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Dacia Provincia: un problema para Adriano en el Bajo Danubio

Pilar González Conde


Universidad de Alicante


Publicado originalmente en Scripta antiqua in honorem Ángel Montenegro Duque et José María Blázquez Martínez, Valladolid 2002, 397-402.

RESUMEN: El trabajo estudia la problemática específica de la provincia Dacia en época de Adriano.

ABSTRACT: This work studies the province of Dacia in the framework of Hadrian's time.





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«La guerre n'était pas finie. J'eu à la reprendre et à la terminer quelques mois après mon avènement. L'ordre, du moins, régnait momentanément á cette frontière...» El Adriano de Marguerit Yourcenar expresaba así sus dudas sobre las posibilidades de estabilidad política en el bajo Danubio, así como el temor por el futuro papel de esa zona en el equilibrio de fuerzas políticas provinciales dentro del Imperio1. La afirmación podía haber sido verídica, porque la herencia que Adriano recibió incluía una conflictiva situación en ese punto fronterizo, no del todo resuelta anteriormente por las armas.

La obra de Trajano en Dacia quedó inacabada. No se trataba de un problema como el de oriente, pero hasta cierto punto las guerras dácicas no solucionaron definitivamente el asunto. Liquidada la resistencia del reino de Decébalo, las acciones militares de los años 101-102 y 105-106 terminaron temporalmente con la oposición de los Dacios, pero no con el peligro de Dacia. La fragilidad de la nueva frontera transdanubiana quedó patente en los continuos ataques de sus vecinos, y ya nunca dejó de ser motivo central de atención a lo largo de toda la centuria, hasta su abandono definitivo2.

Esta situación proporcionó a Dacia un lugar en la historiografía contemporánea y posterior. Durante el reinado de Adriano, Floro recogía en su obra una visión sobre Dacia que no debía estar alejada de la visión política de sus contemporáneos. El autor hablaba de aquel pueblo inaccesible, proclive al pillaje y cuya conquista por Augusto tuvo que ser aplazada3.

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Estas palabras resultan especialmente útiles para justificar la actuación romana en el bajo Danubio, porque proporcionan los argumentos adecuados acerca de la conquista llevada a cabo por Trajano y su posterior conversión en provincia. Pero además responde a la visión contemporánea del autor, que, fiel a las consignas del nuevo régimen, no ataca la anexión territorial aunque ésta se oponga a la nueva política de paz exterior.

Tal como ha explicado P. Jal, la obra de Floro sirve a los intereses políticos de Adriano, siguiendo un doble camino: defensa de la política de paz fronteriza y aceptación de la actuación exterior de Trajano como política de hechos consumados. Para ello se recuerdan las guerras de conquista que dieron lugar a la formación del Imperio, se defienden y justifican, pero siempre en el marco de un expansionismo limitado; también en esto es fiel a una tradición literaria anterior4.

En realidad, el papel de los intelectuales más cercanos a la línea adrianea no es fácil, porque se ven implicados en el proceso de neutralización de los sectores pro-expansionistas heredados de Trajano, y tienen que hacerlo sin proferir ataques públicos contra éste. Así lo requería la estabilidad política y lo aconsejaba la frágil continuidad dinástica que había llevado a Adriano al trono5. Atacar a su predecesor no le habría ayudado a dejar en el olvido el hecho de que éste evitó repetidamente adoptarle hasta el final de su vida, dando lugar a los rumores que recogen las fuentes. A esto hay que añadir la conflictiva relación con el Senado6. En todo caso, las formas de ataque debían ser más sutiles (vid. infra).

El año 106, la victoria dácica había traído a Roma un botín cuya cuantía deslumbró a generaciones posteriores7, y sobre todo, unas posibilidades de explotación permanente de la nueva provincia. El impacto sobre sus contemporáneos se aseguró mediante la campaña propagandística posterior8, y no se habría borrado el año 117, cuando Adriano hereda el problema. Neutralización de un peligro exterior y buenos resultados económicos eran argumentos suficientes para montar una demagógica defensa de la victoria romana, que no podría ser atacada fácilmente en público.

Los acontecimientos posteriores parecen demostrar que Roma no sabía qué hacer con Dacia. Las reorganizaciones administrativas se suceden desde Adriano, reforzando la idea de que la obra de Trajano había quedado inacabada: en lo militar, por los sucesivos ataques de Roxolanos y lazigas; y sobre todo en lo administrativo, con la creación de una provincia cuya división y   —399→   cambio de límites son continuos9. Todo indica que las actuaciones en Dacia se llevaron a cabo sin que Roma tuviera un plan preestablecido, atendiendo a necesidades coyunturales10.

El tratamiento literario dado a la cuestión de la política adrianea en el bajo Danubio parece iniciarse con Fronto11, cuya obra constituye el testimonio de un contemporáneo y defensor de Adriano que consiguió, no sólo contribuir a la difusión de la nueva versión política de paz fronteriza, sino también a su continuidad en las fuentes posteriores, lo cual resulta perfectamente explicable si se tiene en cuenta su grado de implicación personal con la familia imperial12.

La afirmación del autor acerca del abandono de tierras que Trajano había pretendido añadir a provincias ya existentes13 no tiene ninguna credibilidad. En primer lugar, tanto si Adriano tenía intención de abandonar Dacia como si no, la realidad es que no lo hizo14, más bien al contrario, la mantuvo dentro de los límites provinciales. Por otra parte, las supuestas intenciones de Trajano de ampliar los territorios del estado romano sin aumentar el número de provincias parece necesariamente falso. Si alguna vez pensó en integrar los territorios de Decébalo en Moesia, no llegó en cualquier caso a hacerlo15.

La aparente negación de Fronto sobre la falta de intención de Trajano de crear nuevas provincias no tiene, al menos para el Danubio, base documental que conozcamos, y contrasta con la importancia de la creación de Dacia prouincia en el programa político y propagandístico de este emperador. Pero la referencia podría indicar que la ampliación provincial no fue, en su momento, un plan aceptado unánimemente; una cosa era la sumisión de Decébalo y otra la ampliación fronteriza, con lo que eso suponía de cambios estratégicos y administrativos. Representaba además una contradicción con el componente ideológico que sustentaba al estado territorial romano, con unos límites definidos desde Augusto16.

Las afirmaciones de Fronto, incluso en lo que pudieran tener de falsas, se perpetuaron en la historiografía posterior, llegando con Eutropio al siglo IV. El binomio Trajano-Adriano se presenta en época tardía como un estereotipo, una constante que define, no sólo posturas políticas   —400→   enfrentadas, sino también dos ejemplos de diferente aptitud y actitud, cuyo recuerdo puede resultar útil en el mundo cercano a quien escribe17.

Traiani gloria invidens...18 En palabras de Eutropio, Adriano abandona las conquistas de Trajano en oriente sólo por envidia hacia su predecesor. Si bien la idea del abandono territorial ya estaba en Fronto, la versión tardía de Eutropio se aparta, en cambio, de la más moderada del primero, para quien la medida será el resultado de una necesidad político-militar. Además, ahora se añade el argumento de la envidia frente a las victorias del Optimus Princeps, que siempre acompaña a la imagen de un Adriano débil en asuntos militares y sólo preocupado por la vida civil, que echaría a perder la fortitudo del régimen19.

La intención de Adriano de abandonar Dacia, mencionada en las fuentes, podría indicar que existió una postura contraria a la expansión territorial en ambientes cercanos al Emperador. Hay que pensar que la creación de una nueva provincia en territorios transdanubianos suponía un hecho insólito en el ambiente político contemporáneo. La previsible oposición a esta medida se remontaría probablemente al momento inmediatamente posterior a la victoria final sobre Decébalo el año 106. Es entonces cuando se inicia la actuación administrativa, a la que no serían ajenos los intereses de la población romana asentada en el bajo Danubio, tal y como ya mencionaba Eutropio20. La nueva provincia suponía seguridad para los colonos, ampliación del campo de promoción para cargos civiles y militares (ecuestres y senatoriales), y expansión del marco geográfico incluido en el sistema impositivo romano.

Las diferentes posturas sobre Dacia deben valorarse en el marco de un proceso político más amplio, que se desarrolla entre el final de la guerra dácica y el comienzo de la guerra pártica. Durante estos años hay una serie de sustituciones en los puestos de responsabilidad junto a Trajano, que parecen indicar el alejamiento de los individuos más reticentes a su línea política y la incorporación de los más incondicionalmente fieles21. Es en el marco de este proceso cuando el joven Adriano recibiría nuevos apoyos a costa del peso político de su padre adoptivo. Los descontentos con la expansión territorial, no necesariamente contrarios a una actuación militar en Dacia, debieron volver sus esperanzas a Adriano, y este acercamiento se intensificaría en los años siguientes, cuando toda la defensa fronteriza del Imperio va a ponerse al servicio de la frontera oriental22. No podemos saber qué papel juega Licinius Sura en estos cambios, debido a su prematura muerte, aunque la noticia sobre su deseo de que Adriano fuera elegido sucesor quizá deba conectarse con este asunto23. Más claro parece el caso de los Minicii Natales, cuyo   —401→   apartamiento de los lugares conflictivos después de las guerras dácicas se vería luego compensado con una notable promoción bajo el reinado de Adriano24.

Así pues, hay una línea documental para el tratamiento del tema de Dacia en los escritores posteriores, que se inicia con Fronto y que sobrevive, con ciertos cambios, en el siglo IV, como se demuestra en las afirmaciones de Eutropio. En cambio, no puede rastrearse esta continuidad temática en otras fuentes. Así ocurre con Dión Cassio, cuya biografía de Adriano trata ampliamente los acontecimientos políticos de su reinado. Cabría por ello esperar también alguna mención a la creación de las nuevas provincias resultantes de la subdivisión de la gran Dacia, así como de la conflictividad militar provocada por sus vecinos25. Ni siquiera menciona el famoso tumultus roxolano, que sí aparece en otros autores26.

La ausencia del tema, que no permite, por sí misma, establecer ninguna conclusión, sí puede calificarse, en cambio, como una absoluta falta de interés por la política adrianea en el bajo Danubio, que no será exclusiva del autor severiano. En la siguiente centuria, Aurelio Víctor también omite cualquier referencia a este asunto para el mismo reinado, aunque sí le había preocupado la actividad en la región para los reinados de Domiciano y Trajano27. Pero en este caso se trata de dar una imagen de Adriano, no sólo negativa, sino de clara ineficacia en los asuntos del Imperio. No considera necesario contar nada sobre su actuación política ni militar, ni siquiera en un asunto tan importante como los viajes imperiales.

Dión Cassio y Aurelio Víctor representan una línea de transmisión de la imagen del Príncipe en la que uno de los objetivos es la defensa de la causa del Senado a través del tiempo, una institución que, en palabras del segundo de ellos, fue masacrada por Adriano. Representan a una parte de la historiografía no precisamente favorable al Emperador, y en el caso de A. Víctor, claramente hostil a él, que tiene en común la falta de interés por dar protagonismo a la actuación en la frontera transdanubiana.

Paradójicamente, este olvido del tema no está tan alejado, aunque por diferentes motivos, del tratamiento que la propaganda oficial adrianea da al asunto. Prueba de ello es el escaso uso numismático de motivos y leyendas relativos a Dacia, a pesar de que la reorganización administrativa proporcionaba una buena excusa para evocarlos. Dacia está presente en las emisiones monetales de series provinciales28, en donde se representa con armas, lo que parece un   —402→   único reconocimiento del carácter de frontera nueva e inestable. Así mismo, se incorpora a las series de ejércitos provinciales29. Es decir, el tema de Dacia se utiliza sólo en aquellas ocasiones en las que su omisión no estaría justificada porque todas las provincias reciben el mismo tratamiento. Aparte de estos casos, sólo se recurrió una vez al tema, recuperando para la ocasión un motivo propio del territorio en armas30, en lugar de las imágenes de normalización provincial que ya se habían iniciado con Trajano31.

Aceptando que las emisiones monetales imperiales tienen una clara intencionalidad política, como mecanismo de difusión de las consignas del régimen que las acuña, la conclusión evidente que se deriva de un análisis de la numismática adrianea es que el tema de Dacia no se considera oportuno para proyectar la imagen pública de quien ahora ocupa el trono. Más bien al contrario, se evita su utilización, en claro contraste con el reinado anterior, y esto no se debe a que el bajo Danubio esté alejado de las preocupaciones del poder político, ni a la falta de acontecimientos comúnmente reflejados en las monedas. La situación en esa frontera es delicada, y la postura oficial tiene que armonizar la búsqueda de una solución definitiva con la aceptación sin crítica de la herencia recibida del reinado anterior.

Dacia prouincia sufre diversos avatares desde su integración en el territorio del estado romano. La propia incorporación a partir del año 106 debió ser un asunto debatido, que vendría a unirse al proceso de divisiones y disidencias políticas que parece afectar a los grupos más cercanos al Príncipe. Esto se refleja en las fuentes literarias, que hacen un uso diferenciado del tema, en función, no sólo de los intereses personales del autor, sino también de las versiones que les son transmitidas, y que llegan al siglo IV con un estereotipo ya formado, el binomio Trajano/ miles y Adriano/ ciues.

Los mecanismos de proyección pública del príncipe, que el poder romano cuida con exquisita atención, funcionan una vez más perfectamente durante el reinado de Adriano, según las prioridades del momento. Dacia había sido un tema prioritario de Trajano frente a la opinión pública, pero desde el año 117 se convierte en un problema para la línea política del nuevo príncipe. La inestabilidad fronteriza y los cambios administrativos para asegurar la explotación de los recursos, obligan a Adriano a evitar un tema que había sido motivo principal de atención para la población de Roma durante el reinado de su padre adoptivo.





 
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