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21

Llegados a este punto tendríamos que distinguir entre la primera versión de Islas a la deriva (México, Siglo XXI, 1976) y la versión incluida en Tarde o temprano. Pocas son las diferencias: desaparece algún poema o algún verso en la versión definitiva; en esta primera versión no hay dedicatorias y, lo más importante, en la primera edición se desglosan más los versos dando mayor apariencia de juego y, lógicamente, los versos son más breves.

 

22

Op. cit., pág. 86.

 

23

A este respecto, José Emilio Pacheco señala en la nota a Aproximaciones que «lo único que me interesa es hacer un buen poema en español que aproximadamente le haga justicia a su modelo» (pág. 6).

 

24

Artículo publicado en el Diario de la Marina, La Habana, 7 de agosto de 1955; con posterioridad, en 1957, será recogido en sus Tratados en La Habana.

 

25

En la versión original los versos rezan así: «Or moi, bateau perdu sous les cheveux des anses, / Jeté par l'ouragan dans l'éther sans oiseau, / Moi dont les Monitors et les voiliers des Hanses / N'auraient pas repêché la carcasse ivre d'eau». La traducción ha sido realizada por J. F. Vidal-Jover en Rimbaud, Obra Completa, Barcelona, Ediciones Libros Río Nuevo, 1973 (2.ª ed.), pág. 340.

 

26

La cursiva es nuestra.

 

27

Correspondiendo con estos versos, la versión original reza así: «Rien, ni les vieux jardins reflétés par les yeux/ Ne retiendra ce coeur qui dans la mer se trempe [...] Et ni la jeune femme allaitant son enfant [...] Et, peut-être, les mats, invitant les orages / Sont-ils de ceux qu´un vent penche sur les naufrages».

 

28

En francés los versos dicen así: «Tu contiens, mer d'ébéne, un éblouissant rêve/ De voiles, de rameurs, de flammes et de mâts». La traducción y los versos originales han sido tomados de Baudelaire, Poesía completa, Barcelona, Ediciones Libros de Río Mundo, 1986, págs. 78 y 79, respectivamente. Traducción de M. B. F.

 

29

José Emilio Pacheco, Miro la tierra, México, Ediciones Era, 1986, pág.67.

 

30

Como advierte José Emilio Pacheco en su nota a Aproximaciones (op. cit., pág. 5): «A partir de poemas en otras lenguas quise hacer poemas en la mía. En mi adolescencia Octavio Paz y Jaime García Terrés me enseñaron este arte. Nunca terminaré de aprenderlo pero desde entonces se ha hecho inseparable de mi propio trabajo en verso». Más adelante, especificará: «Cuando todo se ha dicho contra la traducción, queda en pie la certeza de que es el torrente sanguíneo en el cuerpo de la poesía: sin los árabes no hubiera habido trovadores, sin los trovadores no hubiera habido Dante ni Petrarca, sin ellos no hubiera habido siglo de oro español, etcétera. En cada época y en cada país hay personas que nos salvan de vivir incomunicados como peces en un acuario y cumplen la función indispensable de abrir ventanas y tender puentes hacia lo que de otro modo permanecería desconocido» (pág. 7).