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ArribaAbajo Diálogo y poder en la liberación de los galeotes

José F. Martín



University of California, Irvine

The power struggle among Don Quixote, the galley slaves, and their guards lends itself to interpretation as a Bakhtinian dynamic wherein the plurality of opposed discourses overpowers the monoglossia which authority figures attempt to impose. Using strategies such as the appropriation of another's discourse, hybridization, and polyglossia, the characters subvert, first, the official discourse, and then that of Don Quixote. This process is carried out with the complicity of the narrator, who inverts the traditional social hierarchy by privileging the marginal over the central. In this episode Cervantes demolishes monoglossic discourse without, however, providing a substitute; the heteroglossia of discourses in constant struggle is his only alternative to discursive hierarchy and authoritarianism.


En el episodio de la liberación de los galeotes se narra la rebelión de éstos y de don Quijote contra las guardas, y cómo cae después el mismo don Quijote cuando pretende controlar a los galeotes mandándolos a presentarse ante Dulcinea. Paralelamente a esta trama, Cervantes desarrolla una segunda rebelión a nivel del discurso, invirtiendo la relación de poder de la sociedad oficial. En este episodio los discursos de las figuras socialmente marginales, bajo la protección del narrador, se valen de estrategias estructurales y lingüísticas para dotarse de autoridad y de poder sobre los discursos de tendencia monoglósica y centralista. Así, la derrota de las guardas y la posterior derrota de don Quijote no ocurren sólo al nivel de la trama, sino que también ocurren a nivel del discurso. Partiendo de la idea básica bajtiniana de que todo discurso está ideológicamente condicionado40, este trabajo pretende estudiar la forma en la que Cervantes subvierte los discursos monoglósicos, a partir del   —28→   análisis de las relaciones de poder contenidas en el discurso y en su estructura41.

Ya el título del capítulo «De la libertad que dió don Quijote á muchos desdichados que, mal de su grado, los llevaban donde no quisieran ir» (I.22, 288) indica que el centro narrativo de la historia no está ocupado por figuras socialmente valoradas, sino por aquellas que la cultura oficial relega al margen de la sociedad: el loco y el delincuente42. El narrador presenta el acto de don Quijote como una liberación, y a los galeotes como pobres «desdichados» merecedores de compasión. Además, omite tanto el hecho de que don Quijote deja escapar delincuentes como el que lo hace a costa de atacar a las guardas del Rey. Todas estas estrategias discursivas del narrador: omisión de las figuras socialmente centrales, colocación de figuras marginales en primer plano, valoración positiva del acto realizado por don Quijote, y aproximación empática, se suman para hacer destacar lo marginal sobre lo central, valorizándolo43.

La tendencia del narrador a valorizar lo marginal también se advierte en el contraste existente entre la descripción de los galeotes y la de las guardas. Para el narrador, los galeotes son seres individuales, pues se detiene a dar detalles particulares de la apariencia y carácter de los condenados. Por otro lado, cuando el narrador se ocupa de las guardas tan sólo se refiere a ellas de una manera vaga llamándolas «una de las guardas» (I.22, 289-290). Además de dotar a los galeotes de un grado de definición que le niega a las guardas, continúa mostrándoles la empatía que ya se revelaba en el título. Del cuarto galeote dice que le tuvo Sancho «tanta compasión, que sacó un real de á cuatro del seno y se lo dió de limosna» (I.22, 291). La estima del narrador hacia este galeote -condenado por alcahuete y hechicero- le hace llamarlo «buen viejo» y describirlo como a un patriarca «de venerable rostro, con una barba blanca que le pasaba del pecho»   —29→   (I.22, 291). De esta forma, el narrador se aproxima a los galeotes al individualizarlos y mostrarles empatía, mientras que distancia a las guardas refiriéndose a ellas de forma vaga y abstracta. Este proceso crea un contraste donde lo marginal se convierte en figura por su proximidad al hablante y lo central en fondo por la distanciación, valorizándose así lo marginal.

Dentro del marco general del discurso del narrador, se insertan los discursos de los demás personajes. Las guardas se definen como protectores del discurso oficial desde el comienzo del capítulo, al resistirse a informar a don Quijote, permitiéndole hablar con los galeotes sólo tras desacreditar de lleno su discurso. Dice una de las guardas: «vuestra merced llegue y se lo pregunte á ellos mesmos, que ellos lo dirán si quisieren; que sí querrán, porque es gente que recibe gusto de hacer y decir bellaquerías» (I.22, 289). Para las guardas, el discurso de los galeotes es el «discurso del otro» y lo definen como un discurso opuesto al discurso dominante44.

En oposición al centralismo monoglósico y a al consecuente devaluación de lo marginal surge el discurso de don Quijote y los galeotes, que se dotan a sí mismos de autoridad para desplazar al discurso centralista de las guardas. La primera subversión de la monoglosia ocurre por medio de la hibridización del lenguaje. Ejemplo de esto es el diálogo donde los personajes discuten los significados de varias palabras. Dice uno de los galeotes:

-Este, señor, va por canario, digo, por músico y cantor.

-Pues ¿cómo? -replicó don Quijote-. ¿Por músicos y cantores van también a galeras?

-Sí, señor -respondió el galeote-; que no hay peor cosa que cantar en el ansia.

-Antes he yo oído decir -dijo don Quijote- que quien canta, sus males espanta.

-Acá es al revés -dijo el galeote-; que quien canta una vez, llora toda su vida.

-No lo entiendo -dio don Quijote.

Mas una de las guardas dijo:

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-Señor caballero, cantar en el ansia se dice entre esta gente non santa confesar en el tormento


(I.22, 290).                


La multiplicidad de sentidos relativiza el lenguaje. La idea de un significante para un solo significado se pierde, impidiendo así que el discurso dominante se considere un reflejo directo y único de una realidad también única45.

Sobre esta base lingüística, se construye otra estrategia sociocultural por medio del uso de refranes. Los refranes hacen patente la existencia de lo marginal como otro elemento social más, con una visión propia de la realidad, y con valores y autoridad internos. En el pasaje citado, Don Quijote hace referencia a la sabiduría popular a través de un refrán: «... quien canta, sus males espanta» y los galeotes le responden con un refrán inverso: «-Acá es al revés... que quien canta una vez, llora toda su vida». La sabiduría del hampa aconseja no cantar, puesto que en su mundo, en vez de espantar males, los crea. La introducción de este «anti-refrán» descubre una nueva dimensión en el discurso de los galeotes: éstos poseen una cultura igual a la existente entre el pueblo del que provienen los refranes de don Quijote y Sancho, pero opuesta. Al hacer referencia a la sabiduría marginal, el discurso de los galeotes reivindica una fuente de autoridad propia e independiente de la cultura oficial.

Al discurso subversivo de los galeotes se añade el de don Quijote, que realiza dos funciones opuestas: inicialmente forma parte del discurso marginal y se opone a las guardas, pero al vencerlas, se constituye en figura centralista y pretende imponer su voluntad. Ya desde el principio del capítulo se ve que su discurso tiene cierto poder sobre las guardas, cuando «añadió tantas y tan comedidas razones para moverlos a que le dijesen lo que deseaba...» que obtuvo por fin permiso para hablar con los galeotes (I.22, 289). La actividad subversiva de don Quijote lo lleva a cuestionar abiertamente el discurso oficial. Al encontrarse con Ginés de Pasamonte duda de la explicación que le dan las guardas sobre el trato de este galeote:

Preguntó don Quijote que cómo iba aquel hombre con tantas prisiones más que los otros. Respondióle la guarda: porque tenía aquél solo más delitos que todos los otros juntos, y que era tan atrevido y tan grande bellaco, que aunque le llevaban de aquella manera, no iban seguros dél, sino que temían que   —31→   se les había de huir.

-¿Qué delitos puede tener -dijo don Quijote-, si no han merecido más pena que echalle á las galeras?


(I.22, 294)                


El discurso de las guardas no es para don Quijote un reflejo de la realidad, puesto que hay mucha distancia entre los delitos de Ginés y su castigo. Las palabras de don Quijote erosionan el valor del discurso oficial de las guardas, y demuestran que se resiste a asimilar pasivamente el lenguaje monoglósico46.

Más adelante en el capítulo, don Quijote se adscribe poder sirviéndose del ennoblecimiento que le brinda el estilo oratorio47. Este estilo contiene en sí elementos de autoridad, ya que implica que el hablante domina un campo del conocimiento, coloca al hablante en una posición central sobre los demás individuos, y suspende el discurso de los otros, reduciendo su grado de participación a la escucha. Don Quijote utiliza este recurso en su monólogo sobre los beneficios de la alcahuetería para la república, y al final, cuando decide liberar a los galeotes, y lanza su monólogo sobre la justicia. Aparte de la autoridad que le brinda la estructura oratoria, los monólogos de don Quijote también le dan autoridad por el papel social que se adscribe. En su primer monólogo, don Quijote se descubre como legislador, ordenando su república imaginaria (en la que curiosamente decide hacer a los alcahuetes generales de galeras). En su segundo monólogo, sobrepasa su discurso político con un discurso jurídico-religioso. Aquí, don Quijote apela a la autoridad suprema, la justicia divina, de la que él es representante y ejecutor.

El tercer y último discurso que compite por el poder en el capítulo es el de Ginés de Pasamonte. De la misma forma en la que don Quijote ha ido demostrando su autoridad y erosionando la de las guardas, al aparecer Ginés en el capítulo se crea otra tensión de poder. Las primeras palabras de Ginés son para defender su nombre y establecer su autoridad:

-Señor comisario -dijo entonces el galeote-,váyase poco á poco, y no andemos ahora á deslindar nombres y sobrenombres.   —32→   Ginés me llamo, y no Ginesillo, y Pasamonte es mi alcurnia, y no Parapilla, como voacé dice; y cada uno se dé una vuelta á la redonda, y no hará poco


(I.22, 294).                


Ginés es consciente del intento de desvalorizarlo y le hace frente rechazando el discurso de la guarda y afianzando el suyo propio, que hasta tiene dejes de nobleza. El atrevimiento de Ginés es insólito: pese a estar a la merced del comisario, lo amenaza. Como don Quijote, Ginés destaca por hacer uso de un discurso distinto del que le permite su situación. Ginés adopta un discurso de tipo dominante con el que pretende controlar tanto el discurso de otros como su comportamiento.

Hasta aquí, los personajes marginales de Ginés y don Quijote se combinan para subvertir el discurso de las guardas y se presentan como poderes en competencia con el poder oficial de éstas. En cambio, cuando don Quijote vence a las guardas y éstas huyen, se realiza un cambio de alianzas. Don Quijote pretende ocupar el espacio dejado por las guardas y someter a los galeotes a su voluntad, mandándoles adonde estaba Dulcinea. El caballero intenta obligarlos a una empresa tan descabellada como imposible, y es ahora Ginés el encargado de desvalorizar el discurso de don Quijote, poniendo en duda su sensatez. Dice Ginés:

... pero pensar que hemos de volver ahora á las ollas de Egipto, digo, á tomar nuestra cadena, y á ponernos en camino del Toboso, es pensar que es ahora noche, que aún no son las diez del día, y es pedir á nosotros eso como pedir peras al olmo


(I.22, 299).                


Don Quijote se ha colocado en una posición jerárquicamente superior a los galeotes y similar a las de los guardas: les impone las cadenas y los manda. Esta igualación de posiciones conlleva una igualación de discursos, puesto que cuando don Quijote se enfada, procura rebajar a Ginés de la misma forma en que el comisario lo había hecho anteriormente, cambiándole el nombre a Ginés y reforzando su autoridad. Dice don Quijote a Ginés: «don hijo de la puta, don Ginesillo de Paropillo, o como os llamáis» «habéis de ir vos solo, rabo entre piernas, con toda la cadena á cuestas» (I.22, 299). Ahora es don Quijote la autoridad centralista contra la que se levantan los otros poderes existentes en el capítulo, y como los demás, acaba dando con sus huesos en tierra.

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Según lo expuesto hasta aquí, el episodio de la liberación de los galeotes erosiona todas las fuentes de autoritarismo discursivo. En él, las palabras pierden su sentido único y el lenguaje deja de ser un mero reflejo de la realidad. Con la erosión del lenguaje monoglósico también sufre el poder del cual parte este lenguaje. Lenguaje e ideología van unidos, y los hablantes del discurso monoglósico caen como cae su discurso. El antijerarquismo heteroglósico del capítulo se crea a partir de la combinación de discursos monoglósicos en pugna. Lo absurdo del discurso monoglósico que se postula único se resalta cuando Cervantes hace confluir los discursos absolutistas del poder oficial y del marginado en un mismo espacio dialógico, enseñándonos varios discursos donde supuestamente sólo puede existir uno. Todos participan en la pugna consecuente, subvirtiendo los discursos centralistas con la complicidad del narrador48. En lugar del discurso centralista al que destruye, Cervantes no nos ofrece otro sustitutorio: hacer esto sería desandar lo andado y cambiar un modelo autoritario por otro, como pretendía hacer don Quijote. Lo que hace Cervantes es crear una estructura sin centro; un mundo donde los discursos monoglósicos reinan y son derrocados sucesivamente, puesto que este proceso es en sí la única alternativa que no se constituye a su vez en fuente de autoritarismo.

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Obras citadas

Bakhtin, Mikhail. The Dialogic Imagination. Austin: Texas UP, 1990.

Cervantes, Miguel de. Don Quijote de la Mancha. Ed. A. Cardona de Gibert y E. Rodríguez Vilanova. Barcelona: Bruguera, 1978.

Engelkamp, J. Psicolingüística. Madrid: Gredos, 1981.

Giles, H. et al. Handbook of Language and Social Psychology. New York: John Wiley & Sons, 1990.

Kramarae, C. et al. Language and Power. California: SAGE, 1984.