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En Las madres abandonadas se aprecia una clara intención reivindicativa, en idéntica línea de la peripecia argumental que desarrollan los cuentos que configuran la serie denominada Cuentos de Salón. La víctima siempre es la mujer inexperta, joven, que actúa desinteresadamente y sin egoísmo alguno. A ella y a quienes no saben juzgarla va el mensaje de Frontaura: «Entre todos los seres desgraciados, ninguno lo es más que la madre abandonada. Entre todos los culpables, ninguno lo es quizá menos que la madre abandonada. La ley castiga lo mismo al asesino que al miserable que arma su brazo y le induce al crimen. El castigo es justo. La sociedad castiga cruelmente en la mujer el pecado del hombre; la sociedad sería justa si castigase la culpa imponiendo la mayor pena al fuerte, sin el cual no hubiera podido ser culpable el débil», op. cit., págs. 115-116.

 

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Es frecuente la reproducción de párrafos o textos literarios pertenecientes a escritores de la época para apoyar con fundamento lo expuesto en sus cuentos. Por ejemplo en el presente relato extracta un párrafo de la obra de A. Karr titulada Les filles-mères. Dicho fragmento constituye el eje esencial de los expuesto por Frontaura en el cuento Las madres abandonadas: «Es una crueldad, dice el espiritual novelista [Karr], que una mujer burlada, que se decide a ser a la vez padre y madre de su hijo, a trabajar día y noche para sostenerle, a no comer si es preciso para que tenga que comer el hijo de su corazón; es una crueldad, repito, que esa mujer que se impone una obligación heroica, obligación de todos los días y todas las horas, esa mujer, a quien todos deberíamos admirar y prestar decidido apoyo, sea rechazada en todas partes, humilladas siempre, y siempre objeto de general desprecio», op. cit., pág. 119.

 

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Sería el caso del artículo de costumbres de José Calvo Martín -El médico- perteneciente a Los Españoles pintados por sí mismos, Madrid, Boix, 1843-1844.

 

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Las referencias al médico las encuentra el lector en los artículos debidos a Ángel Mondéjar Mendoza -El Estudiante de medicina- y Federico de Jacques -El Homeópata-, pertenecientes a Los españoles de ogaño, colección de tipos de costumbres dibujados a pluma por los señores..., Madrid, Librería de Victoriano Suárez, 1872, vol. I, págs. 221-227 y 356-373, respectivamente.

 

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Op. cit., pág. 70.

 

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Las españolas pintadas por los españoles, op. cit., págs. 205-210.

Sólo existen sutiles diferencias entre el cuadro de Eduardo del Palacio y el de Frontaura y sí numerosos puntos de coincidencia. La económica es un tipo de mujer que se opone por regla general al más nimio capricho de su esposo, pues todo le parece un gasto superfluo. Por el contrario la heroína del cuento de Frontaura es un ejemplo de virtuosismo, incapaz de crear una atmósfera adversa al marido. Frontaura no olvida la premisa que mueve el corpus cuentístico Las Madres. Cuentos de Salón: el elogio y la reivindicación de la mujer.

 

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Op. cit., pág. 184.

En páginas posteriores Frontaura dedica varias páginas al terrible tema de la cesantía, considerada como algo común en esta etapa histórica. Sin embargo el protagonista, Antonio Carranque, al igual que el célebre esposo de Rosalía de Bringas, don Francisco, no militó en las filas de la cesantía, circunstancia extraña en esta época «porque, aunque, según costumbre en la administración pública, se hacían en su oficina unos quince arreglos cada mes, y quedaban cesantes y excedentes muchos empleados, y luego volvían a entrar, y después a salir, el bueno de Carranque fue respetado [...]», ibid., pág. 206.

 

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Hilario Peñasco de la Puente y Carlos Cambronero, Las calles de Madrid. Noticias, tradiciones y curiosidades, Madrid, Administración, s. f. [1889], pág. 124.

 

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El distanciamiento cada vez más patente entre madre e hijo se produce por la insistencia de la madre en educar a su hijo como si de un aristócrata o burgués se tratara. Clase media, de origen humilde, que debe su fortuna gracias a la laboriosidad y al esfuerzo. En un lugar opuesto está la sociedad de buen tono, entrampada, endeudada e inmersa en un fatuo orgullo. La vergüenza que siente el hijo por su origen indica a las claras lo pernicioso de una educación basada en prejuicios sociales absurdos. El joven protagonista, avergonzado de su origen, adoptará los hábitos y costumbres de los jóvenes lions: «Todas las tardes iba a la Fuente Castellana, a caballo, o en su elegante victoria, y no había de ir en coche a aquella calle tan excéntrica. ¿Qué hubieran dicho el lacayo y el cochero si hubiera ido su amo a la bollería?... Ellos no sabían que el señor era hijo de un bollero; acaso se figuraban que era un príncipe de la sangre. Por la noche, las reuniones, el Casino, los teatros reclamaban su presencia, y por las mañanas..., para él no habían mañanas, porque se acostaba de madrugada y no se levantaba hasta la tarde», op. cit., pág. 151.

 

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En un entreacto Carlos Frontaura expone su ideario estético, en concomitancia con el postulado de los maestros del género: «Cuando se estrena una comedia, drama o zarzuela, tomo mi butaca de una de las primeras filas para ver y oír bien, y si hay adulterio, pasado, presente o futuro, si hay hijos que no son de legítimo matrimonio, o chistes y equívocos atrevidos, canallescos, de mal gusto [...] Hemos visto desfilar por la escena toda la chulería y toda la flamenquería, y hemos oído hablar un lenguaje desvergonzado [...] Un lenguaje chabacano, esmaltado groseramente de frases grotescas y mal gusto [...]», op. cit., págs. 67-68. Los dramaturgos Moratín, Bretón, Vega, Hartzenbusch, Tamayo, García Gutiérrez, Ayala y Serra son, a su juicio, los escritores modélicos, pues «escribieron comedias bien entretenidas y amenísimas, poniendo de manifiesto vicios y defectos de la época, y jamás necesitaron para excitar el entusiasmo del auditorio exponer al desnudo las llagas sociales, las aberraciones y las monstruosidades que ahora se nos ponen de manifiesto», ibid., pág. 69. Frontaura en el cuadro La madre de la dama joven, perteneciente a la colección Las españolas pintadas por los españoles op. cit., vol. II, págs. 257-272, ofrece un copioso material noticioso sobre el teatro desde una doble óptica. En primer lugar, desde la experiencia de la dama joven que da sus primeros pasos en la escena española y, en segundo lugar, desde la óptica del autor, desdoblado en diversos personajes que reflejan los distintos comportamientos de quienes protagonizan la vida teatral de la época.

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