1
El texto de esta comunicación resume el de una conferencia dictada en diversos lugares y que procede de un ensayo, provisionalmente titulado Escribir (en) la ficción de «Clarín», cuya versión primera redacté en 1990-1991; a la espera de verlo convertido en libro (o mientras me decido a ello), voy entregando algunos avances en conferencias, congresos y artículos. Antes del texto aquí recogido se han publicado: «La escritura en/de dos fragmentos narrativos de Leopoldo Alas», en el vol. 2 del Homenaje a José María Martínez Cachero, Oviedo, Universidad, 2000, pp. 826-837; «Escribir en algunos cuentos de Clarín», en: Leopoldo Alas 'Clarín' en su centenario (19012001). Espejo de una época, Madrid, Universidad San Pablo-CEU, 2003, pp. 205-222.
2
En el ensayo del que procede esta comunicación paso revista con algún detenimiento a los estudios que me han precedido en esta constatación; en su mayor parte, referidos a La Regenta, y con la matización que en 1986 señalaba Sobejano («La crítica ha resaltado la conducta de Ana como lectora [...] Menos atención se ha prestado a Ana Ozores como escritora»). Entre los más pertinentes a mi objeto cabe citar: A. Brent, Leopoldo Alas and «La Regenta». A Study in Nineteenth Century Spanish Prose, Columbia, The University of Missouri Studies, 1951; F. Durand, «Characterization in La Regenta: Point of View and Theme», Bulletin of Hispanic Studies 41 (1964), pp. 86-100; S. Beser, Introducción a Clarín y «La Regenta», Barcelona, Ariel, 1982; H. S. Turner, «Vigencia de Clarín. Vistas retrospectivas en torno a La Regenta», Arbor 116 (1983), pp. 379-402; G. Gullón, «Invención y reflexividad discursiva en La Regenta, de Leopoldo Alas», La novela como acto imaginativo. Alarcón. Bécquer. Galdós. «Clarín», Madrid, Taurus, 1983, pp. 123-147; M. Baquero Goyanes, Introducción a su ed. de La Regenta, Madrid, Espasa-Calpe, 1984; J. Oleza, «Metaliteratura y parodia», epígrafe de la Introducción a su ed. de La Regenta, Madrid, Cátedra, 1984; J. M. Martínez Cachero, «Vetusta. Los "seudos" de una sociedad provinciana», Letras de Deusto 15, n.º 32 (mayo-agosto 1985), pp. 159-170; C. Bobes Naves, Teoría general de la novela. Semiología de «La Regenta», Madrid, Gredos, 1985; G. Sobejano, «La inspiración de Ana Ozores», Anales Galdosianos, 21 (1986), pp. 223-239 (el texto que antes cité, en la p. 223); G. Gullón, «Visión y lectura en La Regenta»; (1987), en: Hitos y mitos de «La Regenta», Monografías de Los Cuadernos del Norte 4 (1987), pp. 8-14; E. Sánchez, «Más allá del paradigma realista: estrategias subversivas en La Regenta y Madame Bovary», en: Hitos y mitos..., pp. 63-67; C. Richmond, «Análisis de un personaje secundario de La Regenta: don Saturnino Bermúdez», en: «Clarín» y «La Regenta» en su tiempo, Oviedo, Universidad-Ayuntamiento-Caja de Ahorros de Asturias, 1987, pp. 329-352; J. Rutherford, «La Regenta» y el lector cómplice, Murcia, Universidad, 1988; A. Baquero Escudero, Cervantes y cuatro autores del siglo XIX (Alarcón, Pereda, Valera y «Clarín»), Murcia, Universidad, 1989; S. A. Sieburth, Reading «La Regenta». Duplicitous Discourse and the Entropy of Structure, Amsterdam-Philadelphia, Jonhs Benjamins Publishing Company, 1990; D. F. Urey, «Writing Ana in Clarín's La Regenta», en: N. M. Valis (ed.), «Malevolent Insemination» and other essays on Clarín, Ann Arbor, Michigan Romance Studies, 1990, pp. 29-45. Con posterioridad a la primera redacción de mi ensayo he tenido ocasión de conocer otros trabajos pertinentes a mi propósito: especialmente sugestivo, entre los más recientes, es el de A. Ezama, «Ana Ozores y el modelo teresiano: ejemplaridad y escritura literaria», en: A. Iravedra Valea, E. de Lorenzo Álvarez y A. Ruiz de la Peña (eds.), Leopoldo Alas. Un clásico contemporáneo (1901-2001), Oviedo, Universidad de Oviedo, 2002, pp. 775-790.
En todo caso, y sin desdeñar lo interesante y valioso de tales aportaciones, falta un rastreo sistemático de ese recurso a lo largo de toda la ficción de Alas; y tampoco, como pretendo en mi ensayo, se ha descrito y explicado su funcionamiento, sus presupuestos y sus objetivos. Ello importa porque es algo que no sólo contribuye a caracterizar la narrativa de Clarín sino que acaso sea uno de los rasgos que explican su sentido.
3
Como también en las cartas de Fermín en el capítulo XXX, textos que comento detenidamente en otro lugar de mi ensayo.
4
Quien «publicaba en El Lábaro, el
órgano de los ultramontanos de Vetusta, largos
artículos que nadie leía»
(I, 163-164;
todas citas de La Regenta remiten a la edición de
Juan Oleza [Madrid, Cátedra, 1989, 4.ª ed.]: indico en
romanos el tomo y en arábigos la página), cada vez
que se proyectaba o emprendía el derribo de algún
viejo edificio vetustense; aunque sus escritos estaban salpicados
de abundantes errores arqueológicos e históricos, el
narrador los disculpa con razones de índole estética:
«siquiera fuese por bien del arte,
mentía no poco»
(I, 335). Las requisitorias
urbanísticas de Bermúdez en la prensa local no se
apoyan sólo en motivos histórico-artísticos,
sino que también le mueve su preocupación por la
moral pública y las buenas costumbres. Así, en una de
las campañas de El Lábaro para erradicar las
casas de prostitución, «el
mismísimo don Saturnino Bermúdez escribió su
gacetilla correspondiente que se llamaba a secas:
Meretrices, y acababa diciendo: 'de la impúdica
scortum'»
(I, 335). Además del
comentario estilístico, la cita de Bermúdez merece
otras consideraciones éticas, que tienen que ver con la
responsabilidad del escritor y el sentido de la escritura,
según la caracterización que en la novela se nos hace
del personaje. Recordemos que don Saturnino es un reprimido sexual,
atormentado por la tentación de lúbricas
fantasías (novelas, las llama el narrador), que
intenta satisfacer en clandestinas escapadas al barrio de las
prostitutas, aunque nunca llegue más allá de sus
umbrales. Para el lector que conoce las intimidades del personaje,
su gacetilla en El Lábaro es una flagrante
muestra de hipocresía (y acaso, íntima
autorreconvención), que pone en cuestión la
dimensión moral de su escritura.
5
De los versos de
Cármenes -«el poeta de más
alientos de Vetusta, el eterno vencedor en las justas incruentas de
la gaya ciencia»
(I, 191)- conocemos algunas muestras,
sarcásticamente comentadas por un narrador que es
también crítico: «Mas
¡ay!, en vano fue; del almo cielo / la sentencia se cumple;
inexorable.... No sabía Trifón lo que
significaba almo, es decir, no lo sabía a punto fijo; pero
le sonaba bien [...] No le lloréis. Del bronce los
tañidos / himnos de gloria son; la Iglesia santa / le
recogió en su seno..., etc.. Al pobre Trifón le
salían los versos montados unos sobre otros: igual defecto
tenía en los dedos de los pies»
(II, 419-421).
6
«Poeta bucólico y epigramático
[...] se preciaba de hablar como los poetas de mejores siglos y al
asunto solía llamarlo sujeto [...] Sentía desde su
juventud, imperiosa necesidad de ser galante con las damas,
frecuentar su trato y hacerlas objeto de madrigales tan inocentes
en la intención, cuanto llenos de picardía y pimienta
en el concepto»
(I, 187-188); autor de un libro de versos
que llegó a publicar, a costa de un marqués protector
de las letras, con el anacrónico título de
Églogas y Canciones por un pastor de
Bílbilis.
7
Uno de los
tipos que Alas recoge en la galería costumbrista
del capítulo dedicado al Casino vetustense («Era un especialista en las enfermedades de la
patata, y tenía un trabajo sobre el particular que no
acababa de premiarle el Gobierno»
[I ,332]), cuyas
fuentes y métodos de investigación se explican
así: «Bedoya era de esa clase de
eruditos que encuentran el mérito en copiar lo que nadie ha
querido leer. En cuanto él veía en el papel de su
propiedad los párrafos que iba copiando con aquella letra
inglesa esbelta y pulcra que Dios le había dado, ya se le
antojaba obra suya todo aquello»
(I, 333).
8
A propósito
de esos y otros «escritores»
vestustenses ha formulado observaciones muy sugestivas S. A.
Sieburth en su libro de 1990, especialmente en los capítulos
1 («Vetustan Discourse: The
Destruction of the Sign») y 7
(«Self-Reflection and the Subversion of
Unity»).
9
A este propósito, A. Ezama (art. cit. en nota 2, pp. 775-776) recuerda oportunamente el artículo de Alas «Cartas de un estudiante: Las literatas», publicado en La Unión, en 1879.
10
«¡Es necesario aislarla...! ¡Nada,
nada de trato con la hija de la bailarina
italiana»
(II, 586); Cfr. la extensa
nota de J. Oleza a ese texto.