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Volumen 6 - carta nº 197

De EMILIA PARDO BAZÁN
A   MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO

La Coruña, 10 octubre [1883]

Perdóneme ese borron monumental.

Mi siempre querido amigo: perdóneme V. mi poca diligencia en contestar á su última de Agosto. Estuve ocupadísima en mil menudencias, no literarias, sinó sociales; las fiestas de mi pueblo y sobre todo los forasteros, me obligaron á dar de mano á los libros y disiparme bastante. Á su carta de V. no podia yo contestar en tres líneas y quise disponer de sosiego y tiempo.

Gracias por su bondadoso elogio de La Cuestion Palpitante , que es ciertamente un libro de guerrilla, de escaramuza, y de bien corta novedad en cuanto á las noticias que contiene. En Revistas, en tomos de la Biblioteca Charpentier, un peu partout, como dicen nuestros vecinos, anda esparcida toda la erudicion (¿?) de esa obrilla; y figúrese V. qué fuentes tan recónditas. Mi único mérito es haber hecho lo que creo yo que no hizo casi nadie por acá (á lo menos, hablan como si no lo hiciesen), a saber, leerme á todos los novelistas que pasan por realistas, desde Champfleury hasta Guy de Maupassant.—Como noto que la gente (incluso el mismo Cánovas) al hablar de naturalismo solo se fijan en el Assommoir Nana y Pot-Bonille (cuando más se estiran llegan á la Faute) por eso digo que no habrán leido lo demás, que es bastante.

Mi libro no es metódico y por eso hay en él claros y vacios que V. nota con razon y que serian más reprensibles si yo lo hubiese titulado Historia del realismo y naturalismo en el arte literario. Pude extenderme sobre Manzoni, pero á Italia casi la deje á un lado por ceñirme á las naciones en que la lucha está trabada. Por lo que hace á Merimée, soy poco devota de él; pero esto es una simpatia personal; no desconozco ciertamente su sobriedad casi clásica y su arte exquisito. No obstante no le juzgo á la altura de Stendhal, aunque lo que hace sea más acabado. Hay en Stendhal algunas cosas que le dán á uno un golpecito especial en la cabeza, como diciendo — aquí está la verdad.—Me fastidia un poco en Merimée su exotismo, la aficion á irse siempre fuera de casa.

De lo que me dice V. del prólogo de Clarin no sé qué opinar. A mí me parecen siempre las opiniones de Clarin hijas del más puro y generoso celo literario. Respiran una energía que podrá extremarse más de lo justo en el ardor de la polémica ó en el primer movimiento de la indignacion, pero que siempre revela un alma abrasada en solicitud por el adelanto serio de las letras. Y en cuanto á la calificacion de idiotas , como puede V. ni indicar siquiera que en caso alguno rezase con V.? ¡Con Vd. á quien Clarin considera (me consta) lo que es V. en realidad, pero lo que no todos los correligionarios de Clarin, ni siquiera todos los de V. confiesan que V. sea!

Ese calificativo y las demás cosas más ó menos duras que pueda encerrar el prólogo, son a l'adresse de las gentes que menosprecian el naturalismo por moda, por hipocresía, por ignorancia supina, por pudor ñoño, por charlar, por hacerse los sentimentales, y hasta por no razonado ni razonable instinto: pero no pueden nunca alcanzar, ni de plano ni de refilon, á personas de su altura de V. Le alcanzarian á V., a pesar de su altura, si con arrogante presuncion se negase á conocer los documentos; pero si despues de conocerlos como V. lo conoce todo los desechase en todo ó parte, y juzgase V. á su manera, qué mal habria en eso? Por otra parte V. no ha sido nunca hostil, al contrario, á nuestro realismo nacional; que en el naturalismo moderno prefiera V. unos autores á otros, no me parece pecado ni siquiera venial. V. ha estado justamente en esta cuestion siempre tolerante y comprensivo (lo es V. muchísimo como historiador y en literatura. Es acaso el rasgo más característico de su gran crítica retrospectiva.)

En cuanto á la Academia y á las novelas, diré á V. lo que sé y le ruego á V. que me saque de dudas, y me informe mejor si estoy mal informada. Preguntando yo hace tres años al P. Fita en Madrid cual era el criterio que seguía la Academia en las novelas que premiaba, contestóme que se atendia sobre todo á la intencion moral. Me eché a reir y le dije — Pues desisto de enviar allá una novela, como pensaba — Posteriormente supe que se habia premiado por la Academia una novela de Angela Grassi y me quedé pensativa.—Despues hice multitud de reflexiones sobre el hecho de que ni Pereda ni Galdós fuesen á optar á ese premio que sabe V. que en Francia solicitan novelistas de verdadero mérito.—No sé más: pero estos pequeñísimos datos parece que indican que de novelas no es buen juez la Academia. Fuera de eso no niego su utilidad, para otras cosas. Algun trabajo sério harán, y á la verdad que deseo enterarme de todo eso.

Tiene V. razon en que Quevedo no es realista al modo de Cervantes, pero si Quevedo escribiese hoy, qué arma harian de sus desverguenzas para aplastar á la escuela en que militase! Quien oiria á los críticos pudibundos, Dios mio!

Siento que V. se haya detenido, por escrúpulos que no hallo justificados, en escribir sobre la Cuestión. Vuelvo á repetir que á V. no le alcanza esa que llama intolerancia. Lo cierto es que la Cuestion no merece ocupar su pluma de V: eso sí; pero el tema debatido lo merece, y V. lo alumbraria con luz Gablokoff (perdóneme V. esta metáfora.) Lamento pues que se quede V. en la orilla.

Gracias por sus observaciones, que tendré en cuenta si reimprimo (caso dudoso, porque la 1.ª edicion es muy numerosa, y aunque en América se vende bien, tardará en agotarse)

La novela inglesa tiene para mí el más grave de los defectos: me aburre soberanamente (hablo en general.) Estoy leyendo ahora, como quien sube una cuesta muy pendiente, The mill on the Floss, y Felix Holt, de J. Elliot. Ya ve V., es género realista, y autora muy, muy simpatica para mí. Pues me aburre. Y no es efecto del idioma: Byron, Shakspeare, Milton, no me aburren — al contrario — Pero estas novelas yo no sé qué les pasa, que le hacen á uno bostezar. En fin, será culpa mia, no de ellas. Los historiadores sí que me gustan en inglés.

De propósito dejé para el final el gran acontecimiento, es decir, el tomo blanco con arabescos rojinegros que acaba de llegar á mis manos. Ya me tragué parte de él, y así fuera Jorge Elliot, amén. Quiero decir que apesar de la severidad, seriedad y caracter analítico y expositivo que se ha propuesto V. tuviese su libro, lo que llevo leido de él — que es además del prólogo, los capítulos IV y V por los cuales empecé sin orden y por una predilección que V. se explicará, — me interesa y encanta.—Los que no somos capaces de escribir libros de este alcance é importancia, no estamos, gracias á Dios, privados de admirarlos cuando salen á luz.

Calculo que serán 5 tomos ¿me engaño? esta introduccion á la historia de la literatura española. No sabe V. qué impaciencia tengo por verla ya publicada.—El último tomo donde expondrá V. sus ideas estéticas propias será lo más interesante.

Me parece notar en el prólogo así como cierta amargura, ó queja, de que no se aprecian lo bastante los trabajos de V.—Quisiera curarle á V. de esa aprension, y hacerle comprender (si ya no es que lo tiene V. sabido) que el exito de V. no es del momento, ni de años, sinó de siempre. No envejecerán sus obras de V., porque la suma de investigaciones y verdaderos descubrimientos que encierran las remozará á cada paso, hasta cuando vengan en pos de V. otros á espigar el campo en qué V. segó y recogió la mejor cosecha. No se ocupe V. de pasajeras niñerias, de algaradas efímeras: tenga V. la serenidad, la convicción reposada y majestuosa que conviene á un arquitecto que edifica para los siglos futuros. De veras no comprendo en V. esas alteraciones nerviosas.

Ya le diré á V. así que lea todo el libro, no lo que me parece, sinó cuanto me gusta .—Cumplo así un deber sagrado —el de decir la verdad y el de animar á V. en el grado infinitesimal en que puede animar mi aprobacion.

Su siempre amiga

Emilia Pardo Bazan