Presentación del Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia

Martín Almagro-Gorbea
Académico Anticuario Perpetuo de la Real Academia de la Historia

La Real Academia de la Historia creó en 1792 la Comisión de Antigüedades para estudiar y cuidar las «antigüedades del reino», consideradas como importantes documentos para la Historia de España. La Comisión de Antigüedades fue la encargada de redactar la Instrucción formada por la Real Academia de la Historia sobre el modo de recoger y conservar los monumentos antiguos descubiertos o que se descubran en el Reino, recogida en la Real Cédula de 6 de julio de 1803 y que constituye la primera ley de protección del rico Patrimonio Arqueológico de España.

Para mejor desempeñar su labor, la Real Academia de la Historia también fomentó otras instituciones a lo largo del siglo XIX e inicios del XX, como las Comisiones Provinciales de Monumentos Históricos y Artísticos, que representaban a las Reales Academias de la Historia y Bellas Artes de San Fernando en las provincias, la Escuela Superior de Diplomática, creada para formar archiveros, bibliotecarios, arqueólogos y museólogos, y el Museo Arqueológico Nacional, la idea de cuya creación se remonta a 1830.

Estas actividades explican la importancia de los archivos sobre Arqueología y Patrimonio Histórico de la Real Academia de la Historia esenciales para conocer la Historia de la Arqueología y del Patrimonio Histórico de España. Junto a los archivos del Gabinete de Antigüedades y del Numario, destaca el de la Comisión de Antigüedades, con más de 16.000 documentos, que está estructurado en legajos ordenados por provincias, sistema que ha determinado el proceso de catalogación e indización de su fondo documental.

Esta obra que aquí presentamos es fruto de una larga labor emprendida en 1998 y que ha supuesto 5 años de intenso trabajo en el Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia. La labor de catalogación e indexación se ha realizado gracias a la colaboración de numerosas instituciones y especialistas, a los que es justo reconocer su inestimable ayuda.