal de malicia» p. 71). Es aprovechado y astuto («Llegó hasta la cabeza del reig y fijándose en las grandes agallas que se abrían y cerraban con movimiento automático, hizo una graciosa evolución y se coló por una de ellas» p. 71).

Representa la sabiduría popular. Se libra de las redes y huye justificándose a sí mismo con la conocida máxima «Sálveme yo y perezca mi familia». «Mejor es el agua turbia que el aceite de sartén» (p. 67). Se aprovecha de las circunstancias («viajar gratis, a doble velocidad y acostadito en aquel nido forrado de suavidad escarlata era una dicha» p. 71). Representa a su vez, la libertad individual para poder hacer una apuesta inteligente y al mismo tiempo huir de los peligros.

El «reig» responde a las características del tipo grande, forzudo, pero ingenuo y buena persona. Confía en su físico y por ello dice: «Soy demasiado guapo para dejarme coger» (p. 69). Tiene conciencia («antes de hacer daño a un padre de familia, prefiero huir» p. 69). Tiene vergüenza y mantiene su palabra, en suma, es como un hombre de honor («Bueno, en esto debe haber trampa, pero la palabra es palabra. Mocoso, manda lo que quieras, seré tu criado» p. 74).

Los dos juntos, «esparrelló» y «reig» se envanecen de haberse librado de las garras de los pescadores. Son presumidos.

La psicología de la colectividad está mucho menos desarrollada que la de los individuos. Únicamente hay que destacar el miedo al poderoso como motivación común y la solidaridad entre ellos.

En todo esto podemos detectar la visión que sobre la sociedad tiene Blasco Ibáñez y también su concepción de la vida en cierto   —47→   modo, trágica, por ello hay individuos justicieros -los tiburones- y otros ayudantes -los delfines- que a su vez son tan humanos que a pesar de comer peces, sólo comen los «putrefactos».

-Lo pequeño. Se sigue en el cuento la tendencia de los autores del siglo XIX español a valorar y gustar de lo pequeño, del ser aparentemente sin trascendencia, pero que logra triunfar. En este sentido el «esparrelló» del cuento de Blasco Ibáñez se relaciona con otros héroes de cuentos populares que pese a su pequeñez, logran destacar en la vida: Pulgarcito, Garbancito, Los enanitos de Blancanieves, Los gnomos. Igualmente el «esparrelló» equivale al héroe pequeño, el menor de una familia, que logra a base de astucia e inteligencia, la victoria final y el desquite. Esta noción de desquite ha sido estudiada por Marc Soriano24 en los cuentos tradicionales de Pulgarcito, Riquete el del copete, El gato con botas, Las hadas, Barba Azul, Piel de asno y la Bella durmiente del bosque.

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Ilustración de G. Doré para Piel de Asno.

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La valoración de lo pequeño se observa en el texto en «el esparrelló del cuento, panzudo, pequeñito y vivaracho...» (p. 66), «es gran cosa ser pequeño» (p. 69), «le cargaba aquel bicho insignificante» (p. 70), «¿Conviene, chiquitín?» (p. 70), «Ese bicho ruin me da alcance» (p. 72), «Mocoso, manda lo que quieras, seré tu criado» (p. 74), «Vale más ser esparrelló pequeño y malicioso que reig enorme y sencillote» (p. 75).

Junto a lo pequeño se podría haber destacado La astucia, relacionando el motivo con una cantidad ingente de personajes hombres y animales astutos de los cuentos populares, que logran aventajar a los listos, pero esto muy bien podría ser tema de otro estudio.

Finalmente, hay que resaltar en el cuento de Blasco Ibáñez un marcado carácter realista que hace que el lector vea con naturalidad, lo perteneciente al campo de lo asombroso e insólito: que los peces hablen, sientan, actúen y se comporten como seres humanos; por todo ello, el cuento puede ser apropiado para niños en edades comprendidas entre diez y catorce años aproximadamente, es decir, un lector de tipo medio, que pensamos, va a sentirse captado por el primitivismo del cuento, por el valor práctico y educativo que se deduce de la moraleja, por la función lúdica de un cuento de estas características, al lado de las cuales hay que añadir una serie de elementos estilísticos de gran variedad y riqueza, a través de los cuales, se pretende llegar al auténtico sentido del texto.

Así pues, a modo de conclusión podemos afirmar que el autor se nos presenta:

  1. No como mero memorizador y transmisor del texto.
  2. No como un cronista frío que relata.
  3. Sí como un autor omnisciente, que, no sólo sabe lo que van a decir y pensar sus personajes, sino que los juzga y se adhiere a sus ideas, e incluso, es tolerante con sus defectos. Ve a sus personajes con amor.

De ahí que destaquemos en el cuento los siguientes valores:

  1. Su valor moralizador y didáctico.
  2. Su valor folklórico, a través del cual el lector puede reflexionar sobre el poder de la inteligencia y el sentimiento de solidaridad hacia los demás.
  3. Su valor estético y recreativo conseguido por la riqueza del lenguaje analizado y la sencillez del argumento, lo que supone que se pueda leer en poco tiempo.
  4. Su valor fantástico ya que a través del cuento se puede llegar a un doble juego de fantasía: el del adulto (el autor) y el del niño lector que cuando parte de una realidad conocida (Nazaret, los peces típicos de la zona, el cabo de San Antonio), puede dejar volar su imaginación para introducirse en la del mismo «esparrelló» y pensar con él que algo mágico puede suceder, como efectivamente sucede: el «esparrelló» se salva.
  5. Su valor motivador, ya que la lectura del cuento puede servir para que otros potenciales lectores del mismo, sean capaces de acercarse a la tradición oral como base iniciática de una literatura culta, a la que se llega posteriormente, menos en este caso, en que se ha llegado conjuntamente.
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BIBLIOGRAFÍA GENERAL utilizada, además de la citada en notas.

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