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   »Mas ya que paró aquí mi mala suerte
(o buena para mí si tú quisieres),
¿qué puedo yo hacer sino quererte,
y aunque me pese, creer que tú me quieres?
Y pues, pastor, ya temo yo perderte,  605
¿qué más prenda de amor? ¿Para qué esperes?,
que yo nunca jamás podré olvidarte,
ni aun tú de desamor podrás quejarte.»

   Calló con esto Alcida y no callara
si más que dijo allí decir pudiera;  610
si más hay que mostrar, aun más mostrara,
y si hay más que querer, aun más quisiera.
Ninguna cosa entonces le estorbara,
aunque la muerte allí sobreviniera,
para decir la pena que sentía  615
[a] aquel que mucho más que a sí quería.

   Y aunque quedó con rostro sosegado,
mostró en su corazón no haber reposo
en un blando suspiro y adornado
[156r] de un cierto volver de ojos muy airoso.  620
¡Ved qué haría Silvano en tal estado!,
estando un poco antes tan medroso
de la respuesta dura de su Alcida,
a quien su libertad está rendida.

   No le perdió el pastor razón ninguna,  625
que todas las escribe en su memoria,
ni piensa que jamás persona alguna
sacó de ser vencido tal victoria.
Mas témese el pastor que la fortuna
le venga a tomar cuenta de esta gloria,  630
que nunca el amor dio contentamiento
a quien fortuna deje sin descuento.

   Belisa, que escondida está escuchando
lo que pasaba Alcida con Silvano,
a cada paso de éstos suspirando  635
está, teniendo a amor por inhumano.
De su pastor se acuerda, contemplando
cuántas veces le dijo en aquel llano
lo que a Silvano allí oído había,
y ella lo que Alcida respondía.  640

   Decía, «Quiera Dios por lo que toca
[156v] a esta nuevamente enamorada,
no esté el amor de aquél sólo en la boca
y el alma exenta de él y descuidada,
que cuanto en ellos más amor se apoca,  645
tanto más su pastora está prendada.
No temen ya de amor mudanza alguna;
* como señores, gozan su fortuna38.

   «¿En quién nunca se vio tan gran mudanza
como en Alcida, siendo tan exenta  650
que a tantos perder hizo la esperanza,
sin que del mal de amor hiciese cuenta?
¡Extraña orden de amor! ¡Extraña usanza
que tenga por mal caso y por afrenta
haber un corazón que sea exento  655
para poder vivir sin su tormento.»

   Alcida en este tiempo está rogando
que la zampoña toque el su Silvano.
Tomábala el pastor no porfiando,
como porfiar allí no es en su mano.  660
Comiénzala a tocar y ella escuchando,
y Belisa también, y aun todo el llano;
ninfas del río, sátiras, y faunos
los suspendió tomándola en las manos.

   [157r] Mas cuando Alcida oyó cómo tocaba  665
con aire tan gracioso y excelente,
y cómo con el son se concertaba
el dulce murmurar de aquella fuente,
que algunos versos cante le mandaba.
Y respondió el pastor alegremente,  670
«Escoge tú la historia que quisieres,
que yo no he de salir de lo que quieres.»

   Alcida, que en Silvano está su gloria,
su vida, su contento, su deseo,
su voluntad, su intento, su memoria,  675
aunque mandarle así tiene por feo
le dijo, «Canta un poco de la historia
* de la hermosa Silvia y de Danteo39,
que en Lusitania fueron tan nombrados
y de Diana y Marte celebrados.»  680

   Silvano no sintió, de muy contento
de ser de su pastora así mandado,
que en verso no sabía el propio cuento
para cantarlo a son y concertado.
Mas comenzó a tocar el instrumento,  685
y de un nuevo furor allí inspirado,
haciendo impromptu, el verso así decía
[157v] con voz suave y dulce melodía:

   «Llorando el sinventura de Danteo,
delante su pastora estaba un día,  690
diciendo, '¿Por qué causa, ¡oh ninfa mía!,
no puedo verme a mí si no te veo?'

   »'Pastor', le dice Silvia, 'no te creo',
y a otra parte el rostro revolvía.
Pasar quiso de allí mas no podía:  695
vergüenza pudo más que su deseo.

   «Danteo respondió, medio difunto,
'¿Por qué, esperanza mía, estás dudosa
de un amor tan firme y verdadero?'

   »Y Silvia replicó, 'Porque en un punto  700
se muda y hace fin cualquiera cosa,
y el falso amor en esto es el primero.'»

   Así acabó Silvano y muy quieto
quedó, puestos los ojos en Alcida,
la cual solemnizó todo el soneto  705
con lágrimas, sintiendo la caída
de aquel joven pastor, fuerte y discreto,
pues en la primavera de su vida
cortó la parca el hilo a gran porfía,
[158r] por dar al mozo Adonis compañía.  710

   Muy bien sabía Alcida aquella historia,
mas nunca la movió a sentimiento
hasta que tuvo amor en la memoria,
y vio por experiencia su tormento.
Y como en ver Silvano está su gloria,  715
tampoco le pasó por pensamiento
sentir que en el soneto que cantaba
con mudanzas de amor la amenazaba.

   Por alto no pasó esto a Belisa,
que allí sintió de amor la rabia cruda  720
cuando le oyó decir de aquella guisa,
«Amor es el primero que se muda.»
Y dijo, «Ay, ¡triste yo! ¿Quién no se avisa?
¿Quién se confía en amor? ¿Quién no se ayuda
de lo que le ha enseñado la experiencia?  725
Mas no da para esto amor licencia.»

Acaso volvió el rostro al claro río
Belisa, y vio a Felina que venía
con su tan seco rostro como estío,
escureciendo el sol, nublando el día.  730
[158v] Como el que airado sale a desafío,
así la extraña sátira venía,
con sus descalzos pies de arpía pura,
con su infernal meneo y apostura.

   Con su nariz muy larga y derribada,  735
con sus negros cabellos y erizados,
con su muy chica frente y muy rapada,
con sus lucientes ojos y encovados,
con su garganta luenga y muy plegada,
con sus muy largos dientes descarnados,  740
con sus flacas mejillas y arrugadas,
con sus fruncidas tetas y colgadas.

   Su aya era esta bruja, y conocida
por tan desconfiada y tan celosa
que de ellas fue continuo aborrecida  745
por muy pesada, necia, y cautelosa.
Mas era, en fin, por fuerza obedecida,
por no poder hacerse allí otra cosa,
y así como la vio venir Belisa,
a Alcida va de presto y se lo avisa.  750

   Llegó Felina luego con su gesto
más de infernal visión que cosa humana,
[159r] diciendo, «Deci[d], ninfas, ¿qué es aquesto,
que os he de buscar yo cada mañana?»
Belisa le replica, «Oh cuán de presto  755
os enojáis así, Felina hermana!
¿Qué hace al caso andar por este prado,
do no se oye pastor ni ve ganado?»

   Abrió Felina entonces allí su boca,
la cual sus dientes tienen siempre abierta,  760
y dijo, «Do hay vergüenza mucha o poca,
jamás la orden común se desconcierta.
Hacéisme andar buscándoos hecha loca.
* El diablo me entregó llaves ni puerta.»40
Dijo entre sí Belisa, «Sí haría,  765
que un diablo de otro diablo se fiaría.»

   No dijo esto tan paso que no oyese
Felina lo que dijo, y muy rabiosa
le respondió que aquello no dijese,
ni fuese confiada en ser hermosa,  770
que si ella se afeitase y compusiese,
quizá que no habría ninfa tan graciosa.
Y, ¿qué había visto en ella que tacharla
* para llamarla diablo y afrentarla?41

   [159v] Y prosiguiendo, dijo, «Estas hermosas,  775
en sus rostros pintados confiadas,
están más alteradas y humosas
que si ellas fuesen deas celebradas.
¡Sus!, vámonos de aquí, porque estas cosas,
Belisa, para mí son excusadas.  780
Ora sea yo hermosa, ora fea,
que a fe que alguno hay que me desea.»

   Mil pesadumbres de éstas se decían,
aunque Belisa siempre se burlaba.
Los dos amantes tristes ya temían  785
la ausencia con que el tiempo amenazaba.
Las ninfas a este tiempo se partían,
la vieja iba delante y las guiaba.
Aquel que amor tocó con cruda mano
podrá juzgar cuál queda allí Silvano.  790

   Alcida no va en sí ni a sí se entiende,
sus ojos vuelve atrás y va buscando
aquel a quien la ausencia el fuego enciende,
que ya su soledad quedó llorando.
Belisa, a quien amor también ofende,  795
el mal de los dos siente, imaginando
[160r] si siente algo la vieja y va diciendo,
«O es muerto ya el pastor o está muriendo.»

   Felina en ella va los ojos puestos.
Belisa la miró con un desgaire  800
de un cierto volver de ojos entrepuestos
y el rostro así torcido por donaire.
Felina dijo, «¡Así, hacedme gestos!»
Belisa respondió con gentil aire,
«A saber yo hacer gestos, yo os hiciera  805
uno que muy mejor que el vuestro fuera.»

   La vieja se tornó a trabar con ella
y no advirtió al pastor que atrás venía,
siguiendo a su pastora como a estrella
que la cansada nave al puerto guía.  810
Mas luego allí perdió la vista de ella
y vio como la vieja las metía
en un alto palacio suntuoso
que a poco trecho está del valle umbroso.

   Quedó el triste pastor mas no ha quedado,  815
que con Alcida fue, aunque quedaba
tan triste que por sí se ha preguntado
[160v] como el que sin su alma se hallaba.
Y su dolor responde acelerado,
diciendo que su cuerpo sólo estaba  820
* allí, mas que su alma ya era ida42,
y sólo el dolor daba al cuerpo vida.

   No ve Silvano aquel hermoso gesto,
consúmese su vida poco a poco.
No sabe si es a Alcida manifiesto  825
el mal que le atormenta y vuelve loco,
y el sinventura amante a todo esto
se esfuerza cuanto puede, y puede poco,
que quien su alma dio y está sin ella
jamás gozó de efecto alguno de ella.  830

   Su luna se entrepuso y eclipsado
estaba el corazón del nuevo amante.
A otro horizón ve su sol pasado
y su fortuna vuelta en un instante.
En un espeso mirto y muy poblado  835
de hojas, sin pasar más adelante,
se mete el sinventura, lamentando
al cielo, tierra, y mar, mil quejas dando.

   Ora se queja allí de su ventura,
[161r] ora está quejando de su Alcida,  840
ora del infernal gesto y figura
de aquella vieja falsa endurecida,
ora de amor que el corazón le apura,
orea desea la muerte, ora la vida;
y no hallando en una ni otra medio,  845
tomó el vivir muriendo por remedio.

   Estando así el pastor, como he contado,
venir vio hacia sí un viejo anciano,
señor del monte, soto, y del ganado
que allí se apacentaba en aquel llano.  850
Un buen carcaj al cuello trae colgado,
ballesta armada al hombro, y en la mano
el asta trae también, do la afirmaba,
en cuanto el lobo o ciervo le tardaba.

   Disimuló el pastor su grave llanto,  855
retrujo al corazón su gran tristeza.
Sus lágrimas cesaron entre tanto
por ver del viejo anciano la graveza,
y no recibe el mozo poco espanto
de ver en su dolor tan gran crüeza  860
y ver que disimula el mal que siente,
sin darlo a conocer a toda gente.

   [161v] Y el viejo no quedó poco espantado
de ver allí a Silvano, como digo.
Nunca en aquel lugar pació ganado,  865
ni allí buscó pastor, solaz, ni abrigo.
Y conoció muy bien de experimentado
el grave mal que el mozo trae consigo
en ver perdido al rostro los colores,
mas no entiende la causa, si es de amores.  870

   Y con un rostro blando le decía,
«¿De dónde eres, pastor? O, ¿adonde vienes?,
que estando solo aquí sin compañía
muy grande muestra das que algún mal tienes.
¿De qué procede el mal que en ti porfía,  875
y el gran dolor que muestras y sostienes?,
que si hay remedio en él, yo me profiero
a serte buen amigo y compañero.»

   Silvano respondió, disimulando,
«De Lusitania soy, de un valle umbroso,  880
adonde entre mis deudos repastando
el mi ganado anduve asaz gustoso;
ora en el campo andaba apacentando,
ora en un soto espeso y deleitoso,
[162r] Y las pastoras todas que allí andaban,  885
su pena y sus amores me contaban.

   «Las unas lamentando, me decían
cuan mal podían sufrir el mal de ausencia,
las otras el contento en que se veían,
a sus pastores viendo en su presencia.  890
Y las que ausencia y celos padecían,
quejábanse ante mí de su dolencia,
mas yo les daba en todo su descuento
y en el descanso más que en el tormento.

   »Por cosas que después me sucedieron  895
convino que dejase yo esta vida.
Los mis sentidos tristes bien sintieron
el mal que se ordenaba en la partida.
Los mis cansados pasos me trujeron
aquí, do veis que ha sido mi venida,  900
y no tengo más mal que me atormente
si no es la soledad y el verme ausente,»

   El viejo respondió, «Pastor amigo,
jamás permaneció un buen estado.
* Lo que fortuna ves que usó contigo43,  905
usó con otros muchos que han pasado.
[162v] Si acaso quieres tú vivir conmigo,
y te contenta el soto y verde prado,
quizá toparías otra compañía
que no te fuese tal como la mía.»  910

   Resucitó el pastor como de muerto
en ver que le cometen tal partido,
porque en aquella hora entendió cierto,
por sólo el rostro y arte que en él vido,
que es el padre de su Alcida, y el concierto  915
entre los dos fue hecho y consentido.
Y así se van los dos, amo y criado,
al alto y gran palacio ya nombrado.

   Contar lo que sintió en verle Alcida,
y lo que sintió en verla el su Silvano,  920
él viendo que gozar de su querida
el tiempo se lo pone ya en la mano,
y ella en contemplar la alegre vida
que vino tras un mal tan inhumano,
no hay lengua humana, no, que hacerlo pueda,  925
que todo entendimiento atrás se queda.

   Pues no le plugo menos a Belisa,
aunque temió su mal se descubriese,
[163r] y sin esperar más los dos avisa,
diciendo a cada uno que advirtiese  930
en encubrir su pena de tal guisa
que por señales nadie la entendiese,
y a culpa de un liviano y bajo exceso
* no se resultase en mal su buen suceso44.

   Olimpo se llamaba el viejo anciano,  935
padre de la hermosa y linda Alcida,
el cual dijo al pastor, «Pues ya, Silvano,
en mi poder pensáis pasar la vida,
aquí andará el ganado en este llano,
y aquí sea vuestra choza y la manida,  940
para de noche estar con el ganado,
do hay más seguridad que no en el prado.

   Silvano respondió, «De lo que quieres
jamás saldré yo un punto, señor mío.
Yo dormiré en el campo si quisieres,  945
por nieve, helada, truenos, agua, o frío.
Y si del mal o el bien que dispusieres,
en algún tiempo ves que me desvío,
yo digo desde aquí que la manada
me quites luego al punto y mi soldada.»  950

   [163v] El viejo Olimpo tanto se agradaba
de ver el buen servicio de Silvano
* que casa, hacienda, y honra le fiaba45.
Debajo estaba el hato de su mano,
la cuenta a otros pastores él tomaba,  955
y dábala tan buena al viejo anciano
que ya no le pedía alguna cuenta
* de leche, lana, quesos, ni otra renta46.

   * Las noches se pasaba con su Alcida47,
los días con Belisa conversando.  960
Aquellos dulces ratos y la vida
que, sin pensar perderla, está gozando,
el alabar continuo su venida,
el dulce suspirar de cuando en cuando.
de gran contentamiento y no fatiga,  965
* no hay lengua de hombre humano que lo diga48.

   Pues como su fortuna ya cansase,
como cansarse suele entre amadores,
y el tiempo apresurado amenazase
de dar por sólo un bien cien mil dolores,  970
con brevedad mandó que se mostrase
el desastrado fin de sus amores,
[164r] el cual mostró a las gentes de tal modo
que a lástima moviese el mundo todo.

   Silvano, estando entonces el más contento  975
que nunca hombre lo estuvo en tal estado,
sin sospechar la pena y gran tormento
que el tiempo y muerte le han aparejado,
soñó una noche un sueño en que el intento
del tiempo conoció, y el triste hado  980
de su pastora Alcida, cuya suerte
le amenazaba ya con breve muerte.

   Soñó que vio venir a su señora
en boca de un león atravesada,
y allí delante de él luego a la hora  985
entre sus dientes fue despedazada,
y que unos gritos oye de hora en hora
de una hermosa ninfa oye de hora en hora
allí, le pareció a Belisa tanto
que le hizo despertar con gran espanto.  990

   Y luego sospechó la desventura
que el sueño poco a poco le mostraba.
Del mal se defendía a fuerza pura
[164v] y en ver que es bien amado se esforzaba.
Pero del sueño teme la soltura,  995
tornando a imaginar lo que soñaba,
y en busca de su Alcida va derecho
para quedar con verla satisfecho.

   Alcida, con las noches que han pasado,
las cuales pocas veces las dormía,  1000
o con jamás de sí tener cuidado
si no es de aquel pastor por quien moría,
o con pisar descalza el verde prado
con su querido amor en compañía,
un mal le dio tan fuerte y tan crecido  1005
que el rosicler del rostro le ha encedido.

   Debajo un pabellón que en un[a] huerta
de aquel alto palacio armado estaba,
está la hermosa Alcida y casi muerta
en ver el grave mal que le aquejaba.  1010
Con un paño de seda está cubierta
la cama, de claveles rodeada.
Sentada junto a ella está Belisa,
que a su pesar la está moviendo a risa.

   En esto entró el pastor alborotado,  1015
[165r] del sueño que soñó muy descontento.
Llegó do el pabellón estaba armado;
su Alcida viendo allí, quedó sin tiento,
y aunque por ella fuese asegurado
que no era nada el mal, su pensamiento  1020
delante de sus ojos le había puesto
el sueño que soñó, mirando en esto.

   La fiebre a su pastora le crecía
y su viva color le acrecentaba.
La su garganta así resplandecía  1025
que el resplandor del sol sobrepujaba.
* Tan mala vez del pecho descubría49
con una blanca mano que sacaba,
que no sé corazón tan fuerte y duro
que allí pudiere estar de amor seguro.  1030

   Los ojos puso Alcida en su Silvano
con una brevecita y dulce risa.
Lo mismo hizo el pastor, aunque en su mano
no está mostrar placer de alguna guisa.
Del sueño un mal le nace sobrehumano,  1035
el cual le conoció muy bien Belisa,
y dijo, «Mayor mal que su dolencia
nos da a entender, Silvano, tu presencia.»

   [165v] Respóndele el pastor, disimulando,
«No hay otro mal que a mí pesar me diese  1040
si no es ver yo mi bien aquí pasando
lo que por ella yo pasar pudiese.»
Mas ellas, no creyéndole y jurando
que algún dolor si siente les dijese,
le han puesto en muy gran riesgo de decirlo,  1045
mas ve que toca a Alcida el encubrirlo.

   Cuyo dolor divino está mudado
y firme todavía el pensamiento,
y a su pastor se ve en tal estado
que la esperanza pierde y el contento.  1050
Y el viejo Olimpo está con tal cuidado
que en él no puede entrar contentamiento
en ver su hija estar de aquella guisa,
y no con menos pena está Belisa.

   No tanto pesa a Alcida de su muerte  1055
como de ver que deja a su Silvano.
Apriétale un dolor muy recio y fuerte,
esfuérzase la triste y es en vano.
Tampoco puede creer querrá su suerte
quitarle luego un bien tan soberano.  1060
[166r] De la dolencia aprietan los dolores,
mas dale más que hacer el mal de amores.

   Estuvo muchos días allí Alcida,
ora aflojando el mal, ora arreciando;
si hoy muestra señal de tener vida,  1065
mañana le está muerte amenazando.
Seis meses pasó así, aunque entendida
su muerte fuese luego en enfermando,
mas los que la curaban lo encubrieron
hasta aquella hora y punto que pudieron.  1070

   Y en fin, muy a la clara ya mostraban
tener poca esperanza de su vida.
Sus delicados huesos se contaban,
y la virtud del cuerpo es consumida;
los sus hermosos ojos se anulaban,  1075
la gana del comer está perdida.
Seis días duró así desconfiada
la triste Alcida, moza y desdichada.

   ¡Ved qué hará el pastor desventurado!,
o, ¡qué podía sentir su pensamiento  1080
en ver que en breve el tiempo le ha quitado
su bien y su alegría y su contento!
[166v] Ya de llorar el triste está cansado,
mas a su mal no halla algún descuento,
si no es que viendo muerta a su pastora  1085
se mate él mismo a sí en aquella hora.

   Olimpo con Belisa allí se estaban
a la pastora Alcida acompañando.
Toda la noche entera la velaban
su desdicha muerte allí aguardando.  1090
A ella algunas veces se allegaban,
y con palabras blandas esforzando
están a quien le da dolor más fuerte
mil veces su pastor, que no su muerte.

   Ya la tercera noche era llegada.  1095
Belisa dijo a Olimpo que se fuese,
que la pastora estaba algo aliviada,
y era justa cosa que él durmiese.
Y pues Silvano estaba en la posada,
que le mandase luego allí viniese,  1100
y así junto los dos la velarían,
y si arreciase el mal, le llamarían.

   Pues como en este acuerdo concluyeron,
Olimpo se salió y entró Silvano.
[167r] Los dos llorando a solas estuvieron,  1105
la muerte ya a este punto estaba a mano.
Allí junto a la cama se pusieron,
mostrándole un placer fingido y vano.
Y dijo, «¿Cómo estáis, mi amor primero?»
Alcida respondió, «La muerte espero.»  1110

   Replícale Silvano, «Dios no quiera
que yo vea de mis ojos vuestra muerte,
porque es mejor, mi alma, que yo muera
que recibir después un mal tan fuerte.»
Silvano estaba tal que quien lo viera  1115
pudiera bien sentir su mala suerte,
porque a cualquier palabra que allí expresa,
en su garganta un nudo se atraviesa.

   Tres noches ha que nadie allí dormía,
Belisa ni Silvano, ni aun Alcida,  1120
y en cuanto el pastor triste esto decía,
Belisa se dejó quedar dormida.
El sinventura amante, que sentía
que su tristeza a sueño le convida,
arrima la cabeza a la almohada  1125
do su pastora triste está acostada.

   [167v] Estando, pues, durmiendo, en esta hora
pasaba por la enferma un accidente,
un paroxismo, un mal, que a la pastora
le pareció su muerte estar presente.  1130
Y toma un tal esfuerzo allí a deshora,
muy más de mujer sana que doliente,
como hace la candela si fenece,
que más que en su principio resplandece.

   La que, si acaso el brazo levantaba  1135
y la camisa en él se le encogía,
volver no la podía como estaba
si Olimpo o su Belisa no lo hacía,
la que de flaca el cuerpo no mudaba,
ni el rostro a parte alguna revolvía,  1140
con un esfuerzo extraño y no pensado,
sobre la cama sola se ha sentado.

   Y como vio dormido al su Silvano,
comiénzalo a mirar la desdichada.
Sostiene la cabeza en una mano,  1145
la otra afirma recio en la almohada.
Diciendo está, «Mi bien, no ha sido en vano
amar como os amé, ni ser yo amada,
pues de este mundo llevo un gran contento
[168r] en ver que os he ocupado el pensamiento.  1150

   «Yo moriré, mi bien, mas yo confío
que no entrará otro amor en tu memoria,
y que jamás de allí saldrá este mío,
lo cual no es para mí pequeña gloria,
pues yo pensar perderlo es desvarío,  1155
aunque de mí la muerte haya victoria,
que, pues que va en el alma el pensamiento,
no es parte en la muerte ni el tormento.

   »El caudoloso Duero y su corriente,
que cuesta abajo va tan desenvuelto,  1160
atrás podrá volver más fácilmente
que el nudo de los dos podrá ser suelto.
Las piedras hablarán y no la gente,
será diciembre claro, abril revuelto,
mas no podrá la muerte ni fortuna  1165
dos almas apartar que ya son una.

   »Con el feroz mastín el lobo fiero
hará perpetua paz y compañía,
y de la oveja mansa el su cordero,
huyendo, se irá al bosque a gran porfía,  1170
y el mar se secará también primero
[168v] que pueda yo creer, ¡oh alma mía!,
que infortunio o muerte o caso alguno
los dos quite jamás de estar en uno.»

   Estando Alcida en esto, derramaba  1175
* nel rostro del pastor que allí dormía50,
mil lágrimas ardientes do mostraba
la grande fe y amor que le tenía.
Y viendo que el pastor ya despertaba,
cayó en la cama allí quedando fría.  1180
Pero pasó de presto este accidente,
y el último llegó muy brevemente.

   Tentó el pastor su rostro, el cual bañado
en lágrimas lo halla de su Alcida.
Volvióse a ella y dijo el desdichado,  1185
«¿Qué es esto? ¿Cómo estáis? ¿Estáis dormida?»
Responde, «Pastor mío, ya es llegado
el punto de mi muerte y mi partida.
Suplicoos yo, mi amor, porque os quiero,
que un don no me neguéis, pues veis que muero.»  1190

   Respóndele el pastor, «Jamás yo vea,
señora, un mal tan grave y tan siniestro.
Pues que no hay cosa en mí que mía sea,
[169r] ¿qué habrá que demandar en lo que es vuestro?
Ved nuestra alma qué quiere o qué desea,  1195
pues menos no consiste el amor nuestro,
sino vivir conformes de una suerte
en gloria, en pena, en gozo, en vida, en muerte.»

   «Al don que pedir quiere estad atento»,
responde la pastora ya cansada.  1200
Suplicoos, amor mío, pues no siento,
si no es por sólo vos, la muerte airada,
que de este mundo lleve tal contento
como es decir que fui con vos casada,
y el alma irá contenta a donde fuere,  1205
y vos conoceréis el bien que os quiere.»

   No tuvo tiempo alguno allí Silvano
para le agradecer lo que pedía,
mas luego al punto y hora dio la mano
y dijo, «Yo os recibo, ¡oh alma mía!»  1210
«Yo a vos, mi bien», dijo ella, «pues me gano
con tan dichosa y dulce compañía.»
Y al punto que acabó de decir esto,
cortó la parca el hilo muy de presto.

   Silvano, cuando vio que muerta estaba,  1215
[169v] el seso y la paciencia le faltaron:
la voz llegaba al cielo y le pasaba,
y en este punto, todos despertaron.
Belisa, como allí tan cerca estaba,
y el sinventura Olimpo, que miraron  1220
y vieron muerta [a] Alcida, con su llanto
la tierra, cielo y mar recibe espanto.

   Belisa va a Silvano y muy de presto
le dijo, «¡Oh pastor triste!, vete luego,
que no conviene aquí, ni aun es honesto  1225
* que con tu llanto muestres tu gran fuego.»51
Sintió el pastor muy bien su presupuesto,
aunque el rabioso mal le tiene ciego.
De entre ellos se salió, y allí quedaron,
do con muy graves llantos la enterraron.  1230

   Con rabia más mortal que no la muerte,
Silvano se salió al verde prado,
diciendo, «¡Alcida mía!, ¿no he de verte?
¿Dó estás? O yo, ¿dó estoy, pues te he dejado?
Pues, ¿cómo, Alcida mía, he de perderte,  1235
y no pierdo la vida en tal estado?»
Y así cayó en el suelo en un instante,
sin alma y sin sentido, el triste amante.

   [170r] Tornó a volver en sí y dijo, «Alcida,
Alcida, ¿qué es de ti que no te veo?  1240
* ¿Llevas mi alma? No, que aun tengo vida52.
¿Vida es la que ahora tengo? No lo creo.
¡Vuelve mi alma acá, desconocida!
Mas no la quiero ya, ni la deseo.
¿Estoy sin vida y hablo? ¡Oh desconcierto!  1245
¿No dejaré el hablar, pues estoy muerto?»

   Estando en tal congoja el desdichado
no sabe imaginar ado se vaya.
Despierta un poco y llora su cuidado,
y a cada paso cae y se desmaya.  1250
Toma su flauta, siendo en sí tornado,
y al pie de una muy seca y alta haya
sentado, así comienza un triste canto
que aun a las fieras mueve a eterno llanto.

   *«¿De quién os quejaréis, Tisbe hermosa53,  1255
pues ante tiempo veis la sepultura?
¿De amor, de la leona presurosa,
de Píramo tardar, o de ventura,
de la cruel espada rigurosa,
de su querer, o vuestra hermosura?  1260
Ora quejáis de un mal, ora de ciento,
[170v] quejar yo de mí solo es más tormento.

   »¿Por qué, Venus, estáis desconsolada,
vuestro querido Adonis lamentando
y de señora en sierva transformada,  1265
* de Átropos y amor mil quejas dando?54
Si vuestra pena es grave y no pensada,
mira la que Silvano está pasando
y entre una larga pena o breve muerte,
juzga cuál de las dos será más fuerte.  1270

   »Si el infernal tormento obedecía
la música de Orfeo, que en él entraba,
si el mal de los dañados suspendía,
y el suyo cada vez se acrecentaba,
y si perdió del todo su alegría  1275
por un solo mirar que se excusaba,
también mi mal nació de haber mirado,
mas yo no lo excusé que fui forzado.

   * »Si Juno se halló tan agraviada55
de aquella ninfa Eco que, [de] improviso,  1280
el cuerpo le quitó, y fue tornada
en voz que responde al su Narciso,
quitándome fortuna mal mirada,
cuanto quitarme pudo y cuanto quiso,
la voz que me dejó para quejarme  1285
me hace daño en vez de aprovecharme.»

   Allí quedó Silvano lamentando
su triste soledad, su desconsuelo,
su pena, y su dolor aventajando
de cuantos dio fortuna en este suelo,  1290
y con su triste canto lastimando
la tierra, el mar, el aire, y aun el cielo,
hasta que venga muerte a despenarle,
que ella, y otro no, puede(n) curarle.