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Volumen 7 - carta nº 568

De EMILIA PARDO BAZÁN
A   MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO

26 junio 1886

Mi muy querido Marcelino: ya es hora de que le diga a V. algo sobre el tomo III de las Ideas estéticas.-Estoy admirada de la parte expositiva, y en esa no puedo ni nadie puede oponer reparo alguno, pues el modo como V. expone no solo demuestra que lee V. al autor entero, sino que lo vé desnudo y le conoce la procedencia de cada prenda que viste, y el origen y fuente de cada juicio que formula. Expone V. con claridad, método y suficiencia incomparable. Pero esto por sabido se calla ya.

Así y todo, temo que parezca larga la parte consagrada á las doctrinas extrangeras que influyeron en nosotros. Ya sé que no sobra, pero en V. los malos años, contra el refran, proceden del mucho trigo. En Francia oí decir a algunas personas que estiman y admiran a V. que el plan artístico ganaria con ceñirse más a lo puramente hispano y haber suprimido mucho, de lo que á las teorías helénicas dedicó V. A esto me responderá V. que es libro didactico, y que nuestros vecinos tienen la cabeza muy ligera. Son verdad ambas cosas.

Con lo que no estoy conforme es con el modo que tiene V. de juzgar á los naturalistas. No infestan, amigo mio, la literatura francesa: no los juzgue V. por cuatro libracos lupanarios y pornográficos: eso no es digno de V. ni le es lícito hablar como Cañete (De quien Dios nos libre, amén.) V. que vá teniendo tan amplio criterio, como no se toma la molestia de seguir un poco la evolución estética actual en Francia? Veria V. que quienes la infestan son los perfumados secuaces de Ohuet ó Feuillet, ó Bourget, ó Stheuriet, que todos acaban en et: los verdaderos discípulos de Zola, Daudet y Goncourt, se cuentan por los dedos: quizás serán tres; de los demás nadie hace allí caso, ni toma por lo serio las novelas verdes cuyos autores aspiran á ganar dinero y no más.-Esto es como vender cajas de fósforos ó aleluyas.

Tengo á Diderot, novelista, por legítimo antecesor de los grandes naturalistas actuales: como estético creo también como V. que no cazó tan largo, por más que la impersonalidad que recomienda en la paradoja sobre el Comediante se parezca mucho á la que Flaubert practicó.-Pero ese contraste entre la estética predicada y la practicada ¿acaso es de Diderot solo? Diderot era además un cerebro tan rico, vivo y complejo, que no le juzgo capaz de ajustarse á un sistema.

Lo que dice V. de Feijoo me parece acertadísimo. Si hoy rehiciese yo mi trabajo sobre este varon insigne, poco diferiria de su dictámen de V. y me apoyaría en él como en un báculo.

Respecto á Luzan tambien estoy casi conforme, y digo casi porque le trataria peor, siéndome insufrible su sequedad y acompasamiento. Estoy mucho más a bien con Capmany, del cual hay cosas que me cautivan, porque las dice excelentemente y son muy justas. Me gusta el desenfado de su estilo, y me aprendí de memoria su hermosa distinción entre la elocuencia y la elegancia. Solo me enfada en él la aficion á los textos franceses.

Bien por el trancazo a Jungmann, que es de lo más empalagoso que conozco. El rasgo es como de V. y solo en labios de V. puede tener todo su alcance, y curarnos de esa peste sentimental y de esos libros empapados en agua bendita.

Menos bien el mal humor con que se dirige y encara V. con nosotros los naturalistas actuales porque no hemos conocido á Arteaga á su debido tiempo. Con el respeto debido también, permítame V. que le diga que el pasaje del P. Arteaga no prueba que en su tiempo fuese vulgar la cuestion del naturalismo, ni siquiera que se soñase, planteada en el terreno en que hoy lo está. Y otra cosa: porqué esa animosidad, porqué? No me aconsejaba V. que ni escribiese la palabra naturalismo en mi obra? Pues porqué en el curso de la suya ni late V. ni se anima sinó a la idea del endiablado naturalismo? ¡Esa generosa preocupación continua, que V. no sabe ocultar, declara tanto la lucha entre su entendimiento y propensiones de V. y cierto ambiente!

No juzgo á Nasarre tan severamente como V. Tiene ideas muy extravagantes y es un terrible enemigo de nuestra dramática; pero yo le perdonaria muchas cosas por su aficion a la Celestina, y por su opinion de que debia representarse, algo castigada.

No tengo espacio, ni doctrina todavía, para ofrecer más reparos á una obra preciosa, utilísima y tan caudalosamente docta. Espero con impaciencia el Vol. 2 de este tomo, y cuanto más se ván estrechando las distancias, mayor es el interés.

No he recibido el discurso del P. Mir y contestación adjunta, y conste que no lo perdono.

He comunicado sus palabras de V. a los Sres. La Iglesia y Barreiro, que las agradecen como se merece el caso. El Sr. La Iglesia vive aquí y á su nombre recibirá cualquier carta, sin más señas: el Sr. Barreiro está en Santiago: yo no le trato ni sé su dirección; por tercera persona le comuniqué lo que V. me dice.

Tengo reunidos para V. algunos opusculillos más de movimiento gallego, que irán á la primer coyuntura favorable.

He remitido á la Revista de España algunas cuartillas sobre las tradiciones castellanas de Heine. Allá tengo ocasión de nombrarle a V. muchas veces. V. me dirá qué le parece. Cabalmente recibí el libro de Bonalde cuando ya había salido mi trabajo; y por eso no pude examinarlo en el y hablé por referencias de periódicos. Apesar de la carta de V. hoy que lo veo sigue pareciéndome mejor Llorente. En algunas cosas no está mal Bonalde: en otras deja mucho que desear.

Estos dias compré algunos libros viejos. ¡Cuanto me acordé de V.!

¿Como se le escribe a Bonalde? Porque debo darle las gracias.

¿Ha recibido V. la traducción francesa de mi Cuestión palpitante? A Savine le encargué que no dejase de remitírsela; pero no sé si lo ha hecho.

Su siempre cariñosa y verdadera amiga

Emilia

Perdone V. los borrones y enmendaturas.

 

Menéndez Pelayo, varias cartas, p. 137-141.