Pelayo
Manuel José Quintana
PERSONAJES | ACTORES | ||
PELAYO | SR. ISIDORO MAÍQUEZ. | ||
HORMESINDA: su hermana. | SRA. ANTONIA PRADO. | ||
VEREMUNDO: deudo de los dos. | SR. RAFAEL PÉREZ. | ||
LEANDRO: hijo de Veremundo. | SR. RAFAEL VALLES. | ||
ALFONSO: duque de Cantabria. | SR. VICENTE GARCÍA. | ||
ALVIDA: confidenta de Hormesinda. | SRA. FRANCISCA BRIONES. | ||
MUNUZA: gobernador moro de Gijón. | SR. JOSEF INFANTES. | ||
AUDALLA | SR. FRANCISCO RONDA. | ||
ISMAEL | SR. EUGENIO PÉREZ. | ||
Nobles asturianos. | |||
Guerreros moros. |
La escena es en Gijón.
Acto primero
La escena representará un salón de la casa de VEREMUNDO, adornado de varios trofeos de armas.
Escena I | ||
VEREMUNDO y ALFONSO. | ||
ALFONSO | Sí, respetable Veremundo; hoy mismo | |
de las murallas de Gijón me ausento, | ||
donde tanta flaqueza y tanto oprobio | ||
mis indignados ojos están viendo. | ||
El moro triunfa, los cristianos doblan | 5 | |
a la dura cadena el dócil cuello, | ||
sin que uno solo a murmurar se atreva | ||
de opresión tan odiosa. No: aunque en medio | ||
de esta vil muchedumbre apareciese | ||
del gran Pelayo el animoso aliento; | 10 | |
en vano a libertad los llamaría, | ||
ya nadie le entendiera. | ||
VEREMUNDO | Él en el seno | |
de la etérea mansión goza sin duda | ||
la palma que a los mártires da el Cielo | ||
en premio a su virtud. Fiero, incansable, | 15 | |
los llanos de la Bética le vieron | ||
casi arrancar él solo la victoria, | ||
que vendió la perfidia al agareno. | ||
Él atajó el raudal a la fortuna | ||
del soberbio Tarif, cuando en Toledo | 20 | |
del victorioso ejército sostuvo | ||
la terrible pujanza un año entero. | ||
De igual valor fue Mérida testigo; | ||
hasta que puesta su cabeza a precio | ||
por el infame Muza; y escondido | 25 | |
desde entonces su nombre en el silencio, | ||
ni de él ni de Leandro el hijo mío | ||
la fama volvió a hablar. | ||
ALFONSO | ¡Dichosos ellos, | |
que así acabaron de sufrir! Sus ojos | ||
ya sepultados en eterno sueño | 30 | |
no verán el escándalo, la afrenta | ||
de su sangre, el sacrílego himeneo | ||
que hoy se va a celebrar. ¡Oh, Veremundo! | ||
Perdona esta vehemencia a mi despecho; | ||
ser Hormesinda esposa de Munuza, | 35 | |
triste es oírlo, y afrentoso el verlo. | ||
VEREMUNDO | Mal pudieran las débiles mujeres | |
resistir al halago lisonjero | ||
del moro vencedor, cuando sus armas | ||
domaron ya los varoniles pechos. | 40 | |
Mira a la hermosa viuda de Rodrigo | ||
ganar desde su triste cautiverio | ||
el corazón del joven Abdalasis, | ||
y ser su esposa, y ocupar su lecho. | ||
Mira a Eudon de Aquitania dar su hija | 45 | |
a un árabe también; y hacerla precio | ||
de una paz... | ||
ALFONSO | ¿Y la hermana de Pelayo | |
debió seguir tan execrable ejemplo? | ||
¿Excederle debió? | ||
VEREMUNDO | Yo deudo suyo, | |
que la eduqué, la amé cual padre tierno, | 50 | |
disculpo su flaqueza, aunque la lloro. | ||
ALFONSO | ¿Cabe disculpa en semejante yerro? | |
VEREMUNDO | Sí, Alfonso, cabe: ¿por ventura ignoras | |
el bárbaro y terrible juramento | ||
que hizo Munuza? ¿Ignoras que asolada | 55 | |
Gijón hubiera sido en escarmiento | ||
de su noble defensa, si Hormesinda | ||
no la hubiera salvado con sus ruegos? | ||
Si nuestra servidumbre es más suave, | ||
si aún ves de pie nuestros sagrados templos; | 60 | |
los cristianos, Alfonso, a su hermosura, | ||
a ese amor que te indigna lo debemos. | ||
ALFONSO | ¡Abominable amor!, ¡unión impía!, | |
que Dios va a castigar; y ya estoy viendo | ||
a esa desventurada, a quien seducen | 65 | |
los engaños del moro, ser muy presto | ||
objeto miserable de sus iras. | ||
¿Ignoras tú su condición? Violento, | ||
implacable y feroz, si es generoso | ||
en la prosperidad, lo es por desprecio, | 70 | |
por arrogancia. Las inquieras ondas | ||
que baten las murallas de este pueblo, | ||
no son más de temer en su inconstancia | ||
que su alma impetuosa. | ||
VEREMUNDO | Hasta este tiempo, | |
Gijón sólo conoce su clemencia. | 75 | |
ALFONSO | Ella se acabará, que no está lejos, | |
¡y plegue al Cielo que me engañe!, el día | ||
en que soltado a su insolencia el freno, | ||
del tirano engañoso que ahora alabas | ||
la rabia al fin confesarás gimiendo. | 80 | |
Yo tiemblo su frenética arrogancia; | ||
y esta llegada repentina tiemblo | ||
del fiero Audalla, Audalla conocido | ||
por su celo fanático y sangriento. | ||
Adiós; a darme asilo las montañas | 85 | |
bastarán de Cantabria, cuyos senos | ||
ofrecen a la sed del africano, | ||
en vez de oro y placer, virtud y hierro. | ||
Ellas me esconderán... Mas Hormesinda... | ||
Escena II | ||
HORMESINDA (aparece en el fondo del teatro en ademán abatido y temeroso, y se detiene allí) y DICHOS. | ||
HORMESINDA | ¿Qué le diré, infeliz? A andar no acierto, | 90 |
y mis rodillas trémulas se niegan | ||
a sostenerme. | ||
VEREMUNDO | Acércate. | |
HORMESINDA | No puedo | |
señor; que el corazón a vuestros ojos | ||
siente aumentar su tímido recelo. | ||
VEREMUNDO | ¿Dudas ya de mi amor, bella Hormesinda? | 95 |
HORMESINDA | ¡Dudar yo! No señor, en ningún tiempo. (Adelantándose hacia él.) | |
A vos mi infancia encomendó mi hermano | ||
cuando acudiendo de la patria al riesgo, | ||
voló precipitado al mediodía | ||
a probar en los árabes su acero. | 100 | |
Huérfana y sola, planta abandonada | ||
en temporal tan recio y tan deshecho, | ||
sola la protección de vuestro asilo | ||
pudo abrigarme del rigor del viento. | ||
En vos hallé mi padre, en vos mi hermano: | 105 | |
¡que no pueda mi amor satisfaceros | ||
tanta solicitud, tantos afanes! | ||
Pero impotente el corazón a hacerlo, | ||
su inmensa deuda agradecido aclama, | ||
y para el pago la remite al Cielo. | 110 | |
Él, dignamente os recompense: en tanto..., | ||
perdonad el rubor, el triste miedo | ||
que me acobarda..., en tanto vuestros brazos | ||
dad a una desdichada, que al momento | ||
va a dejar este asilo de inocencia | 115 | |
donde sus años débiles crecieron; | ||
y sobre ella implorad una ventura | ||
que su dudoso y angustiado pecho | ||
no se atreve a esperar. | ||
VEREMUNDO | ¡Ah! Si bastasen | |
mis ruegos a alcanzarla, ni otro premio, | 120 | |
ni otra fortuna al Cielo pediría | ||
este infeliz y lastimado viejo. | ||
¡Pero, hija mía!... (Asiéndola afectuosamente de la mano.) | ||
HORMESINDA | ¡Ay!, no: que las palabras | |
salgan de vuestra boca en son tremendo: | ||
llamadme ingrata, pérfida; llamadme | 125 | |
infiel a la virtud, sorda al consejo, | ||
¿qué me podréis decir que yo a mí misma | ||
con dureza mayor no esté diciendo? | ||
Sabed, que aqueste cáliz de dulzura | ||
tras el que anhela el corazón sediento, | 130 | |
a fuerza de amarguras y martirios, | ||
está ya en mi interior vuelto en veneno. | ||
Sabed... | ||
ALFONSO | Si eso es así ¿por qué un instante | |
no levantáis, señora, el pensamiento | ||
a ser quien sois? La religión sagrada, | 135 | |
la sangre que os anima el gran sendero | ||
de la virtud os mostrarán seguras, | ||
y para andarle os prestarán esfuerzo. | ||
Mostraos hermana de Pelayo: y antes | ||
de ver que sois escándalo a los vuestros, | 140 | |
ludibrio de los bárbaros infieles, | ||
esposa de un tirano... | ||
HORMESINDA | Deteneos; | |
que si temí las quejas del cariño, | ||
a la voz del insulto me rebelo. | ||
¿Por qué, si soy escándalo a los míos, | 145 | |
si tan injustos me condenan ellos; | ||
por qué a la seducción, a los halagos | ||
del moro vencedor no me escondieron? | ||
Cuando el furor y la venganza ardían, | ||
cuando ya el hambre y el violento fuego | 150 | |
prestos a devorarnos amagaban; | ||
era justo, era honroso en aquel tiempo | ||
que yo a los pies del árabe irritado, | ||
fuese a ablandar su corazón de acero. | ||
Y voy, y mis plegarias el camino | 155 | |
hallan de la piedad, y alza contento | ||
este pueblo su frente, y sacudida | ||
de él la muerte espantosa huye rugiendo. | ||
Todos, señor, entonces me aclamaban; | ||
todos: y en tanto que al enorme peso | 160 | |
de sus cadenas agobiada España | ||
mira asolados sin piedad sus templos, | ||
hollados con furor sus moradores, | ||
violadas sus mujeres, en el seno | ||
de la paz más feliz Gijón descansa. | 165 | |
¡Tirano le llamáis s y él en sosiego | ||
nos deja respirar, cuando podría | ||
con sola una mirada estremecernos! | ||
¡Es un tirano, y amoroso aspira | ||
a llamarse mi esposo!... ¡Ah!, no lo niego, | 170 | |
inexorables godos, a su halago, | ||
a su tierna afición, a su respeto | ||
mi corazón rendí; vuestra es la culpa, | ||
y el fruto ¡hombres ingratos!, también vuestro. | ||
Escena III | ||
ALVIDA y DICHOS. | ||
ALVIDA | (A HORMESINDA) Llegó el momento: el séquito está pronto | 175 |
que debe acompañarte al himeneo: | ||
Munuza espera a su adorada amante, | ||
anunciando su gozo y sus deseos | ||
con su esplendor hermoso las antorchas, | ||
la música festiva en sus acentos. | 180 | |
HORMESINDA | Esto es hecho, ¡gran Dios! | |
ALFONSO | Seguid, señora, | |
por donde os lleva tan culpable fuego, | ||
¿qué tenéis que temer? Las luminarias | ||
que han de solemnizar vuestro contento, | ||
solemnicen también y hagan patentes | 185 | |
de vuestro hermano y patria el fin funesto. | ||
Mi lengua, Veremundo, poco usada | ||
de la lisonja a los infames ecos, | ||
deja este parabién a los amantes. Vase. | ||
HORMESINDA | ¡Qué horrible parabién!... Mas ya no hay medio | 190 |
de volver el pie atrás: que mi destino | ||
más fiero y más cruel cada momento | ||
tras sí me arrastra; y sin poder valerme | ||
a su imperiosa voluntad me entrego. | ||
Adiós, señor: ¡adiós! (le besa afectuosamente la mano, y se retira con precipitación: ALVIDA la sigue) | ||
Escena IV | ||
VEREMUNDO | ¡Mísero anciano! | 195 |
Ya ¿qué te resta? El lúgubre silencio, | ||
la amarga soledad que te rodean, | ||
fieles te anuncian tu postrer momento... | ||
¡Y cuán acerbo!... ¡Oh suerte!, ¿a qué guardarme | ||
para tal desamparo? | ||
Escena V | ||
PELAYO, LEANDRO (entran por donde salió ALFONSO. LEANDRO se presenta y empieza a habla antes de verse PELAYO) y DICHO. | ||
LEANDRO | Amigo, entremos: | 200 |
nadie nos sigue; la fortuna misma | ||
nos ha guiado hasta el solar paterno. | ||
VEREMUNDO | ¿Qué voz es la que escucho? ¿Mis sentidos | |
me engañan? Mas no hay duda: ellos son, ellos. (Corriendo a abrazarlos.) | ||
¡Oh Providencia eterna!, yo te adoro. | 205 | |
¡Hijo! | ||
LEANDRO | ¡Padre! | |
PELAYO | ¡Señor! | |
¿Es cierto?; | ||
¿es cierto que vivís? ¡Ah!, ¡que aún se niega | ||
a tal ventura incrédulo mi afecto, | ||
y abrazándoos estoy! ¿Cómo os salvasteis, | ||
decid, cómo vencisteis tantos riesgos, | 210 | |
que la desgracia y el rencor del moro | ||
amontonaron ya para perderos? | ||
El silencio, el olvido en que os hundisteis | ||
eran señal de vuestro fin sangriento | ||
para toda la España que afligida | 215 | |
cifró en vosotros su postrer consuelo. | ||
PELAYO | ¡Ah!, si bastantes a salvarla fuesen | |
la constancia, el ardor, el noble celo; | ||
firme aún se viera, Veremundo, y dando | ||
envidia con su gloria al universo. | 220 | |
Nuestras fatigas, el valor ilustre | ||
de los que el nombre godo sostuvieron | ||
pudiera ya colmar el precipicio | ||
en donde derrocada está gimiendo. | ||
Mas vano ha sido nuestro afán, y en vano | 225 | |
por el nombre de Dios lidiado habemos, | ||
Él retiró su omnipotente escudo, | ||
y coronar no quiso nuestro aliento. | ||
Vednos pues en los términos de España | ||
prófugos, solos, deplorable resto | 230 | |
de los pocos valientes que mostraron | ||
a toda prueba el generoso pecho. | ||
La guerra en su furor devoró a todos. | ||
Yo los vi perecer... ¡Oh compañeros!, | ||
que en el seno de Dios ya descansando | 235 | |
de vuestro alto valor gozáis el premio; | ||
mis votos recibid y mi esperanza; | ||
vengue yo vuestra muerte, y muera luego. | ||
VEREMUNDO | ¡Admirable constancia! Mas, Pelayo, | |
¿de qué nos sirve contrastar al Cielo? | 240 | |
Cuando a nuestros intentos la fortuna | ||
les niega su laurel en el suceso; | ||
ceder es fuerza, inútil es el brío, | ||
pernicioso el tesón. Si estando entero | ||
contra el fiero rigor de esta avenida | 245 | |
no pudo sostenerse nuestro imperio; | ||
¿te sostendrás tú solo? ¿A quién consagras | ||
tan heroico valor, tanto denuedo? | ||
No hay ya España, no hay patria. | ||
PELAYO | ¡No hay ya patria! | |
¡Y vos me lo decís!... Sin duda el hielo | 250 | |
de la vejez que tímida os agobia | ||
inspira esos humildes sentimientos, | ||
y os hace hablar cual hablan los cobardes. | ||
¡No hay patria! Para aquellos que el sosiego | ||
compran con servidumbre y con oprobios; | 255 | |
para los que en su infame abatimiento | ||
más vilmente a los árabes la venden, | ||
que los que en Guadalere se rindieron. | ||
¡No hay patria, Veremundo! ¿No la lleva | ||
todo buen español dentro en su pecho? | 260 | |
Ella en el mío sin cesar respira: | ||
la augusta religión de mis abuelos, | ||
sus costumbres, su hablar, sus santas leyes | ||
tienen aquí un altar que en ningún tiempo | ||
profanado será. | ||
VEREMUNDO | Tu celo ardiente | 265 |
te fascina, Pelayo: ¿en quién tu esfuerzo | ||
puede ya confiar? Quien pierde a España | ||
no es el valor del moro, es el exceso | ||
de la degradación: los fuertes yacen, | ||
un profundo temor hiela a los buenos, | 270 | |
los traidores, los débiles se venden, | ||
y alzan sólo su frente los perversos. | ||
PELAYO | ¿Y porque estén envilecidos todos, | |
viles todos serán? Yo no lo creo: | ||
mil hay, sí, Veremundo, mil que esperan | 275 | |
a que dé alguno el generoso ejemplo, | ||
y el estandarte patrio levantado | ||
despierte a todos de tan torpe sueño. | ||
Yo vengo a levantarle: aquestos montes | ||
serán mis baluartes, a su centro | 280 | |
volarán los valientes, y el estado | ||
quizá recobre su vigor primero. | ||
Entremos pues: que mi Hormesinda abrace | ||
a su hermano, señor; y que tendiendo | ||
la noche el manto lóbrego, a seguirme | 285 | |
se prepare. | ||
VEREMUNDO | ¡Buen Dios! Llegó el momento | |
Desgraciado y terrible. | ||
PELAYO | ¡Desgraciado! | |
¡El instante feliz que ansió mi anhelo | ||
de abrazar a mi hermana! | ||
VEREMUNDO | ¡Ay triste! Calla, | |
ese nombre en tu boca es un veneno. | 290 | |
PELAYO | ¿Por qué?, decid: ¿por qué?, ¿vive? | |
VEREMUNDO | Sí, vive: | |
pero su muerte te afligiera menos. | ||
PELAYO | ¡Qué misterio!, acabad: ¿infiel? | |
VEREMUNDO | Tu hermana | |
atajó los estragos de este pueblo. | ||
PELAYO | Seguid. | |
VEREMUNDO | Tu hermana a los feroces ojos | 295 |
del bárbaro halló gracia... Ella es consuelo | ||
de todos los cristianos que la imploran... | ||
Ella hace nuestros grillos más ligeros... | ||
Nada resiste al vencedor... Munuza | ||
rendido, enamorado, al himeneo | 300 | |
de Hormesinda aspiró, y ella vencida... | ||
PELAYO | Por piedad no acabéis... ¿Estos los premios | |
son que a tanto afanar, tantos servicios | ||
el Cielo reservaba? El vilipendio, | ||
la mengua, las afrentas, ¡oh Leandro! | 305 | |
¿Por qué al rigor del musulmán acero | ||
a par de tantos héroes no caímos | ||
allá en los campos de Jerez sangrientos? | ||
LEANDRO | Repórtate, Pelayo: a este infortunio | |
opón tu alta constancia, opón tu esfuerzo; | 310 | |
en ti la patria su esperanza fía; | ||
no desmayes, aleja el pensamiento | ||
de esa flaca mujer: para ti es muerta. | ||
PELAYO | ¡Muerta!, ¡pluguiese a Dios! ¿Por qué sabiendo (A VEREMUNDO.) | |
tal abominación, al mismo instante | 315 | |
un agudo puñal no abrió su pecho? | ||
Ella con su inocencia moriría, | ||
yo no viviera con borrón tan feo. | ||
VEREMUNDO | A apoyar su virtud ya vacilante | |
siempre acudió mi paternal consejo; | 320 | |
La violencia jamás. | ||
PELAYO | ¡Costumbre impía! | |
¡Tiránica opinión! ¡Injusto fuero! | ||
¡Las mujeres sucumben, y en nosotros | ||
carga el torpe baldón de sus excesos! | ||
¡La ingrata!... ¡Oh cuánto amor!, ¡cuánta ternura | 325 | |
la conservaba yo! Siempre el objeto | ||
de mis cuidados era..., y cuando ansioso | ||
de arrebatarla al yugo sarraceno | ||
vengo a Gijón; y que se diga esclava | ||
del déspota oriental sufrir no quiero; | 330 | |
¡ella esposa de un moro! Mas decidme, | ||
¿desde cuándo un enlace tan funesto | ||
se ha estrechado? | ||
VEREMUNDO | Ahora mismo: en este instante | |
se celebra quizá. | ||
PELAYO | Pues aún es tiempo; | |
volemos a la pérfida: mi vista | 335 | |
la llenará de horror; este himeneo | ||
no se hará, no: si por desgracia es tarde, | ||
la ahogará a mi presencia el sentimiento. (Sale precipitadamente.) | ||
VEREMUNDO | Él en su ardiente frenesí se ciega: | |
Sigámosle, Leandro; y a lo menos | 340 | |
si regir su furor no conseguimos | ||
con él cuando perezca moriremos. |
Acto segundo
El teatro representa un salón del palacio de MUNUZA.
Escena I | ||
HORMESINDA, MUNUZA, ALVIDA y AUDALLA. | ||
HORMESINDA en su sofá sostenida por ALVIDA en la actitud de ir saliendo de un deliquio: MUNUZA en pie junto a ellas: AUDALLA algo separado hacia un lado del teatro, y mirándolos desdeñosamente. | ||
MUNUZA | ¡Oh ingratitud!, ¡oh femenil flaqueza! | |
Conque cuando debiera la alegría | ||
su corazón henchir, y este momento | ||
ser el más delicioso de su vida; | ||
¡dudar!, ¡temblar!, ¡desfallecer!..., y apenas | 5 | |
dan sus labios el sí, cuando oprimida | ||
de congoja mortal, ¡yerta la miro | ||
a mis plantas caer! | ||
ALVIDA | Señor, mitiga | |
tu enojo; ya en sí vuelve. | ||
HORMESINDA | (Volviendo poco a poco.) ¿En dónde, ¡oh cielos!, | |
en dónde estoy? | ||
ALVIDA | Recóbrate, Hormesinda, | 10 |
mis brazos te sostienen, a tu lado | ||
a tu esposo contempla. | ||
MUNUZA | Ella le irrita | |
con esa turbación. | ||
HORMESINDA | Querido amante, | |
piedad de esta infeliz: ¿por qué afligirla | ||
también los ecos de tu labio airado, | 15 | |
y esas miradas de furor conspiran? | ||
MUNUZA | ¿Cuál es pues, dime, la funesta causa | |
de aquesta agitación tan repentina, | ||
de ese pavor horrible que en tu frente | ||
y en tus ojos atónitos se pinta? | 20 | |
HORMESINDA | El Cielo ve la pena, los temores | |
que mi interior ahora martirizan, | ||
y ve también a mi amorosa llama | ||
explayarse por él siempre más viva. | ||
Sed contento, señor, vos ya vencisteis, | 25 | |
el triunfo es vuestro, la vergüenza es mía. | ||
¡Ah!, ¿qué dirán ahora los cristianos (a ALVIDA) | ||
de esta mujer desventurada? | ||
MUNUZA | Olvida | |
sus inútiles quejas; ellos deben | ||
a ti humillarse. | ||
HORMESINDA | ¡Oh cuál me atemoriza | 30 |
el parabién aquel!... ¿En dónde queda | ||
el venerable anciano que solía | ||
con su amor y consejos ampararme? | ||
Todo me abandonó: tú sola, Alvida, | ||
tú sola no desdeñas mi fortuna. | 35 | |
ALVIDA | Eterno mi cariño, dulce amiga, | |
siempre te seguirá. | ||
HORMESINDA | De estas ideas | |
tiranizada ya mi fantasía, | ||
trémula y vacilante a vuestro alcázar | ||
a juraros mi fe fui conducida. | 40 | |
Jurada está, señor, no me arrepiento: | ||
soy vuestra, y lo seré..., cuando salían | ||
las fatales palabras de mi boca, | ||
y el acto solemnísimo cumplían, | ||
me pareció que alzándose Pelayo | 45 | |
en medio de los dos, y ardiendo en ira, | ||
«¿qué te hicieron, oh pérfida, los tuyos | ||
para así abandonarlos?», me decía. | ||
Tiembla entonces el suelo, ante mis ojos | ||
la luz de las antorchas se amortigua; | 50 | |
baña el sudor mi frente, el pie me falta, | ||
y opresa del afán caigo sin vida. | ||
¡Oh deliquio cruel! | ||
MUNUZA | ¡Oh ilusión vana | |
que todo mi placer vuelve en acíbar! | ||
¿Ha de romper Pelayo a perseguirte | 55 | |
la noche eterna de la tumba fría | ||
que ya le esconde? | ||
HORMESINDA | Y si viviese acaso; | |
¡ah, ¡cuál entonces su dolor sería | ||
desdichada de mí! | ||
MUNUZA | Lanza esas sombras | |
que tu tímido espíritu atosigan: | 60 | |
serénate ya en fin. ¿Es tan penoso | ||
coronar el amor, labrar la dicha | ||
de un amante querido? | ||
HORMESINDA | ¡Ay!, no..., Pelayo, | |
ya en el Cielo ante Dios dichoso asistas | ||
gozando el premio a tu valor debido, | 65 | |
ya proscrito en la tierra, y triste aún gimas; | ||
oye la voz de tu angustiada hermana, | ||
perdónala. Tu esfuerzo y osadía | ||
a defender la patria no bastaron; | ||
sufre que yo la alivie en su desdicha, | 70 | |
que yo la madre y protectora sea | ||
de los vencidos que en su amor confían. | ||
Él lo quiere... ¿No es cierto? ¡Ah!, yo me entrego (Mirando tiernamente a MUNUZA.) | ||
Al afecto imperioso que me guía, | ||
querido amante: mas consiente ahora, | 75 | |
que sola un breve tiempo y recogida | ||
tu esposa pueda contemplar su suerte, | ||
acallar los temores que la agitan, | ||
y llenar sólo su tranquilo pecho | ||
del tierno y dulce amor que tú la inspiras. (Se apoya en ALVIDA, y se retiran las dos.) | 80 | |
Escena II | ||
MUNUZA, y AUDALLA. | ||
MUNUZA | ¿Es temor, es desdén?, ¿qué es esto, Audalla? | |
¿Pude esperar en semejante día | ||
tal confusión? | ||
AUDALLA | El sucesor augusto | |
del sublime profeta acá me envía, | ||
no a arreglar tus querellas con tu esclava, | 85 | |
sino a que España nuestros ritos siga | ||
de grado o fuerza. Nunca los caprichos | ||
del amor entendí, ni las caricias | ||
del sexo engañador rendir pudieron | ||
un momento jamás el alma mía. | 90 | |
Cercado siempre de armas y soldados, | ||
entregado a las bélicas fatigas | ||
sé pelear y no amar: sé hacer esclavos, | ||
nunca servir. Que nuestra ley divina | ||
por siempre triunfe, y que ante el gran Profeta | 95 | |
el universo incline su rodilla; | ||
tales son mi ambición y mis deseos. | ||
¿Qué valen con la gloria las delicias? | ||
Por esto es siempre vencedor mi brazo, | ||
y tú tiembla, Munuza, que esa indigna | 100 | |
pasión al fin te pierda; y que los Cielos | ||
castiguen el amor que te domina, | ||
arrancando a tus armas la victoria. | ||
MUNUZA | Debieron ver tus ojos a Hormesinda | |
cuando anegada en llanto y desolada | 105 | |
por la primera vez ante mi vista | ||
se presentó: su tímida hermosura, | ||
su ademán, sus palabras compasivas | ||
llenas de angustia y de dolor, no sólo | ||
las entrañas de un hombre ablandarían; | 110 | |
mas rindieran también a las serpientes, | ||
que aborta en sus desiertos nuestra Libia. | ||
Yo la escuché, y venció: Gijón es libre | ||
del furor de la guerra y la conquista. | ||
AUDALLA | ¿Y no temes que al fin tanta flaqueza | 115 |
llegue a causar tu irremediable ruina? | ||
¡Ay del que es opresor si abre el oído | ||
a la piedad, y si imprudente olvida | ||
que ante él deben marchar la servidumbre, | ||
la amenaza, el terror! Si así no humillas | 120 | |
esta fiera nación que a nuestras plantas | ||
yace más espantada que vencida, | ||
teme tu perdición. Goza en buen hora | ||
del amoroso halago y las caricias | ||
de esa cristiana; los demás perezcan, | 125 | |
o en vergonzosa esclavitud nos sirvan, | ||
mientras no abracen nuestra ley: Munuza, | ||
así lo manda nuestro gran Califa. | ||
¿Osarás resistir?, ¿olvidar puedes | ||
que al partir de Damasco, esa cuchilla | 130 | |
para extender la ley puso en tus manos? | ||
MUNUZA | ¿Y contra quién, Audalla, he de esgrimirla? | |
¿Contra unos miserables que rendidos | ||
ante mis ojos con pavor se inclinan? | ||
Mi arrogancia desdeña a los humildes. | 135 | |
AUDALLA | Ellos tal vez castigarán un día | |
bondad tan temeraria. | ||
MUNUZA | Aún soy Munuza (después de una pausa): | |
pendiente de mis hombros todavía | ||
se ve la formidable cimitarra, | ||
que huérfanas dejó tantas familias. | 140 | |
Tiemblan de mí despiertos; se estremecen, | ||
si su atemorizada fantasía | ||
mi aterradora faz les pinta en sueños. | ||
Escena III | ||
ISMAEL y DICHOS. | ||
ISMAEL | Dos cristianos, señor, vuestra vista, | |
pretenden parecer; es uno de ellos | 145 | |
aquel anciano, el deudo de Hormesinda, | ||
el otro un joven que dolor y enojo | ||
en su semblante intrépido respira. | ||
MUNUZA | Entren al punto. (Se va ISMAEL.) | |
AUDALLA | Acuérdate, Munuza, | |
que la ley soberana del Califa | 150 | |
se habrá de promulgar, que los Emires | ||
te aguardan a este fin. | ||
MUNUZA | Basta. (Sale AUDALLA.) | |
Escena IV | ||
PELAYO, VEREMUNDO y MUNUZA. | ||
MUNUZA | ¿Qué os guía, | |
decid, a mi presencia? | ||
VEREMUNDO | Una ventura | |
para la gente mora, una desdicha | ||
para el pueblo español: murió Pelayo: | 155 | |
testigo de su suerte la confirma | ||
este guerrero, y a Hormesinda trae | ||
la fúnebre y amarga despedida | ||
de su hermano infeliz. | ||
MUNUZA | Quizá esta nueva (aparte), | |
los temores ahuyente que la hostigan. | 160 | |
¿Conque murió Pelayo? ¿Veis, cristianos, | ||
en la fortuna nuestra ley escrita? | ||
El Cielo la consagra con victorias, | ||
y os abandona: ¿en qué os paráis? Seguidla. | ||
PELAYO | Yo me engañe, cuando al saber tu fama, | 165 |
generoso, oh Munuza, te creía: | ||
la muerte de un contrario valeroso | ||
solamente el que es vil la solemniza. | ||
MUNUZA | ¿Y quién eres tú, di, que tan osado?... | |
PELAYO | Sabe, moro, que alienta todavía | 170 |
Pelayo en mí... | ||
VEREMUNDO | (Interrumpiéndole.) Señor, disculpa sea | |
de tal temeridad su aflicción misma. | ||
En Pelayo su gloria y su esperanza | ||
los españoles míseros ponían. | ||
Ya pereció: las lágrimas que damos | 175 | |
al esquivo rigor de su desdicha | ||
no te ofendan, Munuza. | ||
MUNUZA | Yo a Pelayo | |
ni amé, ni aborrecí: mas su porfía, | ||
su temeraria obstinación pudiera | ||
sernos fatal: así cuando nos libra | 180 | |
Alá de su furor, gracias le rindo | ||
de que a este imperio tan benigno asista. | ||
¡Cristianos, sois perdidos! | ||
PELAYO | No te fíes | |
en tu prosperidad: Dios pudo un día | ||
separar su favor de aqueste pueblo, | 185 | |
y abandonarle a su terrible ira. | ||
De los grados contempla el poderío. | ||
La suerte en un momento le derriba: | ||
la suerte puede hacer que en un momento | ||
caiga también vuestra soberbia altiva. | 190 | |
¿Quién sabe, si aplacado con nosotros | ||
ya el Cielo un brazo vengador anima | ||
que ataje vuestra próspera bonanza? | ||
MUNUZA | ¿Será el tuyo tal vez?... Mas Hormesinda | |
va a parecer delante de vosotros. | 195 | |
Tú, imprudente, refrena esa osadía, | ||
usa un lenguaje y ademán conformes | ||
a tu fortuna humilde y abatida; | ||
y no al león irrites que te escucha, | ||
y por desprecio tu arrogancia olvida. | 200 | |
Escena V | ||
PELAYO, y VEREMUNDO. | ||
VEREMUNDO | ¡Gracias al Cielo! Al cabo con su ausencia | |
mi temeroso corazón respira. | ||
¡Cuál me has hecho temblar!, ni tus promesas, | ||
ni el velo que a sus ojos te encubría, | ||
a asegurar mi agitación bastaban. | 205 | |
Del tirano al aspecto enardecida | ||
tu mente se arrojaba toda entera; | ||
y en tus miradas fieras se veía | ||
la mal cubierta indignación: en vano | ||
la desolada España en ti confía, | 210 | |
si no atiendes la voz de la prudencia. | ||
¿No sabrás moderarte? | ||
PELAYO | ¿Y quién me obliga | |
a tan torpe disfraz? Nunca Pelayo | ||
descendió a la flaqueza, a la ignominia | ||
de engañar; el que engaña es un cobarde | 215 | |
que confiesa su mengua en su perfidia. | ||
¡Y yo miento mi nombre!, ¡y yo le escondo | ||
delante de ese moro! ¡Oh fementida | ||
mujer! | ||
VEREMUNDO | Ella se acerca. | |
Escena VI | ||
HORMESINDA y DICHOS. | ||
HORMESINDA | (Se dirige primero a VEREMUNDO; después repara en PELAYO, y se para con el mayor abatimiento.) | |
Padre mío, | ||
¿conque aún no me olvidáis?... ¿Pero qué miran | 220 | |
mis ojos? ¡Ay!, él es... ¡Valedme Cielos! | ||
VEREMUNDO | ¿La ves a tu presencia confundida? | |
Calle la indignación; hable, hijo mío, | ||
la sangre solamente. | ||
HORMESINDA | Ya a tu vista | |
tienes esta infeliz, esta culpable | 225 | |
a quien Dios en su cólera dio vida; | ||
a quien antes de verse en tal momento, | ||
la negra muerte aniquilar debía. | ||
No imploro tu piedad, no la merezco, | ||
ni cabe en el honor que en ti respira. | 230 | |
Pero permite que tu hermana ahora | ||
con lágrimas rescate de alegría | ||
las lágrimas que un tiempo dio a tu muerte | ||
en luto acerbo, y en dolor vertidas. | ||
Sufre que al gozo me abandone... (Hace ademán de acercarse a él.) | 235 | |
PELAYO | Aparta: | |
¿mi hermana tú? Jamás. Quien aquí habita, | ||
quien se complace en la estación odiosa | ||
de la superstición y tiranía | ||
no puede ser mi sangre. En otro tiempo | ||
tuve una hermana yo que era delicia | 240 | |
de Pelayo y de España: virtuosa, | ||
inocente y leal, siempre fue digna | ||
de todo mi cariño y mis cuidados, | ||
que con mi patria la infeliz partía. | ||
El Cielo encarnizado en perseguirme | 245 | |
me la robó: la que mis ojos miran | ||
es una infame apóstata, que ahora | ||
mi vista indignamente escandaliza. | ||
Ella insulta a los males de la patria, | ||
ella desprecia las desgracias mías, | 250 | |
ella en fin me aborrece. | ||
HORMESINDA | ¡Y qué! ¿No basta | |
ya mi pasión para encender tus iras, | ||
sin que también destierres de mi seno | ||
a la naturaleza, que en él grita | ||
con más fuerza que nunca? | ||
PELAYO | ¿Y no gritaba, | 255 |
cuando ese vil amor que te perdía | ||
te atreviste a escuchar, y te entregaste | ||
al árabe falaz que te esclaviza? | ||
¿No pensabas en mí? ¿No contemplabas | ||
que era clavar en las entrañas mías | 260 | |
un acero mortal, y atar la patria | ||
al yugo atroz del musulmán tú misma? | ||
HORMESINDA | ¿Qué peso puede hacer en la balanza | |
que los reinos levanta o los inclina | ||
de una flaca mujer la resistencia? | 265 | |
Pelayo; ¡oh cuánta compasión tendrías | ||
de esta desventurada, en quien ahora | ||
tu enojo todo sin piedad fulminas, | ||
¡si vieras mi amargura y mis combates! | ||
Yo pudiera decirte... | ||
PELAYO | ¿Y qué dirías? | 270 |
Que este amor a la patria que te enciende | ||
es la sola ocasión de mi desdicha. | ||
Yo inocente viví: nunca en mi pecho | ||
la llama del amor se vio encendida; | ||
en todas tus fatigas y peligros | 275 | |
mi llanto y mi memoria te seguían. | ||
Cayó España, Pelayo: y ya aguardaba | ||
a verme sepultada en sus cenizas, | ||
a que me arrebatase en su violencia | ||
el torrente veloz de la conquista; | 280 | |
cuando Gijón amenazada..., el Cielo... | ||
Perdona..., el Cielo mismo mi caída | ||
consiente. Opresa España, los cristianos | ||
mi favor implorando, y cada día | ||
de ese moro tan bárbaro a tus ojos | 285 | |
la generosidad siempre más viva; | ||
los ejemplos, tu muerte... ¡Oh cuántas veces | ||
dije, Pelayo, a defender camina | ||
tu amada hermana en tan tremenda lucha! | ||
Y Pelayo implorado no venía: | 290 | |
y la triste Hormesinda abandonada | ||
del Cielo y de la tierra... | ||
PELAYO | ¡Y qué! Por dicha | |
aunque tu hermano perecido hubiera, | ||
la gloria de su nombre no vivía? | ||
¿No reflejaba en ti?, ¿tú no debiste | 295 | |
defenderla, guardarla sin mancilla, | ||
y antes morir, que recibir los dones | ||
con que el moro doró nuestra ignominia? | ||
Yo vi, yo vi la patria desplomarse | ||
del Guadalete en la funesta orilla, | 300 | |
y sin perder aliento a sostenerla | ||
el hombro puse y la constancia mía. | ||
Tres años siempre combatiendo; España | ||
de mi sangre y sudor toda teñida, | ||
el rencor de los árabes, al mundo | 305 | |
mi celo y mi fervor publicarían. | ||
Todo es ya por demás: ¿qué soy ahora? | ||
Un vil aliado de la gente impía | ||
que oprime mi país. ¡Desventurada! | ||
Los ojos vuelve en derredor, y mira; | 310 | |
no hallarás sino mártires: los unos | ||
pereciendo al rigor de las cuchillas | ||
del feroz sarraceno en las batallas: | ||
los otros en las cárceles agitan | ||
su pesada cadena; otros desnudos, | 315 | |
opresos de hambre y de miseria expiran. | ||
Todos te enseñan a sufrir: ¿qué importa | ||
que otras mujeres débiles o indignas | ||
se hayan rendido al musulmán halago? | ||
En medio del contagio debería | 320 | |
mantenerse Hormesinda ilesa y pura, | ||
como a su hermano el universo mira, | ||
cuando el estado se desquicia y cae, | ||
impertérrito y firme entre sus ruinas. | ||
HORMESINDA | Pues bien: tú ves mi error y le detestas; | 325 |
yo también le detesto, y a mí misma. | ||
He aquí mi seno, hiere, y en un punto | ||
acaba con tu afrenta y con mi vida. | ||
PELAYO | (Después de una corta pausa.) | |
¿Tienes valor?, ¿eres mi sangre? Aún tiempo | ||
es de enmendar tu ofensa: esas vecinas | 330 | |
montañas van a ser el fuerte asilo | ||
de los cristianos que a vivir aspiran | ||
libres de la opresión. Deja a ese moro | ||
que con su infame seducción fascina | ||
tu corazón; y atrévete a seguirme | 335 | |
a donde lejos del oprobio vivas. | ||
¿No respondes? | ||
HORMESINDA | Pelayo, es doloroso, | |
sin duda, aqueste lazo que abominas; | ||
mas ya la suerte le estrechó, y... | ||
PELAYO | Acaba. | |
HORMESINDA | El deber no consiente que te siga. | 340 |
PELAYO | ¡El deber!, el amor. | |
HORMESINDA | Yo llamo al Cielo | |
en testimonio... | ||
PELAYO | Calla, y no su ira | |
despiertes contra ti. | ||
HORMESINDA | Sí, yo le llamo, | |
él ve mi corazón y tu injusticia. | ||
PELAYO | Él ve triunfar tu abominable llama | 345 |
de tu sangre y su ley. ¡Pues qué! ¿No miras | ||
que no es tuyo su Dios? | ||
HORMESINDA | Yo ofrecí al mío | |
vivir siempre con él. | ||
PELAYO | ¡Promesa impía! | |
HORMESINDA | Yo la dije, él la oyó; mi pecho nunca | |
la negará. | ||
PELAYO | ¡Qué horror! | |
VEREMUNDO | (A PELAYO.) Tu ardor mitiga, | 350 |
y acuérdate que la infeliz España | ||
de ti su bien y su esperanza fía. | ||
Huyamos de la vista del tirano. | ||
PELAYO | Adiós, mujer sacrílega: acaricia | |
al insolente moro a quien adoras: | 355 | |
conságrale tu abominable vida: | ||
será por poco: escucha, los valientes | ||
se van a armar y a alzar; la tiranía | ||
contrastada va a ser; y si vencemos, | ||
fuerza será que al ver a la justicia | 360 | |
alzar su brazo inexorable, tiemble | ||
la prevaricación. Tú de ti misma | ||
quéjate entonces, si el horrendo crimen | ||
en el estrago universal expías. (Sale con VEREMUNDO.) | ||
HORMESINDA | ¡Bárbaro!, mi suplicio está aquí dentro: | 365 |
no es posible mayor para Hormesinda. |