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Enrique Falcón

Entrevista

Enrique Falcón nace en febrero de 1968 en Valencia y desde 1993 reside en el Barrio del Cristo. Es profesor de Formación Profesional y licenciado en literatura española por la Universitat de València. Miembro de la Comunidad de Vida Cristiana Ignacio Ellacuría y del Voluntariado de Marginación Claver de Valencia. Insumiso al ejército y a la PSS y objetor fiscal a los gastos militares. Autor de una ya extensa obra ha publicado textos y poemas en diversas revistas de creación y en publicaciones de determinados colectivos sociales, sindicales y políticos, así como escrito diversos trabajos de teoría literaria. Ganador del Premio Nacional «Antonio Machado» de Poesía (Sevilla, 1992), Accésit nacional del «Gerardo Diego» de Poesía (Madrid, 1992), en 1999 recae en La marcha de 150.000.000 el premio «Ojo Crítico» de poesía.

Marcos Taracido: La entradilla que te describe está literalmente extraída de la reseña biobibliográfica que tú mismo facilitas. Destaca, evidentemente, por tu deseo de resaltar asuntos no estrictamente relacionados con el mundo de la literatura: ¿qué pretendes con ello?

Enrique Falcón: Precisamente eso: dejar bien claro que escribir poesía es tan sólo uno de entre los tantos espacios en los que nos jugamos la pasión de cada cual por ser y ser con otros, en el medio del mundo. O dicho de otra manera: que quien así escribe es también el que vive con otros, participa en su barrio, acompaña a jóvenes en procesos educativos, ama y se pelea en contextos cotidianos de vida, entra en prisión, forma parte de una comunidad, se declara insumiso a lo militar, toma café con sus hermanos de sangre, besa a su compañera de camino, publica artículos en la prensa contrainformativa, comparte el pan, el vino y la mesa, milita en asociaciones de base o da clases en una escuela de formación profesional. En mi caso al menos, no entendería bien ese «escribir poemas» sin todas estas otras conspiraciones de la vida.

Marcos Taracido: Y en ese entramado, ¿cuál es la función de la poesía?

Enrique Falcón: Desordenar la vida, acompañar las opciones civiles (personales, colectivas) por la resistencia, renombrar el mundo, pronunciar «nosotros» –para el cautiverio y la esperanza– en una lengua que no sea la materna.

Marcos Taracido: Tu propuesta teórica sobre poesía, tu arte poética, es sorprendente toda vez que recuperas una dialéctica, la de la poesía social, olvidada desde hace treinta años, pero lejos de asumir sus propuestas estéticas, abogas por una poesía sensible a la musicalidad y el ritmo, con imágenes cercanas al surrealismo y de lectura nada fácil.

Enrique Falcón: Sí. Y lo es porque entiendo que es un espejismo malintencionado esa (supuesta) separación entre formas y contenidos a la que quizá nos han acostumbrado demasiado. Un proyecto de escritura que quiera poner en crisis nuestras relaciones simbólicas y políticas con este mundo terrible del que somos cómplices no puede tampoco dejar de considerar que el lenguaje ha de ponerse también en crisis. El lenguaje es, ante todo, mediador primero en nuestras relaciones de dominio y de explotación, y también lo es en nuestras posibilidades personales, colectivas, de emancipación. Lejos de ciertos espejismos de «transparencia» y «borrado del montaje», soy incapaz de olvidar que un poema es, entre otras muchas cosas, un artefacto de palabras.

Marcos Taracido: Pasa quizás lo mismo con tu ensayo Las prácticas literarias del conflicto, en el que esbozas los modos de actuación y de acción por medio de la poesía, aunque aquí parece que su objetivo choca un poco con su dificultad de lectura.

Enrique Falcón: Por ahí, de hecho, creo que se están cruzando (hoy) algunos de los más fecundos debates entre quienes los nuevos etiquetados nos sitúan en la llamada «poesía de la conciencia crítica». De nuevo, pues, en el candelero, la cuestión del realismo y la viabilidad de la protesta a partir de (sólo) el contenido. En ese debate (que prefiero entender como un contraste de estrategias diversas con un mismo horizonte común), me sitúo en una opción que cuestiona si de verdad un poema crítico puede sostenerse sobre la (supuesta) «transparencia» de los signos con que articulamos la protesta, si puede sostenerse sobre el mito del sujeto autobiográfico, si puede sostenerse –en definitiva– un proyecto crítico de escritura sin que se intensifique también una práctica de crisis y de desarticulación en el lenguaje, con cuyos materiales ese poema es montado. Creo que la noción de «conflicto» es, por tanto, también una cuestión de formas. Y esto, claro, hace que un poema de David González –por poner ejemplos actuales– sea (de lectura) menos difícil que un poema de Antonio Orihuela, y éste a su vez sea menos difícil que uno de Isabel Pérez Montalbán, y éste menos difícil que uno mío, y éste menos difícil que (alg)uno de Méndez Rubio.

Marcos Taracido: ¿Y que papel juega en tu arte poética el cristianismo?

Enrique Falcón: El cristianismo circula en mis poemas, como también lo hacen determinadas corrientes del pensamiento personalista y comunitario, del marxismo y –sobre todo– del comunismo libertario. De esas tradiciones de pensamiento y praxis se alimenta en gran parte mi consciencia de vivir en el mundo y, por tanto, también se hacen presentes, de un modo u otro, en mis poemas: cómo no. En lo que particularmente toca al cristianismo (que, en tanto creyente, más lo concibo como una fe, como una confianza que dinamiza, que como una «religión»), sí: son obvias esas marcas. A menudo se han señalado en La marcha de 150.000.000 marcas continuas que conducen a las teologías de la liberación (con las que, en tanto creyente, me siento más que identificado), a la poesía profética veterotestamentaria (el Segundo Isaías, sobre todo), a la teología paulina del escándalo de la cruz y de la resurrección, a la «memoria passionis» de Metz, a la narratividad subversiva del evangelio, a la reforma insurreccional de Thomas Müntzer, a la cotidianeidad de las comunidades eclesiales de base, o –en fin– a la memoria interminable de los cristianos que han sido tumbados a tiros por orden de los poderosos durante los últimos 30 años. Creo que determinadas corrientes en las «religiones» (y sólo una de éstas sería el cristianismo) forman parte, por sus prácticas de resistencia y por sus luchas contra la desesperanza, de una ya larga historia de la liberación, de la que poemas como La marcha... quieren ir dando cuenta.

Marcos Taracido: Pero me da la impresión de que en tu poesía eludes, y yo creo que acertadamente, un tratamiento confesional o de fe del cristianismo; más bien lo utilizas como referencia libresca o histórica que, entonces sí, se integraría en esas otras corrientes de pensamiento comunitarias y marxistas que dices circulan por tus poemas. Es decir, que no utilizas el cristianismo como un creyente sino como un conocedor y admirador (y practicante) de la ética que supone.

Enrique Falcón: En realidad, a mí me cuesta hablar del cristianismo como un objeto de conocimiento, o como un referente textual e histórico, o como un cuerpo doctrinal o un conjunto de creencias. No considero, por ejemplo, que Jesús de Nazareth fuera un simple maestro moral, aunque esto ya sea mucho (Kropotkin, Tolstoi, Ellacuría, Marx, Gandhi, Mohamed, Romero, Buda, Mounier, por el contrario, sí lo serían). Mi posición, aunque parezca paradójica una vez enfrentados mis textos, es confesante: digo (y escribo, en 150.000.000) que el resucitado es aquel crucificado blasfemo y peligroso que fue eliminado por el Imperio, y digo que la adhesión personal al Cristo me (nos) moviliza en todas las dimensiones de la vida (incluyendo las literarias). Otra cosa es que esta posición confesante no es (ni en mi vida ni en mis poemas) requisitoria, apologética, proselitista, ni mucho menos excluyente, indoctrinadora o farisaica (o, al menos, eso es lo que uno intenta). Creo que esto me viene de mi experiencia de diálogo y colaboración, en determinadas fronteras de la militancia política y ciudadana, con el mundo no-creyente. En este sentido, sobre fragmentos enteros de La marcha de 150.000.000 podrían reconocerse tanto (determinados tipos de) creyentes como (determinada clase de) hombres y mujeres laicistas de izquierda.

Marcos Taracido: En el imperio de la poesía de la experiencia y el realismo sucio tu poesía comprometida ha sido reconocida con varios e importantes premios.

Enrique Falcón: Desde mediados de los 90 se viene observando la ampliación de ciertas brechas entre ese imperio (retórico) al que haces referencia. Lo que viene también a recordarnos que ciertos modelos hegemónicos en las dos últimas décadas de eso que llaman «poesía española reciente» quizá muestren un cierto agotamiento, desvelando corrientes más o menos subterráneas que ya llevaban tiempo latiendo y que no son (en serio) nada nuevas. Los premios, por lo tanto, han de mostrar también esas grietas y de vez en cuando recaen sobre proyectos de escritura distintos a los repetidos durante estos últimos años. Tampoco hemos de olvidar que también pasa con los premios literarios (queda todavía por hacer una historia de las pragmáticas políticas y personales que los hacen posibles) lo que no es ajeno a la industria cultural en el sistema capitalista: que, bajo estrategias publicitarias de etiquetado, el sistema es capaz de premiar y venderte hasta el ladrillo que le arrojas.

Marcos Taracido: Cuando empecé a leer La marcha de 150.000.000 me enganchó de inmediato el ritmo versal y la resonancia de las palabras. Su musicalidad invita a una lectura recitada; sin embargo, tanto la tipografía como las notas en los márgenes responden a una concepción visual de la lectura.

Enrique Falcón: Me encantaría que el proyecto del que se alimenta, en concreto, La marcha de 150.000.000 no prescindiera de ambas dimensiones: la lectura abierta por parte de una colectividad reunida y las posibilidades que ofrece una recepción en silencio, solitaria, de lo que es también un artefacto escrito que se despliega a lo largo del papel o la pantalla. La apuesta, alternada, por alguna de estas dos posibles acogidas del poema ha de desactivar en ese momento determinadas dimensiones por las que opta la otra. Personalmente he de confesar que, de tener que elegir (elección que es irreal, puesto que en ambas fronteras el poema va llegando a los otros), la experiencia en la historia de la recepción de La marcha me ha ido mostrando que quizá se desaten más posibilidades en la primera de esas opciones: la oral, recitada y comunitaria. Los recitales del poema por parte de Vicent Camps a lo largo de pueblos, escuelas y colectivos son un buen ejemplo de ello.

Marcos Taracido: Esto me interesa mucho. ¿Puedes describirnos en qué manera reciben esos pueblos y colectivos que nombras tu poesía? Porque eso recuerda a las lecturas poéticas de Neruda entre los pescadores y yo siempre me pregunté hasta qué punto los aplausos se dirigen más a quien lee que a lo leído. Sobre todo en tu caso, con una recepción difícil y llena de referencias librescas.

Enrique Falcón: Creo que ya no podemos recuperar, para la Europa de hoy, las tradiciones de recepción masiva de la poesía tal como llegó a ocurrir, por ejemplo y ya que lo mencionas, con Neruda (por retomar el caso chileno, aunque hay otros). El encuentro del poema recitado con la gente –al menos es ésa nuestra experiencia– se procura desde otras claves, y ninguna de ellas pasa por que el aplauso se dirija más a quien lee que a lo que es leído. Recuerdo uno de esos recitales, recientemente en Valencia, en el que –finalizada la lectura de los poemas– la gente allí convocada (unas cien personas, todo un «llenazo» para tiempos de aislamiento como el actual) fue redirigiendo el debate hacia planteamientos compartidos sobre nuestra participación como ciudadanos en la vida política, sobre la protesta y nuestras opciones de vida, sobre las aportaciones de la literatura en los proyectos colectivos de la resistencia. Es decir, se produjo algo que los unionistas (la gente de la Unión de Escritores del País Valenciano) siempre hemos procurado: que la lectura del poema saque del centro tanto al poema como al poeta, que el recital se trastoque en asamblea, que el «oyente» se revele como ciudadano en discusión con otros. Si alguien hubiera llegado tarde a aquella convocatoria, le habría resultado difícil saber si se trataba de un recital o de un debate ciudadano y mucho más le habría costado averiguar quién, de entre ese centenar de personas, era el poeta.

Marcos Taracido: Las notas al margen se hacen necesarias para la comprensión del poema en La marcha de 150.000.000, pero como recurso poético es peligroso: aleja de una lectura continua, pone freno al ritmo y puede despistar la mente de la materia poética.

Enrique Falcón: La verdad es que en modo alguno me desagrada esa idea de que se nos despiste la mente de la materia poética porque creo en la necesidad de que seamos, permanentemente, descentrados. En el sentido de que la «materia poética» se nos pueda intoxicar con esas otras cosas, entonces sí: adjetivemos esta contaminación como lo que es: un ejercicio «peligroso», como bien indicas. Mi maestro Roque Dalton denunciaba la presuposición de que la poesía fuera un «vaso santo» que no debería mancharse con el imperialismo, la tortura o la miseria cotidiana de los sin voz y los sin rostro. Yo creo que vale la pena (y mucho) que la poesía se nos contamine irremediablemente con ese olor a pies (de realidades supuestamente ajenas a la materia poética), con ese vuelco de mostaza, con el crimen nuestro de todos los días. En esa opción (que lo es política, que lo es retórica), las notas al poema, insoportables en su quebrar la linealidad de su lectura, vienen a cumplir esa función. No sólo ellas, pero también ellas.

Marcos Taracido:

Hemos llegado después de tanto tiempo, de tanta impertinencia,
sucios y pringados de arenales, de aromas hacinados
en las cuencas de los ojos, de uñas rotas
y canciones roídas contra el muro. Llegamos
hace tiempo y no lo supimos
hasta hoy, cuando al fin vemos el agua, este suelo, estas salivas
rodeándonos de guitarras y cintas de madeja,
así desligando el cabello, estos antebrazos
estranguladores de la duna, el arrecife,
el mar revolviéndose en nosotros
su nuca de playa sin camisa, un voraz reencuentro de la pita
y la rabia.

Enrique Falcón, La marcha de 150.000.000.

Enrique Falcón: Se lea en las costas de una Europa fortificada. Te contesto con un poema hermano a éste, escrito por Carlos Durá para un libro impresionante titulado Crónica del paraíso (este Carlos es un poeta valenciano, compañero de la Unión de Escritores y militante en asociaciones de defensa de los inmigrantes):

a partir de aquí
la distancia
el color
lo diverso
la lengua de estaño que lame con
desesperación un jirón de vientre
tierra desangrada que busca más allá
sus venas
y está sucio hasta la médula
hasta los ojos hundidos de reproche
los brazos invictos o inventados
que se rinden sólo ante el paso
de la evidencia

qué lejos entonces el mar
sólo nuestro
inventado y aspirado hasta donde nos llegan
los fantasmas
curioso e irritante el pie desnudo
sobre la carne
el abismo del sol
entre la frente
y es entonces cuando se nos llenan
las uñas de despojos
y recordamos los hombros
la destrucción encarnada
en unas huellas
en la destreza del dejarse reventar
y estudiar cuidadosamente
la protesta del miedo
.

Marcos Taracido:

[...]
si bajáis subterráneos entre ratas
y la mampostería leprosa otro cerrojo
en un cajón de ahorcado el viejo rostro
en donde ha muerto ahogada una palabra
una palabra nuestro nombre la tierra
hacia donde querían ir sus pasos
la libertad para su fuego errante
lo bajan con cordeles a la mojada
tierra enemiga nadie saluda hace frío
hace frío de tumba en Europa.

Pablo Neruda. Miranda muere en la niebla. Canto General.

Enrique Falcón: ¿Sabes en qué pienso cuando traes a colación esto de Neruda? En lo mucho que debe 150.000.000 al Canto General, su libro más importante (como él mismo reconocía). Al menos, en tanto intento gigantesco de capturar la memoria del cautiverio y la resistencia de toda una colectividad, aquella continuamente dominada pero todavía no vencida. No sé si a ti también te pasa, pero nos toca muy cercano eso de Neruda («... hace frío de tumba en Europa...»): está enraizado en nuestra conciencia de europeos recién llegados a las cumbres de la macdonalización. Quizá desde ese mismo «frío» del mundo rico, desde el que vivimos con tanta complicidad, hablen algunas de las secciones de La marcha... En este sentido, hay quien opina que ese hablar «desde el frío» (el que excluye y mata a buena parte de la población mundial) acaba convirtiéndose en una dicción culpabilizada, cuando es volcada en el poema. Quizá haya de ser ése su final, aunque personalmente preferiría que acabara en una dicción movilizadora, responsable y vitalista (como creo que hoy están haciendo los jóvenes poetas andaluces de «La Palabra Itinerante»). «Nada / podrá / contra esta avalancha / del amor», escribió ese poeta hermano de Neruda que se llamó Otto René Castillo (lo escribió para «Comunicado» antes de que –por pertenecer a la guerrilla rebelde de César Montes– fuera torturado, mutilado y quemado vivo por el ejército de Guatemala, allá por el 68, mientras yo nacía).

Marcos Taracido: Claro, es que he puesto ese fragmento precisamente porque creía en esa influencia de Neruda en 150.000.000. Y más concretamente de ese poema, Miranda muere en la niebla, tanto en el fondo como en la forma; no en vano es, para mí, la composición en la que emerge todo lo positivo de Canto General. Incluso me atreveré a decir que su ritmo subyace a algún fragmento de 150...

Enrique Falcón: Con el ritmo creo que se juega gran parte del pulso de La marcha... Y ahí están los ejemplos no sólo del Neruda del Canto general, sino también del Cardenal que escribe el que, a mi juicio, podría ser el libro más importante de la poesía castellana más reciente: el Cántico cósmico, que compartiría también con el canto de Neruda la pasión por la obra abierta, incontrolable, ininterrumpida en el proceso de su construcción.

Marcos Taracido: Háblanos del proceso constructivo de La marcha de 150.000.000, en el que llevas inmerso desde 1992.

Enrique Falcón: Cuando se publicaron las dos primeras versiones del poema, Antonio Méndez Rubio escribió de ese proceso que «fiel al motivo que le da sentido, el discurso no se detiene: se entiende como escritura en proceso, provisional, en continua (des)organización, sin cierre ni fronteras». Estoy de acuerdo con aproximaciones como ésta que señala Antonio. A menudo tengo la impresión de que es lo único de lo que –en poesía– me ocupo desde el 92 (año en que situaría con claridad el inicio de esa nueva guerra contra los pobres que Bush padre triunfalmente bautizó como «Nuevo Orden Internacional»), y que todos los demás proyectos (AUTT, o la trilogía compuesta por los libros Amonal, Codeína y Ántrax) son meros «ejercicios en prácticas» paralelos y apenas subordinados a la reescritura continua de La marcha...

Marcos Taracido: ¿En qué momento se encuentra, pues, actualmente el texto?

Enrique Falcón: En un año saldrá publicado un nuevo volumen, con las cuatro primeras partes del poema. La primera sección se publicó en el 94. En una segunda entrega, ya en el 98, se volvió a publicar esa primera parte («El Saqueo») junto a una nueva reorganización titulada «Los Otros Pobladores». Hoy por hoy, las dos siguientes secciones (tercera y cuarta: «La caída de Dios» y «Canción de E») permanecerán inéditas en formato de libro hasta finales del 2003, aunque casi todas sus secuencias ya han sido publicadas en antologías y en revistas literarias o de colectivos sociales y políticos. En todo caso, el proceso complejo de reescritura y reorganización del poema (que hoy maneja un volumen de más de 4.000 versos) sigue respondiendo a uno de los cometidos que quise acoger desde el comienzo: aquel que un antiguo miembro de la guerrilla guatemalteca me hizo en el 93, en una carta escrita desde El Salvador. Decía: «...me gustaría leer, compañero, sobre su marcha interna que acompaña, indudablemente, con carne y sangre, esa marcha de los 150.000.000; además, que cantara la canción de los que se quedan haciendo la resistencia de la vida, porque –según creemos muchos– de aquí se van generando verdaderas alternativas para la esperanza, que alcanzarán a aquellos que han marchado». Por esa misma solicitud, el proyecto de La marcha de 150.000.000 se ha vuelto indetenible.

Marcos Taracido

Entrevista realizada por Marcos Taracido para la revista «Almacén» (ahora en: www.librodenotas.com), de mayo de 2002.

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