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Colección de papeles crítico-apologéticos

Que en su juventud escribió el P. José Francisco de Isla de la Compañía de Jesús, contra el Dr. Don Pedro de Aquenza, y el bachiller Don Diego de Torres, en defensa del R. P. Benito Jerónimo Feijoo, y del Dr. Martín Martínez

José Francisco de Isla



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ArribaAbajoNota

Siempre que se le presentó ocasión (y le dieron lugar sus muchas ocupaciones) de ejercitar su gracioso y no imitado estilo en todo género de erudición, y particularmente en la crítica, lo ejecutó con la gracia y solidez que se deja ver en las varias obras que tiene, tanto impresas como manuscritas el P. José Francisco de Isla de la Compañía de Jesús; pero tenemos la desgracia que ninguna de estas pequeñas piezas las publicó con su nombre, por cuyo motivo es muy dificultoso el hallarlas y conocerlas.

Estas que escribió (con motivo de la publicación del tomo primero del Teatro crítico del Padre Benito Jerónimo Feijoo) contra el doctor Don Pedro de Aquenza, y el bachiller Don Diego de Torres, se hallaron impresas en la curiosa librería del erudito Conde de Pernia (que santa gloria haya), contemporáneo del dicho padre, por las cuales se ha hecho esta impresión, corregida de algunas erratas de imprenta.




ArribaAbajoPrólogo

Lector mío allá va este papel, que no sé si es bueno o es malo, porque es el primero que he escrito en mi vida; y los primeros partos suelen ser peligrosos: a lo menos no me podrás negar, que iguala en dicterios al de Don Pedro Aquenza; y como confieses esto, estoy contento, porque tendré la vanidad de haber respondido sin dejar dificultad alguna. Si fueres apasionado de Aquenza y su cuadrilla, buen provecho te haga el enojo con que lo leyeres; pero si fueres neutral, me harás la justicia de no tenerme por más osado que al doctor.

El motivo que he tenido para escribirle es, ver insultado con tanta audacia a un hombre, verdaderamente grande y a quien con admiración (aunque sola una vez) traté, cuando estuvo en la corte. Véolo sin razón acometido; y aunque no soy de los Quijotes, deseo a lo menos desembarazarle el camino para que prosiga la utilísima obra que tiene entre manos, y en que considero interesada la nación, por más que charlen los Apolíneos Archilocos. Puede ser halles menos los textos y autoridades que el Dr. amontona; mas no lo extrañes, porque soy meramente lego; y si fueres docto, no te harán falta; y si puro romancista, le leerás sin tropiezo. Te imagino deseoso de saber quien soy; pero las señas de mi persona las reservo para lo último de mi respuesta, donde podrás verlas, si quisieres; y si no, importa poco. Vale.

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ArribaAbajoBlanda, suave y melosa respuesta

A los ferinos y furiosos apuntamientos, que en defensa de la medicina escribió el Dr. Pedro Aquenza


Habiendo empezado a leer el papel crudo, que escribió el mediquísimo doctor   —2→   Don Pedro Aquenza, proto-médico general del Reino de Cerdeña, y en propiedad de cámara, sin ser pulla, etc. quedé suspenso al ver en la fachada dos clerizontes, metidos a aprobadores, que con autoridades mal traídas, centones aporreados y otras baratijas de este género, dan su voto para que, in offenso pede, salga a luz el: Parturiunt Montes de un escrito, lleno de arrapiezos, que, a tontas y a locas, dictó dicho doctor. ¡Oh, qué bien los dos padres se hacen cargo del papel que apadrinan, y del Teatro crítico,   —3→   que impugnan! ¡Qué admirablemente traído el: Responde stulto! ¡Qué al caso el: Qui omnia negat! ¡Con cuánta propiedad aplicado: Cujus tot pœne, verba tot sententiæ! Sin duda que estos padres merecen un víctor; y así, es justo se junten los muchachos de la escuela, para que unos digan: víctor el Padre Montero; y otros: víctor el Padre Concepción.

Padres míos, el aprobar no se hizo para bobos; y sepan está prohibida toda simonía, pues no es creíble hubiesen dado su voto, sin que el   —4→   doctor ofreciese curarles de balde. Sepan más, que Vds. Paternidades, por su profesión, son pobres, y que los médicos están obligados a curarles sin estipendio, con que pudieran haber escusado el inútil gasto de su pobre caudal. Ya veo que el médico Aquenza no entiende de curas en seco, que sin lucro no visita a nadie, y que tiene hecho juramento de dejar morir a todo el género humano, si no le conduce el interés; porque esto de cumplir con tan sagradas obligaciones, es de mediquillos de chicha y nabo:   —5→   con que así, Padres míos, tienen disculpa, y me doy por convencido. Vamos adelante.

Comienza el papel con el prólogo al lector, ofreciendo responder al crítico, como la burra respondió a Balaán; y cierto cumple exactamente con lo que promete, y que la paridad corre a cuatro pies; sólo con esta diferencia, que la burra es hembra, y el doctor es macho. En todo lo demás convienen; porque Balaán iba a caballo de la burra, y el crítico está y estará siempre a caballo del doctor. Mas: La burra no caminaba en derechura,   —6→   y el doctor sigue también sendas torcidas. Ítem más: Balaán daba con el látigo a la burra, hasta hacerla caer; y el crítico, a erudito latigazos, hace desatinar al doctor. Otrosí: La burra llevaba su albarda; y el doctor, hasta ahora, tiene acuestas la suya.

Sin embargo, algún cosquilloso dirá, que no viene la paridad, porque la burra habló ilustrada, y el doctor es muy natural en lo que habla. Dirá más: Que la burra habló, como debía hablar el doctor; y que el doctor hablaba,   —7→   como debía hablar la burra. Ítem, dirá: Que a la burra la aterró un ángel; y que al doctor no le hace fuerza el angélico precepto de la caridad. Otrosí, dirá: Que la burra derribó a Balaán; y que el doctor no es capaz de hacer caer al crítico. Con todo, yo no me meto en estas bachillerías, y el que lo dijere, allá se las haya con el doctor, y con su pan se lo coma; pues yo me contento con creer al doctor, y hacerle uno mismo con la burra, como él quiere. Sin pasar del prólogo trae una sentencia del Crisóstomo,   —8→   para autorizar su burra; otra de un poeta gentil, porque no está bautizado; y otra de Séneca, que no viene al caso; porque en todo el papel falta a la honestidad que pide el cordobés; y concluye con el Dios te guarde, que si añadiera de mí, no hubiera dicho más un Cicerón.

Pone ya principio al papel el deshacedor de tuertos de la medicina, y con su lanza en ristre, procura defender la dama dolorida; y volviéndose en contra el follón y malandrín, que la puso en tamañas cuitas, empieza la batalla con el   —9→   siguiente reto: Porque muchos, queriéndose hacer correctores de yerros antiguos, se han hecho maestros de errores modernos, etc. Díganos, señor doctor, ¿quienes son esos muchos correctores, porque yo los ignoro? ¿Serán acaso persas, chinos o moscovitas? Esto es a la moda, que usted, después de haber puesto toda la rimbombante sarta de sus títulos, presentes, pretéritos y futuros, añade un etc. con que da a entender, que aún queda algo en el tintero. El plura nocent, etc. quiere decir: Que lo mejor de los dados es no jugarlos;   —10→   y que por haber movido usted la caca, se levantó una polvareda hedionda, que de media legua apesta. Déjelo por Dios, señor doctor, y deje descansar a Demócrito y a Heráclito, que ya no se acuerdan de sus risas ni de sus llantos, y usted debe meterse en su tinaja, si quiere resguardarse de los tronchos, que ya enarbolan los muchachos.

Prosigue diciendo, que los errores que impugna el crítico, claman con el: Noli me tangere. Y esto fuera indubitable, si todos los genios y todas   —11→   las cholas fueran tan rudas, como la del doctor; pero lo más sazonado es lo que se sigue: Son afortunados algunos ingenios, en poner con tal arte lo que saben en el mostrador, no quedandoles en la tienda y trastienda de sus entendimientos cosa que valga un bledo, etc. Y trae su poco de símil de una infarinatura de Biante: habla del rey Aliate y de Priene; si bien ya confiesa, que es fuera del asunto, pues añade el: Vamos al caso. Si al crítico le queda algo en la tienda y la trastienda, ya lo verá el doctor, y verá vale a lo menos   —12→   dos bledos. Verá, que todos los Aquenzas, que ha habido y hay en el mundo, no son capaces de esterilizar este espacioso campo de tantas literarias mieses. Verá quanta diferencia hay de un hombre docto, a un decrépito ignorante, que con cuatro textos, estudiados no a moco de candil, sino a puro oírlos a los compañeros, en las visitas se mete de gorra, y habla a trochesmoches, sin orden ni concierto, ni en romance ni en latín, contra un hombre, digno del mayor aprecio. Verá; pero ya lo verá.

  —13→  

Con una lluvia de crisis, dice, que se presenta al mundo el crítico; y tiene razón, porque al doctor le ha cogido de cabo a rabo la avenida. Teme un diluvio, libera nos Domine, y hace bien; porque no siendo del número de los justos, no le valdrá el asilo de la arca. En lo demás asienta, que el crítico no es astrólogo ni médico, y nunca ha dicho mayor verdad, si habla de la práctica, pues jamás ha pensado el crítico en perder el tiempo. Pero de la especulativa como estamos al ver, y no lo han de decidir cabezas redondas,   —14→   ni astrólogos ni médicos, que sólo son tales, porque lo dicen, es preciso que el doctor tenga paciencia. De sobresaliente, en una y otra facultad, dio el crítico muestras singulares en su primer tomo; pero tan elevadas, que con ingenuidad confesamos, no las alcanzará el doctor, porque no se ha hecho la miel para la boca del asno, ni se han de echar margaritas a puercos.

La autoridad de Celio Rodiginio, y otras de este talento, no vienen al caso, con licencia del doctor; porque solo   —15→   son lustre de la medicina como debía ser; pero no de la medicina, como es. Que los médicos son, Dei et naturæ ministros, dice; y esto lo confesará cualquiera, en el sentido, que el pariente del gran tacaño era ministro del rey, el diablo es ministro de Dios; los tabardillos, los costados, etc. son instrumentos, de que la Divina Providencia y su rectísima justicia, se vale para castigo de nuestras culpas. El ars longa, vita brevis, etc. es un aforismo, que chirla al doctor, le abofetea, le chamusca le ensambenita, le palinodia,   —16→   le chisma, le encoroza; porque si aun la vida más larga es breve, respecto de la arte, ¿cómo será posible que ésta se penetre, se comprehenda, se alcance con la facilidad que pretende? Dirá, que por ser el Matusalén de los médicos, ha llegado al Non plus ultra de la medicina; pero a esto responderán los muchos muertos, que le esperan en el otro mundo, para pelarle las barbas y apearle de su burro.

Añade de Cicerón el: Quam quisque novit artem, y esto es lo más gracioso; porque   —17→   con tanta exactitud es secuaz de esta sentencia que con ser un mero médico manco, unas veces se mete a moralista, otras a predicador y escriturario, y otras a versado en los Santos Padres; con que ajustenme estas medidas. Pero esto de guardar consecuencia, es pedir peras al olmo; con todo quiero hacerle la merced, de que sepa construir la dicha autoridad, para sacarle una ilación. Construya, señor doctor, y verá que ella expresa, que aquel que conoce una arte, se puede ejercitar en ella: luego si el crítico tiene conocimiento   —18→   de la medicina, podrá, sin temeridad, hablar y escribir sobre ella. Responderá lo que deja dicho, que el crítico no sabe las súmulas de la medicina; y esto no tiene duda, pues para el doctor no hay más súmulas ni principios, que dicterios, desvergüenzas, chocorrerías, y otras cosas de este pelo.

Métese después a hacer una crisis, de la crisis en general, que viene a ser Lumen de lumine; pero sin decirnos cosa que valga dos pitos: y más abajo introduce un texto del Génesis, que no es fácil   —19→   acomodar; y luego prosigue, queriendo saber el intento del crítico, el que no ha investigado hasta ahora, en qué consiste un sabañón. El destierro de los médicos de Roma no le defiende el crítico, aunque le apunta, mas al doctor le hace al caso suponer, que le propugna, para llenar un párrafo. Sólo asegura el crítico, se dice, que en un tiempo echaron los médicos de Roma; y el que se dice es innegable, por más que charle el vejete inflado, no con la reverendísima, sino con la señoría, a que aspira. El argumento   —20→   de la expulsión de los católicos de Inglaterra, Escocia e Irlanda, es indisoluble, y arguye fue un delirio expeler a los hugonotes de Francia, y a los judíos y moros de España. Vamos claros, señor doctor, ¿hay algún parentesco con el Alcorán? Díganoslo sin rebozo, y no sea inconfidente, que le estará mal.

La sopladura que nos pone del murmullo de los romanos, de los casaneos, carraras y otros, es sobre su dicho, y éste no merece crédito: yo a lo menos me persuado, que los doctos soltarán la   —21→   carajada. En todos tiempos ha habido quien escribiese contra el abuso de la medicina, que es el asunto del autor del Teatro crítico, porque en todos siglos ha sido desgraciada esta facultad en sus Profesores. Métense unos hombres rudos, sardescos, torpes, estólidos, obtusos, a médicos, y ninguno deja de tenerse por un Hipócrates, y más si llega a la senectud, donde la multitud de homicidios es la mayor prueba de su pericia. Con llenar de injurias a los otros profesores, no asistir a alguna consulta, sin   —22→   que preceda la expectación de un interés formidable, dejarse rogar para visitar al enfermo, y otras trampas de este género, se llega a conseguir un crédito grande; con que he ahí la sopladura de los murmullos. ¿No es así, señor doctor? Pero no responderá palabra, porque luego se mete, se embosca, se enmaraña en una arboleda de alcornoques, plátanos y enebros, para ponerse a la sombra, porque hace bochorno. Allí idea una fábrica de corcheras, tapones de ampollas y tapetes; y pudiera, con más justicia, pensar   —23→   en tapas de sesos y remiendos de cascos, que con el tiempo han roído los ratones.

Pregunta después al crítico, ¿qué intenta con su crisis? Pues ¿qué no le ha entendido, señor doctor? Sepa, que el fin es librar al mundo de una peste más fatal, que la de Marsella: eximirle de Vmd. para que aseguren la vida innumerables inocentes: sacarle a Vmd. del mal estado en que se halla: redimir el caudal, que muchos inútilmente gastan en las recetas griegas de Vmd: purificar con el asperges de la crisis, los impuros remedios de   —24→   Vmd. metiéndolos en vinagre, porque vienen de parte apestada. Los pontífices, reyes y universidades, con justo título fomentan a los profesores de esta facultad, porque de otra suerte no cupieran los hombres en el mundo; pero ya llegan a tanto los despoblados, que es preciso cercenar de médicos, y mantener sólo los necesarios, para conservar la multitud en equilibrio.

Vuelve después con su tema, de que el teatro todo es hojarasca, que no tiene fruto, que por toscos y mal labrados, son mejores los doblones de   —25→   Corinto; (y es porque es amante de lo bronco) y en fin, suspira por el Siglo de Oro. Válgate, que te valga, doctor ambicioso, doctor marrajo, doctor avariento, doctor indigesto. ¿Dónde vas a parar con tanto hipo de doblones? ¿Qué, te imaginas eterno? ¿O juzgas que has de llevar al otro mundo tus talegos? Sospecho has puesto alguna candelilla al sepulcro de Medina, pues sólo te acuerdas del paraíso de Mahoma, olvidándote tanto del Beati pauperes del Evangelio. Prosigue la impugnación, diciendo: Que es casi   —26→   privilegio de la humana naturaleza el errar. ¿Privilegio llama a la fatal herencia, que nos dejaron nuestros primeros Padres, en pena de su rebeldía? Díganos, señor doctor, ¿en qué archivo ha hallado ese privilegio? Pero creo le ha estancado, y que nadie pretenderá su comunicación. Bien se conoce el amor que tiene a los errores, pues se enoja contra el crítico, porque se anima a desterrarlos. Sea enhorabuena, señor doctor, y buen provecho le hagan; pero déjese de autoridades, que prueban lo que nadie niega, y solo   —27→   no prueban lo que intenta, pues de esa suerte fuera ocioso el reprehender los vicios.

Empieza a hablar de veras, y a los argumentos del crítico dice, que ya ha respondido Don Martín Martínez. Si ha respondido o no, el crítico lo dirá, pues a él le toca, que a mí sólo me pertenece el entenderme con el doctor, que es tan lego como yo, y no con un hombre modesto, literato, elocuente y de otras prendas singulares, como el doctor Martínez. No obstante, para mayor abundancia introduce la autoridad de   —28→   San Lucas: Non est opus medico bene se habentibus. Y de aquí infiere luego: Male se habentibus est opus medico; porque contrariorum eadem est ratio. ¡Estupendo sumulista! Más sabe que Merlín, este doctor. ¡Ay tal, y lo que discurre! Díganos, ¿de cuando acá de una negativa se deduce una afirmativa? Y si esto es cierto, serán también constantes estas consecuencias. El doctor Don Pedro Aquenza no es rinoceronte: luego es topo. El doctor Aquenza no es de España: luego es de Noruega. El doctor Aquenza   —29→   no sabe castellano: luego sabe árabe. El doctor Aquenza no tiene vergüenza: luego tú la tienes, Pedro. Responda, y tome para sí lo que dijere. El contrariorum eadem est ratio, necesita entenderse cum grano salis, de que ya no es capaz el doctor, porque hace años que está en el pudridero.

Los textos de San Agustín, San Ignacio, San Ambrosio, el Crisóstomo y San Jerónimo, hablan de los médicos espirituales, y medicina moral; y si alguno habla de la física, es de la que no existe sino en tal cual, y de que   —30→   es declarado Antípoda nuestro doctor, aunque respetada por el crítico; pero esto no se ha hecho para el doctor, porque es muy material en lo que entiende. Halló las autoridades, o se las ministró, que es lo más cierto, alguno de los clerizontes aprobantes, y como vio medicina, catate hecha la cama, sea de algodón o de esparto. Sobre el consejo que imputa al crítico, de que no se halla rastro en todo el teatro, siendo falso testimonio, como otros, que para el doctor son pecados de lantejuela, hace esta pregunta: Y si el enfermo   —31→   no obedece al médico, y se muere, ¿no cometerá el padre crítico una explicita irregularidad? Pone de letra bastardilla el consejo, que solo es sacado de su mollera, y una de sus habilidades es, fingere hostem, quem feriat. Pero supongamos por verdad, lo que es embuste. Ahora pregunto, señor doctor; y si el religioso aconseja al doliente que se sangre, y se muere, ¿qué cometerá? Decídanlo los moralistas, como quiere el doctor, ya que él mismo confiesa la primera verdad que ha dicho en su vida, que es el ser ignorante.

  —32→  

Prosigue la procesión general de cuentos de Calaínos, ensartados en los de la borrica parda, remiendo al crítico al príncipe de la medicina Hipócrates, y le reprehende, porque hace caso de Wilis, Ethmulero, Sydenham y otros, que en comparación del divino griego, son trastuelos y sabandijas. Ahora bien, señor doctor, vamos a cuentas. Sidenham, Wilis, Ethmulero y otros, son trastuelos y sabandijas, pues ¿qué será Vmd? En mi conciencia, que si yo fuera Ethmulero, Wilis y Sydenham, y aun aquellos otros,   —33→   no le tomará a Vmd. por barrendero de mi casa, y aún le moliera a coces por atrevido. Aquellos otros, señor doctor, hablarán por sí, y aun por los muertos; y creo, que el uno de los otros, contra quien se dirige especialmente su dicterio, le puede a Vmd. y a toda su generación, envolver en aforismos, con igual eficacia: ¡Qué blandura! Hércules alzaba su remo, y el crítico alzará el suyo, para sacudir en Vmd: aunque es creíble, que como Hércules no hacia caso de pigmeos atrevidos, tampoco el crítico hará aprecio   —34→   del papel pigmeo de Vmd. que es epístola ad Efesios, aunque no de San Pablo. El tractent fabrilia fabri, con su poco de humanidad de Ceusis, no hará salir los colores a la cara del crítico, y de esto no ha de ser juez el doctor, porque es interesado: a más de que el crítico es moreno, y con dificultad se pone rubicundo.

Pero ya calma la tempestad, y después de un diluvio de piedras, llama al crítico: sabio, erudito y virtuoso escritor. Sin duda quiere pedirle algo, porque el zaguán de   —35→   la lisonja está muy ostentoso, para que entre la demanda. ¿Y qué es lo que solicita? Pide para la medicina los favores que al crítico le deben las señoras mujeres. No es nada lo que pide el doctor, ¿qué quería galantearla el caduco vejete a costa ajena? ¿No ve que esta dama no se deja servir de arrendajos de Apolo, de amantes esqueletos y de calandrajos de aforismos? Pica muy alto esa señora; suelte el bolsón, si quiere conquistarla, y déjese de servirla con caudal ajeno, que es bellaca y ha olido el juego. ¿Parécele al   —36→   doctor que ha hecho el crítico poco servicio a la medicina, en librarla de un trémulo galán fantasma, cargado de lacras, y sin más hacienda, que el capital de un campo, estéril? Abrenuntio, nego, vade retro; tijeretas con el hoste puto, y el Dios nos guarde, sobre que invoca el crítico cuantos términos hay de negaciones, como no sea la de San Pedro. Váyase al rollo, señor doctor, saque el rosario, encomiéndese a Dios, que ya no es tiempo de galanteos, sino de pensar en la muerte y en el sepulcro, que ha de ser   —37→   depósito de ese maldito costal de huesos.

Envía después al crítico a la casa de Aristóteles, y al palacio de Galeno, sin saber para qué, ni si el crítico querrá hacer una jornada en balde, y sólo por antojo del doctor, para llenarse de polvo y telarañas. Mas esto de escribir a bulto, y sin más fin que acatarrar el aire de la pluma, y llenar la plana, lo tiene el doctor desde tamañito; y sino vuelva los ojos al Vultis ut laudem vos, con lo de osado y virtuoso, ignorante, sabio y erudito, que deja arriba; y   —38→   prosiga después leyendo: Ex visu cognoscitur vir: con lo que dice de San Ambrosio y del Nacianceno, y hallará una doctrina capaz de acomodarse al Centauro, al Alcalde de Zalamea, a la Torre de Santa Cruz y al Soldán de Egipto. Ello el hombre revienta por hablar latín, y porque crean ha oído el nombre de los Santos Padres; con que hace una ensalada insípida e indigesta, pero llena de vinagre. La prevención que ensarta, de que nada de lo dicho es con ánimo de ofender al autor, se le debe creer de la misma suerte que   —39→   estamos persuadidos a que los muchos homicidios que ha hecho en sus curas, han sido sin ánimo de matar a nadie. Ya sabemos, señor doctor, que mata sin intención, ofende sin puntería, y a Dios te la depare buena, dispara unos balazos sin tino, den en el negro o den en el blanco.

Pero ya nuestro doctor coge alforzas a su razonamiento, y enfaldando el estilo, porque hace polvo, se lastima de que el crítico religioso no siga el consejo de Santo Tomás, de no pensar en otra cosa sino en Dios. Díganos, señor   —40→   doctor, ¿y aquellos monjes ermitaños del desierto de Nitria, que Vmd. nos trae; aquel Apolonio, monje y médico; tanta turba de Santos Padres, como nos cita por la medicina; los monjes Benedictinos, que la ilustraron, según asienta su primer clérigo aprobador, pensaban en Dios, o en el diablo o mondaban acaso nísperos? Vuelva en sí, señor doctor, mire que la cólera hace furiosos, y los furiosos son locos. Prosigue su lastimera persuasiva en una infinita oración de habiendo, que no tiene sentido, como toda   —41→   la tienda de su disparatoria locución, en que apenas deslía una primera de activa; y dice: Pudiendo emplear tan apreciable caudal en abatir herejías, de que resultase mucha gloria a Dios, servicio a nuestra Santa Madre Iglesia, y crédito de su religión y de su patria.

¿Pues qué, señor doctor, le parece poco el convertir a muchos, que hasta aquí han vivido engañados, con los errados dogmas de sus aforismos? No será gloria de Dios y servicio de su Santa Iglesia, desterrarle a Vmd. de la asistencia de los enfermos, para   —42→   que puedan prevenirse en aquel supremo lance, según lo dispuesto por los Sumos Pontífices, y nuevamente mandado por nuestro Santísimo Padre Benedicto XIII? Le parece será descredito de la religión, del crítico y de España, expeler de ella una epidemia tan contagiosa como Vmd. y otros de su farándula?

Envaina, por último, la roñosa espada, con una sentencia del Pleusiota, que sólo es aplicable al común de los hombres, y no al singular, como manifiestan muchos ejemplares antiguos, y no pocos   —43→   modernos, de que podrán hablar los curiosos y doctos, que harán justicia al crítico, cuyo crédito no depende del Sen y de la Escamonea. Y en fin, las últimas palabras con que pone el ramo a la taberna de su papel, se reducen a que a él le pertenece oír, ver y callar; y si esto hubiera observado desde el principio, le tuviera conveniencia. Más no hay que fiarse en el que es sardo, ha sido rojo, y ahora rucio. Amigo doctor (porque te doy de balde un desengaño, quiero llamarte amigo), no hay cosa como callar, llámate Sancho,   —44→   y di que eres chitón, y sin chistar ni parlar, digan lo que dijeren, no te des por entendido, porque serás dobladamente necio: pierde la sencilla, y vamos horros; porque si te obstinas en erre que erre, poniendo pies en pared y manos en pluma, te reintegraré desde el tú al Vmd. y diré, que Vmd. escriba, entre tanto que yo fariseo, y a porfía hemos de andar por ver cual ha de vencer; que yo le aseguro, que al cabo del año, si se hacen cuentas, Vmd. ha de quedar por estafermo de medicina, estantigua de aforismos, fantasma   —45→   de recetas, duende de razonamientos, y ánima en pena de discursos; y yo, con asperges de palabras, conjuraré clausulas, perfumaré periodos, pidiendo a Dios me libre de sus papeles, y de Vmd. Y para que lo crea, sepa que en mis mocedades he sido cochero, alquilador y mozo de mulas, de que sólo he sacado una gran porción de pullas, con que contrarrestar el papel de Vmd. de quien soy en prosa de ajedrez el desengaño.

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Gimiendo estaba la prensa con el papel de arriba, cuando llegó a mis manos el Templador Médico del doctor Ribera, que manuscrito comunicó a esta universidad a un amigo suyo y mío. Leíle, y no pude menos de exclamar: ¡Pobre crítico, y en qué manos te ves! Acabas de salir del poder de un mal cirujano, metido a médico, y entras en el de un médico de tinelos, zaguanes y cocinas de tal cual señor. Aquel te puso de lodo con injurias y autoridades de   —47→   Santos Padres, que se hallan juntas en Cornelio Alápide; y éste te acomete con un templador de harpa de ciego, gaitas y jeringas. En fin, eres desgraciado, crítico mío; pero consuelate, que hasta ahora no te han tocado en el pelo de la ropa. Nadie se ha puesto en la campaña (salvo sea el doctor Martínez), que merezca tu atención; y este último aventurero mucho menos, que es médico de la legua, graduado de privilegio, escritor de circunloquios, cata-ribera de la medicina, gargajo de Hipócrates, moco de Galeno, y   —48→   autor de digresiones.

Si no, repara a la dedicatoria, en que revestido del espíritu de Lisias, segunda vez martiriza a los dos insignes héroes San Cosme y San Damián. Advierte al prólogo, lleno de paja y heno. Mira el proemio, en que sólo descubre la intención de provocarte. Pero en el primer capitulo, cuyo título parece de los romances del Cid o de la historia de Carlo Magno, verás un reloj desconcertado, en conversaciones soñadas, ficciones insípidas, defensas tuyas, y del doctor Martínez, iguales a su   —49→   Templador, y a las curas que hace. En lo demás del papel, unas veces te ensalza, otras te humilla; unas te engrandece, otras te vitupera; unas te hace rico, otras pobre; unas te viste, otras te desnuda; y en fin, él te hace y él te deshace. Sin duda escribió imaginando, que sus lectores tendrían una legión de sorna, que es peor que de diablos, pues se anda de ceca en meca, con su cuento de cuentos, diciendo, que vinieron días y tornaron días, cuando en estas y estotras, con dimes y diretes estuvo, haber veamos, echando   —50→   la ronca de que, por tantos y cuantos, ha de hacer y acontecer.

Dile, crítico amigo, que si quiere ser leído, como escrito, sea hombre de estornudo, con cachete de pluma, bostezo de relación y sancti amén de escrito; porque no escribiendo por ensalmo, brincarás renglones, podarás clausulas y cercenarás periodos, hasta dar con el mazo en la frente a su contextura, y dejarle sin sentido. Dile más: Que si da en escribir otros papeles, soltarás la maldita, ladrará la perra y habrá el sepan cuantos en prosa   —51→   de Antubión, razones de relámpago, renglones de zas y cláusulas de choz. Ítem le dirás: que para cohetes, tacos y especierías, bastante tiene escrito en los tomos que dio a las tinieblas; porque nadie quiere perder el tiempo nefandamente. Otrosí, le dirás; pero no le digas que si prosigues, es ganancia para el impresor, y la bolsa gruñe.


 
 
FIN
 
 


  —53→  

ArribaAbajoCarta gratulatoria

Que escribió en nombre de un médico de Sevilla contra el dicho doctor Aquenza


«Viva Vmd. mil años por el desempeño de la facultad contra el Teatro crítico. A fe que el fraile ha quedado bueno. Ello es verdad que Vmd. maldita la cosa respondió a lo que él nos había argüido; pero buenas desvergüenzas se ha llevado. Eso es lo que importa, porque es lo que hace fuerza en los bodegones. Esotro de argumentos, quedese para quien   —54→   lo entiende. Más vale una mochada de Vmd. que todas las discreciones de Martínez. Aquello de que el crítico tiene poco o ningún fondo en sus aporreados cascos, fue bravo dicho. Siempre Vmd. fue bien hablado. Yo tengo aquel librillo que Vmd. escribió años ha, de Sanguinis missione, y veo allí, con gran gusto, como al docto médico romano Lucas Porcio, le llama Vmd. Albeytar: del famoso Wilis dice, que tenía una alma brutal; y al gran médico Erasistrato le trata de necio. Es verdad que en   —55→   esto último hay el primor de ir la desvergüenza amasada con un solecismo; porque dice: Erasistratus juxta stultitiam suam erat per necessario respondendus. Algún grande enfado le había hecho a Vmd. Nebrija, cuando escribió aquel librillo, pues no hay clausula donde sus reglas no lleven alguna cuchillada. Pero el libro es un prodigio; y tiene la particularidad, de que tratando sólo de la sangría, es admirable para un día de purga. Yo he curado más hipocondríacos con él que con todos los escritos de   —56→   Galeno; porque a dos clausulas de él que les lea, si saben latín, sueltan la carajada, y va la melancolía con mil demonios.

Pero volviendo al papel de Vmd. aunque aquí algunos médicos, preciados de corteses, le tienen por injurioso a la profesión; porque dirá el mundo, que los médicos no saben responder, sino con desvergüenzas; yo digo, que no saben lo que se dicen. Bueno fuera que Vmd. habiendo hablado de este modo toda su vida, al fin de sus días mudase de tono. Así debe   —57→   ser. Nuestra facultad tiene el privilegio de la ley de Mahoma, que es defenderse, no a argumentos, sino a palos. ¡Oh que bien dijo, aquel Santo Padre, que aprobó el papel, cuando le condenó a ellos al crítico, con el texto: Contra negantes principia! ¡Con qué devoción le besaría yo el hábito! Enfádanme mucho estos médicos mesurados (aquí hay una peste de ellos) que se ponen mucho de parte de la modesta, y todo lo quieren llevar a silogismos. No hay sino palo y más palo, que los silogismos   —58→   los entienden pocos; pero una desvergüenza bien asentada, hace reír a todo un pueblo.

Aquí, con ocasión del papel de Vmd. hubo varios chistes; unos, que nos dieron que reír; y otros, que rabiar. Un páparo, que había oído que Vmd. era de nación sardo, no se acordó bien de la voz, y fue a contarle a su cura, que andaba un papel en Sevilla con que reía mucho la gente. Preguntole el cura, ¿quién era el autor del papel? Y el páparo respondió: Llámase el doctor   —59→   Sardesco. Refiriolo aquí después el cura, y cayó tanto en gracia el chiste, que ya a Vmd. en toda Sevilla no le llaman sino el doctor Sardesco. Un pícaro de un estudiante los días pasados, aludiendo también a su patria de Vmd. decía, que su papel se debía intitular: La Sátira Sardina. Preguntámosle, si quería decir en eso, ¿que era mala o que era buena? Uno y otro (respondió el bribón) para sátira es mala, porque no tiene sal; pero por eso mismo es buena para sardina, porque es fresca. La   —60→   criada de un caballero, que al pasar por la plaza oyó leer el papel de Vmd. en un corrillo, fue a contar a su amo, que había en la plaza gran bulla con un papel de un médico. Preguntó el caballero, si el médico era de la regia sociedad? Par diez, señor (respondió la mozuela), yo no lo sé; pero el médico de la suciedad debe de ser, porque cuantos estaban allí decían, que cuanto había escrito era una basura.

Estas cosas las celebramos, porque tienen sainete; pero para otras no hay sufrimiento.   —61→   Un pisaverde dijo ayer, habiendo visto el papel, que nunca había leído autor, que más bien cumpliese en la obra, lo que ofrecía en el prólogo. Preguntósele, ¿por qué? Y él dijo: porque en el prólogo dice, que sigue el ejemplo de la burra de Balaán, y en todo el discurso de la obra, muestra ser fiel discípulo de la burra. ¿Pues qué diré de lo que nos pasó con un bachiller de Teología? Éste se empeñó en probar, que la medicina toda es droga y farándula; porque (decía él)   —62→   yo bien sé, que el doctor Aquenza tiene medianos créditos en la corte; y sin embargo, es imposible que sepa palabra de su facultad; porque ¿cómo he de creer yo, que quien en tantos años no pudo aprender a hablar latín ni romance, pudo aprender una ciencia tan difícil como la medicina? Sacaba tras de esto el librico de Sanguinis missione (que también le tenia), y mostraba en cada página diez o doce gazapatones. Aseguro a Vmd. que nos vimos bien afligidos con el tal bachiller; pero al fin, echamos mano de   —63→   nuestras armas: tratámosle de tonto y majadero; y aún yo le eché algo en la cara de su vida y milagros; y otro compañero mío no sé qué le dijo del oficio que habían tenido sus abuelos. Con eso le hicimos callar.

A otro, preciado de noticista, no pudimos atajarle por más que le dijimos. Éste empezó por la patria de Vmd. probando la mala opinión que en todos siglos tuvieron sus colonos. Alegaba aquello de Cicerón a Attico: Habes Sardos vænales, alium alio nequiorem. Tras de   —64→   esto venia lo del Calepino de Paseracio, hablando de los sardos: Hi ob insignem vilitatem, nequitiamque in proverbium abierunt. Aplicaba a las chanzas desabridas de Vmd. lo que los antiguos decían de la risa sardónica, con que notaban a cualquiera que bufoneaba con corazón maligno; y decía, que esta voz viene de una hierba venenosa (llamada por los antiguos Sardonia, y por los modernos Ranúncula), que nace en los montes de Cerdeña; y los que la comen, contrayendoseles ciertos nervios,   —65→   parece que mueren riendo, siendo así que mueren rabiando. De aquí vino el mote: Risus sardonicus, para bufones mal intencionados.

Éste decía también, que los pocos o muchos créditos que Vmd. tiene en la corte, se los habían dado los que están próximos a heredar: Que los pronósticos de Vmd. los entiende la gente cuerda al revés, y rara vez se engaña. Alegaba lo que pasó con varios enfermos, de quien Vmd. el mismo día que murieron, dijo que estaban fuera de   —66→   riesgo, con otras muchas cosas semejantes. No tuvimos modo de desembarazarnos de esta tarabilla.

Pero esto no obsta para que a Vmd. no se le den por el quinque folium de su papel, las gracias que merece. Él está doctísimo; las autoridades de los Padres, que sean supuestas, que no, están bien traídas; pero Vmd. hizo mal en señalar el lugar donde se halla la de San Agustín, porque se halló que no está fielmente copiada, aunque la alteración es poco del caso. Hubiera hecho lo mismo que   —67→   con las demás, y citar a S. Agustín a bulto, como citó a San Basilio, al Crisóstomo y a los demás, con eso es imposible cogerle en la maula; y más que discurran los maliciosos, que si aun aquella autoridad a quien se señala el lugar, no está fielmente copiada, ¿qué serán las demás?

Lo de tratar a Ethmulero, Sidenham y Wilis de trastuelos, está bien hecho, pues todos tres fueron herejes. Atengámonos a San Hipócrates y San Galeno, que por lo menos, el primero es cierto   —68→   que fue gentil, y el segundo pasó más allá, pues tuvo por mortal el alma.

No me parece bien lo de decir, que el crítico tiene un entendimiento soberano, después de haber dicho que no tiene migaja de fondo: mas al fin ésta es una de aquellas que los griegos llaman paradoja, y los castellanos badajada.

Aquí se escribió que su papel de Vmd. pareció mal a casi todos los médicos de la corte. No se le dé nada por eso: yo sé que pareció bien a los barberos. Dios   —69→   guarde a Vmd. para calumnia (columna quise decir) de nuestra facultad. Sevilla y octubre 30 de 1726».

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ArribaAbajoGlosas Interlineales

Puestas y publicadas con el nombre del licenciado Pedro Fernández a las postdatas de Torres, en defensa del Dr. Martínez y del Teatro crítico universal: Dedicadas al mismo señor bachiller Don Diego de Torres, profesor de Filosofía y Matemáticas, y catedrático pretendiente de Astronomía en la Universidad de Salamanca, colegial trilingüe, Vice-Rector y opositor a Cátedras y Beneficios Curados en dicho Obispado, etc.


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ArribaAbajoCarta

Al señor D. Diego de Torres, y se le suplica valga por dedicatoria, proemio, prólogo y al lector; que de imprenta se ahorra, y de tiempo se gana; porque aun de palabras es loable la santa economía


Señor D. Diego mío, Vmd. dedicó su papelito a un médico, y yo, por vengarme   —74→   de la idea, he andado buscando un astrólogo, y no he hallado otro que a Vmd. Intituló Vmd. al suyo Postdatas, y yo al mío Glosas: que si las postdatas son como rabo de las cartas, las glosas son como tarugos de los renglones. Vmd. puso colas a su escrito, y yo pongo calas a su impreso.

Habíannos dicho por acá, que estaba Vmd. casi fuera de cuenta del piscatorcito que acostumbra parir cada año, pues ya no le faltaban que perfeccionar sino los zancajitos; pero que al cumplir las diez faltas, le llegó la Carta defensiva   —75→   de mi amigo el doctor Martínez, y al punto le sobrevinieron a Vmd. los descabellados, y malparió unas postdaticas, que por modo de superferación había concebido. Porque como el ingenio de Vmd. es tan fecundo, demás de parir al natural de año a año, como las burras, malpare por mesadas.

Hanme dicho también, que quedaba Vmd. vomitando cólera porracea; pero ahora bien, señor Don Diego, ¿para qué tanta cólera? ¿Y más con el doctor Martínez, que siempre ha sido tan su aficionado?   —76→   Ninguno ha celebrado tanto como él su ingenio de Vmd. el desenfado de su estilo, la amenidad de su imaginativa, la naturaleza de sus expresiones y la viveza de su numen. Créame Vmd. que, según me ha dicho, le ha mirado siempre con cierta simpática afición; pero esto no es del caso, porque Vmd. no gusta que le alaben.

Este médico, pues, escribió varios discursos, suscribiendo al Padre Feijoo; y en el quinto (que es el escalón obscuro, en donde tropiezan todos) quiso dar fin de la Astrología   —77→   Judiciaria (que se llama así por mal nombre, debiendo llamarse Astrología Locaria), reputandola por vana ocupación de los hombres: y esta misma sentencia lleva la Iglesia, los Concilios, Santos Padres y Universidades, los autores más clásicos, las naciones más cultas; y lo que es más, aunque es lo menos, Vmd. mismo, señor Don Torres, que mudado ya nombre y legión, se llama Tarfal. Nada de esto era contra Vmd. porque uno se había de quedar astrólogo y otro médico, y nunca faltará quien a Vmd. le   —78→   compre sus almanaques, y al otro sus recetas. Pues Vmd. no es más que un ingenioso empírico de la Astrología, que no hace mal a nadie, antes trae favorables anuncios para sí y para el prójimo: da de comer al impresor, que ganar al librero, ocupa los ciegos, que son muchos, socorre los hospitales, y para sí saca cien dobloncillos, más seguros que en la bolsa de un genovés: Y en cuanto a verdades, todo cuanto dice es demasiada verdad, y es tan cierto como hay viñas (que si no las hubiere en Flandes, las   —79→   habrá en Lombardía), y lo conocerá cualquiera que se ponga a jugar en pronósticos a paro y si pinta.

Con que por este motivo no tenía Vmd. que condolerse, pues en materia de predicciones, no pudiera decir más el mismo Séneca, si viviera. No obstante, sólo dos rengloncitos le tropezaron, acordandole que se dejó en el tintero el día del Corpus: delitillo a fe bien ligero, y que pudo ser olvido de imprenta, o que ocupado en cálculos y efemérides se le escapó de entre los dedos esta menudencia. ¡Harto   —80→   poca razón, sí por cierto, tuvo el doctor Martínez! En fin, a esto responde, que no pone la cosa dos veces, y que el Corpus le pone siempre al principio, entre las fiestas movibles. Señor Don Diego mío, todos somos fulleros: si Vmd. no pone la cosa dos veces, ¿para qué este año nos pone dos veces la Ascensión del Señor, una veces dos la Pascua de Resurrección, y dos veces una la Pascua de Espíritu Santo? ¿No son estas fiestas movibles como el Corpus? Valga la verdad, señor D. Diego; y pues Vmd. pone siempre lo primero   —81→   el Corpus, ponga ahora lo primero la ánima. Éste es el leve arañito que le alcanzo a Vmd. pero acaso estaba mal humorado, y se le enconó la herida. ¡Y esta es la hermosa Elena, sobre que se arde Troya!

Ahora bien: ¿qué más hiciera Vmd. señor Don Torres, si le hubieran dicho que se le había olvidado un artículo o un mandamiento, que tanto ruido mete porque se le olvidó el día del Corpus? Lo cierto es, que Vmd. no cayó en ello, y es disculpable, pues al mismo San Pablo le pudo   —82→   suceder no caer en día del Corpus. Y ahora también, si no fuera porque Vmd. se enojase, le avisaría, que en este año de 1726 nos ha puesto la fiesta del Dulce Nombre de María en viernes, y la del Patrocinio de Nuestra Señora también en viernes, habiendo sido ambas en domingo. Ya veo que no lo enmendaría, porque no acostumbra poner la cosa dos veces, o lo pondría entre las fiestas movibles; o como yo no entiendo de esto, puede ser que los piscatores de prima tengan facultad para remover días y alterar fiestas.   —83→   Pero ¿qué diremos del viernes 15 de noviembre de este mismo año, que hizo Vmd. quedar sin Misa a la mayor parte del pueblo, porque la fiesta de precepto de San Eugenio, notada con su letra bastarda, y cruz alta y ciriales, se le olvidó, y la puso dislocada el miércoles antes? Diremos que estos son descuidillos veniales, y que pues la Iglesia los consiente, no deben de ser el pecado nefando. Dejemos esto, y vamos a otra cosa.

Amigo y señor, de paso doy a Vmd. noticia como el   —84→   papelillo tendrá un gran despacho, y crea mío pronóstico mejor que los suyos, porque a la librería de Moya habrán llegado hoy hasta doscientos entre médicos y curiosos, que van así como moscas al cebo de la golosinilla, pensando pasar un divertido invierno a costa de Martínez y Torres, suponiendo que andarán a arrojómelas y arrojéselas, y volviómelas a arrojar. Pero ni el serio empleo de Martínez, ni sus cuidados, ni el tiempo que para cosas de más importancia necesita, le permitirán que tome la pluma, si no   —85→   quiere exponer su utilidad y prudencia; pero en todo caso, señor Torres, al despacho, que si hay malos hábitos, ya tiene Vmd. finca fija con el ejemplo de este papel, para hacer otros buenos.

Yo sólo he querido entretenerme; y si a Vmd. que es escritor por vocación, le viniese la desatinada tentación de escribir contra mí, pellízquese; y si no bastase, vuélvase a pellizcar; y si aún no pudiese resistirse, escriba cuantas chanzas o veras se le vinieren a la boca, que se le dirá, que todo eso y mucho más es verdad;   —86→   pero no viene al caso. Si determinase escribir serio y facultativo, junte primero tropas auxiliares, y reclute Torres blancas, Torres bermejas, Torres mochas, y si hubiese otros Torres, que yo persuadiré al doctor Martínez a que ocupe algunos ratos en responderles, y habrá unos papeles galantes y de gusto, que serán crédito de ambos: y el doctor Martínez se alegrará de las ganancias de Vmd. y no perderá el mérito de que tenga esos socorros por vía de sufragios.

Pero en todo caso yo me   —87→   holgaría, que ya que Vmd. en prólogos, papeles y diálogos se ha declarado escéptico, fuese de los nuestros: que se le daría indulgencia plenaria, y remisión de todas sus postdatas, sólo con que dijera conmigo: Padre nuestro, que estás en Oviedo.

Advierto no obstante, que si Vmd. escribiese serio, escriba mucho, ya que escribe bueno, y no se ande con librillos de pitiminí, que tanto valen como cuestan. Véndase usted caro: no sea como el otro médico, que ajustaba las visitas a cuatro cuartos; y reprehendiéndole   —88→   otro médico amigo suyo, que ¿por qué hacía tal baratillo? le dijo él: Pues ¿qué se admira Vmd. de que yo haga visitas a cuatro cuartos? Visita les haré yo, que no valga seis maravedís.

Amigo y señor Torres, Vmd. es uno de los ingenios de primera suerte de España; pero es como una tabla rasa, o un bello lienzo bien imprimado o imprimido, que no tiene entera pintura, sino tal cual chafarrinón de todas tintas. Por eso anda escribiendo a todo pasto, y unas veces nos sale con su Viaje fantástico, que   —89→   no tiene otra cosa de bueno, sino lo que es suyo, pues lo demás son butifarras de Ptolomeo, y bondades de Kircher: donde habiendo llegado al centro de la tierra, ni fue a visitar al Sol subterráneo de Dikinson, ni se atrevió a pasar al Infierno, que está pared enmedio, pudiendo entrarse por él, como por su casa; que yo le aseguro había de escribir de otro modo, y le había de oler aún la conciencia a chamusquina. Otras veces nos da su Defensa de Wolters y Minas de Guadalcanal, su Gallo y su Sacudimiento de mentecatos,   —90→   y pintándose en éstos un hombre alegre y esparcido, nos sale después Torres predicando en la Cátedra de bien morir, que es cosa que hará desternillar de risa al mismo Heráclito; y finalmente, ahora nos amaga con su Ermitaño y Torres; parto, que ha dicho la comadre, que está coronado y ya para salir. Sólo lo que reparo es, que tenga tan en la memoria sus aborticos, que a cada paso nos espante con ellos; sin duda tiene libro de cuenta con catálogo de todos; pero quiero decirle en breve mi sentir sobre   —91→   ellos con un cuento. Casose un labrador, y enamorado de sus hijos, aun antes de tenerlos, quiso hacer lista, y puso en un cuaderno: Memoria de los hijos que voy teniendo. El primer hijo fue hija: aquí, señor Torres. El segundo fueron tres: vaya usted conmigo. El tercero mi hijo Perico; y en la partida más abajo, porque no había tenido más que estos, puso: El cuarto nada. Allá va derecho como un reguilete.

Dedica usted su papelito al doctor Don Pedro Aquenza, como si éste, por su circunspección,   —92→   dignidad y profesión, pudiera ser buen protector o emisario para repartirle entre boticarios y médicos: pero ¡malos años! buen cuidado tendrá de sepultarle en el olvido, siquiera porque Vmd. profanó aquella ara adonde ahora se acoge, y de quien con sacrílego chiste dijo era de los que el Rey pagaba y sufría en su áureo libro de Cátedra de bien morir. Para esta agonía le hizo a Vmd. falta registrar el catálogo de sus hijitos, y escudriñar sus tachas y corcovas, para no dar en semejante inconsecuencia.

  —93→  

Volviendo a la historia: Estando yo con el doctor Martínez, le dio un amigo las Postdatas de Vmd. y después de leídas, empezó a celebrarlas, asegurando, que no había visto en su vida cosa más chistosa, ni donaire más natural. Mirámosle a la cara, y estaba pintiparada cual Dios se la dio, y San Pedro se la bendiga. No sé lo que le pasaría por allá dentro, porque amigo, yo no soy astrólogo de estómagos ni corazones. Sólo sé, que añadió estaba muy obligado a Vmd. pues habiendole advertido su hinchada vanidad y arrogante   —94→   presunción, y reveládole, que es un tonto médico, y que mata a roso y velloso, tenía ya patentes, a costa de Vmd. sus defectos, que jamás había podido llegar a ver bien con el antojillo del amor proprio; y que pondría el tal librito guardado como oro en paño entre sus libros devotos, junto a la Cátedra de morir, para coger los puntos que se han de tomar en la vida, o para cuando se le ofreciese hacer su examen de conciencia. Esto dijo, y haciendo un besamanos (porque es Martín Cortés), se fue cantoneando la   —95→   persona, y cabeceando la peluca, dejándome el papel, y tomándome yo por los mirones del juego la obligación de ser expositor de piscatores.

A Vmd. pues, señor D. Diego, consagro este papelito. Adóptele, siquiera porque no tiene vivíparo ni ovíparo, que herede su fama: y ya que tiene la desgracia de malograrsele todos sus hijitos, pues los más al año se le mueren sin salir de mantillas, otros son efemerones o como gacetas, que no pasan de un día; y otros son falsos engendros, como estas postdatas (que por no tener   —96→   alma, bien miradas, no son más que una mola matriz), prohíje éste, o rómpale o guárdele; y si no quisiere guardarle, Dios le guarde con mucha vida y salud: Quam mihi & vobis, etc.




ArribaGlosas de Fernández

a las postdatas de Torres


Con el deseo de poner estas glosas, para la mejor inteligencia de las postdatas y utilidad del público, entré en mi estudio, me infundí en mi bata, calé el gorro, monté   —97→   las gafas sobre el caballete del entrecejo, y calzadas las chinelas, me repanchigué en un cojín, cercado de comentadores y nizolios, eché sobre los sedientos algodones un ochavo de tinta, que había comprado, y procuré mullirlos por escribir más blando. Quise enristrar la pluma, y como era doncella, y el escritor sin estrenar, tardé gran rato en ajustar los puntos, de modo, que ni estuviesen puntiagudos y carraspeasen, ni demasiado romos; y empecé a leer así:

Texto. Postdatas a Martínez.

  —98→  

Glosa. Otra letra: Postdatas a Barroso. Los rabinos vierten: para Martínez o contra Martínez.

Proseguí leyendo: y aquí quiero contar a Vmd. el chistoso lance que me sucedió. Vi que Vmd. en el primer párrafo se querellaba (y con razón) de aquellas palabras del exordio: Es detestable quien satisfecho con tener que comer, se olvida de buscar que enseñar. ¡Detestable! Tú que tal dijiste: entré (y con harto fundamento) a persuadirme yo también, que estaban envirotadas contra Vmd. que muchas   —99→   veces ha confesado, que escribe para comer. ¡Aquí fue mi rabia! Desesperado, y con una legión de Torres en el cuerpo, vuelto ya a favor de Vmd. estuve para arrojar la pluma. ¿Es posible (decía entre mí) que sin haberle hecho daño alguno a Martínez, empiece desde las primeras lineas a explicar su enemiga contra Torres? Vive Dios, que las glosas que iba a poner a las postdatas, se las he de poner a su Carta defensiva. ¿Cómo qué? ¡Bonito soy yo para eso! Yo he de ir a su casa, y averiguar esto de   —100→   raíz, y si hallo que es así, ha de andar la marimorena.

Con esto empecé a gritar, pidiendo otra vez mis vestidos, volví a calzarme los zapatos, y en todo caso registré bien el espadín. La criada asustada, viendo tal faena, me preguntó: ¿Dónde va Vmd. señor, tan denodado? Y yo, sin responderla, eché a correr en casa del doctor Martínez, llevándome en todo caso mi par de recetas de encaro, con buena munición, por lo que pudiera tronar.

Trompicando iba por la calle con cuantos encontraba,   —101→   ansioso de averiguar tamaño cuento, que en tales casos no hay amigo para amigo. Llegué a la casa, y llamé a la puerta con tal golpe, que salió el doctor Martínez, creyendo era para algún accidente repentino: díjele de pe a pa mi curiosidad y mi queja; y él, modestamente, me respondió: Vmd. señor licenciado Fernández, se reporte, que en esa cláusula que Vmd. dice, estaba yo tan lejos de pensar en Torres, que ni en individuo, ni en especie me pasó tal cosa por la imaginación. ¡Jesús mil veces! el Diablo sea sordo.   —102→   Yo le he querido siempre bien, y si dijera mal de los que escriben para comer, me llevaría de calles la mitad de la corte. Cada uno coma de lo que quisiere, que el comer ha de ser a gusto. Bien lejos estaba de eso el motivo de mi proposición, y yo se la explicaré a Vmd. más despacio en otra ocasión.

Verdaderamente quedé sosegado con su respuesta, y sin querer sentarme, aunque él me convidaba, me despedí a toda prisa, porque me llamaban las glosas. Volví a mi casa, púseme otra vez en la   —103→   misma catadura que al principio, y proseguí leyendo así:

Texto. A su merced le hacen la olla los tiñosos, cuartanarios y éticos malhumorados.

Glosa. Y qué poco que la comería su merced.

Texto. Si tiene licencia para remendar saludes, a mí me la dieron en la Universidad de Avila.

Glosa. Maldita sea mi alma, si yo le tuviere por el Abulense.

Texto. Allí tomé otra panza.

Glosa. Que con la de astrólogo y la suya, son tres panzas. Sic Arnoldo de Villanova,   —104→   in sua panzographia.

Texto. Pero no otro estómago y con el que tengo soy asqueroso de orinas y vómitos, y no aguanto mierdas.

Glosa. La prueba de esto: Vide Philosophia limpia y natural, pag. 9 en Torres, párrafo 2 per totum.

Texto. Y nunca quise cascar sanidades, ni desollar muertos.

Glosa. Vide Desuello, littera D.

Texto. Remítale Vmd. al Hospital del Juicio.

Glosa. No lleve Dios allá a ningún astrólogo cristiano,   —105→   aunque más mal me quiera.

Texto. Y al Naviget Anticiras de Horacio.

Glosa. Vide Piloto, & de abuja mareandi ad usum Delphini: vamos adelante.

Texto. Concede efectos de eclipses y cometas, y dice que no los hay.

Glosa. Distingo: Efectos imaginarios pampanabiliter, concedo: verdaderos y rabanaliter, nego, & nego consequentiam.

Texto. ¡Raro modo de explicarse, señor Don Juan! Si Don Martín hubiera estudiado filosofía limpia y natural, errara   —106→   menos y curara mejor.

Glosa. Para mejor inteligencia de este texto, véase en el párrafo antecedente el tratado de urinis, vomitis, & merdis.

Texto. Los cometas son asunto de la Filosofía.

Glosa. Suple Astronomica quam admittimus.

Texto. El pobre astrólogo entra haciendo sus conjeturas por un ladito.

Glosa. ¡Está gracioso! Perdone por Dios, hermano astrólogo, no sea cansado.

Texto. La generación del cometa es de materias terreas, sulfúreas, bituminosas y salinas.

  —107→  

Glosa. Parece la Junta del Hechizado por fuerza.

Texto. Recalentadas y elevadas a la región del aire.

Glosa. Con licencia de Vmd. que no es eso. Las partes térreas de cualquier mixto son tan morlonas y zorreas, que no sólo el calor del Sol, pero ni el fuego de Copela o Reverbero las saca de su paso. Sed de hoc alibi, cuando Dios, con su infinita misericordia, nos envíe otras postdatas.

Texto. Agitadas unas con otras se encienden, o las enciende la vecindad del fuego.

Glosa. Esto de vecindad del   —108→   fuego se queda en pie, hasta que algún piadoso astrólogo haga viaje fantástico, con pasaporte de Luciano, al cóncavo de la Luna, y nos traiga relación de todo.

Texto. Éstas no se pueden mantener en aquella región por su demasiada pesadez.

Glosa. En otra versión se halla, que no se pueden mantener por su necesidad y muchas obligaciones. La demasiada pesadez subió, la demasiada pesadez bajó; y si se le aprieta más, dirá, que fue y que vino, y que tornó y que volvió, y que otras más demasiadas   —109→   pesadeces se mantienen en la región del aire.

Lo más probable es, que los cometas son planetas vagabundos, como dijo el doctor Martínez; lo que está convencido, porque no tienen paralaje. Véase Gasendo, Descartes, Galilei, Copérnico, Ticho, y todos los demás que han sacado la cabeza de las bragas del Cid, y los morrales del Sacrobosco. Pero ¿qué es esto? ¡Yo hablar de veras! ¡Jesús, qué tentación!

Texto. Toda esta especie de meteoro en el aire, nihil boni pueden influir.

  —110→  

Glosa. Aquel nihil boni entre tanto romance, se pone por metonimia; pero que el cometa sea especie de meteoro, no lo probará con todos los nihil bonis del mundo.

Matamoros advierte, que el solecismo: Toda especie de meteoro pueden, que le costaría azotes a cualquier muchacho en el aula.

Texto. ¿Qué médico puede ser?

Glosa. ¿Y qué le importa a usted eso, si no se ha de curar con él?

Texto. ¿El que no cuida de las alteraciones del aire?

  —111→  

Glosa. Allí le pica: En la carta defensiva se dice, que fuera más útil que se observase la atmósfera y cuerpos que más de cerca nos circundan, y que solos contribuyen para la salud y buenos temporales.

Texto. ¿Pues de qué tiene vanidad este mata sanos?

Glosa. Otros leen: Mata enfermos, y así se halla en los códices antiguos. Vide Archivo de Simancas, y allí el Moro Rhasis.

Texto. ¿Si no sabe Medicina, Astrología, ni Geometría?

Glosa. Él dice que sí; y que desea que Vmd. le apruebe   —112→   en la primera ocasión que se ofrezca. La verdad se esté en su lugar.

Texto. Véngase a mí el que quisiere ser médico como Martínez, y le enseñaré en ocho días.

Glosa. Páguele Vmd. el viaje, y acoto, que como eso fuera así, él se hubiera ahorrado mucho tiempo y trabajo.

Texto. Yo estoy pronto a cumplir esta palabra, y a defenderla en esta Universidad, y en la que me dijeren.

Glosa. Vaya en la de Atenas, y no se hable más palabra. Salvo sea el lugar, que no quiero verle en poder de turcos.

  —113→  

Texto. A pedir de boca se le había venido a la filosofía del señor Don Martín el fenómeno o especie de cometa, que apareció el día 19, sábado de octubre.

Glosa. Mejor. Sábado 19 de octubre, per transpositionem ita Nebrija per totum.

Texto. Y pudiera escribir un tratadico.

Glosa. Para eso estamos.

Texto. De su visualidad.

Glosa. Otra letra. Visibilidad. Así Anison en la Impresión de Antuerpia, que es la más corregida.

Texto. Haga Vmd. que lea   —114→   este brevecito razonamiento de su causa.

Glosa. Ut supra: Y en caso de querer perder el tiempo, más vale que le lea en la Gaceta de Madrid, que está más filosóficamente explicado; y mejor es saberlo por cuatro cuartos, que ignorarlo por ocho. Así dice la Gaceta: Llámase este fenómeno luz septentrional, y estas luces extraordinarias son muy comunes y frecuentes en Noruega, Islandia y Spitzberga, por el tiempo de los equinoccios; y aun aseguran algunos Navegantes, que son casi continuas   —115→   en los países más vecinos al Polo: de que con evidencia se infiere, cuan inciertos y mal fundados son los melancólicos discursos y pronósticos, que sobre esta novedad va esparciendo la crédula y supersticiosa ignorancia del vulgo. Para un piscator, ¿qué mejor cita que una gaceta?

Texto. La generación del fenómeno han sido las lluvias sin tiempo del estío, y el calor molesto del otoño.

Glosa. Los caldeos dicen lo contrario: esto es, que ha sido la demasiada sequedad de   —116→   otoño, y el repentino ocurrente frío por los nortes que han soplado. Esto ha recogido y condensado por toda la linea septentrional de Europa esta pólvora fatua; y entretanto que se ve el pleito, recíbase, a prueba, si en Spitzberga y hacia el Polo (donde se hiela el mar por agosto) hay casi siempre lluvias en estío, y calor molesto en otoño; supuesto que hay casi siempre de estos fenómenos; porque si no hay tal calor ni lluvia, no puede ser esto la causa: y dese la tenuta a esta parte, hasta que la contraria   —117→   haga plena probanza.

Texto. Llega, pues, el Sol al Cáncer, y con su directa reflexión enjuga y chupa.

Glosa. Y mama.

Texto. Estas humedades, y todo viviente se sofoca, se altera, se exhala.

Glosa. Se irrita, se encrespa y se enfosca.

Texto. Y en esta tarea de matar nos tiene el padre de las luces.

Glosa. A bien, que no somos solos los mata sanos. Prosigue el texto.

Texto. Estos átomos hálitos o humos elevados, se encendieron.

  —118→  

Glosa. Hasta ahí lo saben las viejas con palabras menos fumosas.

Texto. Con la vecindad de la región del fuego, o con el calor del Sol.

Glosa. Dale que dale; y ¿por qué no se encendieron a las doce del día, o en agosto o septiembre? ¿Que hacía más calor? ¿Porqué no aparecieron en Nápoles y Sicilia, donde hay sobra de azufres refinados, y bocas de Infierno, según decía mi abuela? ¿Por qué no se ha encendido en Turquía, y se ha conmutado en peste? ¿Por qué en tanta variedad   —119→   de climas fríos, calientes y medios (con variedad sin duda de temporales y vientos), ha aparecido igual y continuo, sin divulsión? ¿y aun en los países fríos más sensible y copioso? ¿Por qué se ha prendido en regiones donde no hay tempestades, y por consiguiente, donde espiran pocos hálitos sulfúreos, salinos, bituminosos, arsenicales, dracónicos, basílicos, térreos, y si hubiese otra jerigonza? Y en fin, ¿por qué? mas no son menester más porqués. Lo más natural es, que el cielo habrá hecho fiestas por el feliz éxito   —120→   del papel de Vmd. representando en Holanda, coliseos; en París, castillos de fuego, águilas y otras iluminaciones; en Inglaterra, toros y cañas; en España, máscaras de nubes y danzas de rayos; y en Portugal, alcancías.

En cuanto a las enfermedades y cóleras, que, según los astrólogos amenaza este fantasma, a que se siguen discordias y guerras, todo es falso; porque antes, en mi juicio, pronostica sanidad (aunque pese a los médicos), pues los hálitos, que confusos en el aire habían de inficionar nuestros   —121→   humores, se han consumido con el fuego; y así se ha visto, que estando antes la atmósfera nebulosa y como empañada, desde entonces se ha descubierto más diáfana y pura; y en cuanto a guerras, éstas ya no son hijas de la bilis, sino de la razón: ya se declaran con serenidad y reflexión en los gabinetes de los Reyes donde no se conoce la cólera, sino la conveniencia. Ya no es como allá marras marruecos en tiempo del Arzobispo Turpín. Y en fin, ya no se pelea porque Marte lo influye, sino porque la política lo quiere.   —122→   Pero vuelvo a mis trece.

Texto. Éste ha sido el origen y causa de esta luz.

Glosa. Alabo la pachorra, sin haber dicho más que palabras rimbombantes para engaitar páparos.

Texto. Si el señor doctor encuentra otra más nueva, que nos la ferie.

Glosa. No haya miedo que él se meta en eso. Bonito teje.

Texto. Lamentable desgracia es la de la docta Medicina, amigo Don Juan.

Glosa. No lo dijo más tierno Garcilaso.

  —123→  

Texto. Apenas ha probado un Motilón con el dedo meñique la Filosofía un curso, que consiste en gritar cinco o seis veces al año, desgañitándose sobre la materia primera, patalear demasiado, sudar la gota tan gorda, cuando se zampa en el aula de Medicina, aprende dos ideas de Bravo, para salir embistiendo: luego cuelga los hábitos, etc.

Glosa. Sic Martínez, tom. 1 & 2. Scepticæ & in seqquentibus.

Texto. Y en colandose por el paño del examen, que tiene los agujeros a medida de cabezas de borricos.

  —124→  

Glosa. Suplique Vmd. a quien ha hecho el obsequio de la dedicatoria (y que tiene a su cargo el harnero), que los cierre algo más; y advierta, que nuevamente ofende esa misma ara, que busca por asilo.

Texto. Con este estudio abren tiendas de errores prácticos, y purgan igualmente las bolsas y las vidas, y hacen liga con los boticarios.

Glosa. ¡Si habrán escrito los boticarios alguna otra carta defensiva!

Texto. Que andando todo el día con escrúpulos, no se acuerdan   —125→   que son mortales sus confecciones. Éstos son los pasos del médico, señor Don Juan: reíanse porque lo digo yo; pero ¡ojalá no fuera así!

Glosa. Sí por cierto.

Texto. Ésta es la verdad.

Glosa. ¡Y qué verdad!

Texto. Y éstos son ellos.

Glosa. ¡Y qué de ellos!

Texto. Aprendió Don Martín en Alcalá a hacer entes de razón.

Glosa. Nunca los hace sin ella: y entes de razón son los que se hacen, que los reales ellos se están hechos.

Texto. ¡Qué bravo específico   —126→   para una modorra!

Glosa. Conforme fuese.

Texto. Leyó a Pedro Miguel, y vínose a la corte a abrir tienda de Filósofo Chimista.

Glosa. ¡Pues bravas noticias hallaría de Chimia en Pedro Miguel! Eso se llama escupir aquí, y pisar allá.

Texto. Pues, ¿y la Geometría, que manda Hipócrates que se estudie?

Glosa. Dale, vola.

Texto. ¿La Astrología, que es inexcusable?

Glosa. Ya escampa.

Texto. ¿Fisonomía?

  —127→  

Glosa. Y porfiará.

Texto. ¿Adónde la estudió?

Glosa. ¿Qué se le da a usted de eso?

Texto. No la ha visto la cara.

Glosa. Con las polainas.

Texto. Y se llama médico, y entra en los Hospitales.

Glosa. No sino que entrará en las tabernas.

Texto. ¡Válgame Dios, y quantum est in rebus inane!

Glosa. Los rabinos construyen: ¡Oh, cuántas son las cosas enanas!

Texto. Aconséjele Vmd. a ese doctor, que tome sus doce cuartos.

  —128→  

Glosa. ¡Tanto fuera ello!

Texto. De cada visitica.

Glosa. ¡Tantas fueran ellas!

Texto. Y estudie lo que le importa.

Glosa. Ve ahí usted que no quiere. ¿Qué hemos de hacer en este caso? Pasa después a responder, y pasa mucho, y casi todo se le pasa, y dice así:

Texto. Digo que en este texto: A signis cœli nolite metuere, se prohíben las supersticiones de los agoreros.

Glosa. ¿Pues qué otra cosa son los astrólogos judiciarios? Véase sobre esto la bula citada   —129→   por el Reverendísimo Feijoo, fénix de nuestro siglo; y lea el postdatista al P. Séñeri, en su primer tomo del Incrédulo sin escusa, cap. 23, 24 y 25 contra la Astrología, donde prueba, que ni se funda en razón ni experiencia esta ridícula facultad. Pero aquí se permiten los piscatores como los besos en Francia.

Texto. Y pudiera yo apuntarle otro millón de textos.

Glosa. ¿Es flota, que los trae por millones? Al primero (como esté bien traído) se echará el otro a tierra.

Texto. Pero no prohíbe las   —130→   conjeturas de efectos naturales.

Glosa. Los efectos naturales se llaman supersticiosos, si se atribuyen a causa supersticiosa.

Texto. Como lo afirman San Lucas y San Mateo, que dicen: Faciem cœli dijudicaræ nostris; dicitis mane hodie tempestas, rutilat enim triste cœlum, & sic est.

Glosa. El cielo, en las sacras planas suele entenderse por el aire; y conocer el día que hará de por la mañana para la tarde, lo saben mejor los pastores del campo, que nuestros astrólogos domésticos, los cuales   —131→   pretenden saberlo un año antes.

Texto. No cite la Sagrada Escritura, si no sabe su inteligencia.

Glosa. ¿Pues qué buleto tiene Vmd. que no tenga el doctor Martínez? ¿Hay otra panza para eso?

Texto. Lo mismo sucede en su medicina: casualmente obró el remedio, y se achaca al médico esta vida.

Glosa. El autor ingirió aquí su aprobación al Discurso de Medicina del Reverendísimo Feijoo. Textus in capite.

Texto. Si sabe lo que es   —132→   terciana y cómo se cura, ¿cómo nos manda confesar para morir?

Glosa. Como lo manda Torres en su Cátedra de bien morir; no sea que por yerro de cuenta se vaya Vmd. sin Sacramentos.

Texto. Hagame demostración de cómo se cura un dolor de muelas.

Glosa. De espacio estábamos. Al bonetero con eso.

Texto. Remítale Vmd. en el ermitaño y Torres: allí verá puesta toda su Arslonga, en cuatro pliegos de papel.

Glosa. ¿Para poner Arslonga   —133→   cuatro pliegos? Me atrevo yo a ponerlo en una cedulilla de rifa, y ha de sobrar la mitad.

Texto. Suéñase Don Tabardillo las preguntas, y dice: ¿Por dónde habrán adivinado cual es la casa y exaltación de cada planeta?

Glosa. Y como que lo dice.

Texto. Digo, y dígaselo Vmd. ¿que si siente al Sol en julio con más calor que1 en diciembre?

Glosa. Ya se lo dije, y no me respondió oste ni moste; pero yo digo, que lo que se experimenta, no se adivina;   —134→   y de paso pregunto, ¿que por dónde se adivina, lo que no se experimenta?

Texto. Llega el más sensible planeta al Cáncer, y echa los rayos más directos, y así calienta más.

Glosa. El Sol no calienta más porque llega a Cáncer; sino llegando a Cáncer calienta más, porque sus rayos caen más cercanos y perpendiculares sobre nosotros. Si supiera que llegará tiempo, de que en la canícula haga frío, se desengañaría de estas fruslerías, y sólo se metería en hacer sus almanaques de Somonte,   —135→   pues Dios le ha deparado esa ganga.

Texto. Lo mismo sucede a los demás planetas, todos tienen más o menos luz, calor o influjo.

Glosa. Por la regla de Adria, más esto, cui junge planeta, cometa. La luz de los demás planetas es prestada a nunca pagar. El calor ninguno (testigo el espejo ustorio del rey de Francia), el influjo quimérico; y no me sacará de aquí el mismo Sarrabal de Milán: y dígaselo Vmd.

Texto. La Luna altera todo el reino de las aguas, ¿y no   —136→   quiere que altere un cuerpo?

Glosa. En la filosofía de Cepos quedos se dice, que eso es hablar de la mar. Illuc lectores mittimus.

Texto. Todos los racionales médicos tienen cuidado de no purgar en las conjunciones y opuestos de Luna.

Glosa. Por esta Santísima Cruz, que es mentira.

Texto. Todo el gobierno de nuestra Católica Religión es la Luna.

Glosa. Pues que no se diga prima a las seis, y que desde hoy se firmen las fechas: A tantos de la Luna del Rabadán.

  —137→  

Texto. Los eclipses no incluyen más misterio, que ser unos estorbos de la luz, dice él; y digo yo, pues váyase a pasear San Dionisio Areopagita, que temió influjos de eclipses.

Glosa. Aquel eclipse fue sobrenatural y milagroso, para explicar las criaturas la Pasión de su Creador. Cátelo Vmd. aquí. Y para que lo vea, le contaré la historia que no sabe. Estaban Dionisio y Apollofanes junto a Heliópolis, y observando que a la hora de Nona Vespertina se eclipsaba todo el Sol, sin ser tiempo de la conjunción, Apollofanes   —138→   el primero, prorrumpió en estas voces: ¡Oh, mi Dionisio! alguna mutación hay en las cosas divinas. Eran grandes astrónomos, y observando que la Luna estaba entonces, según su curso regular, diametralmente opuesta al Sol (en la cual circunstancia jamás hay eclipse), y que desde la hora Sexta, hasta la Nona, se adelantó e intercaló a su vista, conocieron que era prodigioso: lo primero, porque sucedió en el plenilunio, lo cual es imposible: lo segundo, porque se obscureció toda la tierra, lo cual sin milagro, no puede   —139→   suceder, siendo la Luna menor que el Sol: lo tercero, porque duró tres horas el eclipse, y naturalmente suele y debe ser más breve: lo cuarto, porque la Luna entró al Sol por su parte oriental, lo cual es portentoso e inaudito: lo quinto, porque acabado el eclipse, retrocedió de golpe la Luna, hacia el Oriente, de modo, que por la tarde ya estaba restituida a su natural sitio. Éste fue sólo el prodigioso eclipse, que nos trajo tan feliz pronóstico.

A proseguir iba un discurso serio de eclipses y cometas,   —140→   porque ya estaba cansado de chanzas, cuando me llamó la criada, diciendo que estaba puesta la mesa, y se pasaba la cena: yo, que no suelo resistirme a semejantes llamamientos, porque ya que se pasaba la cena, no se me pasase por alto, solté la pluma, y fui a dar cuerda al reloj de mi estómago.


 
 
FIN
 
 






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