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  • Volume VI, Number 2, Fall 1986
      • John G. Weiger
        En La Galatea Cervantes declara que ha sido atrevido al publicar su libro. El Persiles, por otra parte, se atreve a competir con Heliodoro. La tesis del presente ensayo es que esta trayectoria refleja la actitud de Cervantes ante la problemática de su profesión, o sea, desde la composición de la obra a solas hasta el escrutinio del libro por el público. Fijándonos sobre todo en las dos partes del Quijote (pero con alguna que otra mirada a otras obras cervantinas), podemos apreciar una evolución desde el ansia ocasionada por la recepción del público hasta la franca confianza en su labor. El temor ante el desconocido lector que lee su obra sólo por estar desocupado queda reemplazado por la confianza en el amable lector suave que viene esperando otra obra cervantina.
      • Stephen H. Lipmann
        Los comentaristas del final de El celoso extremeño no se han enfocado en la modificación del testamento de Carrizales a la luz del esfuerzo de Leonora para vencer a Loaysa. A la larga esta muestra de libre albedrío pone de relieve la incomprensión de Carrizales y la pertinacia de sus celos. Al modificar su testamento Carrizales intenta hacerse un ejemplo. Esta tentativa de imponer una ejemplaridad sobre unos hechos malentendidos corre parejas con la moraleja superficial del narrador al final. Además, Carrizales en efecto propone un nuevo final para la historia de su matrimonio, pero se resume esta historia en el «triste espectáculo» de marido y mujer desmayados con los rostros juntos, un cuadro vivo labrado por el autor.
      • Alison Weber
        En la crítica cervantina el bandolero catalán Roque Guinart se ha considerado un héroe romántico -valiente, magnánimo y aun trágico- que eclipsa al mismo Don Quijote. Este artículo mantiene que el personaje y el episodio requieren una interpretación más bien irónica que romántica. Principalmente por medio de una técnica de eufemismo irónico Cervantes sustituye un término explícito que denota la realidad violenta de la vida de Roque («ladrón», «robo», «repartir botín») por un término que intenta legitimarla («caballero», «limosna», «hacer justicia distributiva»). Don Quijote y los viajeros asaltados por Roque aceptan esta sustitución eufemística, y por lo tanto quedan ciegos ante la injusticia de la que son víctimas. Roque Guinart no es un caballero andante manqué, como cree Don Quijote (y como han sostenido varios críticos cervantinos) sino «ladrón conocido» perdido en el laberinto de su propio mito.