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«Ejercicios de la Encarnación»: sobre la imagen de María y la decisión final de Sor Juana



Que hoy bajó Dios a la tierra
es cierto; pero más cierto
es, que bajando María,
bajó Dios a mejor cielo288.



En la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz, Sor Juana Inés de la Cruz recalca dos veces el poco interés que tenía en sus escritos y, al mismo tiempo, nos señala las cosas que, según su sentir, había escrito por propio gusto. Una de el las es la conocida referencia a El sueño (Ob. sel. 803). La otra ocurre cuando menciona «unos Ejercicios de la Encarnación y unos Ofrecimientos de los Dolores que se imprimieron con gusto mío por la pública devoción, pero sin mi nombre [...] Hícelos sólo por la devoción de mis hermanas, años ha, y después se divulgaron; [...] y sólo me ayudó en ellos ser cosas de nuestra gran Reina: que no sé qué se tiene el que en tratando de María Santísima se enciende el corazón más helado» (Ob. sel. 808). Es posible que Sor Juana conscientemente quisiera mencionar en su Respuesta estos impresos y revelar que eran suyos para contrarrestar, aunque fuera en una mínima parte, lo que se le achacaba en cuanto a no utilizar su pluma e inteligencia en cuestiones de religión. Estos trabajos inocentes, pensaría, no eran de los que podían buscar ruidos con el Santo Oficio, temido por ella, según menciona en esa carta.

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Los escritos religiosos de Sor Juana han recibido poca atención de parte de los estudiosos de su obra289. Claro que en el caso de ella no ha habido necesidad de demostrar con tales obras -como ha ocurrido con Santa Teresa, porque la escritura de tipo religioso constituye el género único que la santa trató- que la Décima Musa era culta290. Cuando nos referimos a «escritos religiosos» hacemos referencia, 1) a los que la monja mexicana escribió en prosa y que tratan exclusivamente cuestiones devocionales, y 2) a los tienen que ver con el tipo de peticiones, protestas o votos que se relacionan con su entrada al convento o los últimos años de su vida. Según esto, entre los que Sor Juana escribió, son dos los que pertenecen al tipo devocional ya mencionado y son los mismos que acabamos de mencionar de la Respuesta. Seis pertenecen al segundo tipo; los   —259→   tres primeros tienen los siguientes títulos291: Docta explicación del misterio, y voto que hizo de defender la Purísima Concepción de Nuestra Señora, la Madre Juana Inés de la Cruz; Protesta que, rubricada con su sangre, hizo de su fe y amor a Dios la Madre Juana Inés de la Cruz, al tiempo de abandonar los estudios humanos para proseguir, desembarazada de este afecto, en el camino de la perfección, y Petición, que en forma causídica presenta al Tribunal Divino la Madre Juana Inés de la Cruz por impetrar perdón de sus culpas. Los tres restantes son pequeños documentos que aparecen en el Libro de Profesiones del Convento de San Jerónimo donde vivió Sor Juana; el primero trata del compromiso hecho por ella al entrar de monja, el segundo es una ratificación de esa profesión y el tercero consiste en unas pocas palabras con las que pide que se anote el día de su muerte y ruega a «sus amadas hermanas religiosas», contemporáneas suyas y del futuro, que la encomienden a Dios.

Volveremos a referirnos brevemente, al final, a algunos de estos documentos292, pero aquí vamos a dedicar nuestra atención   —260→   especial a los Ejercicios de la Encarnación (Ob. comp. 4, 475-516). Trataremos de demostrar, en primer lugar, que la presentación del personaje de María es coherente (y aquí tiene aún más fuerza) con la forma en que nos la presenta la escritora en otras partes de su obra293. En segundo lugar, que esta obra devocional nos revela actitudes poco estudiadas de la vida religiosa de Sor Juana que quizá puedan ayudamos a arrojar alguna luz sobre los acontecimientos del final de su existencia.   —261→   El título completo es el siguiente: Ejercicios devotos para los nueve días antes de la Purísima Encarnación del Hijo de Dios, Jesucristo, Señor Nuestro. Recordemos que Sor Juana menciona estos Ejercicios en la Respuesta diciéndole al obispo de Puebla, Manuel Fernández de Santa Cruz, que los había hecho «años ha, y después se divulgaron», añadiendo que le quedaban pocos ejemplares (y que de los de los Dolores, no pudo hallar más). La Respuesta está fechada el 1 de marzo de 1691. Por lo que antecede no creo que los Ejercicios se escribieran después de 1685 ó 1686294; en todo caso, por lo que ella dice, son muy anteriores a la cuestión de las cartas.

Según la estructura y pensamiento que Sor Juana presenta en estos ejercicios y que señalaremos, ellos se insertan en la corriente de raigambre medieval que recogía las razones humanas y de tipo moral y filosófico que buscaba el hombre en su acercamiento a Dios. No hay aquí ni en el resto de la obra de Sor Juana nada que exalte los éxtasis o raptos tan evocados durante la época; sí creía, como Fray Luis de Granada, quien se basaba en las doctrinas aristotélicas y platónico-agustinianas, que «las obras del entendimiento humano son semejantes a las que proceden del divino»295 y por supuesto, para la monja esto se aplica por igual a los dos sexos. Sor Juana se formó dentro del fondo espiritual ascético que creía en la efectividad de la práctica de las devociones, es decir, en «la única ayuda de los auxilios ordinarios y comunes de la Gracia», en la que interviene la voluntad además del entendimiento; no aboga por «una oración íntima, sobrenatural y extraordinaria» al menos en lo que toca a la obra y vida suya que conocemos296. Si dentro de las corrientes   —262→   místicas se había hablado del abandono de los estudios en favor de la oración pura, ella tomaría la posición de Melchor Cano, discípulo del Padre Victoria (defensor de los indios), a pesar del antifeminismo de Cano, porque éste a bogaba por el esfuerzo y el conocimiento racional para la comprensión de las verdades de la fe297. De aliento le servirían, probablemente, las pautas seguidas por los jesuitas, quienes, desconfiando de la «mística experimental», se apoyaban en el «ascetismo doctrinal... [asentado] en la gran cultura teológica de la orden» y, según se hallan en San Ignacio, en el aspecto activo de la contemplación298. Es también probable que los Ejercicios Espirituales del santo le sirvieran, al escribir sus Ejercicios de la Encarnación, para aprender a acaparar la atención del oyente o lector (Sainz Rodríguez, Introducción, 240).

Marina Warner nos dice en el epílogo de su utilísimo libro sobre el mito y culto de la Virgen María:

Although Mary cannot be a model for the New Woman, a goddess is bether than no goddess at all, for the sombre-suited masculine world of the Protestant religion is altogether too much like a gentlemen's club to which the ladies are only admitted on special days.


(338)                


En otras partes de su obra rectamente caracteriza Warner las virtudes que se espera hallar en el ser femenino, sobre todo en los países católicos de la cuenca del Mediterráneo, como: «gentleness, docility, forbearance» (183), «humility-modesty, silence, obedience» (184). Con ser esto muy verdadero, Sor Juana hizo esfuerzos en su obra por crear una imagen diferente   —263→   de María que le sirviera a la mujer de modelo y apoyo en sus aspiraciones.

Los Ejercicios de la Encarnación comienzan con el siguiente epígrafe: «Ejercicios devotos para los nueve días antes de la Purísima Encarnación del Hijo de Dios, Jesucristo, Señor Nuestro»299. El misterio de la Encarnación es posterior a la Anunciación en sólo el tiempo que tardó María en dar su consentimiento al pronunciar el Fiat. Cuando se estudiaba este misterio, por regla general, el comentarista se dedicaba a tratar de penetrar y ponderar el hecho de que la divinidad hubiera encarnado en naturaleza de hombre para la redención del género humano, demostrando así Dios su amor infinito300. Lo que   —264→   hallamos en Sor Juana, a continuación del epígrafe, es la «Dedicatoria» de la obra a la Virgen María, comenzando con las advocaciones varias de «Emperatriz Suprema de los Ángeles, Reina Soberana de los Cielos, absoluta Señora de todo lo criado». La monja aclara que le dedicó la obra a María, no sólo voluntariamente, sino porque ella se sirvió inspirar a algunas almas devotas «que me la mandasen disponer»301. Al mismo tiempo utiliza los bien conocidos recursos de «falsa modestia», para servirse de ellos como captatio benevolentiae, ya que dice, dirigiéndose a la «Princesa Inmaculada», «haber tenido la osadía de tomar vuestros altos misterios y el testamento sacrosanto de vuestro Hijo y Señor nuestro, en mi inmunda boca y en mi baja pluma» (476)302.

Aunque en los ejercicios se dirige a los «Señores Sacerdotes» y a las «Señoras Religiosas», está claro, por lo que citamos al principio de la Respuesta, que iban dirigidos especialmente a las monjas, siguiendo, de esta manera, la práctica que se desarrollaba desde el Renacimiento de traducir al castellano las obras piadosas303. Son muchas las ocasiones en   —265→   que, además de «la suavidad posible», propone preces en castellano en vez de las que la Iglesia acostumbraba usar en latín (que los sacerdotes conocerían); incluso, en dos ocasiones da traducciones hechas por ella misma (496-497, 506). En todo caso, Sor Juana quiere que la forma del mensaje que, a manera de novenario, propone con estos Ejercicios, llegue y sea seguida por todos ya que, dice, si bien Dios acepta cualquier tipo de «obsequio y reverencia... le es más acepta la oración de muchos y unida debajo de un método y fórmula, a la manera que nuestra Madre la Santa Iglesia recita el Divino Oficio, con unas mismas oraciones, salmos y preces y lo demás» (477).

Como ya hemos dicho en otras ocasiones («Tiempo, apariencia...»), Sor Juana tenía conciencia de su situación conflictiva en la sociedad de su tiempo. Esta constatación de ser único que, paradójicamente, pudo en ocasiones ayudarla dentro de la tónica barroca, a la que fascinaba la rareza y notoriedad, traía aparejada su condición de marginalidad, ya que la Décima Musa vivía en una sociedad patriarcal dirigida y controlada por el sexo masculino. Constituía, pues, una necesidad vital de Sor Juana hallar modelos femeninos teológica y moralmente irrefutables y reconocidos por la Iglesia de su época. Se apodera de la retórica de poder de su Iglesia para darse validez a sí misma, para darse seguridad y así afianzarse como la mujer intelectual que era y que pretendía reconocieran sus contemporáneos. La monja tiene conciencia de su   —266→   marginalización como mujer y se apoya en el ser supremo femenino reconocido por la Iglesia del tiempo: la Virgen María. Aprovechando el canon establecido por la devoción mariana que se había desarrollado durante la Edad Media y continuaba en épocas posteriores, la mexicana estira al máximo la apreciación y encarecimiento de esta figura304. En su obra, María es presentada como el ser por excelencia, no sobrepasado por ningún otro. Es decir, María, ser femenino, es el único que, siendo humano también, está por encima de todo hombre, de todo ser humano; como lo dice la monja en las «Letras bernardas»: «María no es Dios, pero es / quien más a Dios se parece» (Ob. comp. 2, 211).

En los villancicos la encontramos, no sólo como reina de los cielos, sino en funciones que sólo a los hombres de la época se les acordaba: es presentada como «astrónoma grande», como caballera andante, como maestra de música en el cielo, como doctora de teología de las escuelas divinas, enseñando a los ángeles, los seres más sabios del mundo empíreo, «por ser quien inteligencia/mejor de Dios participa» (Inund. 351). Incluso podríamos decir que en su deseo de exaltar a la Virgen llega a lo que Méndez Plancarte consideró «hipérboles intolerables en rigor teológico» (Ob. comp. 1, 449), por ejemplo, en la estrofa que hemos puesto de epígrafe, cuya idea central repite Sor Juana en estos Ejercicios netamente religiosos: el Señor «trocó su estrellada majestad y lucido solio por las entrañas virginales de este abreviado y más digno y hermoso Firmamento» (481)305. María es, para Sor Juana, todo   —267→   lo que se ha mencionado y aún más, según nos lo dice en la estrofa del último villancico a la Concepción de 1689 (Ob. comp. 2, 110):


   Trono de Dios Soberano,
archivo de todo el bien,
gloria de Jerusalén
y Alegría del cristiano;
Esther que al género humano
de la miseria libró;
la Mujer que en Patmos vio
Juan, triunfante del Dragón;
el trono de Salomón
y la Señal dada a Acaz:
¡y trescientas cosas más!


Otros modelos fueron Santa Catarina de Alejandría, a quien le dedicó, como sabemos, sus versos más exaltadamente «feministas», y el catálogo de mujeres fuertes de la Biblia que da en la Respuesta, así como en varias de sus obras líricas, sin mencionar los muchos y variados ejemplos que toma de la historia antigua y del mundo clásico, en el Neptuno mayormente, así como de la edad contemporánea suya.

Volviendo a los Ejercicios de la Encarnación, vemos que, después de la dedicatoria general, ofrece Sor Juana una «Introducción al intento», que es un plan y meditación donde hace referencia a la Mystica ciudad de Dios de Sor María de Agreda, lo cual ya nos puede dar una idea de cuáles eran los pasos que Sor Juana deseaba seguir306.

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Según idea de la monja de Agreda que Sor Juana hace suya, Dios, conociendo que María sería escogida como madre suya al encarnar al Hijo, no sólo la salvó del pecado original sino que la encumbró al reino de los cielos, antes de su nacimiento307, para que todas las criaturas celestes «la fuesen jurando reina y dándole obediencia» y, lo que es más importante, haciéndola partícipe de toda ciencia, ya que le mostró «toda la creación del Universo». Es decir, como veremos a continuación, María poseyó de este modo todo el saber cósmico que Fray Luis anhelaba conseguir después de la muerte y al que Sor Juana misma aspiraba en vida, según nos lo cuenta en El sueño (Sabat de Rivers, El «Sueño»).

Los Ejercicios para estos nueve días antes del de la Encarnación (que incluyendo a este último día resultan ser diez), dice, se dedicarán a «sanear en algo el torpe olvido con que tratamos tan sagrados misterios y tan estimables finezas». Los ejercicios de cada día se dividen en tres partes: «Meditación», «Ofrecimiento» y «Ejercicios». La primera es de carácter contemplativo, reflexivo; la segunda es una oración invocativa, y la tercera es de tipo práctico.

En los siete primeros días, siguiendo a Sor María de Agreda, la «Meditación» se corresponde a los siete primeros días que relata el Génesis, relacionándose con María, en cada caso, lo más significativo de la creación en ese día. En los tres últimos días se tratan las tres jerarquías de coros angélicos, dedicando el comentario a un grupo que comprende a tres categorías de ángeles para cada día308. El «Ofrecimiento» diario invoca a la Virgen María relacionándola con lo dicho en la meditación anterior. La tercera parte, los «Ejercicios»,   —269→   constituyen prácticas religiosas y oraciones muy variadas, al mismo tiempo que, empezando con el día primero hasta el séptimo, se toman uno por uno, los pecados capitales para exhortar a los que rezan estos Ejercicios de la Encarnación a practicar la virtud contraria. Al agotarse los siete pecados capitales con el séptimo día, la monja recomienda en el octavo abstenerse especial y absolutamente de la mentira, incluso venial, extendiéndose en su rechazo por muchas líneas, lo cual está en concordancia con lo que luego diría en la Respuesta309. En el noveno, propone rechazar todos los vicios.

Veamos, lo más brevemente posible, lo que hallamos en la parte más importante: la meditación de cada día. (Señalaremos también lo más significativo que aparezca en las otras). En el primer día se identifica a la Virgen con la luz, enemiga de las tinieblas, observando que María es «la más cercana a la Luz indeficiente e inaccesible de la Divina Esencia», dándole, y esto es importante para las consideraciones que hacemos al final, significado religioso: se pide la desaparición de la ignorancia humana y entendimiento para alcanzar la gloria. En el segundo día se la compara con la pureza y la gracia que trae el agua; también se hacen reflexiones sobre la firmeza del carácter de María ante toda la suerte de embates que le tocó vivir; en el tercero, que trata en el Génesis de la separación de la tierra y el agua, se habla de ambos elementos, puntualizando que María los sobrepasa a los dos: al mar porque «es breve, es estrecho y no digno» de simbolizar las «elevadas virtudes» de María, y a la tierra porque, después del pecado, «sólo sabía producir espinas y abrojos de pecadores». El sol y la luna se crean en el cuarto día y reconocen a la Señora por reina: al recordar la visión del Apocalipsis de San Juan, dice que ya la «había vestido el sol, calzado la luna y coronado las estrellas». En este día se hace hincapié en el saber de María al mencionar «la altísima... (e) infusa sabiduría» de la tal reina, que penetra «las naturalezas y cualidades de todos aquellos luminares: sus influjos, giros,   —270→   movimientos, retrogresiones, eclipses, menguantes, crecientes...». En el «Ofrecimiento» de este día se halla la siguiente invocación: «Oh, Reina de la Sabiduría, más docta y sabia que aquella reina Sabá», todo lo cual nos lleva a lo observado anteriormente: al amor al conocimiento que la autora nos muestra en su obra y en El Sueño principalmente, así como su particular interés en presentarnos a María como mujer docta por excelencia. El quinto día es el dedicado al de la creación de los peces y las aves, los cuales le dieron así mismo rendida obediencia a la que habita «entre la candidez de la gracia» y es «Ave de pureza». El sexto día es la creación de los animales. Es interesante señalar, de paso, el modo en que la monja nos presenta la creación humana. Dice: «y crió Dios al hombre a su imagen y semejanza, varón y mujer, y los bendijo», y continúa diciendo, sin hacer diferencia entre los sexos, que les ordenó que se multiplicaran y utilizaran para su provecho, conjuntamente, a los peces, las aves, los animales y las plantas. Más adelante comenta que, «por culpa y haber él quebrantado la obediencia que a Dios debía» y «pecando Adán», perdió éste su autoridad sobre las criaturas, sin que, en ningún momento, mencione a Eva. María es «la restauradora de nuestro honor perdido en Adán», y, más importante, había sido «sola la en quien se restauró la imagen y semejanza de Dios, borrada con el pecado de nuestro primer padre»310. Todo esto lo relaciona con el dogma de la Inmaculada Concepción de María al proclamarla el único ser humano que nació sin el pecado original, porque Dios, repite, la quiso «preservar en su eterna Mente una pura criatura que, adornada de la gracia santificante desde el primer instante de su ser, restaurase en sí la imagen y semejanza de Dios»; esta idea reiterada es importante, según comentaremos más adelante. El séptimo día es el del descanso   —271→   después de la Creación y también el de elevación de la Señora por quien «los celestiales ciudadanos» habían tomado «las armas intelectuales» para defender su «derecho y fueros, tanto, antes...»; este «antes» quiere decir cuando ocurrió la rebelión de Luzbel. Notaremos que la monja otorga a María las prerrogativas de Dios mismo: aquí es la Virgen a la que defienden del ataque de Luzbel, y lo que defienden es el espíritu (¿cuántos siglos antes?) de lo que será la persona de María en la tierra. Por los ángeles, se añade, fue adornada de «misteriosas joyas y cifras». En el «ofrecimimiento» de este día se alaba la monja de «ver en vos exaltada nuestra naturaleza sobre ellos», es decir, sobre los ángeles, a quienes en otra parte llama «Espíritus puros... / (E inteligencias sutiles / Ciencia de Dios se apellidan)» (Villancicos a la Asunción 1676; Ob. comp. 2, 6). El día octavo dedica Sor Juana su meditación a la segunda jerarquía de los ángeles. Es significativo notar que en este día se refiere a la Virgen con el título de «Su Majestad», que generalmente se le daba a la primera o segunda persona de la Trinidad; nótese también en ese pasaje la exaltación de poder y sabiduría a que eleva la figura de María:

Hoy dieron estos soberanos Coros la obediencia a su poderosa, suprema y dominante Reina y Señora, reconociendo en Su Majestad las Potestades el mayor poder con que sujeta a los demonios, como quien sola quebrantó la cabeza del soberbio dragón; los Principados, la potestad con que gobierna y rige a los reinos, aplicándole por esto la Santa Iglesia las palabras de la Sabiduría, diciendo en su persona: Por mí reinan los reyes, por mí imperan los príncipes, y los poderosos distribuyen la justicia.


(498; cursiva en el texto)                


María no es solamente sabiduría, es dadora de poder y de la justicia que se opera en la tierra. Después de haber dicho estas cosas no es de extrañar que en la meditación del día nono exclame:

Yo de mí sé decir que si fuera posible conmutar las miserias de mi naturaleza humana con los privilegios y perfecciones de la angélica,   —272→   perdiendo la relación que tenemos de parentesco con María Santísima, no lo admitiera aunque pudiera, atento a este respecto y a lo que estimo y aprecio en toda mi alma el ser de su linaje311.


María, mujer, no sólo es el ser más alto en la escala del ser, sino que, por haber sido escogida como madre de Dios, manteniendo su calidad humana, tiene atributos de la divinidad. Esta calidad de «Madre del Verbo», «Madre de Dios», que se menciona siete veces en unas pocas líneas, es lo que se ensalza y comenta en el día de la celebración de la Encarnación, ya que: «Después de Dios, no hay santidad, no hay virtud, no hay pureza, no hay mérito, no hay perfección como la de María; luego, después de Dios, no hay grandeza, no hay potestad, no hay privilegio, no hay exaltación, no hay gracia, no hay gloria como la de María Santísima». María es esa persona preservada ab aeterno a la que se avasallan los elementos, los ángeles y los hombres todos, porque al cumplirse en ella los dos aspectos tradicionalmente más apreciados del ser femenino, el ser virgen y al mismo tiempo, madre, madre de Dios, todo lo merece y todo lo cosecha. Reparemos en que cuando Sor Juana habla de la pureza de María no enfatiza -o se abstiene de darle- connotaciones sexuales; lo que le importa es recalcar el hecho de que al conservarla Dios sin culpa original, es la única entre todos los seres creados por Él que nunca perdió su origen y semejanza divinos. Mencionando los privilegios conocidos e «infinitos que ignoramos», su sabiduría, su poder, su prístino origen divino y realzando la facultad reproductiva única del sexo al que pertenece, recrea la monja mexicana, en revancha, una figura femenina incontrovertible y reconocida por la Iglesia que, porque es superior, rige a los hombres que quieren dominar su mundo y que es modelo y bandera para sí misma y para toda mujer.

Pasemos ahora al segundo aspecto que propusimos al principio, aquel que puede relacionarse con los acontecimientos de los últimos años de la vida de la monja. Ya en la «Introducción al intento» de los Ejercicios que comentamos (476-477), Sor Juana menciona las «disciplinas, obediencias y cosas semejantes, que en el religioso estado son ordinarias»,   —273→   comunicándonos así su clara conciencia de los usos y regulaciones de su tiempo en cuanto a prácticas religiosas de sacrificios, ayunos, abstinencias, disciplinas y cilicios, como veremos a continuación. En la tercera parte del día primero exhorta, utilizando el tono persuasorio: «récela una salve y nueve veces la Magnificat, boca en tierra». Pide, además, que cada uno: «absténgase de las impaciencias, murmuraciones, y sufra con paciencia aquello que más le repugnar e a su natural». Y añade: «Si fuere día de disciplina de Comunidad, con ella basta; si no, se podrá hacer especial» (479; cursivas mías)312. En el segundo día manda que se «bese la tierra postrado»; en el tercero hace la apología de la humildad justificándola en relación con María, quien siendo «toda Cielo, y Cielo más excelente que los cielos, se llamaba polvo» (483; cursiva en el texto). En los «Ejercicios» de este día, al final, recomienda que «si pudieren, traigan hoy cilicio» (484). En el cuarto día continúa con variaciones del tema del día anterior cuando dice que: «mientras menos obligatoria es una acción, tanto más meritoria es, y los que lo hacen imitan más a Dios que se humilló y abatió sin tener necesidad» (487), proponiendo a renglón seguido «perdonar para siempre a todos sus enemigos pasados, presentes   —274→   y futuros, por amor de Dios y honra de su santísima Madre» (487). En el día sexto hace voto a la Virgen de

extender vuestra cordialísima devoción, ofreciendo nuestras vidas en defensa de vuestros privilegios; y juramos por los Santos Evangelios de vuestro Hijo guardar y observar, especialmente, el de vuestra Inmaculada Concepción, haciendo desde luego voto de defenderla todo lo posible, hasta derramar en su defensa la sangre; y ojalá, Señora y bien nuestro, mereciésemos la dicha de morir por servicio vuestro.


(491-492, la cursiva es mía)                


En el séptimo día ofrece una serie de exclamaciones y reflexiones sobre la mala correspondencia dada a Dios por el beneficio de salvar al género humano313. Veamos algunas líneas:

¡Qué mal te correspondemos! ¿Hasta cuándo ha de durar esta ceguedad, esta insensibilidad bruta nuestra? ¿Qué más puede hacer Dios para solicitar enamorado nuestra correspondencia?... ¡Ah qué ingratitud! No hay palabras con que explicarla, ni entendimiento para concebir cuán monstruosa es


(492-493)                


En el séptimo día estas reflexiones se dirigen a María al contemplar

¡...las grandezas de nuestra Reina!... Cuando esto pienso, no sé cómo tengo corazón para no gastar todos los instantes de mi vida en el servicio del Señor, que la crió para su gloria y nuestro bien, (este beneficio) no lo sirviéramos con todo el   —275→   empleo de nuestra vida, a lo menos yo, la más ingrata criatura de cuantas crió su Omnipotencia.


(495; la cursiva es mía)                


En el día nono, el último, hallamos: «Y por ser el día noveno y víspera de la Encarnación, tendrán disciplina» (501; la cursiva es mía).

¿Qué consecuencias podemos sacar de todo esto? Sor Juana, según indicamos al principio, escribió los Ejercicios años antes del escándalo desatado por las «cartas»; es importante tenerlo en cuenta en relación con los acontecimientos del final de su vida. Hasta 1686 fueron los virreyes los marqueses de la Laguna, quienes fueron grandes protectores de la musa; en 1688 llegaron los de Galbe, con quienes también mantuvo muy buenas relaciones; si las que tenía con el obispo de México, Aguiar y Seijas, no eran del todo cordiales, sí las eran las mantenidas con Manuel Fernández de Santa Cruz, el de Puebla314. Es decir, para 1685, fecha en que aproximadamente colocamos la publicación de los Ejercicios de la Encarnación, Sor Juana estaría ya en el apogeo de su fama315. Si dentro de los presupuestos del mundo en que le tocó vivir siempre tuvo razones para quejas, también era una mujer motivo de orgullo para muchos. Sin embargo, como hemos visto, Sor Juana, mujer y monja de su época, al mismo tiempo que escribía lírica profana amorosa, burlesca, epigramática, y se defendía a diestra y siniestra utilizando la figura de María (o de cualquier otra mujer que le sirviera para sus propósitos), utilizando en muchos casos un lenguaje transgresor, también alababa la humildad como virtud   —276→   ensalzadora y, lo que puede parecer más paradójico, seguía y preconizaba el uso de prácticas que hoy consideramos humillantes y tachamos de repugnantes: poner, postrándose, la boca en tierra y besarla, darse disciplina y usar cilicios. ¿Debe extrañarnos que cuando le llegó la crisis provocada por el escándalo de las cartas decidiera, bajo las presiones que halló a su alrededor, pero con conciencia de lo que hacía, retirarse del mundo? ¿Va a parecernos raro que diga en sus escritos finales de manera comprensiblemente más vehemente, lo que en una u otra forma, había dicho en escritos muy anteriores?

De esos últimos escritos veamos algunas muestras: en la Docta explicación, dice, como vimos antes, que «libre y espontáneamente» hace voto de defender «la Purísima Concepción de Nuestra Señora [...] hasta derramar la sangre» (Ob. comp. 4, 517); en la Protesta no sólo reitera lo mismo, sino que hace un repaso de los dogmas de la fe católica del Credo, recalcando, también aquí, las altezas de María «creyendo que es ella todo lo que no es ser Dios»; en la Petición... causídica se intensifica la búsqueda de su yo religioso, convirtiéndose en «Fiscal del Crimen de mi propia conciencia» al mismo tiempo que hace una apelación a Dios y a Mala, y a su «esposo y mi amado San José» y a otros santos que también mencionó antes316. En los documentos del Libro de Profesiones reitera, nuevamente, pero de forma más abreviada, lo señalado;   —277→   es en el último de estos documentos donde hallamos: «Yo, la peor del mundo» que recuerda el «la más ingrata criatura de cuantas crió vuestra omnipotencia» de los Ejercicios317.

Los elementos que nos permiten penetrar en la decisión de Sor Juana de retiro del mundo, como hemos visto en los Ejercicios de la Encarnación, estaban ya en su obra mucho antes de que llegara la crisis. Me parece que para entender las aparentes oposiciones en el modo de hacer de la monja, hay que tener en cuenta el carácter ambivalente de su personalidad, ruta personalidad esquiva a análisis reductores. Si avanzada e incluso atrevida en sus ideas, si a veces la hallamos transgresora (Sabat de Rivers, «Tiempo y aparencia...»), también se nos presenta como monja ortodoxa318 y cumplidora de sus deberes: la Iglesia en ocasiones representaría para ella una madre estricta pero era igualmente un refugio, sobre todo si tenemos en cuenta lo que le importaría el respaldo de la mayoría de sus hermanas, lo que significaría para ellas y para la misma Sor Juana la imagen que presentaba al exterior319. Es cierto que la crisis le traería «una conciencia desasosegada que se interrogaba sin cesar y se volvía contra sí misma» (Paz 575) pero ¿podemos realmente imaginarnos a una Sor Juana invalidada por el miedo, aterrada ante su situación320 cuando ha dado sobradas pruebas de su seguridad en sí misma al mostrarse consciente de su valía, si sabemos que estaba templada a la lucha desde su juventud, que   —278→   tenía conciencia de lo que podía hacer la envidia y la suspicacia de su mundo contra una mujer escritora? El problema de Sor Juana, no sólo mujer sino monja de su siglo, estaba entre su amor a las letras, que había constituido la razón principal de su entrada al convento, y lo que le importaba la consecución de su salvación espiritual. Así nos lo dice ella en la Respuesta, ya que el convento, como lugar de estudio, «era lo menos desproporcionado y lo más decente que podía elegir en materia de la seguridad que deseaba de mi salvación» (Ob. sel. 776). Aceptaba y compartía, desde siempre, lo que menciona Paz, la «primacía perfectamente ortodoxa, de los fines espirituales sobre los temporales: estamos en este mundo para salvarnos y ganar la gloria» (157). La libertad que daba la época de la Fénix es la libertad de opción condicionada de la que nos habla Maravall. Mencionando a Descartes y a los teólogos jesuitas, dice Maravall que la elección es la versión angustiosa de la libertad propia del hombre moderno, por la cual se va haciendo a sí mismo y que se refleja en la conducta: «El hombre es un ser agónico, en lucha dentro de sí» (La cultura 325). Señala el carácter de esa «libertad exterior» así como el triunfo temporal de la autoridad (347-351):

Cuando la libertad política o social se reduce o se anula, aparece intensificado ese sentimiento de la libertad, que no es un mero estado interior, sino un movimiento de dentro afuera que el hombre del siglo XVII afirma como libertad de elección. Ahora bien si se elige, quiere decirse, no sólo que hay varias cosas entre las que optar, sino que la opción influye eficazmente -lo que no quiere decir que siempre en la dirección deseada-. Por tanto, que pueden quedar y aun han de quedar diferentes las cosas después de la elección: el que elige hace en parte su mundo.


(348)                


Sor Juana apenas tenía opciones. Por ello, visto el caso a la distancia de tres siglos, se puede hoy hablar de «las trampas de la fe»: cualquier ortodoxia puede convertirse en trampa (que es lo que Paz trata de demostrar). Pero para la monja del siglo XVII, la fe no era trampa, era la vía que la conduciría a la vida eterna prometida por su credo; era una promesa de vida trascendental individual (Sabat de Rivers «Octavio Paz...»). Sor   —279→   Juana, erróneamente, confiando en el apoyo y «justicia» de la Iglesia321, había colocado la voz de la Biblia y de los Padres por encima de los intereses y errores de sus miembros; desilusionada, y después de una lucha seguramente angustiosa, eligió un «mundo» diferente al anterior al decidir retirarse de las letras. Y a ella esta elección, este ejercicio de «libertad interior», le parecería tan libre como lo era posible en su época (como nos lo parece incluso en el mundo de hoy).

Sor Juana no pudo, ni aun recreando el modelo de una María intelectual y poeta, ganar la batalla entablada por la conquista del derecho de la mujer al conocimiento. A lo que sí podemos estar seguros de que no renunció fue a su dignidad de mujer en el modelo máximo que había elaborado: María de Nazaret.

  —280→  
Obras citadas

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  —283→  

ArribaAbajo- 13 -

Sor Juana y su «Sueño». Antecedentes científicos en la poesía española del Siglo de Oro


Se ha indicado la posibilidad de que sea la monja mexicana Sor Juana Inés de la Cruz la única poeta del Siglo de Oro que se ocupara de poner en metro temas científicos relacionados con el conocimiento humano, especialmente en cuanto se refiere a su gran poema El Sueño.

Entre los textos científicos anteriores a la poetisa, ha llegado a mis manos uno «rarísimo», que presenta un compendio de filosofía natural aristotélica: Compendio de toda la philosophia natural de Aristóteles traduzida en metro castellano (Stella, 1547)322. El autor, benedictino, «colegial en el colegio de Nuestra Señora de la Real de Hirach», lo presenta como una ofrenda «debida» al abad de la orden a la que pertenece, que era, al mismo tiempo, su maestro. Le dice que lo escribió en los pocos ratos de ocio que le quedaban, «affín que mejor en la memoria me quedasse». Está escrito en «metro castellano», o sea en coplas de arte mayor: versos de doce sílabas en octavas de rima ABBAACCA. En el proemio nos advierte de su intención: imitar a Orfeo y Empédocles, «que   —284→   físicas obras en verso pusieron», y a otros «varones potentes» de su época, como Juan de Mena, Petrarca y Dante, que mostraron en sus versos «sus grandes bondades». Claro está que la obra de Fray Canales, que ése es el nombre que da el editor moderno al autor de este poema científico, está muy lejos de ser una obra poética de valor; toda la exposición parece bastante cansona no sólo por la aridez del tema, sino por la utilización del verso escogido. El texto, plagado de vocablos latinos, fue impreso en 1547, es decir, en pleno Renacimiento español; ya sabía el autor de las invocaciones acostumbradas a las musas del monte Elicón y Parnaso y de sus ninfas, mas se dirige al Todopoderoso y a Nuestra Señora al invocar ayuda e inspiración. Un siglo más tarde, cuando Sor Juana hable del universo, del alma humana y de los sentidos lo hará basándose en los mismos conocimientos que Fray Canales nos presenta en esta poesía. Las citas de Platón, Diógenes, Heráclito, Parménides, Demócrito y otros muchos aparecen en los dos, como era común323.

El universo de Fray Canales es el mismo que encontramos en la monja. Veamos algunas octavas reales que nos hablan de ello (ff. cvj, cvij, cviij, passim):



   El cielo hallamos, por cosa patente
ser rodeado, con varias laciones:
el primo que mueue sus circulaciones:
haze su rueda, de oriente a occidente:
los siete planetas, diuerso al oriente:
rodean su curso, con poca potencia:
por que los tiene, con su violencia:
el otro que tiene, vigor suficiente.
[...]

    El cielo se tiene, redonda figura:
por ser de figuras, la mas excelente:
es capacissima, y muy continente:
y es de las otras, la summa clausura:
[...]

    En toda la sphaera celeste hallamos:
ocho globosas, distintas partidas:
y todas sin duda, se hallan vestidas:
—285→
sino es aquella, que ya demonstramos:
luego debaxo de aquella contamos:
Saturno, con Iupiter, y otro guerrero:
el sol, y la Venus, y el gran mensajero:
y al cabo de todo en Luna paramos.
[...]

La tierra del todo, jamas es mudada:
como Platonicos, y otros dezian:
los cuales en Polos, mouerla hazian:
dexando los cielos, su propia jornada.
Esta en el centro, se halla assentada.
y tiene en su cerco, redonda figura:
lo qual nos demuestra, la porción escura:
de strella lunatica, estando eclypsada.



Tiene Fray Canales unas octavas donde nos habla de los cometas como símbolos de desastres (f. Dviijr):


Estos cometas, con sus influencias:
son secos, calientes, de mal inuentores:
de muerte de principes, son precursores:
consumen las cosas, con propias essencias:
mueuen los vientos, y sus vehemencias:
despiertan las guerras, y mueren enojos:
los campos saltean, quitando despojos:
secando humores, con sus dependencias.



Que me recuerda el soneto de Sor Juana al Padre Kino y, sobre todo, el epígrafe explicativo: «Aplaude la ciencia astronómica del Padre Eusebio Francisco Kino, de la Compañía de Jesús, que escribió del Cometa que el año de ochenta apareció, absolviéndole de ominoso»324, y la nota de Méndez Plancarte sobre el particular:

El Padre Eusebio Fco. Kino ( o «Chin», o «Quino», o «Kuhn») n. en Segno, prov. de Trento, en el Tirol Italiano (1645-1710). Jesuita desde 1665, enseñó Matemáticas en Ingolstadt, en 1677; y recién venido a México, en Mayo de 1681, publicó su Explicación Astronómica del   —286→   Cometa que en el año de 1680... y en este año de 1681... se ha visto en todo el mundo... Sigüenza y Góngora publicó en 1680 su Manifiesto Filosófico contra los Cometas, despojados del imperio que tenían sobre los tímidos (Méj., 1680), en campaña antisupersticiosa que prosiguen su «Belerofonte matemático contra la Quimera Astrológica de Don Martín de la Torre» (que sólo corrió Ms.), y en su Libra Astronómica y Filosófica, en que hubo de enfrentarse al P. Kino.



Sigue la nota del crítico mexicano hablando de las ideas del padre Kino adoptadas por Sor Juana, y que no representaban precisamente la actitud científica y moderna de la época. Cita a Fernández McGregor y a Ezequiel Chávez, que se hicieron eco de esta «inmadurez» o falta de «espíritu crítico» de la poetisa, quien se había dejado llevar por «la brillante exposición del Padre Kino». Méndez Plancarte termina diciendo que lo más probable sería que Sor Juana loara la obra por un compromiso personal sin siquiera haberla leído. Ciertamente en El Sueño (v. 308) llama a la astrología «estudio vanamente judicioso». No sabemos hasta qué punto Sor Juana, al igual que Fray Canales, creyera en el fatalismo de la aparición de los cometas, a pesar de vivir ya en otro siglo y conocer las teorías nuevas de Sigüenza y Góngora325.

Veamos algunos ejemplos de Fray Canales cuando nos habla del alma y de los cinco sentidos, tópicos que trata Sor Juana en El Sueño (ff. Fr, Fijr, Fiijr, passim):



   El alma del hombre por ser excelente:
es toda en el todo, y toda en sus partes:
tiene sus propias actiones, y artes:
y es de las otras, rayz y simiente:
la vegetable, y la otra sentiente:
no son distinctas, en este subiecto:
saluo in embrione, estando discreto:
ipsa ratione nondum adueniente.
—287→

   Vnos las tienen, las cinco potencias:
otros algunas, se hallan tener.
tiene la planta, el solo crecer:
brutos sentidos, con sus respondencias:
tienen los hombres, mayores essencias:
pues que las vnas, y otras tomaron:
todas en ellos, de vna manaron:
y tienen vida, con sus dependencias.
[...]

    Despues de lo dicho, nos viene el sentido:
pues tiene entre todas, segunda session:
el qual es causado, por vna mocion:
quel mesmo que siente, en si ha percebido:
y es en potencia, estando dormido:
en acto, teniendo el objecto delante:
estando dispuesto, con medio bastante:
agora hablamos, del acto mouido.
[...]

   Agora digamos, en particular:
los actos, y vias, de estas potencias:
Diziendo, y mostrando, sus medios y essencias:
Haziendo principio, del mas singular:
Este es el acto, de nuestro mirar:
[...]

   En orden segunda se sigue el oydo:
[...]

   De donde sacamos, la voz ser vn son:
[...]

   Lvego tras esto, se sigue el olor:
El qual en nosotros, es muy abatido:
[...]

El gusto se haze, por parte interior:
[...]

En muchas maneras, hallamos palpar.



Cuando Sor Juana hace sus reflexiones en El Sueño, al hablarnos del método discursivo a seguir, y cita a los vegetales (vv. 617-638), a los animales (vv. 639-651) y al hombre (vv. 690-695), repite abreviada y poéticamente lo que Fray Canales nos dice en esas octavas que hemos copiado, y aún más claramente aquí (f. Fiiijr):

  —288→  

   El hombre entre todos, es mas excelente:
por ser mas cumplido, de todas essencias:
y en este hallamos, las cinco potencias:
luego ser cinco, es claro y patente:
quiso natura, hazerle fulgente:



También le dedica el fraile unas octavas a los sentidos interiores en su división «De Anima» (f. Fvr):



   Ya que nos puso, los cinco exteriores:
vista, oydo, oler, y gustar:
el quinto que queda se llama tocar:
y estos se nombran sentidos menores:
pone los otros, que son interiores:
Potencia commun y imaginación:
Memoria, phantasia, y extimación:
A estos solemos, llamar los mayores:
[...]

   De sensos comunes, a todo viviente:
en este passado, se hizo mencion:
agora del otro, que llaman razon:
aquel que en el hombre se halla fulgente:
es de los otros, como vn presidente:
solo en el angel, y hombres habita:
este les manda, les vieda, y les dita:
dales specie, la mas excelente.



Un siglo más tarde se hace eco Sor Juana de todas esas ideas en los versos 652-667 de El Sueño.

Siguiendo el poema de Fray Canales, aún encontramos ideas que nos recuerdan las que Sor Juana utiliza en su poema; así sucede con las «especies», los «cuatro humores». Dice Méndez Plancarte, al referirse al verso donde la monja los trata, copiando al padre Granada (p. 590): «Los cuatro humores de que están compuestos nuestros cuerpos... son: sangre, flema, cólera y melancolía...» (Simb., I, 25). O bien el padre Miguel Godínez, S. J., Práctica de la Teología Mística, Sevilla, 1682, lib. VII, c. 6, explicando que «la cólera se hace de la bilis y es seca y caliente...; la flema... es humor húmedo y frío..., y la melancolía... se hace de las heces de la sangre, y así es terrestre, negra, fría y densa». Veamos los versos de Fray Canales sobre el particular (ff. Gijr, Fvjv):

  —289→  

   Aquellas species, que llaman sensibles:
de humido, y seco, de frio, y caliente:
es cosa de suyo, muy clara, y patente:
que son de per accidens, siempre partibles:
[...]
Assi el intellecto, dirige sus cosas:
Seyendo phantasma, su spejo y objecto.



Y los versos 243-281, passim, de Sor Juana repiten las mismas ideas con otras palabras, hasta la imagen de los últimos versos del fraile, donde habla del intelecto como fantasma, «fantasía» en Sor Juana, y espejo de sí mismo que traduce el «copiar las imágenes» de la poetisa:


del que alambicó quilo el incesante
calor, en el manjar que -medianero
piadoso- entre él y el húmedo interpuso
su inocente substancia
[...]
al cerebro envïaba
húmedos, mas tan claros los vapores
de los atemperados cuatro humores,
[...]
así ella, sosegada, iba copiando (la Fantasía)
las imágenes todas de las cosas...



Más adelante se ocupa también el fraile del calor producido por el estómago y del dormir humano (f. Giiijv):


   A todos aquellos, que viuen con vida.
Conuiene velar y conuiene dormir:
lo qual acaesce y suele venir.
De vnos vapores que hazen subida:
y estos se hazen de cosa comida:
la qual el estomago cueze y apura:
y en tanto este sueño, tenemos y dura:
en cuanto calor en el haze manida.



Además de los ingeniosos versos sobre el estómago que tiene Sor Juana, la poetisa, más cerca ahora de Fray Canales,   —290→   trata estos tópicos científicos en los siguientes versos 827-852, passim:


Mas...
...no hallando
materia en qué cebarse
el calor ya, pues su templada llama
(llama al fin, aunque más templada sea,
que si su activa emplea
operación, consume, si no inflama)
sin poder excusarse
había lentamente
el manjar transformado,
[...]
y el que hervor resulta bullicioso
de la unión entre el húmedo y ardiente,
en el maravilloso
natural vaso, había ya cesado
(faltando el medio), y consiguientemente
los que de él ascendiendo
soporíferos, húmedos vapores
el trono racional embarazaban
[...]
a los suaves ardores
del calor consumidos,
las cadenas del sueño desataban.



Aparte de las citas mitológicas invocadoras que rechaza al principio de su poema y de las que ya hemos hablado, tiene Fray Canales una sola más y es sólo por curiosidad que consignamos que es precisamente de Faetón de quien trata, personaje que, como se sabe, constituye en El Sueño una figura mitológica clave326. Veamos los versos donde Fray Canales nos habla de él (f. Eiijv):


   El iris hallamos, lo mesuro causar:
los rayos solares, en nuues diffusos:
—291→
diuersos colores, en vno confusos:
segun la manera, de su verberar
lo mismo las virgas, de rayo solar.
quando los carros, del loco phaetonte:
o vienen o dexan, a nuestro orizonte:
Entonces se puede, muy bien demostrar.



Vemos, pues, que este poema es muy prosaico y pedestre; pero la ciencia escolástica que contiene volverá a presentarse en forma de auténtica poesía en El Sueño de Sor Juana.

Después de haber visto la «rareza» única del poema de Fray Canales, sigamos con otras manifestaciones científicas que tuvieron lugar durante el Siglo de Oro, comenzando por el Renacimiento. Se sitúa en la Égloga II de Garcilaso, en el personaje de Severo el mago, el comienzo de estas preocupaciones de tipo filosófico y científico327 que llegan a desarrollarse en España de modo imperfecto, o tal vez sería mejor decir inacabado, en comparación con el desarrollo que alcanzaron en otras partes de Europa. Recordemos que Severo, «sabio viejo», «viejo frutüoso», cura males. Dice Nemoroso hablando de él (vv. 1059-1085, passim):



    Un hombre mora allí de ingenio tanto
que toda la ribera adonde'l vino
nunca se harta d'escuchar su canto.
[...]

   A aqueste Phebo no le'scondió nada,
antes de piedras, yerbas y animales
diz que le fue noticia entera dada.

   Este, quando le plaze, a los caudales
ríos el curso pressuroso enfrena
con fuerça de palabras y señales;

    la negra tempestad en muy serena
y clara luz convierte, y aquel día,
si quiere rebolvelle, el mundo atruena;

    la luna d'allá 'riba baxaría
si al son de las palabras no impidiesse
el son del carro que la mueve y guía.



  —292→  

Es decir, Apolo (Phebo) mismo, el dios de la sabiduría y el arte, le enseñó éstas, y su poder es tan ilimitado, que hasta las cosas de la naturaleza, del universo todo, puede someter a su mando. Severo, ciertamente, tiene propiedades divinas, y no solamente derivadas de Apolo, sino también del Dios hebreocristiano.

Fray Luis328, al hablar de Dios en una de sus odas, A Felipe Ruiz («Cuando será que pueda»), nos lo presenta en esa misma forma (vv. 36-47):



   ¿No ves cuando acontece
turbarse el aire todo en el verano:
El día se ennegrece,
sopla el gallego insano
y sube hasta el cielo el polvo vano;

   y entre las nubes mueve
su carro Dios, ligero y reluciente;
horrible son conmueve,
relumbra fuego ardiente
trema la tierra, humillase la gente;

   la lluvia baña el techo,
envían largos ríos los collados...



El Padre Vega (486) tiene una nota al verso «Y entre las nubes mueve su carro Dios», donde dice: «La imagen es enteramente bíblica, tomada del salmo 103: Qui ponis nubem ascensum tuum; qui ambulas super pennas ventorum. Qui faces angelos tuos spiritus et ministros tuos ignem urentem». Podría alegarse esa fusión de lo pagano y lo cristiano que Otis H. Green ha encontrado en Fray Luis de León, especialmente en la oda al nacimiento de doña Tomasina, hija de los marqueses de Alcañices, y que ha defendido en el mismo Garcilaso329.

Mas volvamos a Sor Juana; «como Fray Luis, Sor Juana tiene hambre de ciencia, quiere saber, insiste en la unidad del   —293→   saber»330. Ella, como Fray Luis, desea conocer «de dó manan las fuentes». El movimiento de ascenso en los dos es el mismo; los dos están aguijoneados por el mismo afán, son espíritus curiosos que se acercan a todas las cosas del mundo con el deseo incontenible de averiguarlo todo, y ponen en el intelecto la más alta expresión del hombre. De ahí que en «Las Serenas», uno de los mayores atractivos que ellas ofrecen al «prudente» Ulises sea el conocimiento de todas las cosas (vv. 55-56):


Que todo lo sabemos
cuanto contiene el suelo.



Para Fray Luis, Dios es Sapiencia Suma; por eso nos dice en la oda A Felipe Ruiz (vv. 11-65, passim):



   Entonces veré cómo
el divino poder echó el cimiento
tan a nivel y plomo,
do estable, eterno asiento
posee el pesadísimo elemento.

   Veré las inmortales columnas
do la tierra está fundada,
los lindes y señales
con que a la mar airada
la Providencia tiene aprisionada.
[...]

   do manan las fuentes;
quién ceba y quién bastece de los ríos
las perpetuas corrientes;
de los helados fríos
veré las causas y de los estíos;

    las soberanas aguas
del aire en la región quién las sostiene;
de los rayos las fraguas;
do los tesoros tiene
de nieve Dios, y el trueno donde viene.
[...]
—294→

   Y de allí levantado
veré los movimientos celestiales
[...]
las causas de los Hados, las señales.

   Quién rige las estrellas
veré, y quién las enciende con hermosas
y eficaces centellas;
porqué estan las dos Osas
de bañarse en el mar siempre medrosas.

   Veré este fuego eterno,
fuente de vida y luz, do se mantiene;
y por qué en el invierno
tan presuroso viene,
por qué en las noches largas se detiene.

La diferencia entre los dos es que mientras Fray Luis, desengañado del mundo por las circunstancias que rodearon su vivir, lo aplaza todo para cuando esté en la gloria y «vea» a Dios331; Sor Juana, admirada y mimada de su tiempo, nada deja para luego; quiere saberlo ahora, aquí en la tierra. Dice Lapesa en su trabajo citado: «Fray Luis no confiaba en la capacidad del hombre para conocer en esta vida la índole y causas de los fenómenos naturales» (317). A diferencia de Fray Luis, ella tiene confianza en el hombre; o mejor digamos que Fray Luis negaba esta capacidad del hombre a priori y Sor Juana a posteriori. Según Lapesa (317), para Fray Luis el mundo es «prodigio», asombro, no motivo de indagación; para Sor Juana, según Octavio Paz332 (37), es «problema», misterio a descubrir: mide así Sor Juana el cambio de mentalidad que va de un siglo a otro. Notamos en El Sueño, en esos movimientos alternativos de éxito y derrota que sucesivamente se apoderan de ella, cómo se deja llevar de la ilusión de triunfo (vv. 610-616):


    ...hasta que insensiblemente
la honrosa cumbre mira
—295→
término dulce de su afán pesado
[...]
y con planta valiente
la cima huella de su altiva frente.



En Fray Luis su afán de saber es postergado; conocerá la «verdad pura sin velo», cuando esté «libre de esta prisión» y vuele al cielo: de ahí el uso de sintagmas que indican posposición, lejanía; «cuándo», «allí», «entonces», y la utilización constante del futuro: «será», «veré», repetido este último ocho veces. Sor Juana utiliza el presente o el pasado333, dándonos de ese modo la impresión clara de algo que está, mientras nos lo explica, pasando por su espíritu, o reviviendo para nosotros y ella misma algo ya experimentado. También ella habla de la «prisión» de que nos habla Fray Luis (vv. 292-305):


    La cual, en tanto, toda convertida
a su inmaterial ser y esencia bella,
aquella contemplaba,
participada de alto Ser, centella
que con similitud en sí gozaba;
y juzgándose casi dividida
de aquella que impedida
siempre la tiene, corporal cadena,
que grosera embaraza y torpe impide
el vuelo intelectual con que ya mide
la cuantidad inmensa de la Esfera,
ya el curso considera
regular, con que giran desiguales
los cuerpos celestiales...



Sor Juana habla del alma dando por descontado su participación con la divinidad, ya realizada desde el punto de su creación, que la hace capaz de ese «vuelo intelectual»; ha recibido el soplo divino y debe, debía, estar capacitada para comprenderlo todo. Reparemos en la utilización de esos participios: «convertida», «dividida», «impedida» y de los pretéritos: «contemplaba», «gozaba»; de los presentes:   —296→   «juzgándose», «considera», «embaraza», «impide», «mide», «tiene»; el uso de «en tanto», «ya» (dos veces), dándonos todo ello la impresión real de algo que está sucediendo, en todo contraria a la que obtenemos cuando leemos a Fray Luis. Más adelante continúa la poetisa en la misma forma, utilizando esos mismos tiempos verbales: «colocada / el alma se miró...», «atrasados», «hallaran», «haciendo», «encumbró», «creía», «salía», «suspensa», «tema», «arrepentida», «vía»... Sor Juana nos dice, en su Respuesta a Sor Filotea334, que su intención al estudiar las ciencias y artes era el llegar a Dios, el comprenderlo: «Con esto proseguí, dirigiendo siempre, como he dicho, los pasos de mi estudio a la cumbre de la Sagrada Teología; pareciéndome preciso, para llegar a ella, subir por los escalones de las ciencias y artes humanas; porque ¿cómo entenderá el estilo de la Reina de las Ciencias quien aún no sabe el de las ancilas?...». Sor Juana, al lanzarse con ese entusiasmo y avidez en sus estudios, fue poco a poco descubriendo el fallo de la inteligencia humana; ella no podía comprenderlo todo, sus sentidos la engañaban cuando veía acercarse y unirse líneas paralelas: «Paseábame algunas veces en el testero de un dormitorio nuestro (que es una pieza muy capaz) y estaba observando que siendo las líneas de sus dos lados paralelas y su techo a nivel la vista fingía que sus líneas se inclinaban una a otra y que su techo estaba más bajo en lo distante que en lo próximo, de donde infería que las líneas visuales corren rectas, pero no paralelas, sino que van a formar una figura piramidal»335. El intelecto de Sor Juana se debatiría entre su confianza en la mente humana de comprenderlo todo a través de la razón, y la imposibilidad de este mismo intento cuando hasta lo que veía se «fingía» otra cos a distinta, como ya antes lo había dicho en aquel soneto Bartolomé Leonardo Argensola:


   Mas ¿qué mucho que yo perdido ande
por un engaño tal, pues que sabemos
que nos engaña así Naturaleza?
Porque ese cielo azul que todos vemos
ni es cielo ni es azul: ¡Lástima grande
que no sea verdad tanta belleza!



  —297→  

Al dudar de la veracidad de las ciencias, como dudaba de lo que ella misma veía, dudaría de todo336. Más tarde creyó comprender Sor Juana que a Dios se llega no a través de la ciencia y del arte, sino de la fe, y resolvió su vida personal de ese modo. Pero Sor Juana, que dedicó su vida al estudio y entró monja «por la total negación que tenía al matrimonio»337, no podía renegar tan fácilmente de lo que había constituido su vida, y nos ofrece así dos soluciones: en su obra, el ejemplo de Faetón: la gloria del acto en sí y no el fracaso es lo que cuenta, y en lo personal, la negación de todas las cosas humanas y el camino hacia Dios a través del fideísmo de San Juan:


y el espíritu dotado
de un entender no entendiendo
toda sciencia trascendiendo338.



Sigamos con el recuento que hacíamos de los poetas que antes de Sor Juana se habían interesado por estas cuestiones relacionadas con el saber humano. Después de Fray Luis nos encontramos a Francisco de Aldana, quien parecía preocuparse por problemas científicos, ya que, además de la «Epístola a Cosme de Aldana, su hermano», tiene un poema, «Otavas sobre el bien de la vida retirada», donde da cuenta de un interés científico-filosófico que recuerda a Fray Luis (94):



    Me estoy libre y gozoso investigando
la causa y la razón de Euro encendido;
por qué el Alto Alacrán va desnudando
la tierra de su manto más florido;
por qué, si el Toro excelso está rumiando
yerba inmortal en su luziente nido,
nos enriquece acá nuestra llanura
de nueva y floreciente vestidura;

   por qué la blanca Luna sin reposo
jamás se toma a ver tal qual se ausenta;
las mudanças del mar tempestüoso,
—298→
que de sí mismo en sí crece y aumenta;
y en esta inquisición voy tan piadoso,
quando humana razón no me contenta,
que sin hazerme alguna resistencia
reposo en la divina Providencia.



Aldana acepta las limitaciones de la inteligencia humana y confía en Dios, no sin hacerse, sin embargo, un poco de «resistencia»; es, se diría, una posición intermedia entre Fray Luis y Sor Juana, mucho más cerca del primero que de ella.

Aparte de estas preocupaciones de tipo científico, esporádicas y escasas, que hemos visto en Garcilaso y Aldana, más hondas en Fray Luis, el poeta que le sigue a éste en importancia, antes de Sor Juana en el tratamiento de estas cuestiones, es Lope. Ya Arturo Marasso, en su estudio sobre este autor, «Humanismo de Lope de Vega»339 anota la aparición del personaje mitológico de Mercurio entre las musas y los más célebres poetas del mundo, junto al mismo Apolo, «como representante de la sabiduría y la elocuencia», y señala la importancia de Calíope «de todas la primera, porque el Fénix aquí habla en calidad de sabio..., se autoriza el docto Lope de Vega en Ovidio, en el libro V, verso 81 de los Fastos: Prima Calliopea chori... En el Laurel de Apolo es la musa Calíope espejo de Apolo, del sumo entendimiento». Me parece más importante, sin embargo, para el propósito que nos ocupa, señalar el derroche de erudición que hace Lope de Vega en el quinto libro de La Arcadia340 donde se alternan el verso y la poesía. Este aspecto docto del Lope poético ha sido poco señalado. Tal vez sea debido a encontrarse esas poesías entre sus novelas, pero es indudable el interés científico-poético que ellas presentan en la tradición literaria anterior a El Sueño. Lope le daba gran importancia a la ciencia, como nos dice al comienzo del mismo «libro» de la novela citada: «Aquí veréis el efecto que hace la ciencia, cuyo ejercicio honesto priva todo pensamiento ocioso, sacando el alma del cautiverio de la vil costumbre y rompiendo el hábito estrecho convertido en la mesma vida, como segunda naturaleza». Hay en La Arcadia muchos tópicos de los que analizan Patch y Lida en su libro de   —299→   visiones de trasmundo341: regiones de beatus ille, personajes alegóricos e históricos mezclados con lo fantástico. En cuanto a lo renacentista, hay también gran influencia de Garcilaso, de la Égloga II: un pastor llamado Anfriso va, como fue Nemoroso y se propuso llevar a Salicio, a curarse de sus males de amor con un personaje en todo parecido a Severo; es aquí una mujer «sabia» y «cuidadosa mágica» de nombre Polinesta que vive en una «espantosa cueva» en lo más frondoso del bosque. Se tratan en verso y en prosa cuestiones astrológicas en el aspecto «judicioso» que señala Sor Juana en El Sueño, como, por ejemplo un «juego» astrológico, donde se pretendía adivinar el futuro en relación con los astros, aunque Lope aclara bien que «el libro era sólo para juego y entretenimiento». Hay pasajes que recuerdan los que luego Sor Juana tratará en verso (125):

Agradó a los pastores en extremo el libro, porque fuera de que las respuestas eran todas en verso, tenía pintados de sutil iluminación los signos y planetas; víase el Aries con su vellocino de oro, el Tauro con sus famosas estrellas, el Géminis abrazado, en que se conocía la gran hermosura de su madre Leda; el Candro verdinegro, el León ardiente, la Virgen con sus rubias espigas, la Libra de bruñida plata, igualadora de las noches y días; el Escorpión de naturaleza fría y húmeda; el Sagitario, que mató a Alcides, y el Capricornio seco y femenino, el Acuario con sus vertientes tunas, y los Peces con sus escamas de diamantes... Los planetas se vían de artificiosa mano con sus insignias; allí estaba Saturno comiéndose los hijos, Júpiter con su rayo, Marte con su framea o lanza, el Sol en su carro de oro, Venus con sus palomas, Mercurio con su caduceo, y la Luna con sus tres formas.



En el romance marcado por Méndez Plancarte con el número 25 (76), se refiere Sor Juana a cosas parecidas:

  —300→  


Ya al León dejáis vencido
ya al Toro dejáis sujeto,
ya al Cáncer sin la ponzoña
y al Escorpión sin veneno.

Sin flechas al Sagitario,
hollado de Aries el cuello;
a Géminis, envidioso,
y a Acuario dejáis sediento.

Enamorada a la Virgen,
a los Peces dejáis presos;
al Capricornio rendido,
y a Libra inclinado el peso.



Continuando con la relación del libro V de La Arcadia, hallamos, en medio de una naturaleza colorida y farragosa, un templo de estilo griego donde se enseñan las ciencias humanas.

En la primera sala encuentran los pastores a la doncella que enseña gramática:


   Dios dio conocimiento al primer hombre
por infusión de gracia, pero quiso
que de las ciencias de diverso nombre
después el uno al otro diese aviso
y aunque al principio la doctrina asombre,
y esté el ingenio como mármol liso,
en él cavan las letras con el curso,
después facilitando su discurso.



Que recuerdan los versos de Sor Juana de El Sueño (vv. 600-604):


...la doctrina
con doctos alimentos va esforzando,
y el prolijo, si blando
continuo curso de la disciplina
robusto le va alientos infundiendo...



Así siguen los «rústicos» de sala en sala oyendo las cátedras de la Lógica:


   Cuando el alma consigue las morales
por las intelectivas, limpia viene,
—301→
que para ver sus partes celestiales
de gran conocimiento se previene.



De la retórica:


Perderíase el fruto de la ciencia,
de las conversaciones la dulzura,
la persuasión, ejemplo y advertencia,
con que el útil y honesto se procura.
[...]
Tal vez la historia o la ficción süave
han de cubrir al vulgo la sentencia
para estimar la gloria de la ciencia.



Y comienza la cita de Gorgias, Hermágoras y Demóstenes, Marco Tulio, Quintiliano, Símaco, Plinio, Horacio, Salustio, Tito Livio..., como lo hace Sor Juana en alguna de sus composiciones342.

Siguen los pastores peregrinando por las salas donde se imparten las lecciones de aritmética:


Punto, minuto, instantes, horas, días,
meses, años, edad, generaciones,
siglos y tiempos traigo, cuento y mido;
sin mí no hay ciencia, la razón divido.



Cuyos versos nos recuerdan vagamente algunos de los que Sor Juana utilizó en felicitaciones de cumpleaños y en una poesía que hizo «Presentando un reloj de muestra a persona de autoridad y su estimación, le da los buenos días» (N.º 122, 255):


admítele, pues no ignoras
que mal las caricias mías
te pudieran dar los días
sin dar primero las Horas...



En el romance número 28, felicitando al primogénito de los virreyes en su segundo año (83), trata tópicos parecidos:

  —302→  

Señor, ya el reloj del cielo,
que a meses mide los siglos,
desde que nacisteis Vos
dos círculos ha cumplido.



Se hallan en el libro citado de La Arcadia conocimientos de geometría, de música:


   Están todas las cosas naturales
ligadas en cadena de armonía,
los elementos y orbes celestiales,
aunque contrarios en igual porfía:
Euclides, Aristóteles y Tales
A voces dicen la excelencia mía,
Porque sin mí mover no se pudiera
Del universo la voluble esfera.



Con esos versos podrían compararse los de una «letra para cantar» de Sor Juana (es el N.º 8, I, p. 30):


    De los Celestiales Ejes
el rápido curso fija,
y en los Elementos cesa
la discordia nunca unida.



Es de notar la preferencia que mostraba Sor Juana por la palabra «esfera», repetida en muchas de sus poesías y aun dentro de una misma composición más de una vez343. En El Sueño la tiene tres veces y en una de ellas, el verso 486: «la máquina voluble de la Esfera» repite, como vemos, el mismo adjetivo utilizado por Lope.

Continúan los pastores de La Arcadia visitando las salas donde escuchan lecciones de astrología, de poesía, en octavas y en sonetos, y la cita de líricos, satíricos, epigramistas, elegíacos, cómicos, heroicos, trágicos, épicos, físicos, matemáticos, mimógrafos..., y encuentran a la Fama sentada en una piedra a cuyo alrededor pasan ríos que traen a la mente de Lope de Vega los nombres de muchos poetas. Para que el   —303→   recuerdo de Garcilaso de la Vega sea mayor, el pastor Anfriso no sólo se siente curado, sino que «escogiendo por sujeto las alabanzas del famoso duque de Alba don Fernando y el nacimiento de su heroico nieto..., se siente arrebatado de un furor poético (como Platón dijo, que no por arte, sino movidos de un divino aliento, cantaban los poetas estos preclaros versos, llenos de deidad y ajenos de sí mesmos, que Aristóteles y Cicerón llamaban furia)..., cantó así...»344. Y comienza una larga serie de tercetos en alabanza de la casa de Alba como los versos dedicados a lo mismo en la Égloga II.

Al continuar nuestro recorrido, en la investigación de temas «científicos» a través del Renacimiento, el siguiente poeta que nos encontramos es Bocángel345. En la «Representación, real y festiva máscara...», además de la Fama y Apolo, aparece Palas como representante de la ciencia (11, 172, 181, 197):




Palas

   Como â la Ciencia mia
no ay oculto misterio, no ay secreto
[...]

Palas

Ayuda Apolo, este intento.

Apolo

Con tu autoridad yo sobro.


Palas

   Bueno es sobrar, quando el mundo
no tiene más de vn Apolo.
[...]


Palas

   Yo quien Cientificamente
de estos globos niuelados,
mensuro y cuento los grados,
que ay del Ocaso al Oriente.



Salazar y Torres muestra escaso interés por la ciencia, mas veamos una muestra de su «Discurso tercero, Estación tercera, de la Tarde», donde dice de Apolo (224):


Eton, casi la lanza le quebraba,
[...]
el dios, por sosegar su orgullo fiero:
que, como es de las ciencias presidente...



  —304→  

Y en «Estación cuarta de la Noche, discurso cuarto» (226)346:


    Lloraba la luna, en vez de lágrimas centellas,
que en confusos borrones, como estrellas
las hallará el curioso si las mira,
o por un telescopio o longomira;
porque afaman que el cuerpo es habitable,
con juicio loco y tema irrefragable,
Demócrito, Anaxágoras, Luciano,
Angelo Policiano,
Pitágoras con todos sus secuaces...



Vemos, pues, que por poca atención que se le dedicara en la poesía española al tema científico, hay algunas muestras de esta preocupación; mayormente científica, como hemos visto en el caso de Fray Canales; mezclada con lo filosófico y altamente poética en el de Fray Luis. Lope presenta la preocupación científica más señalada antes de la poetisa, y tiene en común algunos tópicos que se han indicado. En la tradición poética del Siglo de Oro, anterior a El Sueño, se hallan el fondo aristotélico-escolástico, el vuelo inquisitivo hacia lo alto con la desilusión consiguiente y la preocupación científica en la forma difusa, que aparecerán en el poema de la sabia monja de la Nueva España. El Sueño, único poema mayor (casi mil versos) de este tipo escrito en español, no solamente nos ofrece todo eso; la base misma del poema la constituye la gran aventura epistemológica, según Aristóteles, de todo hombre: «Todos los seres humanos tienden por naturaleza al saber»347. Al despertar de su sueño de comprensión universal, Sor Juana nos revela no sólo el convencimiento de la imposibilidad que tal empresa significa, sino que, en el último verso, con el uso del pronombre y el participio en femenino, «despierta», quiere destacar su condición conjunta de mujer y de ser pensante.