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Obsérvese el interés por destacar la majestuosidad de su frente, asociada en el arte de la fisonomía con las capacidades intelectuales, y el gusto romántico por los contrastes: el vestido negro con la piel blanca; también Pepita se nos presenta por primera vez vestida de luto, pero pronto -como Amalia- empieza a vestir colores alegres, en su afán de conquista y también como manifestación externa de su ánimo.

 

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No son infrecuentes las alusiones y referencias explícitas al diablo y a lo demoníaco en la caracterización de los personajes federales.

 

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Al rojo de la divisa federal, sobre el que nos extenderemos más adelante, le dan los unitarios este simbolismo especialmente asociado a los federales más sanguinarios, como en el terrible y premonitorio episodio del simbólico vaso de agua que bebe el dictador y que parece de sangre y de fuego a la luz del crepúsculo (Amalia, 428).

 

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Mármol explícita en diversas ocasiones su preocupación en este sentido, como en el fragmento siguiente: «Daniel dio un salto en la silla, un relámpago de alegría brilló en su semblante, pero que súbitamente se apagó al influjo de la poderosa voluntad de ese joven, que se ejercitaba especialmente sobre las revelaciones con que el semblante humano hace traición con frecuencia a las situaciones del espíritu» (Amalia, 106). En otro momento dice Daniel de sí mismo que tiene «la ciencia de las fisonomías» (Amalia, 161). Y en una de las reuniones secretas de los jóvenes unitarios, tras la lectura de un documento favorable a la revolución: «No hubo gritos, no hubo vivas, pero las fisonomías hablaban y los abrazos pronunciaron discursos y juramentos» (Amalia, 180).

 

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Curiosamente, en esta ocasión ejerce sus habilidades -propias de un interrogatorio policial- con un interlocutor qué tampoco es lego, como corresponde a un diplomático: «-Es usted muy amable, señor Mandeville -dijo Rosas, con una sonrisa tan sutil y maliciosa que no habría podido ser distinguida por otro hombre menos perspicaz y acostumbrado al lenguaje de acentuación y de la fisonomía que el señor Mandeville» (Amalia, 72).

 

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Es evidente el simbolismo represivo del traje y de la manera de dormir, siempre alerta, de la hija del dictador.

 

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Las mujeres unitarias solían peinar trenzas, según se desprende de la siguiente cita y de este fragmento: «Ellas declaraban que las unitarias, madres, esposas, hijas de los traidores que traía Lavalle, les debían ser entregadas, para cortarles las trenzas y tenerlas después a su servicio» (Amalia, 358).

 

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Ambas se regodean burlándose de la baja extracción social de algunos invitados federales, ennoblecidos por la milicia.

 

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La falta de soltura de los federales en la mesa, cuando no la decidida contravención de toda norma de cortesía, son descritas con ironía en el capítulo titulado, precisamente, «Escenas de la mesa» (segunda parte, cap. XI).

 

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Más que humorísticas, resultan patéticas las figuras caricaturescas del padre Viguá y del general Corvalán, en el círculo más próximo al dictador.