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Antigua. Historia y Arqueología de las civilizaciones

Conjunto arqueológico de Ercávica celtibérica (La Muela, Alcocer, Guadalajara)

Presentación del conjunto arqueológico de Ercávica celtibérica (La Muela, Alcocer, Guadalajara)

Este texto ha sido publicado, con el título de «La ciudad celtibérica de Ercávica: propuesta de localización», en Alberto José Lorrio, Ercávica: la muralla y la topografía de la ciudad, Madrid, Real Academia de la Historia, 2001, pp. 127-133, (Biblioteca Archaeologica Hispana 9, Anejos de Lucemtum 3, Anejos de Complutum 8).

La única noticia sobre la ciudad de Ercavica durante las guerras de conquista del siglo II a. C. la ofrece Livio (11, 50, 1) al narrar la campaña de Tiberio Sempronio Graco en el 179 a. C.: tras tomar Alces1, Graco se dirigió a Ercavica, ciudad a la que Livio califica de nobilis et potens ciuitas, que opta por la rendición ante lo acontecido en otras ciudades vecinas. No obstante, se dice que tras la retirada de las tropas romanas, los de Ercavica se sublevaron, siendo finalmente derrotados en una gran batalla contra los Celtíberos cerca del Monte Chauno.

Las restantes noticias recogidas por las fuentes literarias sobre Ercavica remiten a la ciudad romana. Este es el caso de Plinio (3, 24), que señala su adscripción jurídica al Conuentus Caesaraugustano, y, probablemente, de Ptolomeo, gracias al cual se sabe de la existencia de dos ciudades de nombre Ercavica (Vid. Tovar, 1989: 215 y 397), una entre los Celtíberos (2, 6, 57), citada inmediatamente antes de Segobriga, y otra entre los Vascones (2, 6, 66).

Como se ha señalado, con la ciudad celtibérica se han vinculado las monedas con la leyenda en alfabeto ibérico erkavika, aceptando de forma general la ubicación de esta ceca en el Castro de Santaver, solar de la ciudad romana, asumiendo por tanto la continuidad topográfica entre ambas entidades urbanas (Gil Farrés, 1966: 192; Villaronga, 1994: 287; Gomis, 1995: 9, etcétera).

De la ceca de erkavika se conocen únicamente una treintena de piezas, todas ellas sin procedencia (Gomis, 1995), aceptándose la existencia de dos emisiones, siempre en bronce, acuñadas durante la segunda mitad del siglo II a. C., según sugieren los paralelos estilísticos y metrológicos (Villaronga, 1994: 287 y siguientes; Gomis, 1995), aun cuando otros autores propongan cronologías más recientes, incluso de mediados del siglo I a. C. (Guadán, 1969: 138 y 146). Se incluye entre las cecas de la Celtiberia (Untermann, 1975: 155 y 282 y siguientes; Villaronga, 1994: 287 y siguientes, etcétera), con las que guarda similitudes tanto metrológicas como de producción (Gomis, 1995: 15 y 18).

Si parece comúnmente aceptada la identificación de la ciudad citada por Livio con la ceca celtibérica de erkavika, no lo es tanto su localización, ya que, si se suele considerar como más probable su reducción al Castro de Santaver (véase Tovar, 1989: 215), para otros autores, como Burillo (1998: 201, 232 y siguientes), la ciudad debe buscarse en la margen derecha del Ebro, identificando la población vascona mencionada por Ptolomeo con la recogida en el pasaje de Livio y con la ceca indígena.

Los trabajos de excavación sistemática iniciados en el Castro de Santaver en 1972, y continuados a lo largo de las dos décadas siguientes, lejos de aclarar la situación, han creado una cierta confusión sobre la existencia de una supuesta fase prerromana, repetidamente citada, pero nunca suficientemente documentada, al no haberse publicado material alguno relativo a este momento. Más bien al contrario, tanto la campaña de 1998, como los trabajos precedentes publicados (Osuna, 1976) ponen de manifiesto la escasa entidad de los materiales con cronologías anteriores a la segunda mitad del siglo I a. C., lo que dificulta la ubicación del nucleo celtibérico en el solar donde se levantó la ciudad romana.

Así, según su excavador (Osuna, 1997: 171 y 184), la Basílica se construyó sobre habitaciones prerromanas excavadas en la roca y sobre construcciones edificadas a lo largo de los siglos II-I a. C. (véase asimismo, Osuna, 1976: 48, figura 5, D), si bien en la zona comentada solamente puede afirmarse la existencia de toscos muros de mampostería, en ocasiones adosados a los basamentos de las naves o a los muros perimetrales del edificio -dato éste recogido en las planimetrías de la primera campaña de excavación del Foro (Osuna, 1976: figura 5, D), pero no valorado en su justa medida-, lo que les confiere una segura fecha post quem respecto del edificio basilical (figura 70, C).

Siempre según Osuna (1997: 171 y 184), tales construcciones, que él tiene por prerromanas, se han hecho en una zona que fue basurero y en donde han sido hallados materiales pre y protohistóricos, así como de los siglos II-I a. C., donde abundan las cerámicas pintadas, griegas, campanienses, paredes finas y en menor proporción, aretinas, así como algún epígrafe ibérico y una gran diversidad de objetos de lo más variado, materiales de amplia cronología que, con la excepción de los supuestos productos griegos, resultan semejantes a los documentados en la campaña de 1998, en contextos nunca anteriores a mediados del siglo I a. C.

Algo parecido se ha señalado en la zona de las Termas, en cuyo sector noroeste se constata la existencia de algunos muros de distinta orientación con respecto a los del edificio que parecen corresponder a edificaciones de un momento anterior (Barroso y Morín, 1993-94: 248; 1997: 252, figura 3). La presencia en la zona de tales restos de edificaciones muy arrasadas, dada su similitud con los identificados en el Foro, serían interpretados como los restos de la antigua ciudad celtibérica que pervive hasta la remodelación augustea (Barroso y Morín 1993-94: 239;1997: 244). Sin embargo, la ausencia de noticias relativas a los posibles materiales asociados y la documentación gráfica aportada hacen que no sea posible definir una supuesta ocupación prerromana en la zona, sobre todo teniendo en cuenta que el sector noroeste de las Termas es el más afectado por las labores agrícolas, como lo demuestra el arrasamiento de sus muros (Barroso y Morín, 1993-94: 242; 1997: 246), que más bien cabría considerar, al igual que en el caso del Foro, como una evidencia de la reutilización del espacio termal en época tardía.

Tampoco deben considerarse las monedas de cecas ibéricas y celtibéricas recuperadas en el Castro de Santaver en número reducido (Gomis, 1995: 101 y siguientes) como un argumento sobre la antigüedad de la ciudad, pudiendo ser interpretadas como una muestra de la circulación residual existente en la zona en la segunda mitad del siglo I a. C., similar a lo identificado en otras ciudades de la zona, como Segobriga (Almagro-Gorbea y Abascal, 1999: 160).

Osuna (1993: 19 y 1997: 170 y siguientes) se refiere, asimismo, a la existencia de una necrópolis, actualmente bajo las aguas del pantano de Buendía, aunque su localización exacta sea desconocida, en la que en 1992 se recuperó un lote de cerámicas griegas pertenecientes a talleres del siglo V a. C. como Saint Valentin, Fat boy o áticas de barniz negro. La falta de materiales de cronología similar en el Castro de Santaver, así como el fuerte desnivel y la distancia existente entre éste y la zona donde al parecer se localizaría la necrópolis, desaconseja la vinculación entre ambos yacimientos, frente a lo sugerido por Osuna, para quien se trata de la necrópolis de la Ercávica prerromana. Tampoco parecen aceptables otras propuestas (Burillo, 1998: 221 y siguientes) que consideran la posibilidad de que dicha necrópolis pudiera depender de otro núcleo prerromano próximo, interpretado como la Ercavica indígena, dada la excesiva distancia, como se verá a continuación, existente entre ambos.

La existencia de un importante yacimiento prerromano con entidad urbana a sólo 6 kilómetros aguas arriba del Guadiela, en el término municipal de Alcocer (Guadalajara) ya había sido advertida en diferentes ocasiones (Bendala y otros, 1987: 132; Fuentes, 1993: 173 y siguientes; Burillo, 1998: 232). El lugar, conocido como La Muela (Alcocer, Guadalajara), se localiza en la margen derecha del río, ocupando una extensa península amesetada, de superficie prácticamente llana, ligeramente basculada hacia el sureste, con una superficie de unas 37 hectáreas. Presenta marcados desniveles hacia el río, situado al sur, destacando apenas del terreno hacia el norte (figuras 1 y 2). Su proximidad a la Ercávica romana, en la margen contraria, permite sugerir su identificación con la ciudad indígena epónima.

Tal ubicación responde a lo que Burillo (1998: 258 y siguientes) ha denominado «ciudades de llano», en las que las cualidades defensivas del terreno no priman al elegir el emplazamiento. Dichas ciudades surgen en el Valle Medio del Ebro con posterioridad a las Guerras Celtibéricas, teniendo como ejemplos de las mismas, la Bilbilis celtibérica, en Valdeherrera y Ostalé, 1983-84; Burillo, 1988b), La Caridad de Caminreal (Vicente, 1988), que se ha identificado con Orosis (Burillo, 1994: 102; Burillo y otros, 1995: 257), Contrebia Belaisca (Beltrán, 1988) y Segeda, en Durón de Belmonte, sustituyendo así a la primitiva ciudad localizada en El Poyo de Mara (Burillo, 1988a; 1994: 102). Algunas de estas ciudades desaparecerán como resultado de los conflictos sertorianos; otras, como Contrebia Belaisca, continuarán habitadas en época imperial, pero sin la categoría de ciudad (Burillo, 1988c: 307).

Casos similares cabría constatar en el occidente de la provincia de Cuenca, al menos por lo que se refiere a la topografía elegida para construir estos asentamientos, como lo confirman, además de La Muela de Alcocer, el importante oppidum de Fosos de Bayona (Villas Viejas, Cuenca), identificado por los hallazgos monetales con Contrebia Belaisca (Gras y otros 1984; Mena y otros, 1988; Ripollès y Abascal, 1996: 20)2. No obstante, sobre el momento de su aparición cabe señalar que en ambos casos las fuentes se hacen eco de su existencia ya desde el primer cuarto del siglo II a. C., teniendo en el nombre de Contrebia -«reunión de viviendas» o «reunión conjunta»- una clara alusión al proceso de sinecismo que debió de producirse en su fundación (Burillo, 1998: 168). Así, Contrebia Carbica, es citada como urbs en los episodios del 181 a. C., mencionando Livio (40, 33) incluso sus fortificaciones (extra moenia), mientras que la ya comentada cita del 179 a. C. se refiere a Ergavica como nobilis et potens ciuitas (Livio, 40, 50).

El análisis de un lote de materiales superficiales pertenecientes a una colección particular permite realizar una aproximación a la cronología de la población (figura 3). Destaca la presencia de un fragmento informe de campaniense A, así como dos campanienses de tipo B de las formas 5 y 6 de Lamboglia, respectivamente (figuras 3, 1-2), fechadas a partir de mediados del siglo II a. C., llegando hasta el 25 a. C. Asimismo, son numerosos los restos de ánfora de tipo Dressel IA de producciones campanas fechadas entre el 135 y el 50 a. C. (figuras 3, 5-7), al igual que un fragmento de mortero itálico, forma Emporiae 36.2, fechado entre el 150 a. C., desapareciendo durante la segunda mitad del siglo I a. C. (Sanmartí y Principal, 1997: 56; Aguarod, 1998: 637 y siguientes, figura 272, 1). Destaca igualmente la abundante cerámica común oxidante, así como algún fragmento de cerámica pintada con círculos concéntricos (figura 3, 3). Las características del conjunto analizado resultan semejantes a las halladas en los campamentos numantinos, en lo que sería la facies de la vajilla cerámica de importación en uso durante el tercer cuarto del siglo II a. C., como las producciones campanienses, así como los productos de cerámica común itálica (Sanmartí y Principal, 1997: 35 y 75).

De esta población procede también un proyectil de honda de plomo con la inscripción Q. SERT. PROCOS (Fuentes, 1993: 174)3, que permite vincular el final de la ciudad con las Guerras Sertorianas, aunque la presencia de algunos fragmentos de cerámica común de época augustea (figuras 3, 9-15) o de un fragmento de terra sigillata itálica, forma Ettlinger 1990, 33 (figura 3, 16), fechada en la primera mitad del siglo I d. C., muestran la ocupación esporádica del lugar en el Alto Imperio.

La elección del Castro de Santaver como emplazamiento de la ciudad romana de Ercávica, localizada en las proximidades del antiguo núcleo indígena y con mejores condiciones defensivas que éste, responde a una estrategia bien conocida en el ámbito celtibérico del Valle Medio del Ebro tras las Guerras Sertorianas, momento en el que hacen su aparición nuevas ciudades que se sitúan en las proximidades de las destruidas ocupando lugares de topografía elevada (Burillo, 1998: 323 y siguientes). Este es el caso de la romana Ergavica, en el Cerro Bámbola, que viene a sustituir a los importantes centros de Segeda y Bilbilis celtibérica, en Valdeherrera (Burillo, 1994), o de la ciudad ubicada en San Esteban del Poyo del Cid (Burillo, 1981) -para la que recientemente se ha sugerido su identificación con la ciudad edetana de Leonica (Burillo y otros, 1995: 256 y siguientes)-, junto a La Caridad de Caminreal. Lo mismo procede decir en el caso de Segobriga (Almagro-Gorbea y Lorrio, 1989; Almagro-Gorbea, 1992), a la que Plinio (3, 25) denomina caput Celtiberiae, situada en Cabeza del Griego (Saelices, Cuenca), a 6 kilómetros de Contrebia Carbica, sobre todo teniendo en cuenta que las recientes excavaciones en la ciudad de Segobriga han permitido identificar diversos niveles fechados hacia mediados del siglo I a. C. o, todo lo más, de época postsertoriana (Almagro-Gorbea y Lorrio, 1989; Almagro-Gorbea, 1992), lo que contrasta con la información procedente de los trabajos de excavación desarrollados en Contrebia Carbica, que relacionan su final con los episodios sertorianos (Gras y otros, 1984: 84; Mena y otros, 1988).

Quedan para el final dos aspectos de cierto interés y que, en contra de lo que pudiera parecer, no están suficientemente aclarados: el nombre de la ciudad indígena y su adscripción étnica. Sobre el primero, nadie duda, ni aun quienes defienden una distinta ubicación para el núcleo indígena (Fuentes, 1993: 1723 y siguientes; Burillo, 1998: 222, 232 y 327, figura 58), que la ciudad romana mantuvo el nombre de aquél, como ocurrió en Bilbilis o Clunia, aunque no esté de más el recordar que existen otros casos, como Segobriga, en el que se optó por un nuevo nombre para la ciudad romana, aunque el topónimo elegido fuera plenamente indígena. Para Burillo (1998: 327), las ciudades que adoptaron un nuevo nombre corresponderían a las localizadas en territorios en los que se habrían producido cambios étnicos, lo que, como se verá más abajo, parece haber sido el caso de Segobriga.

En cuanto a Ercavica, tal reflexión no resulta baladí, pues las evidencias relativas al núcleo indígena del mismo nombre no son concluyentes en lo que a su localización se refiere, ya que la cita de Livio resulta excesivamente general a este respecto, lo que ha llevado incluso a Burillo (1998: 232 y siguientes, figura 63) a proponer su ubicación en el Valle Medio del Ebro, y no se conoce la procedencia de ninguna de las monedas de la ceca indígena del mismo nombre, sobre cuya ubicación, por otro lado, tampoco existe consenso.

Por su parte, el segundo aspecto tampoco parece plenamente esclarecido, ya que únicamente se cuenta con la noticia de Ptolomeo, muy tardía, sobre el carácter celtibérico de la ciudad de Ercavica. La inexistencia de fronteras estables en época prerromana es un fenómeno suficientemente conocido, como lo demuestra el caso de Segobriga, cuya situación limítrofe dentro de la Celtiberia estaría referida a un momento avanzado, el recogido por Plinio (3, 25) (véase, no obstante, Capalvo, 1996: 63 y siguientes), lo que no entraría en contradicción con la posible adscripción de Contrebia Carbica a los Carpetanos, deducida de su topónimo, en el momento inmediatamente anterior. En relación con esto, hay que señalar el carácter transicional que tienen las tierras del Alto Guadiela entre los ámbitos carpetano y celtibérico (véase sobre el particular, Burillo, 1998: 199; Blasco y Sánchez, 1999: 138 y siguientes, figura 7), sobre todo teniendo en cuenta que el área nuclear del mundo celtibérico se localiza algo más al norte, en las tierras del Alto Tajo-Alto Jalón (Lorrio, 1997: 257 y siguientes).

Notas

1. Véase, sobre su ubicación, González-Conde, 1987: 15 y siguientes y 46; Tovar, 1989: 216; Capalvo, 1996: 112 y siguientes, etcétera

2. Véase sobre las cecas de sekobirikes y kontebakom/karbika, identificada con Contrebia Carbica, y las relaciones entre las ciudades emisoras y la Segobriga romana, García-Bellido, 1994; Ripollès y Abascal, 1996 y Abascal y Ripollès.

3. Agradecemos al Dr. Ángel Fuentes la información relativa a la procedencia y características de esta pieza.

Alberto José Lorrio Alvarado
Universidad de Alicante

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