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Este modo de hablar es vulgar. Ya se sabe que quiere decir que no tenía ni chupa, ni chaleco.

 

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Muchas veces sucede esto mismo a algunos, que se exponen y previenen un robo, y otros son los aprovechados.

 

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Los tunos llaman ir a misión o ir de misión a ciertas viajatas que hacen fuera de las ciudades a robar con la baraja a los infelices que se descuidan y caen en sus manos. En rara entrada de cura o subdelegado, o fiestecita, no hay de estos misioneros malditos. Son la polilla de los pueblos. Suelen mil veces ir sin un real, desnudos y a pata, y volver a caballo, vestidos, y con muchos pesos que han robado. Sería bueno que todos los jueces hiciesen lo que el de Tixtla. Esto es, no consentirlos en sus territorios.

 

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El tratamiento de , lejos de aumentar la amistad como se creen algunos vulgares, la disminuye; porque a la demasiada confianza ordinariamente sigue el menosprecio, a éste el sentimiento, y al sentimiento el enojo, y ¡adiós amistad! Un tratamiento político y cariñoso conserva los buenos amigos.

 

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Llaman regla los jugadores a cualquier orden de cartas o combinaciones que eligen para jugar. Así es que grande y chica es una regla, y ésta no tiene que explicar pues que dos cartas que se echan sobre la mesa, una tiene tantos superiores, y ésa es grande, así como la que tiene tantos menores es chica. Si una por ejemplo es 4 y la otra 3, la primera será grande y la segunda chica. Judía quiere decir la más grande en las figuras y la más chica en las cartas blancas. Contrajudía, viceversa. Pares y nones: los números pares o impares; pero la gracia está en saber distinguirlos cuando las dos cartas son de una misma clase, (verbigracia) salieron 2 y 4, ambos son pares: ¿cuál será el par y cuál el non? Salieron 7 y 5, ¿cuál de los dos es el par? Esto la explican con alguna confusión, pero sabiéndose que la mayor conserva su valor se aclara todo. Así es que en el primer caso, el 4 es par y el 2 non. En el segundo caso, 7 es non y 5 par. En las figuras hoy la sota representa 8, el caballo 9 y el rey 10; pero en la época de que se habla en la obra, como las barajas tenían ochos y nueves, la sota representaba 10, el caballo 11 y el rey 12. Así es que siempre para los pares y nones quedan sujetos a la regla general de la mayor etc. Lugar de dentro y de afuera: el primero es en el que se echa la primera carta que sale o el que en las carpetas o cueros está marcado con el número 1, y el segundo el número 2.

Hay otras muchísimas reglas que se inventan según el capricho de cada jugador; pero esta nota debe reducirse a aquéllos de que hace mención la obra en este lugar. E.

 

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Sólo Januario podía hablar con tanta generalidad, porque era un perdido. De la abundancia del corazón se vienen a la boca las palabras. No todos roban; pero son tantos los ladrones, y puede tanto el interés, que apenas hay de quién fiar. Se pierden los hombres de bien entre los que no lo son, y en asunto de intereses no son comunes los que hacen mucho escrúpulo ya de defraudar, o ya de quedarse con lo ajeno. Ésta es una verdad amarga, pero es una verdad. Examinémosla sin pasión.

 

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Como decir de presente: yo hurto, tú hurtas, aquél hurta, nosotros hurtamos, vosotros hurtáis, aquéllos hurtan. De pretérito: yo hurté, tú hurtaste, aquél hurtó, etc. De futuro: yo hurtaré, tú hurtarás, y así todos los demás tiempos y personas. ¡Qué desgracia!, muchos no saben ni leer, y conjugan este verbo sin turbarse.

 

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A muchos les sucede lo mismo, y no enmiendan a los jóvenes estos ejemplos. El amigo bueno se debe conservar a toda costa; y el malo se debe huir luego que se conoce, porque más vale andar sólo etc.

 

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Trosco, o trusco. Voz corrompida que usa la gente vulgar en vez de trozo, si no es sincopada de trocisco. E.

 

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Rigurosamente hablando no es otra cosa el honor sino el conato de conservar la virtud; esto es, que cualquier hombre puede decir con razón que le ofenden su honor cuando lo calumnian de ladrón, le seducen a su mujer o le imputan algún vicio, y en este caso, esto es, estando inocente, le es muy lícito el defenderse y vindicar su honor según el orden de la justicia; pero por desgracia esta palabra honor se ha corrompido, y se ha hecho sinónima de la venganza, vanidad y demás caprichos de los hombres. Muchos hacen consistir su honor en el lujo, aunque para sostenerlo se valgan de unos medios indecorosos y prohibidos; otros en vengar la más mínima ofensa, y los fueros siempre fueron canonizados por el honor; otros quieren que su honor consista en salirse con cuanto quieren, como el marqués; otros exigen con puntualidad la más minuciosa veneración de sus súbditos, y otros en tales cosas como éstas; pero, a la verdad, nada de esto es honor.