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Burmeister, Historia de la Creación (Capítulo decimoquinto. Edad de los levantamientos de las montañas). En francés.
——, Fauna argentina (Anales del Museo de Buenos Aires. Año de 1867). Contiene un estudio muy notable sobre los fósiles de la región oriental de la América Meridional, en la República Argentina.
Stoppani, Curso de Geología (Volumen segundo. Geología estratigráfica. Capítulo trigésimo). Este sabio geólogo italiano opina que los levantamientos del suelo en la América Meridional se verificaron después del período glacial.
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El naturalista francés Alcides D'Orbigny en su obra de Antropología americana, El hombre americano de la América Meridional, sostiene que hay en la América Meridional tres razas indígenas, que son: la andino-peruana, la pampeana y la brasilio-guaraní.
La andino-peruana se divide en las ramas siguientes: peruana, andisiana y araucana; la rama peruana comprende las naciones o tribus de los quichuas, de los aymaraes, de los atacamas y de los changos. (Tomo primero de la obra. Parte segunda).
D'Omalius D'Halloy clasifica a los indios americanos en un solo grupo, que denomina raza roja; divide esta raza en dos ramas, la setentrional y la meridional, y en ésta distingue tres subramas, andina, pampeana y gauraní: la subrama andina se compone de tres familias, la quichua, la andisiana y la araucana. Los indios de Quito pertenecen a la familia quichua. De las razas humanas o Elementos de Etnografía (En francés). Capítulo 5.º.
Alfredo Maury sostiene que la raza roja está compuesta en la América Meridional de cuatro ramas, la brasilio-guaraní, la pampeana, la araucana y la andino-peruana: esta rama se subdivide en dos familias principales que son la quichua y la aymará. Según este escritor, los indios ecuatorianos pertenecen a la familia quichua. La Tierra y el Hombre (Capítulo séptimo, Distribución de las razas humanas sobre la superficie del globo). En francés. Sin embargo de tan respetables autoridades, nosotros opinamos que los antiguos indios ecuatorianos no pertenecían todos a la familia de los quichuas, y que había poblaciones que traían su origen de la familia aymará, más antigua que la quichua en la América Meridional.
Según la clasificación del eminente monogenista Quatrefages, los americanos pertenecen al tronco amarillo o mogol, uno de los grupos en que se divide la especie humana, y constituyen una familia, en la que el tronco no está puro sino mezclado.
Quatrefages sostiene terminantemente que la América, sobre todo la Meridional, fue poblada por inmigraciones asiáticas. La especie humana (Libro quinto, Capítulo decimoctavo).
Castelnau opina que los americanos pertenecen a la rama semítica o antigua raza roja, y que, en siglos muy remotos, hubo comunicación frecuente entre el hemisferio oriental y el occidental o Nuevo Mundo.
Castelnau, Expedición a las regiones centrales de la América del Sur (Capítulo cuadragésimo octavo. Monumentos del Cuzco. Investigaciones sobre la raza roja).
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Los rasgos que distinguen a la rama peruana, según D'Orbigny, son color moreno, aceitunado, oscuro. Estatura mediana: un metro, 597 milímetros. Formas macizas, tronco demasiadamente largo respecto del conjunto. Frente fugitiva; cara ancha, oval. Nariz larga muy aguileña, enanchada en la base. Boca muy grande, labios medianos, ojos horizontales, de córnea amarillenta, pómulos no salientes. Rasgos pronunciados. Fisonomía seria, reflexiva, triste.
El rasgo que más distingue al indio americano, añade D'Orbigny, es el tener la barba lisa y el brotarle ésta muy tarde. El hombre americano (Segunda parte).
La tribu de la altiplanicie de Quito, dice D'Orbigny, tenía un nombre diferente; pero creemos que ella formaba parte de la nación quichua, porque las tribus que hablaban idiomas distintos y fueron subyugadas por los incas, conservan todavía su idioma primitivo: testigos de esto son los aymaraes. (Tomo primero, Parte segunda, Nación Quichua).
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Los guaranís se dividen en varios grupos, y, según la opinión autorizada de varios escritores, son los mismos que con el nombre de caribes poblaban las Antillas memones al tiempo del descubrimiento de América por los europeos. Esta raza estaba muy difundida en la América Meridional y ocupaba desde las bocas del Orinoco hasta las playas del Paraguay. De las inmigraciones de los caribes hablan detenidamente algunos escritores modernos de mucha autoridad en asuntos americanos, como D'Orbigny (El Hombre americano. Segunda parte), Brasseur de Bourbourg (Introducción o Comentario al Popol Vuh) y Varnaghen (Los americanos tupis-caribes).
Nosotros nos hemos atrevido a sospechar que los caribes o guaranís trasmontaron la cordillera oriental de los Andes y ocuparon en tiempos remotísimos una parte de la provincia de Cuenca, y que después con la invasión de nuevas razas, tal vez, toltecas o nahuales, se concentraron en las selvas del Oriente, a las orillas del Zamora, del Bomboiza y del Santiago. Los jíbaros forman además un grupo especial, que no pertenece a la raza quichua, y constituían como lo hemos dicho en el texto, una de las tribus o parcialidades de que estaba compuesta la nación de las cañaris, antes de que la conquistasen los incas. En las juntas de los régulos se habla del cacique de Macas, nombre con que se designaba en aquellos tiempos el territorio que hoy llamamos de Gualaquiza. Puede verse a Montesinos (Memorias antiguas del Perú, Capítulo vigésimo cuarto).
No damos a esta sospecha o conjetura más valor que el que pueda recibir de los fundamentos en que se apoye. Acaso, no sólo en la provincia de Cuenca, sino en otras de la República podrían encontrarse indicios de la lengua caribe, en los antiguos idiomas que hablaban las tribus indígenas, antes de ser sometidas al imperio de los incas.
Ballet, «Los caribes» (Actas del congreso de los americanistas. Sesión de Nancy. Tomo primero. Año de 1875).
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Wilson en 1860 descubrió en las costas de Esmeraldas, a alguna distancia de ellas, dentro del mar, varios objetos antiguos, unos de barro y otros de oro, muy bien trabajados. Estos objetos estaban enterrados debajo de una capa de tierra, cubierta de una acumulación de depósitos marinos de seis pies de espesor. La condición geológica de los terrenos de la costa es idéntica en Esmeraldas, en gran parte de Manabí y en Guayaquil; y, aunque en los yacimientos de aluvión se hayan encontrado fósiles de mastodonte, y aunque los objetos sacados del actual lecho del mar sean semejantes a los descubiertos en varios puntos de la costa, no se ha de deducir de ahí la antigüedad enorme de la población indígena en el territorio ecuatoriano, ni mucho menos que el hombre haya sido en estas comarcas contemporáneo del mastodonte. La acción de los agentes geológicos es muy enérgica todavía en estas regiones, y así, en períodos de tiempo relativamente cortos, se observa que produce transformaciones considerables.
Dabry de Thiersant, Origen de los indios del Nuevo Mundo (Capítulo primero).
Baldwin, La América antigua (Número último en que trata del Perú y cita los descubrimientos de Wilson en las costas de Esmeraldas).
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Salazar de Villasante, «Relación general de las poblaciones españolas del Perú» (Documento de fines del siglo decimosexto, publicado en el Tomo primero de las Relaciones geográficas de Indias).
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Como la Arqueología prehistórica es una ciencia tan nueva, y como con sus descubrimientos así en Europa como en América, se ha llamado mucho la atención, no será fuera de propósito indicar algunos de los más notables autores, que han escrito sobre esta materia, aunque sus opiniones no sean enteramente conformes con los rectos principios y sana doctrina de la ciencia digna de ese nombre.
Lyell, La antigüedad del hombre probada por la Geología (Véase la traducción francesa de esta obra, hecha por Chaper).
Hamy, «Tratado de Paleontología humana» (Este opúsculo sirve de complemento a la traducción francesa de la obra de Lyell, citada antes). Pero nada nos parece tan poco filosófico como el título mismo del escrito de Hamy, pues ni el hombre fósil es una realidad positiva, ni puede darse ciencia alguna de lo que no ha existido. En efecto, fósil es el resto de un cuerpo organizado, cuya especie ha desaparecido ya de entre los vivientes, y el hombre y la especie humana existen ahora y viven en todas las zonas del globo.
Lubbock, El hombre prehistórico. Trata principalmente de las edades prehistóricas en Europa (El autor es inglés).
——, Los orígenes de la civilización (Contiene noticias abundantes sobre varias tribus salvajes de América).
Joly, El hombre antes de los metales (En francés).
Evans, Las edades de la piedra.
——, La edad del bronce.
Tylor, Antropología (Introducción al estudio del hombre y de la civilización).
Nadaillac, Antigüedad del hombre.
Hamard, La edad de la piedra y el hombre primitivo.
Quatrefages, La especie humana (Estos tres últimos autores son franceses y sus opiniones en punto a las cuestiones de la Arqueología prehistórica, tienen el grande mérito de estar libres del materialismo absurdo y hasta grosero, que vicia esta clase de trabajos en las obras de casi todos los demás escritores, principalmente de la escuela inglesa). Las obras de Hamard han rectificado no pocos errores y han contribuido muy oportunamente a depurar el criterio científico en estos asuntos.
Vilanova, Origen, naturaleza y antigüedad del hombre (El autor es español, muy conocido por sus doctos trabajos sobre Geología, y varios ramos de la Historia natural).
Secchi, Lecciones elementales de Física terrestre (Es obra póstuma del célebre jesuita, astrónomo romano, y contiene una exposición breve y precisa del carácter de cada una de las eras prehistóricas, dando reglas para no extraviar el juicio acerca de ellas).
Lenormant, Las primeras civilizaciones. Arqueología prehistórica (Aunque este sabio orientalista era católico, con todo sus ideas relativamente al estado primitivo del linaje humano son erradas. ¿Quién puede, por otra parte, computar la duración de las grandes épocas geológicas?).