Acto tercero.
La escena representa un subterráneo oscuro compuesto de varios ramales de bóvedas. Un banco de piedra cubierto de Pajas sirve de lecho a Eduardo: junto al banco habrá un poste de donde estarán colgadas las cadenas que le han sujetado. Se supone que Eduardo acaba de despertar. | |
Escena I | |
EDUARDO. | ¿Cuándo será que mis amargos males |
Termine de una vez piadoso el sueño, | |
Y a nunca despertar yo me adormezca, | |
En sus dulces imágenes envuelto? | |
¡Dulces, pero engañosas! ¿Qué me sirva | |
Que venga a regalar por un momento | |
Mis tristes penas, y a mi mente ilusa | |
Libertad y venturas ofreciendo, | |
Me parezca abrazar mi hija y mi esposa, | |
Si al fin después en mi prisión me encuentro, | |
Donde de luz y libertad las voces | |
Ni aún pronunciar en esperanza puedo? | |
Mis cadenas, gastadas por los años, | |
Rotas al cabo, a su impresión cedieron; | |
Sólo el destino atroz que me persigue | |
Ni desmentirse ni ceder le siento... | |
Más de una vez las lágrimas del triste | |
Por estas manos enjugar se vieron, | |
Más de una vez de sus fatales grillos | |
Me vio el cautivo aligerar el peso. | |
¡Oh justo Dios! ¿Y tu bondad consiente | |
La dura esclavitud en que me veo? | |
(Se oye el ruido de la barra que asegura la puerta.) | |
Mas ruido se oye, y el instante llega | |
De que venga mi duro carcelero | |
El sustento a traer con que la vida | |
Se prolonga, y prolonga mis tormentos. | |
¡Qué extraña novedad! ¡Luz! | |
Escena II. | |
EDUARDO, VIOLANTE, ALÍ. | |
VIOLANTE. | ¿Es aquesta |
Caverna de terror el duro encierro | |
En que el tirano sepultarme manda? | |
ALÍ. | Ella es, señora. |
VIOLANTE. | ¡Inexorables cielos! |
Diéraisme ver a mi angustiado padre | |
Antes de despedir mi último aliento; | |
Diéraisme el estrecharle entre mis brazos, | |
Y bañando en mis lágrimas su seno, | |
Exclamar y decirle: «¡Oh padre mío! | |
Reconoce a tu hija en el acerbo | |
Destino que la sigue.» | |
EDUARDO. | ¡Desdichada! |
Llama a su padre. ¿Si afligido y preso | |
Tal vez, como yo estoy, se verá ahora? | |
ALÍ. | (Ap. ¡Quién dar pudiera a su aflicción consuelo!) |
Señora, perdonad al un siervo humilde, | |
Que, forzado a seguir el duro imperio | |
De su airado señor, apenas puede | |
Allá en su corazón compadeceros. | |
Lejos de mí la bárbara fiereza | |
Que otro pusiera en tan fatal empleo; | |
Mas aún mirar la agitación terrible, | |
Aún escuchar los temerosos ecos | |
Del Duque me parece, y la sentencia | |
Que pronunció su labio al conoceros. | |
Os cegasteis, dijisteis vuestro nombre, | |
Declarasteis quién erais, y a despecho | |
Del amor que domina en sus entrañas, | |
De sólo su furor oyó el acento. | |
Pero ¿porqué ultrajarle y obstinaros? | |
Una sola palabra a su amor ciego | |
Que dieseis de esperanza apaga el rayo | |
Que sobre vuestra frente está suspenso. | |
Ceded. | |
VIOLANTE. | ¡Esclavo vil! Cese tu lengua; |
Anda, guarda esos pérfidos consejos | |
Para tus semejantes infelices. | |
Cumple con tu execrable ministerio, | |
Y del dolor de verte y de escucharte | |
Libértame al instante. | |
ALÍ. | Yo no debo |
Detenerme ya más; su desventura | |
Caiga sobre ella. Adiós, señora. (Vase.) | |
Escena III. | |
VIOLANTE, EDUARDO. | |
VIOLANTE. | ¡Oh centro |
De silencio y de horror! ¡Prisión acerba! | |
¡Fúnebre tumba! Al cabo en vuestro seno | |
Queda ya soterrada esta infelice, | |
Arrancada a la luz y al universo. | |
Aquí olvidada, abandonada y sola | |
Deberé perecer... | |
(Se deja caer sobre las gradas de la puerta.) | |
¿Por qué naciendo, | |
Piadosamente fieras no me ahogaban | |
Las manos que en la cuna me pusieron? | |
No así de mal en mal, de pena en pena | |
Precipitarme viera adonde muero | |
La más desventurada de los míos; | |
Adonde sin testigo, sin consuelo... | |
EDUARDO. | Esto siquiera mientras yo respire |
No os faltará, señora, en tanto extremo. | |
VIOLANTE. | ¿Qué oigo? ¡Ay de mí! ¿Quién sois? En este sitio... |
EDUARDO. | Otro infeliz cual vos, blanco funesto |
De la más espantosa alevosía | |
Que debajo del sol los siglos vieron. | |
Del cielo y de la tierra abandonado, | |
Y sepultado aquí por tanto tiempo, | |
Al fin de soledad tan congojosa | |
El primer ser humano en vos contemplo. | |
No sé si acaso a acrecentar mis males; | |
Pero entre tanto con placer me entrego | |
A aliviar vuestra amarga desventura, | |
Si a tanto alcanzan la piedad y el ruego. | |
En vuestra edad florece la inocencia, | |
Y amor inspira vuestro rostro bello | |
¿Quién puede ser tan duro que os persiga? | |
VIOLANTE. | ¡A la maldita beldad, don que los cielos |
Para mi perdición me dispensaron! | |
Señor, es mi destino tan adverso, | |
Que un momento seguro de fortuna | |
En mi carrera señalar no puedo. | |
Crecí sin conocer mis dulces padres; | |
Cuando sé quiénes son vengo a perderlos | |
Mi madre indignamente asesinada | |
En otro tiempo fue, mi padre preso | |
Devora su desgracia, y yo inocente | |
Víctima gimo del furor violento | |
De un tirano que el cielo por castigo | |
Lanzó a este clima: Enrique de Viseo... | |
EDUARDO. | ¡Enrique! ¿Y vive aún? ¿Y no se cansa |
De verle el sol, de sustentarle el suelo? | |
¡Ah! Si vuestro infortunio es obra suya, | |
Pereced, desdichada; Do hay remedio. | |
La estrella que a ese bárbaro os entrega | |
Se goza en afligiros y en perderos. | |
¡Enrique! ¡Ah monstruo! | |
VIOLANTE. | ¡Por piedad! Las ansías |
Calmad de mis sentidos; ya en mi pecho | |
El corazón se agita palpitando, | |
Entre la duda y la esperanza incierto | |
Decid, decid quién sois. | |
EDUARDO. | Soy Eduardo, |
Hermano de ese vil. | |
VIOLANTE. | ¡Mi padre! ¡Oh cielos! |
EDUARDO. | ¿Qué dices? |
VIOLANTE. | No dudéis: los ojos míos |
La dulce prueba de que el ser os debo | |
Os dan en estas lágrimas que os bañan. | |
Y que de gozo y de ternura vierto. | |
La mano a un tiempo cruda y piadosa | |
Que nos salvó de los puñales fieros | |
Nos reservó a este encuentro inesperado | |
Para acaso otra vez en él perdernos. | |
Reconocedme: ved en ni la sangre | |
De vuestra sangre, ved cómo los cielos, | |
De la desventurada esposa vuestra | |
En mí la viva semejanza han hecho. | |
EDUARDO. | Sí, ciertamente es ella. ¡Oh semejanza! |
Ni la inefable agitación que siento, | |
Ni el placer que me inunda en su dulzura, | |
Ni las caras facciones que en ti veo | |
Me permiten dudar; ven, hija mía | |
Ven, y reposa en el paterno seno. | |
VIOLANTE. | ¡Oh inefable placer! |
EDUARDO. | Dios de clemencia, |
Tú, que me diste un corazón de acero, | |
Bastante a resistir las tristes plagas | |
Que sobre mí tan sin piedad cayeron, | |
Dame también un corazón que pueda | |
Sufrir la inmensidad de este contento. | |
¡Hija mía! | |
VIOLANTE. | ¡En qué estado miserable, |
En qué penosa situación te encuentro, | |
Señor! Aquí sumido, respirando | |
De este ambiente el mortífero veneno, | |
¿Cómo en tal soledad y desamparo | |
Pudisteis resistir? | |
EDUARDO. | El que en su pecho |
De la inocencia el sentimiento abriga | |
No se rinde, hija mía, al desaliento. | |
Vino el azote a sepultarme en vida | |
Y una nueva virtud sentí aquí dentro, | |
Una fuerza que, igual a mis destinos, | |
Bastaba sola a contrastar con ellos. | |
Crecía el mal, y mi valor crecía | |
A par que su violencia. ¡Ah! Si los cielos | |
Quisieron esta lucha formidable, | |
Los cielos de Eduardo están contentos. | |
VIOLANTE. | De admiración, señor, y de ternura |
Me hacéis estremecer. | |
EDUARDO. | Tal vez en sueños |
La bella imagen de tu madre amada | |
Y la tuya también con dulce afecto | |
Consolaban mi afán. ¡Oh Dios piadoso! | |
¡Y tras tanta ilusión, tras tanto tiempo, | |
Mi adorada Violante al fin me envías! | |
Abrázame otra vez: este consuelo | |
No nos le robarán. | |
VIOLANTE. | ¡Oh padre mío! |
(Óyese ruido como de gente que baja al subterráneo...) | |
¿Qué siento? ¡Qué rumor!.. El riesgo inmenso | |
En que estáis se acrecienta; a devorarnos | |
Se precipita el tigre | |
EDUARDO. | No tu esfuerzo |
Desmaye así, hija mía: nuestra suerte | |
Está en manos de Dios en estos senos, | |
Que tan oscuros son como ignorados, | |
Algún arbitrio a nuestro bien busquemos | |
Y si el hado le niega... | |
VIOLANTE. | Sí, muramos; |
Pero juntos ¡oh padre! moriremos. | |
(Abraza a EDUARDO, y sosteniéndole, salen de la escena.) | |
Escena IV. | |
ENRIQUE, ASÁN Y GUARDIAS. | |
ENRIQUE. | Ya penetré: las puertas de este albergue |
Con voces de terror me rechazaban, | |
Y al entrar en su lóbrego recinto, | |
Mi ansioso corazón tiembla y se espanta. | |
Pero es más fuerte mi rencor: sigamos. | |
Asán, él no está aquí. ¿Si nos engaña | |
También Ataide ahora? Su vil pecho | |
Enflaqueció a la vista, a la amenaza | |
Del suplicio, y sus labios declararon | |
Que aquí preso Eduardo respiraba: | |
Mas yo no le descubro | |
ASÁN. | Pues no hay duda; |
Los hierros aquí ved que le amarraban, | |
Ved su lecho de pajas. | |
ENRIQUE. | ¡Ah! Y en ellas |
Sobre él el sueño tenderá sus alas | |
Con más dulzura que los miembros míos | |
Le hallaron nunca entre las plumas blandas. | |
Pero ¿en qué os detenéis? Sin perder tiempo | |
Entrad por esas bóvedas; que salgan | |
Los fugitivos a mi vista al punto; | |
¿Me entendéis? Mi poder, mi vida y fama, | |
Todo peligra, todo, si Eduardo | |
De mi justo furor ahora se salva. | |
ESCENA V. | |
ENRIQUE. | Quiero andar y no puedo. ¡Ah! ¿Quién tan débil |
Hace mi corazón? ¿Quién de mis plantas | |
La fuerza apoca? Es el fatal delito | |
Sin duda el que me sigue y acobarda. | |
¿No tuve aliento un tiempo? ¿Por qué ahora | |
Para acabarle de cumplir me falta? | |
Estas piedras, heridas tantas veces | |
Con sus gemidos, que aún por ellas vagan, | |
A mi atronado y espantado oído | |
Con acentos de horror parece que hablan. | |
¡Oh vil abatimiento! ¡Oh cómo tiemblo! | |
De mi ultrajado hermano las miradas | |
¡Cuál caerán sobre mí! ¡Cómo su pecho | |
Al ver a su opresor va a arder en saña! | |
Y yo, trémulo ante él, con voz incierta | |
La sentencia fatal que le amenaza | |
Pronunciaré sin que Eduardo tiemble! | |
Él será el juez, yo el reo, y la alta palma | |
De triunfar sobre mí siempre los cielos | |
En vida y muerte le darán. ¡Oh rabia! | |
Escena VI. | |
ASÁN. - ENRIQUE. | |
ASÁN. | Señor, en esas bóvedas oscuras |
Perdidos, y perdida la esperanza | |
De poderlos hallar, ya hacia este sitio | |
Pensábamos volver, cuando bien claras | |
Unas palabras de repente oímos, | |
Con llanto interrumpidas y plegarias: | |
«Huye, hija mía, huye, yo lo ruego, | |
Yo te lo mando: tu ligera planta | |
Podrá escapar tal vez al gran peligro | |
Que en su ciego furor a ambos amaga. | |
Yo no puedo seguirte, y si tardamos | |
Moriremos los dos.» Ella lloraba; | |
Mas ella huyó y obedeció el mandato. | |
Corrimos: Eduardo se adelanta | |
A recibirnos, y con frente altiva | |
Donde la majestad se ve pintada, | |
«Aquí tenéis a quien buscáis, nos dijo | |
Llevadme al punto adonde Enrique manda.» | |
Los guardias le cercaron y le traen | |
Yo os lo vengo a anunciar. | |
ENRIQUE. | Por piedad, anda, |
Vuela, si es tiempo aún, y antes que venga | |
A confundirme su presencia infausta.... | |
Escena VII. | |
EDUARDO, en medio de los GUARDIAS. - DICHOS. | |
EDUARDO. | ¡Oh justo Dios! Conduélete de un padre, |
Tiende de tu poder las grandes alas | |
Sobre aquella infeliz. | |
ENRIQUE. | Ya está presente. |
¡Ah! ¡Que la tierra ante mis pies no se abra! | |
EDUARDO. | Héme, Enrique, a tu vista conducido |
Como un vil criminal: los ojos alza, | |
Y contemplando los inmensos males | |
Que amontonaste sobre mí, tu alma | |
Digna de su intención goce un deleite, | |
Pues tales son, que a tu crueldad se igualan. | |
¿Qué más quieres? La víctima que hundida | |
Para siempre en la tumba imaginabas, | |
Resucita a segundo sacrificio | |
Y a doblarte el placer de degollarla. | |
¡Privilegio infernal dado a ti solo!... | |
Gózale pues: la atrocidad pasada | |
Renueva, y en la sangre de tu hermano | |
Baña otra vez tu mano ensangrentada. | |
Termina, en fin, mi deplorable suerte. | |
¿Qué esperas? | |
ENRIQUE. | Temerario, ¿así mi saña |
Osarás despreciar? | |
EDUARDO. | Yo la provoco. |
La muerte misma, con que atroz me amagas | |
De ti me va a librar; ella me lleva | |
Ante el trono de Dios, que ya me aguarda, | |
A darme el galardón dulce y eterno | |
De tanto afán y de opresión tan larga. | |
Tú en tanto el vaso a su venganza apura; | |
Su sentencia en tu frente está pintada, | |
El terror en tus ojos, y el infierno | |
Ya arde en tu pecho. | |
ENRIQUE. | Tu insolente audacia |
Ocupa en insultarme los momentos | |
En que fuera mejor que te humillaras. | |
Quizá Enrique triunfante y poderoso | |
Viniera en conceder a tus plegarias | |
Un perdón que rechazan tus injurias. | |
EDUARDO. | ¿Perdón tú a mí, vil parricida? ¿A tanta |
Ignominia Eduardo descendiera, | |
Que vida a costa de su honor comprara? | |
Mi honor siempre fue puro, y a la tumba | |
También conmigo bajará sin mancha. | |
Tú vive; del cruel remordimiento | |
Las sierpes roedoras te deshagan, | |
Entre tanto que el rayo en estallidos | |
El cielo, en fin, a castigarte lanza. | |
Acaba: yo ni espero ni te imploro. | |
ENRIQUE. | Dices bien: no te resta otra esperanza |
Ya que la de morir: eterno objeto | |
Para mí de rencor, de envidia y rabia, | |
¿Qué otro don que la muerte y exterminio | |
De mi terrible corazón buscaras? | |
Muere, Eduardo; a mi pesar aún vives. | |
El vil traidor que te ocultó a mi saña | |
No te librará ya; sólo el sepulcro | |
Alzar podrá la insuperable valla | |
Que entre nuestras discordias haber debe. | |
Muere pues, yo lo mando. | |
EDUARDO. | Así en ti haya |
Igual valor a contemplar mi muerte, | |
Como yo tengo en recibirla. | |
ENRIQUE. | Basta. |
Soldados, arrastradle, y que al instante | |
En medio de esas fúnebres moradas | |
Lejos de mí fenezca: yo no quiero | |
Verle espirar. | |
Escena VIII. | |
VIOLANTE. - DICHOS. | |
VIOLANTE. | Ministros de venganza, |
Deteneos: sabed que él es mi padre, | |
Ved que es vuestro señor. | |
EDUARDO. | ¡Oh desdichada! |
¿Así te obstinas en morir conmigo? | |
VIOLANTE. | ¿Tú, Enrique, aún quieres más? Mira a tus plantas |
La hija de Eduardo y de Teodora. | |
¿No bastan, dime, a tu rencor, no bastan | |
Tantos años de angustia, esta miseria, | |
Sin que un segundo parricidio vayas | |
A cometer? Tu estado no peligra: | |
Si la riqueza y el poder te agradan, | |
Manda en Viseo, y que Eduardo oscuro | |
Vi ya conmigo en un rincón de España. | |
¿No me escuchas, cruel? ¡Ah! Si aún tu enojo | |
En sed de sangre y de dolor se abrasa, | |
Aquí tienes mi cuello, aquí mi vida, | |
Y tu ardiente inclemencia en ella sacia. | |
ENRIQUE. | (A los guardias.) Aguardad. (Ap. ¡Que no puedan mis furores |
Resistir la impresión de sus palabras!) | |
Oye, Eduardo: el único camino | |
De ser nuestras discordias acabadas | |
En tu arbitrio está ya. | |
EDUARDO. | ¿Cuál es? |
ENRIQUE. | Que al punto |
Violante me consagre ante las aras | |
La ternura y la fe que indignamente | |
El venturoso Oren tiene usurpadas. | |
Vive, mas a este precio. | |
VIOLANTE. | ¿Qué contento, |
Bárbaro, dime, en violentar un alma | |
Has de hallar? Una víctima infelice | |
¿Qué amores puede darte, o qué esperanzas? | |
Eterno albergue de dolor sería | |
Su triste pecho, y sin cesar clamara | |
Por tu muerte... | |
ENRIQUE. | Si vive, es a este precio. |
EDUARDO. | ¡Qué frenesí tan ciego te arrebata! |
¡Violante tuya! ¡Su inocente mano | |
Enlazada a esa mano sanguinaria! | |
¿Y lo esperas, tirano? Y yo pudiera | |
A mis tormentos añadir la infamia, | |
Y el incesto al horror? ¡Oh tú, hija mía! | |
VIOLANTE. | ¡Señor! |
EDUARDO. | Ven, y en mis brazos estrechada, |
Jura un odio sin fin a ese tirano. | |
VIOLANTE. | Yo, señor, se lo juro, aunque se caigan |
Los cielos con furor sobre nosotros. | |
ENRIQUE. | Soldados, de sus brazos arrancadla. |
VIOLANTE. | ¡Oh! no podrán. |
Escena IX. | |
ALÍ. - DICHOS. | |
ALÍ. | Señor, poneos en salvo: |
Ya con su gente Oren tiene forzadas | |
Las murallas y puertas del castillo. | |
Ataide, que está libre, en voces altas | |
Clamando que Eduardo aquí respira, | |
Ganó por fin a sus feroces guardias. | |
Ellos el nombre de Eduardo oyendo, | |
Sin defenderla, la anchurosa entrada | |
A Oren abrieron, y a su gente unidos, | |
Todos hacia estas bóvedas se lanzan. | |
VIOLANTE. | ¡Oh cielos! socorrednos. |
ENRIQUE. | ¿Si el eterno |
Mandará ya pesar en su balanza | |
La irrevocable suerte que me espera? | |
Si estará mi sentencia pronunciada?... | |
¡Oh! amigos, sedme fieles, y la nube | |
Podremos conjurar que nos amaga. | |
Cercad esas dos víctimas; su vida, | |
Más que su perdición, ahora nos valga. | |
Tú, Asán, pronto a mi voz, clava en su seno | |
Sin detenerte la homicida espada. | |
Todos así pereceremos. (A Eduardo.) | |
Escena X. | |
OREN, ATAIDE, SOLDADOS - DICHOS. | |
OREN. | ¿Dónde |
Ni quién podrá esconderte a la venganza | |
Que mi encendida cólera fulmina | |
Ya sobre ti, vil asesino? | |
ENRIQUE. | Calla, |
Detente, mira; si a mover te atreves | |
Un paso más la temeraria planta, | |
Mueren los dos. | |
ATAIDE. | Señor, ya la violencia |
Es aquí por demás, pues que su rabia | |
Ha encontrado el camino a defenderse | |
Con el riesgo de vidas tan sagradas. | |
Deteneos... Y vos, a quien mis ojos (A EDUARDO.) | |
No osan volver sus tímidas miradas, | |
Vos, que años tantos de prisión tan dura | |
Debéis, señor, a mi inclemencia ingrata, | |
Dignaos de que en un trance tan terrible | |
Yo a vuestra salvación la senda os abra | |
Una sola palabra en vuestro nombre | |
Permitidme que dé, y está embotada | |
La cuchilla cruel con que ese monstruo | |
Vuestra preciosa vida ahora amenaza. | |
¿Puedo darla, señor? | |
EDUARDO. | Yo la permito, |
Pero digna de mí, libre de infamia. | |
ATAIDE. | Sí lo será: yo en nombre de Eduardo |
Prometo a Asán su libertad, su patria, | |
Si las preciosas vidas que ahora ofende, | |
Con generoso aliento las ampara. | |
Elija Asán entre quedar tendido | |
En esta triste y desigual batalla | |
Con el verdugo bárbaro a quien sirve, | |
O ir a buscar en su nativa playa | |
La dulce esposa, los amados hijos, | |
Y en sus abrazos recrear su alma. | |
¿Lo escuchaste, africano? | |
ASÁN. | Ya he elegido. |
¡Salir de esclavitud, ver a mi patria, | |
Mis amores gozar! -Tú eres un blanco, | |
(A EDUARDO.) | |
¿Puede un negro fiar en tu palabra? | |
EDUARDO. | A nadie faltó nunca. |
ENRIQUE. | Asán, no escuches |
Su cobarde promesa: esas ventajas | |
Y aún más te ofrezco yo. | |
ASÁN. | Tú siempre has sido |
Un infame, un traidor; ¿qué confianza | |
Puede en ti haber? Ninguna. Sed pues libres. | |
(Diciendo esto coge a EDUARDO y VIOLANTE, y les entrega a OREN.) | |
ENRIQUE | ¡Pese a mi horrible suerte! |
ASÁN. | Ya acabadas |
Están tu usurpación y tiranía: | |
Húndete en el infierno, que te aguarda, | |
Y deja libre respirar la tierra. | |
OREN. |
(Cogiendo una espada de manos de un soldado, y presentándola a ENRIQUE.) |
Y yo ¿a qué espero ya? Toma esa espada; | |
Defiéndete. | |
EDUARDO. | Aguardad: ingrato Enrique, |
Cuando más fiera tu execrable saña | |
Irritaba tu brazo, y tu cuchillo | |
Sobre Violante y sobre mí brillaba, | |
No quise recordarte mis favores | |
Ni abatirme al dolor y a las plegarias; | |
Mas ya en aqueste instante en que te veo | |
Agonizando entre tu misma rabia, | |
Y que con ciega confusión revuelves | |
La muerte la prisión las tristes ansias, | |
El insufrible afán que en mí cargaste, | |
Yo no puedo olvidar que en las entrañas | |
Donde recibí el ser, el ser tuviste; | |
Yo no puedo olvidar que en nuestra infancia | |
Tierno amigo me fuiste, y que conmigo | |
Por los senderos del honor entrabas. | |
Escucha: tras tus crímenes no hay medio | |
De darte la amistad, la confianza | |
De un hermano; mas vive: el pecho mío | |
Se niega estremecido a tal venganza. | |
OREN. | ¡Cómo! ¿Y ofensas tantas sin castigo |
Quedarán? | |
VIOLANTE. | Sí, que viva, y que su alma, |
Si es capaz de virtudes, en vosotros | |
A adorarlas aprenda. | |
ENRIQUE. | Esto faltaba, |
Este oprobio cruel que me confunde | |
Y mi encendido pecho despedaza. | |
¿Yo deberte la vida? No, Eduardo, | |
No me la des... Si acaso la aceptara, | |
Llegara tiempo en que beber tu sangre | |
A saciar mi furor aún no bastara. | |
¿No te lo dije ya? La tumba sola | |
Puede a nuestras discordias ser muralla. | |
¡Vida de ti!... ni aún muerte. | |
(Arranca de repente el puñal que tiene Alí, se hiere, y cae en sus brazos.) | |
VIOLANTE. | ¡Desdichado! |
Su rencorosa condición le acaba. | |
ENRIQUE. | (Con voz desfallecida.) Alí, tú solo aquí no me has vendido; |
Tal vez mi suerte compasión te causa: | |
Sácame tú de aquí, llévame adonde | |
Sin que le pueda ver rinda yo el alma. | |
(Muere.) |