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Manuel Luengo

Reseña biográfica de Manuel Luengo por Inmaculada Fernández Arrillaga

El P. Manuel Luengo fue uno de los miles de jesuitas que Carlos III expulsó de sus dominios en 1767; su notoriedad surge de la pertinaz escritura de sus vivencias y creencias, de las que dejó constancia en un Diario conocido y reconocido por muchos motivos, entre otros por lo pormenorizado de su relato y la cantidad y variedad de datos que aporta para conocer los sucesos acontecidos en cada uno de los años de su destierro, la sinceridad de sus opiniones que nos acerca al pensamiento de gran parte de estos jesuitas del Setecientos y el gran interés que ha despertado entre los historiadores modernistas que se han acercado a esta narración.

Sobre sus datos familiares poco nos cuenta Manuel Luengo en su Diario[1], en primer lugar porque ése no era el objetivo de la obra ya que no se trata de un escrito íntimo en que él escribiera sólo sus emociones o sentimientos; de hecho, cuando no es imprescindible, Luengo evita hablar de sí mismo. Esto puede observarse, sobre todo, durante los primeros años del destierro en los que las impresiones son tan fuertes y la cantidad de noticias que llegan a sus manos sobre la situación de la Compañía en Europa es tanta, que prefiere ir narrando lo que él consideraba el fin último de su escrito: compilar todo tipo de datos que probaran una auténtica conspiración de los ministros europeos contra la Compañía, personificada en sus regulares. Ahora bien, con posterioridad, el giro político que se dio en todo el continente con las guerras napoleónicas, el aislamiento que durante algunos años padeció del resto de sus hermanos, fundamentalmente mientras vivió en España, desde 1798 hasta 1801, y el posterior exilio en Roma, hace que aparezca una mayor cantidad de asuntos personales; el objetivo en este caso, como en los anteriores, era mostrar con sus padecimientos el sufrimiento de toda la Compañía, encarnada en un achacoso exiliado, él mismo.

Manuel Nicolás Luengo Rodríguez, hijo de Manuel Luengo Tejedor e Isabel Rodríguez Chico, nació el 7 de noviembre de 1735 en Nava del Rey, provincia de Valladolid[2]. Tenía dos hermanos: Joaquín, jesuita que ejercía como maestro de Gramática en Santander cuando le sorprendió la expulsión, y Fernando, que sería canónigo sacristán en la Catedral de Teruel. El mayor, Joaquín, había nacido el 25 de agosto de 1733, siendo bautizado en Nava del Rey por su tío y padrino Francisco Rodríguez Chico[3], polémico obispo de Teruel que se enfrentó a la política eclesiástica potenciada por los ministros de Carlos III. Joaquín entró en la Compañía de Jesús en junio de 1752, a los diecinueve años. Además de la docencia, el P. Joaquín –como le llamaba su hermano Manuel Luengo-, era el ministro de la casa de Santander, donde se reunieron casi 300 jesuitas para salir hacia el destierro en 1767, y siguió con esa responsabilidad cuando subieron a bordo del navío «San Genaro»[4]; a toda la fatiga que le supusieron esos trabajos achacaba Manuel el origen de las enfermedades de su hermano que, a partir de entonces, irían mermando su salud y que no fueron pocas: en Córcega residió un tiempo en Lumio, villa en la que Paoli, jefe de las tropas independentistas corsas, aceptó que vivieran algunos jesuitas enfermos. Con posterioridad, tuvo que encargarse Manuel Luengo de cuidarle; años después, volverían a residir juntos durante algún tiempo en la Legacía de Bolonia, donde, después de unas tercianas en 1773, le aquejó una cojera que ya no le abandonaría, y a la que se uniría una molesta tos crónica. Joaquín Luengo murió el 31 diciembre de 1795 y fue enterrado en la parroquia de Santa María Magdalena de Bolonia[5].

Por su parte Fernando, el menor de los tres hermanos, nació el 25 de febrero de 1738 en la misma villa vallisoletana que Manuel y Joaquín. La relación que mantuvieron los hermanos la desconocemos hasta que Fernando aparece en el Diario recibiendo a su hermano Manuel cuando éste regresó del exilio italiano en 1798, pasaron juntos algunos meses y a partir de ese año intentaron siempre mantenerse en contacto. Cuando Manuel residía ya en Roma, después del segundo destierro de 1801, tuvo las últimas noticias de Fernando: éste había enviado una carta a Manuel en la que le informaba que tuvo que salir de Teruel en 1808 y que, desde entonces, permanecía en Sarrión tratando de evitar los conflictos bélicos por los que atravesaba España; la carta estaba fechada en diciembre de 1811. En octubre de ese mismo año, recibía Manuel otra carta de una prima suya, Lorenza Rodríguez, religiosa en el Real Convento de las Claras de Tordesillas. Una prueba más de la vinculación de la familia Luengo Rodríguez con el clero: de hecho, un tío de Manuel Luengo, llamado Francisco Luengo Tejedor, fue beneficiado de la iglesia de Nava del Rey, y un hermano del obispo de Teruel, Fernando Rodríguez Chico, era también clérigo de primera tonsura. Ésa es la familia que conocemos del diarista, y para aportar otros datos personales, podemos añadir que Manuel Luengo era un hombre alto con relación a la media, y con la característica delgadez que identificaba a la mayoría de los expulsos españoles en Italia[6].

El P. Luengo había ingresado en la Compañía de Jesús a los diecinueve años, finalizó su noviciado en Villagarcía y en Valladolid y de allí pasó a Medina del Campo en abril de 1757, cursando parte de sus estudios de Filosofía. Más tarde se le destinó a Salamanca donde vivió siete años; los tres primeros realizando estudios de Teología y, a partir de 1762, ejerciendo la docencia como Prefecto de las conferencias escolásticas, profesor de Lógica y de Metafísica. En 1765 volvió Luengo a Medina del Campo, ciudad en la que conoció al Marqués de la Ensenada[7] y donde trabajó como maestro de segundo año de Filosofía y pasó algunos meses en Arévalo donde, posiblemente, realizó su Tercera Probación y desde donde partió hacia Galicia. En marzo de 1766, mientras la Corte de Madrid se estremecía por los «motines de Esquilache», el P. Luengo comenzaba a enseñar Filosofía en el Colegio de Compostela. Desde allí saldría, la madrugada del 3 de abril de 1767, hacia La Coruña desde donde daría comienzo su exilio y su obra.

Desde el principio del destierro, Luengo compaginó la elaboración de su Diario con su labor docente. En la misma Caja coruñesa, esperando su embarque, consiguió permiso del Asistente para que los jóvenes pudieran llevar sus libros, y continuó las clases de Lógica con sus alumnos de Santiago, añadiendo unas lecciones de italiano para ir practicando el idioma que utilizarían en los Estados Pontificios. También en Calvi prosiguió su docencia en condiciones dificilísimas, y cuando ya residían en Bolonia, Luengo fue escogido, de entre todos los doctores y profesores de la Provincia de Castilla, junto a otros pocos, para continuar su magisterio con los escolares; de ahí pasó a la casa de los maestros y al Teologado con el cargo de Profesor y Presidente de los Casos de Conciencia y Argumentante en los actos literarios. Tras cuarenta y nueve años de destierro, el 10 de octubre de 1815 respondió afirmativamente a la invitación que Fernando VII hacía a los jesuitas que quedaban expulsos en Roma para regresar a España[8], donde falleció al año siguiente en la ciudad de Barcelona[9].

Inmaculada Fernández Arrillaga

[1] LUENGO, Manuel, Memoria de un exilio. Diario de la expulsión de los jesuitas de los dominios del Rey de España (1767-1768), estudio introductorio y notas de Inmaculada Fernández Arrillaga, Alicante, Universidad de Alicante, 2002.

[2] Archivo Arzobispal de Valladolid (A.A.V.), Bautismos, 1. 13, fol. 100v.

[3] A.A.V., Bautismos, 1.12, fol. 571.

[4] Sobre el viaje de Joaquín Luengo por los Estados Pontificios véase el Diario, tomo II, p. 577, y acerca de su llegada a la casa Bianchini desde Génova puede verse en el mismo tomo, la p. 585.

[5] LUENGO, M., Diario, tomo XXIX, pp. 587-590.

[6] En cuanto a su estatura, él mismo se describe así al explicar los problemas que tenía para adaptarse a las estrechas cámaras de los navíos en los que tuvo que viajar a Córcega y desde allí a Italia. De su escasa corpulencia haría mención, años más tarde, establecido ya en la legacía boloñesa.

[7] «el Marques de la Ensenada me aseguro entonces [se refiere a finales de abril de 1766] que Moñino era amigo de los jesuitas», en LUENGO, M. Diario, tomo VI, p. 110.

[8] AHN, Estado, legajo 3.518.

[9] Archivum Romanun Societatis Iesu (ARSI) de Roma, Catálogo Provincia Hispania, legajo 1818.

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