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Se sabe que Agustini componía sus versos de noche, escribiéndolos despreocupadamente. Era su padre el encargado de transcribir las creaciones nocturnas de Delmira y lo hacía con sumo cuidado y puntillosidad.

 

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Se encuentra en la sección titulada «Del chorro de la fuente», en la edición de 1952 de Poesías completas de Aguilar (1035):



   En las constelaciones Pitágoras leía,
yo en las constelaciones pitagórgicas leo;
pero se han confundido dentro del alma mía
el alma de Pitágoras con el alma de Orfeo.

    Sé que soy, desde el tiempo del Paraíso, reo;
sé que he robado el fuego y robé la armonía;
que es abismo mi alma y huracán mi deseo;
que sorbo el infinito y quiero todavía...

    Pero ¿qué voy a hacer, si estoy atado al potro
en que, ganado el premio, siempre quiero ser otro,
y en que, dos en mí mismo triunfa uno de los dos?

    En la arena me enseña la tortuga de oro
hacia dónde conduce de las musas el coro
y en dónde triunfa, augusta, la voluntad de Dios.

 

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Pese a que otros han estudiado este poema con detalle, sólo Escaja observa lo que para mí es el elemento crucial del poema, definido por ella como la alegorización de la construcción poética (89). Armstrong examina (77-83) la estructura en binomio y la dialéctica entre el «tú» y el «yo» del poema, centrándose particularmente en la frase del segundo verso «el profundo espejo del deseo» y la vuelta final a «la sombra y la soledad del vacío existencial» (83). Zapata, por otra parte, comienza con la serpiente y otros animales presentados en la quinta sección, insistiendo que «se nos hace muy difícil considerar su erotismo como trascendental y místico, ya que en esencia sentimos la presencia de la fuerza instintiva y feroz del animal, lo que ella a su vez quiere equiparar con la voluptuosidad» (108-118). Castillo ve una feminización de las dicotomías tradicionales occidentales. Bruzelius analiza «Visión» como uno de los poemas «vampíricos» de Agustini. Aunque considero que este enfoque es erróneo, sus conclusiones enfatizan la lucha de la poeta por reconfigurar las imágenes dominantes en torno a la mujer. Opina que «in her conflation of the image of the dark lover who is associated with bats and night with the story of the god/swan of Leda, Agustini has written the female answer to the swan written by Darío and the French symbolists and given a parodic twist to the image of the fatal woman» (62).

 

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En el siglo XIX, la esfinge se convierte en uno de los grandes iconos femeninos, tanto en poesía como en las artes plásticas. Vinculada a los misterios de vida y muerte, tendió a reforzar las creencias patriarcales acerca de la básica inescrutabilidad y fatalidad asociada a los poderes femeninos. Dos ejemplos de su utilización en Darío son «Alma mía» (240) de «Las ánforas de Epicuro» en Prosas profanas y «Ay, triste del que un día» (284) de Cantos de vida y esperanza.

 

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Pese a que llevo mi análisis hacia otros derroteros, la contribución de Olivera-Williams no debe pasar inadvertida. Para ella, esta recreación de la pasividad es la clave para su interpretación tanto de «Visión» como la poética de Agustini:

Agustini succeeds in recreating ironically the passive image of woman in order to subvert it and transform it into the woman creator of her own muse. The male other-lover is the source of her poetry, the impulse of her writing, but he is created by her. Here, in my opinion, lies the main difference between the « female muse» of the male poet, let's say Darío, and Agustini's male muse. For Darío the female muse corresponds to the primary signified, the mother, in the symbolic order of language. She exists as the seed of language, although she is mute and she only germinates through union with the male poet. She germinates and language is born in him, the bearer of language. Agustini's muse does not preexist her language. Agustini creates the muse as 'other' in the moment that she speaks/writes, liberating herself from the symbolic order that constrains the male poet. (159-60)



 

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Aunque estoy de acuerdo con Castillo en este punto en particular, discrepo con firmeza de su conclusión de que el vuelo del ensangrentado cisne representa un distanciamiento de la escritura (80).

 

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Molloy también sugiere leer «Nocturno» «como respuesta, violenta e iconoclasta, a un maestro de cuya poesía se separaba» (69).