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Javier Heraud

Semblanza crítica de Javier Heraud

Por Elena Zurrón Rodríguez

Javier Heraud nace en Miraflores el 19 de enero de 1942, en el seno de una familia numerosa de cinco hermanos siendo él el tercero de los hijos de Jorge A. Heraud Cricet y de Victoria Pérez Tellería de Heraud. Será siempre, para sus compañeros poetas de la Generación del 60, un símbolo de la lucha política y social, al mismo tiempo que un romántico lleno de inocencia y de candor que, a pesar de haber sacrificado su vida por unos ideales y de haber luchado como guerrillero, no era un fanático, pero sí un inconformista, fiel a sí mismo y muy entregado a los demás. Era un joven sencillo, de gran talento, que encontró la muerte a temprana edad en un escenario que él describiría de manera premonitoria en su poemario El viaje (Lima, Cuadernos Trimestrales de Poesía, 1961):

[...] y supuse que
al final moriría
alguna tarde
entre pájaros
y árboles.

(Heraud, 1961: "Recuento del año", s. p.)

Javier Heraud con el uniforme del Colegio Markham de Lima en 1957 (Fuente: Imagen cortesía de los herederos de Javier Heraud)

A los cinco años ingresa en el Colegio de los Sagrados Corazones de Belén, y en 1948 es admitido para hacer la primaria en el Colegio Markham, en donde cursa toda su instrucción escolar. Recibe, al finalizar sus estudios, el Segundo Premio de su promoción y el Primer Premio de Literatura. En 1958 ingresa con el primer puesto en la Facultad de Letras de la Pontificia Universidad Católica del Perú, al tiempo que ejerce de profesor de español y de inglés en el Instituto Industrial N.º 24. Adela Tarnawiecki, joven estudiante de la Pontificia Universidad Católica del Perú, nos describe en un artículo de la revista Vuelapluma titulado «Mi encuentro con Javier Heraud y Miguel Hernández», cómo fue su encuentro con Javier Heraud en la clase de Literatura, y nos cuenta cómo le habla con gran admiración de un poeta español de la Guerra Civil, Miguel Hernández:

¿Conoces a Miguel Hernández? […] Es un poeta español mártir y víctima de la posguerra civil española. Para mí, además de poeta, es también un héroe, porque en medio de su pobreza supo vencer la ignorancia del padre, educándose a sí mismo y fue un hombre delicado, de sentimientos generosos para su pueblo. Luchó silenciosa y desesperadamente contra la injusticia y el abuso de los gobiernos, no solo alistándose en el bando republicano, sino también con su palabra, con su poesía. ¡Yo quisiera tener su entusiasmo y su entrega!

(Tarnawiecki, 2013: 16)

Dos años después, a los dieciocho, publica su primer poemario, El río (Lima, La Rama Florida, 1960), dentro de la Colección Cuadernos del Hontanar. En 1973, en el décimo aniversario de su trágica muerte, se crean los Cuadernos de Javier Heraud, dirigidos por Luis Alberto Ratto y Javier Sologuren, en una edición auspiciada por el Centro Federado de la Facultad de Letras de la Universidad Católica. Según el testimonio personal de Cecilia Heraud, recogido por Carlos Pongo en 2008, su hermano Javier se integra en la Universidad de San Marcos en 1961:

... es decisivo en su desarrollo político y él era consciente de ello... Pero entonces recibe presiones de mi padre, que insistía en que estudiara Derecho, cosa que a él no le interesaba, pero se había matriculado en San Marcos para darle gusto. Continuaba sus estudios de Literatura en la Católica. San Marcos le brinda la oportunidad de ampliar su círculo de amigos y frecuentar a los poetas de esa universidad, como Arturo Corcuera, César Calvo, Pedro Gori, Reynaldo Naranjo.

(Pongo, 2008)

Portada de «El río», Lima, La Rama Florida, 1960, Colección Cuadernos del Hontanar (Fuente: Imagen cortesía de los herederos de Javier Heraud)

Su primer poemario, El río, consta de un largo poema, que es el más importante, y de otros cuatro más breves que cierran el libro. En el epígrafe parafrasea un verso del gran poeta español Antonio Machado, por el que sentía una gran admiración: La vida baja como un ancho río. La vida aparece como un río, metáfora de larga tradición española, como los ríos y las vidas de Jorge Manrique en las Coplas por la muerte de su padre, y donde nos da a entender que las vidas, como los ríos, van a dar al mar de la disolución y de la muerte. En suma, los ríos, como la vida, nacen, se desarrollan y mueren en la poesía de Javier Heraud. Para Heraud, la vida es como un río, que a veces se mueve en aguas turbulentas y llenas de riesgos, y en otras ocasiones discurre por cauces transparentes y plácidos. Estas ideas las resume en unos versos sencillos en los que habla en primera persona, al tiempo que nos describe con emoción lo que él siente.

Y por último, el «río-vida», que aparece como una fuerza destructiva con la que expresa el desgarramiento del hombre en contacto estrecho con la naturaleza. Esta idea será el leitmotiv en toda su obra poética. El lenguaje poético de Javier Heraud se muestra en imágenes claras, y utiliza verbos de gran fuerza conjugados en tiempo presente como «bajo», «golpeo», «desbordo», «inundo», y con adverbios terminados en «mente» (como «furiosamente», «violentamente»…) que confieren al poema una suspensión en el tiempo y una violencia inusitada:

Yo soy un río
bajo cada vez más
furiosamente,
más violentamente
bajo
cada vez que un
puente me refleja
en sus arcos.

(Heraud, 1960: "El río", 1)

Utiliza Javier Heraud el verso libre, forma poética que domina con gran acierto en sus técnicas y normas, y que en palabras de Washington Delgado, el poeta va creando continuamente:

Una de las maneras artísticas de trabajar el verso libre consiste, pues, en mantener en suspenso el significado de un verso para completarlo sorpresivamente en el verso siguiente. En la poesía de Javier Heraud encontramos varios ejemplos similares de encabalgamiento. Por ejemplo: «Las cicatrices / del tiempo y del olvido / las cicatrices del odio / y el amor».

(Delgado, 1973: 321)

En cuanto al uso de las conjunciones en el poemario El río, a veces deja la conjunción sola como un verso íntegro, y sabemos que después vendrá un sustantivo, y un verbo, y otra conjunción. Washington Delgado nos dice, en cuanto a su estilo, que:

Heraud quiere ser libre e imponer su voluntad, su acción, sus versos en movimiento […] La extraña arquitectura de la poesía de Heraud cuajada de versos que rematan en conjunciones y preposiciones. «A veces soy / tierno y / bondadoso [...] Pero a veces soy / bravo / y / fuerte, [...] inundo / las puertas y sus / corazones, / los cuerpos y / sus corazones».

(Delgado, 1973: 320)

La reiteración es una figura retórica que consiste en la repetición de palabras al comienzo de una frase o un verso, y es otro de los recursos estilísticos que Heraud utiliza en este primer poemario. La palabra «un río» se repite tres veces, y esta triple reiteración nos muestra una expresividad refinada que aumenta la intensidad:

Yo soy un río
un río
un río
cristalino en la
mañana.

(Heraud, 1960: 2)

Portada de «El viaje», Lima, Cuadernos Trimestrales de Poesía, 1961 (Fuente: Imagen cortesía de los herederos de Javier Heraud)

Con su segundo poemario, El viaje (Lima, Cuadernos Trimestrales de Poesía, 1961), ganó el Premio El Poeta Joven del Perú, compartido con Poemas bajo tierra de César Calvo, poeta y compañero de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. El premio lo otorgaba, desde Trujillo, Marco Antonio Corcuera, editor y fundador de Cuadernos Trimestrales de Poesía. En los poemas de El viaje la metáfora del río como vida se sustituye por la idea de la «vida» como viaje y el «descanso» como sueño. La muerte es considerada por el poeta como un viaje en el que el viajero retorna a su casa. Se alegra de ver a sus padres y a sus hermanos, pero a pesar de la alegría del reencuentro conserva en su interior el sentimiento de desesperación y de desencanto, de no saber realmente si ha descansado en ese viaje, porque ha pasado un año desde su partida y el descanso al no ser encontrado se convierte en una esperanza para él. El «descanso» es lo que persigue el poeta, pero el ansiado descanso, como vemos en la estrofa décima, no es el sueño ni la muerte.

Y continúa el poeta con su eterno conflicto existencial y su hilo argumental: viaje y sueño, tiempo y descanso. El poema comienza con una afirmación (He dormido todo / un año) y continúa con una oración dubitativa: o tal vez he muerto / sólo un tiempo. Utiliza metáforas como la hierba del olvido, las hojas del amor / y del otoño y para él el camino no termina nunca, Yo caminaba y / caminaba.

Debemos aclarar que los dos grandes viajes de Heraud, a Rusia y otros países europeos y a Cuba, son posteriores a estos poemarios, y no contienen ningún rasgo biográfico. Únicamente cabe subrayar en estos poemas el carácter simbólico del viaje, al que se refiere siempre como a un deseo de descanso profundo, que podría significar un afán de tranquilidad y de superación de conflictos internos, dirigido a lograr la ausencia de angustia por parte del poeta: cuando Heraud «ha viajado», siempre ha intentado descansar. En Viajes imaginarios (1961, publicado póstumamente), el poeta deja volar su imaginación a través de viajes por los bosques perdidos, viajes por los sueños, viajes por las ruinas ignoradas, viajes por las playas desiertas y por las calles. Este libro está escrito en prosa poética, y consta de seis poemas encabezados por una cita del poeta Luis Hernández, amigo entrañable de Javier Heraud y compañero de la Generación del 60.

En la poesía de Javier Heraud el otoño puede ser un símbolo más, como el río y el viaje. Se refiere al otoño como la estación del año en que el aire se suaviza y las flores y las hojas se caen de los árboles y, cómo no, del inicio del colegio y de la actividad cultural. Y es también en vinculación con el otoño que la poesía se acerca al poeta y, más premiosamente, le exige su entrega.

Javier Heraud toma de T. S. Eliot el estilo directo y la habilidad para hacer poesía con sencillos elementos de la vida cotidiana, entre un estado de ánimo sereno y resignado y una obsesiva insistencia en el tema de la muerte. Y además, introduce a Eliot y el denominado «modo anglo-sajón» en la poesía peruana de los 60. Según afirma Edgar O'Hara, Javier Heraud refleja en sus poemas lo que de épico filosófico y con gran contenido espiritual hereda de T. S. Eliot, llegando a citar y parafrasear versos enteros del maestro británico-estadounidense.

Por Estación reunida (1961, publicado póstumamente), poemario dividido en dos cuadernos de versos titulados «Las sombras y los días» y «En espera del otoño», el poeta recibe el Primer Premio de los Juegos Florales de la Federación Universitaria de San Marcos. Escrito bajo el seudónimo de El Leñador, los miembros del jurado resaltaron en sus deliberaciones la profunda humanidad de sus temas.

Otro tema recurrente y simbólico en la poesía de Javier Heraud es la idea de la muerte, una insistente obsesión en un poeta que desde muy joven empezó triunfando en su carrera literaria con la certeza de que cada hombre, siguiendo la idea de Rainer Maria Rilke, lleva dentro de sí su propia muerte, pero la tradición española, y su admiración por el poeta Jorge Manrique en Coplas por la muerte de su padre, pesan más a la hora de escribir sobre la muerte y la identificación de las vidas con los ríos y la muerte con el mar:

Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir.

(Manrique, 1979: 116)

Javier Heraud como instructor de un curso en la Pontificia Universidad Católica del Perú hacia 1959 (Fuente: Imagen cortesía de los herederos de Javier Heraud)

Javier Heraud siempre trata el tema de la muerte con hondura y con su consabida sencillez, desprovista de retórica y de ausencia de lamentos sentimentales, considerando la muerte como un rasgo consustancial con la condición humana.

Podemos recoger este sentimiento como una premonición cuando Javier Heraud nos anuncia su muerte «entre árboles / y pájaros», como cuando César Vallejo adivina que morirá «en París con aguacero» o cuando Sebastián Salazar Bondy escribe su «Testamento ológrafo». El poeta Javier Heraud, integrado en la causa revolucionaria y en la liberación de los explotados y humillados, transforma sus versos en esperanza para los más desfavorecidos. Escribió a los 18 años: Últimamente he estado viajando por este triste Perú. Huaraz, Huánuco, Tarma, la montaña... (Pongo, 2008).

Después de su muerte, el Ejército de Liberación Nacional del Perú pasó a llamarse Guerrilla Javier Heraud y, dos años después, volvieron a la lucha armada liderada por Héctor Béjar, abogado, sociólogo, ensayista y catedrático de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Este escribe en prisión, entre 1966 y 1969, Perú 1965: Apuntes sobre una experiencia guerrillera:

Estas páginas están inconclusas. […] Están redactadas partiendo del convencimiento de que es posible y necesario continuar la lucha revolucionaria guerrillera en América Latina y el Perú.

(Béjar, 2015)

La muerte de Javier Heraud tuvo una enorme repercusión entre sus contemporáneos, y llenó de tristeza y de nostalgia a sus compañeros y amigos. El poeta, escritor y periodista de la Generación del 50, Gustavo Valcárcel, escribió el poema «Javier Heraud», en homenaje a la muerte de un poeta, de un guerrillero que se convierte en un símbolo para toda una generación, y que estaría destinado a perpetuarse en el tiempo y en la historia.

Las condolencias por la trágica muerte del poeta-mártir no se hicieron esperar. Su padre escribió una carta, el 23 de mayo de 1963, al director de La Prensa de Lima en la que expresaba con dolor el relato de los sucesos que tuvieron lugar en Puerto Maldonado, donde mataron a su hijo. Jorge A. Heraud Cricet sabía que su hijo tenía unos ideales y «una vida útil y creadora», pero no se esperaba el fatal desenlace que sumió a toda su familia en un profundo desconsuelo, ya que siempre pensaron que su hijo iba a Cuba a estudiar Cinematografía:

Por eso las noticias de Puerto Maldonado nos fulminaron y yo fui al lugar de los hechos porque me resistía a creerlos. Allí tuve la trágica certidumbre de la muerte de Javier. Pero mi pena, con ser insondable, se ha agrandado más aún al saber que mi hijo, que había ido allá urgido por un ideal, arrostrando los más graves peligros con el más absoluto desinterés, había sido víctima de una cacería inhumana. […] Una bala explosiva había abierto un boquete enorme a la altura del estómago de mi infortunado hijo y muchas balas más se habían abatido sobre el cadáver de mi hijo, que con sus 21 años y sus ilusiones, había tratado de hacer una incitación para que cesen los males que, según él, debían desterrarse de nuestra patria.

(Heraud Cricet, 1963: 3)

Frente a la inesperada tragedia reaccionaron con dolor grandes poetas latinoamericanos como el chileno Pablo Neruda y el cubano Nicolás Guillén.

El poeta chileno en una carta fechada en julio de 1963 y escrita desde la Universidad de Chile, envía sus condolencias a los poetas peruanos, compañeros y amigos de Javier Heraud, y al Perú:

He leído con gran emoción las palabras de Alejandro Romualdo sobre Javier Heraud. También el doloroso examen de Washington Delgado, las protestas de César Calvo, de Reynaldo Naranjo, de Arturo Corcuera, de Gustavo Valcárcel. También leí la desgarradora relación de Jorge A. Heraud, padre del poeta Javier. […] Morir a los veinte años acribillado a balazos desnudo y sin armas en medio del río Madre de Dios, cuando iba a la deriva, sin remos... el joven poeta muerto allí, aplastado allí en aquellas soledades por las fuerzas oscuras. Por nuestra América oscura, por nuestra edad oscura.

(Araujo, 2000: 227)

Igualmente, el poeta cubano Nicolás Guillén escribe una carta de condolencia el 19 de junio de 1963 al poeta peruano de la Generación del 50, Gustavo Valcárcel expresando su pena más profunda por la muerte del poeta Javier Heraud:

Aunque él estuvo en Cuba, no tuve la suerte de conocerle entonces, porque no coincidimos aquí, pero quienes lo trataron -jóvenes cubanos que hoy lo lloran- lo quisieron como hermano, pues fraternal era su corazón tanto como lúcida su inteligencia. Dicen que él prometió volver y sus compañeros lo esperaban. […] En mi nombre y en el de nuestra querida Unión, donde la muerte de Heraud ha sido conmovedora, te envío nuestros sentimientos solidarios con el dolor, que a ustedes aflige, que es también nuestro, tú lo supones, tú lo sabes.

(Araujo, 2000: 227-228)

Poetas de la Generación del 60 hacia 1961. De izquierda a derecha sentados: Wilfredo Ortega Torres, Carmen Luz Bejarano, Carmen Izaguirre y Antonio Osores. Fila central: José Hidalgo, Ricardo Espinoza, Arturo Corcuera, Livio Gómez y Mario Razzeto. Última fila: César Calvo, Marco Antonio Corcuera y Javier Heraud (Fuente: Imagen cortesía de los herederos de Javier Heraud)

El 15 de mayo de 1983, veinte años después de la trágica muerte del poeta, Enrique Sánchez Hernani escribe un artículo en La República, «¡Y no pudieron matarlo! Javier Heraud: a 20 años de su asesinato», que contiene una entrevista a su hermana Cecilia:

Hasta el último momento todos sabíamos que iba para estudiar cine, las becas eran para eso. Él nos dijo que se iba a estudiar. No descarto la idea de que Javier pensara que entraría a la guerrilla, pero como una cosa que sospecho. No hay ninguna prueba ni nadie que reconozca que eso fue así. Lo que nunca he aceptado es que el muchacho fue engañado; en él, como persona no acepto el engaño, pero sí la convicción de lo que tenía que hacer en un momento determinado.

(Araujo, 2000: 280)

A pesar de estar identificado con su pasaporte, fue enterrado sin avisar a la familia, en el cementerio de Puerto Maldonado. Posteriormente, al cabo de 48 años, y por expreso deseo de su madre, los restos del poeta se trasladaron al panteón familiar (2 de mayo de 2008), sito en el Cementerio Los Jardines de la Paz (La Molina, Lima):

... me desperté muy temprano y algo dentro de mí me dijo: Flaca. El viaje (Javier me decía Flaca)... llevé el poemario y mientras lo bajábamos a la tierra le leí en voz alta «El viaje». Ese poema era como el remate del momento pues en esos 48 años fuera de Lima era un año en que él había descansado y volvía presuroso, extrañando el arroz preparado por mi madre. En su lápida hemos hecho grabar el poema 8 de El viaje.

(Heraud Pérez, 2017)

8
He vuelto. Dormí un
largo año, descansé
y estuve muerto, pero
gocé de abril
y de las flores blancas.

(Heraud, 1961: s. p.)

Premios

  • 1.er Premio El Poeta Joven del Perú (Cuadernos Trimestrales de Poesía, 1960). Compartido con César Calvo.
  • 1.er Premio de Poesía en los Juegos Florales de la Universidad de San Marcos (FUSM, 1961).

Referencias bibliográficas

  • ARAUJO LEÓN, Óscar (comp.), Como una espada en el aire: antología documental, testimonial y poética de la Generación del 60, Lima, Universidad Ricardo Palma, Noceda y Mundo Amigo, 2000.
  • BÉJAR, Héctor, «Prólogo», a Perú 1965: Apuntes sobre una experiencia guerrillera, Marxist Internet Archive (noviembre 2015).
  • DELGADO, Washington, «La poesía de Javier Heraud», en Javier Heraud, Poesías completas, Edición preparada y revisada por Hildebrando Pérez, Lima, Campodónico, 1973, 2.ª ed. corregida y aumentada, pp. 320-337.
  • HERAUD CRICET, Jorge A., «Dr. Jorge Heraud envía una carta», La Prensa (23/5/1963), p. 3.
  • HERAUD, Javier, El río, Lima, La Rama Florida, 1960, Colección Cuadernos del Hontanar.
  • HERAUD, Javier, El viaje, Lima, Cuadernos Trimestrales de Poesía, 1961.
  • HERAUD PÉREZ, Cecilia, «[Carta a Elena Zurrón Rodríguez]» (5/6/2017).
  • MANRIQUE, Jorge, «Coplas por la muerte de su padre», en Obra completa, Edición, prólogo y vocabulario de Augusto Cortina, Madrid, Espasa-Calpe, 1979.
  • PONGO, Carlos, «El viaje al encuentro de Javier Heraud», El Diario Internacional (19/5/2008).
  • TARNAWIECKI, Adela, «Mi encuentro con Javier Heraud y Miguel Hernández», Vuelapluma: Revista de la Universidad Peruana de Ciencias y Humanidades, n.º 2 (julio 2013), pp. 16-19.
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