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11

Clarín, "Revista Mínima", en La Publicidad, 30-5-1889.

 

12

«Hay en Valera cierta ligereza y hasta una benevolencia excesiva en sus juicios que le hacen sumamente simpático, pero no juez imparcial y severo, de esos que se sientan perdurablemente en el tribunal de la historia. Con todo, he de confesar a usted que Valera es uno de mis autores predilectos; que la sátira con guante, culta y finísima, que tan bien maneja, me seduce; que me encantan también en él aquella aparente sencillez, aquella bondadosa ingenuidad, que con no ser tal, sino las más veces encubierta ironía, tienen la gracia de aquellas dos atractivas cualidades. Hoy por hoy, es Valera el escritor más ameno, más sutil y más fácil de cuantos produce este fecundo suelo y el estilista por excelencia de las letras castellanas. He aquí el secreto de la popularidad de sus cartas americanas, y la eficacia de su propaganda americanista» (A. Rubió i Lluch, "Comentarios a las Cartas Americanas de D. Juan Valera", p. 61).

 

13

Clarín, "Revista Mínima", en La Publicidad, 30-V-1889.

 

14

«Ejemplo de esto, que no es cavilación mía, sino procedimiento muy legítimo y muy frecuente en Valera, lo tenemos en algo de lo que apunta, como quien no hace más que repetir lo leído, respecto del teatro en Chile, y sobre todo en la graciosísima y chispeante explicación del Perfeccionismo absoluto, un sistema que inventó, o poco menos, un señor filósofo americano. El cual, por cierto, no tiene un pelo de tonto, porque eso de demostrarse entusiasta de una idea, podrá ser una equivocación, y estar fuera de la penúltima o la última moda, pero no es una tontería, según se van poniendo las cosas y las filosofías» ("Revista Mínima", en La Publicidad, 30-V-1889).

 

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«Yo necesito un público mediano en lo tocante a sabidurías: que sepa algo para que no le parezca pesada ni corta erudición; que no sea muy desdeñoso e indiferente para el saber, a fin de que el mío le interese; y que no sepa mucho, a fin de que algo de lo que yo le diga le coja de nuevas, y no lo considere como sabido y re-sabido, y que ya no se debe ni recordar. Como aquí, o el público es muy sabio, sobrado sabio, o no se le da un comino de to das las sabidurías, y estoy perdido, y con las cosas que he publicado me han ocurrido mil desengaños [...] Para muchos, ya soy el inventor de D. Jesús Ceballos Dosamantes y de su Perfeccionismo absoluto, imaginado adrede por mí para decir algunas burlas, como si mil sistemas filosóficos europeos no se prestaran a más burlas, si está uno de humor para hacerlas» (J. Valera, Cartas Americanas, p. 132).

 

16

L. Alas, "La decadencia del teatro y la protección del gobierno", en El Solfeo, 11-IV-1876. (Recogido en Preludios de "Clarín". Oviedo: IDEA, 1972, p. 62. Estudio, selección y notas de J. F. Botrel).

 

17

La filiación "alemana" del humorismo de Valera es señalado por "Clarín" en su reseña de Pasarse de listo (El Solfeo, 11-VII-1878), no incluido en los Preludios y que citamos a partir de S. Beser, Leopoldo Alas, crítico literario. Madrid: Gredos, 1968, p. 146. El profesor Beser recuerda, en las páginas dedicadas al valor del humanismo en la crítica clariniana, la distinción siempre establecida por Leopoldo Alas entre este humorismo y aquel otro genuinamente "español", cuyos rasgos distintivos apuntaría en la reseña dedicada a La vida cursi, de Taboada, incluida en Ensayos y Revistas: allí, tras insistir en la ausencia de paralelismo entre el término humor y el houmor inglés, vinculaba a Taboada con Juan Ruiz, Swift, Tirso o Rabelais, tildándolo de «verdadero humorista a la española, un espíritu burlón, no escéptico» (L. Alas, "Un libro de Taboada", en Ensayos y Revistas. Barcelona: Lumen, 1991, p. 314. Edición y "Prólogo" de Antonio Vilanova). Su idea del humorismo español tendrá su más amplia expresión en la "Revista Literaria" que, en agosto de 1892, dedicará su primera parte al comentario de la Antología de poetas líricos españoles de Menéndez Pelayo (Cf., "Palique", Barcelona: Labor, 1973, pp. 86-90. Edición, "Introducción" y notas de J. M. Martínez Cachero).

 

18

Ya en "El libre examen y nuestra literatura presente" destacaba como rasgo característico de Valera que «complácese en el contraste que ofrece la suavidad de sus maneras con el jugo de sus doctrinas», advirtiendo una de las grandes virtudes de su humorismo: «Su humorismo profundo, sabio, le ha llevado por tantos y tan inexplorados caminos, que bien se puede decir que Valera ha hablado de cosas que jamás se había hablado en castellano, y ha hecho pensar y leer entre líneas lo que jamás autor español había sugerido a lector atento, perspicaz y reflexivo» ("El libre examen y nuestra literatura presente", en Solos (1881). Citamos par la edición de Alianza, Madrid, 1971; pp. 73-74). Contraste entre "maneras" y "doctrinas" que en 1892 contraponía a los rasgos del "humorismo idealista-naturalista" genuinamente español: «El humorismo español (que no es humorismo, sino otra cosa que aun no tiene nombre) no es la voluntaria y hasta artificial manera del ingenio idealista y profundo que, como Juan Pablo [...] busca el contraste del fondo y la expresión, de la forma y la intención inicial para satisfacer necesidades de libertad individual, de una especie de democracia de facultades, de panteísmo estético, de simbolismo artístico» ("Revista Literaria", 3-VIII-1892; en "Palique", p. 89).

 

19

Así lo advirtió A. Sotelo, en "Valera, desde la óptica crítica de Clarín", en Actas del Simposio Internacional "Clarín y La Regenta en su tiempo", Oviedo: Universidad de Oviedo, 1987; pp. 921-937; y "Clarín, crítico de Valera", en Cuadernos Hispanoamericanos, 415, 1985, pp. 37-51.

 

20

J. Valera, Cartas Americanas, p. 72.