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Un hermoso bosque extramuros de México, aunque sin cosa más notable que el palacio que fabricó en él el señor don Bernardo de Gálvez, virrey que fue de Nueva España; sin embargo, suele servir de paseo.
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Parece que la tal gabela impuesta por la codicia fuera razonable en el reino para eximirse con una corta cantidad del pesado oficio de hacer la limpieza; pero esto debería ser en el caso de que no hubiese reos destinados por castigo al servicio de la cárcel; mas, habiéndolos, claro es que éstos lo hacen, y así jamás deberían obligar a esto a los infelices que no tienen para pagar esta contribución injusta, que siempre para en la bolsa de los más criminales, como por lo ordinario son los presidentes que la cobran. Aún se le verá peor cara a este abuso si se considera que cobrar tales pechos a los presos está prohibido por las leyes.
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Verdad es que a los criados se los llama enemigos domésticos, que, por lo regular, ni tienen buena cuna ni educación, y que casi siempre más sirven por el salario que por amor; pero no es menos cierto que ésta no es regla general. Hay de todo, así como hay amos altaneros y soberbios cuyo trato duro no merece el amor de sus domésticos. Trátense los criados con cariño y humanidad, y rara vez dejarán de corresponder a sus señores con amor, gratitud y respeto.
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No siempre la turbación prueba delito. Ésta es una prueba muy equívoca; antes el hombre de bien se aturde más presto que el pícaro procaz cuando se vea acusado de un delito que no ha cometido. El inmutarse, desfigurarse el semblante y balbucir las palabras, probará terror o vergüenza, pero no siempre la realidad del delito.
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Es de advertir que cuando los romanos echaban fieras a los delincuentes, les cercenaban el alimento para hacerlas más feroces con el hambre.
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Plinio y otros autores usan la frase Herbam porrigere en boca del que confiesa haber sido vencido. Por esto antiguamente en las escuelas y cátedras de gramática se usó que los que habían dicho algún disparate se hincasen ante el que se lo corrigió, diciéndole pórrigo tibi, y a esto alude la frase poco usada hoy de rendir el pórrigo, que para su inteligencia pareció necesario explicar en esta nota. E.
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Aún se acuerdan en esta ciudad de aquel negrito lego, pero poeta improvisador y agudísimo, de quien entre muchas de sus repentinas agudezas se celebra la que dijo al sabio padre Samudio, jesuita, con ocasión de preguntar éste al compañero si nuestro negro, que iba cerca, era el mismo de quien tanto se hablaba; lo oyó éste y respondió:
Yo soy el negrito poeta | |||
Aunque sin ningún estudio, | |||
Si no tuviera esta geta | |||
Fuera otro padre Samudio. |
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Frase familiar con la que se da a entender que dos o más se disculpan mutuamente, encubriendo así sus picardías o manejos comunes. E.
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Trapos viejos y hechos pedazos. E.
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Esto es, ponte en pie, levántate. Es comunísimo este provincialismo entre nosotros, aunque el verbo pararse no tiene tal acepción o significación en castellano. E.