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300.       A. Egido, Fronteras de la poesía en el Barroco. Barcelona, Crítica, 1990; id., �Emblemática y literatura en el Siglo de Oro�, Ephialte. Lecturas de Historia del Arte (Vitoria), 2 (1990), pp. 144-158.

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301.       A. Rodríguez-Moñino, La transmisión de la poesía española en los siglos de Oro�. Barcelona, Ariel, 1974.

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302.       Cf, F. Martí Grajales, Ensayo de un diccionario bibliográfico de los poetas que florecieron en el reino de Valencia hasta el año 1700, Madrid, 1927, pp. 7-8.

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303.       Cf. S. Carreres Zacares, Ensayo de una bibliografía de Libros de Fiestas celebradas en Valencia, Valencia, 1925 (ed. privada de 150 ejemplares). Además, F. de A. Carreres y de Calatayud, Las fiestas valencianas y su expresión poética. Siglos XVI-XVIII, Madrid, CSIC, 1949.

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304.       Gaspar de Aguilar y Jerónimo de Virués organizaron y controlaron los actos de la ceremonia de las bodas reales; dos poetas nobles, Gaspar Mercader y Ferrer de Cardona, formaron parte del séquito de la futura reina al entrar en Valencia. Del fasto dejó constancia el citado Aguilar en Fiestas nupciales (Valencia, 1599). Este Gaspar de Aguilar ejemplifica al poeta que, a cambio de una retribución, compone poemas o comedias que para ocasiones festivas le encargan las autoridades municipales. Aguilar dio lustre a cuantos acontecimientos tuvieron resonancia en su ciudad (como la expulsión de los moriscos en 1609, a la que dedicó su Expulsión de los moros de España, publicada en Valencia en 1610), En general, la vinculación de los Nocturnos a los acontecimientos festivos de la ciudad es una muestra entre otras de la �municipalización� de los poetas, cuya tarea es, en algunos casos, de carácter casi funcionarial.

     Aurora Egido resume expresivamente la intersección -en el ámbito de la fiesta- de literatura y cultura visual: �El culto a las reliquias de los santos, la entronización de imágenes, las beatificaciones y canonizaciones se plasmaron en toda clase de poesía pintada, empresas y otros tipos de literatura visual. La ficción dramática alcanza a la fiesta agostándola de decorados y aparato mitológico. Orozco ha hablado por extenso de la teatralidad de esa �arquitectura efímera�, como la denomina Ives Bottincau, de aparatosos catafalcos decorados con figuras alegóricas en bulto, o en pintura, y en múltiples carteles e inscripciones que hablaban a los ojos. Palomino cuenta, en su Museo pictórico, cómo se fabricaba esa maquinaria triunfal de pocos días y que en ocasiones servía de marco ambiental para la justa poética. Así en las lujosas fiestas valencianas de Santo Tomas de Villanueva (1620) en las que la vista goza con fachadas luminosas, fuentes de agua y vino, teatrillos mecánicos y carros triunfales en los que el santo recibe avisos de un Espíritu Santo movido por pescante. [...] Cuántas veces -como ya vio Pascal- la fiesta no serviría para acallar ánimos y suspender al espectador ante tanta grandeza como se ostentaba� (�Una introducción a la poesía...� cit., p. 17).

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305.       El manuscrito de las Actas de los Nocturnos se conserva en la Biblioteca Nacional, entres tomos que pertenecieron a la Biblioteca de don Pedro Salvá, y que constan de 684 hojas útiles y 12 blancas. El mismo Sr. Salvá entresacó de las Actas los poemas que constituyen el Cancionero de la Academia de los Nocturnos de Valencia (Valencia, 1869), en cortísima tirada de 26 ejemplares, reeditado con adiciones y notas por Martí Grajales en cuatro volúmenes (Valencia, 1905, 1906, 1906 y 1912). Pero, en realidad, la primera antología poética de los Nocturnos, aunque no presente la forma de tal, está contenida en El prado de Valencia (1600), novela pastoril en clave escrita por Gaspar Mercader con motivo de las bodas de los duques de Gandía, donde el autor reprodujo el ambiente de justas y academias valencianas, e incluyó numerosos poemas de sus consocios nocturnos, extraídos directamente de las Actas, e identificados por el editor de la novela, Henri Mérimée (Toulouse, 1907). En 1988 apareció publicado el primer volumen, correspondiente a las dieciséis primeras sesiones, de las Actas de la Academia de los Nocturnos, al cuidado de los profesores José Luis Canet, Evangelina Rodríguez y Josep Lluís Sirera (Valencia, Institució Alfons el Magnànim), que en 1990 dieron a las prensas la segunda entrega, en un proceso editorial que esperan concluir con la publicación de cinco volúmenes de actas y uno añadido de análisis de la producción total. Limitaré los ejemplos que ilustrarán las orientaciones creativas de la Academia a las sesiones correspondientes al material de las Actas ya editado. Es presumible la dilación temporal en la conclusión de la edición, pues de las sesenta últimas sesiones sólo podrá hacerse una transcripción fragmentaria, según informan los editores, por un problema de corrosión de la tinta producido en fecha temprana, al que ya aludía en 1778 D. Francisco Cerdá y Rico. La impagable edición completa de las Actas permitirá conocer con detalle y rigor cuanto concierne a esta academia en particular y, más en general, a las academias literarias españolas de los Siglos de Oro.

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306.       Actas, ed. cit., I, p. 59.

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307.       Ibid., pp.60-61

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308.       Fernando de Herrera, en sus Anotaciones ala obra de Garcilaso, y en particular al soneto de éste �A Boscán desde La Goleta�, alude a la progenie del tema de las ruinas: �La imitación de este soneto parece que es de aquel tan celebrado que compuso el conde Baltasar Castellón, y tradució en español Cetina con grande espíritu� (en A. Gallego Morell [ed.], Garcilaso de la Vega y sus comentaristas, Madrid, Gredos, 1972, 2� ed., p. 390).

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309.       �El motivo de las ruinas en la poesía española de los siglos XVI y XVII (Funciones de un paradigma nacional: Sagunto)�, Analecta Malacitana, VI (1983), pp. 223-277.

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