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Volumen 4 - carta nº 118

De EMILIA PARDO BAZÁN
A   MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO

La Coruña, 15 febrero 1880

Muy distinguido é ilustre amigo: Malaventurado en todo el libro de Feijóo , lo es hasta en llegar tarde á sus manos de V. Retrasaron su envio pequeñas causas, pero al fin hoy, certificado, sale por el correo sin falta. La «Ciencia Española» en cambio llegó á mi poder a su tiempo debido y ya la devoré. Perdone V. la explosion de entusiasmo que me hace exclamar, en forma eminentemente meridional: ¡bendita sea mil veces la tierra en que V. nació y la madre que tuvo la dicha de darle á luz!

Grandes, grandísimos dones debe V. á Dios. Son incomprensibles esa intelijencia, esa memoria, todas esas egregias facultades, y sobre todo esa erudicion portentosísima, que solo en cabezas nevadas encontré -en harto menor copia- hasta el dia. Sin duda que en el triste atraso e incuria que reina en el campo de la ciencia española; en nuestra postracion intelectual, su aparicion de V. tiene algo de providencial y maravillosa. Viva V. larguísimos años para bien de la patria, y confusion de los sabios postizos que la deprimen.

Es tal el entusiasmo que me produce su libro, que ni aun me atrevo á pensar que en dos o tres puntos no opino como V: (entendámonos, son puntos teóricos; que en noticias y hechos, ¿quién se atreverá, sin ridícula presunción, á contender con V.?) Yo soy un poco menos humanísitica que V.; a mi me agrada más quiza (subjetivamente) una balada de Bürger que una Oda de Horacio. En general me gusta mucho toda esa literatura hiperbórea que V. trata tan cruelmente. En cambio me satisface por todo extremo la actitud independiente que V. adopta vis a vis de la invasion neo-tomista que, grave y pesada en forma y fondo, viene verificándose. Eso de concretarse a un filósofo solo, entre los muchos y grandes que el Catolicismo posee, me parece esterilidad y exclusivismo a un tiempo. Asi se lo he dicho (con humildad, por supuesto, que no otra cosa consiente mi ignorancia) á mi ilustre y sabio amigo el Sr. Orti y Lara. De otra parte, á mí no me ha llenado (hasta hoy) el alma ningun filósofo, ni sistema alguno: y por eso me parece que me inclino al misticismo de tejas arriba y al positivismo de tejas abajo. Mas no lo haré constar en mis escritos, porque careciendo del ingenio y ciencia de V. no sabria defender mi tésis y ponerla á salvo de malignas é injustas interpretaciones. Ante todo está la Iglesia que reverenciamos y acatamos por Maestra y Madre. En su libro de V. no se sabe qué admirar más, si el inmenso caudal de noticias ó la facilidad y sal y gracia con que V. las maneja. Es muy dificil ser erudito y no pedante, y V. ha resuelto el problema: un escolar de primer año puede solazarse con la «Ciencia Española», y el más tieso catedrático hallará en ella no poco que aprender. Lo dicho: es V. lo primero que hay hoy en nuestra patria, y será dentro de pocos años de lo mejor de Europa. Aun está formándose su reputacion de V.: aun mucha gente no le conoce: deje V. correr el tiempo y verá si salen fallidos mis pronósticos.

Por esto, es decir, por la elevadísima idea que de V. tengo, siento que su bondad e induljencia (propias al fin de sus pocos años) le muevan á dispensar proteccion literaria a escritores com un Sr. Juderias Bender, tradittore de los Ensayos de Macaulay. ¿Vamos á cuentas: porqué elogia V. á ese individuo? V. que ha leido á Macaulay en inglés, ¿no se horroriza de aquella amplificacion desleida é insulsa, que roba al estilo todo su vigor y claridad? Pues qué diré de las condiciones literarias del Sr. Juderías! Judáicamente trata á nuestra lengua, con el martilleo del si no es intercalado en todas partes donde menos falta hace. En tales términos me parece desfigurado Macaulay, que á mi me costaba trabajo reconocer párrafos que casi sabia de memoria de leerlos una y mil veces en la Revista de Edinburgo. Por eso me subleva que V. lo elogie. V. ignora (y será lo único que V. ignore) el valor que va teniendo el nombre de Menendez Pelayo. Cuando V. recomienda una cosa, con los ojos cerrados nos lanzamos á saborearla. Sea V. pues rectísimo y severo, porque ya representa V. un tribunal.

Concluyo esta ya pesada epístola. Mil gracias por dedicatoria, libro, todo; dispensa de aquello en que me haya excedido; y nuevas protestas de amistad y admiracion que le profesa su afectísima q.b.s.m.

J. Emilia Pardo Bazan

 

Menéndez Pelayo, varias cartas, p. 127-129.

FUENTE, A. de la: Menéndez Pelayo y Jaén, p. 54 (fragmento).