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ArribaAbajoCapítulo XIII

Trata de la Nacion Saliva, de su genio, usos y costumbres; y raras honras que hacian los Gentiles á sus difuntos


Mas de lo que yo pensaba nos hemos detenido con los Guamos y Otomacos; por lo qual conviene tomar nuestra navegacion, y subir á vela y remo á consolarnos á vista de la Nacion Saliva, dócil, manejable y amable, gente vastantemente capáz, y que se hace cargo de la razon, mejor que Nacion alguna de las que hemos descubierto, aunque entre á competir la Nacion Achagua, que es todo quanto se puede pedir de Indios Gentiles: este no es parecer solo mio, así lo afirman todos quantos Misioneros han tratado á esta Nacion y y los que por relaciones de ellos han escrito de los Salivas y ninguno dice demasiado. Han sido y son los Salivas el vínculo de nuestro amor en   —186→   Christo Jesus: por no desamparar estas humildes y mansas ovejas, rindiéron sus vidas los primeros y los segundos Misioneros, que baxáron de mi Provincia, en las manos sangrientas de los Caribes, lobos carniceros, que por apoderarse de toda aquella Grey indefensa, matáron á sus vigilantes Pastores; y la tercera vez que baxáron otros Misioneros, el año 1731, acometidos por todas partes de dichos Caribes, y no hallando ya la humana prudencia medios para evadir su cruel furia, la docilidad de los Indios Salivas fué la única remora que los detubo, y hasta hoy los detiene expuestas á manifiesto riesgo sus vidas; porque á la verdad esta Nacion es aquella tierra buena que recibe bien el grano Evangélico, y da fruto centésimo128.

No por esto pretendo que se entienda, que los Misioneros de esta Nacion se están en sus glorias ocupados únicamente en recoger frutos á manos llenas, sin el afán de desmontar y arrancar abrojos y espinas: mucho hay que vencer y mucho mas que sufrir; porque aunque son notoriamente mejores estos Indios que los demás, no dexan de ser Indios, ni dexa de tocarles toda la definicion que dimos al principio, aunque con alguna moderacion respectiva. Son mas constantes que las otras Naciones; son mas dados al cultivo de sus sementeras: por maravilla se oye una palabra mas alta que otra entre ellos, porque gastan mucha mansedumbre; pero todo esto no quita el que convengan con el resto de las demás Naciones, como realmente convienen en ser ignorantes, necios, moledores en gran manera, borrachos como todos los demás, aunque se precian mucho   —187→   de que beben con juicio; pero este juicio solo consiste, en que despues de embriagarse, como todo Indio lo hace, no pelean ni se aporrean unos á otros; y á la verdad no es poco alivio para los Misioneros. En la poligamia y en el uso del repudio corren iguales con las demás Naciones, y creo que exceden á todas en el interés y codicia; gustan mucho de tener muchas y muy lucidas armas; pero no tienen ánimo para usar de ellas: si alguno los exórta á que miren por sí, y se defiendan, responden: Que sus Antiguos no pelearon; y así ellos no pueden pelear. Por lo qual se han dexado sojuzgar de los Caribes; tanto, que siendo esta una Nacion de las mas numerosas del Orinoco, se ha reducido á cinco ó seis Pueblos; tres de los quales están ya en doctrina regular; y estubieran tambien los otros, si hubiera Operarios; pero hay mucha mies, y los Operarios son allí pocos para campo tan dilatado.

Los varones Salivas (como se infiere de lo dicho) son muy afeminados; y al contrario las mugeres son muy varoniles, hasta en el hablar: ellos son taciturnos, y lo poco que dicen es en voz baxa y arrojada por las narices: (como despues dirémos) ellas al contrario, hablan en tono perceptible, y con desembarazo129; y aunque en todas aquellas Naciones el peso del trabajo, no solo doméstico, sino el de las sementeras, recae sobre las pobres mugeres, en esta Nacion es peor; porque fuera de eso, tienen la taréa intolerable de peynar á sus maridos mañana y tarde, untarlos, pintarlos y redondearles el pelo con gran prolixidad, en que gastan mucho tiempo; y si hay diez ó veinte forasteros en la casa debe hacer la   —188→   misma obra con ellos: y una vez pintados y peynados, ni aun se atreven á rascarse la cabeza ni parte alguna del cuerpo, por no desfigurar su gala. No se puede llevar en paciencia su escrupulosa pulidéz y aséo: tal es, que firmemente creo, que llevarán mas pacificamente qualquier otro daño, grave, que el que les descompongan una guedeja del pelo: lo qual colijo de la prolixidad con que se miran y remiran al espejo ántes de salir de sus casas, y del gran cuidado que tienen de sí mismos, no arrimándose á parte alguna, ni permitiendo, que alguno los toque; pero todo se lleva en paciencia, á vista de las veras con que reciben y retienen la Doctrina Christiana.

De este mismo calibre y genio son los Indios Aturis, que se reputan por Salivas, aunque su dialecto es algo diverso. La Nacion de Abanes, de Maypures y los Quirrubas son de diferentes lenguages; pero del mismo genio y mansedumbre, y están prontos á recibir el Santo Evangelio, luego que haya Operarios que se lo expliquen: cosa que no puedo escribir aquí sin gran dolor de mi corazon; pero puede ser que á estos quatro renglones tenga el Señor aligada la vocacion de los Operarios, que su altísima providencia tiene destinados para la salud eterna de estas pobres y bien dispuestas Naciones. Quae albae sunt ad messem.

Y volviendo á los Salivas, de que ahora tratamos, lo singular que tienen entre todas estas130 Naciones, es el acto previo, que sufre la gente moza, luego que llega el tiempo de limpiar las Vegas para sembrar su maíz, yuca, platanos, etc. Ponen á los jóvenes en filas, apartados unos de   —189→   otros, y unos quantos viejos se previenen con azotes ó latigos crudos de pita retorcida; y despues que uno de ellos les intima, que ya es tiempo de trabajar, descargan sobre ellos una cruel tunda de azotes, tales, que fuera de tal qual herida que hacen, los restantes levantan verdugones considerables en aquellos cuerpos, sin que los mozos abran la boca para un ay, ni una quexa. La primera vez que oí esta tempestad de azotes, fui á priesa á saber ¿qué delito habian cometido aquellos pobres? «Ningun delito tienen, respondió uno de aquellos viejos sayones; pero como ya es tiempo de rozar y limpiar el campo para sembrar, con estos azotes quitamos la pereza de estos muchachos, y sin ella trabajan bien: oí la necedad, y me volví riendo».

Ni es ménos necia la manía con que llevan pesadamente el que sus mugeres paran mellizos: tienenlo por deshonra de sus personas, y llega esto á tanto, que luego que corre la voz, que Fulana parió dos criaturas, las demás Indias, sin reparar que á ellas les puede suceder, y sucede á veces lo propio, corren á la casa de la parida á celebrar la novedad con apodos: unas dicen, que aquella es parienta de los ratones, que paren de quatro en quatro sus ratoncillos: otras que no, sino que es parienta de los Cachicamos, que paren mas, y mas amenudo. Y no para aquí el daño, lo peor es, que la Saliva Gentil que da uno á luz, y siente que resta otro, al punto, si puede, entierra al primero, por no sufrir luego la cantaleta, y la zumba de sus vecinas, ni ver el ceño, que su marido la pone: y el sentimiento del marido es hijo de otra ignorancia; porque su pesar nace de   —190→   pensar, que solo uno de aquellos mellizos puede ser suyo, que el otro es seña cierta de deslealtad de su muger. Ni esto para en mera especulacion, como lo vimos todos, los Misioneros, no ha mucho tiempo: nos habiamos juntado á tratar varios puntos ocurrentes en uno de los Pueblos de Salivas, y de repente vino la espía (que para esto tenemos, y conviene para evitar estos graves daños) avisando, que la muger de un Capitan habia parido un muchacho y que quedaba pariendo otro: fué volando el Padre, que cuidaba del Pueblo, y por prestó que llegó ya la madre le habia tronchado el pescuezo á la criatura, que habia nacido: mas tuvo la dicha que todavía alcanzó el agua del Santo Bautismo y murió media hora despues; la otra criatura se logró, pero no paró aquí la funcion; porque luego que convaleció la muger (que entre aquellas gentes es muy en breve) juntó el Capitan su gente al anochecer, y puesta en pública verguenza la triste Saliva, la hizo cargo de la desverguenza de haberse atrevido á parir dos criaturas siendo su muger: de ahí pasó á reprehender, y á retar á las demás mugeres, amenazándolas con riguroso castigo, si en adelante se atrevian á parir mellizos; y para que viesen, que no habia de parar el negocio en solas palabras y amenazas, tomó un latigo cruel, y dió una sangrienta diciplina131 á su propia muger, para que en su cabeza escarmentasen las otras. Hasta aquí puede llegar la ignorancia, y gobierno descabellado de aquellos ciegos Gentiles; y tanto como esto, y mucho mas, hay que remediar aun en las Naciones mas tratables y dociles; ¿qué será en las agrestes?

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Pero la funcion clásica y distintiva de los Salivas Gentiles, y en que descubren los fondos de su política y amor á sus Gefes, es quando muere alguno de sus Magnates; y aunque es verdad que ya la han dexado, y á la primera insinuacion que se les hizo, no se acordáron mas de ella: con todo, por ser un conjunto de cosas irregulares y extravagantes, resumiré aquí la funcion segun y como la vi en uno de aquellos Pueblos, donde casualmente concurrimos tres Misioneros y algunos Soldados de la Escolta. Llegóse el tiempo de hacer las honras de un hermano del Cacique Pugduga, y luego empezáron las diligencias: unos á exôrnar el sepulcro que estaba en medio de la casa en donde habia muerto; otros á buscar tortugas y pescado para los convites, y las mugeres todas atareadas, previniendo132 chicha ó cerbeza para los convidados. Señalóse el dia, y la parentela del difunto se repartió á varios Pueblos á convidar para la víspera y dia de las tales honras; y todos andaban ocupados en variedad de faenas, todas dirigidas á la solemnidad; llegó en fin la víspera, y el Señor Cacique nos llevó á ver el túmulo de su hermano. Junto á él estaba llorando la viuda, mutilado malamente el pelo, y sin adorno alguno de los que dixe usan las mugeres; porque ni aun la untura ordinaria se les permite á las viudas, hasta después de largo luto; el contorno del sepulcro estaba cerrado con celosías bien hechas y bien matizadas de varios colores: en las quatro esquinas y en los medios habia seis columnas muy bien torneadas: dos de ellas remataban con coronas: dos tenian sobre sí dos páxaros bien imitados, y las dos delanteras   —192→   remataban con dos caras, en ademán de llorosas, con las dos manos sobre los ojos, todo bien y mejor de lo que se podia esperar de su poco talento.

Empezáron á venir compañías forasteras de los Pueblos convidados; y yo no sé cómo puede ser ni en donde trahian tan á mano las lágrimas; porque siendo así que venian alegres y con festiva algazára, al llegar á la puerta del duelo, soltaban un tierno llanto con verdaderas lágrimas. A éste respondia prontamente el llanto de los de adentro; y pasada aquella avenida melancólica, se ponian á beber y baylar alegremente; y si en el fervor del bayle llegaba otra visita de convidados iban renovando el llanto dicho, y volvían á beber y baylar: lo qual prosiguió así, hasta que llegáron los últimos.

Luego resonó repentinamente una inaudita multitud de instrumentos fúnebres, que jamás habiamos visto ni oido: inventiva diabólica, muy propia para melancolizar los ánimos; todos, segun sus clases, sonaban de dos en dos. La primera clase de ellos eran unos cañones de barro de una vara de largo, tres barrigas huecas en medio, la boca para impeler el ayre angosta, y la parte inferior de buen ancho: el sonido que forman es demasiado obscuro, profundo y uno como baxón infernal; la segunda clase de instrumentos tambien de barro, es de la misma hechura; pero con dos barrigas, y mayores los huecos de las concabidades intermedias: su eco mucho mas baxo y nocturno, y á la verdad horroroso; la tercera clase resulta de unos cañutos largos, cuyas extremidades meten en una tinaja vacía de   —193→   especial hechura: y ya no hallo voces con que explicar la horrorosa lobreguéz y funesto murmullo, que del soplo de las flautas resulta, y sale de aquellas tinajas. ¿Y quién dirá la melancólica vehetría que salia de todo este conjunto de funestas voces? lo peor era que, sonaban juntos, é incesantemente muchos en la casa del túmulo, y otros tantos en la casa del duelo. Al mismo tiempo saliéron varias danzas, emplumados los danzantes á todo costo, como diximos de los Guayquiries: cada tropa de danzantes llevaba su trén de las flautas fúnebres referidas: unos danzantes pasaban con mucha gravedad y reposo, con bastones muy pintados en las manos, siguiendo el compás de la música, no solo con los piés, sino tambien con los golpes que daban en el suelo con los bastones. Otra danza pasaba con ligereza y aceleradamente, haciendo todos á un tiempo y al compás de la música cortesías con todo el cuerpo, ya á un lado, ya al otro: cada uno de los de esta danza tocaba con una mano un pífano, acompañando con él los golpes de los pies y de los bastones. Otras danzas singularísimas fueron saliendo á la Plaza: cada danza, fuera de los músicos, se componia de doce Indios, con singular adorno de plumas y plumages largos de Guacamaya: cada qual trahia en su mano derecha un mimbre largo, todo cubierto de variedad de plumas. Las puntas de dichos mimbres estaban atadas en lo mas alto de una corona, cubierta de plumas, y el peso de ésta hacia doblar ácia abaxo los doce mimbres, formando cada qual un semicírculo, y todos juntos formaban una cúpula, ó media naranja vistosa; de cuyo centro   —194→   quedaba pendiente la corona: el primor de estas danzas consistia en una notable variedad de posturas, vueltas y círculos compasados al son de la música; pero sin desbaratar ni descomponer la dicha media naranja; junto á estas danzas iban dedos en dos aquellas flautas largas de cubarro, de que diximos en el capítulo de los Indios Guamos, que están en punto, y suenan como dos acordes violines. Estos músicos pasaban en tono de danzantes; porque con la cabeza, piés y con todo el cuerpo iban haciendo extraordinarias cortesias y ceremonias: este conjunto de cosas formó un espectáculo digno de verse en qualquiera Corte de la Europa: esto es fuera de las libreas, que hombres y mugeres se habían ya puesto, á costa de muchos colores, unturas y plumas. Cada rueda de gente, vista á lo léjos, representaba la variedad de un florido jardin: en especial se habian matizado las caras de tan raras figuras y colores, que sino por el habla, á nadie conociamos. Con toda esta solemnidad pasó la tarde: ya iba anocheciendo, quando recogiéndose toda la gente, viniéron el Cacique y sus Capitanes á preguntarnos: ¿qué tal nos habia parecido la funcion? y respondimos: que muy bien, y que vehiamos ya, que tenian mucho entendimiento. Este es el párrafo que mas les cae en gusto á los Salibas, y por aquí hacen agua; y á la verdad, habiendo reparado con toda atencion, no vimos cosa indecente ni supersticiosa, sino un agregado extravagante, ya de llanto, ya de bayles.

Fuese el Cacique con los suyos, sin saber nosotros la noche que habiamos de pasar; y ciertamente, ni los Padres, ni seis Soldados que nos   —195→   acompañaban, jamás tuvimos susto, espanto y terror semejante al que quando ménos pensabamos, nos acaeció esa noche, que fué de horror.

Quedó el Pueblo en profundo silencio, y por todas la señas creimos, que cansados y rendidos los Indios á puro llorar, baylar y principalmente á puro beber, dormian sosegadamente: por lo qual cada qual se recogió á descansar á la hora ordinaria.

Yo cogí el sueño, ó el sueño me cogió á mí de buena gana: y allá como á la una de la noche sentí como una gran pesadilla, acompañada de un eco horroroso: desperté asustado, puse el oido, y me pareció que sonaba á modo de una horrenda tempestad, de las que se usan en Orinoco: salí afuera, y hallé á los otros dos Padres aturdidos; y discurriendo qué podria ser aquel ruido, nadie acertaba; y quanto mas se discurria de él, mas se acercaba, y mayor horror causaba. Llamé al Cabo y á los Soldados, que ya aturdidos estaban cerca: dixeles: á las armas, Señores, y vénganse luego con ellas, porque tal vez los Caribes han sabido la fiesta de estos Indios, y habrán dicho: vamos esta noche á dar asalto, que á buen seguro los tenemos descuidados; á todos asentó bien mi recelo; pero aquel estruendo no era conveniente para asalto secreto, ni habia caxas, tambores, futuros ni curupaynas vastantes en todo el Orinoco, para formar la centésima parte de aquel horroroso ruido: por otra parte ya no sonaba léjos, y en el Pueblo nadie se daba por entendido, ni parecia un alma á quien poder preguntar. En este congojoso susto y terrible conflicto estubimos largo rato, y los Soldados prontos y alerta para lo que pudiese   —196→   suceder: quando á la vislumbre de la Luna, que ya salia, distinguimos un círculo grande de Indios, que junto á una arboleda, distante unos tres tiros de escopeta del Pueblo, danzaban, sin desvaratar el círculo y al uso de los Indios Otomacos; y conocimos, que de aquella gente salia el estrépito fatal, pero no atinabamos, ni era fácil adivinar de qué se originan, ó en qué consistia. En fin, fuéronse acercando muy despacio, y con la misma pausa dieron dos ó tres vueltas al Pueblo, sin hablar palabra, y sin salir Indio alguno de su casa á ver ó á preguntar; y concluidas las vueltas al rayar el dia, se sentaron afuera en el llano, sin perder la forma de círculo: arrimáron los instrumentos infernales á un lado, y luego salió gran numero de mugeres, con abundante aparato para darles de almorzar133, como lo hicieron á su gusto. A breve rato vino el Cacique á ver si estabamos enojados (cierto no habia para qué, porque el susto fué hijo de nuestra ignorancia): le diximos que no; y pasamos todos á exâminar la causa de aquel són tan inaudito y extraordinario.

De noventa Indios se componia el círculo de aquella danza: treinta tocaban pífanos: treinta tocaban trompetas diabólicas, causa única de aquel estruendo; y otros treinta ayudaban á cargar las tales trompetas, las quales tenían un palo largo atado á cada lado, que de la boca de la trompeta para afuera salian y recahian sobre los hombros de un Indio, teniéndola el que soplaba con ambas manos aplicada á la boca; de modo, que la trompeta á mi ver, de mayor á menor, tenia dos varas de largo: su boca como la de un clarín; y el remate era una boca, que apénas se podria   —197→   tapar con un buen plato. La materia de la trompeta era de una cáscara que llaman majagua, que se dexa gobernar como papel; y quando está fresca, es pegajosa como cola; con lo qual fabrican á todo su gusto dichas trompetas y mayores, si les da gana. Véase su figura, y la de los otros instrumentos, al principio de este capítulo; en fin, ellas son tales, que son menester dos hombres para poder usar de ellas: los treinta pífanos, desde cerca realzan y dicen bien con las trompetas; pero desde léjos no se oye sino la tempestad fea de sus voces.

Concluido su almuerzo, formáron su danza, y diéron una vuelta espaciosa por el contorno de la plaza: luego fuéron saliendo por su turno las mismas danzas del dia antecedente; con la singularidad, que entre una y otra mediaba un rato de llanto; y callando todos, salia uno con un elogio del difunto; y en tono alto y lastimero, decia134: ¡oh, y qué pescador tan excelente hemos perdido! otro, pasado otro llanto decia: ¡oh, y quán admirable flechero murió! no erraba tiro. Despues que danzáron á todo su placer, se volvió á formar la danza de los trompeteros junto á la casa del túmulo, y precediendo todas las otras danzas, se encamináron todos al rio, danzando y tocando todos los instrumentos. Los últimos eran los del duelo, y entre ellos trahian quatro Indios todo el aparato del túmulo, el qual arrojáron al rio, tras de él las trompetas y todos los instrumentos fúnebres, como que desterraban la memoria del difunto; luego se labáron todos en el rio, y se volviéron á sus casas.

Vastante éco hace este Rito Gentílico de los Indios Salibas, al modo con que los Nobles Gentiles   —198→   de la China concluyen sus funerales135; donde por último van los Bonzos tocando adufes, fautas, campanas, campanillas y otros instrumentos: llevan por delante varias insignias con pinturas de Elefantes, Tigres y Leones; y todas últimamente se arrojan al fuego, y se reducen á ceniza; pero los Salibas, que solo tiran á cumplir con el difunto en aquel dia, y de allí adelante borrar de sus memorias todas quantas especies pertenezcan á él: arrojan al rio todo aquello que concurrió á solemnizar la exêquias, para que las corrientes carguen con todo, y aun con la memoria del difunto.

Finalizada la funcion de los Salibas, al punto las mugeres de una Capitanía lleváron Tortuga asada y cazabe, que es su pan, á los hombres de otras Capitanías; y las mugeres de éstas á los hombres de las otras, en señal de amistád; y como ellas decian, en agradecimiento de lo que habian baylado; he omitido otras ceremonias de ménos monta, porque vastan las insinuadas para inferir las demás.

De los Salibas del rio Bichada, Mision que destruyéron antiguamente los Caribes refiere una funcion algo semejante á ésta el Padre Joseph Casani, capítulo 26. de su Historia General, fol. 168.



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ArribaAbajoCapítulo XIV

Epílogo de las ceremonias que otras Naciones hacen por sus difuntos


Con ocasion de lo referido arriba, y por no tropezar despues con otras especies lúgubres, reduciré aqui á breve suma algunas especiales, de las muchas ceremonias que practican aquellas Naciones de Gentiles con sus difuntos.

Entre los Indios Guaraúnos hay una parcialidad de raro genio: luego que muere el Indio, bien atado con una soga fuerte, le hunden en el rio, y afianzan la soga al tronco de un árbol: al dia siguiente, los peces llamados Guacaritos (de los quales hablaremos despues) ya le han mondado toda la carne, arterias, membranas y ternillas al difunto, y así sacan del rio el esqueleto blanco y limpio, y entónces en un canasto que ya tienen prevenido, y muy labrado con cuentas de vidrio de varios colores, van poniendo los huesos de menor á mayor, desencajándolos del esqueleto; y tienen ya tan bien tomadas sus medidas, que la tapa ajustada del canasto, viene á ser la calavera del difunto; y luego cuelgan el canasto pendiente del techo de sus casas, donde hay colgados otros muchos canastos con los huesos de sus antepasados: de modo, que si no se volvieran tierra á fuerza de tiempo, ya no cupieran en sus casas los canastos de muertos.

La Nacion Aruaca entierra sus muertos con muchas ceremonias; y la principal es que vaya   —200→   con todas armas á la sepultura, y que en ella no le cayga encima tierra alguna: para lo qual, sobre el difunto, cosa de un palmo en alto, ponen un cañizo fuerte, y sobre éste muchas hojas anchas de Plátano, y sobre todo pisan la tierra. Los Achaguas Gentiles usan el mismo rito; pero es únicamente con sus Capitanes y Caciques: con la singularidad, que la última tapa de la sepultura es de barro bien pisado, y todas las mañanas por largo tiempo embarran las grietas que abre el barro al irse secando; y pensando yo que esta prolixa diligencia era para evitar todo escrúpulo de mal olor, me respondiéron: no, Padre; esto hacemos, para qae no entren las hormigas á inquietar al difunto. La contraria opinion llevan otras Naciones; y creen tan de cierto, que luego que está el difunto enterrado, cargan sobre él las hormigas, y se le comen, que la imprecacion con que indican su mayor ira quando se enojan, es decirle: Maydaytú, irruquí roleabidaju: ¡Ojalá carguen contigo presto las hormigas! que es lo mismo que desear presto la muerte, ó que le entierren quanto ántes.

Los Indios Caribes, quando muere alguno de sus Capitanes, tienen unas ceremonias tan bárbaras como suyas. La que ellos reputan por mas honorífica y grave, y á la verdad es la mas pesada é intolerable, es, que puesto el cadáver en una hamaca de algodon, colgada de las dos extremidades, que es su cuna ordinaria, las mugeres del difunto han de remudarse á continua centinela, paradas á un lado y al otro del cadáver; el qual en aquellas tierras sumamente cálidas, á las veinte y quatro horas ya está intolerable, y llama para sí   —201→   todas las moscas del Pueblo; y esa es la taréa de treinta días de aquellas infelices mugeres, que no han de permitir por quanto hay, que mosca alguna se pare sobre aquel cuerpo. Ni es esa (aunque de suyo intolerable) la mayor pena de las pobres mugeres, sino el estar allí pensando tanto tiempo cada una: ¿si seré yo la que he de acompañar á éste en la sepultura? y es el caso, que los hijos y parientes del difunto, llegando el dia del entierro, despues de ponerle á un lado su arco, flechas macana, rodela y las demás armas, al otro lado le tienden una de aquellas sus mugeres, para que le cuide y acompañe: honor inhumano, que usaban los del Perú con sus Emperadores difuntos, enterrando con ellos, no una, sino muchas mugeres, y los criados mas leales y estimados136; á ese modo los Caribes dan compañía al Capitan difunto. Despues de lo qual, el hijo mayor entra á heredar y poseer las mugeres del difunto, ménos la que le parió; y ésta, por mas vieja, suele ser la compañera del muerto: ceremonias son éstas, que indican bien lo inhumano y bárbaro de esta Nacion: por última diligencia, al cabo del año sacan aquellos huesos, y encerrados en una caxa, los cuelgan del techo de sus casas para perpetua memoria.

La Nacion Jirara, Ayrica y las demás que se reducen á ellas (por tener el mismo lenguage, aunque variado el dialecto) usaban ántes de ser Christianos, un luto muy del caso, y de muy poco costo. Puesta en infusion la fruta llamada jagua,   —202→   da un tinte muy negro, y tan tenáz, que untado el cuerpo con él, permanece mucho tiempo sin perder su tinte, por mas que se laben repetidas veces cada dia en el rio: luego que espiraba el enfermo, la muger y los hijos, hermanos y hermanas del difunto se teñian de jagua de piés á cabeza todo el cuerpo, quedando del mismo trage y aspecto, que el que traen los Negros de Guinea, quando los venden chontales y desnudos: los parientes de segundo grado de consanguinidad solo se teñian los piés y las piernas, los brazos y las manos, y parte de la cara; el resto de la parentela solamente los pies y las manos, y un salpique de la dicha tinta por la cara, á modo de borrones ó de lunares. De este modo daban á conocer su sentimiento y el grado de parentesco con el difunto; estas gentes eran exâctas en guardar el año del luto, rechazando qualquier casamiento, que á viudos ó viudas se les ofrecia durante el año del luto.

Pero en medio de todo lo referido, no he visto ni oido cosa mas del caso para excitar las lágrimas y un vivo sentimiento, que el tono y cosas que los Betoyes Gentiles cantaban y lloraban todo á un tiempo junto á la sepultura, despues de haber cubierto el cuerpo, y añadido sobre él un túmulo de tierra. Convidaban para el anochecer á toda la parentela y á los amigos: los varones todos iban con sus baxones de singular hechura, pero de voces muy consonantes y parecidas á las de los baxones, tenores y contra-altos: la hechura es muy fácil; porque rotos por adentro todos los nudos de una caña de dos varas de largo, ménos el último, en éste forman una lengueta   —203→   sutil de una astilla del mismo cañuto, sin arrancarla de su lugar, y tan adelgazada la astilla, que da fácil salida al ayre, quando soplan por la parte superior y de tal lengueta proviene el sonido; pero el tono de él depende de lo mayor ó menor del calabazo, que encaxan en el último cañuto por dos agujeros que le hacen por medio, que calafatean y tapan con cera: solo donde estaba el pezón del calabazo, dexan un respiradero, para que salga el ayre impelido: si el calabazo que ajustan á la caña, es grande, la voz es muy semejante á la de un baxón escogido: si es mediano, se parece mucho la de un tenorete; y si el calabazo es pequeño, resulta un contra-alto muy bueno. Con mucha cantidad de estos baxones concurrian los hombros convidados; y llegando á la sepultura, hacian que se asentasen los muchachos á un lado, y las muchachas á otro; tras de éstas se sentaban las mugeres, y tras de los chicos los hombres; y luego se empezaba la funcion, entonando la viuda ó el viudo, con voz lamentable, y mezclada con lágrimas: ¡Ai asidí, marrijubí! ¡Ay asidí! que es decir: ¡Ay de nosotros, que ya se nos murió! ¡Ay de nosotros! sin añadir otra palabra en toda la dilatada lamentacion. Luego respondia todo el coro lo mismo en el propio tono, haciendo acorde consonancia los tenoretes y contra-altos con las voces de las mugeres y muchachos, dando un fondo muy proporcionado á la música los baxones, conjunto mas acorde de lo que se podia esperar ni creer de una gente silvestre; y al mismo tiempo era una armonía tan triste y melancólica, que no tengo frase genuina con que explicarme; vaste decir, que aun los forasteros   —204→   que no tenian porqué sentir la pérdida del difunto, al oir el arranque de la dicha lamentacion, luego se acongojaban y lloraban con todos los del duelo.

Este uso, tan envejecido entre ellos, se le quitó su Misionero con una industria muy proporcionada al genio de los Indios, mucho ántes que ellos fuesen Christianos: (aunque los párvulos y la chusma habian recibido el Santo Bautismo) y fué así. Habiendo muerto la hija mayor del Cacique (la qual en el Bautismo se llamó Florentina) rogó el Misionero al Cacique, que no permitiese llanto en su casa, ni convidase para el lamento del sepulcro; ofreciéndole, que el. mismo Padre con sus Indios cantores, que estaban vastantemente diestros, correria con toda la funcion triste, al uso de los Españoles y de todos los Christianos; y que de la tal funcion, se le seguiria á él mas honra, y á la difunta mas provecho: y que los Indios Gentiles, tendrian mas gusto, por la novedad que les causaria el entierro; aceptó el Cacique el partido, y no se oyó llanto en el difunto. El Misionero convocó sus músicos, y bien ensayados, salió con ellos de la Iglesia con Cruz alta, capa negra de Coro, y lo demás que manda la Iglesia, acompañando las campanas con sus dobles: al mismo tiempo concurrió toda la gente y grandes y pequeños, atraidos de la curiosidad: entonóse el primer Responso con el lleno de la Música, acompañada de baxón, tenorete, centra-alto y un añafil (instrumentos recién traidos de la Puebla de los Angeles, donde se fabrican con primor, y adquiridos por via de Caracas y la Vera-Cruz) al oir esta armoniosa consonancia, totalmente nueva a los Gentiles,   —205→   no prorrumpian en lamentos, por el temor y respeto; pero les cahían las lágrimas hilo á hilo. Salió el cadáver, y hechas varias pausas con los correspondientes Responsos, entró todo el concurso en la Iglesia: en ella, al oír el Benedictus enfabordón y el último Responso cantado con toda solemnidad, creció la ternura y lágrimas de los Indios, y el gusto que le rebosaba entre las lágrimas de sus ojos al Cacique, sobre quien recahía todo el duelo. Concluida la funcion, y echada ya tierra sobre la difunta, tomó asiento el Padre, y mandando sentar á toda la gente, les hizo una larga exortacion, tomando por preambulo el uso universal de todas las Naciones, de hacer duelo y y mostrar sentimiento por la ausencia de sus difuntos: despues pasó á explicarles lo mismo que habian visto y137 oido en el entierro presente, y á probar, que éste era uso mucho mejor, por muchos motivos; pero quando el Padre habló mas á su modo, y dixo: «que el llorar la parentela, esa era deuda natural, y que todas las Naciones pagaban138 ese tributo: el qual no era mucho de apreciar, porque no todos lloran la muerte del difunto, sino la falta que les hace, y lo que pierden del alivio, que de él recibían; y al contrario: que el llorar el Padre y los Cantores, sin ser parientes del difunto, sin haber recibido de él cosa alguna, y sin haber perdido cosa con su muerte, que esa sí era cosa grande, digna de aprecio etc.» Esta razon es la que les hizo grande fuerza: (así son todos los Indios; porque como no tienen capacidad para penetrar el nervio de una razon urgente, les hace fuerza, y se convencen de un argumento, casero y material) concluyó el Padre   —206→   su plática, diciendo: «que si ellos llorasen en adelante sus muertos, allá á su modo él y los Cantores callarian; pero que si ellos callasen, sin lamentarse al uso de sus bosques, entónces quedaban obligados el Padre y sus músicos á llorar y enterrar sus muertos del modo que acababan de ver y oir: con tal que el difunto hubiese recibido el Santo Bautismo: en buena hora se propuso el contrato, porque en adelante jamás se oyo lamentación al uso de las selvas, á trueque de lograr entierro mas honroso»: esto pasó en el Pueblo de San Ignacio de Chicanoa, año 1719.

Es tal el horror que la Nacion Anabalí y otras, que ahora poco ha se convirtiéron, tenian á la muerte, que luego que enterraban al que moria, en el mismo sitio donde tenia su fogón, y cubrian la sepultura con muchas esteras, desamparaban el Pueblo, dando de mano á todas sus sementeras y se mudaban apresuradamente á vivir y hacer casas nuevas á doce y aun á quince leguas de distancia; y preguntados, ¿por qué perdían su trabajo en los frutos que abandonaban? respondian: que una vez que la muerte habia entrado en su Pueblo, ya en su compañía no podian vivir seguros. Después que se reduxéron á vida política, y ya no139 podian ausentarse de la poblacion, luego que moría él enfermo, desbarataban la casa, y quemaban con las esteras y armas, y todo lo que había tenido el difunto, para quemar la muerte con todo el trén.

Un Misionero de buen humor140, al tiempo que un Indio empezaba á deshacer la casa en que habia muerto un pariente suyo, le dixo: dime, ¿por   —207→   dónde se llevó la muerte el alma del difunto? el Indio respondió, que por aquella esquina, señalando un ángulo de la casa: pues bobo (replicó el padre con mayor seriedad) si ese es el camino de la muerte, con quitar esa poca hoja de palma, y poner otra nueva desconocerá el camino, y pasará de largo la muerte. Es verdad, dixéron otros Indios que estaban oyendo, dice muy bien el padre; y nosotros, bobos, nos cansamos, haciendo casas nuevas cada dia; así se hizo en aquella casa; pero poco despues, ni aun eso; porque como van aprovechando en la Doctrina, se van avergonzando y dexando sus usos inútiles y vanos.

Es uso casi universal entre aquellas Naciones de Orinoco y sus vertientes, ó enterrar141 con el difunto sus armas y alhajas, ó quemarlas; ménos entre los Aruacas, en donde (como dixe) el Médico carga con casi todo lo que era del difunto. Pasa mas adelante el abuso y tambien es casi universal entre dichas gentes, el ir luego que la viuda ó viudas han enterrado á su marido, á arrancar de raiz las sementeras que sembró el difunto, yuca, el maíz, piñas etc. Todo quanto sembró arrancan; y dicen que es para arrancar de su memoria al difunto: la razon es desatinada, y la pérdida es cierta y grave; y despues se ven obligadas á molestar á las vecinas, viviendo á su costa, hasta coger nuevo fruto. Dexemos ya los muertos; y ántes de tratar de los vivos que nos restan, visitemos primero á los enfermos, donde hallarémos muchas extravagancias que admirar, y que apuntar en la memoria.



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ArribaAbajoCapítulo XV

Quan ingratamente descuidan de sus enfermos, quan neciamente se curan, y quan pacíficamente mueren aquellos Indios


Aquí mas que en parte alguna de esta Historia temo soltar la represa, no sea que la avenida y multitud de especies haga correr la pluma mas allá de éste que debo llamar compendio: y la razon es, porque como el principal cuidado de los Misioneros es la vigilancia sobre los enfermos en órden á su salud temporal y eterna, y su principal grangería á los principios está en que no muera ni párvulo ni adulto sin el Santo Bautismo: es éste el ministerio en que mas noticias recogen los Operarios de aquellas selvas, y donde mejor penetran los de las Naciones. Siempre me ha causado notable harmonía, ni jamás he podido saber cómo se enquadernan en aquellas cabezas de los Indios, (y aquí hablo de todas quantas Naciones he tratado) y cómo concuerdan aquel grande amor que muestran los padres á los hijos pequeños; y el amor poco ó mucho que los casados tienen entre sí, con un descuido, que casi llega á ser abandono total de los mismos quando están enferrmos. Mas: ¿cómo compondrémos este bárbaro é inhumano descuido tal, que al tiempo de verlo, apénas se puede creer, con aquellas lágrimas, llantos y demonstraciones   —209→   de dolor tan funestas como las que hacen en sus entierros y funerales, y en el capítulo pasado acabamos de referir?

Ello es así, que aunque el enfermo ó moribundo sea el hombre de la casa y padre de familia larga, de quien toda depende, nadie se apura: poco dixe, nadie se da por entendido; coma ó no coma, beba ó no beba, las muestras de aquellos Gentiles dan á entender, ó que son insensibles, ó que desean la muerte del enfermo: y claro está, que ni una ni otra cosa puede ser. Quando llega la hora en que comen todos, ponen aquello mismo que dan á los demás, debaxo de la red, en que está tendido el enfermo, sin decirle una palabra; si come, bien; y sino, tambien: no oye aquel paciente una palabra de consuelo en toda su enfermedad, ni ve á uno que le aníme á tomar un bocado. Y á mí me afligen ahora dos congojas: una, el pensar que habrá quien crea, que éste mi modo de hablar es hiperbólico ó amplificacion: otra conocer, que aunque mas procure explicarme, no equivaldrán mis voces á la seca ingratitud de aquellos ferreos142 enfermeros; y así, pasemos á los pobres y desvalídos enfermos, que si tienen la dicha de tener ya Misioneros, son visitados, consolados y atendidos segun la posibilidad de los Paises.

Vamos de uno á otro asombro; porque si causa horror la ingrata sequedad de la familia, tambien causa grande admiracion la invicta paciencia y tolerancia de los enfermos: no se oye de su boca un ay: no abren sus labios para quexarse del mas activo dolor; quedan como estatua inmoble, fixos en aquel dictámen indeleble: Amarranimiu nucabita: que es decir. Ya me muero: quien mete bulla,   —210→   entra y sale, es el Piache, ó Médico de puro nombre; no por caridad, sino por el interés de la cura; muera ó escape, la paga ha de estar segura. Todo lo que el Piache manda, se hace ciegamente, y le estubiera mucho mejor al enfermo, que no le visitase ni viese; porque la primera receta es intimar un ayuno general al enfermo y á toda la parentela: los mas de ellos mandan, que ninguno de la casa coma cosa caliente ni guisada, ni pimentón; y prohibe lo que ellos mas desean comer. Llegando á la práctica de los remedios, ya vimos, que los Piaches Aruacas ni duermen, ni dexan dormir, ni al enfermo, ni á otros: los Médicos Otomacos echan agua fria incesantemente sobre los enfermos, y con eso mueren mas aprisa: los Guaybas y Chiricoas son sumergidos en barro fresco ó en el agua, con sola la cabeza fuera, para que se les quite la calentura; y aunque los hallan muertos de ordinario, quando van á sacarlos, no escarmientan; y á este tono son sus desatinados remedios, muy proporcionados á su caletre.

Dos son las raices de las agonías amargas de la muerte, que á fuer de dos torcedores, aprietan y agravan comunmente al moribundo: una, la violencia de los dolores y enfermedad: la otra, el remordimiento de la conciencia, y temor de la cuenta rigurosa que nos han de tomar despues. Ni una ni otra perturba á los Indios Gentiles: no la enfermedad; porque aquellos cuerpos parecen de diamante para sufrir: no la cuenta ni remordimiento; porque han vivido sin luz y sin ley, y piensan que no hay mas que esta triste vida; y en algunas Naciones, que reconocen que las almas no mueren, piensan todos, que andan vagueando no léjos de   —211→   sus sepulturas. Con la misma tranquilidad de ánimo mueren los Neófitos; esto es, los que ha poco tiempo que son Christianos; porque si son recien bautizados, es gusto ver la firmeza y certidumbre que tienen de que se van á gozar de Dios en el Cielo: si llevan ya algunos años pasados después del Bautismo, en recibiendo los Santos Sacramentos no les pasa por el pensamiento sospecha alguna de que puedan condenarse; pero debo tambien decir, que la mayor parte de aquel sosiego nace de su incapacidad, y del poco concepto que hacen de la Eternidad que se sigue despues de la exâctísima cuenta que todos hemos de dar.

Consta esto de lo que le sucedió al Padre Manuel Román á los principios de la fundacion de la reduccion de nuestra Señora de los Angeles: enfermó uno de aquellos Gentiles Salivas; acudió el Padre; asistióle, y enterado de todo lo necesario para el bautismo, le recibió y en él el nombre de Ignacio. Caminaba el enfermo á paso largo á la Eternidad, y ya solo tenia la piel sobre los huesos: dia de San Lorenzo 10 de Agosto de 1736, despues de consolar el Padre al paciente, le dixo: Ea, Ignacio, buen animo, que luego irás al descansar al Cielo. ¿Y cómo tomó el enfermo y la familia este consuelo? voy ya á decirlo: volvió á la tarde el Padre á ver su enfermo; el qual muy sosegado estaba mirando á su gente, que con gran faena le estaban abriendo la sepultura al pié de su pobre cama; ¿qué haceis? dixo asustado el Padre; y ellos, dando razon de sus personas, respondiéron muy en ello: Como dixiste que Ignacio se iba al Cielo, pensábamos enterrarlo ya; ¡hasta   —212→   aquí puede llegar la ignorancia de la parentela!, despues que Dios lleve su alma (replicó el Misionero) enterrarémos su cuerpo, y no ha de ser aquí, sino al pié, de la Santa Cruz con los otros Christianos difuntos; (no habia aun Iglesia fabricada) eso no, (replicó la parentela) porque al pié de la Cruz no podrá sufrir los aguaceros quando llueva143 mucho: en este tono entienden las cosas sus Gentiles, y todo esto y mucho mas se va desbastando con el favor de Dios; aquí el Padre alabó á su Magestad, por haberle traido tan á buen tiempo; porque á no venir, hubieran enterrado vivo al Ignacio. Ahora ¿cómo cabrá en una misma cabeza aquella firme confianza, de que se va al Cielo el moribundo, con aquel temor de que no podrá sufrir los aguaceros el cadáver, sino se entierra baxo de cubierto?

No puedo omitir lo que me refirió el Reverendísimo Padre Fray Benito de Moya, Misionero Apostólico de la Nacion Guayana, y ya segunda vez Prefecto dignísimo de aquellas Misiones, y muy digno de mayores cargos por sus letras y por sus virtudes. En el Pueblo de Suáy llevaba un Indio viejo muchos años de cama; esto es, de estar tendido en su penosa red, que es un potro de tormentos; rogó un dia á sus tres hijos, que en la misma red le llevasen á la sementera para divertirse un poco; puesto ya en el campo, llamó á sus hijos, y les dixo: «Ya yo no sirvo en este mundo sino para estorbar, y daros fatiga: yo, he sido buen Christiano, y quiero irme ya al Cielo á descansar: á vosotros os encargo mucho, que creais bien en Dios; que no os aparteis de la Doctrina de los Padres, no sea que os lleve el Demonio,   —213→   y os perdais: ahora cabad aquí mi sepultura, y enterradme; y si el Padre se enojare, decidle que yo os lo he mandado así». No se atreviéron á replicar los hijos; cabáron la sepultura, metieron á su padre en ella, y despues de haberles hecho otra exôrtacion, para que fuesen buenos, les mandó echar tierra sobre sí, ménos en la cara; ya que habian echado buena cantidad, díxoles: «esperad, que ya pesa mucho la tierra, dexadme descansar un rato: descansó, y dixo á sus hijos: ea, á Dios, á Dios, hijos mios, echadme tierra apriesa»; así lo hiciéron, sin advertir que eran parricidas, y que en ello no podian obedecer á su padre; y el anciano, homicida de sí mismo, se fué á la otra vida lleno de ignorancia. La buena fe de los mozos constó por la paz y candidéz con que refiriéron á los Padres Misioneros por menor lo que aquí llevo escrito: no parece que pueda144 llegar á tanto la ignorancia, y mas quando ha precedido la enseñanza, como la hubo en el referido anciano y sus hijos; pero de esto nace la admiracion.

No es factible que Européo alguno, que no haya tratado con gentes bárbaras, haga concepto de aquel su modo de entenderse. No podemos entrar ni penetrar su interior, ni nos toca mas que enseñarles nuestra Santa Ley, y observar por las señas, si creen, ó no; y á la verdad, en medio de toda su rudeza se hacen capaces de todo lo necesario para salvarse: lo qual no quita, que lo irregular de sus genios y sus modales sean tan extravagantes, como llevo dicho y diré; porque su genio es tan distante del de los Européos, quanto las Américas distan de la Europa; de modo, que en los Pueblos ya antiguos de Christianos se les   —214→   ha oido decir á los Indios, en especial quando están alegres con el calor de su chicha: hombres, cuidado, que ya los Españoles quieren saber tanto como nosotros.

Ninguna persona de mediana inteligencia extrañará lo que afirmo del irregular genio de aquellas gentes y á vista de la notable diversidad de genios de las Naciones de la Europa: materia abundante y ordinaria para el chiste de la conversacion, y para las cantaletas no solo de una Nacion á otra, sino lo que mas es y dentro de una misma Nacion. Los de una Provincia motejan el genio de los de las otras, y todos quedan iguales; porque los mismos que motejan son motejados de los otros; y si acá este es punto innegable y cierto, ¿quién pondrá duda en lo distinto é irregular del genio de los Indios, y mas siendo su capacidad tan limitada, y su cultivo en los Gentiles ninguno, y entre los Neófitos fructifica con pausa? entretanto la multitud de los que piadosamente creemos que se salvan, es muy grande; y el Señor que los crió los endereza á su eterna Gloria. A este propósito, es digna de memoria la respuesta que dió el Ilustrísimo Señor Doctor Don Francisco de Cosío y Otero, dignísimo Arzobispo que fué del nuevo Reyno de Granada.

Concurrió entre otros Señores y Prebendados de aquella Santa Iglesia á visitar á su Ilustrísima el Señor Chantre Florián, hombre de letras y experiencia: tratóse del genio inconstruible de los Indios, y despues de varias reflexîones y reparos sobre la materia, dixo dicho Doctor Florián: «Señores, no nos cansemos en discurrir sobre este punto; porque para mi es cierto, (despues de   —215→   reflexionadas todas las circunstancias) que Dios nuestro Señor tiene otra providencia extraordinaria para salvar á estos Indios». Paróse al oir esto el Ilustrísimo Arzobispo, y con su acostumbrado fervor y eficacia replicó, diciendo: ¿qué es lo que dice, Señor? mire que para salvarse, no hay otro camino que la Cruz de Jesu Christo; y sobre este firme principio digo, que la extraordinaria y especialísima providencia de Dios nosotros y todos los Européos somos los que la necesitamos para salvarnos: regalones, codiciosos y soberbios, que al paso que todo nos sobra en regalo, riqueza y honra, todo nos parece poco y mucho ménos de lo que nuestra altivéz pide: nosotros sí, ¿cómo entrarémos por la puer del Cielo, que tan estrecha nos pinta Christo en su Evangelio? pero los pobres y rendidos Indios, mas humildes que el suelo, mas pobres que los Hermitaños de Egypto; cuya ordinaria comida son raíces; cuya cama es el duro suelo, con una estera ó una red tendida en el ayre, trabajados, asoleados y mal vestidos: ¿qué oculta providencia necesitan para salvarse, después de tal cruz y de tal vida? ya se ve que Dios les ha de dar luz, para que le ofrezcan los Indios su cruz.

Hasta aquí la vigorosa réplica de aquel Ilustrísimo Prelado, que recopiló á breves cláusulas todo el porte de los Indios, ya convertidos, de todo aquel nuevo Reyno y sus anexos; que como buen Pastor conocia bien á sus ovejas; y yo, en apoyo del mismo sólido sentir de aquel Ilustrísimo Señor:

Añado lo que me consta por larga experiencia; y es, que aunque los Indios generalmente son   —216→   inclinados al hurto, no pasan sus hurtos de una niñería; porque su corto ánimo no se estíende á mas: hurtan quatro mazorcas de maíz, un racimo de plátanos, dos piñas y otras cosas semejantes; y ni aun esto parece hurto; porque al hacerles el cargo, responden al Padre ó al Corregidor: Verdad, Señor, lo hurté; pero el fulano, su amo, ya me habia hurtado primero á mí; y así mútuamente se compensan los cortos daños que mútuamente se hacen; en la honestidad se oye entre los Indios Christianos rarísimo escándalo; y si hay una ú otra caida, no es por amistad mala, sino por una casualidad. Pero dexo á los Indios Christianos antiguos en su línea, y vuélvome á los recien convertidos: en donde, para mayor gloria de Dios, debo decir que despues de confesada toda la gente de una Poblacion nueva, apénas se puede echar una absolucion, sino baxo de condicion; porque apénas hay quien trayga materia cierta para aquel Santo Sacramento: No Padre, responden, para confusion de los que se precian de Christianos viejos, y viven como unos Ateistas ó Turcos: No Padre, desde que me bautizaste, tengo mucho miedo al Infierno y al demonio: no quiero enojar á Dios: la sinceridad de esta respuesta saca muchas lágrimas de consuelo á los Misioneros, que del porte de aquella nueva Christiandad conocen, que es verdad lo que dicen. A la réplica que me han opuesto muchas veces, de que cómo se puede esto componer con la grande inclinacion á embriagarse? respondo, hablando nombradamente de los Indios catecúmenos y chontales, que ninguno de ellos cree ni piensa, que con su chicha ha de perder el juicio; y aun aquellos mismos que ya han bebido   —217→   gran cantidad de ella, están tan léjos de pensar, que si beben mas se han de privar, que toda quanta chicha ven, les parece poca para la gran confianza que tienen de su cabeza.

Sé me replicará, que una y otra vez avisados, deben hacer reflexa, de que les sucede lo contrario; es así, que la deben hacer; pero tambien es cierto, que hasta que con el tiempo y la doctrina se van poco á poco desbastando, no la hacen. Es cierto que se les avisa y amonesta con el mejor modo (para no perderlo todo junto); pero la respuesta, que repetidas veces oimos de los chontales, es ésta: «Padre, como vosotros no sabeis beber chicha, andais con esos temores; pero nosotros145 sabemos beber mucho desde chiquitos etc.» así se explican á los principios; pero por último todo lo vence la enseñanza, y se llega á conseguir una gran reforma, (en los Indios digo) que sus mugeres jamás, ni aun en los bosques de su gentilidad, se embriagan qué es cosa muy digna de notarse.

De modo, que primero se consigue, que para sus bebidas pidan licencia: despues se les va poco á poco limitando con prudencia y reflexa, hasta conseguir una gran reforma. El Padre Ignacio Garriga, Provincial de la Provincia de Lima, en su fervorosa Carta que imprimió para su Provincia, después de muchas cosas de edificacion, que escribe de los Indios de aquellas Misiones, en que trabajó gloriosamente muchos años, añade, que en muchos de aquellos Pueblos no solo no beben chicha los Indios, sino que las mugeres han olvidado ya el modo de fabricarla; y de cierto género de chicha, que usaban los Achaguas de las Misiones de mi Provincia, que era muy fuerte, puedo yo   —218→   afirmar lo mismo; de modo, que no ha quedado sino el nombre. Los Padres Procuradores de la Provincia del Paraguay me aseguran, que en la mayor parte de sus dilatadas y apostólicas Misiones los Indios totalmente no usan ya la chicha.

Ni puedo omitir lo que me refiriéron dichos Padres; y es, que habiendo unos Indios forasteros introducido la bebida en un Pueblo, que estaba al cuidado del Padre Tolu, Sardo de Nacion, Operario fervoroso, viendo que con sus continuas exhortaciones no remediaba el daño, llevado de su fervor, les dixo en el Sermon: hijos mios, si proseguís en este vicio de la bebida, me quitaréis la vida, segun es la pena que me causa vuestro desórden. Enfermó el Padre despues del Sermon, y dentro de poco tiempo murió con tal pena y sentimiento de aquellos Indios, que desde entonces hasta ahora, no han probado la chicha; ¡caso digno de indeleble memoria!

A vista de lo referido en este capítulo, de lo que tengoya apuntado en otros, y de lo que ocurrirá notar de la fe de los Americanos; de los muchos que logran su eterna salvacion, y de los exemplos singulares de piedad y religion, que se dexan admirar entre aquellos Neófitos: debo ya aquí, como en su propio lugar, hacer una amigable reconvencion á Monsieur Noblot, y en su persona á los eruditos Recopiladores de Manuscritos Anónimos, mas dignos de exâmen, de lo que parece á la primera vista. Muéveme á esto el amor á la verdad, y la obligacion de volver por el honor de los Americanos, denigrado injustamente con el de sus Ministros Evangélicos, y el de la Nacion Española; me compele tambien el haber   —219→   comido pan Americano treinta y seis años continuos, que no fundan corta obligacion: la pura verdad será el nervio y norte de mis respuestas sin el menor salpique de pasion ni enojo.




ArribaAbajoCapítulo XVI

Reconvencion amigable á Monsieur Noblot al folio 520 del tomo 5 de su Geografía é Historia Universal


No me persuado, ni puedo creer, que este erudito Escritor haya mojado su pluma en aquella natural tintura, con que al hablar, aun de las cosas mas loables de la Nacion Española, muchos Escritores Estrangeros dexan rubricada al Público aquella oculta pasion, que no pueden disimular por dominante. Quéxome sí de aquellos Viageros y Diaristas, de cuyos apuntamientos se valió Monsieur Noblot; cuya calidad, graduacion y secta debia haber exâminado, ántes de manchar la noble Historia con noticias agenas de la verdad, denigrativas é infamatorias, así de la Fe de los Americanos, como de los Sagrados Ministros de la misma Fe y del Santo Evangelio, que predican con afanes y con las fatigas, que de esta Historia se traslucen.

No pido ni quiero se me dé mas fe ni mas autoridad á mi dicho, que la que se me debe por testigo ocular, por Sacerdote y por Religioso (aunque indigno) de la Compañía de Jesus; y quiero que se prescinda por ahora de los honores, con que sin mérito mio me ha condecorado mi Religion, honrado los Señores Inquisidores é Ilustrísimos Señores   —220→   Obispos. Solo pido se me atienda á la ingenuidad de mi respuesta; porque ella sola convencerá al ánimo que no se hallare preocupado con la pasion, hija primogénita del genio nacional.

Monsieur Noblot en el fin del folio 519 del citado libro 5, da de paso una cuchillada á la crueldad de la Nacion Española para con los Americanos: no hay que estrañarlo; porque con este golpe solo renueva muchas heridas antiguas, con que las Plumas Estrangeras han zaherido la piedad Española. «Se asegura (dice) que los Españoles hiciéron perecer tantos Americanos, que el Pais parece ahora un desierto, en comparacion de los Indios que le habitaban». Pregunto: ¿quiénes son los testigos que viéron poblados aquellos campos de tan innumerable gente ántes de la Conquista de Cortés, Pizarro y Quesada? y si hubo quien los viese, tambien verian la bárbara incesante efusion de sangre humana en honor de los Idolos; la continua mortandad en sus mútuas guerras y otras barbaridades, con que se destruhian los Americanos; la qual cruel inhumanidad cesó y se desterró con la luz del Santo Evangelio; punto digno de toda reflexîon.

Pregunto mas á Monsieur Noblot: ¿si está ya averiguado, que si Dios hubiera destinado aquel Nuevo Mundo, para que le conquistase alguna de las otras Naciones Européas, se hubieran portado con mejor conducta, mayor prudencia, valor, piedad y caridad christiana, que el Invicto y digno de inmortal memoria, Hernan Cortés? al fol. 499 responde claramente Monsieur Noblot, que no, y que apénas hay alabanzas iguales á la grandeza de ánimo de Cortés; á su prudencia, sagacidad   —221→   y gran conducta, afirma que no hay cosa igual; y añade, que Cortés poseyó todas las virtudes en grado muy eminente; y prosigue dando la razon de ello. Y aquí añado yo, que el que algunos Soldados y aun algunos Gefes errasen, y se propasasen entónces á lo que no era de razon, no debe causar admiracion; porque ¿qué guerra hay ni ha habido, en que no suceda y haya sucedido lo mismo?

Todavía me resta otra pregunta; y es, que me diga Monsieur Noblot, ¿si las almas de los Indios son mejores ó mas apreciables que las de los Negros? unas y otras están redimidas con la preciosa Sangre de Jesu-Christo: y así me responderá, que todas son sumamente apreciables. ¿Pues cómo se nota y se reprehende, y tan sériamente se fiscaliza la paja leve en los ojos de los Españoles por aquellos mismos hombres, que tienen una gran viga atravesada en los suyos? por aquellos digo, que con la mayor ansia y diligencia extraen y trasportan innumerables Negros, dexando despoblados sus Paises, á fin de utilizarse, ¿y no mas? haga el docto Lector el paralelo, que yo no quiero dar luz aquí á los que ignoran la materia, aunque pudiera.

Y despues de agradecer al Diarista, de quien Monsieur Noblot trasladó la noticia, de que los Españoles, los Criollos y los Mestizos son gente de buena Fe Católica, Apostólica y Romana, es digna de toda admiracion la seguridad con que afirma todo lo contrario de los Negros y de los Americanos, diciendo, que su Fe es por el miedo que tienen á los Españoles, y por el terror que les causa la Inquisicion. ¡Lástima es que no sepamos   —222→   de qué fuente sacó este Escritor agua tan turbia y pestilente! y da mas compasion ver, que á un hombre tan erudito sea fuerza darle ahora noticia, de que el Santo y Venerable Tribunal de la Inquisicion no comprehende á los Indios Americanos; ni aquellos rectísimos y sábios Jueces exercitan con ellos su jurisdiccion por la corta capacidad de dichos Indios146. Si algo se los nota y toca su conocimiento al Ordinario; pero no he oido ni leido hasta ahora, que hayan dado que hacer los Señores Obispos, sino quando los Idolatras ocultos del Perú; y por la misma razon no tienen casos reservados á este Santo Tribunal ni á los Señores Obispos: por lo mismo, la Santa Madre Iglesia les ha dispensado en el tercero y quarto grado de parentesco, para que puedan contraer el Santo Matrimonio en dichos grados lícita y válidamente: les ha dispensado en todos los ayunos147 y vigilias del año, obligándolos únicamente al ayuno los Viernes de Quaresma, el Sábado Santo, la Vigilia de Navidad, la de la Asuncion, la de los Apóstoles San Pedro y San Pablo; y creo que148 ninguna otra. Estas dispensaciones ha conseguido la Nacion Española por la piedad y compasion con que ha mirado y mira por sus Americanos: el amor paternal con que los Reyes Católicos y sus Leyes Indicas favorecen á los Americanos, mirándolos como menores ó pupilos, todo en atencion á su corto alcance es admirable, y fuera notable digresion, querer apuntar aquí   —223→   la menor parte; consta pues, que la Fe de los Indios, no depende del terror que les causa el Santo Tribunal de la Inquisicion, á quien no están sujetos.

Que no estrive su Fe en el miedo que se finge tienen los Americanos á los Españoles, se evidencia con dos preguntas. Lo primero, pregunto: ¿de dónde le consta á Monsieur Noblot este miedo de los Indios? ¿ó qué señas ó pruebas nos da de que tienen tal miedo? yo, en tantos años de curiosa observacion, ni he hallado tal miedo en los Indios por este motivo, ni señas de él; ni sé cómo un Pasagero Diarista ve y observa en uno ó dos dias lo que muchos linces no han visto en largos años. Pregunto lo segundo: ¿á qué Españoles tienen miedo los Indios Christianos, para estar aligados á la Fe, en fuerza del temor? no he hallado ni hallo Españoles á quien puedan temer; porque en la Tierra-Firme y Perú, los Indios viven en sus Colonias separadas, y las mas muy distantes de las Poblaciones de los Blancos, sin mas intervencion, que la que da de suyo la compra y venta de los frutos que cogen los Indios; por otra parte no hay ni jamás hubo Soldados, ni es factible que los haya, para tener á raya, y zelar la Fe de los Indios; luego la Fe que ellos tienen, no es por miedo de los Españoles. Lo cierto es, que el Indio que se halla mal avenido, no tanto con su Fe, quanto con el poso mal desfogado de sus pasiones, desampara su Pueblo, y se retira á los Gentilismos, que aun los hay en muchas partes; lo qual hacen no pocos con gran facilidad, y con el seguro de que apenas pueden ser buscados ni extraídos de aquellas selvas; pero esta misma fuga y facilidad   —224→   de executarla, prueba fuertemente la buena y sana Fe de los innumerables Indios Christianos, que pacífica, alegre y voluntariamente viven en sus Colonias, baxo el suave yugo del Evangelio: digo voluntariamente, pues no hay quien pueda oponerse á su fuga, quando la quieren executar: ¿de dónde pues sacó Monsieur Noblot, que es forzada ó hija del miedo la Fe de los Americanos?

Mucho ménos lo es la Fe de los Negros; ántes bien es materia de alabar á Dios, ver como abrazan la Religion Christiana, y lo aplicados que son á mantener, freqüentar y asistir á sus Congregaciones, dando singular exemplo á los Christianos antiguos. Es prueba real de las veras con que los Neófitos Negros, Pardos y Zambos abrazan nuestra Santa Fe, ver que de los muchos, que con su trabajo adquieren para libertarse, no se sabe hasta hoy, que alguno de los que se han libertado, haya vuelto á Guinéa ó Angola; ántes bien se agregan á las Parroquias, y proceden bien. Tan notoria es esta verdad, que en la Provincia de Caracas, los Pardos y Negros, que han redimido su libertad, han fundado la Ciudad de Nirua, sin permitir en ella ni blancos ni otras gentes: ellos se gobiernan con mucha economía, y tienen su Párroco; y me aseguró el año 1737 el Señor Gobernador de Caracas, que esta Ciudad de Pardos y Negros es muy puntual al servicio del Rey nuestro Señor. ¿Qué mayor prueba se puede dar, para evidenciar que la Fe de los Negros es sólida y nada forzada? esto es tan cierto, que nadie lo puede dudar; y así no inculco mas en ello. No por esto quiero decir, que no   —225→   se hallen algunos rebeldes y otros escandalosos; pero esto no obsta á lo que de ellos en general dexo afirmado; ni se hallará, no digo Nacion pero ni Ciudad, por exemplar que sea, que no tenga esta excepcion; porque la trae consigo la desdicha humana: y la misma Verdad Eterna dixo, que era necesario que hubiese escándalos; aunque desdichados de aquellos que los causaren.

Prosigue Monsieur Noblot séria y eruditamente, diciendo con toda seguridad al folio 520 del mismo tomo 5: Que casi todos los Párrocos (de los Americanos) son Religiosos. Espere por su vida, que ya caí en la cuenta: esta noticia, indigna de su Historia General, la tomó sin duda del mismo Diario falso y apócrifo; del qual tomó las noticias ya arriba falsificadas; y las otras que pone en el folio 543, que no necesitan de prueba, para que conste su notoria falsedad. En este folio dice de Venezuela: Esta es una Villa ó Ciudad Capital que da su nombre á este Reyno; tenga la mano, que no hay tal Villa ni tal Ciudad: son dos ó tres Pueblos de Indios, formados de casas pagizas, fundados sobre duras estacas en la laguna de Maracaybo, y todavía permanecen.

Dice mas: La Villa ó Ciudad de Maracaybo, está fabricada á la moderna, al modo que lo está Venecia en el mar Adriático. Si quiere decir que estubo ó está fabricada en el mar ó laguna, es falso; porque está fundada en tierra firme: si quiere decir que en la fábrica se parece á Venecia, no hallará con qué probarlo. Prosigue y dice de Maracaybo: Ella es Ciudad Episcopal: no hay tal; porque ella pertenece al Obispado de Caracas, donde reside el Obispo de toda la Provincia de Venezuela.   —226→   Estas tres curiosidades que nos da, son hermanas de la que ya de solo verla, me dió en rostro; y es: Que casi todos los Párrocos (de los Americanos) son Religiosos. Es cierto, que nada perdieran los Americanos porque casi todos sus Párrocos fuesen Religiosos; pero la Historia de Monsieur Noblot pierde mucho, por haber puesto esta noticia, sin averiguar (como debiera) que era y es falsa. Tenga pues por entendido, que exceptuando las Islas Filipinas, que hacen coro aparte de las dos Américas, en donde la mayor parte de los Párrocos son Religiosos; tanto, que apénas hay veinte Curatos de Clérigos, por falta de Españoles, que dén hijos para que se crien en los estudios, en las dos Américas no me sacará Obispado ni Arzobispado, en donde exceda mucho el número de Párrocos Religiosos al de Clérigos. Suponiendo que aquí no hablamos del gran número de Religiosos Misioneros Apostólicos, que la piedad de nuestro Católico Monarca mantiene en la enseñanza de los Gentiles y Neófitos; porque estas Colonias no se llaman Curatos, sino Misiones ó Reducciones. Pero aquella noticia de Monsieur Noblot importa muy poco que sea falsa; porque no es dañosa su falsedad: las tres noticias que nos da consecutivas, son infamatorias; tanto, que no sé cómo la pluma se atrevió á dar tinta para que el Autor las escribiese.

«Todo el afán (dice) de estos Religiosos Párrocos, en órden á la conversion de aquellos Idólatras, se reduce únicamente á bautizarlos, y hacer que oygan Misa, sin darles mas que muy poca ó ninguna instruccion»; ésta es su primera noticia de las tres últimas: la segunda prosigue   —227→   149 así: «El principal cuidado de ellos, es vivir entregados á las delicias»: tercera: «O agenciar y amontonar grandes sumas de plata, para conseguir al favor de ella alguno de los muchos Obispados, que se han erigido en aquel Pais». ¡No se pudieran amontonar mas feas falsedades en otras tantas cláusulas, aunque el mas malicioso genio duplicase el estudio! no afirmaré que todos los Párrocos cumplen exâctamente con su obligacion: es preciso que nazca cizaña entre el buen trigo; pero que todo el trigo escogido se vuelva cizana, ¿quién se lo creerá á Monsieur Noblot?

Ni él mismo lo cree; porque ya dió por cierto, que los Españoles y los Criollos viven bien, y retienen la Fe Romana en las Américas; lo qual no puede ser, si es verdad esto último que dixo: la razon es evidente; porque dice Noblot, que los Españoles y Criollos son los mejores, y de mejor Fe. Para Curas y Párrocos eligen los Señores Obispos y Vice-Patronos los mejores y mas selectos sugetos, que florecen en virtud y letras entre los Españoles y Criollos, luego estos Párrocos son la nata y el grano selecto de la Christiandad Americana. Es cierto e innegable; pero atencion, que de estos electos sugetos y Párrocos venerables, dice tres horrores Noblot: primero: Que no enseñan la Doctrina á sus Feligreses: segundo: Que viven entregados á las delicias: tercero: Que solo tratan de amontonar plata para llegar á ser Obispos. Y si en parecer de Noblot, los mas puros y selectos de las Américas viven tan escandalosamente, como indican estos tres articulos infamatorios; ¿el resto de aquellas gentes cómo vivirá? si los Médicos se hallan agravados   —228→   con estos tres contagios, ¿los enfermos populares qué salud pueden tener? y en fin, si Monsieur Noblot dice verdad, hasta el trigo mas selecto de la Iglesia Americana es ya cizaña intolerable; porque de unos Parrocos agenos de piedad, entregados á las delicias, y poseidos de la codicia del dinero, para subir á ser Obispos; ¿qué Obispos podiamos esperar, sino lobos carniceros, destruidores del Rebaño de Christo? pero bendito sea Dios, que es y sucede todo lo contrario de lo que afirma Noblot; porque

Lo primero, aunque tal qual sugeto Americano sube á las Sagradas Insulas de algunos de aquellos Obispados, son los que ascienden, de tan notorias prendas y virtud, que no obstante la suma distancia de las Américas hasta esta Corte, se dexa ver la altura de sus grandes méritos; y aunque allá hay muchos muy dignos de este ascenso; con todo, la práctica de la Curia Española, es enviar para Prelados de las Iglesias Americanas á los mayores hombres, que despues que han ilustrado las mejores Universidades, son dignos de los mayores empleos; esto bien pudo saberlo Noblot.

Lo segundo es evidente, que los Párrocos, que del Estado Clerical pasan á serlo, pasan por rigurosos exâmenes de letras y costumbres; y es notorio que en los concursos de oposicion á los Curaros vacantes, escogen siempre los Prelados á los tres mas dignos y mas beneméritos por su doctrina y virtud; y de los dichos tres dignisimos, escoge el Vice-Patrono el mas digno. Por lo que mira á los Curatos que se proveen á los Religiosos todavía hay mas exâccion (si acaso cabe mas,   —229→   sobre la que se usa con el Clero); porque los Provinciales, después de repetidas consultas y examenes, presentan tres Religiosos al Ordinario y al Vice-Patrono, para que elijan al que de los tres les pareciere mas á propósito. ¿Y qué calidades tienen estos tres que se presentan? son sugetos fatigados ya con la carga de regentar Cátedras, hombres de aprobada observancia religiosa, y honra de sus Religiones en toda maduréz, espíritu y fervor; de esta categoría son aquellos de quien tan fea é indecorosamente habla Noblot; el qual, si vive, no dudo que se arrepentirá de haber creido Diarios anónimos indignos de la menor fe.

Lo tercero y último, sepa Monsieur Noblot, que con ser tan selectos, como dixe, los Párrocos, todavía velan sobre ellos los Señores Obispos y los Provinciales de las Religiones, visitándolos por si mismos; y por medio de sus Visitadores, remediando todo lo que hallan digno de remedio y si alguno (ya se ve que no han de faltar defectos) no se estrecha al cumplimiento de su deber, le apartan de su Curato, y ponen un Substituto en su lugar, que cultive y enseñe á los Christianos Americanos; los quales, quando llegan á estar en Curatos, ya no son Gentiles, como dice Noblot. Para la enseñanza de los Gentiles tiene la Magestad Católica un gran número de Misioneros Apóstolicos, que mantiene de su Real Herario, sin la menor contribucion ni molestia de aquellos nuevos Planteles de la Santa Iglesia. Infórmese mejor Monsieur Noblot, y verá, que ésta es la verdad pura. Prosigamos algo mas.



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ArribaAbajoCapítulo XVII

Prosigue la materia del pasado con nuevas y mas individuales noticias acerca de la fe de los Indios


150El muy Reverendo Padre Presentado Fray Gregorio García, en su erudito Libro del orígen de los Indios151, por lo que mira á la fe de ellos, no la califica como Monsieur Noblot; pero muestra vastante desconfianza, y los tiene por hombres de poca fe: dando por prueba, el haber sacado su Paternidad del retiro de los bosques un Indio Christiano, con todas las señas de bárbaro que allí expresa por menor. Esta prueba y las demás que añade, como son de uno ó dos hechos particulares, de ellos no se puede inferir una conseqüencia universal: fuera de que es notorio, que por bien cultivados que estén los árboles frutales y las viñas, si se les da de mano, crece la maleza, sufoca las plantas, sobrepuja las cepas, y éstas dan agraces en lugar de ubas; y aquellas, ó se esterilizan, ó dan frutos muy desabridos; pero no pasan á ser zarzas, ni se convierten en abrojos. Lo mismo pasa en su modo á los Indios que se retiran á los bosques, sin que la tal retirada sea señal ni prueba cierta de que abandonan la fe (exceptuando los que se dan á la idolatría, la que no se halla en todas las Provincias   —231→   de las Américas, como adelante verémos.) Este dictámen me ha enseñado la experiencia de largos años, por haber hallado en selvas retiradas de poblado mas de cien leguas, como son las de Urú y Caparú, á vanda del Norte del rio Apure; y tambien en las vegas del Orinoco: y el Venerable Padre Juan Ribero, en las retiradas vegas del Ayrico, familias de Indios Christianos, envejecidos ya en sus ocultos retiros: y después de seria averiguacion, he hallado que mantienen la fe á su modo tosco; y algunos (en especial los de las vegas de Aruaca) sacaban á bautizar sus hijos á Pueblos de Christianos, donde no podian ser conocidos: ni hallé en ellos otros motivos de su retirada, que, ó el rigor de sus Corregidores, ó el haberse adeudado mucho, ó el miedo de otros Indios: el qual es muy comun, por el temor de que les dén veneno, como suelen hacerlo. Y al contrario, jamás he hallado (ni sé que le haya hallado alguno de los muchos Padres Misioneros de mi Religion y de otras, con quienes he tratado) Indio alguno de los fugitivos de que hablamos, que se haya retirado por haberle dado en rostro cosa alguna de nuestra Santa Fe.

El que despues de largo retiro se olviden las oraciones, no prueba que olviden también los principales Mysterios, como se ve con freqüencia en los rústicos que se precian de Christianos viejos, que apénas retienen en la memoria lo precisamente necesario, y quiera Dios que así sea; y con todo eso, váyanles á tocar en la Fe, y hallarán un Gigante armado para defenderla; y si se ofreciere, morir por ella. No concedo yo tanto   —232→   fervor en todos los Indios; (aunque es verdad que está en mi Provincia del nuevo Reyno indeleble la memoria de un Indio de nuestras Misiones, que murió por no contaminar su honestidad; cuyo retrato, con un armiño entre sus brazos, se guarda en el Colegio Máxîmo de dicha Provincia) pero no se puede negar que retienen la Santa Fe en sus retiros y el deseo de salvar sus almas.

El que despues de largo tiempo queden desnudos en los bosques: lo primero, les sirve de gran conveniencia, en especial á los que moran entre los trópicos, en vegas distantes de los páramos nevados, por lo intolerable de aquel calor152. Lo segundo aunque quieran vestirse, ¿con qué dinero comprarán ropa? ¿o en qué Tienda donde la moda corriente es la total desnudéz? se untan como los demás Gentiles, no tanto por imitar su trage, quanto por defenderse de las plagas de los mosquitos, jejenes y zancudos: este trage no se opone en cosa alguna á nuestra Santa Fe, sino en la falta de decencia, que de suyo trae; pero ésta se cohonesta con no haber con que cubrir sus carnes. ¡Oh y á quantos Christianos Européos ha sucedido esto mismo!

Juan Martin153, Soldado Español, que únicamente se escapó de la crueldad de los Caribes, en la segunda entrada, que el Capitan Selva hizo en busca del Dorado, despues de muchos años de haber servido á un Capitan Caribe, tuvo la dicha de escaparse, y entró untado, pintado y cobijado, como qualquiera bárbaro silvestre, por   —233→   la Capital de la Isla de la Margarita: encaminóse á la Iglesia, seguido de mucha gente por la novedad; y al entrar en ella, decian: ¿adónde va? ¿qué busca este Urbaro? arrodillóse, y dió muy de espacio gracias á Dios, porque le habia librado de tan grandes trabajos. Esto mismo le sucedió á un Francés honrado en las primeras conquistas de la Virginia; y á otro Español en los primeros descubrimientos de la Cinalóa en la Nueva-España154, llamado Alvar Nuñez Cabeza de Baca, con tres compañeros, que en diez años que gastáron atravesando por Naciones de Gentiles desde la Florida hasta la Cinalóa, haciendo grandes prodigios con la señal de la Santa Cruz, no solo quedaron desnudos de toda ropa, sino tambien prietos como los Indios, y olvidados casi por entero de la Lengua Castellana: bárbaros en lo exterior, y llenos de fe sus corazones.

Buen testigo es también Gerónimo de Aguilar155, ordenado de Evangelio, quando, á demanda de Hernán Cortés, le remitió un Cacique de Yucatán en trage del Indio, porque no tenia ropa, desnudo hasta de la Lengua Castellana, que con el largo tiempo se le habia ido de la memoria: los Soldados de Cortés aprestáron los arcabuces para matarle á él y á los que le trahian, pensando que seria alguno de los muchos rebatos que les daban; ni él tuvo otro modo de explicarse, que desatar la punta de la marta, y mostrarles el Breviario   —234→   ó el Diurno. Veis aquí muchos Européos ya en trage de bárbaros, y este último despojado hasta del lenguage materno: ¿qué mucho que los Indios se olviden del Credo en los bosques, y se apliquen á seguir la desnudéz de sus mayores? no es lo mismo parecer bárbaros, y usar su trage, que serlo: la fe es interna, y se puede avenir con aquel trage; y mas donde no se usa ni puede usar otro.

Vasta lo dicho para roborar mi opinion; pero para no defraudar al piadoso Lector de una singular noticia y de un exemplo casi sin exemplar, añadiré otro caso, que aunque parecido, excede mucho á los antecedentes. El Venerable Padre Joseph Cabarte, Misionero insigne, de mi Provincia, de quien ya hice, y haré repetidas veces memoria, entró al Ayrico, doscientas leguas distante de nuestras Misiones, á emplear su zelo entre aquellas gentes; y quando reconoció la dureza y terquedad de ellas, junta con incesantes riesgos de morir á sus manos, no tuvo forma de retirarse, por falta de guia para tal camino: por lo qual insistió nueve años en su empresa, con el fruto de los párvulos y adultos que bautizaba en el artículo de la muerte, y no mas. Pasado este tiempo tuvo oportunidad de volver á sus antiguas. Misiones; pero ya entónces no le habia quedado otra ropa, que una manta roída y destrozada, de las que usan los Indios del Nuevo Reyno. Con este vestido, que apénas alcanzaba á cubrir la desnudéz, despues de grandes jornadas, fatigas y continua hambre, (porque solo de frutas y raíces se mantenía) dió vista á una Cabaña del territorio de Santiago de las Atalayas; luego que   —235→   los dueños vieron aquellos bultos, y al Indio que guiaba al Padre con arco y flechas, creyéron que eran espías de los Bárbaros Guagivos, que salen á robar y quemar las casas distantes de la Ciudad; y así luego saliéron con sus escopetas; y á no haber gritado el Padre, diciendo: Miren que somos Christianos, los hubieran muerto. Tal venia aquel venerable Sacerdote, que parecia y fué reputado por uno de los bárbaros, que infestan aquel Pais: ¿pero qué colmo tan alto de heróycas virtudes es preciso que reconozcamos en aquella alma que daba vigor á su cuerpo, para sufrir tales calamidades por el amor de Dios y de los próximos?

Y volviendo á nuestro propósito, (aunque no nos hemos apartado de él) yo con la debida licencia del Reverendo Padre Presentado, por lo ya dicho, y por lo que diré en otros capítulos, me veo obligado á llevar la opinion contraria á la de su Reverendísima; y muy especialmente si hablamos de las muchas Provincias adónde no llegáron las conquistas de los Emperadores Ingas y Montezumas; porque así como los Emperadores Romanos (segun San Leon) al sojuzgar las Naciones, tenian por gran religion traer á Roma todos los errores de ellas; al contrario los dos Emperadores Americanos no tenian por suya la Provincia nuevamente conquistada, hasta que introducian en ella la idolatría; por como les restaban muchas por conquistar, quando fuéron conquistados, en casi todas éstas no se halla idolatría, sitio un mero paganismo muy tosco: sí bien es verdad, que con el trato y comercio de estos inmediatos á las Provincias, conquistadas, ya tenian sus Idolos; y á no haber llegado la luz del   —236→   Evangelio, hubiera ido caminando la idolatría. Digo pues, que donde no precedió la idolatría, reciben los Indios, y retienen ingenuamente nuestra Santa Fe; ni por ésta restriccion quiero ni puedo excluir los Indios del Perú, y mucho ménos los de la Nueva-España: (no obstante que en dichos dos Reynos se ha visto retoñar y reverdecer tal qual vez, aunque con secreto industrioso, la idolatría) Bien sabida y comun es la respuesta, que un Indio Mexicano dió á su Alcalde Mayor, no muchos años despues de la conquista: reparó éste, que el anciano Indio freqüentaba mucho el ir á la Iglesia á confesar y comulgar, que ohia Misa todos los dias etc; y solo por tantear el fondo de su Fe, le dixo un dia estas palabras: «Yo hijo mio, no entiendo ni comprehendo, ¿como habiéndote criado entre la idolatría de tus padres, la puedes haber abandonado ya tan de raíz como tú muestras?» á que respondió el Indio una sentencia admirable en pocas palabras, y dixo: «Señor, la secta y ley de nuestros mayores era tan irracional, cruel y sangrienta, y nos daba en rostro tan de lleno, que no digo yo la Ley de Dios, que es Santa, buena, y que nos lleva al Cielo; sino tambien qualquiera otra hubieramos recibido, á trueque, de descargarnos de tan cruel y pesado yugo».

Verdad es que los Mexicanos exceden mucho en capacidad á los Indios del Perú; y mucho mas, sin comparacion, á los de Tierra-Firme, en especial donde no dominaron los Ingas: y así se ve en la Nueva-España, lo que ni aun se imagina en otros Reynos Americanos; y es que los Mexicanos Indios, que tienen medios, envian sus hijos   —237→   á las Universidades; y aunque comunmente, sabida la Latinidad, se aplican al moral, de que se hacen cargo enteramente; muchos de ellos se aplican á la Teología Escolástica, y hacen en ella lucidos progresos; tanto, que algunos han tenido acto general de la Teología, con admiracion de los hombres doctos, y consuelo de sus Maestros.

Estos mismos, despues de pasar por los exâmenes necesarios, se ordenan de Sacerdotes: se oponen á los Curatos, á que van, y salen excelentes Curas: fuera de esto, en los Curatos de mucho gentío sirven con satisfaccion de Ayudantes de Cura; si Monsieur Noblot y otros de su opinion vieran esto, no hicieran tan poco aprecio de la fe de los Indios. Esta reconvencion no toca al R. P. Presentado; porque confiesa su Paternidad156: «que en Cuyuacán, Lugar distante de México legua y media, al reconocer la devocion con que aquellos Indios hacian una devota Procesion de Rogativa, para que Dios remediase los males que los afligian, protesta su Reverendísima, que no pudo menos que enternecerse»: ternura, que no pudo ser sino por las señas, que de su viva y sólida fe daban los tales Indios Cuyuacanes. ¿Y quánto mas se enterneciera si viera las sangrientas penitencias que usan en Semana Santa, no solo los Indios de la Nueva-España, sino tambien los de Tierra-Firme, y hasta los mismos Neófitos de Casanare?

En fin voy á dar una prueba universal, que comprehenda las dos Américas; y sin apartarnos   —238→   de la Septentrional, ¿qual seria la fe de aquel dichoso y feliz Indio Mexicano, á quien se apareció tres veces seguidas la Santísima Vírgen Nuestra Señora; y al entregarle cantidad de rosas, se dió á sí misma en la prodigiosa Imágen que dexó estampada en la misma manta del Indio? ¿y qué dirémos de los innumerables favores, que hasta hoy reparte la misma Señora, así á los Indios, como á los Españoles, en su célebre Santuario de Guadalupe, donde es venerada, no léjos de la Ciudad de México? claro es, que á no tener fe, no fueran favorecidos de Dios, ni de su Santísima Madre. Este argumento de la Fe de los Americanos, que á la verdad es sólido, se halla repetido en todas las Provincias principales de una y otra América: en el Perú, en el célebre Santuario de nuestra Señora de Cocharcas: en Quito, en los de nuestra Señora de Qunche, y nuestra Señora de Guapulo: en el nuevo Reyno, en aquellos dos perennes manantiales de prodigios, nuestra Señora de Chiquinquira y nuestra Señora de Mongi. En los inmensos Llanos de Casanare reparte María Santísima del Buen Viage innumerables favores, y hace grandes milagros en beneficio de los Indios y Españoles, que de todas partes concurren á pedirla mercedes: en la de Guanare y Caracas, nuestra Señora de Curumuto, quien se le apareció á un Indio en el tronco de un árbol.

El devoto que quisiere enternecerse, derretirse en lágrimas y encenderse en devocion sólida de María Santísima, vea la vida del Venerable y Apostólico Padre Antonio Ruiz de Montoya, que dió á luz el Ilustrísimo Señor Obispo de Santa Cruz de la Sierra; lea, digo, y considere las continuadas   —239→   maravillas, con que la Santísima Señora, en su Imágen del Oreto, acompañó, asistió y favoreció aquella gran multitud de Indios, quando por el gran rio Paraná se viéron precisados á retirarse con sus Misioneros. Allí, á la verdad157, estendió la Divina Señora sus poderosas manos, para que aquellos pobres Indios no se ahogasen, ni cayesen en manos de sus enemigos, ni muriesen de hambre en aquel desierto y dilatado rio, dándoles las158 milagrosas yervas, que á manera del antiguo Maná, les daba todas las mañanas, y les servia de sustento y medicina, hasta que llegáron á su tierra de Promision159, guiados de aquella Celestial y bellísima Nube; y forman las Misiones de Guranís, donde desde el Pueblo principal, que con mucha razon se llama de nuestra Señora del Oreto, tomó á su especialísimo cuidado aquellas dichosas Misiones, protegiéndolas, aumentándolas, y repartiendo en todas ellas continuos favores y gracias. Tal fué el salir á recibir en el Cielo á la India Isabél, recien muerta, festejándola con danzas de niños inocent es difuntos de aquellas Misiones; y el mandarla volver á su cuerpo, para que predicase y dixese á los Indios quánto los queria la Reyna del Cielo, á quien ellos servian: lo qual dicho, y añadiendo muchos buenos consejos, volvió á morir felizmente. Tal fué la dignacion de dexarse ver de un Indio, en las calles de aquel Pueblo; y diciendo el tal con llaneza: ¿Señora, qué haceis abora de noche por estas calles? le respondió con inefable ternura: Ando rondando y cuidando de estos mis hijos. ¡Oh,   —240→   mil veces felices Indios, pobres, despreciados, que mereceis el amparo, la presencia, y ver el rostro de María Santísima, al tiempo mismo que por su soberbia, altivéz y ceguedad ha vuelto su Magestad las espaldas á tantas Provincias, que no piensan sino en la novedad y el horror! gran pena me da el ver que los Libros, en que se habla mal de la fe de los Indios, corran por tantas manos; y que no haya ojos para leer los que con tantas evidencias prueban lo contrario; dexo otros muchos.

Por no callar otro favor singularísimo de esta Santísima Señora, hecho á un Indio del mismo Pueblo: el caso es moderno, cierto, notorio é indubitable; el mismo Padre Prior General del Paraguay160, que le ha predicado desde los Púlpitos en aquella Provincia, me le ha referido; y tambien está autorizado en las Annuas de dicha Provincia: exemplo es muy digno, de que con toda energía se repita en todos los Púlpitos de la Christiandad. Sucedió pues, que el año 1724, hallándose el mencionado Indio muy enfermo, fué el Padre Paulo Benitez, que cuidaba de aquel Pueblo, á oirle de confesion, y administrarle los Santos Sacramentos; los quales recibidos, entró en las agonías, tuvo sus parasismos, y al parecer de los circunstantes, espiró: (aunque tambien pudo ser desmayo largo ó parasismo) lo cierto es, que despues de largo rato, con espanto de todos, se sentó repentinamente, dando un confuso grito, con rostro y ademanes de espantado; pero sin poder   —241→   articular palabra alguna: desde entónces empezó á mejorar hasta quedar perfectamente sano, pero enteramente mudo. Luego que tuvo fuerzas, fué á la Iglesia, y estubo largo tiempo de rodillas delante del Altar de la Santísima Vírgen con muestras de mucha devocion, y las manos juntas delante del pecho: devocion en que insistió todos los dias por espacio de dos años, con mucha edificacion, y no sin admiracion de todo el Pueblo; cayó segunda vez enfermo; fué á visitarle el Padre Benitez, y al entrar el Padre y se le desató la lengua, y dixo: «Ya, Padre mio, puedo hablar por favor que le debo á la Santísima Vírgen, para que me confiese bien, y se salve mi alma; porque te hago saber, y quiero que lo oygan bien todos los presentes, para que lo cuenten en todas las Misiones, que ahora dos años, quando me confesé, callé un pecado por verguenza, y despues (no sé cómo ó en dónde) me hallé en una obscuridad grande, y allí muchos demonios que ya me iban á prender para llevarme al Infierno: clamé á la Vírgen Santísima, quien luego estubo á mi lado, cercada de resplandores; á cuya vista huyéron los enemigos; y entónces con rostro sério me reprehendió, porque no me habia confesado bien: y que en castigo de no haber dicho la verdad en la confesión, quedaria mudo; pero que recurriendo yo á su Altar á rogarselo con perseverancia, me alcanzaria de su Santísimo Hijo tiempo y habla para confesarme bien. Todos habeis visto la perseverancia con que he recurrido todos los dias á clamar á nuestra piadosa Madre, y veis ahora ya concedido el favor: sírvaos de exemplo, para ser muy devotos   —242→   de la Santísima Señora; y retiraos miéntras me confieso y preparo para morir bien». Así lo hizo con todas las veras que se dexan ver en tan singulares circunstancias; y en fin, recibidos los Santos Sacramentos, entre fervorosos coloquios con Dios y con la Santísima Vírgen, espiró, con tan singulares prendas de su salvacion, como de todo el caso se deducen.

De modo, que esta bellísima Señora, mas hermosa que la Aurora, mas agradable que la Luna, como Sol selecto influye en los Indios de ambas Américas tantos favores, que... ¿pero adónde voy? ¿ni quándo podré acabar, si prosigo el asunto? y así, solo recopilaré los singulares favores que nuestra Señora de Copacavana hizo á un Indio bárbaro y agreste de la Nacion de los Uros, en el Reyno del Perú161.

Hallábase el tal Indio totalmente tullido en su fragoso bosque; pero los favores que la Santísima Vírgen repartia á todos en dicho Santuario, penetraban con su fama hasta semejantes retiros; y movido el enfermo de lo que los otros Indios le referian, tomó el camino, á ratos arrastrando, y á ratos llevado en hombros agenos; y llegando á la Iglesia, consiguió licencia para estarse de dia y de noche al pié del Altar de la Santísima Vírgen, pidiéndola favor por espacio de nueve dias. Mas (¡oh piedad de la Divina Señora!) desde la primera noche baxó del Cielo llena de resplandores y de belleza; y prosiguiendo las noches siguientes,   —243→   no solo enseñó al Indio toda la Doctrina y las Oraciones, sino también un Hymno muy devoto en que se contenia la Sagrada Pasion del Señor, en metro elegante de la Lengua Aymaréa de aquella Provincia, que traducido á nuestro Romance, empieza de este modo:


Aquel bellísimo Esposo,
Sobre todo lo criado,
Que sin tener culpa alguna,
Sus patricios afeáron.
¡Ay dolor!
Su Sangre derramó por nuestro162 amor.

En la última visita que le hizo la Santísima Señora, quedó el Indio con entera salud; concurrió á la novedad mucha gente, á quienes refirió los favores que de la Madre de Dios habia recibido; y despues de haber rezado las Oraciones, con admiracion de todos cantó el Hymno, causando general ternura y dulces lágrimas, creciendo en fe y devocion á vista de tales maravillas. El Indio se agregó á las Misiones de Juli, que están á cargo de la Compañía de Jesus, donde vivió exemplarmente.

Y añaden aquellos Padres Misioneros, que siempre que el Indio cantaba el dicho Hymno, todos quantos le ohian, derramaban muchas lágrimas de ternura y devocion. Bien se infiere de todo lo dicho, que los Indios tienen fe. Acerca de la qual, y de la gran misericordia que Dios nuestro Señor ha usado con muchos Indios, trayéndoles Ministros que les instruyesen y bautizasen, trato en la segunda parte, capítulo segundo, á que me remito;   —244→   porque todo él es confirmacion de lo que dexo asentado y probado en éste.

Antes de pasar adelante, debo también hacer mencion de Monsieur Bion; el qual en su erudito toma del uso de ambos Globos é Historia Geográfica163 hace práctica demostracion en su estilo y método, que se puede decir mucho en pocas palabras, y que grandes volúmenes se pueden estrechar á una clarísima y breve suma. Dice pues este noble Autor en órden al porte de los Españoles para con los Indios, estas palabras: «Los Indios creen, que todos los Christianoa (esto es, que tambien Estrangeros) son malos y crueles; e imaginan que todos son del humor de los Españoles, á quienes los Indios han visto practicar mil crueldades». Y á la verdad no necesitaba dicha apreciable obra de esta noticia tan curiosa: sin ella hubiera logrado todo el lucimiento que se merece; pero ya parece que es moda antigua y rigurosa el que nos favorezcan con estos y otros peores elogios aquellas mismas Plumas, de quienes hablamos con respeto y estimacion. La mia dexa la respuesta correlativa en un profundo silencio, en agradecimiento de la honra que Monsieur Bion hace á los Misioneros Españoles164, que trabajan entre los Indios, á quienes compara con los Varones Apostólicos de la Compañía de Jesus, que á fuerza de afanes evangelizan á los Indios de la Nueva Francia, por otro nombre, Canada.

Pero por otra parte me da pena, y no percibo   —245→   cómo, siendo ya su tercera impresion la que corte, y como en su principio protesta, sale revista y corregida por su erudito Autor, no ha visto ni corregido su merced una errata tal, como la que se contiene en éstas sus palabras, fielmente traducidas165: «Todas las relaciones dicen muchas cosas buenas de aquel Rey de México, llamado Montezuma, al qual los Españoles quitáron la vida, por apoderarse de sus tesoros»: ¿qué relaciones son todas éstas? ¿de quién son? ¿qué autoridad tienen para publicar una fábula tan palpable? ¡lástima es ver en tan excelente libro este otro borron!

Y aun causa mayor compasion ver, que da crédito á semejantes relaciones, cuyos Autores hallan mucho que alabar en Montezuma, ciego y Gentil, cuya soberbia excedió en mucho á la de sus predecesores; y por ella le amenazó Dios con tan repetidos é infaustos anuncios su ruina y la de su Imperio: para este Rey terco, á quien sus mismos vasallos quitáron la vida á violencia de las piedras, que le tiráron: (ni sé cómo; pues tan duro como ellas, aunque se lo rogáron mucho, no quiso dar oidos à nuestra Santa Fe) para este terco idólatra tienen los dichos Relacionistas muchas cosas buenas que decir: no las negamos, y primero las dixéron Castillo, Herrera y Solís. Lo que debo notar es, que teniendo tantas cosas buenas que decir de aquel ciego Gentil, de los Españoles no se les ofrece decir ni una sola cosa buena; y no hallando que tachar ni motejar en   —246→   la justificada conducta de Hernán Cortés para decir algo malo, fingen una quimera, tal como decir: Que el Rey de México murió á manos de los Españoles; y para agravarla mas, añaden otra, interpretando la intencion y causa del hecho, diciendo: Que fué para hacerse dueños de sus tesoros. Pues sepan los tales Relacionistas, que la mayor pesadumbre que Cortés y los suyos tubiéron en toda su conquista fué la que les causó la muerte violenta de Montezuma, y que por causa de ella no adquirieron, sino que perdiéron las riquezas que el mismo Rey espontáneamente les habia dado; y perdiéron muchas vidas de esforzadísimos Soldados, que por querer llevar algun oro, no llegáron á lograr el órden que era necesario en tan reñida y peligrosa retirada. Esto sí es cierto, y se puede ver en los Autores citados, si hay ojos para ver la verdad; y bien pudieran haber dicho muchas cosas buenas y heróicas de Cortés y sus Españoles, como, sacadas de originales verídicos, las han publicado otros Escritores estrangeros; pero dexo esto apuntado y en embrión.

Y paso á rogar en amistad á Monsieur Bion, que su merced ó sus herederos, ántes de la quarta revista, correccion é impresion, lea á Castillo, á Herrera, ó á lo ménos lea á Solís; que está tan genuinamente traducido en Francés, que supo el Traductor beberse y trasplantar á su Idioma, no solo la verdad de su original, sino también la mejor y mas fluida eloquencia; y allí verá que la mancha que los Relacionistas falsamente atribuyen á la conducta siempre loable de Cortés en México, es la decantada temeridad de Pizarro en el Perú; y si por ser este hecho verdadero, le quiere imprimir,   —247→   le suplico que le remita á la Prensa con todas sus consequencias, que son los tremendos daños que se le siguiéron á Pizarro por su atentado. Quan mal recibido fué en esta Corte por nuestro Católico Monarca, y quan mal visto, reprobado y censurado fué el tal hecho por todos los Españoles, éste debe ser uno de los cuidados de los Escritores al publicar una verdad, que (sea la que fuere) amarga, sino á unos, á otros de diverso paladar; y tanto, que no la pueden tragar; vístase de sus circunstancias, que ellas mismás sirven de saynete para suavizarla; que las píldoras amargan, si doradas causan ménos horror ó los enfermos.



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