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Giuseppe Bellini

Biografía de Giuseppe Bellini

Mi trayectoria en el mundo del hispanismo

1. Decía don Pío Baroja que, cuando uno llega a la «última vuelta del camino», es el momento ideal para escribir memorias y ese fue el título que el gran escritor dio a los tomos de las suyas. Saco a colación a don Pío porque le tuve una gran admiración y sobre su obra y la «Generación del 98» escribí mi tesis de licenciatura, y porque lo que estoy haciendo ahora es en realidad rememorar en parte mi pasado.

Vamos, pues, a ver los comienzos de mi inclinación hacia lo hispánico. Hay que ir muy atrás en los años, cuando yo, muchacho, era un lector apasionado de novelas de aventuras, las de Emilio Salgari, que tenían como ámbito el Océano Indiano, con Sandokán como héroe y los secretos fascinantes de la jungla; todavía más me gustaban los libros que trataban de corsarios, el Corsario Negro, Yolanda su hija, que realizaban sus gestas en el Caribe, entre la Laguna de Maracaibo y el istmo de Panamá. En esos textos venían frecuentemente palabras españolas, un idioma que me encantaba y que no conocía. Entonces busqué una gramática, la de Frisoni, que era la que circulaba en tiempos de mi juventud, sucinta, clara, y allí aprendí algo, imaginando con buena voluntad hasta la pronunciación.

Téngase en cuenta que en ese entonces no existían grandes comunicaciones con el exterior; era una época, por lo que se refiere a los idiomas, de pioneros, y apenas sabíamos por la geografía que existía, además de Francia, Suiza y Austria, países confinantes, una Península Ibérica, que para nosotros era sólo España. Pero los libros de Salgari ensancharon mi interés por la historia y la geografía; seguía las aventuras de piratas y corsarios en el Atlas buscando las zonas geográficas donde se realizaban. Llegué de esta manera a conocer muy bien la India y el Océano Indiano, el Caribe, la Tortuga, Panamá, la famosa Laguna de Maracaibo, que tanto me hacía ilusión y cuando, al cabo de muchos años, invitado a dictar un cursillo en la Universidad local, la conocí realmente, quedé decepcionado: aguas sucias por el petróleo, ningún movimiento de velas al horizonte, sólo una superficie de aguas muertas.

Como he dicho, fue éste el comienzo de mi interés por el mundo ibérico, un interés ingenuo, no cabe duda, propio de un joven de mi época, apasionado lector, pero útil al fin y al cabo. Salgari fue, con el Víctor Hugo de Nôtre Dame de Paris, Les Miserables y Les travailleurs de la Mer, quien fomentó la fantasía y el conocimiento del mundo en mi generación, y lo fue también para muchos artistas. Confesarlo, como lo hice en una lejana entrevista, fue ciertamente una ingenuidad, pero más tarde constaté que muchos escritores, especialmente americanos, declaraban como positivas las mismas lecturas, entre ellos Pablo Neruda, de quien mientras tanto había llegado a ser traductor, estudioso y amigo, y esto me consoló. En el primer libro del Memorial de Isla Negra, «Donde nace la lluvia», el poeta chileno recuerda, en efecto, en el poema «El Colegio de invierno», su vida de colegial y declara que los personajes de Salgari le rescataron de la «sombra enterrada», constituyeron el pasaje previo a una nueva etapa, su encuentro con el amor:

Luego el río y el bosque, las ciruelas
verdes, y Sandokan y Sandokana,
las aventuras con ojos de leopardo,
el verano color de trigo,
la luna llena sobre los jazmines,
y todo cambia:
algo rodó del cielo,
se desprendió una estrella
o palpitó la tierra
en tu camisa,
algo increíble se mezcló a tu arcilla
y comenzó el amor a devorarte.

Desde América la ilusión era la India; desde Europa la ilusion era doble: la India y América.

En cuanto al poeta francés, de la adhesión de Neruda hay pruebas abundantes en toda su obra, a partir del poema «La tumba de Víctor Hugo en Isla Negra», de Las piedras de Chile, pero especialmente en el poema «Los libros», del Memorial de Isla Negra, donde el chileno recuerda con transporte, de Los trabajadores del mar, la aventura con el pulpo, y,de Nuestra Señora de París, el «Jorobado», «sobre circulando en las venas / de la gótica anatomía». Con Salgari, Gorki e Isaacs, el autor de María, Hugo fue uno de los escritores que llevaron al joven chileno al «árbol del conocimiento».

2. Rescatada así, a traves de tanta autoridad, la dignidad de mis primeras lecturas, puedo seguir adelante. Cuando di con la poesía nerudiana, me encontré con un mundo que en gran parte repetía el de mis orígenes; ello me ayudó a entender las Residencias en la tierra, cuya simbología y alusiones no me eran del todo desconocidas: ahondaban en un humus secreto que dominó mi infancia. Yo había vivido mis primeros años y el comienzo de mi juventud, si no en el país del «Lacandón y el mono», que diría Asturias, en un ámbito dominado por la naturaleza, y eso me fundó y quedó siempre operante en mí, hasta después que me trasladé a la ciudad, donde pude continuar mis estudios, siempre con una pasión oculta, inconciente, hacia el mundo ibérico y americano. Pasión que tuve, de momento, que dejar a un lado, para dedicarme a otras disciplinas, privilegiando la literatura italiana y la historia, sin olvidar la geografía.

Cuando llegó el momento de ir a la Universidad, escogí la Facultad de Lenguas y literaturas extranjeras, y puesto que ya había estudiado francés, decidí especializarme en Lengua y literatura española, pensando que no me serviría para nada, pues no había casi enseñanza de esta disciplina en los liceos italianos del norte, así que estudiaría por mi propio gusto.

Al contrario de lo que yo pensaba, toda mi actividad se desarrolló después en este sector, en el que, sobre todo cuando empecé a dedicarme a la literatura hispanoamericana, no me vino mal el conocimiento, no sólo de la literatura italiana y de la española, sino de las principales literaturas europeas y de la norteamericana.

Mis estudios universitarios los empecé en pleno conflicto mundial, y por consiguiente, a cierto punto, como Mambrú, tuve que ir a la guerra. No les diré nada de mi experiencia de guerrero, de la que, con mucha suerte, tras muchas aventuras, algunas espeluznantes, logré salir incólume. Regresé a mi casa «más viejo», al finalizar el conflicto; pero, ¿dónde estaba mi casa?: un bombardeo la había arrasado. Por fin encontré el refugio de mi familia y me sumí, no en un beato Nirvana, sino en una total desgana y desaliento, hasta que un día, de repente, desperté y, vean casualidad, ocurrió a raíz de leer unos poemas de Antonio Machado, en un libro que todavía poseo: correspondían perfectamente a mi estado sentimental y al mismo tiempo abrían una visión insospechada sobre esa España profunda que apenas había alcanzado a divisar en los primeros meses de mi especialización universitaria. Al leer «Recuerdo infantil», comenzó a resonar dentro de mí esa «tarde parda y fría / de invierno», a la que se añadió por contraste otra «clara tarde, triste y soñolienta.../ tarde de verano», del poema «Fue una clara tarde»; a todo eso se añadió el sonido de una fuente, el rechinar de la llave en una vieja cancela, un parque solitario, y el hechizo de un «limonero lánguido», que suspendía «una pálida rama polvorienta / sobre el encanto de la fuente limpia», en cuyo fondo soñaban «los frutos de oro», atractiva simbología.

Fue mi salvación: decidí volver a la Universidad, donde en año y medio superé todos los examenes que me quedaban, 18, y por fin me concedí un descanso de seis meses para mi tesis. Cuando acabé de discutirla -era el mes de febrero de 1949- frente a un tribunal severo, salí del salón como vaciado: ¿Qué haría ahora? Y de repente sale mi maestro, Franco Meregalli, y me dice: «Bellini, ¿quiere Ud. ser mi asistente?» Un poco confuso le respondí que sí; entonces me citó en su despacho para la mañana siguiente. De vez en cuando recordaba mi maestro que fueron suficientes dos segundos para decidir de mi destino.

3. Inicié entonces mi trayecto universitario en la Universidad Bocconi, de Milán, donde me había licenciado. Comencé a interesarme no sólo por la literatura española sino por la literatura hispanoamericana, Mi maestro, que había estudiado los iniciadores del Modernismo, en especial a José Asunción Silva, más conforme con su problemática, me animó a que me dedicara a un sector entonces casi desconocido en Italia. En la época no existía en las Universidades enseñanza alguna de literatura hispanoamericana. Durante varios decenios, a partir de 1939, hubo también un solo catedrático de literatura española, Giovanni Maria Bertini, profesor en Venecia y Turín, abierto a lo hispanoamericano, y tanto que en 1946 fundó la revista Quaderni Ibero-Americani, durante decenios la única en el sector. Sólo con la oposición de 1956, a diecisiete años de distancia, salieron otros tres catedráticos: Mancini, Meregalli, Macrí, y a partir de ellos comenzó a florecer el hispanismo en Italia, antes coto cerrado dominado por los filólogos románicos.

Durante varios años yo seguí ocupándome del ámbito literario ibérico y americano, hasta que en 1956 tuve mi primer encargo de profesor en la Facultad de Economía de la Universidad Bocconi, al que seguiría en 1959 el de Literatura hispanoamericana y en 1967 de Literatura española, enseñanzas todas en las que continué paralelamente, dejando a cierto punto la de la Facultad de Economía. En realidad mi primer encargo universitario lo había obtenido en 1954, en la Facultad de Economía de la Universidad de Parma, y sólo lo dejé cuando en 1975 gané la cátedra de Literatura hispanoamericana en la Universidad de Venecia. En 1960 había obtenido la «Libera docenza» en dicha disciplina.

1959 es, pues, el año en que, con modificación del Estatuto de la Universidad Bocconi, y la introducción de Literatura hispanoamericana entre las enseñanzas de la Facultad de Lenguas y literaturas extranjeras, se inaugura oficialmente en la Universidad italiana su presencia. Lo que no se verificó sin luchas y contrastes, sea por parte de algunos hispanistas, debido a razones de área de dominio, sea por catedráticos de otras disciplinas, que Sor Juana hubiera dicho «muy cándidos», los cuales desconocían completamente la existencia de una literatura de la América hispana y por eso la negaban. Al final, la suerte nos resultó favorable y poco a poco, como había ocurrido con mayor rapidez, debido a la progresiva derrota del francés, con la enseñanza de la Literatura angloamericana, llegamos a afirmar nuestra presencia y al final nuestra independencia.

4. Naturalmente en los años iniciales fue necesario crear los instrumentos para la enseñanza y difundir también fuera de las aulas universitarias el interés por la disciplina. Los estudiantes fueron siempre numerosísimos y entusiastas. Por vario tiempo, perdurando en España el franquismo, escasa fue la simpatía por su literatura, excepción hecha por Unamuno y Lorca, mientras que la literatura de América empezaba a ser seguida con interés creciente.

Oficializada la enseñanza de la disciplina, había que crearle un público a través de traducciones y ensayos. El problema no era fácil, debido a los motivos políticos mencionados y al total desconocimento de la materia por parte de los programadores editoriales, orientados más bien, por antigua formación cultural, hacia Francia, y, los más abiertos, hacia Estados Unidos. Con obstinación y un poco de buena suerte, logramos, sin embargo, derribar los muros de la ciudadela, ayudados también por el interés que iban despertando, y más despertarían, los acontecimientos políticos del mundo iberoamericano y la frecuente presencia en Italia de escritores famosos, como Asturias y Neruda, y en fin el conocido boom, encabezado por García Márquez, que difundió en mi país la más valedera narrativa hispanoamericana contemporánea, enriqueciendo considerablemente a los editores, mucho menos a los traductores.

En cuanto a los textos necesarios para la enseñanza universitaria, faltó durante mucho tiempo una historia de la literatura de Hispanoamérica. Sólo en 1954 Ugo Gallo publicó una, ciertamente curiosa en cuanto a ciertos juicios críticos; más tarde, en 1959, la revisé y puse al día, pero ya desde 1953 yo venía redactando algunos panoramas histórico-literarios para uso de mis alumnos, y más tarde, en 1970, realicé una Storia della letteratura ispano-americana. Dalle origini precolombiane ai nostri giorni, la misma que, revisada y traducida al castellano, publicó Castalia en 1985, y, ulteriormente ampliada, en 1997 se concretizó en la Nueva historia de la literatura hispanoamericana.

En todas mis Historias literariasel criterio es el que ha presidido desde el comienzo a mi concepción de la literatura hispanoamericana: su ámbito, para mí, no se limita al período que va de la Independencia a la actualidad, sino que, como nacida en América, debe incluir toda la época colonial, y más: debido a la importacia que en algunos autores -de Sor Juana y el Inca a Neruda, Asturias y Octavio Paz- ha asumido lo precolombino, era necesario prestar atención también a la expresión literaria -o sagrada- de las civilizaciones anteriores a la llegada de los españoles. Si consideramos las historias literarias hispanoamericanas editadas antes de 1959, en Europa y América, esta orientación significó una novedad, que más tarde tuvo éxito.

Imprescindible, naturalmente, para un hispanoamericanista es el conocimiento profundizado de la literatura española y por tratarse de una literatura eminentemente mestiza, para entender su desarrollo a través de épocas y autores, lo es también el de las literaturas italiana, francesa, alemana, rusa, inglesa, norteamericana, con alguna incursión en la literatura portuguesa, en las de la Europa del Norte, en la poesía árabe y japonesa, amén de la literatura del mundo clásico. La literatura hispanoamericana, además, según mi opinión, iba considerada dentro de una visión amplia, que abarcara todo el continente, de México a Chile, sin olvidar tampoco la literatura chicana, que actualmente va asumiendo importancia.

5. Al comienzo de mi actividad de hispanoamericanista me llamaron la atención tres sectores, uno más bien con algo de folclórico, la poesía negra del Caribe, otro de interés más serio, la poesía de la mujer, y uno más comprometido, la novela de la dictadura y de protesta social. De este terreno surgieron mis ulteriores estudios

Mis primeros libros, fruto de mis cursos universitarios, fueron, Figure della lirica negra ispano-americana (1950), La narrativa de Rómulo Gallegos (1951), Figure della poesia femminile ispano-americana, (1953), La protesta nel romanzo ispano-americano del ‘900 (1957). El período inicial de mi actividad lo dediqué casi exclusivamente a la literatura contemporánea: el motivo era que se trataba entonces de una actividad de «ampliación» de los cursos de mi maestro, que se ocupaba del Caciller Pero López de Ayala, del teatro de Calderón, de Unamuno, etc., y había que darles a los estudiantes algo distinto.

Ya profesor oficial de la disciplina, mantuve esta doble vertiente: dos cursos, en uno de los cuales trataba argumentos de literatura colonial o de comparatística, en el otro de literatura contemporánea, y lo seguí haciendo durante toda mi actividad académica.

En el sector de la Colonia mis intereses se centraron progresivamente en personalidades señeras del período: Sor Juana -de la que había editado en 1953 la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz-, Garcilaso de la Vega el Inca, de cuyos Comentarios Reales había publicado en 1955 una selección, Juan del Valle y Caviedes, de quien me interesaba su relación, como satírico y moralista, con Quevedo, autor entre los españoles al que iban, y van, mis preferencias.

El interés acerca de los autores mencionados me llevó a numerosas publicaciones, ensayos y libros, entre estos últimos: L'opera letteraria di Sor Juana Inés de la Cruz (1964), Suor Juana e i suoi misteri (1987), el Teatro sacro de la monja mexicana (1999) y el profano; Diente del Parnaso y otros poemas de Juan del Valle y Caviedes (1997); la presencia e influencia de Quevedo in America (1974).

Mi interés hacia Quevedo dio motivo a varios de mis trabajos, entre ellos Quevedo nella poesía ispano-americana del ‘900 (1967), a ensayos acerca de su presencia en Miguel Angel Asturias, autor a quien desde hace años sigo dedicando mi atención: véanse los libros De tiranos, héroes y brujos (1982), De amor, magia y angustia 1989), hasta el reciente Mundo mágico y mundo real (1999), que revisa y amplía mi estudio de 1966, La narrativa di Miguel Ángel Asturias (pésimamente traducido en la edición Losada de 1969).

Profundizando en el período de la Colonia volvió a despertarse mi interés por la historia, vista desde un enfoque literario; es así como surgen, con ocasión del Quinto Centenario del Descubrimiento, los libros dedicados a Colombo e la Scoperta nelle grandi opere letterarie (1993), la edición facsimilar de las Historie del S. D. Fernando Colombo, nelle quali s'ha particolare & vera relatione della vita & de' fatti dell'Ammiraglio D. Christoforo Colombo suo padre..., de 1571(1992), de Mondo Nuovo: gli Spagnoli (1993), realizado con Aldo Albònico, la Historia de los Indios de la Nueva España, de fray Toribio de Benavente (1989), y en fin los ensayos reunidos en Amara America Meravigliosa (1995).

Otro sector que me ha seguido interesando y que por ser italiano me pareció siempre importante, fue el de las interrelaciones entre la cultura de Italia y la de Hispanoamerica, argumento que traté en Storia delle relazioni letterarie tra l'Italia e l'America di lingua spagnola (1977; 2ª. ed. ampliada 1982), libro al que siguieron varios ensayos más, entre ellos el dedicado a Italia, España, Hispanoamérica: una Comunidad literaria renacentista (2001).

Otro sector de mis estudios concierne la narrativa. En mis comienzos me había dedicado, como dije, a la novela de protesta y a la de Gallegos; más tarde objeto de mi interés fue la narrativa de Blest Gana, Gamboa, Cambaceres, fueron las expresiones de la protesta indianista, Arguedas e Icaza, de la Revolución mexicana, la protesta anti-yanqui en Aguilera Malta, y sobre todo las grandes expresiones del «realismo mágico», Asturias y Carpentier, los renovadores de la narrativa contemporánea, desde Onetti a Vargas Llosa, desde García Márquez a Fuentes, a Skármeta, Posse y Homero Aridjis, etc.

Algunos libros recogen mis trabajos de un largo período sobre la novela: Il labirinto mágico. Studi sul «nuovo romanzo» ispano-americano (1973), Il mondo allucinanate. Da Asturias a García Márquez: studi sul romanzo ispano-americano della dittatura (1976), tema éste que volví a tratar varias veces, y nuevamente en el libro El tema de la dictadura en la narrativa hispánica (siglo XX) (2000), y en algunos ensayos recogidos más tarde en La pluma mensajera (2002).

En cuanto a la poesía, aunque toda su trayectoria en Hispanoamérica, desde la Colonia hasta hoy, ha sido objeto de mi estudio, mis autores preferidos han sido Borges y Neruda, Vallejo y Octavio Paz, aunque me he dedicado sobre todo a difundir la poesia de Neruda, en traducciones y en estudios críticos, como La poesia di Pablo Neruda: da «Estravagario» al «Memorial de Isla Negra» (1966), Pablo Neruda: la vita, il pensiero, le opere (1973), y finalmente Viaje al corazón de Neruda (2000).

También dediqué mi atención al teatro, aunque en medida más limitada. Remonta a 1957 mi libro Teatro messicano del Novecento, y, más tarde, dentro de las expresiones dramáticas de la Colonia, he dedicado varios estudios al teatro de Sor Juana. Menos me he interesado por el teatro contemporáneo que por el de la época colonial, aunque siempre el teatro español del Siglo de Oro ha sido, digamos, una pasión arraigada. Lo demuestra en parte uno de mis últimos libros: Re, dame e cavalieri, rustici, santi e delinquenti. Studi sul teatro spagnolo e americano del Secolo Aureo (2001)

De hoc satis. Me quedaría ahora la tarea de ilustrar mis proyectos futuros. ¿Es posible, a estas alturas mías, hacer todavía proyectos?

Giuseppe Bellini

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