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Este diagrama aclara las funciones del exotexto como nuevo contexto de funcionamiento del IT, y del paratexto, que sería el conjunto de donde se extrae el subtexto en la primera fase de la intertextualidad. Es la fuente, que puede coincidir o no con el subtexto; es decir: el IT puede o no reproducir el PT en su totalidad.

 

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Para los detalles de la tipología propuesta por Pérez Firmat véase el artículo citado, 10 y ss.

 

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Julieta Campos nació en La Habana, Cuba, en 1932. Vive en México desde hace muchos años. Es autora de obras narrativas y de crítica literaria. Véase la bibliografía al final de este trabajo.

 

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La alusión sugiere la relación entre algo que se dice y algo que no se dice pero que es evocado: alude a realidades exteriores al texto y a otros textos. Véase el artículo sobre la alusión en Beristáin (1985).

 

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Las indicaciones de página corresponden a las ediciones citadas en la bibliografía de Julieta Campos.

 

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Y con otros elementos (prefacios, dedicatorias, epígrafes, notas, etc.), como explica Genette (1987).

 

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La veracidad de tal afirmación está atestiguada por la antropología contemporánea, basta echar un vistazo a las ya viejas páginas de La Rama Dorada de sir John Frazer [cfr. FRAZER (1890, ed. cast. 1986)], o a las mucho más recientes reflexiones sobre la palabra de Mircea Elíade (cfr. por ejemplo ELÍADE (1958, especialmente, para el asunto que nos ocupa: ed. cast. 1992. 73 y ss.) para tener una idea aproximada del valor que esta pudiera tener en los albores de las primeras civilizaciones.

 

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En el origen del problema están Filostrato, Plinio el viejo, y el joven, Aristóteles y Horacio, pero, en lo que concierne al pensamiento moderno, en las mentes de todos   —159→   se halla el viejo estudio de Lessing (cfr. Lessing, 1766, ed. cast. 1977), que se atrevió a evidenciar las diferencias de procedimiento y de significado entre la pintura y la poesía. En uno y otro sentido no han faltado estudios sobre las relaciones entre los sistemas de comunicación lingüísticos y los icónicos, especialmente en nuestro final de siglo, debido a la importancia general que le han conferido los progresos técnicos, a la imagen visual. El campo lógico de estudio se ha extendido hacia varias disciplinas académicas favoreciendo muy diferentes perspectivas. A Lessing, y a las comparaciones entre las artes que realizaron Hegel o Schopenhauer le siguieron, citando sólo los más importantes estudios de la época más reciente, críticos como Lee (1982), quien se acercó al problema desde la Historia del Arte a través de la Retórica, Praz (1970, ed. cast. 1979), también desde la Historia del Arte, Étienne Soriau (1947), desde la Estética comparada, o el grupo más importante de intelectuales que han dedicado sus esfuerzos a esta cuestión y de los que hablaremos más adelante: los semiólogos, entre los que cabe destacar por su especial dedicación a Eco, Barthes, Garroni, Lotman, Schefer, Uspensky. Nebesky o García Berrio entre otros muchos, quienes, con criterios muchas veces divergentes, han ido tejiendo en los últimos años las líneas de pensamiento fundamentales respecto a este problema.

 

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Por un orden cronológico, los textos donde el profesor García Berrio defiende su postura son: G. Berrio (1981: 14 y ss.), donde ya apunta hacia la posibilidad de encontrar   —160→   estos elementos, el artículo-catálogo: G. Berrio, Hernández, (1984), donde abiertamente habla de una fonología característica del pintor Ortiz Sarachaga, G. Berrio, Hernández (1985-1986: 52-57, especialmente), y su último estudio, hasta la fecha, que resume y sistematiza su poética del arte visual: G. Berrio (1988: 44, especialmente), donde hace alguna reflexión práctica sobre qué elementos pictóricos podrían ser catalogados como elementos pre-significativos (este es el nombre que él da a lo que nosotros denominamos iconemas), haciendo referencia a la mancha de color como candidato firme a establecerse como elemento significante desarrollada a través de su producción mediante lo que serían los colores puros o las tintas industriales básicas que componen la mancha resultante.

 

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García Berrio (1988: 38-41, notas 6, 7 y 9) ofrece una nómina extensa de referencias sobre las distintas posturas de las diversas escuelas críticas que han abordado el problema, por lo que nosotros aquí no lo volveremos a hacer. Es interesante (García Berrio, 1988: 41, nota 9) observar el valor que otorga García Berrio a la semiología orientada hacia la lectura (Marin y Schefer fundamentalmente). Para este autor esta crítica inmanentista es preludio de los «años de entusiasmo» semiológico por la pintura como lengua, presentando el problema entonces como apreciación antagónica entre la crítica semiológica nacida de la teoría de la recepción y la nacida de la lingüística del texto que él encarna como uno de sus mejores defensores a nuestro juicio.