Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice
Abajo

Prólogo de Francisco Ynduráin a «Antología de la poesía navarra actual»

Francisco Ynduráin Hernández





Se me brinda, amable e inmerecidamente, la ocasión gratísima de decir algo para esta «Antología de la poesía navarra actual», que publica uno de los en ella incluidos, Ángel Urrutia que, además, dirige la revista de poesía «Río Arga». Ahora bien, después de haber leído las palabras liminares de Urrutia y conocido por su mediación el estudio de mi joven colega Miguel d'Ors, «Aproximación histórica a la poesía navarra de posguerra» (1978), poco voy a poder añadir que valga la pena de ser recogido. Por otra parte, pese a mi lectura y relecturas de los poemas antologizados, me quedan muchas lagunas para poder opinar sobre cada poeta si me baso únicamente en estas muestras aquí contenidas, excelentes y todo. Por de pronto, mi asombro, estupefacción mejor, al encontrarme con que haya motivos tan poderosos para llevar a la imprenta una antología como esta. Hace no muchos años, hubiera sido empeño totalmente infundado.

Empezaré por una justificación que acaso suene a acta autoacusatoria. Uno ha tenido que vivir distante, distanciado también, de su patria chica, y no por elección precisamente, pues casi siempre la vida nos es más resultado de imponderables que de proyectos y propósitos. De ello ha resultado una información deficiente de cómo nuestra tierra ha ido evolucionando con el acceso a primer plano de nuevas generaciones, no repetitivas, por fortuna. A esa lejanía se ha venido a sumar una intensificada carga de las memorias del corazón, que son las más hondas y las que nos marcan con sello menos pasajero. ¿Resulta de todo ello más el peso de la edad una actitud pasadista? Mi cautela, al menos, espero que me proteja contra una falta de receptividad. Vaya, pues, por delante mi reconocimiento de no haber estado tan informado como debiera de lo que ha ido ocurriendo en las letras de mi Navarra en estos últimos años, apegado por desinformación a una imagen ya pretérita. Mal puedo corresponder a la fina atención de Ángel Urrutia, poeta y antólogo, director de esa revista «Río Arga» que refrenda este para mí prodigioso brote lírico que me ayudará, espero, a una palingenesia en comunidad lírica navarra.

Hay aquí más de treinta poetas locales -unos pocos sólo por residencia- en edades que van desde la más avanzada a la juvenil de quienes todavía son escolares. Hay poetas en castellano y en euskera, pues tenemos ese privilegio de conservar, aunque sea muy disminuido, un idioma excepcional junto al universal hispano. Si en alguna otra época pudo haberse reunido un florilegio comparable en número de poetas y calidad a éste, confieso que lo desconozco. No es ningún secreto que nuestra provincia actual y en su dilatada historia ha pasado más bien inadvertida como foco de poesía. Basta repasar lo que nos depara la ininterrumpida eclosión lírica desde el Modernismo hasta nuestros días, mejor dicho, hasta hace un tercio de siglo más o menos. ¿Causas, motivos? La cuestión es por demás complicada para aventurar un diagnóstico, que, para hacerlo más arriesgado, habría de considerar dos aspectos del fenómeno, el negativo y el positivo. Esto es, por qué no hubo una tradición lírica navarra y por qué ahora se puede publicar esta «Antología». Probablemente han sido varias las causas o circunstancias coadyuvantes, tanto de índole socio-cultural y de educación, como otras resultantes de algo menos definible, que sería lo psicológico, lo temperamental. Sin embargo, más de una vez me ha asaltado la curiosidad de saber la parte de sangre navarra que había en Góngora -topónimo y gentilicio maternos- y en Espronceda -paternos, ahora-, como la rama materna en Juan Larrea, el poeta español de surrealismo más remontado. Parece como si el navarro hubiese necesitado el catalizador de otros cielos y de otras tierras para expresarse en clave lírica verbal, porque como testimonios opuestos están ahí nuestros grandes músicos. En fin, y sin desarrollar más este esbozo de apunte para una teoría, quede abierto a discusión algo que esta «Antología» nos deja patente, ejemplarmente documentado.

No sería admisible que incurriera en la ligereza de hacer un análisis de cada uno de los poetas aquí representados, pues habría de hacerlo con menos información de la que debe exigirse. Sí diré que me faltan algunos nombres; pero acaso la selección y exclusión tengan sus razones y estimativa consiguiente. En defecto, pues, de un somero y menos responsable juicio de todos y cada uno de los y las poetas aquí incluidos, diré algo de lo que me parece menos impreciso. Primero, y no sólo por edad, ha de notarse la presencia de tres grandes poetas navarros que han vivido casi toda su vida fuera de España: los jesuitas Martínez Baigorri y el gran historiador del pensamiento religioso, García-Villoslada, junto con el sacerdote, Gaztelu. Su «depaisamiento» me parece haber dado un particular gusto y sabor a sus poemas -Nicaragua, Roma, Cuba- por influencia asumida de los medios respectivos. Claro, pues, que estos tres poetas no cuentan a la hora de considerar este brote local y localizado en nuestra geografía toda. Desde otro punto de vista, la selección de poesías ofrece una considerable variedad de moldes, desde los tradicionales -cultos y populares- que no son los más numerosos, hasta los menos vinculados a metro, ritmo y rima, incluso con casos de pura prosa poética. La proporción de unas y otras modalidades indica cómo sin abandonar la severa disciplina del soneto, por ejemplo, parece dominar el verso sentido como un estado cantante interior y previo, sin sometimiento a compás premarcado y que sigue una línea rítmica y melódica necesarias desde su nacimiento y antes de hacerse palabra.

Si se me permite la generalización, diría que parece percibirse una tonalidad de lengua sobria y hasta casi dura, sin llegar -¿caer?- en blandenguerías ni en florituras o fililíes, a costa, tal vez, de no apresar habitualmente la elusiva esquivez de la gracia. Ni hay sentimentalina o sensiblería, subproductos más bien degradados de la sentimentación en que tanto se ha incurrido fuera de aquí. Junto a esto también resulta evidente un ágil rejuego asociativo en imaginería, que va desde las metáforas audaces y personalísimas al arriscado ejercicio de las palabras en libertad. Nuestros poetas están al día, y no son indignos de los grandes que leemos como guías en algunos poemas. Yo espero que no tardarán en salir, si ya no han salido y se me escapan, poetas navarros que impongan su voz y su tono en el ámbito más amplio de nuestras lenguas. Me parece percibirlo ya en la hombría contenida y profunda, en la recreación de una religiosidad para el hombre de hoy con todos sus problemas que, en definitiva, son los de siempre: amor, vida, muerte, nada menos.

Por último -en esta ocasión- debo añadir que me ha saltado a la vista la varia condición personal, profesional y nativa, de estos poetas, en un abanico de muy diversas dedicaciones, aunque dominen los estudiantes y estudiosos. Decididamente, la poesía es algo contagioso, sobre todo en la adolescencia: felices los que conservan siempre tal disponibilidad.





Indice