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Este artículo, traducido del inglés por Pablo Martínez Diente con la colaboración de la autora, presenta aspectos de un estudio más extenso que se acaba de publicar: Delmira Agustini, Sexual Seduction, and Vampiric Conquest. New Haven: Yale UP, 2012.

 

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Chancellor’s Professor and Chair, Vanderbilt University. cathy.l.jrade@vanderbilt.edu

 

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Este aspecto de su trabajo no ha pasado inadvertido. Castillo, por ejemplo, se enfoca en lo que llama el «modernismo subversivo» de Agustini.

 

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Las variadas «máscaras» usadas por Agustini han sido estudiadas como función de sus opciones vitales y de su discurso poético. Ver Las máscaras de Delmira Agustini (Vara) y Voz poética y máscaras femeninas en la obra de Delmira Agustini (Girón). Más recientemente, Pedrón ha presentado un estudio que explora la forma en que Agustini permitió ser representada en la prensa, viendo en estas imágenes «una doble mecánica de exhibición y control» (191).

 

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Real de Azúa señala un entramado de corrientes filosóficas como el trasfondo del desarrollo de la doctrina del amor libre, adoptada por un número de escritores contemporáneos. Afirma que

un complejo de corrientes, en verdad ya muy mencionadas en estas páginas: el determinismo materialista, el escepticismo, el nihilismo ético, el amoralismo nietzscheano, el esteticismo, la concepción decimonónica de la libertad, suscitó hacia fin de siglo -con abundante ilustración en la literatura- cierta divinización del impulso erótico y genésico sin trabas, muy diverso, sin embargo, de la trascendente pasión romántica encarnada en las grandes figuras de 1820 y 1830. Lo que le peculiarizó entonces, en la doctrina del amor libre, fue un sesgo político-social de protesta contra la regla burguesa y de desafío a las convenciones de la generalidad. (33)



 

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En «Experiencias de la Generación» plantea: «para este grupo la experiencia fundamental fue el Modernismo. El cambio en la sensibilidad vital... estaba indicado explícitamente por el contenido de Prosas profanas y Los raros (ambos de 1896). Los jóvenes del 900 captaron ese cambio y apuntaron en sus primeras obras su ansia de nuevas fórmulas, de nuevas rutas, de nuevos maestros» (48-49). Igualmente, bajo «Lenguaje generacional», Rodríguez Monegal subraya la consistencia derivada del modernismo: «por encima de la variedad de estilos, se acusa la unidad de estilo. Su lenguaje es el del Modernismo, con lo que la voz implica de renovación de los medios expresivos, de transformación idiomática, de imaginería verbal» (53).

 

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Según Rodríguez Monegal, Ugarte es «lo más próximo que tiene Delmira como modelo de un auténtico y exótico príncipe de la poesía. Su imaginación teje pronto en torno a él una trama de pasiones» (60).

 

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Esta obra de 1979 atrajo el tema del habla e imaginería genéricos a la comunidad académica norteamericana, abriendo así esta productiva línea de investigación.

 

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En «Mientras tenéis, oh negros corazones…» (258) la visión apocalíptica concluyente consuela al sufriente poeta, el cual es transformado en una figura que recuerda a Jesucristo. A lomos de Pegaso, guía a sus lectores del presente imperfecto a un futuro idílico.

 

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Con su astucia habitual, Molloy subraya la importancia de esta exclusión:

It is not without irony that the literary movement so often acclaimed as the first concerted reflection on Latin American cultural identity -I speak of turn-of-the-century modernismo- should have excluded women. Modernismo sees woman exclusively as subject matter: it focuses on her as the passive recipient of its multiple desires, as a commodity that is alternately (or at times simultaneously) worshiped in the spirit and coveted in the flesh. A movement that prizes the crafting and collecting of precious objects, modernismo makes woman the most valuable piece in its museum. (109)