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ArribaAbajoNicolás de Albenino

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ArribaAbajoBiografía de Nicolás de Albenino

El último aporte del gran polígrafo chileno don José Toribio Medina al conocimiento del pasado de América, fue su hallazgo, en la Biblioteca Nacional de París, del rarísimo impreso realizado en Sevilla en 1549, en casa de Juan de León, que contiene la Relación que un italiano, nacido en Florencia y avecindado en la ciudad de Los Reyes, envió a Sevilla, a su amigo Fernán Suárez, acerca de los sucesos ocurridos en el Perú desde que allá fuera el virrey Blanco Núñez Vela, hasta la muerte de Gonzalo Pizarro, después de la batalla de Jaquijaguana en que le venció La Gasca.

En la Bibliografía de don José Toribio Medina, publicada en Buenos Aires en 1931, su autor don Guillermo Feliú Cruz, consignó acertadamente datos que podían dar luz sobre la personalidad del italiano Albenino y su rarísimo impreso. Forzoso es acudir a esa fuente para discurrir sobre el tema. Cita el doctor Feliú Cruz lo que Ricardo Donoso dijo en El   —376→   Mercurio de Santiago de Chille el 18 de enero de 1931, y que es del tenor siguiente:

«La última obra del señor Medina ha sido publicada por la Universidad de París, y es una curiosidad bibliográfica que luego la buscarán apasionadamente los aficionados a la historia americana. Es una reproducción facsimilar de la Verdadera relación de los reinos e provincias del Perú desde la ida a ellos del Virrey Blasco Núñez Vela hasta el desbarato y muerte de Gonzalo Pizarro, por Nicolao de Albenino, impresa en Sevilla en 1549, y de la cual no se conoce más ejemplar que el existente en la Biblioteca Nacional de París. Cuando hace dos años el señor Medina estuvo en Francia, insinuó al docto y conocido americanista doctor Paul Rivet, la conveniencia de publicar esta obra tan curiosa y escasa, y es así como ella ha sido impresa a expensas del Instituto de Etnología de la Universidad de París, con una introducción debida a la pluma de nuestro historiador. Apunta en ella el señor Medina, cómo este impreso se había convertido en un verdadero rompecabezas para los más eminentes bibliógrafos e historiadores de Europa y América, hasta el punto que muchos llegaron a dudar de su existencia. Antonio de León Pinelo no lo cita en su Epítome y su continuador, don Antonio González de Barcia, un siglo más tarde, sólo señala su existencia en manuscrito. Sólo en los primeros años del siglo XIX el notable bibliógrafo norteamericano Obadiah Rich pudo anunciar la posesión de un manuscrito idéntico al descrito por Barcia, lo que permitió al gran hispanista Henry Harrise señalar la existencia de la obra de Albenino».



Hubo un momento, antes de 1930, en que Medina creyó tener en sus manos la Relación de Albenino. Fue, según escribe Feliú Cruz, en 1886, al examinar en la Biblioteca Nacional de París un impreso del que el investigador, arqueólogo y viajero norteamericano, Ephraim George Squier había sacado copia por encargo del gobierno del Perú, y que éste editó en Lima   —377→   en 1870, con el título de Relación de todo lo sucedido en la Provincia del Pirú desde que Blasco Núñez Vela fue enviado por S. M. a ser Virrey della, que se embarcó a primeros de noviembre del año MDXLIII.

El volumen editado en Lima en 1870, es un in-cuarto de 213 páginas. La obra no trae nombre del autor.

En la Introducción que Medina puso al frente de la auténtica Relación de Albenino, editada en París en 1930 por el Instituto de Etnología, leemos lo siguiente:

«Utilizando las indicaciones bibliográficas dadas por Harrise, nos fue dable dar una inscripción un poco completa de la obra de Albenino, con el número 137, en nuestra Biblioteca hispano-americana (Santiago de Chile. Tomo I. 1898. Páginas 231-232. In-folio). En este artículo nos preguntábamos si la Verdadera relación de Albenino no podía ser la que se había publicado en Lima en 1870 con el título de Relación de todo lo sucedido en la Provincia del Pirú, desde que Blasco Núñez Vela fue enviado por S. M. a ser Visorrey della, que se embarcó a primero de noviembre del año MDXLIII, volumen in-cuarto de 203 páginas, según una copia tomada en París. Como puede notarse, el título de las dos obras es muy parecido, y si tomando en cuenta que falta el nombre del autor en el impreso de Lima, y que la relación de los acontecimientos se extendía hasta el primero de mayo de 1550, se podía desechar la sospecha de que las dos obras en el fondo eran una sola, decíamos, sin embargo, que sería necesario tener los dos libros a la mano. Hoy día en que hemos podido hacer esa comparación, hemos podido constatar que si bien las dos relaciones concuerdan en el fondo, la de Lima es mucho más extensa, y nada tiene que ver así con la que se reproduce en facsímil».



Queda en claro, definitivamente, que la Relación de Nicolás de Albenino, hallada en París por   —378→   Medina poco antes de su muerte, no es la que copió Squier para el gobierno del Perú y que se publicó en Lima en 1870. Hay que aclarar y completar en este punto lo que Feliú Cruz consignó en la página 169 de su Bibliografía de Medina, para evitar todo equívoco. En el haber del incomparable investigador y bibliógrafo de Chile, tiene que constar el hallazgo del impreso de Albenino y su publicación facsimilar perfecta, confiada al doctor Rivet.

La Relación de Albenino se refiere a acontecimientos que culminaron en el año de 1547. El autor, dice Medina, no ha puesto fecha en su relato, o ella no se ha conservado en el impreso. Puede sin embargo determinarse aquélla de modo casi exacto. Se la compuso en la ciudad de Los Reyes, es decir Lima, y de ello no hay duda alguna. Sabemos que el capitán Hernán Mejía, emisario enviado por La Gasca al Emperador para informarle del resultado de la misión que se le había confiado y que la había llenado con tanta felicidad, partió del Cuzco el 10 de mayo de 1548 y salió de Lima el 15 de junio, para llegar a Sevilla en la noche del sábado 8 de diciembre del mismo año 1548. No es, pues, aventurado sostener que entre estas dos fechas: 10 de mayo de 1548 y 15 de junio del propio año, ha de colocarse la en que se redactó la Carta de Albenino, entregada a Suárez o Xuárez, tan pronto como Mejía llegó a la ciudad del Betis.

Suárez concedió tanta importancia al Relato, que, como él mismo lo dice, «a la hora en que a mis manos vino, casi sin dejarla reposar, luego trabajé cómo se estampase y divulgase». Llegada a Sevilla el 8 de diciembre de 1548, ya el dos de enero de 1549, antes de un mes, Juan de León anunciaba que había terminado de imprimirla.

Medina pregunta por qué hubo tanta prisa en hacer conocer los acontecimientos ocurridos en el Perú, y contesta con una cita de Marcos Jiménez de la Espada: «La pacificación de las ricas provincias peruanas era para Sevilla, emporio del comercio ultramarino,   —379→   un acontecimiento de importancia suma; un negocio que le tocaba muy de cerca; y si el pueblo, al saber la felicísima victoria del clérigo La Gasca, necesitó, para calmar su avidez de noticias y sazonar su júbilo, de palabras que a guisa de romances de ciego se pregonaban por las calles y plazas, relatando el suplicio de Gonzalo Pizarro, ¿qué no harían las personas de calidad, mercaderes, letrados o nobles?». Agrega Medina: «El lector aceptará, con nosotros, la explicación de la prisa que se puso en imprimir la Verdadera Relación, y tal vez esta misma, puede aclararnos la destrucción rápida de los ejemplares entregados a la circulación».

La Relación de Albenino pasaba de mano en mano, como ocurre hoy día con los impresos que llaman poderosamente la atención, acabando por desaparecer a fuerza del uso continuado a que ellos se ven sometidos. ¿Cuidó alguien de dejar en una Biblioteca la Carta del célebre italiano, para que allí se conservara?

La importancia de la Relación es muy grande por ser la primera en el tiempo, después del descalabro de Pizarro. Su exactitud es de veras impresionante. Medina anota un solo error en ella: llamar a don Pedro de Valdivia, el Conquistador de Chile, «Don Pedro de Bobadilla». Queda por averiguar, desde luego, si fueron los tipógrafos de Sevilla los que cometieron esa equivocación o si efectivamente incurrió en ella el autor. El texto de la sentencia de muerte dictada contra Gonzalo Pizarro por Alonso de Alvarado y el licenciado Cianca, se conoció en Sevilla sólo por la Relación de Albenino, pues La Gasca no lo había dado en su Informe al Emperador.

¿Quién era el italiano Nicolás de Albenino? Don Toribio Medina y Marcos Jiménez de la Espada han tratado de averiguarlo. Según el primero, Albenino había nacido en Florencia en 1514; tenía por consiguiente treinta y cuatro años de edad cuando compuso su Relación. Sus padres le alejaron de Florencia   —380→   muy joven, como escribió el mismo Albenino, para apartarle de «aquella tan grande división que hubo entre aquel Senado y la Ilustrísima casa de Médicis con la cual en sanguinidad soy tan próximo, por cuyos bandos se ha derramado en tiempos pasados tanta sangre».

Es probable, dice el erudito chileno, que pasara de Florencia a Sevilla a los diecisiete años de edad, o sea, en 1531, como militar y que de allí partiera al Perú hacia 1534, en compañía de dos parientes del beneficiado de Sevilla Fernán Suárez, con el que había trabado amistad, siendo el uno de ellos el abogado Benito Suárez y el otro el representante Illán Suárez de Carvajal, con los que mantendría buenas relaciones en el Nuevo Mundo.

Lo indudable es que Albenino residía de ordinario en Lima y que allí estuvo durante la sublevación de Gonzalo Pizarro. Sólo un momento le hallamos en Trujillo, en donde cae prisionero del capitán Melchor Verdugo, enemigo de Pizarro, que se apresura a ponerle en libertad en cuanto se da cuenta de que también el florentino es adversario de Gonzalo Pizarro.

Gran parte de los hechos narrados por Albenino los ha presenciado él mismo, y el resto lo ha sabido por una carta que Diego de Mora, testigo presencial de los sucesos, ha escrito desde el Cuzco a un amigo suyo y que Albenino ha incorporado en su Relación.

El florentino nos ha dado así un documento de singular valía. Es el primer testimonio escrito y publicado de lo ocurrido en el Perú con motivo de las Nuevas Ordenanzas dictadas en beneficio de la clase indígena y del nombramiento del primer Virrey encargado de ponerlas en práctica.

Terminada con la muerte de Pizarro la sublevación contra el poder real, Albenino pasó a radicarse en Potosí. Ya desde antes de 1551 le había preocupado la explotación de las minas de plata de la célebre montaña. En los Archivos de España se ha conservado   —381→   en parte la Relación de la visita que a Albenino hizo el virrey don Francisco de Toledo en Potosí y de los trabajos de descubrimiento y explotación en que había emprendido el italiano, en junta de otros mineros, para dar con la «Veta rica», por medio de una galería subterránea. El virrey Toledo pidió a Albenino que redactara el Informe del caso, por estimarle como el más capaz para ello. Don Marcos Jiménez de la Espada en el tomo segundo de sus afamadas Relaciones Geográficas de Indias, editadas en Madrid en 1885, ha publicado todo lo que existe de este documento y enuncia el siguiente juicio sobre el Albenino:

«El autor era indudablemente persona de mucho ingenio, de mucha práctica y habilidad; y la mayor parte de los datos geológicos que acerca del cerro y sus minerales de plata suministra, y la teoría que expone sobre los filones y criaderos, de seguro no se leerán en ningún otro documento de los relativos a la célebre villa y cerro de Potosí».



En el mismo documento sobre minas, esto es el Informe que con fecha 1573 dirige al virrey don Francisco de Toledo, asevera Albenino que lleva ya diecisiete paños de trabajar en Potosí y que en ello ha gastado ya más de treinta mil pesos, Medina expresa que desde aquel año de 1573 no se vuelve a tener noticia alguna del florentino.

Como antes anotábamos, en 1930 el doctor Rivet realizó en París por encargo de Medina la edición facsimilar de la obra de Albenino. A los trescientos ochenta y un años de haberse publicado en Sevilla, se reprodujo así aquella pieza histórica, con los mismos caracteres góticos con que ella salió de la casa de Juan de León; con las abreviaturas del original, muchas complicadas y difíciles de entender para el lector de nuestros días; sin puntuación de ninguna clase y sin división de materias o capítulos que pudiera ayudar en su consulta. Esta última resulta así   —382→   penosa y demorada, cuando no hay costumbre de leer impresos góticos del siglo XVI. Añádase a todo ello que la edición facsimilar del Relato de Albenino, se halla totalmente agotada desde hace varios años. Entre tanto, el testimonio escrito de Albenino interesa profundamente a la historia de América y particularmente a la de Quito, en cuyo territorio ocurrió el descalabro y muerte del primer Virrey del Perú, Blanco Núñez Vela, y en donde actuaron Gonzalo Pizarro y Pedro de Puelles. Quito se halla citado repetidas veces por Albenino. Es Quito, dice, «provincia de las mejores y más provistas de las Indias y tiene ricas minas».

Las Guerras Civiles del Perú ocuparon a muchas Cronistas: Calvete de Estrella, El Palentino, Cieza de León, Pedro Gutiérrez de Santa Clara, escribieron sobre ellas. Pese a todo ello, el testimonio del Albenino es altamente valioso: permite en pocas páginas tener una mirada de conjunto de los acontecimientos en que intervino el intrépido Gonzalo Pizarro, digno de mejor suerte, cuyo nombre se halla unido a tantas y tan extraordinarias empresas en América y en especial en nuestra tierra ecuatoriana. Al reproducir el escrito del Albenino, he creído del caso ponerlo en español de nuestras días, con la debida puntuación y con una adecuada división en capítulos que facilite su lectura y su consulta.

Quince años habían corrido desde la Fundación de la ciudad de San Francisco de Quito, cuando en Sevilla se publicó el Relato de Albenino, al que juez tan imparcial y autorizado como Jiménez de la Espada llamó «ingenioso y activo florentino».



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Nicolao de Albenino

Verdadera y copiosa relación de todo lo nuevamente sucedido en los Reinos y Provincias del Perú desde la ida a ellos del virrey Blasco Núñez Vela hasta el desbarato y muerte de Gonzalo Pizarro.

(Sevilla, 1549)

Esta relación se hace, según que lo vio y escribió Nicolao de Albenino florentino, al beneficiado Fernán Suárez, vecino de Sevilla, dirigida al excelente señor don Luis Cristóbal Ponce de León, Duque de Arcos, Marqués de Zahara, Conde de Casares, Alcalde mayor de Sevilla, Señor de la villa de Marchena, etc.




ArribaAbajoEpístola

Al excelente señor don Luis Cristóbal Ponce de León, Duque de Arcos, Marqués de Zahara, Conde de Casares, Alcalde mayor de Sevilla, Señor de la Villa de Marchena, etc.

Por pequeña cosa que sea, Excelente Señor, de que recibe contento el que ama y desea servir, a la hora querría hacer de ella particionero a la persona en cuyo servicio está dedicada su voluntad. Porque no mide el tamaño de lo que da como el merecimiento de a quien   —384→   lo ofrece, sino a ojos cerrados (como dicen) no sabe más que desear darle parte de todo lo que él piensa y cree que es ocasión de darle contentamiento. Esto suplico considere vuestra excelencia en esta relación de las cosas que en la revelación y nueva conquista del Perú han pasado, pues, a la hora que a mis manos vino, casi sin dejarla en ellas reposar, luego trabajé cómo se estampase y divulgase bajo el nombre y favor de vuestra excelencia. Cosa poca y vulgar es para ofrecerla a tan gran Príncipe y por eso no digna de parecer ante quien de tantas partes le vendrá mejor y más cumplidamente la relación de ello; pero qué había yo de hacer, porque como la leí y me supo bien, sin mirar más que Vuestra Excelencia la oyese leer, viendo el grande ánimo y valeroso corazón con que Vuestra Excelencia representa los gloriosos hechos de sus pasados, colegí cómo se holgaría de ver estos acontecimientos de guerra bajo el nombre y felicísimo auspicio de nuestro invictísimo César. A quien de tanta distancia de mares y tierras le vienen buscando los vasallos, que con sola la sombra de su nombre le obedecen y dan homenaje.

Suplico a Vuestra Excelencia la reciba con la benevolencia y favor que merece mi deseo, el cual va procurando hallar cosas mayores con que mi ingenio sirva a Vuestra Excelencia, para recompensar lo que ella, por ser pobre, ocupa indignamente las manos de Vuestra Excelencia, cuya vida Nuestro Señor prospere con aumentos o mayores estados, en su servicio.- Capellán y criado de Vuestra Excelencia.- Fernán Suárez.

Señor:

Como por otras mías, aunque no tan largas como ésta, habrá vuestra merced visto y entendido lo sucedido en la batalla de Chupas que se dio por parte del licenciado Vaca de Castro, en la cual (como fue notorio) fue él el vencedor; y desde luego entendió en reformar la tierra   —385→   lo mejor que a él fue posible, y en hacer ordenanzas así en provecho de los naturales como de los pobladores y estantes en la tierra; y aunque del dicho Vaca de Castro hubo algunas quejas y contradicciones acerca de su gobierno, holgaran los de la tierra y todos generalmente que así la tuviera. De lo cual Su Majestad recibiera muy gran servicio. Pero porque tratar de esto sería hacer proceso infinito y salir de mi propósito, que es dar ahora a modo de aviso desde lo de allí adelante sucedido, lo mejor que pueda, que pasó así.




ArribaAbajoLo que ocurrió luego de la batalla de Chupas. Se conoce la venida del virrey Blasco Núñez Vela. Noticia de las ordenanzas nuevas

Estando el licenciado Vaca de Castro en la ciudad del Cuzco, llegáronle avisos de personas particulares, así de Nueva España como de Tierra Firme y de otras partes, en que le hacían saber cómo Su Majestad había hecho ciertas ordenanzas acerca del buen gobierno y en pro y utilidad de los indios, naturales de estas partes, y cómo les daba ciertas libertades las cuales ellos bien merecían. Y que para la ejecución de ello había proveído por su Virrey en estas partes a Blasco Núñez Vela, el cual venía a asentar en esta ciudad el Audiencia Real por Su Majestad, conforme y como él la tenía y a la instrucción que para ello traía. Sabido por los vecinos y moradores de estas partes y cómo venía por ejecutor de dichas ordenanzas. El Blasco Núñez Vela ya tenía fama y era conocido por hombre que ejecutaba lo que Su Majestad le cometía, por la cual fama desde luego se comenzó a alborotar la tierra y a echar varios juicios. Y la principal causa del alboroto, fue porque sonaba que traía el Virrey orden de quitar los indios a todas las personas que se hubiesen hallado notablemente culpados en las pasiones pasadas entre Pizarro y Almagro, y que se entendía también a todos los que habían sido tenientes de   —386→   gobernador y a todos los oficiales de Su Majestad. Y porque los contenidos eran los más y más calificados, fue la principal ocasión de pasar adelante el alboroto.




ArribaAbajoLlega el virrey Blasco Núñez Vela. Primeros actos de gobierno

Estando en eso, dentro de pocos días llegó el Virrey a esta tierra, a un puerto que se llama Tumbes y hasta allí trujo muy próspero viaje porque desde Panamá a Tumbes vino en ocho días y como llegó comenzó, desde luego, a usar de sus provisiones y a despachar correos a todas partes, porque a todos fuese notoria su venida y estuviesen suspensos, y también mandó prender algunos, lo cual fue su total perdición, como adelante se dirá, y pasando adelante en su propósito púsose en camino y fue a la ciudad de San Miguel, donde allí quitó los indios a ciertos de la tierra que habían sido tenientes y a los demás puso tasa en lo que los indios les habían de dar, la cual tasación fue tan escasa que apenas se podían sustentar, por manera que si hasta entonces había habido escándalos, en adelante los hubo muy mayores. Sabido esto y todo lo que pasaba en esta ciudad de Los Reyes, donde al presente había muchos vecinos de toda la tierra, los cuales todos comenzaron a hacer el camino del Cuzco y caminaban cuanto más podían, por hallarse lejos de las ordenanzas y ejecución de ellas, que ya el Virrey las comenzaba a ejecutar y en lo que sobre todo más procuró fue poner en libertad a todos los indios, y mandó pregonar bajo graves penas que nadie pudiese sacar indios de la tierra.




ArribaAbajoVaca de Castro sale del Cuzco con dirección a Los Reyes

Y así llegado a la ciudad de Trujillo se comenzó a saber todo el negocio por extenso, y vino a orejas de   —387→   Vaca de Castro que estaba en el Cuzco. Lo cual sabido se comenzó a bajar a la ciudad de Los Reyes trayendo consigo poco más de trescientos hombres, personas de calidad y muchas armas. Sobre la cual venida hubo muchos y varios juicios, diciendo qué fuese su intento, porque veía y conocía claramente que tenía deseo de quedarse en esta tierra y gobernar, en lo cual no me entremeto por no hacer más larga la relación de lo que conviene.




ArribaAbajoVaca de Castro llega a Jauja. Pasa luego a Los Reyes

Llegado Vaca de Castro a la provincia de Jauja, treinta y cinco leguas de aquí, con toda la gente dicha, supo cómo el Virrey sería muy presto en esta ciudad, por lo cual hubo gran alboroto en el real de Vaca de Castro y al fin determinó venir aquí el dicho Vaca de Castro sola su persona con poca gente, y desde allí despidió toda la que traía dándoles licencia para que se fuesen donde mejor les estuviese. Por manera que toda la más gente y la de más calidad se volvieron al Cuzco, llevando consigo todas las armas que traían, y Vaca de Castro se vino aquí a esperar al Virrey, al cual salió a recibir fuera de la ciudad, más de media legua, acompañado de varios vecinos y fue recibido de todos como persona que traía tal cargo aunque, según pareció después, con ruines intenciones, y se cree que hubo votos de que no fuese recibido en la tierra.




ArribaAbajoLlega Blasco Núñez Vela a Los Reyes. Aplica las nuevas ordenanzas

En este tiempo que el Virrey llegó a esta ciudad, no pasaron muchos días que luego llegaron tras de él los Oidores de la Audiencia Real, y desde luego se asentó el   —388→   Audiencia en esta ciudad y siempre comenzando a ejecutar las Ordenanzas y aunque en Piura y Trujillo y aquí por los cabildos y regimientos fue de ella suplicado, no hubo remedio, sino que la que en ellas se contenía se hubiese de ejecutar, de donde se conoció la mala intención que el Virrey traía. Lo cual visto y sentido por las gentes de estas provincias comenzaran muchos a irse a la ciudad del Cuzco, como cabecera de toda la tierra, para que el cabildo de aquella ciudad hubiese de venir o enviar a suplicar de las dichas Ordenanzas ante la Audiencia Real. En el dicho cabildo hubo diferentes pareceres, sobre quién elegirían para que hubiese de venir a suplicar de aquellas Ordenanzas. En esto determinaron y nombraron por su Capitán y Procurador general a Gonzalo Pizarro que a la sazón estaba en Las Charcas, ciento y cincuenta leguas adelante del Cuzco, en unos indios suyos. Y aunque parecía estar descuidado de los negocios, era al contrario; por muchos días atrás había consultado con amigos suyos particulares, sobre este negocio, y aunque estaba lejos del Cuzco, tenía puestas postas de indios que en breve, de todo lo que pasaba, cosa por cosa, le traían relación. Y desde allí se carteaba con todos los vecinos de la tierra especialmente con los del Cuzco, procurando hacer amigos para adelante, con intención de aprovecharse de ellos, como en efecto se aprovechó.




ArribaAbajoGonzalo Pizarro pasa de Las Charcas al Cuzco. Los vecinos le nombran su Procurador ante el Virrey

Así como vieron en el Cuzco nombrado a Gonzalo Pizarro por Procurador y Capitán General, en razón de lo dicho, proveyeron personas principales para que de parte del cabildo y regimiento del Cuzco fuesen a Gonzalo Pizarro a rogarle tuviese por bien de encargarse del dicho cargo, y así fueron y le contaron a lo que iban, y aunque mucho lo deseaba, fingió con disimulaciones no quererlo aceptar, hasta que otra vez fue requerido y pareciéndole   —389→   ser descomedimiento no hacerlo, hubo de dar el sí.

Y desde luego se partió de su casa y reposo y se vino al Cuzco, de donde salieron a recibirle todos los más honrados del pueblo y llevándole al cabildo le dieron poder, en nombre de toda la tierra, de Capitán y Justicia mayor de Procurador del común, y que como tal viniese a esta ciudad, donde estaba el Virrey, a suplicar de las dichas Ordenanzas.

Todo lo que el dicho Gonzalo Pizarro aceptó y juro de usar bien de aquel cargo en procomún de toda la tierra; y para la gente de guerra que hubiese de haber, pidió dineros, los cuales se repartieron entre los vecinos y no sé la cantidad que se cogió, pero se asoldaron doscientos y cincuenta o trescientos hombres, a los cuales se dieron muy gruesas pagas, de a quinientos y de a seiscientos pesos de oro. Y así con los dichos comenzó a tocar tambor y a juntar gente, los cuales fueron repartidos en sus capitanías, así de infantería como de a caballo.

Y puestos a punto para caminar, se proveyeron de armas, que las tenían muchas y muy buenas, de las que habían sobrado de la batalla que perdió Vaca de Castro en Chupas.




ArribaAbajoBlasco Núñez Vela se maravilla de que nadie vaya del Cuzco a Los Reyes. Pizarro recoge toda clase de armas

En este espacio de tiempo estaba el Virrey muy maravillado porque del Cuzco no venía persona alguna y no sabía cuál fuese la causa. Sobre la cual se echaban varios juicios y se decían mil mentiras. En esta ciudad se había juntado mucha gente de Trujillo y de San Miguel y de San Francisco de Quito y de las Chachapoyas y de otras partes, que todas tienen su asiento de esta   —390→   ciudad para abajo. La gente que estaba en la ciudad, la mayor parte se congregaba en secreto, sospechando por los indicios lo que había acaecido en el Cuzco y era la cosa del mundo que ellos más deseaban. La primera cosa que proveyó Gonzalo Pizarro, después de ser elegido, fue recoger las armas que pudo, para con ellas hacer incauto. Y envió un Capitán llamado Pedro de Hinojosa con cierta gente a Arequipa, a recoger las armas que hubiese y a otro Capitán envió a otra provincia a traer cierta artillería que había dejado Vaca de Castro, que era mucha y muy buena y toda la cual y las armas mandó se llevasen al Cuzco.




ArribaAbajoEl Virrey prohíbe salir de Los Reyes al Cuzco

El Virrey supo todo lo que pasaba en el Cuzco, aunque no muy auténticamente por falta de que no venían personas de calidad del Cuzco, por las guardas que Gonzalo Pizarro tenía puestas en los caminos para que nadie pasase a dar aviso al Virrey de lo que él ordenaba. Lo cual por él sabido mandó a apregonar, aunque tarde, que, so pena de muerte, ninguno saliese de la ciudad para ir al Cuzco. Lo cual si hiciera con tiempo, no se hubiera hecho la junta de gente que se hizo. En este tiempo claramente se denunciaba la intención que tenían los del Cuzco y se decía sobre esto mucho más de lo que era, que fue causa de engendrar en la ciudad gran temor, porque decían que Gonzalo Pizarro venía sobre esta ciudad con ochocientos hombres de guerra, sobre lo cual aconsejaban muchos al Virrey que hiciese gente para resistirlo. De lo cual él se excusó muy mucho de no lo hacer y plugiera a Dios que, como lo determinó entonces, lo llevará hasta el cabo, que fuera causa de impedir tantas muertes como en estas tierras ha habido.



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ArribaAbajoEl Virrey resuelve resistir a Gonzalo Pizarro

Y al fin, persuadido de importunaciones de los que le aconsejaban, se determinó en resistir a Gonzalo Pizarro, para lo cual mandó tocar atambores en esta ciudad y dio conducta a ciertos capitanes de infantería, que fueron: Martín de Robles y Pablo Meneses y Gonzalo Díaz, y de a caballo a don Alonso de Montemayor y por Capitán General de todos, a su hermano, llamado Vela Núñez.

Nombrados los capitanes comenzaran a soldadar gente, en que hecha reseña en esta ciudad se hallarían ochocientos hombres. A los cuales dio de socorro el Virrey, de la hacienda de Su Majestad, pasados de doscientos mil pesos de oro. Y era tan lucida gente, cuanta en Italia tanta por tanta se habrá visto. Y si tuvieran la lealtad al Virrey que debían, con ellos fuera parte en aquel tiempo de desbaratar cuatro ejércitos de los que Gonzalo Pizarro trajera. Pero faltábales lo mejor, que era la voluntad, porque no había hombre de ellos que en sus entrañas no tuviese disimuladamente a Gonzalo Pizarro y lo esperaban, deseando en extremo su venida, antes para servirle que no para ofenderle. Y entre todos ochocientos no había cincuenta de quien pudiese fiar.




ArribaAbajoPedro de Puelles alza bandera por Gonzalo Pizarro en Huánuco

Como el Virrey hubo hecho la gente, determinada de resistir a Gonzalo Pizarro, luego proveyó personas principales para que fuesen por la comarca a recoger más gente, entre los cuales fue uno Hernando de Alvarado, para que fuese con conducta de Capitán a Trujillo; y a las Chachapoyas al capitán Pedro de Puelles, que fuese a otra provincia a hacer lo mismo. El cual Pedro de Puelles fue ido con su provisión y llegado a la ciudad   —392→   de Huánuco en nombre del Virrey, recogió toda la gente que allá había, que serían por todos hasta ochenta hombres, los cuales se aderezaron a punto de guerra y comenzaron su camino, la vuelta de venir a servir al Virrey, y estando desviados dos jornadas de Huánuco, de consentimiento de todos los que consigo traía, alzó bandera por Gonzalo Pizarro y por el camino de la tierra se fue a juntar con él, que ya venía marchando para esta ciudad.

Lo cual sabido por el Virrey recibió el pesar que debía y luego proveyó a su hermano Vela Núñez por Capitán General y a otro Capitán de quien confiaba, llamado Gonzalo Díaz, para que con cuarenta arcabuceros escogidos a la ligera, sin acémilas ni caballos, para que con toda diligencia posible por un camino de atajo fuesen tras el capitán Pedro de Puelles y lo prendiesen.




ArribaAbajoGonzalo Díaz alza bandera por Gonzalo Pizarro

Caminando el capitán Gonzalo Díaz con toda la demás gente que llevaba, ya desviado de la ciudad treinta y cinco o cuarenta leguas, se alzó contra el Virrey y contra su hermano Vela Núñez, al cual quitaron las armas y caballo; y con sólo tres o cuatro hombres se volvió a esta ciudad y el dicho Gonzalo Díaz con sus arcabuceros fue tras de Puelles a servir a Gonzalo Pizarro. Llegado aquí el General, nótese lo que sentiría el Virrey, viendo que las personas de quien más confianza tenía se rebelaban a cada paso y se le tornaban enemigos.

Al capitán Hernando de Alvarado también se juzgó del tener el mismo propósito, pero estaba más lejos, no tuvo el aparejo que los otros y estúvose entretenido hasta que llegase aquí Gonzalo Pizarro.



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ArribaAbajoDescontento general contra el Virrey

En este tiempo tenía esperanza todavía el Virrey de hacer algún fruto con las gentes que tenía, sacando más esfuerzo del que conocidamente tenía; procuró siempre de fortificarse lo mejor que pudo, porque ya Gonzalo Pizarro con su gente venía marchando con gran priesa para esta ciudad. Y toda la gente que el Virrey tenía era contra el decreto, hasta los mismos Oidores estaban descontentos de él y de sus obras, y aunque en público, de temor, no osaban declarar, entre ellos ocultamente hacían consultas con algunas personas que tenían por amigos, para que pudiesen ir a la mano del Virrey en las cosas que determinaba hacer.




ArribaAbajoBlasco Núñez Vela da muerte a puñaladas a Illán Suárez de Caravajal

Ya que Gonzalo Pizarro estaba cincuenta leguas de esta ciudad, entre algunos principales de ella ordenaron un motín en que una noche se juntaron cuarenta hombres, los cuales fueron dos sobrinos del factor Illán Suárez de Caravajal, caballero valeroso en estas partes. Y así idos poco más que a media noche, lo supo el Virrey y luego envió a llamar al Factor que estaba en su casa durmiendo bien descuidado. Y corno ante él viniese y el Virrey estuviese con su pena de lo pasado, todavía creyó que el dicho Factor fuese sabedor del motín y en aquel instante que ante sí le tuvo, él propio llegándose a él le dio de puñaladas. Como la gente toda estaba mal con el Virrey, visto el hecho se puede imaginar el odio que le cobrarían. Y luego, siendo de mañana, proveyó que el capitán don Alonso de Montenegro fuese tras los que se habían ido la noche antes, por lo que hubo tanto temor que parecía esta ciudad una nueva Babilonia.



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ArribaAbajoLos Oidores apresan al Virrey

Partido el capitán don Alonso de Montenegro tras los cuarenta hombres que se habían ido, luego en secreto ordenaron los Oidores de prender al Virrey, el cual hecho se cometió al capitán Martín Robles, que desde a dos días después de la muerte del Factor y de la partida del capitán don Alonso, debajo de ciertas mañas y con una provisión que le dieron los Oidores con una firma falsa, procuró el dicho Capitán, teniendo para este efecto atraída a sí toda la más gente, le prendió, en lo cual no hubo ninguna muerte, pero fueron tantos los juicios que sobre éste se echaron, que no bastaría péndola a escribirlo. En aquella prisión se robó en la posada del Virrey todo lo que había, y en dos días enteros no se entendió en otra cosa sino en tratar de lo que se haría de él. Unos decían que era bien se enviase a Castilla preso, con ciertas informaciones que los Oidores habían hecho contra él, e hicieron otras muy mayores con sus mismos enemigos. Otros eran de contrarios pareceres, pero al fin dentro de dos días que le tenían preso, del temor que de él hubieron le llevaron a una villa despoblada que está junto al puerto de la ciudad, donde le tuvieron hasta que determinaron lo que debían hacer, y allí estuvo con muy grandes guardas porque no se soltase.




ArribaAbajoPizarro ambiciona gobernar la tierra. Sale del Cuzco. Vecinos contra Pizarro

Hase de notar que desde luego que Gonzalo Pizarro aceptó el cargo de Capitán General, tuvo gente asoldada y muchos amigos que le seguían. Desde luego se comenzaron a ver en él señales de mala intención y deseo de querer gobernar, o por fuerza o por grado. Lo cual visto y conocido, muchos vecinos de la tierra comenzaron a caer en el error que habían hecho y procuraban en secreto salirse de aquellas trapazas y dar cada uno mejor   —395→   color a sus hechos, a título de que no pareciese tan feo, procurando por las vías posibles tornarse al servicio de Su Majestad, porque bien conocían que Gonzalo Pizarro y todos sus secuaces iban en deservicio de su Rey y señor natural. Y alegaban para lo hecho, haber sido en defensa de sus haciendas y que no era servido Su Majestad que el Virrey pusiese en ejecución aquellas Ordenanzas, y querían y suplicaban a Su Majestad las suspendiese hasta que de nuevo proveyese sobre ello. Y decían más, que en tal caso le obedecerían pechos por tierra y no de otra manera. De modo que como los vecinos del Cuzco y los que al presente estaban con Gonzalo Pizarro tuviesen este pensamiento, hubo entre ellos algunos que se determinaron de venir a esta ciudad y apartarse de Gonzalo Pizarro. Y entre algunos trataron como, a seguro de sus vidas, lo pudiesen poner en efecto. Y así comenzaron a cartearse con amigos para haber de venir a servir al Virrey, cuando el tiempo les diese lugar. Estando ya a punto de partir Gonzalo Pizarro con toda su gente, para haberse de venir a esta ciudad, algunos de los que consigo traía le demandaron licencia para haberse de quedar en el Cuzco por algunos días, para efecto de aderezar sus personas, diciendo que antes de que llegase le alcanzarían. Y pareciéndole a Gonzalo Pizarro que no estaba en tiempo de dejar de agradarlos, se la concedió, y partiose dejando en el Cuzco puesta Justicia de su mano.




ArribaAbajoVecinos del Cuzco se movilizan para servir al Virrey

No habían pasado muchos días que Gonzalo Pizarro caminaba, cuando veinticinco o treinta vecinos y los más principales del Cuzco, todos hechos una confederación, se partieron, por otro camino muy a la ligera y se vinieron a esta ciudad a servir al Virrey, y fue su llegada tres días después de ser el Virrey preso, que a llegar antes de su prisión fuera posible que los negocios no pasaran como pasaron, sino que el Virrey fuera señor y gobernara.   —396→   Como Gonzalo Pizarro que venía marchando a gran prisa supo la venida de aquellos vecinos, en continente se alborotó él y su gente, en tanta manera que faltó poco de que no dejar todos y perderse. Y pluguiera a Dios que así fuera, porque se hubieran excusado todas las muertes y desastres que ha habido después. Pero tornando en sí Pizarro y esforzando y acariciando a sus amigos, hubo de sustentarse, favoreciéndole la fortuna prósperamente, sin en dos años serle contraria en cosa alguna.




ArribaAbajoDegüella Pizarro dos capitanes del Virrey

En esta coyuntura ya los de su campo trataban de amotinarse, porque secreta y ocultamente el Virrey había enviado dos capitanes principales, llamados Gaspar Rodríguez y Felipe Gutiérrez, para que tratasen con amigos, que tenían de levantarse. Lo cual sabido por Pizarro (que no pudo ser tan secreto que no lo supiese) los mandó prender y degollar, las cuales muertes fueron hechas por Francisco de Caravajal, su Maestre de Campo. Puso esto mucho espanto en todos, que fue causa de asegurarse y mucho más cuando llegó el capitán Pedro de Puelles con la gente que se le vinieron al Virrey y Gonzalo Díaz con la suya y los cuarenta caballeros vecinos.




ArribaAbajoPrisión de Vela Núñez hermano del Virrey. Recupera luego su libertad

Como el Virrey estuviese preso en la isla, como he dicho, por los Oidores, donde a pocos días también hicieron prender a su hermano Vela Núñez y a otros amigos suyos, mandándolos meter en un navío que en este puerto está presto. Y no pasando muchos días los dichos Vela Núñez y sus amigos se alzaron con el navío y se fueron   —397→   con él a otro puerto distinto y desviado de éste no más de quince leguas. En este intermedio pasaron en esta ciudad muchas cosas, algunas de cantidad y otras no tanta, las cuales dejaré de contar para no hacer gran proceso.




ArribaAbajoBlasco Núñez Vela recupera su libertad y envía a Quito un mensajero desde el puerto de Tumbes

Los Oidores desde luego trataban de enviar a Castilla a Su Majestad al Virrey, entre los cuales comenzó a haber disensiones sobre quién sería la persona que se hubiera de encargar de llevarlo, y al último se resolvieron en que lo llevase un Oidor llamado el licenciado Álvarez, al cual vieron para que gastase en Castilla ocho o diez mil pesos de oro y para pagar la gente de guardia que consigo llevase. Y así poniéndoselo en la nave y dándole las probanzas que contra él habían hecho. Y como el Oidor se vio embarcado con el Virrey pareció ser que le tuvo miedo y comenzó a pedir testimonio cómo le parecía que no hacía el deber en llevarlo preso y que él no quería ir con él, antes determinaba soltarlo y servirlo, como a Lugar Teniente que era de Su Majestad y que en tal lugar le tenía y que desde luego le determinaba de morir en su servicio. Este hombre fue uno de los que le prendieron y el que fue uno de los primeros en el tracto de su prisión y el que firmó el mandamiento con que el capitán Martín de Robles le prendió. Puesto el Virrey en libertad, hízose a la vela, la vuelta de donde estaba su hermano, lo cual sabido en esta ciudad, comenzaron desde luego a temer. El Virrey con los que había adquirido, determinose en no salir de la tierra, antes de afirmarse en un puerto de ella, procurando por todas vías rehacerse de gente y enviar proposiciones a todas partes de las que él creía que le podrían acudir algunos. Y andando de esta manera llegó al puerto de Tumbes y desembarcándose allí hizo un mensajero a la   —398→   ciudad de Quito y de San Miguel, que están en aquella comarca, protestándole el daño que se les podría recrecer acudiendo a los Oidores o a Gonzalo Pizarro, los cuales iban contra las Ordenanzas y servicio de Su Majestad, y requeríales más, que todos con sus armas y caballos vinieran donde él estaba, y que para el dicho efecto gastasen de las haciendas de Su Majestad el oro o plata que bastase. Y como Tumbes es el puerto donde acuden todos los navíos que vienen de Nueva España y de Panamá y allí toman vituallas para las derrotas, vínole muy a cuento al Virrey este puerto, porque acudieron a él algunos navíos con gente, armas y caballos. Por manera que con los que por tierra vinieron y con los que recogió por la mar, juntaría poco más de doscientos hombres y su intento era juntar de quinientos para arriba, para con ellos procurar de se apoderar de la tierra.




ArribaAbajoApresan los Oidores a Vaca de Castro

Cuando el Virrey estuvo en esta ciudad de Los Reyes, procuró examinar la vida del licenciado Vaca de Castro qué tal había sido y hacer probanza cómo había seguido la parcialidad de don Diego de Almagro y con él se habían hallado en la batalla. Los cuales todos eran capitales enemigos del Vaca de Castro. Y así comprobando con estos tales y con otros de este jaez, le pusieron muchos cargos y por estos respectos el Virrey hizo prender al Vaca de Castro. Y como después sucedió la prisión del Virrey, sospechosos los Oidores de Vaca de Castro, lo prendieron y metieron en un navío que estaba en este puerto, y guardándole con muchas guardas temieron desde luego que a esta causa habíase de haber algún nuevo alboroto en la tierra.



  —399→  
ArribaAbajoGonzalo Pizarro se acerca a la ciudad de Los Reyes

Estando los negocios en estos términos, los Oidores todavía cobraban sus salarios de la renta de la ciudad, teniendo por Presidente de ella a un licenciado Cepeda, que tenía una provisión para poderlo ser en ausencia del Virrey, teniendo solamente cuenta con interés que de ser Presidente se le seguía, teniendo entendido que Gonzalo Pizarro nunca sería contra el Audiencia Real, antes él y los demás siempre creyeron que Pizarro fuera en sustentarla. Por cuya causa desde que Gonzalo Pizarro llegó cerca de la ciudad a treinta leguas, luego los Oidores le enviaron a rogar que no entrase en la ciudad con mano armada ni con tanto cuerpo de gente como traía, que con ser a la sazón pasados de mil quinientos hombres y de día en día se llegaban más, porque en esta ciudad no quedaba un hombre que no le siguiese, y no embargante los ruegos de los Oidores que eran que solos con cuarenta de a caballo entrase, pero dándosele poco por ello, mandó mover todo su campo y artillería y afirmose en un arroyo que se hace una legua de la ciudad y allí no quedó hombre en toda ella que no salió a recibirlo y a besarle las manos. Y desde allí envió una noche a su Maestre de Campo a esta ciudad, con quince o veinte arcabuceros y entró secretamente y comenzó a prender a todos los vecinos del Cuzco que allí estaban, como arriba he dicho, que se habían venido de su servicio, que fueron treinta poco más o menos, y como los prendía, allí los ponía a muy buen recaudo en una cárcel, con muy buena guardia. Por manera que prendió los más y otros se le escaparon y huyeron de la ciudad por el camino de abajo, la vuelta del Virrey. Aunque verdaderamente en la ciudad se ignoraba dónde el Virrey estuviese.



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ArribaAbajoCaravajal ordena ahorcar a tres vecinos del Cuzco

Finalmente que aquellas prisiones que el maestre de campo Caravajal hizo y algunos destierros que los Oidores hicieron, fue la ocasión que iban los caminos llenos de gentes a servir al Virrey por temor que tenían a Pizarro y a los Oidores. En conclusión que todos se fueron a juntar al puerto de Tumbes. Otro día de mañana después de ser presos aquellos vecinos del Cuzco, tomó Caravajal maestre de campo, un escribano, pregonero y verdugo y con ellos, sin hacer contra los presos ningún auto ni probanza, mandó sacar tres caballeros de entre todos los más principales, que se llamaban: Pedro del Barco, Mochín de Florencia y Alonso de Saavedra, vecinos del Cuzco, a los cuales llevó fuera de la ciudad un cuarto de legua, la vuelta de donde estaba Gonzalo Pizarro con su real asentado, y mandoles ahorcar de un árbol a todos tres, sin más tela de juicio. Y fue su intento porque otro día había de pasar por allí el campo y fuese a todos notorio. Fue caso que a todos puso terror. El Pedro del Barco era hombre que tenía más de ochenta mil pesos de oro y el Mochín de Florencia más de treinta mil. Hecho esto, todavía se estaba Pizarro con su gente en el campo, aunque no descuidado de cartearse con muchos ni de procurar, por todas vías, que los Oidores le confirmasen el nombre de Gobernador por Su Majestad hasta que Su Majestad otra cosa proveyese.




ArribaAbajoLos Oidores nombran a Pizarro Gobernador en nombre de Su Majestad. Entra en la ciudad

Los Oidores no pudiendo hacer otra cosa hubieron de venir en lo que pedía, por estar el común de su parte y ser ellos los que lo demandaban y pedían por su Gobernador, creyendo que esto sería parte a impedir las guerras y disensiones que podría haber. En conclusión, que los Oidores hubieron de darle provisión de Gobernador   —401→   en nombre de Su Majestad, hasta que otra cosa proveyese en contrario. Y ya después de acordado lo que se debía hacer, enviáronle a notificar dónde estaba lo que el Audiencia había proveído, el cual con disimulaciones fingidas dio muestra de no querer aceptar el cargo de Gobernador y Capitán General hasta tanto que suplicándole otras muchas veces, lo hubo de aceptar, siendo la cosa que al presente más deseaba. Y luego el día siguiente hizo su entrada en la ciudad a punto de guerra, sus compañías de infantería delante y los de a caballo a retaguardia y él en el cuerpo de la batalla y por esta orden entró y afirmándose la gente en la plaza, pasaron todos hasta tanto que saliesen de cabildo, donde fue recibido Gonzalo Pizarro por su Gobernador y Capitán General, según y como la provisión que acerca de ello le habían dado los Oidores.




ArribaAbajoGonzalo Pizarro ejerce desde luego sus funciones

Y desde luego comenzó a usar de sus cargos tan absolutamente como si los heredara de su patrimonio. Y luego quitó los indios a los conquistadores que en el discurso de atrás se le habían mostrado enemigos, y así mismo llevó por la misma medida a todos los que habían seguido al Virrey y dábalos a aquellos que él quería y le parecía y otros y los más principales ponía en su cabeza por gozar de los frutos y rentas de ellos. Como Gonzalo Pizarro se vio tan triunfante comenzó a enviar provisiones por todas partes y desde luego a acudirle toda la tierra, y proveyó por tenientes a aquellos de quienes más confianza tenía. Estando en esto, se supo en esta ciudad la verdad de la estada en Tumbes del Virrey y que ahí recogía a los que más podía y cómo todos los que de Gonzalo Pizarro se habían huido, que eran hartos de los principales, estaban con él. Visto y entendido por Gonzalo Pizarro lo que pasaba, comenzó a temer e hizo proveer de tres capitanes para que con gente se fuesen a   —402→   meter en San Miguel, que será cincuenta leguas de Tumbes y que por el camino recogiesen los más que pudiesen. Y así proveídos los capitanes se partieron por el dicho camino de Tumbes, que está doscientas leguas, poco más a menos, abajo de esta ciudad, pareciéndole a Gonzalo Pizarro que con la ida de estos capitanes podría vivir algún tanto descuidado en lo que tocaba al daño que del Virrey podía recibir.




ArribaAbajoPizarro no permite que los Oidores participen en el Gobierno

Después que Gonzalo Pizarro entró en la ciudad, nunca más los Oidores se sentaron en los estrados de la Audiencia, ni cosa proveyeron por su autoridad, sino era solamente el licenciado Cepeda que era muy su amigo y era o fue la amistad de entrambos a causa que el Cepeda proveyera a Pizarro de toda cuanta moneda podía. Y vino la cosa en términos que no se hacía en aquella ciudad más de lo que Cepeda hacía y proveía.

Hacia todo este tiempo Vaca de Castro estuvo preso en una nave del puerto de esta ciudad con buena guarda, el cual, como persona sabia que era, tuvo siempre deseo de salir de esta tierra y no sabía por qué vía, porque tenía temor a Pizarro que le mandaría matar, porque cuando Vaca de Castro gobernó, nunca dejó de estar sospechoso, temiéndose de Pizarro. Y acerca de esto tuvieron entre ellos grandes pasiones, las cuales no replico por ser cosa larga.




ArribaAbajoPizarro envía unas barcas con gente a Panamá. La gente de Quito apoya al Virrey

Como ya el Virrey se iba apoderando en Tumbes de gente, y como de Quito le habían acudido todos los vecinos,   —403→   súpolo Gonzalo Pizarro, pero como no tenía ningún navío no sabía qué hacer. Y su intento era enviar un Oidor, de los que habían preso al Virrey, a dar cuenta a Su Majestad de lo acaecido en esta ciudad por la venida del Virrey. Y también quería enviar una compañía de gente a Panamá, para tomar por las espaldas al Virrey, pero como no tuviese navíos, ni en este puerto los hubiese más que dos barcas de pescadores, deshacía la rueda de sus pensamientos. Y viendo no tener otro ningún remedio, mandó alzar las barcas para haberlas de enviar a Panamá y en ellas envió por Capitán a Hernando Bachicao con trescientos arcabuceros, y en su compañía un Oidor, llamado Zereda y un mensajero para Su Majestad, llamado Francisco Maldonado. Y dio facultad Pizarro a dicho capitán Bachicao para que, en llegando a Panamá, despachase para Castilla al Oidor y a Maldonado y que procurase en Panamá hacer la más gente que pudiese, lo cual así lo hizo, como adelante se dirá.




ArribaAbajoEl Virrey se entera de la movilización de capitanes de Pizarro. Bachicao se apodera de una nave mercante

Los tres capitanes, Gonzalo Díaz y Jerónimo de Villegas y Manuel de Estacio, ya estaban cerca de San Miguel, cuando dijeron en Tumbes al Virrey cómo tres capitanes de infantería con mucha gente venían sobre él.

Incontinente proveyó que su hermano Vela Núñez, con ciento cincuenta hombres, les saliesen a resistir a los capitanes. En aquel tiempo que el hermano fue, se quedó el Virrey en Tumbes con sólo cincuenta soldados y en el mismo tiempo bajó por la costa el capitán Bachicao y llegó a Trujillo y tomó un navío cargado de mercaderías en la cual nave se metió y llevó consigo y repartió la gente que traía en las barcas y otra alguna más que tomó en Trujillo, y con todos juntos se fue la vuelta de Tumbes. Algunas personas que con el Virrey estaban, que se carteaban con el bando contrario, le hacían entender   —404→   al Virrey, por atemorizarlo, que Bachicao por mar y Pizarro por tierra, con gruesos ejércitos, venían sobre él. El Virrey no estaba falto de temor por verse con poca gente y esa que tenía haberla enviado con su hermano. Estando así en varios pensamientos una tarde vieron asomar las dos barcas y la nave. De ver esto el Virrey temió, creyendo que todo cuanto le habían dicho era la verdad, y esperaba a cada hora cuándo el ejército de por tierra le había de acometer.




ArribaAbajoEl Virrey huye de Tumbes. Bachicao se apodera del puerto y lo saquea en parte. Se le junta gente maleante

Estaba así mismo cuidadoso porque de su hermano Vela Núñez, que había enviado con los ciento cincuenta hombres a San Miguel, no sabía cosa ninguna. Y como reconoció que las tres velas que asomaron eran las dos barcas y la nave, dos navíos que estaban en el puerto se fueron de allí y el Virrey hizo lo mismo, que con la más gente que pudo recoger se salió huyendo la vuelta de su hermano que iba por caminos muy ásperos y desesperados. Por manera que habiendo el Virrey desamparado el Puerto, las naves que en él estaban hicieron vela. Visto por el capitán Bachicao lo que pasaba, con su nave y con las barcas fue en seguimiento de ellas, dándoles caza, y tanto las siguió y apretó que de tres tomó las dos, y la otra, en que iba el capitán Juan de Llanos, se escapó por ser mejor de la vela que las otras, y fuese a Nicaragua. El capitán Bachicao volvió con la presa al puerto de Tumbes y allí robó y afrentó a ciertas personas, y desde allí se hizo a la vela con todos los navíos excepto con el que había vuelto de Trujillo cargado de mercaderías, y a este soltó con infinitas importunidades, y así se anduvo por la costa recogiendo gente, que fácilmente hallaba donde quiera que llegaba, por ser tanta la libertad que tenían con él, así de robar como de hacer otros cualquier daños, que no había ningún vagabundo   —405→   que sabido esto no le venía a buscar, por usar de aquellas libertades fundadas en maldad y en desafueros. Y así mismo recogió algunos navíos de manera que cuando llegó cerca de Panamá, traía ocho navíos y cien hombres de guerra.




ArribaAbajoBachicao se acerca a Panamá y luego desembarca allí. Gran temor de sus habitantes. Se hace de navíos y gente. Todos ansían pasar al Perú

Como los vecinos de Panamá vieron aquella flota espantáronse y alborotáronse, que ya sabían parte de esas pasiones que pasaban en el Perú.

Llegado Bachicao a Panamá, procuró tomar algunos navíos que estaban en aquel puerto que andaban al tráfago. Los de Panamá viendo esto, creyeron que en aquellas naves venían muchos de estas partes con ánimo de robar, por lo cual se pusieron en defensa y los navíos quisieran huir si Bachicao los dejara, y porque uno de los maestros de una de las naves se puso en defensa, mandolo tomar Bachicao y ahorcarlo de la antena de su nave. Lo cual visto por los de Panamá, les fue causa de muy grande alboroto, y desde luego comenzaron a ir embajadores los unos a los otros, especial de Bachicao a los de Panamá, diciéndoles que lo que querían y a lo que habían venido era a echar en tierra a un Oidor y a un caballero y encaminarlos como pasasen al Nombre de Dios y de allí a Castilla a Su Majestad, y que ni querían otra cosa ni a más habían venido. Lo cual oído por los vecinos, creyendo que así fuese y también porque era impedir el trato no hacerlo, acordaron dejarlo desembarcar, y también por tener grato a Gonzalo Pizarro, por cuyo mandato venía el Bachicao, de todo lo cual adelante se arrepintieron. Y desembarcado que fue, fueron tantos los que se le allegaron que dentro de pocos días tenía más de mil y cuatrocientos hombres con los cuales comenzó   —406→   a hacer y decir todo lo que quiso, así en Panamá como en Nombre de Dios en los cuales lugares o ciudades no dejó armas ni caballos ninguno que no tomó, y lo mismo hizo a la ropa y fue tanto lo que robó que no se puede escribir, y tanta la gente que se le llegó, que no quería tanta, todos a efecto de pasar al Perú, para la cual jornada ya el capitán Bachicao tenía quince navíos.




ArribaAbajoLlega a Quito el virrey Blasco Núñez Vela. Es Quito provincia de las mejoras y más provistas de Indias. Tiene ricas minas

Como el Virrey llegó a Quito con poco más de ciento y cincuenta hombres fue muy bien recibido, porque iban con él algunos vecinos de aquella ciudad que por el camino se le habían juntado, los cuales desde luego se le dieron por muy servidores y, por el contrario, enemigos de Gonzalo Pizarro. Y así mismo de la gobernación de Francisco (sic) de Benalcázar le acudieron mucha gente. De modo que en poco tiempo juntaría, sin los que había traído, pasados de cuatrocientos hombres bien aderezados de armas, y caballos, muy a la voluntad del Virrey. Y estando allí contentos, por ser la provincia de Quito una de las mejores y más bastecidas de estas partes, así de trigo como de carne, y muy sana, que es lo principal, y de muy ricas minas. Todo lo cual le vino al Virrey a muy buen cuento, y como se vio con tanta gente, pensó ser señor absoluto de la tierra, sin contradicción alguna. Lo cual no dejara de ser, si se estuviera en Quito y no se baja, como se bajó, a los llanos, porque, como es notorio, Quito está en la sumidad de las montañas. Y desde allí bajando, comenzó a marchar y venirse a San Miguel.



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ArribaAbajoSale el Virrey con dirección a San Miguel. Órdenes de Pizarro

Lo cual fue sabido por los tres capitanes: Gonzalo Díaz y Fernando Villegas y Manuel de Estacio, que estaban juntos en San Miguel. Con doscientos soldados saliéronse de la ciudad y subiéronse a la sierra y pusiéronse en un paso do venía a dar el camino que traía el Virrey. Y aunque no sabían del todo la certidumbre de la venida del Virrey, pero no embargante se pusieron a esperarlo allí, certificados que no podía venir por ningún otro camino. En estos intermedios no faltó quien avisó a Gonzalo Pizarro de toda la determinación del Virrey y de cómo bajaba a los llanos y de la gente que traía. Para lo cual se aderezó lo más bien que pudo con intento de salir al encuentro al mismo camino que llevaba. Y para efectuarlo tomó cuatrocientos hombres y proveyoles de todo lo necesario muy largamente, así de armas como de caballos y de oro; enviolos a la ciudad de Trujillo que está de esta ciudad a ochenta leguas. Y proveyó que su Maestre de Campo, Caravajal, saliese por otra parte, y que Gómez de Alvarado, otro Capitán, saliese de las Chachapoyas con toda la gente que allí tuviese y para que más pudiesen recoger se bajasen a Trujillo, y que a las pueblos donde llegasen no dejasen vecino, ni ningún hombre que fuese para tomar armas, sino aquellos que fuesen menester, tasadamente, para sustentación de los pueblos.




ArribaAbajoLlega a Trujillo Gonzalo Pizarro. El Virrey derrota a cuatro de sus capitanes

Como Gonzalo Pizarro llegó a Trujillo con toda su gente, incontinente envió a mandar a sus capitanes que estaban en frontera que se retirasen con toda su infantería a otra provincia porque entendía que el Virrey venía muy pujante, lo que los capitanes ignoraban. El Virrey   —408→   tenía tomados muchos pasos, porque ya tenía adquirida mucha amistad con los indios y caciques, con facilidad lo podía hacer y dar sobre los cuatro capitanes sin ser sentido, especialmente por estar muy descuidados. Y aunque habían sido avisados de Gonzalo Pizarro y de otros amigos, no lo quisieron hacer, pareciéndoles ser menoscabo de honra ir con la gente que tenían, coma se les enviaba a mandar. Estando los negocios en estos términos, supo el Virrey el estado en que estas cuatro compañías se hallaban y conoció tenerles mucha ventaja, así por tener más gente que ellos como por estar algo descuidados. Determinose por un camino de atajo de acometerlos y así lo puso por obra. Y puesto en camino, al cabo de dos o tres días una mañana al alba dio con su gente sobre ellos, las cuales estaban desarmados y sin ningún temor, que por ser tan de mañana aún no habían tomado las armas. Fue la llegada del Virrey tan repentina y súbita, que no tuvieron lugar de armarse ni tomar ninguna defensa. Fueron presos muchos y otros huyeron, especialmente todos los capitanes y fue la causa de poderlo hacer, una muy gran niebla que sobrevino que no se veía un hombre a otro. El capitán Hernando de Alvarado fue uno de los que huyeron; éste nunca más pareció; créese que le comieron tigres, por haber muchos en aquella provincia.




ArribaAbajo El Virrey victorioso avanza a Piura. Miguel Yánez muere en la horca

Como el Virrey viese la victoria de aquella batalla, cobró grande ánimo y no solamente él, pero todo su ejército. El cual desde luego dio libertad a todos los que fueron presos, rogándoles quisiesen servir a Su Majestad, pues todo lo demás era error y engaño notorio.

Y así con esta victoria y con toda su gente, al cabo de pocos días se fue a Piura, que es la ciudad de San Miguel, donde halló toda la tropa alzada y toda la más   —409→   gente huida. Ahorcó luego que llegó a un vecino de la dicha ciudad, llamado Miguel Yánez, y ahorcolo por los pies, en señal de haber sido traidor.




ArribaAbajoPizarro se entera de la derrota en Trujillo

Gonzalo Pizarro, estando en Trujillo, supo el desbarato de sus capitanes y la venida del Virrey. Y desde luego mandó caminar su gente y él con ellos setenta leguas que hay de Trujillo a San Miguel; y llegando a los dos tercios del camino, se le juntaron poco más de cien hombres, de los capitanes Diego de Caravajal, que estaba en Huanuco, y Gómez de Alvarado en las Chachapoyas. Y serían ya por todos los que Gonzalo Pizarro tenía, pasados de quinientos hombres, tan bien aderezados de armas y caballos cuanto en Italia se pudiera hallar. Y allí hizo reseña y repartió la gente por capitanes, así de infantería como de a caballo.




ArribaAbajoManda el Virrey a su hermano por el camino de Trujillo. Es ahorcado Argüello

Como el Virrey llegó a San Miguel, proveyó incontinente que su hermano, el capitán Vela Núñez, con cierta gente de a caballo fuese a correr el campo por el camino de Trujillo. Y corriendo más de dieciocho leguas de San Miguel, dio de sobresalto en unos bohíos donde había ocho o diez hombres, los cuales echaron a huir y uno solo que fue preso, fue ahorcado, porque se supo de cierto haber sido soldado de Gonzalo Pizarro, el cual llamaba Argüello. Y de éste supo cómo Gonzalo Pizarro iba la vuelta de donde el Virrey estaba y tan pujante que fue parte para que se hubiese de volver a donde el Virrey estaba al cual en secreto dijo lo que pasaba, sin que la   —410→   gente lo entendiese, porque por ventura sintiéndolo fuera parte a que algunos desmayaran. Y desde luego apercibirse para dar la batalla a Gonzalo Pizarro, que no se podía excusar topándose.




ArribaAbajoGonzalo Pizarro se acerca a San Miguel y celebra consejo con sus capitanes

Habiendo hecho reseña Gonzalo Pizarro de la gente que traía y puesto en orden todo su campo, comenzó a marchar con él y andaría ocho leguas hasta llegar a un lugar de veinticinco leguas de San Miguel, y allí asentó su real, sin saber más certidumbre de cosas del Virrey, sino que estaba en San Miguel con cuatrocientos hombres, poco más o menos. Y por consiguiente tampoco el Virrey sabía la bajada de Gonzalo Pizarro. Estando en estos términos y Gonzalo Pizarro en el lugar que he dicho, llamó a consulta a todos sus capitanes sobre lo que se debía hacer, en la cual consulta se determinó que debían de dejar allí todo el carruaje y la gente superflua y marchar a la ligera (sin embarazo ninguno) aquellos y veinticinco leguas que hay desde allí a San Miguel, porque todas eran despobladas, de muy malo y perverso camino y falto de aguas.

Aprobado y tenido el consejo por muy bueno, comenzaron a ponerlo por obra, dejando allí todo el carruaje, creyendo a cada paso encontrarse con el Virrey y con su gente. Y caminando todos quinientos hombres en ordenanza, dejándose todo el bagaje o ropa en que había muchos aderezos de casa, mucho oro y plata, lo cual todo fue después de los indios de las comarcas que lo hurtaron de aquel lugar, sin aprovecharse sus dueños de cosa ninguna de todo ello.



  —411→  
ArribaAbajoEl Virrey decide salir de San Miguel

Puesto en camino Gonzalo Pizarro con su gente, marchó algunas leguas con increíble trabajo, a causa de ser el camino malo y falto de aguas. Y así con esta necesidad llegó hasta ponerse cinco o seis leguas de San Miguel donde el Virrey estaba, que aun entonces no sabía por entero la pujanza con que su enemigo venía, y pensó desde luego esperarlo y darle batalla, pero como conociese en los suyos alguna falta de ánimo, a causa de no estar bien armados como los contrarios, ni ser tan expertos en la guerra, determinó con todos ellos retirarse y tornarse a subir a la sierra, y así lo puso por la obra, que fue causa este hecho de desanimar los suyos y que los enemigos cobrasen nuevos y mayores alientos.




ArribaAbajoGonzalo Pizarro emprende la persecución del Virrey al saber que salió de San Miguel. Pierde el Virrey toda su gente

Y así salido de San Miguel fue luego avisado Gonzalo Pizarro y comenzó a seguirle y enviar capitanes a la ligera en su rezaga, por manera que la subida de la tierra le comenzó a dar caza y a matarle y tomarle la gente, y así le fue siguiendo hasta que no le quedaron al Virrey obra de cincuenta hombres, los cuales escaparon a uña de caballo, y éstos se fueron por el mismo camino que habían traído de Quito, con harta desventura.




ArribaAbajoRobos y sevicias de la gente de Pizarro. Caravajal ahorca a gente de distinción y de valía

Fueron tantos los robos, fuerzas y violencias que las gentes de Gonzalo Pizarro hicieron en aquel alcance, que   —412→   no bastara pluma a escribirlos. Pues se probó que de agujeta arriba no dejaron cosa. El Maestre de Campo de Pizarro, llamado Caravajal, ahorcó en aquel alcance muchos, todos los más personas de valor y calidad; y a ninguno daba lugar a que contestase y la cortesía que hacía al que había sido su amigo era que escogiese el árbol, por el canino, donde quería ser ahorcado. De manera que en este alcance pasaron muchas cosas notables, dignas de que de ellas se hiciera memoria, las cuales dejo, por evitar prolijidad; solamente diré cómo siguieron al Virrey pasadas de cuarenta leguas adelante de la ciudad de Quito, que fue uno de los bravos alcances que jamás se haya hecho ni oído, que fue más de ciento y sesenta leguas de donde le comenzó a dar en la recarga, hasta donde le dejó de dar caza, como adelante se dirá.




ArribaAbajoEl virrey Núñez de Vela llega en su retirada a la ciudad de Quito. Sale a Popayán. Pizarro llega a Quito

Yendo el Virrey huyendo con poco más o menos de cincuenta de a caballo, como he dicho, llegó a la ciudad de Quito, donde halló algunos vecinos y otra alguna gente a quien mandó, so pena de muerte, que dentro de tercero día se apercibiese cada uno con sus armas y caballo, para haber de ir con él la vuelta de Popayán, que es la gobernación de Francisco (sic) de Benalcázar y llevar todo el oro y plata que pudiesen, así lo de Su Majestad como otro cualquiera, para salvarlo de Gonzalo Pizarro, que dentro de pocos días entró en Quito, al cual mando algunos fueron obedientes y otros se huyeron. Y dentro del término señalado se puso en camino y anduvo cuatro leguas y llegó a un pueblo sujeto a la gobernación de Benalcázar.

Gonzalo Pizarro fue marchando cuanto pudo a la ligera tras el Virrey, tomándole siempre cuanta gente podía, hasta llegar a una provincia de indios llamada los   —413→   Lignates y ahí se reformó lo mejor que pudo con la gente que le quedaba, no queriendo Gonzalo Pizarro seguir más, pareciéndole que iba muy lejos y que no le podría alcanzar por mucho que anduviese.




ArribaAbajoEl Virrey mata tres capitanes suyos

Cuando Gonzalo Pizarro comenzó a dar en la recarga del Virrey, desde luego procuró escribir muchas cartas a los capitanes de su contrario, rogándoles que lo matasen o prendiesen y se pasasen a él, y que él les prometía gratificarles y darles indios y repartimientos cual ellos los supiesen escoger en toda la tierra. Si los capitanes pensaron hacer lo que les aconsejaba o no, no me entremeto; pero parece que se temió el Virrey y mató a puñaladas, cuando se iba huyendo, tres de sus capitanes, y los más principales, que fueran: Rodrigo del Campo, Gaspar Gil y Serna.




ArribaAbajoEl capitán Bachicao sale de Panamá con gente y va a juntarse con Pizarro

El capitán Bachicao que estaba en este tiempo en Panamá, a la sazón que el Virrey estaba haciendo gente en Quito para venir a San Miguel, tenía el dicho Capitán quinientos hombres de guerra, repartidos bajo ciertos capitanes, entre algunos de los cuales hubo determinación de matar a Bachicao, vistos los agravios infinitos y abominaciones que hacía en Panamá y las desvergüenzas que contra la Audiencia Real cometía. Y no haciendo tan secreta la conjuración como debía, fue avisado el Bachicao, y prendió tres o cuatro de ellos y sin ninguna información los mandó degollar sin darles lugar a que confesasen sus pecados. Degolló entre ellos a un vecino, conquistador de la tierra, nombrado capitán Bartolomé Pérez,   —414→   persona valerosa y que siempre en estas partes había mantenido mucha honra. Y luego hizo otros capitanes y comenzó a dar orden de pasar a esta tierra con quince navíos que tenía recogidos en Panamá, donde metió toda su gente y se hizo a la vela y en poco tiempo, llevando próspero viaje, llegó a Tumbes, en el cual camino también ahorcó y mató cuatro personas, que no era nadie para impedírselo. Cuando Bachicao llegó con el armada a Tumbes, estaba a la sazón el Virrey en San Miguel y envió provisiones a Bachicao para que se le pasase con aquella gente, prometiéndole que le gratificaría en la tierra aquel servicio y más, que tendría manera con Su Majestad para que le diese el hábito de Santiago. El Bachicao no quiso hacer cosa de las que el Virrey le pedía, que a hacerlo, el Virrey quedaba apoderado de la tierra. Y sabido por Bachicao cómo Gonzalo Pizarro había desbaratado al Virrey y que se iba a meter en Quito, y allí le llegó mandado de Pizarro, que se fuese a juntar con él en Quito. Temíase Gonzalo Pizarro del capitán Bachicao, por estar tan pujante de gente, armas y caballos, no se le tornase enemigo, porque estaba en coyuntura Bachicao de hacer importantes servicios a Su Majestad, pero él no curándose de nada, obedeció a Pizarro y fuese por mandado a una vista con toda el armada. Y desembarcando toda la gente y caballos en balsas y en un pueblo despoblado que está fundado sobre un río sondable, allí asentó su real. Y desde allí, a cabo de pocos días, se partió con toda ella por tierra la vuelta de Quito, a menos de diez leguas.




ArribaAbajoGonzalo Pizarro y Bachicao se meten en Quito

Gonzalo Pizarro a la sazón había andado siguiendo al Virrey por otro camino y puestos en el mismo paraje, supo cómo su capitán Bachicao había llegado con su armada, al cual envió a mandar que dejase la gente a recaudo y se viniese a solas a ver con él. Algunos quisieron decir que hizo esto Pizarro de temor, pero al último   —415→   Bachicao hizo lo que se le mandó, pero no fue bien recibido de Pizarro, antes le mostró tenerle muy mala voluntad, por las muchas quejas que de él había oído y por las enormidades que en muchas partes había usado.

Pero al fin Pizarro se metió en Quito y lo mismo hizo la gente de Bachicao, que hecha todo un cuerpo serían por todos mil y trescientos bien armados, y allí descansó algunos días.




ArribaAbajoPizarro envía a Panamá al capitán Hinojosa con el título de General

Estando así, Pizarro determinó de enviar al capitán Pedro de Hinojosa a Panamá con trescientos hombres, los mejores de su ejército, recelándose que el Virrey no se fuese por la vía de Panuco a Panamá y que allí se tornase a fortificar y volviese sobre él pujante. Y dándole al Hinojosa el título de General de aquella gente, le envió, por ser el hombre de sus capitanes de quien tenía más confianza que en ningún otro, y envió en su compañía a los capitanes Rodrigo de Caravajal y a Juan Alonso Palomino. Y así marchando con la gente, llegaron al puerto donde Bachicao había dejado los navíos y embarcándose en ellos hicieron vela, la vuelta de Panamá, que no pasaron muchos días que no llegaron allá, como en su lugar se dirá.




ArribaAbajoLos vecinos de Panamá deciden resistir a Bachicao y alzan bandera por Su Majestad

Como Bachicao hubiera hecho tantas injusticias en Panamá durante el tiempo que en ella estuvo quedaron todos los vecinos de allí, los de Nombre de Dios como los de Panamá, tan mal con él que de todos era deseada la muerte y creyeron que llegado a Gonzalo Pizarro lo   —416→   tornara a enviar, para lo cual acordaron de ponerse en armas y a él y a otros cualquier capitanes defenderle la entrada. Y así como lo pensaron lo pusieron por obra y arbolaron bandera y a nombre de Su Majestad crearon un Capitán llamado Juan de Illanes, con cierta gente por virtud de ciertas provisiones que el Virrey les había enviado desde Tumbes. Por manera que los de Panamá juntarían de trescientos hombres para arriba y tenían sus guardas y centinelas por la costa, a título que no viniese navío ni barca, ni bergantín de Perú que no lo supiesen antes de acostárseles a tierra, recelándose de arma de Pizarro.




ArribaAbajoParte el Virrey a la Gobernación de Benalcázar. Es bien recibido

Vista por el Virrey su perdición y cómo no era ya parte para contrastar con Gonzalo Pizarro, por la mucha pujanza que tenía de gente, armas y caballos, determinó de se ir a juntar con el gobernador Benalcázar, y de parte de Su Majestad requerirle que le diese favor y ayuda en su gobernación. Y así fue que Benalcázar, como bueno y leal a la corona real, hizo todo su posible y le favoreció con gente, armas y caballos y capitanes, y no solamente esto, pero con su persona se ofreció ir a servir a Su Majestad, como después en efecto lo hizo. Y como el Virrey ignoraba las grandes provisiones que Gonzalo Pizarro había hecho, especialmente en Panamá, determinose de enviar al capitán Vela Núñez su hermano, con otros capitanes a Panamá, por un puesto que está en la gobernación de Benalcázar, que se llama Buenaventura. Y como sabía que en Panamá debía de haber gente a nombre de Su Majestad, determinose de hacer ciertas provisiones y enviolas y hasta quince mil pesos que gastasen. Por manera que cuando el capitán Hinojosa, pizarreño, partió con su armada fuese derecho al puerto de la Buenaventura, donde por indicios alcanzó como tres o cuatro   —417→   leguas de que allí estaba Vela Núñez, hermano del Virrey, y se venía a embarcar en aquel puerto, con su gente en un navío sólo que él tenía.




ArribaAbajoHinojosa apresa a Vela Núñez y parte a Panamá

Sabido y bien certificado de esto el capitán Hinojosa, mandó desembarcar toda su gente y envió de los suyos los que le pareció, por el camino donde había de venir el capitán Vela Núñez, los cuales se dieron tan buena maña que sin escapárseles ninguno de ellos les prendieron y echaron en muy fuertes prisiones y llevándolos presos en las naos sieron vela y al cabo de cuatro o cinco días llegó el capitán Hinojosa a Panamá donde hubo un gran alboroto con ver las velas, por lo cual salidos los de Panamá a la marina con sus banderas desplegadas, determinaron antes morir todos que permitir que hombre de Pizarro saltase en tierra.




ArribaAbajoHinojosa usa de astucia para entrar en Panamá

Como el capitán Hinojosa dio vista a Panamá, surgió en el lugar más conveniente que le pareció y echó luego un mensajero en tierra con una carta a la justicia, haciéndales saber cómo él venía a aquella ciudad por mandato del gobernador Gonzalo Pizarro, no para agraviar a nadie, antes para desfacer los agravios y sinrazones que su capitán Bachicao había hecho, y que a esto venía y que también traía gran suma de oro para restituir a todos los que se les había tomado oro, o ropas, a título de que no hubiese ningún quejoso. Y que pues él venía con este buen propósito, que no se deberían alterar, ni se pusiesen en defensa, porque o por fuerza o por grado había de desembarcar su gente, y que en lo demás, que daba su palabra y fe de caballero que ningún daño ni   —418→   enojo, por él ni por los suyos se les haría. Vista la carta por la justicia y vecinos de Panamá, consultaron sobre lo que debían hacer y pararon en que se resolviesen de antes morir que hombre de Pizarro entrase en la tierra. Y ésta fue la respuesta que se le envió. El cual como hombre determinado, propuso morir antes que dejar de ejecutar a lo que venía. Y así con esta determinación, estando media legua de Panamá, mandó desembarcar toda su gente en una llanura.

Los de Panamá que esto veían, salieron luego fuera de la ciudad y puestos en buena ordenanza representaron la batalla a los de Hinojosa, que también venían hechos sus escuadrones, los más arcabuceros. Por manera que se pusieron y afirmaron los unos de los otros a tiro de arcabuz y estuvieron así buen rato, tanto que se estimó por milagro aquel día no darse una cruda batalla según se conocía a todos el deseo de pelear. En conclusión que fue Nuestro Señor servido de poner su mano entre medias y fue de esta manera: que capitularon que la gente de Hinojosa no entrase en Panamá dentro de cuarenta días, sino que fuesen con su armada a una isla muy cerca de la ciudad, el cual estando allá tuvo tales mañas que a fuerza de cohechos, dentro de quince días se le pasó la más de la gente, y fue la causa de haber en la ciudad parcialidades diferentes, a una los mercaderes tratantes por no perder sus haciendas mitigaban cuanto podían; los otros eran los vecinos y soldados que tenían poco que perder, quisieran que se metiera a barata. Por manera que cumplidas las treguas de los cuarenta días, luego Hinojosa, sin resistencia ninguna, entró con toda su gente en Panamá, y de los de la ciudad que servían a Su Majestad se le pasó el capitán Juan de Illanes y otros de que no tengo entera la memoria.



  —419→  
ArribaAbajoConoce Pizarro en Quito que el capitán Diego Centeno se ha alzado por Su Majestad en las Charcas. Centeno es vencido por fuerzas de Pizarro al mando de Toro

Como Pizarro volvió a Quito donde había ido en seguimiento del Virrey, como dicho es, estaba poderoso, que tenía pasados de mil hombres de guerra y muy ufano en saber cómo su capitán Hinojosa había preso a Vela Núñez, hermano del Virrey, y a los demás y de cómo se había apoderado de Panamá.

Estando en esto llegó un mensajero con cartas que le daban aviso cómo en las Charcas, que es una ciudad la postrera de la gobernación, que estará doscientas leguas más adelante del Cuzco, en el camino que va a Chile, estaba un caballero que se llamaba Diego Centeno y que se había alzado en nombre de Su Majestad, con algunos amigos suyos, y había muerto a puñaladas a un Capitán de Gonzalo Pizarro que allí estaba, llamado Almendras, que estuvo en la dicha ciudad de las Charcas por Teniente de Capitán de Pizarro, y tomó la más gente que pudo, con ánimo de venir sobre el Cuzco y apoderarse de él, y que como esto había sabido otro Capitán de Pizarro que estaba en el Cuzco, aderezose para ir contra Centeno, que sabía que venía. Lo cual sabido por Pizarro proveyó que su Maestre de Campo, Caravajal, a la ligera, saliese en su nombre a dar orden cómo apaciguar aquellos alborotos y castigase al capitán Diego Centeno. El cual luego se puso en camino y se recogió y juntó gente y moneda por los pueblos donde iba, para haber de efectuar la empresa; y llegado a la ciudad de Lima hizo en ella doscientos hombres, donde fueron hechas tiranías a muchos, como tiranos y traidores que eran, ahorcando y matando a todos aquellos que él creyera que no lo seguían de buena gana. Y si copiosamente se hubieran de escribir las hazañas de este Caravajal y sus maldades y desafueros, fuera un proceso infinito de sólo él y de sus cosas. Por manera que con la gente que juntó en esta ciudad de Los Reyes, se puso en camino, y en poco tiempo llegó a la   —420→   ciudad del Cuzco y dentro de ella halló al capitán Toro con alguna gente, que había dado ya batalla al capitán Diego Centeno y le había desbaratado y muerto alguna gente y otros muchos había ahorcado y justiciado. Y el capitán Diego Centeno se había escapado con alguna gente y se había ido con ciertos indios lejos de las Charcas y no sabía dónde se hubiese hecho.




ArribaAbajoMelchor Verdugo se alza en Trujillo por Su Majestad. Albenino cae preso

Estando los negocios en este estado, un vecino de la ciudad de Trujillo, llamado Melchor Verdugo, que era enemigo de Gonzalo Pizarro, y servidor del Virrey, determinó de alzarse con el pueblo de Trujillo, en nombre de Su Majestad, acompañado de algunos amigos suyos y así lo puso por obra. Y una mañana so cierto achaque juntaba todas las personas de quien más tenía confianza y llamábalos de parte de Verdugo, rogándoles que se fuesen a su casa, que tenía que negociar con ellos, por cuanto él estaba mal dispuesto, y de que los tenía allí los aprisionaba en diferentes aposentos. Por manera que en término de medio día tenía presos sesenta, o setenta personas, los de quien él más se temía. Y luego con mano armada prendió a todos los demás y alzó bandera por Su Majestad y tomó un navío que estaba en el puerto en el cual embarcó toda su hacienda y la de Su Majestad e hizo ciertos autos y mandó dar ciertos pregones en nombre de Su Majestad, y así hizo otras diligencias. Al cabo de ocho días se metió en el navío y él y sus amigos se hicieron a la vela, y desde a poco tiempo se fueron a Nicaragua, que es una provincia que confina con Nueva España, y allí desembarcó con propósito de hacer gente y volver a la costa del Perú, en demanda del Virrey y juntarse con él y servirle en todo lo a él posible. En este alzamiento de Melchor Verdugo vine yo su prisionero, aunque no tengo que quejarme de él, porque me hizo   —421→   toda cortesía y antes me favoreció que no me agravió en cosa.




ArribaAbajoFrancisco de Caravajal derrota al capitán Diego Centeno. Crueldades de Caravajal

En este tiempo estaba en el Cuzco el maestre de campo Francisco de Caravajal fortificándose y haciendo gente, no con otro propósito sino de prender al capitán Diego Centeno y a otros que con él iban y hacer justicia, porque bien conocía tener en él un verdadero enemigo.

Estando en esto, saltó por la parte donde estaba Diego Centeno un Capitán con doscientos y tantos hombres, que había más de tres años que eran idos a una entrada. El Capitán se llamaba Diego de Rojas e hizo la dicha entrada con provisiones de Vaca de Castro, después de la batalla de Chupas, y había entrado en la dicha tierra y había sabido salir y andaba perdido muchos días había; y diose tal maña con aquella gente el capitán Diego Centeno, que los atrajo a todos a su voluntad y juntos con él se tornó a meter en las Charcas, lo que sabido por el Maestre de Campo que estaba en el Cuzco, luego se puso en camino con su gente, y como Diego Centeno lo supo, hizo lo mismo, saliéndole al encuentro. Y llegados unos a vista de otros, como la gente de Centeno estuviese mal armada y por el contrario la de Caravajal mucho bien, fue luego desbaratado. El capitán Diego Centeno se retiró con sola su persona, y los que pudieron escapar hicieron lo mismo. Como el Maestre de Campo se vio tan victorioso, comenzó a usar de sus crueldades y ahorcó a unos y degolló a otros y robó a todos. Y viose otras muchas y muy grandes tiranías, que no se podría escribir.



  —422→  
ArribaAbajoSale el virrey Blasco Núñez de Vela de la gobernación de Benalcázar con rumbo a Quito, en busca de Pizarro

Durante el tiempo en que el Virrey estaba en la gobernación de Benalcázar haciendo gente, preparándose de armas y arcabuces y caballos, para venir contra Gonzalo Pizarro, halló muy buena voluntad en el gobernador Benalcázar, el cual le favoreció con todo lo a él posible. Y no solamente dándole lo que tenía y podía, pero aun ofreciéndole su persona para la jornada. El Virrey estaba con gran pena por verse tan mal afortunado y no acertar en cosa que hacía, y ver cómo le habían preso a su hermano Vela Núñez y a los demás capitanes en el puerto de Buenaventura, y de todo recibiendo la pena que he dicho, lo mejor que pudo juntó algunos más de cuatrocientos hombres de guerra, razonablemente armados. Y como con ellos se vio en campo, como hombre determinado de morir o vencer, se puso en camino, marchando la vuelta de Quito, donde al presente estaba Gonzalo Pizarro con setecientos hombres de guerra o poco menos. Algunos dicen que el Virrey pensó que Pizarro se hubiese salido de Quito, y se hubiese vuelto a Los Reyes y dejado en Quito al capitán Pedro de Puelles con trescientos hombres.

Sabido por Pizarro cómo el Virrey se venía allegando contra él, apercibió su gente y púsola en orden lo mejor que pudo, y de que supo que llegaba diez leguas de Quito, salió Pizarro con su gente hacia donde el Virrey venía. Y una tarde estando Gonzalo Pizarro con todo su ejército desde al cabo de un río, vieron al Virrey que tenía asentado su real de la otra parte de él y a la ligera, por otro camino, fuese a meter en Quito.

Visto otro día por la mañana por los de Gonzalo Pizarro que el carruaje se estaba en el mismo lugar, creyó que todavía estaba el ejército entero y luego, siendo medio día, se supo la verdad de todo lo que pasaba.



  —423→  
ArribaAbajoGonzalo Pizarro piensa que el Virrey no quiere darle batalla y se sitúa media legua fuera de Quito. Combate el Virrey con Pizarro y es vencido. Muerte del Virrey. Benalcázar queda herido. Crueldades de la gente de Pizarro después de la batalla. Degüello de prisioneros y rendidos

Y pensó Gonzalo Pizarro que el Virrey no le quería dar la batalla sino hurtarle el cuerpo y bajarse con su gente a los llanos y allí dio la vuelta sobre Quito, y otro día llegó a él y la gente del Virrey también a una legua. Por otra parte, Gonzalo Pizarro no se quiso meter en la ciudad, antes a media legua, poco más o menos, ordenó sus escuadrones para esperar al Virrey, el cual entró en la ciudad con toda su gente y asentó su real en medio de la plaza de Quito, y sin apearse del caballo hizo colación y salió con su gente por una calle de la ciudad que iba al campo donde estaba Gonzalo Pizarro, y en ordenanza marchó a vista de los enemigos, que como llegaron a tiro de arcabuz los unos de los otros, comenzaron a disparar su arcabucería en tanta manera que de las primeras rociadas fueron heridos y muertos, de ambas partes, más de doscientos y cincuenta hombres. Y arremetieron los unos a los otros; desde luego fue conocida la victoria por Gonzalo Pizarro. Y fueron tantas las crueldades y muertes que allí pasaron, que otras tales hasta entonces no se han visto.

Entró en la batalla el Virrey con una camiseta de indio sobre las armas y luego que fue preso fue mandado degollar en el campo y con él otros muchos, hasta cantidad de trescientos hombres, de ellos en la batalla y de ellos después de rendidos. Entre ellos fue muerto el capitán Juan de Cabrera, General del gobernador Benalcázar y un sobrino del Virrey llamado Sancho Sánchez y otras muchas personas de calidad. Fueron heridos el gobernador Benalcázar y don Alonso de Montemayor y el licenciado Álvarez, Oidor de Su Majestad, y después los mataron a ellos y a otros muchos que   —424→   ahorcaron y degollaron. Y decía el pregón: ésta es la justicia que manda hacer Gonzalo Pizarro a estos hombres traidores. Y luego que cortaron la cabeza al Virrey, el capitán Pedro de Puelles la puso en la picota y allí la tuvieron hasta que Gonzalo Pizarro mandó que la quitasen y enterrasen el cuerpo, y a todos los demás, y para haberlos de enterrar hacían un hoyo y de cincuenta en cincuenta los echaban dentro. Fueron tantas las afrentas y muertes que los del Virrey pasaron, que no hay lenguas que lo puedan contar.




ArribaAbajoPrisiones ordenadas por Pizarro. Manda a Benalcázar a su gobernación. Pedro de Puelles se queda en Quito por Pizarro, mientras éste parte a San Miguel. Destierros a Chile

Luego que hubo dado la batalla, Gonzalo Pizarro mandó prender muchas personas de las más señaladas que con el Virrey habían andado, entre las cuales fueron don Alonso de Montemayor y el capitán Rodrigo Núñez de Bobadilla (sic) vecino de la ciudad de Quito, y al contador Francisco Ruiz, otro vecino de Quito, y otros muchos a los cuales desterró para la provincia de Chile, para lo cual proveyó por su Capitán a Antonio de Ulloa, para que llevase socorro de Villalobos que había siete años que andaba conquistando aquella tierra y por falta de gente no la había podido sujetar. Al gobernador Benalcázar mandó Gonzalo Pizarro curar de las heridas y que se tornase a su gobernación. Y como a Gonzalo Pizarro le pareciese que muerto el Virrey no había de quién temerse, determinó de bajar a los llanos y venirse a Lima, y así lo hizo, despidiendo la mayor parte de la gente. Y dejó en Quito por su Capitán General a Pedro de Puelles, con trescientos hombres. Y luego se partió camino de San Miguel, y a cuatro leguas dejó fundado un pueblo de trescientos vecinos, en una provincia de indios que hasta aquel tiempo había estado de guerra, y dejó dentro por Capitán a Mercadillo, y repartió en los trescientos vecinos   —425→   los indios de aquella provincia y dejó con el dicho Capitán alguna gente de guerra y vínose Gonzalo Pizarro a San Miguel, donde fue recibido con mucho triunfo y en la ciudad de Los Reyes lo mismo. Y mostraba en su aspecto y gravedad ser otro Julio César o Aníbal cuando entraban en Roma victoriosos. Y era tanta la majestad que este tirano tenía, que no se puede decir ni creer.




ArribaAbajoMelchor Verdugo sale de Nicaragua para auxiliar al Virrey ignorando su descalabro. Combate con Pedro de Hinojosa y es derrotado por éste

Melchor, que estaba en la provincia de Nicaragua, determinado de señalarse en el servicio de Su Majestad, pidió a la Audiencia Real que reside en aquellas partes, provisión de Capitán para con tal conducta hacer gente y con ella irse en socorro del Virrey, pensando hallarlo todavía poderoso. Y al último le fue dada la conducta por Su Majestad y ayuntó hasta cien hombres y en ciertos bergantines, navegando por la mar del Norte, fue con ellos y con los cien hombres que tenía juntados, a dar sobre Nombre de Dios, donde estaba por Capitán don Pedro de Cabrera, puesto en aquella ciudad por el general Pedro de Hinojosa. Y una noche llegado al puerto desembarcó con la dicha gente. Y como Pedro de Cabrera estaba sin sospecha y no tan proveído como debía, Melchor Verdugo se apoderó aquella noche del pueblo y don Pedro de Cabrera y Hernán Mejía, Veinticuatro de Sevilla, su yerno, se salieron y fueron a Panamá, donde hallaron al general Pedro de Hinojosa con trescientos hombres. Que como supo que el capitán Melchor Verdugo había entrado en Nombre de Dios, determinose, con la gente que tenía, de ir sobre él. Verdugo habíase dado tan buena maña con los de la ciudad de Nombre de Dios, que dentro de cinco días que llegó, tenía ya juntos cuatrocientos hombres, vecinos y estantes de la ciudad. Y como se vio con tanta gente y tan honrada, que los más   —426→   eran mercaderes, pensó de señalarse en hacer un notable servicio a Su Majestad. Y allí estando supo la nueva de la muerte del Virrey, su desbarato en Quito.

Pedro de Hinojosa comenzó a marchar de Panamá, donde estaba, la vuelta del Nombre de Dios con doscientos y cincuenta hombres bien armados y al cabo de cinco días llegó donde estaba el capitán Verdugo y allí tuvieron reencuentro, en que los doscientos y cincuenta del tirano desbarataron los cuatrocientos del capitán Verdugo, que eran los que seguían la parcialidad de Su Majestad. Morirían de los de Verdugo cuarenta hombres y hubo otros tantos o más heridos.

De la parte de Hinojosa murieron el capitán Rodrigo de Caravajal y su alférez Jerónimo de Caravajal y otros algunos señalados. Melchor Verdugo se escapó, huyendo en una nave que en el puerto estaba y fuese en ella a Cartagena y a Santa Marta, para recoger alguna gente y con ella tornar sobre Nombre de Dios.




ArribaAbajoVerdugo se encuentra en Cartagena con don Pedro de La Gasca, quien le envía de inmediato a Castilla, para que informe de los sucesos hasta entonces ocurridos

Andando en estas peregrinaciones, topó con el Presidente, el doctor Pedro de La Gasca, que Su Majestad le enviaba proveído a estas partes sobre los negocios de esta tierra; y lo topó sobre Cartagena y lo mandó fuese a dar cuenta y a informar a Su Majestad de todo lo pasado. El Presidente no quiso, como hombre sabio que era, entrar en la tierra con rigor sino con toda clemencia y desde allí despachó a Melchor Verdugo a Castilla, donde al presente está.



  —427→  
ArribaAbajoPedro de Hinojosa informa a Pizarro la llegada de La Gasca

Por la muerte del capitán Rodrigo de Caravajal, que fue muerto en Nombre de Dios, fue dado el nombre de Capitán en su lugar a Hernán Mejía, Veinticuatro de la ciudad de Sevilla, yerno del capitán Pedro de Cabrera, también de la ciudad de Sevilla, que tenía compañía de hasta cien arcabuceros y le dejó en Nombre de Dios el general Pedro de Hinojosa por guarda de la tierra, y tornándose él a Panamá, despachó en un navío un mensajero a Gonzalo Pizarro, dándole aviso del suceso de la batalla de Nombre de Dios y de la nueva habida de la venida del doctor de La Gasca por Presidente y cómo venía resuelto a pasar a estas partes del Perú a ordenar la tierra conforme a como él traía de instrucciones, lo cual hasta entonces no había querido manifestar ni descubrir a nadie, más que traía dos letrados que decían que eran para Oidores y que para ella venían proveídos de Castilla y que se había de asentar Audiencia Real en esta tierra, de lo cual todo bien cumplidamente avisó a Pizarro.




ArribaAbajoLlega La Gasca a Nombre de Dios y pasa luego a Panamá desde donde escribe una carga a Gonzalo Pizarro por no poder pasar al Perú como lo deseaba

Donde a pocos días llegó el Presidente a Nombre de Dios y fue muy bien recibido del capitán Hernán Mejía que en aquella ciudad residía, y quieren decir algunos, que así se debe creer, que sería que desde luego se ofreció con su gente al Presidente por servir a Su Majestad, aunque debajo de secreto, para cada y cuando de él hubiese necesidad.

Dentro de a pocos días el Presidente se fue a Panamá, donde como Hinojosa supo su llegada le salió a recibir   —428→   alegremente, acompañado de otros capitanes. Venía a la sazón con el Presidente Alonso de Alvarado, persona muy valerosa en estas partes y hombre que tenía muchos amigos en la tierra, por haber siempre tenido en ella muy honrados cargos, así en la vida del marqués Pizarro como gobernando Vaca de Castro. Llegado el Presidente a Panamá, quisiera sin dar cuenta a nadie de lo que traía de comisión de Su Majestad y sin mostrar sus poderes y provisiones, pasar a esta tierra, lo cual el general Pedro de Hinojosa no quiso consentir, antes como persona poderosa le impidió, hasta que sobre ello escribiese a Gonzalo Pizarro, cuyo General era, para que en el caso le mandase lo que debiese hacer. Y sobre todo quisiera mucho Hinojosa que el Presidente se aclarara con él y le diera cuenta de la instrucción y provisiones que de Su Majestad traía, lo cual, como persona tan docta, jamás por entonces se pudo acabar con él, y en estas contiendas estuvieron algunos días. De manera que visto por el Presidente cómo le estorbaba la ida y pasaje de su persona a esta tierra, determinó de escribir una carta a Gonzalo Pizarro y enviarla con un mensajero y con los despachos, lo cual todo se hizo de consentimiento de Hinojosa. La carta era de tres pliegos de escritura y tan persuasiva del servicio de Su Majestad cuanto nadie tan bien y cumplidamente, ni con tanta melosidad ni clemencia la pudiera escribir. Refiriéndole el daño que de dejar de servir a Su Majestad se le podía recrecer, y por el contrario, la honra y utilidad de servirle, demás de la obligación con que nacimos de ser suyos y allende de esto, le envió un traslado de otra carta que Su Majestad enviaba a Gonzalo Pizarro desde Alemania, autorizada de escribano, para que se diese cumplido crédito y en nada pretendiese ignorancia. En la cual carta, Su Majestad le mandaba que en todo obedeciese al Presidente, como a su propia persona y que haciendo así, Su Majestad tendría respeto a los servicios del Marqués su hermano, y a los suyos. Por manera que habiendo escrito el Presidente todo lo susodicho, cerró sus despachos y en un navío suyo envió con ellos un criado llamado Pedro Hernández Paniagua, para que personalmente se presentase ante Gonzalo Pizarro,   —429→   que al presente estaba en Lima, y cobrase la respuesta y con la mayor brevedad posible tornase con ella a Panamá, porque así haría como viese.




ArribaAbajoPizarro celebra consejo con sus partidarios al saber la venida de La Gasca. Pide para sí el gobierno del Perú

Como Pizarro recibió en esta ciudad los despachos que su general Hinojosa le envió con Diego Velásquez, en que le daba aviso de la venida del Presidente y de los Oidores, desde luego se temió que entrando en la tierra el Presidente, no le sucediese mal su propósito. Y llamó a sus capitanes, entre los cuales hubo consulta y allí mismo juntó en ella muchos de sus amigos, y al licenciado Cepeda, para tratar del medio que tendría para haberse de sustentar. Y al cabo de haber mucho tratado del negocio, acordó de enviar a su Teniente, que mucho tiempo había sido, llamado Lorenzo de Saldaña, que fuese a Panamá y que si ahí no hallaba al Presidente, se embarcase y viniese a Castilla a informar a Su Majestad de todo lo sucedido, y pidiese la gobernación de esta tierra para Pizarro, de la misma manera que lo había sido el marqués don Francisco, su hermano. Y para el Presidente llevó su parecer firmado de setenta vecinos, los más principales de esta tierra, en que le certificaban que para la pacificación de esta tierra no convenía que el Presidente pasase al Perú sino que desde luego diese el gobierno a Gonzalo Pizarro, y dejándose de hacer esto, no dejaría de haber en la tierra alborotos, muertes, robos y disensiones. Los vecinos del Perú que firmaron este parecer, todos o la mayor parte firmaron de miedo y contra su voluntad, por manera que con este requerimiento se tornase. Al cabo de un mes llegó a Panamá el mensajero y se vio con el Presidente.



  —430→  
ArribaAbajoDesdichada suerte de dos capitanes del virrey Núñez de Vela

Habíaseme olvidado decir cómo cuando el General de Pizarro, Hinojosa, fue de Quito a Panamá, y en el puerto de la Buenaventura prendió a Vela Núñez, hermano del Virrey, y a otros tres capitanes y los llevó presos en un navío. Al cabo de algunos días, después de haber llegado a Panamá con el capitán Alarcón, deudo del general Hinojosa, los envió en un navío a Gonzalo Pizarro. Y como llegó el capitán Alarcón en un puerto cerca de Quito, escribió a Gonzalo Pizarro enviase a mandar lo que debía hacer de los prisioneros. El cual escribió luego, que a dos de ellos los ahorcase, de los cuales era el uno Sayavedra, que había sido Sargento mayor del Virrey, y el otro era Lerma, que había sido Capitán o Alférez.

A otro Capitán, llamado Rodrigo Mejía, llevaron preso a Quito ante Gonzalo Pizarro, que después de haberlo visto, lo mandó soltar, con que diese fianza de vivir siempre a su servicio. Y de allí desde en adelante andaba con él, aunque tenía gente que miraba por ellos.




ArribaAbajoLa Gasca se atrae la confianza y simpatía de los capitanes de Pizarro en Panamá. Amplitud de los poderes que traía consigo

Después que el Presidente despachó a Paniagua, su criado, a esta tierra de Panamá, con los despachos para Gonzalo Pizarro, luego procuró con su muy gran prudencia hacerse tan familiar y amigo de los capitanes que ahí estaban de Gonzalo Pizarro, que en pocos días hacía de ellos todo lo que quería, en tal manera que los capitanes Hernán Mejía, Juan Palomino y Pablo Meneses se le ofrecieron por sus servidores y de Su Majestad y que si Gonzalo Pizarro no quisiese hacer el mando del Presidente,   —431→   que por fuerza le harían que lo hiciese o se tornarían sus enemigos. Todo lo cual se trató secretamente entre el Presidente y el comendador Alonso de Alvarado y los tres capitanes, sin que de ello se diese parte, ni lo alcanzase el general Hinojosa, y todos se comprometieron poner en efecto a su tiempo lo concertado. Y como el Presidente tuvo de ellos la certidumbre, luego les mostró las provisiones que de Su Majestad traía, que fueron tan copiosas cuanto las que príncipe alguno haya dado más a su comisario; porque traía poder para perdonar en nombre de Su Majestad a cualesquier personas que hubiesen delinquido, aunque hubiesen cometido crimen de lesa majestad y que los perdones que hiciese fuesen tan firmes y válidos, como si la propia Majestad personalmente los hiciese.

Y sobre esto traía provisiones para que en todas partes de Indias, así en el mar del Sur como del mar Océano, que en todas partes fuese obedecido ser Presidente el doctor de La Gasca, y favoreciesen su apellido como si la propia persona real lo mandase, así con gente de guerra, como con munición, caballos, bastimentos, navíos, oro, plata; que con todo le acudiesen a su voluntad, sin cuenta ni medida, sino por sólo su mandado, sin ningún otro requerimiento, bajo graves penas y de caer en caso de traidores. Y allende de todo ello, traía provisión para poder tomar prestado sobre las rentas de Su Majestad, toda la suma de oro o plata que por bien tuviese. Lo cual visto por los capitanes se esforzaron más en lo capitulado, con determinación de morir o de reducir la tierra al servicio de Su Majestad.




ArribaAbajoSaldaña e Hinojosa hablan con La Gasca

Como el capitán Lorenzo de Saldaña llegó a Panamá y se vio con el general Hinojosa, fueron ambos juntos y hablaron con el Presidente acerca de los negocios de la tierra, y nunca jamás concertaron cosa, porque como el   —432→   General sospechaba que el Presidente tenía poderes cumplidos de Su Majestad, importunaba diese la gobernación de la tierra a Gonzalo Pizarro, el cual no lo quiso hacer por ser cosa tan injusta.

Y en éste y en otros muchos negocios trajeron siete u ocho días, sin efectuar cosa alguna.




ArribaAbajoTres capitanes tratan con Hinojosa y se someten a La Gasca. Hinojosa hace lo propio. Panamá alza bandera por Su Majestad

Y al cabo de pocos días, los tres capitanes determinaron de aclararse con el General, y para habérselo de decir se ofreció al Presidente el capitán Palomino, el cual un día, acompañado de una docena de arcabuceros y bien armados, fuese a la posada del General y entrándose con él en su cámara le contó todo lo que estaba concertado entre él y sus compañeros y el Presidente; y certificándole que queriendo ser él también en ello, que quedaría por General del ejército de Su Majestad, y que de otra manera tenía gran riesgo. El general Hinojosa, como hombre cuerdo, respondió que era muy contento y que le certificaba que su deseo siempre había sido servir a Su Majestad y que desde luego se conformaba con la voluntad del Presidente. Y allí juntos se fueron a su posada, donde dieron orden en todo lo que adelante en nombre de Su Majestad se había de hacer.

Y capitulose que desde luego se le hiciese saber a Gonzalo Pizarro y a sus secuaces todo lo concertado. Y así mismo que se avisase generalmente a todos los delincuentes de la tierra, que en las alteraciones pasadas hubiesen sido culpados, que viniesen luego al servicio de Su Majestad y que de otra manera no gozasen del perdón general, y el que no viniese a dar la obediencia a Su Majestad, o al Presidente en su nombre, fuese publicado por traidor e incurriese en las penas en que caen los traidores   —433→   a su Rey. Y así esto como otras cosas capitularon en pro de la tierra y de los vecinos y pobladores de ella, y luego fue el capitán Palomino a un galeón de la armada que estaba en el puerto de Panamá y tomó la posesión por Su Majestad y alzó bandera en su nombre.

Cuando el capitán Palomino fue a hablar a Hinojosa, su General, fue con determinación que diciéndole de no, darle de puñaladas. Pero él fue tan cuerdo que, conocida la razón y obligación que tenía de servir al Rey, hizo lo que debía. Y así quedó por General en nombre de Su Majestad, como con él se estipuló.




ArribaAbajoLa Gasca acopia refuerzos en Panamá

Luego que el Presidente hubo reducido al General y capitanes al servicio de Su Majestad, sin pérdida de tiempo, a toda diligencia, hizo mensajeros a Nueva España y a la Española y a todas partes comarcanas, para que en todas ellas, a costa de Su Majestad se hiciese gente de guerra y comprasen caballos, armas y municiones y todo se enviase a juntar a Panamá, para de allí partir, cuando sirviese el tiempo, con gruesa armada al Perú. Por manera que a cabo de pocos meses se hizo la junta en Panamá de todo lo necesario para el dicho efecto.




ArribaAbajoJuan Vedrel construye una galera para La Gasca y ella sale aunque pequeña muy gentil

Luego mandó el Presidente que se hiciese una galera, para lo que se juntaron todos los carpinteros de ribera que pudieron ser habidos en toda aquella tierra y fueron a haberla de hacer a una isla cercana de Panamá, en el mar del Sur, llamada Las Perlas, y dio el encargo del negocio a Juan Vedrel, vecino de Panamá, mercader   —434→   catalán, que se dio tan buena maña, que dentro de tres meses la tuvo acabada, y aunque pequeña, salió muy gentil vaso, de cuarenta y tantos remos, que fue mucho para el lugar donde se hizo.




ArribaAbajoPizarro se ve forzado a enviar desde el Perú seis navíos a Panamá

Como Gonzalo Pizarro tenía diez o doce navíos en el puerto de esta ciudad, y a la sazón el Presidente no sabía si pasaría tan presto. Pero no embargante, se apercibía con toda diligencia para que cada y cuando fuese menester partir, los tomase puestos en concierto, y a la sazón tenía el Presidente en Panamá más de ocho navíos, en los cuales era imposible pasar toda la gente. Y Gonzalo Pizarro no despachaba los navíos, aunque era importunado de los mercaderes que enviase navíos en que pudiesen pasar las mercaderías que tenía en Panamá. De manera que queriendo hacerles placer, envió seis navíos, en los cuales vinieron muchos mercaderes y trajeron gran suma de oro para emplearla en Panamá y cuando llegaron fueron bien recibidos del Presidente y luego mandó a todos los maestres que se aderezasen porque quería pasar en esta tierra para el fin del mes de marzo. Por manera que en todo se dio tan buena maña cuanto fue posible.




ArribaAbajoGonzalo Pizarro intenta inútilmente deshacerse de La Gasca en Panamá

Como Gonzalo Pizarro estaba escandalizado y temeroso con la venida del Presidente, envió a la postre un navío a Panamá, con un recado a su general Hinojosa, en que le enviaba a mandar que degollase al comendador y mariscal Alonso de Alvarado, y a don Pedro de Cabrera   —435→   y a Hernán Mejía, por cuanto los tenía por sospechosos. Y que recogiese toda la más gente de guerra que pudiese y armas y caballos en Panamá y en Nombre de Dios, y tomase los más navíos que hallase y en ellos se retirase al Perú. Y antes que saliese de Panamá dejase embarcado al Presidente. Y así mismo que negociase cómo fuese por piloto uno que él enviaba, en el navío del Presidente para que diese con él al través. Lo cual no hubo lugar nada de ello, porque cuando llegaron estos despachos, ya el Hinojosa había alzado bandera por Su Majestad, y luego se publicó todo esto. Y desde luego se conoció muy abiertamente tener dañada la voluntad Gonzalo Pizarro, y querer tener tiranizada la tierra a Su Majestad o morir en la demanda, como en efecto fue, según que adelante se dirá.




ArribaAbajoGonzalo Pizarro ordena degollar a Vela Núñez, hermano del virrey Blasco Núñez. Destierra a Panamá al obispo Loaiza. Celada que Pizarro tendió a Vela Núñez. Ni entre moros se vio cosa semejante

Como ya tengo dicho, Vela Núñez, hermano del Virrey, vino con Gonzalo Pizarro en son de preso, aunque preso, desde Quito, a esta ciudad, y como era persona valerosa y de tanta calidad, atento a que había recibido muchas afrentas y le habían muerto a su hermano el Virrey, recelándose no le hiciese algún motín, determinó de hacerlo matar y quisiera, para haberlo de poner en efecto, tener algún color; pero pareciéndole que bastaba el odio que le tenía, determinó de usar con él una maña y fue que un Capitán, llamado Juan de la Torre, se le hiciese muy amigo, y que ambos tratasen de huir en un navío, y aunque el Vela Núñez conoció que debajo de aquellas palabras podía haber algún engaño, era tanto el deseo que tenía de salir de la tierra por estar entre enemigos, que consintió en la huida. Lo cual como le hubieron prendado de palabra, luego lo acusaron ante   —436→   Gonzalo Pizarro, y el que denunció de él, el mismo Capitán, e incontinente se hizo información contra él y le fue dado tormento, en el cual, aunque no confesó, fue sentenciado a degollar, por el licenciado Cepeda, Teniente de Pizarro. Y luego fue sacado de la cárcel y puesto al pie de la picota de la ciudad de Los Reyes, con voz de pregonero que decía: a este hombre por alborotador de los reinos, que fue una crueldad jamás nunca vista aun entre moros, cuánto más entre cristianos.

Y luego hecho esto, Gonzalo Pizarro despachó los demás navíos a Panamá y envió a su Maestro llamado Gómez de Solís, a que se fuese a Panamá a negociar cosas que le convenía. Y desterró en los dichos navíos al capitán Rodrigo Mexía, compañero de Vela Núñez y al Prior de la Orden de Santo Domingo y a un Guardián de San Francisco y también se fue en los dichos navíos el obispo Loaiza y así hizo a todos cuantos no eran sus amigos, los cuales enviaba con todos los diablos, como hombre que iba contra Dios y contra Su Majestad.




ArribaAbajoLa Gasca, para dar aviso del perdón de Su Majestad, despacha cuatro navíos desde Panamá

Como estos navíos llegaron a Panamá y supo el Presidente la muerte de Vela Núñez y cómo Pizarro estaba tan encarnizado contra las personas que se mostraban servidores de Su Majestad, recibió gran pena, y desde luego entró en consulta con sus capitanes y trataron de la orden que se había de tener en la entrada de la tierra, recelándose de que Gonzalo Pizarro tenía mucha gente en Lima y estaba esperando a su maestre de campo Caravajal, que venía con trescientos hombres de la ciudad del Cuzco; y el capitán Pedro de Puelles tenía en Quito otros tantos, pero como Pizarro se había desposeído de los navíos, y el Presidente era absoluto señor de la mar, que tenía veinte navíos y mucha artillería y armas y municiones, entró en consulta con sus capitanes y determinó   —437→   de enviar un capitán con cuatro navíos bien armados, con provisiones en que hacía perdón general a todos los que viniesen a servir a Su Majestad y fueron los nombrados para esta jornada, por General, Lorenzo de Aldana, en un galeón con ochenta hombres y al capitán Juan Alonso Palomino en otro navío con cien hombres y Hernán Mexía, Veinticuatro de Sevilla, en otro, con otros ciento; y a Juan de Illanes, con veinte, que era por todo a trescientos, que no solamente iban muy bien armados, con mucha artillería, pero llevaban provisiones del perdón y otras muchas mercedes que Su Majestad quería hacer a los que le viniesen a servir.

Estos cuatro navíos salieron a mediados de enero de Panamá, que es el mejor tiempo de todo el año para tomar la costa de esta tierra, y llevaban instrucciones de correr toda la costa y avisar a todos del perdón general y de las mercedes que Su Majestad quería hacer. Y llevaban así mismo mandado que ninguno de toda la gente saltase en tierra si no fuese a hacer algún salto, porque el Presidente era informado que muchos servían a Pizarro por temor y no por voluntad, y porque estos tales con la vista de los navíos, determinasen de alzarse contra Gonzalo Pizarro y se juntasen en algunas fronteras, porque el Presidente había de partir al fin de marzo y había de hallar la tierra revuelta y se le pasaría mucha gente, como en efecto fue según adelante se dirá.




ArribaAbajoEl presidente La Gasca se hace a la mar

Habiendo el Presidente despachado estos cuatro navíos, comenzó desde luego a dar orden en despacho de su partida, porque como de todas partes acudió gente, armas y municiones y con setecientos hombres que tenía y dieciséis navíos gruesos y pequeños y la galera, dio orden de repartirlos por capitanes, y dio uno al capitán Pablo de Meneses y otro a don Pedro de Cabrera y a su gente y otro a don Baltazar y otro a Gómez de Solís y al   —438→   adelantado Pascual de Andagoya, y por General de todos ellos a Pedro de Hinojosa.

Y los navíos que quedaban sin los dichos, dio a Juan de Vedrel y al Obispo de Los Reyes, y con toda esa armada se hizo a la vela que fue a los veinte de abril, que como era ya tarde y las brisas eran pasadas, llevó muy mala navegación. De manera que al cabo de un mes, poco más o menos, fue a reconocer el armada a una isla en el más ruin paraje de toda la costa, en la cual llueve por ordinario todo el año unos aguaceros que parece que el cielo se rompe.

Saltó en la isla el Presidente y con todos los más capitanes hizo consulta, en que hubo parecer de que toda la armada arribase al puerto de la Buena Ventura y entrase en tierra del Perú por la gobernación de Benalcázar y fuese a dar a Quito, lo cual era muy gran trabajo porque había que caminar por la más mala tierra que hay en lo descubierto. Pero no parando en esto se hubieron de hacer a la vela. Y pasando inmensos trabajos llegó el armada al primer puerto del Perú, en el cual pueblo halló el Presidente que estaban ya alzados por Su Majestad, por la vista de los cuatro navíos que habían aportado por allí, como adelante se dirá.




ArribaAbajoOrdena Pizarro se le avise la llegada de navíos

Como a Gonzalo Pizarro no le hubiesen enviado despachos de Panamá tanto tiempo había, temió no se le hubiese alzado el armada, porque antes que Hinojosa se le hubiese levantado o alzado, cada mes le despachaba un navío con avisos de lo nuevamente sucedido. Y como había seis meses que no recibía ningún despacho de él, comenzó a escandalizarse y a temer, mayormente habiendo visto los despachos y cartas que Paniagua le había traído, sobre lo cual proveyó que cada y cuando fuesen vistos navíos por la costa, le avisasen de ello, para   —439→   lo cual tenía puesto postas de mulas en los caminos, para que llegados los navíos a Tumbes, en breve tiempo lo supiese. A la sazón tenía por Teniente al capitán Diego de Mora en Trujillo, y en San Miguel a Bartolomé de Villalobos, el cual corrió toda la costa del mar con ciento veinte de a caballo; en Puerto Viejo tenía puesto por Teniente al capitán Lope de Ayala, todos personas en quienes él mucho se confiaba. Como los cuatro navíos llegaron a la vista de Puerto Viejo y surgían cada noche una legua de tierra y no saltaban en ella, desde luego creyeron que era armada de Su Majestad, aunque no sabían de qué parte ni por qué vía viniesen. Sobre lo cual Lope de Ayala despachó correo a Gonzalo Pizarro.




ArribaAbajoPuerto Viejo se declara por Su Majestad

A la sazón hallose en Puerto Viejo un Francisco de Olmos que fue Capitán del Virrey y otro Diego Méndez que fue su Secretario. Éstos tenían muchos amigos y con ellos propusieron alzarse con el pueblo en nombre de Su Majestad, y así lo hicieron y prendieron al teniente Lope de Ayala y a su Alcaide, y pusieron Justicia de su mano en nombre de Su Majestad, y a un Morales, muy amigo que fue de Gonzalo Pizarro y aun harto delincuente en los negocios pasados, hicieron proceso contra él y ahorcáronlo y el Alcalde y Lope de Ayala quedáronse presos.




ArribaAbajoDiego de Mora decide levantar los vecinos de Trujillo por Su Majestad

Al cabo de pocos días llegó a San Miguel el aviso que le enviaba Gonzalo Pizarro, desde Puerto Viejo, Lope de Ayala, y tenía ordenado que sus tenientes siempre que por donde ellos estuviesen pasasen cartas para él, las pudiesen abrir y ver lo que contenían, para que conviniendo   —440→   hacer alguna provisión, ellos sin perder tiempo la hiciesen.

Por manera que el Teniente que en San Miguel tenía, que era Villalobos, las abrió y vio lo que en ellas venían y era avisándole cómo habían visto los cuatro navíos, que se recelaba fuesen armada real que viniese contra él. Este Villalobos era criado de Pizarro, mucho tiempo había, y porque se temía de Diego de Mora, que lo tenía por sospechoso en los negocios, aportó un mensajero y enviole con aquellos despachos, avisándole cómo el armada de Panamá se le había alzado y que no le osaba escribir a Diego de Mora, por conocer de él no ser su amigo verdadero.

Como el mensajero llegó a Trujillo, tuvo tal forma el Diego de Mora que hubieron de ir los despachos a su poder y visto y sabido lo que él tanto deseaba, determinó de levantar bandera por Su Majestad, en un navío que tenía en el puerto y con todos los vecinos de Trujillo irse a Panamá o a donde estuviese el Presidente. Y como lo pensó, luego lo puso por obra, y tuvo grande aparejo de lo necesario para la navegación, por haber días hartos que lo tenía pensado y platicado con algunos vecinos sus muy amigos, de que cada que hubiese nueva de armada de Su Majestad en estas partes, de se alzar contra Gonzalo Pizarro e irse en seguimiento de que tuviese voz de Su Majestad.




ArribaAbajoDiego de Mora se embarca y se encuentra con cuatro navíos de La Gasca a los que suministra víveres. Regresa luego a Trujillo

Por manera que Diego de Mora tuvo esta orden, que una mañana envió a llamar a la mayor parte de los vecinos de Trujillo, y díjoles a cada uno por sí, su determinación, y que el que quisiese ir con él, que de buena voluntad lo llevaría. Y luego dio pregón porque viniese a   —441→   noticia de los estantes y habitantes y teniendo recaudo de gente y bastimentos cargó su navío, en que llevaría setenta hombres, e hízose a la vela.

De la gente que llevaba, la mayor parte eran casados y dejaron sus mujeres, hijos y casas para ir a servir al Rey. Y no estando ellos más de veinte leguas de Trujillo, encontraron los cuatro navíos de Su Majestad y como los cuatros viesen el uno, creyendo que fuesen pizarristas, comenzaron a bombardearle. Visto por Diego de Mora lo que pasaba, saltó en el batel con tres o cuatro hombres y fuese a la armada de Su Majestad, como hombre que creía era armada real, pero no porque tuviese certificación de ello. Mas usando de su esfuerzo fuese derecho al galeón, donde halló a toda la gente de él puesta en armas, y como entrando dentro supo ser armada de Su Majestad y que dentro venía el capitán Lorenzo de Aldana que era su muy gran amigo, hubo entre él y los suyos y los de la armada incomparable regocijo. La armada de Su Majestad venía muy falta de agua y de bastimentos, porque en ninguna parte habían tomado refresco en tres meses que había que navegaban. El capitán Mora traía en su nao mucho bizcocho, carne y agua. Repartiolo todo por los cuatro navíos, que les fue gran socorro, que a sucederles de otra manera, la armada de Su Majestad pasaba gran detrimento.

Y así todos juntos los cinco navíos, determinaron de tornarse a Trujillo y con el favor de la armada hacer allí su asiento, y hacer más gente y sustentarse entreteniendo como mejor pudiesen, hasta que el Presidente viniese. Y antes de llegar a Trujillo, con ocho leguas saltó en tierra el capitán Diego de Mora con su gente y proveyó muchos mantenimientos a la armada. Y así refrescada el armada y proveído de lo necesario, envió a decir el capitán Aldana a Diego de Mora que se embarcase y que se fuese con los navíos a otro puerto de la ciudad de Los Reyes, y que después él se tornaría a Trujillo; pero pareciéndole al capitán Diego de Mora que no debía dejar a Trujillo, por tener a su mujer y hacienda dentro, se quedó e hizo ciento treinta hombres con que la poder   —442→   sustentar en nombre de Su Majestad, o morir en la demanda.




ArribaAbajoEs apresado un navío de Pizarro al encaminarse a Trujillo

No pasaron muchos días, que Pizarro no supo cómo Mora se había alzado y cómo se había ido en el navío y todo lo demás. Por lo que él repartió los indios de aquella ciudad a otros tantos que de los que le servían, cuantos eran los de Trujillo y enviolos en un navío con un Capitán su Teniente a Trujillo. El Capitán se llamaba el licenciado León y con mandato de Pizarro, que luego que desembarcasen en Trujillo, tomasen las mujeres e hijos de los vecinos que se habían alzado y las embarcasen y llevasen a Panamá.

Por manera que como el navío llegaba a Trujillo, topó con la armada de Su Majestad y fue preso el navío y todos los que en él venían sin ninguna resistencia, que de todos no se escapó ninguno, sino fue uno de dos que salieron a nado, uno de los cuales fue a dar aviso a Pizarro de todo lo sucedido.




ArribaAbajoDiego de Mora pasa a Cajamarca y se comunica con sus compañeros de armas. Mercadillo alza bandera por Su Majestad

Diego de Mora, llegado cerca de Trujillo no quiso pasar dentro, recelándose que Pizarro a la ligera enviase sobre él algún grueso ejército y, por guardarse de este inconveniente, recogió toda la más gente de Trujillo y subió con ellos a una tierra, treinta leguas de Trujillo, en una provincia de indios de Cajamarca y de allí escribió a la ciudad de Huanuco al capitán Juan de Saavedra, y a las Chachapoyas a Gómez de Alvarado y a los Bracamoros   —443→   al capitán Juan Porcel y a las Perlas al capitán Mercadillo. Los cuales tenían consigo copia de gente, y a todos envió relaciones particulares de lo que pasaba, y así mismo provisiones de Lorenzo de Saldaña en nombre de Su Majestad, por el poder que tenía del presidente y doctor de La Gasca, requiriéndoles, en nombre de Su Majestad, se viniesen con toda su gente a juntar en Cajamalca. Y así todos lo hicieron muy en breve, excepto el capitán Mercadillo, por estar muy lejos, pero donde estaba alzó bandera por Su Majestad. De manera que en poco tiempo juntó cuatrocientos hombres en Cajamalca y con ellos se hicieron fuertes, que donde estaban no bastaban mil a empujarlos, porque como ellos eran señores de la tierra y tenían tomado el fuerte, con gran dificultad les pudieran entrar.




ArribaAbajoMuerte de Pedro de Puelles en Quito. Rodrigo de Salazar alza bandera por Su Majestad en Quito. Es nombrado Justicia mayor y Capitán General por Su Majestad en Quito

Sabido en Quito cómo los cuatro navíos habían pasado y que el Presidente venía tan pujante, luego el capitán Pedro de Puelles dio principio a hacer más gente, para que conviniendo ir a socorrer a Pizarro, estar prevenido.

Este Pedro de Puelles era muy tirano de corazón y hacía muchas molestias y desafueros a los que conocía no ser de la parcialidad de Pizarro. En Quito estaba otro Capitán en compañía del dicho Pedro de Puelles, llamado Rodrigo de Salazar, el que determinó de matar a Pedro de Puelles, porque tenía aviso del alzamiento de Diego de Mora, y luego que lo pensó dio parte a algunos amigos suyos y hallando en ellos buen aparejo, una mañana entró en su casa y matolo a cuchilladas y desde luego tomó el apellido de Su Majestad y alzó bandera en su nombre, sin otro ningún escándalo.

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Muerto que fue Pedro de Puelles, lo hizo arrastrar y cortar la cabeza y que fuese llevado por todas las calles de Quito y después mandolo hacer cuartos; fue puesto en cuatro caminos, con voz de pregonero que decía: a este hombre por tirano contra su Rey. Y luego el capitán Salazar hizo un mensajero al Presidente dándole aviso de todo lo que pasaba y que su señoría le enviase a mandar lo que debiera hacer y que viese dónde mandaba que fuese en su servicio con trescientos hombres de guerra que tenía muy bien armados. El mensajero tuvo tan buena diligencia, que alcanzó al Presidente y diole los despachos, que como él vio lo sucedido, tornó a enviarle con el mismo mensajero provisión de Justicia mayor y Capitán General por Su Majestad, de la ciudad de Quito, y agradeciéndole mucho sus buenos servicios y mandándole que con la más gente que pudiese estuviese muy a punto, hasta tanto que otra cosa se le mandase.




ArribaAbajoDiego de Villalobos alza en San Miguel bandera por Su Majestad

Como en la ciudad de San Miguel supo el capitán Diego de Villalobos que dentro estaba el alzamiento de Diego de Mora y de los capitanes Alvarado y Saavedra, procuró de se ir, con cincuenta de a caballo, la vuelta de donde estaba Pizarro, y salido para el efecto, poco menos de veinte leguas de la ciudad, los que andaban dentro alzaron bandera por Su Majestad. Y coma el capitán Villalobos supo cómo Diego de Mora le tenía tomado el paso por la tierra donde había de ir para llegar donde Gonzalo Pizarro estaba, de temor que tuvo no quiso pasar adelante, antes tornando en sí, con aquellos pocos que llevaba, alzó bandera por Su Majestad y se tornó a San Miguel, donde se encontró con la demás gente que allí estaba a nombre del Emperador y esto se cree que hizo, necesitado de poder hacer otra cosa, antes que de voluntad y gana de servir a su Rey.



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ArribaAbajoLlega La Gasca y pasa luego a Tumbes

A cabo de pocos días que el Presidente llegó al puerto de Manta, supo luego el alzamiento del capitán Diego de Mora, aunque no todo por entero, por la distancia del camino ser más de doscientas leguas, y con esta buena nueva recogió el Presidente todas las armas que pudo, y recogidas luego se hizo a la vela y en poco espacio de tiempo llegó a Tumbes, donde desembarcó con toda el armada. Y donde a cuatro días de allí llegado entró en el puerto un navío que despachó el general Lorenzo de Saldaña desde Trujillo al Presidente, que era el que había tomado a los vecinos que de nuevo mandaba poblar Gonzalo Pizarro. Y con dicho navío avisaba largamente así de los negocios de Diego de Saldaña como de todos los demás capitanes y que acabado de despachar aquel navío, luego se había hecho a la vela para el puerto de esta ciudad, donde estaba Pizarro.




ArribaAbajoGonzalo Pizarro junta hombres y armas en la ciudad de Los Reyes. Pizarro da una paga de gran valor a los suyos

Sabido por Gonzalo Pizarro el suceso de todo, aunque no la muerte de Pedro de Puelles, ni el alzamiento de Puerto Viejo, despachó un su Capitán llamado Juan de Castro, que con cincuenta de a caballo, a la ligera, fuese a la ciudad de Trujillo y supiese lo que pasaba. El que obedeciendo el mandato del tirano fue y en pocos días anduvo aquellas ochenta leguas y llegó a Trujillo y no halló en el puerto sino solas las mujeres, porque todos sus maridos y la demás gente estaba con el capitán Diego de Mora, como dicho es. Y como no a ninguno de los que buscaba, tomó lengua de lo que sonaba, que era estar el Presidente en la costa del Perú. Y con estas nuevas se volvió a la ciudad de Los Reyes, donde estaba Gonzalo Pizarro, que como supo lo que pasaba, comenzó a recoger   —446→   toda la más gente que pudo, y dentro de pocos días vino al Cuzco su Maestre de Campo con alguna gente y fue bien recibido de Pizarro, y como conocieran el peligro de la guerra que se les aproximaba y para atraer gente a sí, determinose Pizarro de dar una paga muy brava, que fue la más copiosa y grande que en nuestros tiempos ha dado príncipe, porque de más de trescientos mil pesos de oro y plata que dio, fue casi otro tanto lo que montaron las armas y ropas y caballos que dio a socorro a todas las personas que las hubieron menester. Y así con esto, recogida la gente, desde a pocos días, hizo su alarde general en la plaza de la ciudad de Los Reyes, de ochocientos hombres.

Dicen los que la vieron que fue de la lucida gente que se haya visto en Italia, que a no pasársele, como se le pasaron a servir a su Rey, tuviera trabajo el Presidente en sujetar la tierra, como adelante se dirá.




ArribaAbajoDiego Centeno se apodera del Cuzco en nombre del Rey. La Gasca pide a Salazar salir de Quito y juntarse con él

Después de ser desbaratado segunda vez el capitán Diego Centeno, por el Maestre de Campo de Pizarro, fuese huyendo muy secretamente a una provincia de indios llamada Ariquipa. Y como estando allá supo el suceso de Diego de Mora y de todos los demás capitanes, y de la venida de Lorenzo de Aldana con los navíos por Su Majestad, queriendo determinarse a probar otra vez la ventura, con el favor de algunos amigos suyos, comenzó a tomar el apellido de Su Majestad y a hacer junta de gente y de armas y caballos, y pudo juntar hasta cincuenta hombres, con los cuales determinó de se meter en el Cuzco, donde estaba un Capitán de Pizarro llamado Antonio de Robles con alguna gente. Y como Centeno llevaba tan buen apellido, mucha gente de la del Cuzco se cartearon con él y le prometieron de se le pasar y de   —447→   no pelear contra él; y con estas promesas se fue a meter en el Cuzco, donde un día estando el capitán Antón de Robles con toda la demás gente puestos en armas, entró el capitán Centeno con la poca gente que tenía en el Cuzco, y luego se le pasaron muchos. Por manera que con poca defensa se fortificó dentro y prendió al capitán Robles, al que hizo degollar. Y diose tan buenas mañas, que en término de pocos días tenía más de quinientos hombres, y luego lo supo Pizarro y también el Presidente, que estaba en Tumbes, que con la buena nueva se daba toda prisa para caminar por tierra hacia el camino de Cajamalca, donde estaba Diego de Mora y los demás capitanes, y escribió a Quito al capitán Salazar para que con toda prisa se pusiese en camino, porque él, como dicho es, se aderezaba para seguir con la gente de su armada, la vuelta de Cajamalca.




ArribaAbajoLorenzo de Aldana entra en el puerto de la ciudad de Los Reyes con cuatro navíos. Pizarro se niega a acatar la autoridad de Su Majestad

Estando los negocios en este estado, entró Lorenzo de Aldana con sus cuatro navíos en el puerto de esta ciudad de Los Reyes, donde luego Gonzalo Pizarro mandó tocar alarma y juntar toda la gente en la plaza de esta ciudad, y en ordenanza fue marchando hasta una legua o poco menos de esta ciudad a un arroyo que está en el medio del camino del puerto donde estaban los navíos.

Y en esta ciudad mandó pregonar, so pena de muerte, que todo género de hombres fuesen con él. Antes de hacer esto, había demandado prestado gran cantidad de dineros a mercaderes, que sobre no darle todo cuanto él quisiera, les hizo mil afrentas y molestias. Estando en este lugar Pizarro, se le huyó alguna gente, parte de la que se metió en los navíos del capitán Lorenzo de Aldana y parte se huyeron por tierra, escondiéndose por no ser hallados de la gente de Gonzalo Pizarro y por efectuar   —448→   el capitán Lorenzo de Aldana algunos buenos modos por dar fin a tantos trabajos, y procurar que Gonzalo Pizarro hiciese alguna virtud y conociese ser grande engaño ser tan notorio y manifiesto en pensar sustentarse en la tierra contra la voluntad de Su Majestad, enviáronle a decir que le querían enviar una persona principal de su armada a tratar con él algunos medios y conciertos, y que para seguridad de la tal persona que allá fuese, le enviase otra persona principal de su ejército a sus naos. Lo que Gonzalo Pizarro concedió y envió a su capitán Juan Fernández, vecino de la ciudad, persona de mucha calidad y muy principal, y Lorenzo de Aldana envió a Gonzalo Pizarro al capitán Peña, el cual declaró como embajador a Pizarro toda la voluntad que Su Majestad le perdonaba toda lo pasado, con tal que se tornase a su servicio, y que para ello el Presidente le daría toda la seguridad y fianzas que bastasen. El cual como hombre perdido y sin juicio no quiso, pensando por su parte para desbaratar al Presidente. Visto el capitán Peña, se volvió al armada y Juan Fernández a la ciudad.

Pasóseme de la memoria decir cómo, cuando el capitán Juan Fernández le mandó Gonzalo Pizarro que fuese en rehenes a la armada, le encargó tratase en secreto con Lorenzo de Aldana le diese el armada y le daría doscientas mil pesos en oro. Lo cual, luego que llegó Juan Fernández, lo dijo en público, lo que se le mandó dijera en secreto, conociendo que Pizarro iba perdido.




ArribaAbajoLorenzo de Aldana comunica el perdón de Su Majestad a todos los que abandonen a Pizarro. Muchos de sus soldados abandonan a Pizarro

Diose tan buena maña el capitán Aldana, que mandó echar en tierra gran cantidad de cédulas, todas de un tenor, que decían cómo Su Majestad perdonaba a todos los delincuentes con que dejasen a Gonzalo Pizarro y sirviesen a Su Majestad. Lo cual visto por muchos de ellos,   —449→   se vinieron a la armada y otros a otras partes, escondiéndose de Pizarro. Y entre ellos se vino un Capitán llamado Martín de Robles, que fue el que prendió al Virrey, y el licenciado Caravajal le cortó la cabeza, y otros muchos delincuentes, los cuales fueron recogidos en la armada. Y como Gonzalo Pizarro vido que toda la gente se le iba, determinó de irse al Cuzco, y antes que llegase el Presidente darle la batalla al capitán Centeno y desbaratarlo, y revolverse después sobre el Presidente, y así con este propósito se fue y sacó de esta ciudad más de seiscientos hombres, de los cuales se le huyeron más de los doscientos.




ArribaAbajoLorenzo de Aldana despacha un barco a Tumbes con cartas para La Gasca

Pasado esto, el capitán Aldana despachó a Tumbes un barco con cartas para el Presidente, en que le hacía saber cómo Gonzalo Pizarro se había salido de este pueblo y se iba al Cuzco a dar batalla a Centeno, por lo cual convenía que, con toda diligencia, caminase con su ejército, así el que había venido de Panamá como el que en esta tierra estaba por Su Majestad.

Y como llegó a Tumbes este despacho, luego el Presidente tomó el camino y avisó a todas partes, mandando que todos fuesen en su seguimiento, y se fuesen a juntar a una provincia de indios, treinta y cinco leguas de esta ciudad, llamada Jauja.




ArribaAbajoDon Antonio de Rivera, cuñado de Pizarro, alza bandera en Los Reyes por Su Majestad, aprovechando de la ausencia de Pizarro

Como Pizarro había salido de esta ciudad de Los Reyes, luego un vecino, cuñado suyo, nombrado don Antonio   —450→   Rivera, alzó bandera en nombre de Su Majestad, y estando Pizarro cincuenta leguas de Los Reyes, saltaron en tierra los capitanes Lorenzo de Aldana y Hernán Mejía, con toda la gente y fortificáronse en esta ciudad; porque muchos de los que habían de ir con Gonzalo Pizarro se recogieron debajo del estandarte real.

Y luego el capitán Lorenzo de Aldana puso guarda en los caminos porque si por ventura Pizarro se volvía sobre la ciudad, no lo tomase desprevenido.




ArribaAbajoJuan de Illanes se queda con los navíos

Cuando el capitán Aldana desembarcó de los navíos, puso por Capitán en la armada a Juan de Illanes, como hombre de mucha confianza, el cual durante las alteraciones pasadas jamás siguió otro apellido sino el de Su Majestad.




ArribaAbajoDiego Centeno sale al encuentro de Pizarro

Ya el capitán Centeno sabía cómo Gonzalo Pizarro iba la vuelta del Cuzco, donde él estaba. Sobre lo cual algunos decían que iba a darle batalla. Otros tenían contrarios pareceres, afirmando no ser otro su propósito y voluntad sino huir, porque si quisiera muy bien pudiera irse a la provincia de Chile o a otras partes, si no quisiera dar la batalla. Con todo esto el capitán Centeno no tenía temor, porque tenía casi mil hombres, todos buena gente y bien aderezada, por cuya causa se salió del Cuzco, por la parte que pensaba que Pizarro había de venir, y tomarle el paso porque no pudiera huir.



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ArribaAbajoLa Gasca llega a Jauja

Y a este tiempo marchó el Presidente con toda su gente hasta llegar por tierra a una provincia de indios, treinta y cinco leguas de esta ciudad, nombrada Jauja. Por ser tierra en buena comarca y abundante de bastimentos, determinó el Presidente de estarse de asiento y recoger toda su gente y recogida ir en seguimiento de Pizarro, porque tenía gran confianza en Centeno y en su gente, aunque se temía que Pizarro le diese batalla y lo desbaratase, y recelándose de esto le escribió enviándole a mandar que por ninguna manera diese batalla a Gonzalo Pizarro, antes procurase desviarse de él cuanto fuese posible, sospechoso, como es dicho, de lo que podía suceder.




ArribaAbajoDiego Centeno combate con Pizarro en Guarina y es vencido. Pizarro se fortifica en el Cuzco

Llegado el Presidente a Jauja, toda la gente de la tierra caminaba a gran prisa por llegar a donde estaba, pero como la tierra es tan larga y tan perversa de caminar, tardaron muchos días en recogerse, y de los primeros que llegaron fueron los capitanes Juan Alonso Palomino y Hernán Mejía, y otros algunos vecinos de diversas partes. Estando los negocios en estos términos llegó Pizarro cerca de donde estaba Centeno, el cual como había sido desbaratado dos veces, quiso probar ventura a la tercera y hacer todo lo posible por romper a Pizarro, que, a ser así, ganaba eterno renombre para él y sus descendientes. En conclusión, por acortar razones, se afrontaron los dos ejércitos en una provincia de indios llamada Guarina y junto a una laguna tuvieron batalla, que en el principio fue vista la victoria por el capitán Diego Centeno, por haber desbaratado del primer encuentro toda la gente de a caballo de Pizarro. Visto por su Maestro de Campo el desbarato y perdición, hizo arremeter la infantería   —452→   con tanto esfuerzo, que con muerte de más de trescientos y cincuenta hombres se retiró Centeno. Y así desbaratado se vino a esta ciudad de Los Reyes. De los de Pizarro morirían hasta ochenta hombres y como vio la victoria, siguió el alcance y prendió a muchos de los soldados de Centeno, y a todos los que eran personas de calidad mandó hacer de ellos justicia, y luego dio un pregón, que todos los soldados que se hubiesen hallado con el capitán Centeno en la batalla, como no fuesen vecinos, pareciesen seguramente ante él, porque no recibirían de él ni de sus capitanes mala obra, antes les socorrería con todo lo que hubiesen menester. Y con este propósito procuró recoger gente y hacer amigos, porque pensaba dar otra batalla al Presidente.

Con esta victoria se metió Pizarro en el Cuzco, con intención de fortificarse en él, porque no llevaba artillería, por no tenerla, que la había enviado toda en el armada, por lo cual teniendo buen aparejo, procuró hacer algunos tiros, y dio la comisión de ello a un oficial griego que era gran maestro.




ArribaAbajoLa Gasca reúne más gente y se moviliza al Cuzco. Llega a tener más de dos mil hombres. Préstamo en oro de los mercaderes de Los Reyes

Al cabo de pocos días supo el Presidente el mal suceso de Centeno y la victoria de Pizarro y la muerte de toda la gente y todos los más daños, que le causó gran pesar, por lo cual viendo que con pocos había desbaratado a tantos, envió capitanes particulares a diversas partes, para recoger mucha gente que se le había quedado por los caminos y por los pueblos por donde había venido y a esta ciudad envió al mariscal Alonso de Alvarado el cual pidió prestados a los mercaderes vecinos de ella, en dos veces, ciento y setenta mil pesos de oro, que entre ochenta mercaderes se le dieron, luego, de contado; y con estos dineros, en breve tiempo ha soldado mucha gente.   —453→   Por manera que dentro de dos meses juntó el Presidente en Jauja, pasados de dos mil hombres, en que habría ochocientos arcabuceros y quinientos de a caballo y el resto piqueros. Y como el Presidente se vio con tan lucida gente, dio cargo de su Maestro de Campo al mariscal Alonso de Alvarado, y con todo el ejército comenzó a marchar por el camino real del Cuzco, que como era invierno y los ríos venían tan grandes, pasó el ejército muy gran trabajo. El Presidente mandó al capitán Lorenzo de Aldana que no fuese en su seguimiento sino que se quedase en esta ciudad de Los Reyes, y que fuese por Su Majestad, Justicia mayor en ella y en todos los caminos comarcanos, y así mismo Capitán General de ellos y de la armada de mar, que estaba en este puerto. El cual cargo dio el Presidente al capitán Aldana, como hombre prudente y de buenos medios en todo lo que se puede ofrecer.




ArribaAbajoPedro de Bobadilla llega de Chile al puerto de Los Reyes y se une a La Gasca

Estando la cosa en estos términos, llegó a este puerto un navío, dentro del cual venía de la provincia de Chile un Capitán que se llamaba Pedro de Bobadilla (sic), que cuando Hernando Pizarro dio la primera batalla a don Diego de Almagro y le prendió y degolló, era Pedro de Bobadilla Maestro de Campo de Pizarro, y desde aquella batalla el marqués Hernando Pizarro (sic) le dio aquella conquista de Chile. El cual fue allá con cierta gente y se ha estado en ella ocho años y la ha sustentado con harto trabajo. Así que vino este Capitán con veinte hombres y trajo sesenta mil pesos de oro. La causa de su venida fue a llevar para poblar y conquistar la provincia, por ser la más rica y mayor población que hay en todo lo descubierto.

Y como este Capitán llegó a tan buena coyuntura, determinó de ir con el Presidente y como hombre de guerra   —454→   servirle en la batalla hasta morir o vencer, y así lo hizo. Y aderezose en esta ciudad y en breves días se fue a juntar con el Presidente, alcanzándole cerca del Cuzco, en una provincia llamada de Andaguailas. El cual capitán Bobadilla fue bien recibido del Presidente por ser tan buen hombre de guerra y haber sido soldado viejo en Italia, y diole el título de Coronel de todo el ejército.

Aceptado el cargo, desde luego comenzó a usar de él. En esta provincia de Andaguailas hizo el Presidente su asiento por algunos días, porque así convenía y por estar ya tan cerca de los enemigos y era necesario ir muy bien apercibido, de modo que pues cada hora se podían topar, fuesen como convenía, sin faltarles cosa. Y también porque tenían por delante un muy potente y grande río. Y Gonzalo Pizarro tenía ya quemado el puente, para efecto de impedirles el paso, y, en efecto, de no hacerse puente, era muy dificultoso y trabajoso de pasar. Gonzalo Pizarro, a todo esto, estaba en el Cuzco, fortificándose de armas, caballos y gente, y habíase dado tan buena maña, que tenía juntos novecientos hombres y hechas ciertas piezas de artillería, y esperaba al Presidente cada hora para darle la batalla.




ArribaAbajoDiego de Mora, testigo presencial de los sucesos, los describe desde la ciudad del Cuzco en carta a un amigo suyo

Desde aquí en adelante, es un traslado de una carta que escribió el capitán Diego de Mora a un gran amigo suyo, desde la ciudad del Cuzco, dándole larga cuenta del suceso, desde la batalla que dio el presidente de La Gasca a Gonzalo Pizarro, por mejor decir, la manera que el Presidente tuvo en el desbarato que hizo a Gonzalo Pizarro. La cual carta comienza desde que el Presidente partió de la provincia de Andaguailas hasta que fue muerto y justiciado Gonzalo Pizarro, y la sentencia de muerte que dio contra él, lo cual todo es la certidumbre de la verdad, sin disminuir ni acrecentar en cosa, sino la verdad «de verbo ad verbum».



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ArribaAbajoEl día lunes nueve de abril del año 1547

El día lunes que se contaron nueve días del mes de abril del año mil y quinientos y cuarenta y siete, fue aciago e infeliz día para Gonzalo Pizarro, escribí a doña Ana mi mujer, con Martín de Loarte, y no a vuestra merced, por la gran priesa que entonces había, y ahora por haber algún tanto más de vagar, diré algo de lo mucho que hay que decir. Y es que ya habrá visto por mis cartas, escritas de atrás de ésta, desde Abancuay, cómo allí dejamos el camino real que venía al Cuzco y tomamos la vía de Condesuyo, hacia los Aymarais, un camino alto, trabajoso, de fríos y de altísimas sierras. Y caminando por ellas, venimos a Corabamba, pueblo del factor Guillén Suárez, donde tuvimos pascua de resurrección. Desde que llegamos a Abanguar y aun antes, mandó el Presidente hacer los puentes de Apurimas y Acotobamba, y en otro lugar; y hechas mandó poner infantería de guardia en todas, mandó hacerles preparamentos, como si por cada una de ellas hubiera de pasar. E hízose a efecto de desatinar a los enemigos, porque no impidiesen el paso estando certificados por donde íbamos; y siendo segundo día de pascua, un tal López Martín a quien se dio comisión de hacer uno de los puentes, que fue el de Cotabamba, echó tres cabos a la otra banda, sin se lo mandar ni saber nadie, todo contra la voluntad del Presidente, porque estaba acordado que no se hiciese hasta haber pasado de la otra parte doscientos arcabuceros que habían de pasar en balsas, para defensa del puente.




ArribaAbajoPizarro quema dos puentes construidos por La Gasca. Pedro de Hinojosa y Pedro de Valdivia, en acción

Visto los enemigos los preparamentos arriba dichos, pusieron indios y cristianos, así para guardar como para llevar y traer avisos, que como avisaron que por allí se determinaba a querer pasar, enviaron sesenta arcabuceros,   —456→   sin la gente que estaba, a que diesen orden de quemarles lo que tenían hecho. Y como no hallaron resistencia de parte del Presidente, quemaron los dos puentes y creyendo que las dejaban todas quemadas, se tornaron al Cuzco, por el cual hecho no recibió poca pena el campo de Su Majestad.

Sabido por el Presidente lo que pasaba, él propio en persona bajó al río y a gran furia, en un día y una noche, por el puente que quedó por quemar y en balsas, echó sesenta hombres de la otra banda y con ellos al general Pedro de Hinojosa y al capitán Pedro de Valdivia, los cuales fueron con intención de antes que fuese noche tomar un alto que tenía dos leguas de subida, creyendo que si lo tomaban tenía la jornada por suya. Y al fin, porfiando con su valerosidad de ánimos, lo tomaron.




ArribaAbajoPizarro envía a Juan de Acosta para detener el avance de La Gasca

Como luego supo Pizarro que porfiábamos en hacer el puente, envió al capitán Juan de Acosta con ciento y sesenta hombres a toda diligencia, para que si no hubiésemos pasado, nos impidiese el paso, y si hubiésemos pasado, nos defendiese la subida de la cuesta, lo cual, según estaba de dificultoso, era bien fácil de hacer.

Cuando el capitán Acosta vino, topó a Juan de Sandoval con diez arcabuceros que iban delante de los capitanes y gente dicha, con el cual incontinente se pasó un Juan Núñez de Prado, que venía con el capitán Acosta. Éste fue muy bien recibido, porque dio relación del estado en que se hallaban los enemigos. Y como Juan de Acosta vio a don Juan de Sandoval en lo alto, pareciole que no debía estar solo; hizo alto y envió a decir a Gonzalo Pizarro cómo ya habíamos pasado el río y teníamos tomada la cuesta. Que como lo supo, tocó a recoger y mandó que toda su gente saliese al campo y al cabo del   —457→   valle de Jaquijaguana, que es cuatro leguas y media de esta ciudad del Cuzco; por donde nosotros habíamos de venir envió quinientos y cincuenta arcabuceros y doscientos piqueros, con seis piezas de artillería; y púsose en una angostura, que había de la una parte unas sierras altísimas y de la otra un río, y por delante un muy gran llano, en el cual había muchos fosos y acequias de tiempo antiguo, y allí estuvo, habiendo desechado otro sitio que primero tomó, por no ser tan bueno. Y sin ningún propósito estuvo en este asiento cuatro días. En el entretanto que Pizarro estuvo allí, los que quedamos por pasar con el Presidente, hicimos el presente muy bien hecho y dentro de dos días pasó todo nuestro campo y subió arriba. El capitán Juan de Acosta en todos estos días aún no se había recogido a Pizarro, antes le envió a pedir otros cincuenta arcabuceros, y luego se los enviaron, con los cuales y con la gente que tenía, nos vino a dar una vista allí en lo alto donde estábamos, con muy buena determinación, de cuya causa tuvimos aquel día por muy cierta la batalla, porque creíamos que venía todo el campo de Pizarro. Y acaeció que de nuestra parte había salido a correr el campo el capitán Centeno y don Pedro de Cabrera, con ciento y cincuenta hombres, los cuales estaban en un paso fuerte y resistieron a Juan de Acosta la venida, y de esta ida se fue a recoger al asiento que dicho tengo, con Pizarro.

Luego que nosotros tuvimos nuestro campo, marchamos la vuelta del Cuzco, no teniendo certidumbre dónde los enemigos estuviesen, pero todos los días enviábamos nosotros y ellos corredores, y pasaron entre medias grandes escaramuzas. Andando en esto viniéronse quince soldados y pasáronse muchos más, si no fuera por la grandísima guarda que traía Pizarro de indios que no salía hombre dos pasos del escuadrón cuando le mataban y cortaban la cabeza; pero no embargante esto, se pasaron otro día veinte arcabuceros, diez de los cuales fueron tomados y cortádoles las cabezas y los otros diez pudieron escapar y éstos contaron cómo de temor de Francisco de Caravajal, Maestro de Campo de Pizarro, no se pasaban   —458→   todos, y los que se pasaron eran soldados que salían a correr, porque de los demás no había medio.




ArribaAbajoLos campos enemigos se sitúan sólo a media legua de distancia

Después de lo arriba dicho, viniendo marchando el campo de Su Majestad para el Cuzco, sin tener certidumbre dónde los enemigos estuviesen, mas que los indios decían que habían salido la vuelta de nosotros, mandó el Presidente a un Capitán que con ciento y cincuenta de a caballo tomase la delantera a correr el campo, y yendo corriendo topó con los corredores de Gonzalo Pizarro, no una legua de donde habían partido, con los cuales tuvieron una escaramuza, y yendo ellos retrayéndose y los imperiales siguiéndolos, pasando una sierra al pie de ella descubrieron los enemigos, que estaban en escuadrón cerrado en el lugar que arriba he dicho, que no fue poco contento para nosotros; los cuales luego tornaron a hacer relación al Presidente, que tenía asentado su campo media legua de ellos. Y visto ser mejor sitio otro que teníamos descubierto, el mariscal Alonso de Alvarado porfió mucho porque nos mudásemos. Y como su parecer se tenía siempre en todo por lo mejor, húbose de tomar como él decía, y aquella noche dormimos los unos de los otros menos de media legua. Ellos en lo llano y nosotros en lo alto, y llegamos a aquel sitio como ahora de vísperas, poco más a menos.




ArribaAbajoTrábase la lucha y Pizarro sufre el primer descalabro

Luego que Pizarro se informó de sus corredores cómo todo nuestro campo estaba junto, y tan junto que desde su campo nos podía ver, salió en el escuadrón, mandando disparar su artillería y arcabucería, para darnos a entender   —459→   la mucha potencia que tenía. Y por dos lomos de sierra, que venían hacia donde nosotros estábamos, envió por la una y por la otra cada cincuenta hombres hacia nosotros, dando muestra de tenernos en poco, y que aquéllos bastaban para todos. Lo cual visto por nuestro campo, se le enviaron otros tantos contra aquéllos al encuentro y a arcabuzazos los hicieron bajar, tumbando aquéllos, lomos abajo.

Todas aquellas noches y aun las demás, desde que se pasó el puente, estuvimos en escuadrón y armados, con gran recaudo. A la mañana, después de haber oído misa y almorzado, bajó el Mariscal y con él Pedro de Valdivia, y reconocieron un cabezo donde podía bien plantar la artillería, en el cual asentaron cuatro piezas, las más gruesas, y la primera vez que dispararon le mataron a Pizarro un camarero suyo que le estaba armando, y de otros tiros hizo mucho daño y puso tanto temor en los suyos, que desde luego se tuvieron por perdidos. Porque entre otras muy grandes mentiras que se les había hecho entender, era que el Presidente no traía artillería. Y pudieron tanto estas cuatro piezas que a veinte cañonazos los hizo retirar del lugar donde estaban, buen rato atrás, y allí todavía los visitaban las pelotas. Y esta retirada fue el primer trato de su perdición.




ArribaAbajoLas tropas de La Gasca descienden de las alturas al llano y se ordenan para la batalla final

Mientras esto pasaba, bajó nuestro campo a toda furia al llano, donde muy claramente nos veíamos los unos a los otros; y luego que bajamos y nos vieron, fueles causa nuestra vista de muy gran turbación, porque les habían certificado que no eramos más que ochocientos, y que los más de ellos se les habían de pasar. Ordenamos nuestros escuadrones en esta manera: el estandarte real con las compañías de Gómez de Alvarado y de Mercadillo y de don Pedro de Cabrera; se hizo de ellos un cuadro en el   —460→   que había casi doscientos de a caballo, y el general Pedro de Hinojosa por caudillo de este cuadro. Y de las compañías de Juan de Saavedra y Rodrigo de Salazar y de otros dos capitanes, se hizo otro cuadro, y la compañía de Alonso de Mendoza con cien hombres de a caballo quedó aparte, para dar por la retroguardia de la infantería de Gonzalo Pizarro. Y así mismo se hicieron dos escuadrones de infantería: en el uno había bien ochocientos hombres y en el otro seiscientos, cada uno de éstos con sus mangas bien ordenadas de arcabuceros. Demás de éstas iban otras dos compañías de arcabuceros sobresalientes. Y mientras estos escuadrones se afirmaban, bajó la artillería que arriba he dicho, que por todo eran once piezas, y pusiéronse en dos partes.




ArribaAbajoGonzalo Pizarro espera ser acometido. La Gasca desea que se pasen a él las tropas de Pizarro. Confusión en el campo de Pizarro. Diego Guillén le abandona. Las tropas de Pizarro vuelven las espaldas

Gonzalo Pizarro estábase fuerte, esperando a que le acometiéramos, creyendo que íbamos a él desordenadamente, y nosotros estábamos en contraria opinión, que aunque fuera de allí a diez meses no le acometiéramos, porque nuestro fin era dilatar la batalla y dar lugar los que se quisiesen venir.

Estando las cosas en este estado, el capitán Garcilaso de la Vega echó a correr, con veinte o treinta de a caballo y otros después de él, y algunos arcabuceros a pie se echaron a un riachuelo de cuatro en cuatro y de cinco en cinco.

De los que les alcanzó algunos el capitán Pedro Martín, que fue después descabezado. Andaba un murmullo del diablo en sus escuadrones, que parte de ellos se quisieron pasar y otros tenían gran confusión de ver su perdición, y después de lo dicho, arremetió el licenciado Cepeda   —461→   para nosotros y salió a él capitán Pedro Martín y alanceole el caballo.

Visto por Pizarro y por su Maestro de Campo cómo se pasaba la gente, acordó de arremeter y así como ellos mudaron para venir a nosotros, hicimos nosotros lo mismo para ir a él. Traía en un lado de su escuadrón a su capitán Diego Guillén, con ciertos sobresalientes, los cuales se le pasaron y él tras ellos. Los demás capitanes viendo que los soldados andaban remolineando por pasarse, echáronles cien arcabuceros por un costado, con una pieza de artillería con que detenerlos. Y como los imperiales dispararon la primera rociada de arcabucería, luego los enemigos volvieron las espaldas, sin que hombre de a caballo ni piquero arremetiese, y desde luego los tuvieron por desbaratados.




ArribaAbajoYo soy el desdichado de Gonzalo Pizarro. Prisión de Caravajal

Como Gonzalo Pizarro vio huir a unos y pasarse a otros, dijo: puesto que todos se van con La Gasca, yo me quiero ir también con él. Visto por los nuestros cómo los enemigos corrían a rienda suelta, nuestra gente les comenzó a seguir, y el Sargento mayor de nuestro campo topó con Gonzalo Pizarro y no conociéndole le preguntó quién era, respondiéndole: yo soy el desdichado de Gonzalo Pizarro. El cual le prendió y le trujo ante el Presidente, y diole al Sargento el caballo, y armas y ropa, que valían mucho. El Maestro de Campo, Caravajal, yendo huyendo cayó en una ciénega y el caballo sobre él y fue preso por el capitán Almendras.



  —462→  
ArribaAbajoTotal desbarato y muerte de Gonzalo Pizarro. Mueren también Caravajal, Guevara, Maldonado y Juan de Acosta

Hechas estas prisiones, los soldados siguieron el alcance, en el que no mataron a nadie, ni les hicieron otro agravio sino robarles lo que traían. Diose en guarda aquella noche Gonzalo Pizarro al capitán Centeno. El maestro de campo Caravajal, se dio al Sargento mayor y el capitán Juan de Acosta que también fue preso, y así por capitanes fue cometida la guardia de los demás presos.

Otro día, que fue martes por la mañana, se hizo justicia de Gonzalo Pizarro, conforme a la sentencia que adelante se dirá. Y a la tarde, de su Maestro, que murió como vivió, que fue arrastrado y hecho cuartos y fueron llevados los cuartos al Cuzco.

Los capitanes Guevara y Maldonado fueron ahorcados y Juan de Acosta hecho cuartos. Los demás capitanes, Juan de la Torre, ni Bobadilla, ni el camarero, ni otros, no han parecido, pero no se pueden escapar. Murieron en la batalla, el Capitán de artillería de Pizarro y otros cuatro o cinco, y de los nuestros uno solo.




ArribaAbajoSerena actitud de La Gasca. Entra en la ciudad del Cuzco

Háseme olvidado lo más sustancia, que es decir la gran providencia y ánimo sereno del Presidente, que andaba entre los escuadrones mirando a un cabo y otro, proveyendo donde había necesidad, con tan buen denuedo y esfuerzo, como si toda la vida hubiera estado en Italia. Hecho esto, se vino al campo a esta ciudad, donde se le hizo un solemne recibimiento, y juntaríamos bien dos mil y quinientos hombres y de hoy más no se   —463→   entenderá sino en repartir la gente por provincias, satisfaciendo a cada uno según sus servicios.




ArribaAbajoSentencia de muerte que dieron contra Gonzalo Pizarro, Alonso de Alvarado y el licenciado Cianca

Vista y entendida por nos el mariscal Alonso de Alvarado, Maestro de Campo, y por el licenciado Andrés de Cianca, Oidor de Su Majestad, de estos reinos y sus delegados por el muy ilustre señor el doctor Pedro de La Gasca, del Consejo de Su Majestad, de la Santa Inquisición, Presidente de los reinos y provincias del Perú, por lo infraescrito la notoriedad de los muchos graves y atroces delitos que el dicho Gonzalo Pizarro ha cometido y consentido cometer a los que le han seguido, después que a estos reinos vino el virrey Blasco Núñez Vela, en servicio de Su Majestad y de su preeminencia y corona real, y contra la natural obligación y fidelidad que, como su vasallo, tenía y debía a su Rey y señor natural, y de personas particulares, los cuales, por ser tan notorios de derecho ni se requiere orden ni tela de juicio, mayormente que muchos de los dichos delitos constan por confesión del dicho Pizarro, y la notoriedad de todos por la información que se ha tomado. Y hallamos que para la pacificación de estos reinos conviene sea hecha justicia con brevedad del dicho Pizarro.

Hallamos, atento a lo susodicho, junta la disposición del derecho, que debemos declarar y declaramos el dicho Gonzalo Pizarro haber cometido crimen lesa majestatis, contra la corona real de España, en todos los grados y causas en derecho contenidas, después que a estos reinos vino el virrey Blasco Núñez Vela, y así lo declaramos, y condenamos al dicho Gonzalo Pizarro por traidor y haber incurrido él y sus descendientes, nacidos después que él cometió este dicho crimen y traición, los por línea masculina hasta la segunda generación y por femenina hasta la primera, en la infamia e inhabilidades en derecho   —464→   establecidas contra los tales traidores. Y como a tal condenamos al dicho Pizarro a pena de muerte natural, la que mandamos le sea dada en la forma siguiente: que sea sacado de la prisión en que está, caballero en una mula de silla, atado los pies y las manos y traído públicamente por este real de Su Majestad con voz de pregonero que manifieste su delito, sea llevado al tablado que por nuestro mandado está hecho en este real y allí sea apeado y cortada la cabeza por el pescuezo, y después de muerto naturalmente, mandamos que dicha cabeza sea llevada a la ciudad de Los Reyes, como principal ciudad de estos reinos y sea puesta y clavada en el rollo de dicha ciudad, con un rótulo en letras gruesas que diga: ésta es la cabeza del traidor de Gonzalo Pizarro, que se hizo justicia en el valle de Jaquijaguana, donde dio batalla campal contra el estandarte real, queriendo defender su traición y tiranía: ninguno sea osado a aquitarla de aquí.

Y mandamos que las casas que el dicho Pizarro tiene en la ciudad del Cuzco sean derribadas por los cimientos y aradas de sal y donde agora es la puerta, sea puesta un pilar con un letrero de letra gruesa que diga: estas casas eran del traidor de Gonzalo Pizarro, las que fueron mandadas derrocar por traidor, ninguna persona sea osada a las hacer edificar, sin licencia expresa de Su Majestad, so pena de muerte natural.

Condenámosle más en perdimento de todos sus bienes, de cualquier calidad que sean o le pertenezcan, los que aplicamos a la cámara y fisco de Su Majestad, y en todas las otras penas contra los tales, en derecho instituidas y por esta nuestra sentencia definitiva, juzgando así lo pronunciamos y mandamos en estos escritos y por ellos.- Alonso de Alvarado.- El licenciado Cianca.- Pero López, Secretario.




ArribaAbajoÉste es el fin de Pizarro

Por manera que lo dicho es el fin de Pizarro. Y lo contenido en esta relación es solamente la sustancia de   —465→   las alteraciones, sin haber tratado de las tiranías, daños y agravios sucedidos en esta tierra, durante las revueltas; sin contar muertes de personas particulares, ni de otras muchas traiciones cometidas por Pizarro y por sus secuaces; ni menos se trata de muchas desvergüenzas y libertades en el hablar contra Dios Nuestro Señor y contra el Emperador Nuestro Rey y Señor Natural, a quien tanta obligación tenemos, después a Dios, servir y acatar.




ArribaLa Gasca se halla en el Cuzco

Lo que más resta por decir es que el Presidente está en el Cuzco, tratando de castigar personas particulares que han seguido a Pizarro, porque de los principales ya se ha efectuado, y en los particulares se procede de esta manera: los muy culpados, se hacen cuartos, y los otros se ahorca, azota y echa a galeras; a otros destierra para las entradas. De manera que, por concluir, digo que el que mejor librare de los que han seguido a Pizarro, irá desterrado de los reinos perpetuamente. Allende de lo arriba dicho, a toda diligencia entiende el Presidente e distribuye toda la gente de guerra por las entradas y conquistas.

Al capitán Bobadilla (sic) le ha dado la gobernación de los reinos de Chile, que es la mejor cosa que al presente hay en Indias. Y hasta ahora no se ha proveído capitanes para otras conquistas. Pero presto se repartirán mediante los servicios de cada uno. Plega a Nuestro Señor de darnos paz, que es lo que más habemos menester.

De lo que más sucediere, será vuestra merced avisado; lo que por ésta suplico, es perdone el mal estilo en que va escrita esta relación y enmiende y supla con su prudencia la falta de mi elegancia.








 
 
FIN
 
 




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Acabose la presente obra, en la muy noble y memorable ciudad de Sevilla, a dos días del mes de enero del año de Cristo de mil quinientos cuarenta y nueve... (MDXLIX).

En casa de Juan de León. Siendo primero mandada ver y examinar por los muy reverendos y muy magníficos señores, los inquisidores, y con su licencia, mandada imprimir.

Université de Paris.- Travaux et Memoires de L'Institud d'Ethnologie.- XI. Nicolao de Abenino

Verdadera relación de lo sussedido en los Reynos e provincias del Perú desde la yda a ellos del Virrey Blasco Núñez Vela hasta el desbarato y muerte de Gonçalo Pizarro. (Sevilla, 1549).

Reproducción facsímile con introducción de José Toribio Medina.

París.

Institut d'Ethnologie.- 191, Rue Saint-Jacques (5e)

1930.