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ArribaAbajoFormase otro ministerio, bajo la presidencia del procurador Isturiz

La Reyna gobernadora se condujo, en esta delicada coyuntura, con toda la prudencia y firmeza, que permitia su situacion, dejando á su orgulloso ministro la alternativa entre sus simpatias   —73→   de partido, ó el respeto legal, que merecen los altos empleados de la corona. Llevó la tolerancia hasta sufrir de boca del mismo expresiones, mas que incongruentes, de que los diarios de aquel tiempo publicaron relaciones detalladas99; mas al fin, encargó la formacion del nuevo gabinete á   —74→   su adversario politico, D. Francisco Javier Isturiz. Componiase este de hombres esencialmente liberales, y aun emigrados, circunstancia que desde algun tiempo habia pasado á ser como una condicion precisa de cierto grado de liberalismo, pero que, asustados con el giro que veian tomar á la opinion, se habian hecho moderados, ó estatutistas, por mas que algunos de ellos hubiesen dado en otra epoca muestras claras de una exaltacion muy peligrosa para la libertad100. Por lo demas, eran hombres de acreditada pureza, de recursos intelectuales y parlamentarios, de educacion fina y que no tenian tacha alguna para ocupar los bancos ministeriales, y aspirar á la mayoria en las dos camaras. Isturiz, que representaba todo el ministerio, no es un hombre de estado, ni de los principios politicos, que pueden consolidar un gobierno; pero era el hombre de las circunstancias, y el unico que por su osadia, por la firmeza indomable en seguir su proposito y por su sagacidad practica en el manejo de los partidos, podia frustrar los planes de la faccion   —75→   Isabelina, y reprimirla con la fuerza; puesto ya en el mando queria, como todos, sostener el orden, sin permitir que amigos ni enemigos le perturbasen. Mendizabal decia de el, cuando todavia eran amigos: Yo quiero vivir donde mande Isturiz; pero Dios me libre de estar donde el tenga que obedecer. Pero, ¡cosa singular! este ministerio sin tacha fue el origen involuntario, ó el pretexto á lo menos, de una nueva y peligrosisima revolucion.

Mas antes de indicar sumariamente su origen y progresos, permitasenos hacer algunas reflexiones sobre eso, que en España y en otras partes se llama el partido de la moderacion. Estas reflexiones nos son tanto mas dolorosas, cuanto nosotros mismos blasonamos de pertenecer á el, como se puede inferir de todo el contesto de esta obrilla. Ya en una precedente nota hemos dicho, que los moderados tienen el gran defecto de créerse los unicos capaces de conducir la maquina del estado, regida por las leyes ordinarias, asi en tiempo de calma como de revueltas y motines, y que contentandose con demostrar lo que debe hacerse, no aciertan jamas á ejecutar lo que convendria. Siempre se dice que su numero es mayor relativamente al de todos los partidos opuestos, y que el dia que quieran entenderse, sugetarán á la media docena de locos, que propenden á tal ó cual estremo. Pero lo singular es, que nunca   —76→   llega este dia ni puede llegar, segun sus princicipios, por que tienen por crimen no descansar ciegamente en las leyes, y hacer uso de su fuerza individual para sostenerse y sostenerlas. Seria un delirio créer que los moderados, solo por serlo, son mas cobardes, que sus adversarios politicos, y sin embargo, siempre su destino les lleva á ser vencidos, cuando no victimas de todo partido, que se les opone. Su bandera es siempre la razon y la justicia, asi en las discusiones como en la ejecucion, y con todo eso, rara vez la mayoria activa se deja convencer de sus razones, ni las presta el auxilio de su brazo, cuando le reclaman. ¿Cual es, pues, el misterio, que debilita su accion y deja inutiles sus buenos deseos? el egoismo y la pereza. Para una minima parte de moderados, que lo son por temperamento ó por virtud, hay una infinidad, que se dan á si mismos este nombre, solo por conservar la posicion adquirida, y que dejarian de ser moderados, si la perdiesen. Tardan mucho tiempo en dar importancia á los peligros y cuando estos se acercan, los miran con terror. Nunca suponen en sus enemigos la osadia necesaria para trastornar el orden actual de cosas, y en lugar de procurar vencerlos, se contentan con probarles que no tienen razon, como si los otros lo ignorasen. En una palabra, el partido moderado, si le hubiesemos de definir por los principios del doctor Gall, diriamos que tiene   —77→   muy desarrollado el organo del raciocinio á expensas del de la voluntad, y que suele hacerse despreciable, porque no sabe hacerse temible. Así es, que nunca triunfa, sino cuando se despoja de toda moderacion.

El nuevo ministerio fue recibido en el estamento popular, mas bien como un intruso, que como delegado de la corona, sin embargo de que su programa ó manifestacion del sistema, que se proponia seguir, era perfectamente acomodado á las circunstancias. Consistia este 1º. en asegurar que se seguirian los progresos, pero solo por la via legal y sin permitir las commociones populares, antes bien reprimiendo los atentados y desordenes, que tantos males habian ocasionado á la causa publica: 2º. en escitar á que se diese la mayor estension posible al tratado de la cuadruple alianza. Un programa de esta naturaleza no podia convenir á una asamblea de la que una gran parte de individuos solo habian debido su existencia á los desordenes, á las asonadas y los motines. Era una declaracion de resistencia y una franca condenacion de todo lo hecho anteriormente; era todavia mas, por que encerraba una tacita amenaza, de que iban á descubrirse los numerosos desaciertos economicos, que habian puesto al estado en una situacion dificil de definir. Desde la primera sesion, una turba de diputados presentó una especie de declaracion ó protesta   —78→   relativa á que el voto de confianza no se estendiese á los actuales ministros; que en el caso de la probable disolucion de las cortes, no pudiesen estos imponer ninguna clase de contribuciones, y por ultimo, que no pudiesen contratar ningun emprestito sin la autorizacion de las cortes. Esta proposicion, que solo podia ser significativa en el primer articulo, por que en los dos restantes era perfectamente inutil, fue aprobada sin otro examen, que el del nombre, que se la habia de dar (protesta ó peticion) por una gran mayoria, la misma que declaró dos dias despues, que el nuevo ministerio no merecia su confianza. Al concluirse la sesion, ya corrió gran peligro el ministro de marina Galiano, á quien una porcion del populacho de las tribunas y otros, que se encontraban en la calle, principiaron á llenar de imprecaciones y amenazas, mezcladas de aplausos á Mendizabal. Es de temer que sin el apoyo, que le dió el presidente del estamento, y un piquete de caballeria, mandado por un hijo del infeliz general Quesada, habria el nuevo ministro de la marina recibido un funesto y tardio desengaño del termino, á que suele conducir la popularidad, cuando se anela conseguirla por toda especie de medios. En cuanto á Mendizabal, saboreaba su triunfo popular al lado del señor ministro plenipotenciario Inglés, que no economizó con el ninguna de las muestras de predileccion, que podia dar al sistema, de quien   —79→   era organo, ó mas bien á la confederacion, de que era esclavo. La bolsa tambien se habia resentido notablemente aquellos dias por la sencilla razon de que nó teniendo el credito español otra base que los ficticios recursos de Mendizabal, una vez derribado este, se acababan las esperanzas de los tenedores de fondos en papel.

Quisieramos no recordar las escenas tumultuarias y verdaderamente facciosas, de que dieron ejemplo en aquellos pocos dias un gran numero de diputados, suscitando las interpelaciones mas capciosas, las proposiciones mas atrevidas, y las expresiones mas incongruentes, para imposibilitar al gobierno de que pudiese regir la causa publica, que la mayoria parlamentaria habia puesto á dos dedos de su ruina. Alli se pidió sin rebozo el restablecimiento de los decretos de las cortes de 1820 á 23 sobre señoríos, diezmos y mayorazgos, con el doble objeto de poner en vigor la constitucion de aquel tiempo, ó al gabinete en la precision de contradecirles. Alli un diputado (Olózaga) tuvo el atrevimiento de preguntar á los ministros si en su opinion aquel gobierno habia sido legitimo. Alli se le quiso hacer cargo de todas las perdidas parciales, que habia ocasionado la baja de los fondos; y alli por ultimo se declaró por una mayoria de 78 votos contra 29 que los nombres, no los actos, por que esto era imposible, de seis liberales tenidos hasta entonces casi por exagerados,   —80→   no merecian la confianza del nuevo liberalismo español.

Esta declaracion produjo la disolucion de las cortes, por un decreto de la Reyna, seguido de un manifiesto de la misma señora, en que al mismo tiempo que se quejaba de las ilegalidades y usurpaciones de la camara, ofrecia convocar inmediatamente otra, que tendria por objeto especial la revision del estatuto. Para añadir un nuevo precio á esta concesion, ya demasiado peligrosa, se prometió que las proximas elecciones se harian por el metodo indicado en las discusiones de aquella misma camara, que se acababa de disolver por facciosa, y que ni habian producido resolucion definitiva, ni habian sido revistas por el otro estamento, ni mucho menos habian recibido la sancion real. En sustancia, se dió fuerza de ley á una simple conversacion parlamentaria, con solo el objeto de adular á una junta de demagógos. He aqui un rasgo caracteristico de lo que son siempre los partidos moderados, tan cobardes en la victoria, como tardos en los ataques, y frios en la pelea: sin acabar de convencerse de que el enemigo no agradece jamas estas concesiones, sino que se apoya sobre ellas para reconocer su fuerza y aumentar sus exigencias. No les bastaba á los conspiradores la mezquina reforma del estatuto, en que ya convenia la corona; necesitaban anularle y anatematizar su origen. Poco importaba   —81→   que en el estuviesen mas ó menos garantidos los derechos del ciudadano, ni que fuese mas ó menos acomodado á la situacion moral del pueblo español: lo que se aborrecia en el era, que procediese del trono y no de la soberania popular. No eran sus calidades, sino su nombre, el que se intentaba perseguir á viva fuerza. Esto es lo que no comprendió ó fingió no comprender el ministerio, ni mucho menos el partido, á cuya frente se encontró con sorpresa de todos, y aun de la suya propia. Si en esta ocasion los moderados hubiesen sido menos presuntuosos y mas astutos, habrian conocido la necesidad de triunfar á toda costa ó sucumbir con todos los principios monarquicos.

Observará el lector, que jamas hacemos uso de la palabra realistas, con la cual parece que deberiamos designar algunos de los partidos y personas, que mencionamos en este escrito. Nos abstenemos de hacerlo por la varia y viciosa significacion, que el tiempo y las pasiones han dado á esta voz, merced á los abusos y aberraciones de los hombres. Tambien nos abstenemos con igual estudio de la palabra republicanos, por que tal vez ni la una ni la otra tendrian una aplicacion exacta en una nacion, donde los mismos, que la conducen, no saben adonde caminan. Echemos una ojeada rapida sobre la situacion de los ejercitos en aquel tiempo.

Desde la salida de los ingleses de San Sebastian,   —82→   verificada como dijimos, el dia 5 de mayo, solo habian occurido algunos sucesos ventajosos en lo que se llamaba la linea de los valles, que el general Cordova miraba con particular predileccion, y tenia confiada á la legion del general Bernelle y al baron de Méer, que mandaban en Pamplona. Los combates de Tirape Cui, Esain, Zubiri, Burguete, y otros muchos habian servido para justificar el calculo, de que podia contarse con la seguridad de la linea de circumvalacion, anteriormente ideada. Ocupaban las tropas del general Cordova las lineas desde Valcarlos hasta Pamplona con las fuerzas ya dichas: la de las orillas del Arga desde Puente-la-Reyna hasta Miranda con la division mandada por el general Tello: la que comprende desde el Arga al Ebro con la brigada de la rivera, que mandaba Irribarren: la llamada propiamente del Ebro con la division de las dos Riojas al mando de Espartero, y los pueblos de Logroño, Tafalla y Caparroso, que tenian muy buenas guarniciones. Ocupaba ademas por la orilla derecha del Ebro todo el camino real, que conduce desde Logroño á Miranda de Ebro, y por la izquierda la Guardia, Peñacerrada y Treviño. Desde Vitoria á Bilbao era dueño de Murguia, Unza, Orduña y Balmaseda, nuevamente ócupada por las tropas de la Reyna, que la estaban fortificando con el mayor esmero.

Seria inutil y prolijo enumerar la multitud de   —83→   encuentros, ya prosperos ya adversos, que tuvieron lugar en esta estensa linea, casi diariamente atacada por un enemigo vigilante y fuertemente empeñado en romperla. Semejante relacion, despues de ser molesta y monotona, seria poco propia del objeto, que nos hemos propuesto en este escrito. Hablaremos unicamente de los acontecimientos mas importantes. Ya hemos insinuado la frialdad ó mas bien oposicion abierta que reinaba entre Mendizabal y el general Cordova desde que este se apercibió, aunque tarde, de la trama urdida contra el, en la que habia tomado mas ó menos parte un diplomatico, de quien no tenia motivos ni antecedentes para desconfiar de su buena fé. Agregabase á este otro motivo mas poderoso y mas noble, cual era el absoluto abandono, en que el ministerio dejaba la subsistencia, vestuario y calzado del ejercito, las pagas, los medios de trasporte y en una palabra, todos los artículos, sin los que es imposible hacer la guerra. Es verdad, que iban llegando bastantes quintos, aunque no tantos como debian esperarse de un alistamiento tan cuantioso, como el de los cien mil hombres; pero estos mismos refuerzos eran un nuevo embarazo para la administracion militar, exhausta de todo recurso y sin esperanza de recibir ninguna mejora. Sus clamores eran continuos, y las respuestas que se le daban, eran siempre una serie de nuevos engaños   —84→   y de esperanzas ridiculas, que en nada mejoraban la suerte del soldado; este sufria, mientras estaba sano, todo genero de privaciones con aquella constancia, que si no naciera de tan noble principio, podria merecer el nombre de insensibilidad. Mas la suerte de los infelices heridos y enfermos era tan lastimosa, que rayaria en increible, si mil documentos oficiales, que publicaron los diarios y la tribuna de aquel tiempo, no los elevasen al rango de datos historicos. Cordova sufria el martirio de Sisifo, viendo devorar su reputacion y sus soldados sin tener siquiera el consuelo de quejarse en alta voz, por no desacreditar la causa entera del trono y de la libertad, que cada dia iban perdiendo nuevos partidarios. Pero le faltó la paciencia al oir á Mendizabal decir en pleno congreso, que todas las obligaciones estaban satisfechas y los ejercitos pagados y asistidos. Entonces se resolvió á repetir con mas ahinco la dimision de su mando, que ya habia solicitado otras veces; mas no quiso dejar de acompañarla con una exposicion energica á S. M., en que manifestaba toda la falsedad de aquel aserto. Añadianse á estos motivos de disgusto las calumnias mas ó menos directas, que lanzaban contra el los periodicos, llamados del movimiento, los cuales nunca fueron otra cosa, que la expresion de las intenciones secretas de ciertas sociedades clandestinas y esencialmente conspiradoras.

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En caracteres vivos y nimiamente pundonorosos, este ultimo ahijoneo suele ser mas eficaz, que todas las razones procedentes de un calculo profundo y sabiamente meditado; y asi estamos persuadidos á que el fue quien decidió al general Cordova á interrumpir su sistema de defensa amenazadora con el ataque de las lineas de Arlaban, por mas glorioso que pudiese ser para las armas de su mando. Todos los movimientos y amenazas á este punto, que habia hecho el general en las dos primeras semanas del mes de mayo, habian tenido un objeto estrategico, que hace el mayor honor á sus talentos militares, pues consistia en llamar sin cesar la atencion del conde de Casa-Eguia, ya para inutilizar sus ataques contra Balmaseda, que se estaba fortificando, ya para impedirle que estorbase á Evans consolidar sus obras de defensa en la linea, que habia recobrado el dia 5. Todos estos movimientos, decimos, eran utiles, eran necesarios, y contribuian á mantener la fuerza moral del soldado español. Pero no contento con ellos, creyó que necesitaba desmentir rumores inicuos, y satisfacer impaciencias indiscretas ó malignas, dando un golpe que resonase en la Puerta del Sol, é imprimiese silencio á sus infames detractores. Por eso, en nuestro juicio, se decidió el 23 á atacar en persona las posiciones carlistas, que defendian á Oñate entre la Galareta y la linea de Aranzazu y á flanquear   —86→   las alturas de Arlaban, de que se apoderó, sabiendo que las debia abandonar. Por fortuna, este sacrificio á la popularidad matritense no fue tan costoso al estado, como pudo serlo, porque se ejecutó con bravura y destreza; ¿pero quien le aseguraba que no hubiese podido costar mucha sangre? Unas lineas, que se ocupan y no se conservan, lejos de dar gloria solida, la disminuyen ó la arruinan.

En Cataluña pululaban las guerrillas facciosas en terminos de no haber punto alguno seguro, sino los que ocupaban guarniciones numerosas ó las columnas de la Reyna, siempre en movimiento y siempre combatiendo ó escoltando convoyes. El general en gefe casi siempre enfermo ó convaleciente no podia dirigir la guerra en persona ni creia conveniente dimitirse del mando, y asi estaba surcado el principado en todas direcciones por las bandas de Tristani, el Ros de Eroles, Degollat, el Muchacho, Zorrilla, Brujó, Torres, Mallorca, Caballeria, Boquica y otros innumerables cabezillas, que no dejaban en paz ni á los pueblos ni á los valientes gefes de columna, que los perseguian. Solos los facciosos Borges y Torres fueron cogidos y fusilados.

En Valencia todavia era mas critica la situacion, porque desde que Cabrera, nombrado general por el pretendiente, se reunió con el Serrador, Quilez y el fraile Esperanza, ocupó á Cantavieja,   —87→   que le servia de deposito y almacen para sus ulteriores empresas. Estas fueron tales, que recorrio á su salvo los mejores pueblos de aquella fertil provincia, reunió una multitud de caballos, recogió armas de las que la nacion habia dado á los guardias nacionales, derrotó enteramente la columna del coronel Valdés, amenazó la capital, organizó la quinta en nombre de su Rey, y llevó el terror por todas las comarcas circunvecinas.

Tampoco era tranquilo el estado de otras varias provincias del reyno, pero sus turbulencias dependian visiblemente y se alimentaban con el gran foco de insurreccion, que existia en las provincias exentas, y mas aun con el espiritu de insubordinacion é indisciplina, que á banderas desplegadas iba cundiendo en toda la monarquia. En vano el ministerio de Isturiz enviaba circulares á todas las autoridades, haciendolas responsables del mantenimiento de la tranquilidad publica. En vano la prensa ministerial hacia resonar diariamente las esperanzas proximas, que ofrecia el triunfo de Arlaban, y la toma del puerto de Pasages, verificada el 28 de mayo por las tropas anglo-españolas auxiliadas por la marina real inglesa. En vano se arrestaban algunos conspiradores de oficio, como Avilaneta y algun otro; y en vano, en fin, el ministerio se empeñaba en parecer fuerte, reuniendo á si la inerte masa   —88→   de los moderados, y deponiendo de sus empleos á los que se le habian mostrado hostiles en la camara disuelta. El mal habia echado ya muy hondas raices, y el ministerio contaba demasiado con los medios meramente constitucionales para reprimirle. En Malaga desde el 26 de mayo habian vuelto á ponerse en estado de insurreccion, no tanto acaso por obedecer á la sociedad de los Isabelinos, cuanto por ejercer el contrabando y robar al erario publico con la misma impunidad, con que lo habian hecho en la insurreccion anterior. En Cartagena se habian cometido horrores á vista y paciencia de su gobernador Odaly, que se dejó intimidar por los anarquistas. En Barcelona circulaban peticiones comminativas á la Reyna en nombre de la guardia nacional, para que repusiese el ministerio caido. Era lo particular, que el principal cargo, que los anarquistas hacian al nuevo ministerio, consistia en suponer que propendia á solicitar la intervencion, lo cual probaba incontestablemente, que los unicos, que recelaban de ella, eran los que necesitaban de la guerra civil para cubrir sus crimenes y disculpar sus desordenes. No les incomodaba tanto la idea de cooperacion y sobre todo la que estaba ejerciendo espontaneamente la Inglaterra en la costa de Cantabria, porque, si bien esta no se habia estendido á otra cosa, que á hacer retirar una media legua el bloqueo de San Sebastian, y posesionarse   —89→   del immediato puerto de Pasages, les servia admirablemente, para impedir que el gobierno pudiese contar con ninguna entrada de derechos de aduana y aumentar sus embarazos. Tambien les servia de mucho la cooperacion de los diarios radicales ingleses, en donde se forjaban la mayor parte de las calumnias, que copiaban luego los franceses y españoles para esparcir la especie, de que Mendizabal solo habia salido del ministerio por los esfuerzos de un favorito de corte y su camarilla: que la ida del general Cordova á Madrid (pues en efecto habia ido alli immediatamente despues del combate de Arlaban), tenia por objeto un plan, de acuerdo con los ministros, para restablecer el despotismo ilustrado, que suponian creacion del señor Zea: que el estamento inocentisimo de proceres abrigaba intenciones hostiles contra las libertades publicas, y otras mil necedades, que por mas absurdas é inverosimiles que fuesen en si mismas, se repetian, se copiaban y se esparcian por medio de las sociedades secretas, para malquistar los animos y viciar las elecciones.

Estas ultimas fueron, durante el mes de junio, el campo de batalla, en que se median las fuerzas de dos partidos, en que estaban ostensiblemente divididos los liberales, esto es, el de estatutistas y constitucionales del año 12, que el vulgo designaba con el de Isturicistas y Mendizabalistas.   —90→   No se puede negar que en aquella epoca los moderados salieron algun tanto de su ordinaria apatia, llevando sus esfuerzos hasta asistir algunos de ellos á las elecciones, y aun hasta aconsejar á otros, que no faltasen en tan solemne ocasion. El ministerio publicó una circular, perfectamente doctrinaria, prescribiendo á las autoridades el genero de influjo, que les era permitido ejercer en sus administrados, sin menoscabo de la libertad y sin descender al soborno. Era una de estas piececitas, llamadas clasicas, en que, observando escrupulosamente las reglas de Aristoteles para ponerse al abrigo de la critica, se olvida el fin principal del drama, que es el de divertir é interesar á los espectadores. Por el contrario, los otros pusieron en contribucion las amenazas, las violencias, el fraude, la calumnia, las biografias, el escandalo y todos los medios heroicos de las revoluciones: reservandose los ultimos recursos del puñal y la sangre para el caso de que no alcanzasen los otros. Hasta los votos de los carlistas les parecieron utilisimos, y los buscaron y mimaron con la esperanza de unir las dos oposiciones extremas, cuyo ejemplo se habia visto mas de una vez en un pais vecino. A estos se les decia, y lo creyeron muchos de ellos, que el principal objeto de la ida de Cordova á Madrid era una transaccion entre D. Carlos y la Reyna bajo los auspicios de la Francia (porque la Francia, ya se   —91→   sabe, que en este partido ha de ser siempre un instrumento inevitable para todos los pensamientos odiosos); y que la Reyna misma, seducida por algunos personages, que eran carlistas ocultos, habia accedido á esta idea, y que Villareal habia llegado de incognito á Madrid, para representar á su amo. Cada vez que el general en gefe era llamado al consejo de ministros, durante su permanencia en Madrid, se añadia un ribete mas á las fabulas inventadas por los enemigos del ministerio, y estas fabulas cundian con maravilloso resultado. Por ultimo, el empeño era tal, que por la primera vez se introdujó en España la costumbre de publicarse en los diarios las listas de candidatos para cada provincia: estilo, que siendo muy bueno en si mismo, cuando los pueblos han adquirido cierta madurez en los usos constitucionales, no debia servir por entonces en España sino de una nueva arena, en que se revolcasen las infames pasiones de la envidia, del odio y de la feroz persecucion. Asi se debatian unas elecciones, que debian inutilizarse por medio de una revolucion posterior.

Muy distintas eran, por cierto, las intenciones y el objeto del viaje á Madrid del general Cordova, sobre el cual, sin tener otros datos que los que arroja de si la polemica, y las noticias particulares de aquel tiempo, créemos poder asegurar, que no era otro, que el de hacer ver al gobierno   —92→   de S. M., cual era el verdadero estado del ejercito de su mando, y las esperanzas ó los peligros, que amenazaban para la campaña inmediata. Mendizabal habia dejado, en ocho meses, un deficit, que pasaba de ochocientos millones, los cuales, por las enormes perdidas con que los habia negociado, no llegarian á seiscientos en su realisacion; habia tomado de todos y de todas partes, obligando hasta las rentas de 1837, con perdida de treinta y aun de cuarenta por ciento; habia hecho comprar, en Londres, papel de la deuda diferida, y convertidolo en titulos de la activa, que estaba á mas del doble, y habia hecho tales cosas, que no dejaban la menor esperanza de contar con recursos inmediatos. No defenderemos nosotros la oportunidad del referido viaje de Cordova el dia despues de una espedicion, tan gloriosa cuanto se quiera suponer, pero de un resultado nulo, y que se prestaba facilmente á todas las interpretaciones, que quisieran hacer de ella sus enemigos personales. Tal vez hubiera convenido mejor enviar á la corte un general de su confianza, con todas las instrucciones necesarias al efecto, quedandose al frente de su ejercito, no solo para mantenerle en la unidad de disciplina, que habia logrado restablecer en el, sino para vigilar é impedir los movimientos ulteriores de los carlistas, que ya se insinuaban como muy probables é inmediatos. Tal vez, repetimos, hubiera   —93→   sido mas acertado, supuesto que su intencion era hacer nombrar ministro de la guerra al general Mendez Vigo, como se verificó el dia 8 de junio, haber encomendado á este la revelacion de todos los males, que aquejaban al ejercito, y las indicaciones necesarias para remediarlos. Pero el general creyó, sin duda, que era necesaria su presencia, y tendria razones, que nosotros ignoramos todavia, para acelerar su marcha. Lo cierto es, que durante las tres semanas de su permanencia en Madrid, asistió á varios consejos de ministros, á que fueron convocados tambien el de gobierno y los inspectores generales de todas armas, lo cual basta para inferir que en ellos no se trató, ni pudo tratarse de otra cosa que de la guerra, y de los medios de continuarla y fenecerla. Efectivamente, aun cuando no se mirase esta cuestion, mas que bajo el punto economico, bien se necesitaba un valor extraordinario para no desanimarse á la vista del cuadro espantoso, en que habia dejado todos los recursos nacionales la administracion anterior. El tiempo solo hará ver al mundo hasta donde llegaron las operaciones desastrosas, terminadas unas y emprendidas otras, para llevar á remolque una maquina, que no podia tardar en hacerse mil pedazos, cualquiera que fuese el exito de la lucha. Pudieramos insertar aqui los datos y calculos, que publicaron algunos diarios de aquel tiempo; pero recelamos siempre valernos de testimonios,   —94→   que pudieran recusarse, como emanados del espiritu de partido. Baste saber, que para la simple manutencion de los ejercitos que ya estaban en pie, se necesitaban sesenta millones de reales mensuales por lo menos, y que el gobierno apenas podia disponer de veinte, sin dejar completamente desatentidas todas las demas obligaciones del estado.

Una mareta sorda de conspiracion contra el ministerio corria entretanto por Cataluña y Aragon, que daba indicios de la estension y naturaleza de las intrigas puestas en practica por los clubs desorganizadores. Estos habian resuelto excitar en Barcelona una sublevacion de la guardia nacional, que la sensatez de la mayoria de esta, y el zelo de las autoridades, habia podido convertir en una simple exposicion conminaticia á la Reyna, segun ya dejamos dicho; pero que no reprimida ni castigada, como ningun otro crimen de aquel tiempo en aquella populosa ciudad, les dió animo para asociarse con las guardias nacionales de Zaragoza, mas dispuestos á esta clase de empresas que á las de partir con el ejercito permanente las fatigas y riesgos de la guerra. Enviaron, pues, sus emisarios con animo de atizar el fuego, anunciandoles, que en Barcelona habia estallado ya la sublevacion, y que era tiempo de dar tambien el grito en la capital de Aragon; pero no encontraron la disposicion necesaria para   —95→   ejecutar el lance, y solo pudieron conseguir otra representacion en el mismo sentido que la de Barcelona, con la diferencia de que esta ultima era apoyada con quinientas firmas mas ó menos autenticas, mientras que aquella otra no pudo reunir sino unas pocas, y esas muy insignificantes, por lo cual solo imprimieron el texto de la representacion, sin mas que la firma colectiva de ser en nombre de la guardia nacional. En esto hubiera parado seguramente toda la intentona, si al mismo tiempo no hubiesen llegado de Madrid una multitud de cartas, dirigidas á los iniciados de Zaragoza, diciendoles que el ministerio habia resuelto licenciar y desarmar la guardia nacional, para lo cual estaba ya en marcha el general Roten, con orden de reunir sus tropas á las del brigadier Narvaez, bajo pretesto de marchar contra los carlistas, pero en realidad para sugetar á Zaragoza. Con estas noticias, se dirigieron al capitan general D. Evaristo San Miguel, pidiendole explicaciones sobre la verdad de estos hechos, y sobre todo, si semejantes medidas habian sido provocadas por el. San Miguel les contestó, negando lo uno y lo otro, y aun les ofreció, para prueba, hacer detener las tropas en Cariñena, y enviar un oficial á Madrid para pedir ordenes é instrucciones al gobierno. No del todo satisfechos con tal explicacion, exigieron que se fortificasen algunos puntos, con animo de resistir en todo caso   —96→   la entrada de las tropas, segun les prevenian sus amigos de Madrid. El general mandó hacer, en efecto, algunos trabajos de defensa, que igualmente podian servir contra los facciosos, que contra las tropas, y pudo de este modo mantener la tranquilidad, ya que no evitar el que circulasen las absurdas noticias, que comunicaban los directores del comité de Madrid. Una de las cartas, que con mas enfasis se leyó, en los cafés mas concurridos de aquella ilustre ciudad, decia asi: «Patriotas! resistid, aunque sea á mano armada, á este perfido ministerio, que ha decidido vuestro desarme; para ello envia tropas contra vosotros, despues de haber hecho traicion á nuestra causa, y transigido con D. Carlos. Villareal llega en este instante para concertarse con el ministerio, bajo los auspicios de Cordova y del embajador de Francia, cuyo gobierno se dispone á garantir la intervencion; pero tenemos en nuestro favor á la Inglaterra, y aun cuando sea preciso declarar la guerra, nada tenemos que temer». Cualquiera pensaria, al oir las perifrasis posteriores del diputado Arguelles, que estos eran los textos, de donde tomaba pie para sus perdurables discursos.

La tal carta no produjo otro resultado que las bravatas de costumbre, de marchar sobre Madrid, despues de derrotar ó de obligar á las tropas, á que se uniesen á los nacionales, destruir el ministerio,   —97→   poner á Mendizabal, y volver á concluir con los carlistas. Por fin llegó, el dia 19 de Junio, un extraordinario de Madrid, anunciando al capitan general, que el ministerio aprobaba todas sus medidas; que podia tranquilizar á la poblacion, asegurandola que jamas se habia pensado en desarmar la guardia nacional, ni mucho menos dado orden á las tropas para pasar á Zaragoza, sino para reunirse en Alcañiz, con el general Roten, y marchar contra los facciosos, de concierto con el general Palarea, á fin de destruir, si podian, la banda de Cabrera. Con esto se calmaron por entonces aquellas inquietudes, que no tenian otro origen, sino las maquinaciones del club director de Madrid, intentando sublevar á Valencia con el ejemplo de Malaga, á Barcelona con el de Valencia, á Zaragoza con el de Barcelona, y á toda la nacion, en fin, con una serie de imposturas y de calumnias de todo genero101.

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Un acontecimiento exterior, de los mas atroces que recuerda la historia, vino á revelar á los hombres observadores los incalculables progresos que habia hecho en España aquel espiritu revolucionario, que, sin pertenecer mas á las republicas, que á las monarquias templadas ó absolutas, supone abierto un foco de corupcion social que, mas ó menos tarde, derroca los imperios. Hablamos del atentado de Alibaud, contra la preciosa vida del rey de los Franceses, verificado el 25 de junio, por aquel malvado, en el momento que S. M., acompañado de la Reyna y de la princesa Adelaida, salia para su quinta de Neuilly; y llamamos preciosa la vida de este Rey, no como un adjetivo obligado, cuando se habla de la vida de todos los reyes, de todos los gefes de los estados, y aun de todos los hombres, que de cualquier modo la emplean en utilidad del bien general, sino porque miramos la vida de este principe como mas particularmente preciosa, como esencial tal vez para asegurar la libertad en la actual generacion, heredera de tantos estravios, tantos errores, tantas luces y tantos obstaculos, que habian casi borrado el verdadero camino de encontrarla. Pero si esta vida era tan importante para la Francia, para la Inglaterra, y para todos los estados de segundo orden, que marchan por la senda dificil de la imitacion, lo era mucho mas para la España, novicia é inesperta en casi todos   —99→   los ramos de la civilizacion, combatida por recuerdos historicos, que tarde ó nunca podrá acomodar á sus necesidades, desnuda de elementos administrativos, pobre de recursos y mucho mas de hombres capaces de ponerlos en accion, y sobre todo trabajada por una guerra civil violenta y encarnizada. Sin embargo de esto, ó por mejor decir, á causa de esto, el atentado de Alibaud y su pronto castigo dieron origen, en España, á una nueva asociacion, intitulada de los vengadores de este monstruo. Cuales fuesen entonces los individuos, que compusiesen esta hedionda sociedad, y cuales los numerosos afiliados que despues han entrado en ella, no es dificil inferirlo en una nacion, donde por tres años enteros unos mismos hombres, conocidos de todos por nombres y apellidos, han estado ejerciendo, aconsejando, disculpando y defendiendo los mas horrorosos asesinatos, ya en masa, ya en individuos particulares. Los que, á sabiendas de todo el mundo, han erigido en derecho la sublevacion y la indisciplina, los que han abrigado, bajo el manto de su sangrienta popularidad, á hombres odiados de todos, solo por ver sus manos manchadas con la sangre de algun gefe distinguido, cuya concurrencia inspiraba recelos; los que, prostituyendo la toga legislativa, la hicieron servir de esponja donde se empapase la mancha de un crimen tal vez inaudito, aun en los anales   —100→   de las guerras intestinas; los que, no contentos con el horrendo placer del asesinato, dieron al mundo atonito el ya olvidado ejemplo de asar los miembros palpitantes de sus victimas, y devorarlos por las calles, en elogio de la libertad: estos fueron y son los fundadores de la sociedad de Alibaud, y esos los instrumentos, de que se servia el partido del progreso indeterminado, para viciar las elecciones.

Restituido Cordova al ejercito, llevó por unico resultado de su viage expresiones muy tiernas de bondad y gratitud de parte de la Reyna Gobernadora, que el se apresuró á comunicar al ejercito, por medio de una proclama, muy bien sentida y redactada. Pero ya estaba proxima á inflamarse la chispa, que habia de producir un incendio general en toda la monarquia, y dar origen ó pretesto á nuevas y nuevas revoluciones: hablamos de la expedicion de Gomez, para sublevar los Asturias, unico objeto, que se le atribuia por entonces. No es nuestro animo detenernos en describir la serie de sucesos de esta expedicion, ni mucho menos seguir el intrincado laberinto de sus marchas y contramarchas, de sus progresos, de sus hazañas, de sus reveses, y de su reconocimiento, en fin, de casi todas las provincias de la monarquia. Empresa tan dificil es no solo superior á nuestras fuerzas, sino tambien al caracter del trabajo que nos hemos propuesto.   —101→   Pero ha sido esta expedicion tan fecunda en resultados de toda especie, y ha exercido un influjo tan directo sobre los destinos de nuestra patria, que no es posible pasar sobre ella tan por alto, como sobre otros muchos sucesos de esta epoca.

La expedicion de Gomez tuyo por origen los encontrados intereses de los partidarios del pretendiente. Satisfechos los unos con asegurar las libertades de su pais, haciendo ver á la España que eran dignos de ellas, pues que sabian defenderlas con las armas en la mano, no lo estaban los otros, que habian buscado en el una bandera, con que hacer prevalecer sus opiniones politicas y religiosas, recuperar su posicion social de que habian sido desposeidos, justificar sus temores de todo lo que llevaba visos de revolucion, satisfacer sus odios inveterados contra las doctrinas ó las personas de muchos liberales, reconocer favores y gracias debidas en otro tiempo á aquel principe, vengar ofensas personales ó de sus familias, ó abrirse por fin una nueva carrera de ambicion ó de gloria. Todos estos anelaban por dar mas estension al teatro de la guerra, contando con la certeza, que siempre tienen los emigrados, de que la opinion general es esclusivamente suya, y de que solo la violencia y opresion de sus adversarios es quien impide un pronunciamiento general en su favor. Todos los que llegaban nuevamente del interior del reino, todas   —102→   las cartas, todas las noticias que recibian, les pintaban el resto de la España, como un inmenso combustible, pronto á incendiarse, apenas se acercara un foco capáz de darle algun calor de proteccion. Estas disposiciones del partido debian lisongear igualmente el animo de un principe, que solo gozaba del titulo de rey, sin preservarle de todas las privaciones y peligros de un simple guerrero particular. Veia, como todos, que su situacion era precaria, pobre, no solo respecto de su persona, sino mas aun respecto de las obligaciones de gratitud hacia sus vasallos, cuyos heroicos sacrificios estaba imposibilitado de premiar. Deseaba una corte, sino como instrumento de fausto, á lo menos como un signo de poder, que mas adelante podría atraerle las simpatias ostensibles de algunas potencias de Europa. En una palabra, necesitaba substraerse á una tutela que de dia en dia se le iba haciendo mas molesta é insoportable. Sus mismos principios gubernativos, con quienes nunca ha querido hacer tregua, contribuian á entristecer su situacion, pues que se veia obligado á vivir bajo el amparo de cuatro provincias, eminentemente celosas de mantener sus gobiernos representativos. Lo que para el debiera haber sido una leccion, y una escuela practica, se iba convirtiendo, por una combinacion de circunstancias, en una tortura cronica y grandemente dolorosa. Se decidió, pues, á tentar la   —103→   fortuna, y sondear la verdadera opinion del pueblo español.

Para ello se echó mano de un hombre que reune, segun el testimonio de cuantos le han conocido antes y despues de su empresa, todas las cualidades necesarias para llevarla á cabo. Dotado de una hermosa presencia varonil, y en una edad, en que la madurez moral no disminuye todavia las fuerzas fisicas, D. Miguel Gómez, antiguo teniente coronel de ejercito, habia sabido ganarse el amor y la confianza de sus soldados por medio de un constante esmero en procurarles ocasiones de adquirir gloria, al par que la satisfaccion de sus justas necesidades. Siempre á su lado ó á su frente, jamás habia consentido que estuviesen privados de lo necesario, sin que el partícipara de sus mismas privaciones. En los diferentes mandos, que desempeñó bajo las ordenes de Zumalacarregui, de quien fue gefe del estado mayor, y de Eguia, no solo habia manifestado un valor poco comun, sino tambien cierta templanza, ó mas bien, moderacion en el uso de la victoria, que le hacia contrastar ventajosamente con otros caudillos de uno y otro bando, cuyos nombres marcará la posteridad con muy distintos colores. Sin ser un oficial de grande instruccion, posée los conocimientos necesarios para pasar por uno de los de mayor merito entre los que le tienen, y está justicia no se la niegan ni aun sus propios   —104→   enemigos. Dicese que este convencimiento general de sus buenas cualidades fue lo unico que decidió á que, á pesar de la resistencia, que oponia el provincialismo en la corte de D. Carlos, se le confiriesen todas las facultades discrecionales necesarias para su empresa, de las que nadie ha abusado menos que el durante su larga correria.

Es de créer que el general Cordova, á su vuelta de Madrid, no estuviese bastante bien enterado de lo proxima que se hallaba la expedicion carlista, pues que vimos que toda su atencion estaba fija sobre la linea militar de Navarra, que el creyó en inminente peligro, al saber que Garcia, con once batallones, se habia puesto en movimiento, amenazando á Bernelle. Asi es que, desde el dia siguiente (24 de junio), se decidió á partir con igual numero de fuerzas, con animo de dar un golpe sensible á la faccion, y hacerla renunciar al proyecto de romper sus lineas predilectas. Mas este movimiento de Garcia no era otra cosa que un ardid de guerra para dar facilidad á otra empresa mucho mas seria. Mientras que Cordova marchaba sobre Pamplona, á donde llegó el 28, Gomez habia emprendido, el 23, su marcha de Salinas, con cinco batallones de Castilla, dos escuadrones y cuatro piezas de artilleria. Su infanteria estaba formada en dos columnas, mandadas por los coroneles Arroyo y La Bobeda. Emprendió su marcha por la Vizcaya, donde se le reunieron   —105→   otros tres batallones, y tomó decididamente la direccion de Asturias. Apenas tuvó noticia Espartero, que en la ausencia de Cordova habia quedado con el mando, tomó las tropas disponibles que pudo, y se puso en camino en seguimiento de Gomez; mas Villareal, sin perder tiempo, corrió á aprovecharse de la ausencia de Espartero para atacar á Peñacerrada: todo lo cual obligó al general en gefe á abandonar los proyectos, que tuviese sobre el Bastán, y hacer contramarchar hacia Logroño las tropas, que habia llevado cinco dias antes.

Si Espartero hubiese caminado entonces mas de prisa con sus trece batallones, y no hubiera empleado cerca de cuatro dias (desde el 25 hasta el 28) en andar nueve leguas, probablemente habria evitado el desastre que sufrió el 26 la columna del brigadier Tello, que formaba el cuerpo de reserva, y Gomez no hubiera principiado su expedicion con tan felices auspicios; pero esta primera lentitud no era mas que el preludio de una serie de errores, que habian de durar mas de cuatro meses. Desde estos primeros dias, principió tambien otra serie de partes y comunicaciones mas ó menos oficiales, en que diaramente era alcanzado Gomez, batido y disperso, cuando no cogido y derrotado por la columna, que iba á sus alcances; pero á todos respondia el eco de algun gran pueblo, ú de alguna capital de provincia,   —106→   que habia sido invadida y ocupada por aquel aventurero, sin que ni las fuerzas que le seguian ni las que intentaban flanquearle en la provincia de Santander, y puntos fortificados de la costa de Asturias, le impidiesen llegar á Oviedo á jornadas regulares, detenerse alli dos dias, y pasar á Galicia, casi en presencia de la columna del general Manso, que constaba de seis mil hombres.

Dejemosle seguir su inmensa carrera por toda la superficie del reino, y volvamos la vista hacia la capital, para ver el efecto, que en ella produjo una novedad tan importante. Ciertamente no podia llegar otra mas adversa para el ministerio, ni mas plausible para sus enemigos, en quienes las desventuras de la patria son siempre un motivo de celebridad, con tal que puedan conducir al triunfo ratero de sus opiniones ó de sus intereses. No eran, cierto, tan visibles las muestras de satisfaccion que daban los carlistas con los progresos de Gomez, como las que daban los partidarios de Mendizabal, al ver humillada la gloria nacional, en manos de sus adversarios politicos. Ninguno que conozca la naturaleza del hombre en sociedad, y mas en una sociedad corrompida estrañará estas sensaciones, sobre todo, cuando recuerde las ventajas que otros desastres semejantes, acaecidos en el año anterior, habian producido al mismo partido. De las desgracias publicas habian tomado nacimiento las juntas anarquicas   —107→   de Andalucia, y sus cuantiosas dilapidaciones, y no mas ilustre origen tenian una porcion de existencias politicas improvisadas, que daban en rostro á todos los hombres de bien. Era, pues, muy natural, que la repeticion de aquellas abriese un vasto campo de esperanzas y de recursos para el caso, harto probable, de que las elecciones no saliesen favorables á los partidarios del movimiento. De aqui la exactitud (por desgracia, no era necesaria la exageracion) con que sus diarios consignaban las ventajas de Gomez, y la ignominia de los que mas parecia que le perseguian á gritos que con las armas; de aqui la recrudescencia, con que repetian las antiguas voces contra el general Cordova, acusandole no ya de tener una fidelidad dudosa, sino de una traicion positiva; de aqui los cuadros lastimosos y demasiado ciertos de la penuria, ó per mejor decir, miseria, en que se hallaban los ejercitos, haciendo recaer la odiosidad sobre el actual ministerio, como si no fuese evidente que provenia de los continuos desaciertos del anterior; de aqui, por fin, la cesacion de todo disimulo para medir abiertamente sus fuerzas contra el partido del orden, y contra el regimen monarquico del estatuto.

El mas funesto apuro para el ministerio consistia en la escasez de fondos, que habia llegado á ser hasta vergonzosa, en cualquier pais que aspire al titulo de nacion. No solo no se pagaba   —108→   sueldo ni obligacion alguna civil, sino que ni aun podian subministrarse á los ejercitos algunas cantidades á cuenta. La ultima camara, que no podemos menos de designar como facciosa, pues que asi la calificó la corona, habia imposibilitado al ministerio de acudir á ninguno de aquellos medios discrecionales, que en todos los sistemas se dejan expeditos para hacer frente á las crisis extraordinarias que ocurren, y que despues regulariza un voto de indemnidad. No quisieron que gobernase con sujecion, sino que no gobernase ningun modo, aun cuando pereciera la sociedad. Este habia sido el espiritu de los patriotas, que profanaron los bancos parlamentarios. Sin embargo, el ministerio no podia dejar estrellarse impunemente la causa constitucional, y se decidio á tratar con un capitalista del pais, estipulando un adelanto de ciento y veinte millones de reales, pagaderos en plazos mensuales, de los cuales se habian de entregar cuarenta en el momento. No es del caso analizar ahora el mayor ó menor gravamen de esta estipulacion, porque sabido es que, en circunstancias tan apuradas, ninguno franquea su dinero, sino con las mayores ventajas y seguridades posibles; con todo eso, podemos asegurar que esta operacion no era ni con mucho tan gravosa como la mas lucida de cuantas habia firmado Mendizabal. Con estos primeros fondos, pudieron ponerse en movimiento   —109→   algunas columnas del interior, para acudir al peligro mas inminente, que era el de las correrias de Gomez.

Mas como si la suerte se hubiese empeñado en facilitar el camino á los revolucionarios, y aumentar las dificultades de la administracion de Madrid, no era ya solo Gomez quien recorria las provincias de Asturias, Leon y Galicia, sino tambien otra columna, bajo las ordenes de D. Basilio Garcia, que aterraba las de Soria y Guadalajara.

Otro acontecimiento no menos ruidoso, y lamentable, vino á colmar el desaliento de todos los que sinceramente se interesaban en el triunfo de la libertad. Dos meses bien largos se habian pasado ya desde que los Ingleses de la division de Evans habian ocupado la primera linea del bloqueo de San Sebastian, en donde se estaban fortificando con tal solidez, que mas parecia ser aquel el termino de sus operaciones, que no un medio prudente para continuarlas. Cerca de quince mil hombres llegaron á reunir alli, el mes de junio, entre tropas españolas, la legion propiamente dicha, y los auxilios de la marina inglesa, al mando del comodoro John Hay. Todo el mundo estaba esperando con impaciencia cuando llegaria el dia de que estos gravosisimos auxiliares correspondiesen con algun servicio, proporcionado á los enormes sacrificios, que su ominosa contrata habia   —110→   impuesto á la nacion. Se sabia, por otra parte, que las fuerzas de los carlistas, asi en las lineas, como en los pueblos inmediatos de Hernani, Iran y Fuenterrabia, eran insignificantes, comparadas con el numero y material, de que podia disponer el general Evans. Amaneció por fin, el dia 11 de julio, y á las cinco de su mañana, se vieron entrar por la embocadura del Bidasoa, cinco barcos de vapor, que se acercaron á Fuenterrabia todo lo que pudo permitirles la marea, al paso que doce trincaduras desembarcaban, en la punta de la Magdalena, unos doscientos tiradores, quienes protegidos por el fuego de los vapores, y el de una fuerte columna de tropas anglo-españolas que coronaba las alturas del Jaizquibel, trataban de apoderarse de un pequeño promontorio, que dominaba el rio. El aire retumbaba con el espantoso estruendo de doce piezas de á 24, y el de otras muchas de calibres desusados, como de ochenta y noventa, que montaban los referidos vapores. La artilleria de los enemigos consistia en una sola pieza, que era todo el parque de la plaza de Fuenterrabia. Las alturas inmediatas de Andaya y Behobia, estaban coronadas de espectadores de todas edades y sexos, que habian acudido á ver aquel espectaculo de un combate de gigantes contra pigmeos, pues tal era la imagen que ofrecian las fuerzas de Evans, respecto de un puñado imperceptible de carlistas. Estos,   —111→   sin embargo, hicieron frente á cuadruple numero de Ingleses, que bajaron de la montaña con intento de cercar á Fuenterrabia; pero tuvieron que irse retirando, por el lado del convento de Capuchinos, en presencia de los chapelgorris, que se hicieron dueños de el, y que los perseguian por el camino de Irun. A eso de mediodia, sin saberse por que ni por que no, el valiente general Evans mandó tocar la retirada, que fue lo mismo que centuplicar las fuerzas de los carlistas, los cuales tomaron inmediatamente la ofensiva, volvieron á apoderarse del convento, y á no haber sido por el respeto que les imponia la columna de Jauregui, hubieran ido acuchillando á Evans, y á sus soldados, hasta dentro de las lineas de San Sebastian; mas ya que no pudiesen hacerlo á su sabor, á lo menos se apoderaron de la posicion de Amezagaña102.

Cualquiera que considere la justa reputacion que se han adquirido en todas partes las tropas verdaderamente inglesas, tanto de mar como de tierra; el que, como nosotros, respete debidamente las cualidades morales de la nacion inglesa y la alta sabiduria de su gobierno, no podra menos   —112→   de tener por exagerada la brevisima relacion, que acabamos de hacer, sino hubiesen sido testigos de ella millares de personas extrañas y aun indiferentes á la lucha. Resaltaba tanto mas lo ridiculo de la tal empresa, cuanto mas baladronas habian sido las ofertas de Mister Evans al salir de Inglaterra, pues ofreció en la alocucion de despedida á sus electores apoderarse de D. Carlos y hacerle fusilar immediatamente que llegase. Tambien contrastaba muy mal esta flaqueza en el campo con el empeño de la legion de afectar dentro de los muros de San Sebastian ciertas maneras militares, exagerandolas, como suelen hacer todos los malos imitadores. Por exemplo, apenas habia oficialejo, ni comisario ni cualquier cosa, en fin, perteneciente á la tal legion, que no tuviese su caballo mantenido, por supuesto á costa de la provincia, y desde que Dios amanecia ya estaban todos ellos montados y trotando por las calles, yendo á sus visitas, á la iglesia, á los almacenes ó á cualquiera otra parte con el mismo aparato que si tuviesen que hacer una larga jornada. Es de advertir, que con dificultad podrá medirse en San Sebastian distancia alguna, que necesite diez minutos de tiempo para andarse á pie. Todavia ofendieron al publico, aun mas que lo vergonzoso de la accion, las infames disculpas, con que se quiso dorar aquella inconcebible retirada. Dijose y se imprimió en San Sebastian,   —113→   que aquella salida estaba concertada anteriormente con los generales Bernelle y Cordova, los cuales habian ofrecido venir el primero hasta Irun y el segundo hasta Mondragon para darse la mano con las columnas anglo españolas, y que viendo el general Evans que le abandonaban al enorme peligro de tener que haberselas el solo con casi dos mil facciosos, habia creido prudente retirarse. Esto se permitia decir y publicar en presencia de un gefe, que tenia bajo sus ordenes 17 batallones, una flota inglesa y otra española y una artilleria superior á la que jugó en las batallas de Austerlitz y de Marengo. Sin embargo, y esto es lo verdaderamente doloroso, este figurado auxilio costaba ya á la España en aquel tiempo sobre 120 millones de reales, cuya mayor parte se habia satisfecho en dinero efectivo, y la restante, con las demas sumas que se hayan ido ádeudando, no se quedarán sin pagar de un modo ú de otro. Baste ya de legion inglesa, de la cual no se ha vuelto á oir hablar sino para escuchar sus gritos clamando por dinero, dinero y siempre dinero103.

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El que se traslade con la imaginacion á la perspectiva, que por entonces ofrecian los negocios publicos, y se de cuenta de las risueñas esperanzas, que debia tener el partido carlista, no podrá menos de admirarse de la ceguedad, con que los llamados liberales se perseguian unos á otros. Hasta entonces la guerra civil, si bien afectaba mas ó menos el reposo general de España, podia considerarse circunscrita á las cuatro provincias bascongadas y á Cataluña; pero ya hemos visto la rapidez, con que se iba lanzando por todos los confines de la monarquia. Cabrera estaba ya en communicacion de operaciones con las numerosas bandas organizadas de las provincias de Toledo y Valencia. Gomez habia invadido las Asturias y la Galicia, donde por mas que no encontrase todas las simpatias, que habian pronosticado los emigrados de Oñate, fueron demasiado visibles en Santiago, puesto que le recibieron con colgaduras, repiques y luminarias; y en todas partes las suficientes para poner en commocion los animos y reducir á un mero problema lo que antes se habia querido hacer pasar por un axioma; esto es, la decision de los Españoles de lo interior   —115→   en favor de un sistema constitucional. Corrian voces mas ó menos fundadas, de que el espiritu de insurreccion se estendia hasta Portugal, donde el partido miguelista estaba lejos de haber perdido todas sus esperanzas. Basilio Garcia y Batanero llamaban la atencion de las provincias de Aragon, Soria y Guadalajara. Cataluña veia ya amenazadas y aun sitiadas algunas de sus plazas y capitales, y lo que todavia es peor, veia asesinar impunemente al gobernador de alguna de ellas104. Sola la Extremadura y la Andalucia podian contarse en aquella epoca libres de partidas numerosas de facciosos.

Fue ciertamente un acontecimiento notable y singularmente ventajoso el descalabro, que sufrió el dia 10 de julio la banda del faccioso Lopez, que inquietaba la provincia de Santiago, y que hubiera podido engrosarse extraordinariamente á la llegada de Gomez en aquellas comarcas, por que el general Latre, que nunca pudo disponer mas que de tres mil hombres, tenia que atender á observar á este ultimo en la provincia de Lugo. Todo parecia amenazar una conflagracion general, y todo presentaba un aspecto sombrio sin otra vislumbre probable que el despotismo ó la anarquia. Las elecciones habian sido mas bien favorables que contrarias al ministerio en la generalidad   —116→   de las provincias; pero en la capital y en las poblaciones de primer orden le habian sido diametralmente opuestas: sobre todo en Madrid, donde se habian ido escogiendo todos los coriféos de la oposicion, y excluyendo los nombres aun de aquellos, que en otra cualquiera epoca hubieran estado exentos de toda tacha. Parece que espresamente se habian propuesto los electores hacer una mala eleccion, solo porque era mala. Pero no eran las calidades de las personas las que determinaban el escrutinio, sino los instrumentos que se preparaban para una proxima revolucion. Afortunadamente, no habian sido manchadas con asesinatos, como lo fueron en otras partes; pero á lo menos quiso el partido vencedor insultar al ministerio en una serenata en obsequio de los elegidos, particularmente de Mendizabal, que vivia en la calle de Alcalá. El capitan general Quesada creyó conveniente impedirla, como lo consiguió, enviando un piquete de la guardia inmediata; mas aunque se retiraron los obsequiadores, no fue sin prorumpir en gritos de viva la Constitucion! y sin decretar la muerte de aquel general, que se verificó pocos dias despues.

La Reyna se habia marchado al sitio de San Ildefonso por evitar los calores, segun la antigua costumbre de la corte de España, que tal vez hubiera convenido interrumpir en unas circunstancias tan delicadas. Pero es de presumir que   —117→   los aduladores, que siempre cercan al poder, por limitado que sea, habrian procurado deslumbrar su penetracion sobre los peligros de mas de un genero, que podian amenazarla, estando fuera del centro de su gobierno en una epoca, en que por minutos podria hacerse necesaria su autorizacion y consentimiento. No bastaban las facultades de los ministros, por mas expeditas que estuviesen, cuando ellos y su autoridad constitucional estaban tan abiertamente amenazadas por los enemigos interiores, y cuando los esteriores estaban dando tan claras muestras de lo que eran capaces de emprender. Efectivamente, el 24 de julio hubo ya una alarma, ó como si dijerramos, un terror panico con la simple noticia de que la partida de D. Basilio Garcia, compuesta de 1500 hombres, se habia adelantado hacia Sepulveda, en la provincia de Segovia, á 7 leguas de la residencia de S. M., en cuya direccion habia enviado una descubierta. Sin mas que esta simple enunciacion, una gran parte de cortesanos echaron á correr hacia Madrid, y dieron muestras poco equivocas de lo que habia que contar con su decision y esfuerzos, en caso de que fueran necesarios. Solo el comandante de la guardia con dos compañias de nacionales salió á reconocer á los carlistas, que ya se habian replegado al grueso de su columna. ¿Pero quien sabe lo que pudo haber sucedido, si el tal D. Basilio hubiera intentado sorprender   —118→   seriamente á la corte, como, segun todas las apariencias, pudo haberlo hecho con la mayor facilidad? Su objeto no era ese ciertamente, sino escitar la emigracion de los ex-voluntarios realistas de Madrid, de los cuales salieron en efecto muchos para reunirse con el. De este pretesto se valieron algunos nacionales de Madrid, para emprender contra los que no eran de su gusto, acometiendo por las calles publicas á palos y cuchilladas á varios paisanos indefensos: en sola la noche del 24 entraron doce heridos en el hospital. Hubo tambien una intentona, que se frustró, de apoderarse del parque de artilleria. El plan, que, segun parece, habian concebido los revolucionarios, consistia en asesinar á Quesada y á los ministros; marchar luego á la Granja, exijir de la Regenta la declaracion de si estaba ó no casada, y si respondia afirmativamente, separarla del gobierno y establecer ellos una regencia, á cuya cabeza estuviese la persona, cuyo nombre se invocaba en todos estos movimientos.

En aquellos mismos dias estaban sucediendo tales cosas, que cada una de ellas indicaba el triunfo completo de los revolucionarios. El general Cordova acababa de ser destituido, ó lo que viene á ser lo mismo, se le habia admitido su dimision, y confiado el mando en gefe del ejercito al general Sarfield, que despues de dos años estaba obscurecido en Pamplona. Dos meses antes,   —119→   tal vez esta concesion hubiera satisfecho momentaneamente las exigencias de los revolucionarios, sobre todo si se le daba por sucesor alguno de sus favoritos predilectos: en el dia ya no era mirada sino como un resultado necesario de la conviccion. Sucesos mayores y planes mas vastos habian sucedido á las mezquinas pretensiones de un mando particular. Malaga habia recibido el santo de la junta facciosa de Madrid, para dar el primer grito de insurreccion, no ya contra el ministerio y los inspectores, sino contra el regimen total del estatuto y en favor de la constitucion del año 12. No podemos asegurar, ni quisieramos presumir, que al mismo tiempo se les hubiese dado la orden á los afiliados y contrabandistas de aquel pueblo, para asesinar á las autoridades, como una especie de bautismo de sangre, digno, sino del codigo que iban á proclamar, á lo menos de la clase de personas, que alli y en otras partes le tomaban por pretesto de sus codiciosas asonadas. La verdad es, que la guardia nacional malagueña, y la corta guanicion que alli habia, se mancharon con el horrendo crimen del asesinato del gobernador civil conde del Donadio y del comandante militar el brigadier Saint Just, que ó cometieron ellas mismas, ó no quisieron impedirle, pudiendo. Para los que dan importancia á las coincidencias extraordinarias, que el vulgo suele llamar fatalidad, y que el buen   —120→   juicio de todos los paises atribuye con razon á la providencia, debió de ser un exemplo terrible ver perecer á manos de la muchedumbre al mismo, que un año antes habia concitado aquella misma muchedumbre para conculcar las leyes y pisotear el gobierno de su pais. Para nosotros, que créemos que todas las revoluciones, cualquiera que sea el barniz con que se las cubra, son un foco abundante de crimenes, el cometido en Malaga no pasó de ser un acontecimiento ordinario y comun á todas ellas. Donadio y Saint-Just se habian hecho reos del mayor delito, que se reconoce en tiempos de facciones politicas ó religiosas, que es el de haber pasado al bando contrario, sea el que fuese.

En Zaragoza no se mató á nadie en aquellos mismos dias, porque la autoridad, en quien el gobierno habia puesto su confianza, y que ella misma parecia haber desmentido poco antes las doctrinas de toda su vida, tomó sobre si el cargo de hacer traicion á su mandato, firmando, ella la primera, una larga representacion, en que con otros 44 individuos, de que sin duda se compone el reino de Aragon, intimaba á la Reyna, que no seria obedecida en adelante.

Estos exemplos fueron imitados en Cadiz, Sevilla, Cordoba, Badajoz y Jerez de la frontera, en cuyos pueblos, segun iba llegando la noticia ó la orden, ya se sabia que el grito uniforme habia   —121→   de ser: constitucion del año 12! destitucion del ministerio! y remocion de Cordova! Esto hizo suspender hasta las amenazas de castigar el atentado de Malaga, como habia pensado hacerlo el ministerio, y asi mandó retroceder á los batallones, que, bajo el mando del principe de Anglona, habian recibido la orden de ir á sujetar aquella insurreccion. ¿Pero como pensar en aquietar revueltas lejanas, cuando ya la anarquia se mostraba al descubierto en la capital del reino? El dia 3 de agosto, á las siete y media de la tarde, varios grupos de gente amotinada se presentaron en la plaza mayor de Madrid, y exigieron del gefe de la guardia del cuartel de nacionales de infanteria, que saliesen los tambores tocando generala, porque se necesitaba hacer una revolucion; y aunque el oficial opuso algunas dificultades, se le intimidó, diciendo que, de no acceder á su demanda, se le trataria como se habia tratado al general Canterac, en una circunstancia semejante. Efectivamente, el movimiento estaba mandado y dirijido por aquel mismo Cardero, que le habia hecho asesinar, y en cuya recompensa habia obtenido la honra de ser diputado á cortes, y la ventaja de hallarse con un grado superior desde teniente que era el dia de aquella hazaña. Salieron, pues, los tambores por las calles, y á su toque acudieron gran numero de guardias nacionales, ignorando la mayor parte de ellos el   —122→   objeto de semejante reunion. Mas no parece que le ignoraban las autoridades, porque casi al mismo tiempo se vieron ya acudir fuerzas considerables al paseo del Prado, á la plazuela de la Cebada y á la plaza mayor, que eran los sitios mas amenazados del tumulto. Mandaba todas estas fuerzas un hombre de carácter firme, y poco acostumbrado á dejarse intimidar por los peligros, ni menos por las amenazas; pero á quien, si la tumba no cubriese ya una parte de sus cenizas, hariamos alguna reconvencion severa, que tal vez no dejará de hacerle la historia de su pais. El marques de Moncayo, mas conocido por su propio nombre del general Quesada, es este, de quien hablamos, el cual, sin tener cuenta con el numero á que pudiese ascender el de los amotinados, pues ya era noche cerrada, y sin acordarse del destino infeliz de su antecesor, que debia ser muy pronto el suyo propio, se puso á la cabeza de un batallon del regimiento de la Reyna gobernadora, y dio orden á los dos escuadrones de la guardia nacional, y á varios pelotones de infanteria, de que se retirasen, so pena de que iba á cargar sobre ellos sin misericordia. O fuera que les impusiese este tono decisivo, ó que, como ya hemos dicho, la mayor parte no estaba en el secreto de la conspiracion, lo cierto es que se disolvieron los escuadrones y los grupos, no sin haber disparado algunos tiros inciertos, ni sin los acostumbrados   —123→   gritos de vivas! y de mueras! que siempre se presentan apareados en esta clase de asonadas. El inmediato paso, que dio el gobierno, fue declarar á Madrid en estado de sitio; el segundo, suprimir momentaneamente cuatro periodicos de los mas seditiosos; el tercero, poner en boca de S. M. la Reyna una especie de manifiesto, sincerando sus intenciones, como si estas tuviesen necesidad de apologia, y menos en un gobierno constitucional, donde nada hay mas peligroso que hacer hablar directamente á los reyes; y el cuarto, disolver y desarmar la guardia nacional de Madrid: cuatro medidas, que caracterizan por si solas, y aun describen, todo el circulo por donde corre á sus anchuras el partido moderado, en todas las revoluciones. Mientras que los conspiradores estaban alli, á la vista de todos, sin ocultar sus miras, sin disfrazar la fuerza con que contaban, sin disimular sus proximas esperanzas, y sobre todo sin haber triunfado en el primer ensayo, que era el mas terrible, el gobierno se entregó á la imprudente seguridad de hacer triunfar el orden con parrafos de Gaceta y de algun otro diario, que le era favorable: destino perpetuo, y siempre deplorable, de este dichoso partido, y de las naciones, que se entregan á el en ciertas crisis politicas. La Reyna misma, y su corte, continuaron en la Granja á pesar de tales novedades, donde la dejaremos unos dias, mientras   —124→   volvemos la vista hacia la parte militar y diplomatica, de que en aquellos momentos era teatro nuestro pais.

El gabinete de las Tuillerias, cuyas simpatias por el triunfo de la Reyna y de la libertad solo podian ser dudosas á los enemigos de una y otra, habia empezado á inquietarse muy seriamente con el giro favorable, que de dia en dia iban tomando los negocios del pretendiente; veia que, á pesar de todos los obstaculos fisicos y morales, que le habia opuesto el tratado de la cuadruple alianza, no solo se mantenia firme en la defensa de su pequeño reino, sino que se habian estendido sus miras, y aun sus progresos, á provincias lejanas, y digamoslo asi, excentricas de las que se creian unico punto de su poder; sospechaba, con gravisimo fundamento, que la opinion general de España, lejos de serle adversa, como se habia supuesto hasta entonces, no le fuese demasiado favorable, y aumentase las dificultades, que al principio se habian mirado como secundarias; recibia avisos y comunicaciones cada dia mas alarmantes del juicioso, y á todas luces respetable embajador en Madrid, conde de Rayneval, comunicaciones que, desde el principio de la lucha, debieron haber sido mas creidas, y mejor meditadas de lo que constantemente fueron, sin aguardar á que los hechos desgraciados viniesen á darlas una triste confirmacion; veia muy en   —125→   claro las verdaderas intenciones de los que reclamaban y se oponian á una intervencion propiamente dicha, que hubiera ahorrado á la España, si se hubiese verificado á su tiempo, muchos años de luto y de calamidades; conocia la insuficiencia de los auxilios militares dados por la Francia y por la Inglaterra, á una causa, que no bastaban á sostener todos los esfuerzos interiores de la nacion; y por ultimo, le inspiraban justisimos recelos las doctrinas democraticas, y aun antisociales, que principiaban á cundir en aquel desgraciado pais. El consejo de ministros de Francia estaba, segun parece, dividido105 entre los que deseaban que se interviniese eficazmente, no solo para terminar la pelea, asegurando el triunfo de la Reyna, sino para dar fuerza y solidez á su gobierno monarquico constitucional, bajo las bases, ya demasiado libres, del estatuto; los que querian que solo se cóoperase con fuerzas suficientes para decidir la victoria, sin mezclarse en las consecuencias que esta podria dar de si en el orden politico, y los que rehusaban la una y la otra idea, dejando á la nacion española que debatiese sus propios negocios, segun la voluntad   —126→   de la mayoria nacional, que es la que siempre triunfa definitivamente. No tenemos bastantes noticias de los secretos de aquel gabinete para asegurar como es de costumbre, revelaciones que probablemente serian desmentidas por los que estan en el caso de conocerlos; pero es de presumir, que el gobierno francés quiso proceder, no por espiritu de intriga ni de segunda intencion, como la prensa maligna ha querido suponerlo, sino conforme á las miras de sus principales aliados, y con un conocimiento mas completo de la situacion de España. Para eso, adoptó desde luego el segundo termino de las opiniones arriba indicadas, que fue el de una cóoperacion mas activa. No es esto decir, que nosotros tengamos por buena esta determinacion, por estar en medio de las otras dos; antes, al contrario, juzgamos que era la menos acertada en el caso y momento preciso que recorremos, no en otro; pero esto no es de importancia para la narracion.

Lo cierto es que, con este inmediato objeto, esto es el de anunciar el aumento de la cóoperacion, y comunicar instrucciones verbales al señor embajador francés y al gobierno de Madrid, fue enviado extraordinariamente M. Bois-Lecomte, bien conocido en España, por haber residido muchos años en Madrid, ya como secretario de embajada, ya como encargado de negocios de Francia. Lejos de ser esta mision un signo de frialdad   —127→   en las relaciones del gobierno francés con el de la reyna de España, ni mucho menos de desconfianza en el modo de ver de su embajador, era, por el contrario, un testimonio positivo de la solicitud, que le inspiraba el trono de Isabel II, y de la alta consideracion, que le merecia un hombre de tantos respetos, como el conde de Rayneval. El primer anuncio de M. Bois-Lecomte consistia en el refuerzo de diez mil hombres á la legion extrangera, que ya se estaba distinguiendo tanto por sus servicios en Navarra, sin perjuicio de cóoperar con otra de igual numero en Cataluña y Aragon, si se consideraba necesario. Para los que miraban los sucesos sin el prisma de la pasion, era evidente que el envio de estas legiones no era mas que la vanguardia de nuevas y nuevas tropas, que, en caso de necesidad, habrian pasado la frontera, hasta purgar completamente el pais de todo elemento de guerra civil, asi de parte del pretendiente, como de los que en otro sentido amenazaban eternizarla; pero, fuese ó no esta la verdadera intencion del gabinete francés, lo cierto es que los sucesos se apresuraron tanto en España, que solo se realizó la entrada de una columna de seiscientos hombres, á las ordenes del coronel Conrad, la cual subsiste todavia alli, rivalizando en valor y en sufrimiento con sus antiguos compañeros y con el ejercito nacional.



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